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Constitución Política del Perú de 1839

La Constitución Política de la República Peruana de 1839 fue la quinta carta política del
Perú, elaborada y aprobada por un Congreso General reunido en Huancayo, por lo que se
le conoce también como la Constitución de Huancayo. Fue promulgada el 10 de
noviembre de 1839 por el presidente provisorio de la República, mariscal Agustín
Gamarra. De tendencia conservadora, reforzaba las atribuciones del Poder Ejecutivo y
acentuaba el centralismo, a manera de reacción con las anteriores constituciones de cuño
liberal (las de 1823, 1828 y 1834), a las cuales se culpó del desorden político que sufría
el país, por favorecer más al Legislativo y por intentar aplicar el descentralismo
administrativo.
Contexto
Tras la batalla de Yungay y la caída de la Confederación Perú-Boliviana, a principios de
1839, se dio pase en el Perú al llamado período de la Restauración, llamado así pues el
estado peruano volvió tal como había estado constituido antes de 1836. El grupo de
peruanos que bajo el mando del mariscal Gamarra habían luchado contra los confederados
(en alianza con los chilenos), tomó el mando del país. Gamarra se propuso
inmediatamente reorganizar el gobierno y fortalecer al estado. En el aspecto legislativo y
constitucional optó por la recurrida fórmula de convocar a un Congreso cuya misión
fundamental sería promulgar una nueva Constitución.
Reunión del Congreso de Huancayo
Gamarra convocó a un Congreso General que se reunió en Huancayo (sierra central), por
estar todavía la capital (Lima) ocupada por las tropas chilenas. El Congreso inició sus
funciones el 15 de agosto de 1839, con la presencia de Gamarra y sus ministros Ramón
Castilla y Benito Lazo, y bajo la presidencia de Manuel Bartolomé Ferreyros. Una de sus
primeras medidas fue declarar insubsistente la Constitución de 1834, por ley del 22 de
agosto de 1839, arguyendo, entre otras razones, que tal carta no proveía el remedio
adecuado ante los actos de traición del presidente, ni el modo de sostener la independencia
del país frente a las amenazas foráneas, aludiendo así a los hechos políticos anteriores al
establecimiento de la Confederación (el presidente traidor aludido era Luis José de
Orbegoso, quien autorizó la invasión boliviana de 1835). Luego puso como única base
para la nueva Constitución «la forma de gobierno popular representativo consolidado en
la unidad, responsable y alternativo, delegando su ejercicio en los Poderes Legislativo,
Ejecutivo y Judicial». Enseguida, pasó a discutir la nueva carta constitucional. Sus
principales redactores fueron el coronel Bernardo Soffia y el sacerdote Higinio
Madalengoitia.
Espíritu autoritario
Usando la expresión de Basadre, este Congreso tuvo un «espíritu autoritario».1 La
Constitución que elaboró fue la primera de tipo conservador, si se descuenta la
Constitución Vitalicia de 1826, que en la práctica apenas rigió. Frente a las constituciones
liberales anteriores (1823, 1828 y 1834) que consagraban todas las libertades del
ciudadano y debilitaban al Poder Ejecutivo subordinándolo al Legislativo, la Constitución
de 1839 fue un robustecimiento de la autoridad del Presidente de la República. Creían los
legisladores de Huancayo que los principios conservadores se adecuaban a la realidad del
país, y culpaban los desórdenes vividos hasta entonces a la influencia del liberalismo en
la política nacional.
El Congreso aprobó la Constitución el 10 de noviembre de 1839, que fue promulgada el
mismo día por el presidente Gamarra. Luego los congresistas dieron por concluida sus
labores el 29 de noviembre de 1839. Apenas tres meses les tomó para dar una nueva
constitución al país, lo que contrastaba con las dilatadas asambleas legislativas que dieron
las constituciones liberales de 1823, 1828 y 1834.
Principales disposiciones
Sin duda, la nota más destacada de esta Constitución fue su autoritarismo nacionalista,
según se puede comprobar leyendo sus principales artículos:
El Poder Ejecutivo fue robustecido en desmedro del Legislativo. El período presidencial
fue ampliado de cuatro a seis años, aunque se rechazó la reelección sucesiva. Se suprimió
la posibilidad de acusar al Presidente de la República por obra del Congreso, salvo en el
caso de un ataque a la independencia y unidad del país. El Presidente podía también
suspender las garantías constitucionales durante un tiempo determinado (quien le
concedía dicha facultad era el Consejo de Estado, un organismo asesor cuyos miembros
eran elegidos por el Congreso de dentro o fuera de su seno).
No se restituyó el cargo de Vicepresidente de la República, siendo el Presidente del
Consejo de Estado el encargado de reemplazar al Presidente de la República. Se
establecieron además dos vicepresidentes del Consejo de Estado.
El Poder Legislativo estaría conformado por dos cámaras, la de diputados y la de
senadores. La primera se renovaría por terceras partes cada dos años, y la de segunda por
mitad cada cuatro años. Este Congreso debía tener reuniones bienales.
Se estableció un fuerte centralismo, con el predominio del gobierno central en desmedro
de las autoridades locales. Así, se suprimieron las Municipalidades elegidas por voto
popular, y no se restituyeron las Juntas Departamentales establecidas en la Constitución
de 1828.
Se redujeron los derechos individuales. Al señalar el artículo 5 que eran ciudadanos
peruanos los «hombres libres nacidos en el Perú», se reconocía implícitamente la
existencia de la esclavitud en el país, si bien el artículo 155 establecía que “nadie nace
esclavo en el Perú.”
Estableció como requisitos para la ciudadanía:
Ser casado y mayor de 25 años.
Saber leer y escribir («excepto los indígenas y mestizos hasta el año de 1844, en las
poblaciones donde no hubiere escuelas de instrucción primaria».)
Pagar alguna contribución.
El ejercicio de la ciudadanía se suspendía por ineptitud física o espiritual, por tacha de
deudor quebrado, por hallarse procesado criminalmente y por ser notoriamente vago,
jugador, ebrio o divorciado por culpa suya. Se perdía la ciudadanía por estar sentenciado
con pena infamante, por naturalización en otro Estado, por quiebra fraudulenta
judicialmente declarada y por rebelión con armas, entre otras causales,
Otra nota característica de esta Constitución fue lo que Basadre calificó como «la
hostilidad a la juventud».3 Para ser diputado se impuso como requisito ser mayor de 30
años de edad, y para senador, ministro o presidente de la república, 40 años. Fue
indudablemente una reacción contra el espíritu revoltoso de la juventud, que había tenido
como símbolo al general Felipe Santiago Salaverry, quien fue el primer y único
mandatario joven del Perú, con sus 28 años de edad. Actualmente, la edad mínima para
ser Presidente de la República es de 36 años.

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