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El caso de las sutilezas del control.

El director escolar reflexionaba en estos términos a


propósito de uno de los maestros de su plantilla: No se
trataba de un profesor de reciente ingreso. Tenía a sus
espaldas sus buenos veinte años de experiencia
profesional y gozaba de un cierto respeto entre sus
colegas, así como de la admiración y el cariño de sus
alumnos. Pero no podía decirse que fuera un profesor
que sorteara los problemas; por el contrario, parecía
tener una habilidad especial para detectarlos cuando
todavía estaban en estado larvario y situarse en su
centro. En algún momento podía incluso dar la sensación
de que era él mismo quien los generaba, aunque una y
otra vez se confirmara que no era ese el caso.
Cuando el director y el supervisor hablaron acerca del
asunto más reciente en el que ese profesor se veía
implicado tuvieron que hacer un esfuerzo por encontrar
las claves de su atípico comportamiento profesional. Este
asunto, descrito a grandes rasgos era el siguiente: El
profesor había solicitado al director de su colegio,
durante el curso anterior, que configurara un grupo, y se
lo asignara, integrado por aquellos alumnos, de todos
los grados y niveles, que ante sus respectivos profesores
manifestaran problemas de conducta, dificultades de
aprendizaje o serios retrasos escolares. Dicho de otro
modo, quería hacerse cargo de todos aquellos alumnos
que los demás profesores soñaban con no tener. El
director intuyó que esta propuesta, que no dejaba de
parecerle sorprendente, sería del agrado del resto de los
profesores porque les libraba de aquellos alumnos que
más problemas les causaban o que más obstruían el
desarrollo normal de sus actividades. Pero no queriendo
dejarse guiar tan sólo por la intuición, el director pidió al
profesor que le redactara un breve informe en el que
justificara la conveniencia o necesidad de su propuesta;
"de este modo, le dijo, dispondremos de un documento
que pueda ser estudiado por otros miembros de la
comunidad educativa a efectos de valorar tu propuesta"
y, pensó, pero esto ya no lo dijo, "yo tendré también un
documento con el que poder justificar, en su caso, la
decisión que tome al respecto".
A continuación se extrae parte del informe cursado por
el profesor:
"A lo largo del curso próximo propongo dedicarme a
aquellos alumnos que por distintas razones de orden
personal o familiar no han podido cursar su escolaridad
con el mismo ritmo o aprovechamiento del resto,
creándose así un desfase respecto a los avances del resto
de sus compañeros de la misma edad cronológica. Es
previsible que ese desfase haga que estos alumnos
terminen el periodo de escolaridad obligatoria sin poder
obtener una titulación mínima, con la consiguiente
desventaja que ello puede suponerles para su
El profesor, con toda impasibilidad, ilustró primero la
estrechez de los criterios de una moral que parecía
pensada sólo para su exhibición pública, señaló cómo la
tarea de la escuela se cumplía precisamente con los que
carecían de educación y no con los ya educados y
mostró los "déficits educativos" en materia de
afectividad, como él los llamó, padecidos por la
población adulta de la localidad; y fue relatando como al
paso, sin nombrar nunca a los implicados, los chismes
que circulaban de boca en boca pero que nunca nadie se
había atrevido a decir en voz alta. "Como todos los aquí
presentes saben ..." o "parece que en una ocasión
ocurrió..." eran las fórmulas utilizadas para presentar los
sucesos, por otra parte nada ignominiosos sino sólo
objetables desde una estrecha moral vergonzante. Acabó
ofreciendo a la escuela para que cubriera esos déficits
formativos y lo hizo en un tono tan profesional, como
después dirían algunos, que el asunto no dio lugar a
ningún escándalo; pero al director, como a la mayor
parte de los demás adultos presentes, nadie les evitó
pasar sus buenos minutos de tensión hasta ver en qué
desembocaba todo aquello.
Había bastantes anécdotas más que decían de la
"extravagancia" de ese profesor, como cuando decidió
dar albergue provisional a los perros abandonados que
le traían los alumnos, convirtiendo aquella improvisada
perrera en ocasión de un curso de ciencias naturales de
extraordinaria originalidad e interés; o cuando se negó a
que sus alumnos fueran en horario escolar a la entrada
del pueblo a recibir con banderitas al Gobernador de la
provincia y, según se supo luego, aprovechó ese tiempo
para impartir una clase de ciencias sociales en la que se
representó u n juego de roles con sus alumnos en los
que uno de ellos figuraba ser el propio gobernador.
Ahora, cuando proponía hacerse cargo de los
"desechos" escolares (como algunos profesores
calificaban a esos alumnos) el director tenía que
precaverse todo lo posible. Primero encargó a otros
profesores que gozaban de su confianza que sondearan
con discreción al profesor para descubrir los que suponía
motivos ocultos de la propuesta. Simultáneamente
consultó al supervisor, quien ya conocía también el
itinerario profesional del profesor. Este le dijo que no
encontraba objeciones técnicas con que oponerse, pero
recomendó al director que sometiera a un sutil control la
experiencia. Los profesores le confesaron que todo
cuanto les había declarado era que había que dar otra
oportunidad a esos chicos, pero que no le parecía justo,
pensando él así, dejar la tarea en manos de otros que
quizá no compartieran su mismo punto de vista.
Con una buena dosis de recelo, el director autorizó la
experiencia advirtiéndole que no lo consideraba en
ningún caso un grupo excepcional y que, en
Transcurrido un tiempo, el secretario del centro acudió
a él con una curiosa solicitud: el profesor del grupo
"especial" le había sugerido la posibilidad de que alguno
de sus alumnos le ayudara en la organización de los
archivos, la puesta al día de la correspondencia, llevar la
contabilidad, y otras tareas administrativas de su
competencia. Como se trataba de hacerlo fuera de las
horas lectivas el director no encontró mayores
objeciones aparte de exigir que estuviera siempre
presente el propio secretario. Unos días después,
encontró al conserje del centro atareado en no sabía
muy bien qué clase de trabajos manuales y auxiliado de
tres o cuatro alumnos del mismo grupo especial. Y poco
a poco se fue observando con mayor frecuencia la
presencia de alumnos de ese grupo realizando las tareas
más insospechadas en el centro: bien los encontraba
asomados al terrado del edificio, bien mezclando
pinturas, bien manejando la multicopista.
La curiosidad del director pudo más que su prudencia,
aunque para él lo uno y lo otro era lo mismo, y emplazó
al profesor a que expusiera ante él y el supervisor o ante
el resto de los compañeros a qué se debía esa especie de
ubicuidad de sus alumnos que no era, dijo, "normal". El
profesor se mostró de acuerdo y cuando llegó el
momento, en presencia del resto de compañeros, del
mismo director y del supervisor manifestó que daría
cuenta en términos de racionalidad pedagógica de cómo
estaba planteando su enseñanza siempre y cuando el
resto de los presentes, incluyendo también al director y
el supervisor, se prestaran por igual a justificar desde el
punto de vista pedagógico y no sólo administrativo o
legal del modo en que cada quien abordaba sus propias
tareas.
Preguntas caso 6
A) Preguntas generales:
1. - ¿Cuál es o cuáles son los principales problemas?
2. - ¿Qué aspectos sociales, económicos, laborales,
organizativos y curriculares aparecen implicados?
3. - ¿Cuáles son las principales posiciones teóricas que
se ponen de manifiesto por parte de los diferentes
actores?
4. - ¿Cuál es la perspectiva teórica o ideológica desde la
que tú inicialmente consideras el problema?
5. - ¿Qué clase de marcos conceptuales requerirías
adicionalmente para comprender mejor el asunto y, en
su caso, desarrollar estrategias de solución?
B) Preguntas específicas:
1. - ¿En qué términos defenderías tú o rechazarías la
existencia de algo que pudiera llamarse "ideología
organizativa" en los centros escolares? ¿Cómo la
definirías, en su caso?
2. - Justifica, distinguiendo si utilizas argumentos
técnicos, pedagógicos, políticos o varios de ellos, la
existencia de una figura como la del director unipersonal
en los centros escolares.
3. - Diferencia entre la función de la dirección escolar y
la figura o rol del director y justifica la asociación de la
una y la otra.
4. - Intenta distinguir conceptualmente los siguientes
términos: supervisión educativa, supervisión docente,
supervisión administrativa e inspección escolar.
5. - Encuentra y expón qué elementos de los modelos
dominantes o más extendidos de la gestión escolar
justifican la existencia de especializaciones laborales
como la dirección y la supervisión escolar.
C) Preguntas proactivas:
1. - Si tú fueras el director de quien se habla en este
caso ¿por qué te inquietaría la posibilidad de que este
profesor sorteara las formas convencionales del control a
que está sometidos el resto de los docentes?
2. - ¿Puedes relatar alguna experiencia similar a la de la
niña besada en el patio de recreo en la que hayas
sentido personalmente la presión de un cierto control
social?
3. - ¿En qué términos crees que estaba planteándose el
profesor la enseñanza con sus alumnos haciéndolos
intervenir en tareas tan dispares y, aparentemente al
menos, tan poco académicas?
4. - Si tú fueras el profesor ¿cómo argumentarías tu
"invitación " al resto para que cada quien expusiera las
razones pedagógicas que hay tras sus propias
actuaciones profesionales?
5. - Si tú fueras el supervisor, ¿cómo crees que hubieras
respondido a esa especie de desafío a tu autoridad?

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