Sei sulla pagina 1di 22

SOCIEDAD Y ECONOMÍA DURANTE EL BRONCE FINAL Y LA PRIMERA EDAD DEL HIERRO...

99

TRABAJOS DE PREHISTORIA
64, No 1, Enero-Junio 2007, pp. 99-120, ISSN: 0082-5638

SOCIEDAD Y ECONOMÍA DURANTE EL BRONCE FINAL Y LA


PRIMERA EDAD DEL HIERRO EN EL NORESTE PENINSULAR:
UNA APROXIMACIÓN A PARTIR DE LAS EVIDENCIAS
ARQUEOLÓGICAS

SOCIETY AND ECONOMY IN THE LATE BRONZE AGE AND THE EARLY IRON AGE
IN THE NORTHEAST OF THE IBERIAN PENINSULA: AN APPROACH FROM THE
ARCHAEOLOGICAL SOURCES

F. JAVIER LÓPEZ CACHERO (*)

RESUMEN viene analizar detenidamente en cada uno de los territorios


afectados.
A finales de la Edad del Bronce comienzan a producir- Con este trabajo pretendemos relanzar la discusión en-
se importantes transformaciones en el seno de las comuni- torno al desarrollo social y económico de las sociedades del
dades del noreste peninsular que tendrán continuidad duran- noreste peninsular. Para la elaboración de nuestro discurso
te los siglos VII y VI ANE y que se caracterizarán por la realizaremos un breve estado de la cuestion de los períodos
paulatina formación de una clase aristocrática de carácter analizados donde nos replanteamos algunos de los argu-
guerrero. Sin embargo, esta élite no se consolidará defini- mentos tradicionalmente asumidos referentes a la cuestión
tivamente en el poder hasta el ibérico antiguo, constituyén- de la denominada Cultura de los Campos de Urnas y valo-
dose así la estructura social sobre la que se desarrollarán los raremos las últimas aportaciones realizadas a partir de de-
estados arcaicos durante el ibérico pleno. terminados contextos arqueológicos que han comenzado a
No obstante, los procesos de gestación de las desigual- ver la luz durante la última década.
dades sociales que se observan en el noreste peninsular son
diferentes en función del territorio que analicemos, ya que
mientras que en el caso de los territorios interiores (Segre- ABSTRACT
Cinca, Guadalope y Matarraña-Algás) la dinámica empren-
dida parece ser consecuencia del desarrollo interno de estas At the end of the Bronze Age, important changes took
sociedades, en la costa el cambio se produce en paralelo a la place among the communities of the northeast of the Iberian
presencia del comercio fenicio y, por lo tanto, con la integra- Peninsula. These changes continue during the seventh and
ción del territorio dentro de un sistema mundial de ámbito sixth centuries B.C. and are characterized by a gradual for-
mediterráneo. La respuesta indígena a este fenómeno tam- mation of a warrior-type aristocracy. But this “elite” did
poco se muestra homogénea, pues se perciben importantes not consolidate its power definitively until the early Iberian
diferencias en la cronología de los cambios y en la evolución Period, establishing the social structure characteristic of
de los mismos, así como en los modelos de poblamiento y the archaic states of the Iberian Period.
en el reparto de la riqueza en las necrópolis de incineración. Nevertheless, there are social differences among inland
Se trata, pues, de un proceso sumamente complejo que con- and coastal territories. In the inland areas (rivers Segre-
Cinca, Guadalope and Matarraña-Algás) these differences
(*) Profesor lector SERP - Dpt. Prehistòria, Història Antiga i are the result of local development of societies and, in the
Arqueologia. Facultat de Geografia i Història. Universitat de Bar- coastal areas the main changes take place in parallel with
celona. C/ Montalegre, 6. (08001) Barcelona. Correo electrónico:
xavierlopez@ub.edu a Phoenician trade, integrating them in the Mediterranean
Este trabajo se ha realizado dentro de los proyectos HUM04- world-system. The local response to this phenomenon was
600 del Ministerio de Educación y Ciencia y SGR-2005-00299
del Grup de Recerca de Qualitat de la Generalitat de Catalunya.
not homogeneous. Differences include chronology, settle-
Recibido: 13-XI-2006; aceptado: 29-I-2007. ment processes and distribution of wealth.

T. P., 64, No 1, Enero-Junio 2007, pp. 99-120, ISSN: 0082-5638


100 F. Javier López Cachero

We analyze here recent studies on this subject, including Ruiz Zapatero (1985, 2001 y 2004), Castro (1994),
the issue of the Urnfield Culture and give special empha- Clop et al. (1998), Pons y Esteba (2000), Rafel
sis to the main archaeological contributions of the last (2003), Graells (2004), Vives-Ferrándiz (2005),
decade. López Cachero (2005 y 2006) y Farnié y Quesada
(2005). Excepcionalmente, algunos trabajos de
Palabras clave: Cultura de Campos de Urnas. Bronce Fi- J. Sanmartí (1991 y 2004; Sanmartí y Santacana
nal. Primera Edad del Hierro. Noreste peninsular. Sociedad 2005), al tratar de analizar la sociedad ibérica,
y economía. arrancan desde su precedente inmediato dando lu-
Key words: Urnfield Culture. Late Bronze Age. Early Iron gar a interesantes opiniones sobre la dinámica de-
Age. Northeast of the Iberian Peninsula. Society and eco- sarrollada desde el Bronce Final.
nomy.
1. BREVE ESTADO DE LA CUESTIÓN
La realidad social y económica que podemos SOBRE EL BRONCE FINAL Y LA
describir durante la Edad del Bronce y la Primera PRIMERA EDAD DEL HIERRO EN EL NE
Edad del Hierro en el noreste de la Península Ibé- PENINSULAR
rica está comenzando a realizar avances significa-
tivos a partir de la aplicación de los principios teó- El periodo que queremos analizar debe fechar-
ricos y metodológicos de la arqueología de la se aproximadamente entre el 1300 y el 550 ANE
muerte (Ruiz Zapatero 2001 y 2004) o de la arqueo- (1). Con anterioridad se desarrolla lo que se cono-
logía postcolonial para el problema de las identida- ce como Bronce Inicial, entre el 2300 y el 1300
des (Vives-Ferrándiz 2005), así como también de ANE (Maya y Petit 1995; Maya 1997), etapa en la
diversos modelos (sistemas-mundo, economía de que comienza a gestarse una importante diversidad
bienes de prestigio, modelos antropológicos para cultural que dará como resultado una clara diferen-
caracterizar las sociedades arqueológicas, etc.) ciación entre las dinámicas que se desarrollarán en
(Sanmartí 2004; Sanmartí y Santacana 2005; López los territorios costeros, por un lado, y en la depre-
Cachero 2006) sobradamente experimentados en sión occidental, por otro. De este modo, se obser-
otros contextos europeos. va una intensa ocupación de las zonas llanas gracias
De hecho, podemos afirmar que la mayor parte a su potencial agrícola, sin que por ello se abando-
de los estudios monográficos referidos a la temáti- nen de forma definitiva las ocupaciones puntuales
ca de nuestro artículo resultan relativamente recien- de cuevas y abrigos que se producen básicamente
tes. En general, la mayoría de aproximaciones se en zonas de baja y media montaña (Maya y Petit
incluían dentro de estudios generales sobre los pe- 1995: 331-332; Francés y Pons 1998: 33-35). No
riodos señalados o, en mayor medida, a partir del obstante, el contexto general es el de unas comuni-
análisis de aquellos contextos que, como las necró- dades abiertas a la recepción de nuevas influencias
polis, han ofrecido tradicionalmente más posibili- mayoritariamente procedentes del otro lado de los
dades de éxito para formular propuestas entorno a Pirineos a juzgar por la importante presencia, por
la cuestión que estamos debatiendo. Por otro lado, ejemplo, de objetos como los vasos de apéndice de
también hay que señalar cómo la problemática del botón, los vasos polípodos o las hachas de rebordes,
comercio colonial resulta un elemento cronológico entre otros.
de primer orden sobre el que se han centrado la Los cambios que se van a producir durante el
mayoría de estos estudios, quedando el resto de Bronce Final han sido tradicionalmente atribuidos
periodos relegados a un segundo plano y, por tanto, a la llegada de grupos humanos de procedencia
recibiendo una atención mucho menor. transpirenaica denominados Campos de Urnas. En
En definitiva, resulta bastante escaso el conjunto general, este nuevo periodo se caracteriza por la
de trabajos centrados en la reconstrucción de la presencia de las cerámicas acanaladas, de las necró-
sociedad durante los periodos señalados. Por ejem- polis de incineración y por la llegada de nuevos
plo, para las primeras fases de la Edad del Bronce productos metálicos como, por ejemplo, diferentes
citaríamos los trabajos de Rovira y Santacana tipos de hachas, brazaletes, navajas, etc. No obstan-
(1980) o el de López y Gallart (2002), mientras que te, es consecuencia de la propia dinámica interna de
para el Bronce Final y Primera Edad del Hierro (1) Las fechas contenidas en este trabajo son fechas ya cali-
destacaríamos los de Maya (1978a, 1993 y 1998), bradas.

T. P., 64, No 1, Enero-Junio 2007, pp. 99-120, ISSN: 0082-5638


SOCIEDAD Y ECONOMÍA DURANTE EL BRONCE FINAL Y LA PRIMERA EDAD DEL HIERRO... 101

las comunidades del noreste que se siga desarro- da y trigo desnudo junto con los rebaños de ovejas
llando el proceso de regionalización anteriormen- y cabras y una sencilla horticultura. No obstante, en
te aludido. De esta forma, rápidamente asistiremos función del territorio se ha llegado a defender dife-
a la caracterización de unos territorios con dinámi- rentes modelos que justificarían, en última instan-
cas propias y diferenciadas como, por ejemplo, se cia, las características de cada uno de los modelos
observa en los grupos del Ampurdán, del Segre- habitacionales arriba mencionados. Así, Alonso
Cinca, de Marlés en el interior de Cataluña, de las (1999) ha propuesto para la Depresión occidental
comarcas de Tarragona o en el grupo de Can Mis- un modelo que incluiría los trabajos con arado, el
sert localizado en la zona del prelitoral y la costa barbecho y la utilización del estiércol del ganado
central de Cataluña. como abono. La temprana implantación de este
Desde el punto de vista del hábitat, se percibe la modelo y una evolución hacia un barbecho más
existencia de dos tradiciones bien definidas. Por un corto implicaría una ocupación más estable y pro-
lado, en la Cataluña costera y en la Depresión pre- longada de los asentamientos. Sin embargo, este
litoral se mantiene un modelo claramente hereda- modelo contrasta con las propuestas realizadas por
do del Bronce Inicial caracterizado por cabañas algunos autores para las zonas costeras, donde al-
hechas de material perecedero diseminadas por los gunos autores han defendido un sistema de rozas
mejores terrenos agrícolas, junto con la prolifera- con deforestación por fuego que justificaría, en úl-
ción de silos y otras fosas de funciones diversas. Por tima instancia, unos asentamientos menos estables
otro, en la Depresión occidental se consolida una y dispersos incluso durante la Primera Edad del
tendencia probablemente también iniciada en el Hierro (García 1999; Sanmartí et al. 2000: 180).
periodo anterior, caracterizada por la proliferación El intercambio es otro elemento de primer orden
de pequeños poblados íntegramente realizados en en la economía de estas sociedades. La prolifera-
piedra y situados en pequeñas elevaciones natura- ción de depósitos de metales fechados mayoritaria-
les del terreno. mente entre los siglos IX y VIII ANE y su localiza-
Estos dos modelos implican posiblemente con- ción, que suele coincidir con las principales vías
cepciones sociales y económicas diferentes. Por un naturales de paso como el valle del Segre, viene a
lado, en los llanos costeros y del prelitoral se obser- demostrar un progresivo aumento de la demanda de
va un modelo de residencia familiar caracterizado este tipo de productos. Es en este contexto, en el que
por pequeñas granjas autónomas y dispersas en el debe explicarse la introducción de los primeros
territorio que se establecen en los campos de cultivo objetos de hierro, presentes con toda seguridad
y alrededor de un gran número de silos, tal y como dentro del siglo VII ANE, sino antes, y, junto a
sucede en el caso de Can Roqueta (Carlús et al. ellos, el inicio de los contactos comerciales de rai-
2002). En cambio, por otro lado, en la zona interior, gambre mediterránea, primero fenicios y posterior-
asistimos al desarrollo de auténticas aldeas que mente griegos.
manifiestan una concentración de varias familias El mundo funerario se caracteriza por la apari-
ocupando un mismo espacio, solo comparable en la ción y generalización de las necrópolis de incine-
zona costera, aunque salvando las evidentes distan- ración, lo que supone una ruptura respecto al perio-
cias, con el caso de la Fonollera en el Ampurdán do anterior donde la tónica general viene marcada
donde también observamos una concentración im- por la inhumación de los muertos en espacios gene-
portante de cabañas en un espacio reducido y que ralmente colectivos. No obstante, queremos desta-
puede ser igualmente definido como una pequeña car la esporádica aparición desde el neolítico de
aldea (Pons 1984). Por otro lado, casos como el de diversos casos de cremación parcial o total en dife-
Genó ejemplifican a la perfección este modelo oc- rentes puntos de la Península Ibérica y sur de Fran-
cidental a partir de la definición de un esquema cia (2), a pesar de que la mayoría de los autores han
urbanístico propio y original que da lugar a los de- coincidido en desligar completamente estas prác-
nominados poblados de espacio central o poblados ticas del tipo de incineración practicado durante el
cerrados, cuyas características e incidencia poste- Bronce Final en nuestra zona de estudio (Agustí
rior ya son sobradamente conocidas (López Cache- 2002).
ro 1999).
La economía es fundamentalmente agropecua- (2) El caso más curioso es el de la necrópolis de Camp del
Ginèbre en Caramany (Vignaud 1998) donde se ha documentado
ria con especial importancia de la agricultura cerea- la presencia de un importante conjunto de incineraciones prima-
lista de secano basada en el binomio cebada vesti- rias y secundarias fechadas durante el neolítico medio.

T. P., 64, No 1, Enero-Junio 2007, pp. 99-120, ISSN: 0082-5638


102 F. Javier López Cachero

Fig. 1. Representación gráfica de las fechas calibradas según la curva de calibración Intcal04 del programa Calib 5.01. Des-
tacamos las dataciones más tardías de los contextos de incineración respecto a las cerámicas acanaladas en lugares de há-
bitat y en las tumbas de inhumación de Castellets II.

Tradicionalmente asociado a influencias trans- manifestarán importantes diferencias como, por


pirenaicas, este nuevo rito funerario se difundirá ejemplo, se observa en el caso de los tipos de estruc-
lentamente, lo que acentuará su carácter heterogé- turas tumulares documentados, así como la coexis-
neo al ser continuamente reinterpretado por los di- tencia de éstas con tumbas no tumulares dentro de
ferentes sustratos culturales antes mencionados. una misma necrópolis como, por ejemplo, sucede
Sin duda alguna, será esto lo que configurará en un en El Calvari o en el Coll del Moro.
primer momento un panorama muy diverso donde Desde hace prácticamente una década, venimos
convivirán inhumaciones con ajuares acanalados, asistiendo a una fuerte crítica del concepto de “Cul-
necrópolis de cistas tumulares con inhumaciones tura de los Campos de Urnas” por parte de algunos
individuales y colectivas, incineraciones en cuevas investigadores (Castro 1994; Junyent 2002). En esta
y megalitos, etc. De hecho, no será hasta la transi- misma línea, consideramos que este concepto resul-
ción entre el segundo y el primer milenio ANE (se- ta un obstáculo porque supone proyectar una falsa
gún se desprende de la fechas de radiocarbono ob- homogeneidad cultural sustentada en la generaliza-
tenidas), cuando aparezcan las primeras necrópolis ción de la incineración, de las necrópolis y de las
de incineración en el territorio y, aún así, éstas cerámicas acanaladas, acontecimientos que no tu-

T. P., 64, No 1, Enero-Junio 2007, pp. 99-120, ISSN: 0082-5638


SOCIEDAD Y ECONOMÍA DURANTE EL BRONCE FINAL Y LA PRIMERA EDAD DEL HIERRO... 103

Tab. 1. Dataciones representativas de contextos con presencia de cerámicas acanaladas y de necrópolis de incineración durante
Bronce Final. En trama gris aparecen las dataciones correspondientes a los contextos funerarios.

T. P., 64, No 1, Enero-Junio 2007, pp. 99-120, ISSN: 0082-5638


104 F. Javier López Cachero

vieron porqué difundirse uniformemente, ni en tigadores, y, en consecuencia, poca capacidad de


el tiempo (3) (Fig. 1 y tabla 1) ni en el espacio (4). cambio cultural.
A pesar de que consideramos que aún no se ha De lo contrario, aceptar el concepto cultural de
desarrollado un modelo alternativo que dé explica- Campos de Urnas nos obliga a asumir una cierta
ción a la transmisión de estos tres importantes fac- homogeneidad que, aún admitiendo una difusión
tores (5), consideramos que la realidad arqueológica uniforme en el tiempo de la cerámica acanalada y
de los territorios analizados se revela como hetero- de la incineración, difícilmente puede sustentarse
génea desde mucho antes, pero también durante y en la penetración de reducidos grupos humanos. De
después de la introducción de éstas novedades. No este modo, sólo una migración demográfica impor-
queremos con esto negar ciertos movimientos po- tante justificaría un proceso de transformación ho-
blacionales que perfectamente pudieron existir en mogéneo, lo que, al mismo tiempo, debería reflejar-
éste y en otros muchos momentos a lo largo de la se claramente en el registro arqueológico, cuestión
prehistoria, sino que, en todo caso, lo que discuti- que hoy en día no resulta tan evidente.
mos es la capacidad de cambio que pudieron tener En definitiva, las transformaciones que se suce-
unos grupos numéricamente reducidos a los que ge- den durante el Bronce Final podrían deberse a una
neralmente se les ha atribuido la única y absoluta mezcla de diferentes factores, unos más importan-
responsabilidad de las transformaciones sucedida tes que otros según las circunstancias y el territorio,
en estas cronologías. Nuestras dudas sobre la utili- interrelacionados y que interactúan hasta dar como
dad del concepto surgen tras valorar la existencia de resultado la realidad compleja y heterogénea que
diferentes tradiciones regionales, asumir las dife- caracteriza al noreste peninsular. En este contexto,
rencias cronológicas entre las primeras cerámicas creemos justificada la invalidez del concepto “Cul-
acanaladas y la generalización de la incineración y tura de Campos de Urnas”, por lo que para definir
las necrópolis y, finalmente, por la convicción de el periodo preferimos utilizar un concepto más vago
que en caso de existir movimientos poblacionales, como es el de “Bronce Final y Primera Edad del
éstos tuvieron una escasa entidad, tal y como nor- Hierro” que sólo tiene connotaciones cronológi-
malmente se admite entre la mayoría de los inves- cas y no culturales, tal y como también se asumió
desde hace décadas en Francia (Guilaine 1972; Le
(3) A pesar de que el número de fechas de radiocarbono ob- Languedoc 1976).
tenidas en distintas necrópolis de incineración comienza a ser
importante (Can Bec de Baix en Agullana, Castellets de Mequi-
nenza, Pi de la Lliura, Can Piteu-Can Roqueta), en ninguna de
ellas el rito de la incineración parece superar el siglo XI ANE, 2. SOCIEDAD Y ECONOMÍA EN EL
mientras que no ocurre lo mismo con las cerámicas acanaladas, NORESTE PENINSULAR DURANTE EL
bien documentadas desde el siglo XIII ANE, por ejemplo, en
Carretelà, Can Roqueta o, incluso en un contexto de inhumacio-
BRONCE FINAL Y LA PRIMERA EDAD
nes, en Castellets de Mequinenza. DEL HIERRO
(4) Véase, sino, la definición que algunos autores aragoneses
hacen del denominado Bronce Reciente (Rodanés y Picazo 1997;
Rodanés y Sopena 1998). Desde la óptica continuista que defendemos
(5) Por ejemplo, Castro insinuó la posibilidad de que la in- consideramos que el estudio de la sociedad y de los
cineración se desarrollara a partir de influencias meridionales o sistemas económicos representados en el noreste
mediterráneas (Castro 1994: 6-7). Por otro lado, en un trabajo an-
terior (López Cachero 2006: 17-20), propuse desligar los meca- peninsular deben plantearse desde antes del periodo
nismos de difusión que afectarían a cada uno de estos elementos, que estamos analizando. Para ello conviene dedicar
sobre todo, el de las cerámicas acanaladas respecto a las necrópo-
lis de incineración, ya que no tienen porqué ser necesariamente parte del esfuerzo en caracterizar los antecedentes
los mismos. El objetivo es buscar nuevos enfoques que permitan inmediatos, es decir, durante lo que últimamente
explicar la difusión de cada uno de estos fenómenos por separa- venimos denominando como Bronce Inicial. Sin
do. De este modo, insinuamos, sin excluir la posibilidad de movi-
mientos poblacionales en zonas puntuales como en el Ampurdán embargo, conviene reconocer lo arriesgado que
o en el Vallés, que tal vez el prestigio que significa el poseer y resulta realizar una interpretación generalista sobre
aceptar ciertas novedades, materiales en el caso de las cerámicas
y rituales en el de la incineración, pudo actuar como un importan- sociedad y economía en un territorio que geográ-
te mecanismo a la hora de difundir ambos elementos. En este con- ficamente esta muy compartimentado y que, al
texto, los contactos entre comunidades, los intercambios y la menos desde el Neolítico, presenta diversos desa-
aculturación de las élites o de ciertos sectores sociales jugarían,
sin duda alguna, un importante papel en la transmisión de las no- rrollos culturales claramente definidos aunque des-
vedades. Sólo con el tiempo, apuntábamos una normalización de igualmente conocidos.
la producción cerámica y de las prácticas rituales para definitiva-
mente generalizarse entre el resto de la población, lo que daría
Así pues, en el marco de las sociedades agríco-
lugar a las grandes necrópolis de incineración. las que ocupan los fértiles llanos occidentales y del

T. P., 64, No 1, Enero-Junio 2007, pp. 99-120, ISSN: 0082-5638


SOCIEDAD Y ECONOMÍA DURANTE EL BRONCE FINAL Y LA PRIMERA EDAD DEL HIERRO... 105

prelitoral, que es de donde provienen los datos más to del segundo al primer milenio ANE. El principal
cuantiosos y de más calidad, el registro arqueoló- problema con que nos encontramos es la falta de
gico no muestra grandes diferencias que puedan evidencias que nos demuestren accesos diferencia-
traducirse en la existencia de disimetrías sociales. les de riqueza en las necrópolis. No obstante, algu-
Tal vez se trate de un problema de “invisibilidad” nos datos puntuales nos permiten hipotetizar sobre
en el registro arqueológico, pero la realidad que se este asunto y proponer incipientes indicios de des-
observa es bastante significativa con la presencia de igualdad social que, en todo caso, no se consolida-
enterramientos fundamentalmente colectivos con rán hasta la Primera Edad del Hierro y no siempre
ajuares poco destacados y de pequeñas granjas fa- de manera general en todo el territorio.
miliares dispersas en el territorio que funcionarían Los principales datos de que disponemos en este
de una forma autónoma. Los yacimientos de Min- periodo proceden fundamentalmente de la zona del
ferri en la depresión occidental (GIP 2002) y de Can Segre-Cinca. Tal vez, la consolidación de las pri-
Roqueta en la depresión prelitoral (Carlús et al. meras aldeas o poblados estables que albergan las
2002) ejemplificarían a la perfección la existencia primeras concentraciones humanas importantes,
de un patrón de poblamiento similar en las zonas constituya un caldo de cultivo para que comiencen
llanas durante la primera mitad del segundo mile- a producirse los primeros cambios significativos en
nio ANE. el seno de las comunidades del noreste peninsular.
Parece lógico pensar que, a pesar de que estas Por el contrario, el resto de territorios no muestra
granjas se definen como unidades domésticas au- cambios importantes a nivel de hábitat que nos per-
tosuficientes, se pudieran realizar determinados mitan hipotetizar en el ámbito de lo social, más allá
trabajos colectivos que redundarían en el bienestar de lo expresado para el periodo anterior.
de las comunidades. De este modo, cabría interpre- De este modo, en la zona del Segre-Cinca, el
tar un conjunto de infraestructuras asociadas a este análisis de las estructuras sociales pasa, como ve-
tipo de asentamientos como las grandes zanjas, al- remos, por diversos argumentos que se fundamen-
gunos silos de gran capacidad o la construcción de tan en las características de los asentamientos, de
los propios hipogeos funerarios en el caso del pre- las necrópolis, en el aumento de los intercambios y
litoral, así como también otros aspectos relaciona- en la presencia de ciertas armas, ya sea directa o
dos con la defensa común o la explotación de cier- indirectamente a través de los moldes de fundición.
tos bienes comunales como, por ejemplo, algunos Durante el Bronce Final se consolidan los pobla-
animales utilizados en las tareas del campo o, sim- dos cerrados (Fig. 2) basados en un trazado urbanís-
plemente, destinados a la reproducción del ganado. tico que ha sido denominado de espacio central
De este contexto social podría desprenderse la ne- (López Cachero 1999). La planificación del traza-
cesidad de ciertos personajes que organizarían, do, de las casas y de las infraestructuras necesarias
coordinarían y gestionarían de manera eficiente y para la vida de una comunidad parece indicar la
equitativa los diferentes medios de producción co- necesidad de una gestión efectiva de todos los tra-
lectivos de que dispondría una comunidad. Se tra- bajos, responsabilidad que debió recaer en uno o
taría de líderes que desarrollarían sus funciones en diversos personajes capacitados.
momentos puntuales, con poderes no consolidados En principio, las diferencias que se observan en
socialmente y que desarrollarían su influencia den- el interior de los poblados son más bien escasas. No
tro de una esfera de ámbito local. De este modo, obstante y de forma excepcional encontramos ca-
ciertos contextos funerarios han sido utilizados para sos como la habitación 2 del poblado de Genó
proponer la existencia de líderes tipo Big Man (Maya et al. 1998) que resulta relevante por tratarse
como, por ejemplo, se ha sugerido a raíz de la inhu- de un espacio de planta diferenciada que supera al
mación del individuo senil identificado en el silo 88 resto de habitaciones en espacio y que presenta las
de Minferri (López y Gallart 2002: 121). únicas evidencias de prácticas metalúrgicas, así
como el mayor volumen de cerámicas (de vajilla y
de almacén) de todo el poblado (Fig. 2). A pesar de
2.1. La sociedad durante el Bronce Final que se ha hablado de un cierto estatus para la per-
sona o familia que residiría en este espacio basado
Como dijimos anteriormente, el Bronce Final se en el conocimiento de la metalurgia, también se ha
caracteriza por la aparición de las necrópolis de señalado que la presencia indirecta de herramien-
incineración en todo el territorio durante el tránsi- tas agrícolas a partir de la documentación de dien-

T. P., 64, No 1, Enero-Junio 2007, pp. 99-120, ISSN: 0082-5638


106 F. Javier López Cachero

Fig. 2. Plantas del poblado y de la habitación 2 de Genó con la distribución de los elementos más significativos.

T. P., 64, No 1, Enero-Junio 2007, pp. 99-120, ISSN: 0082-5638


SOCIEDAD Y ECONOMÍA DURANTE EL BRONCE FINAL Y LA PRIMERA EDAD DEL HIERRO... 107

tes de hoz, permite objetar que en todo caso los nuevas tierras tuvo que conllevar obligatoriamen-
ocupantes de la habitación 2 no se habrían emanci- te un importante proceso de segmentación de los
pado aún de los trabajos productivos básicos (Maya linajes familiares.
1993: 15-16). En este contexto, tal vez tengan sentido ciertas
Por otro lado, diversos autores (Vázquez 1994- prácticas exogámicas y patrilocales para garantizar
96; Maya 1998: 357; López Cachero 1999: 81), no sólo el éxito de la reproducción de la comunidad,
han destacado que la intensa ocupación que refle- tal y como se ha propuesto recientemente (López y
jan ciertos afluentes del Ebro como el Segre-Cin- Gallart 2002: 129-130), sino también para poten-
ca, el Guadalope o el Matarraña-Algás podría es- ciar y equilibrar las relaciones entre los diferentes
tar indicando un claro proceso de territorialización. grupos de la zona mediante alianzas y pactos ma-
Posiblemente, nos encontramos en un momento de trimoniales, motivo por el cual serían necesarias
mejora en las prácticas agrícolas que relacionado determinadas personas con autoridad y prestigio
con la ocupación de los suelos más productivos suficiente como para representar a las comunidades
pudo dar lugar a un progresivo aumento demográ- implicadas, presidir las ceremonias, sellar alianzas
fico que tendrá como consecuencia cambios pro- y matrimonios y realizar los intercambio de obje-
fundos en la zona. De este modo, se han descrito tos prestigiosos que caracterizarían este tipos de
procesos de concentración de la población en de- acontecimientos. En este contexto, es posible inclu-
terminados asentamientos como La Colomina 2 so que estos cabecillas encontraran un marco per-
(López y Gallart 2002: 132), pero también la colo- fecto para extender su influencia más allá de su
nización de los campos menos rentables en rela- propia comunidad y desarrollar al mismo tiempo las
ción a una expansión hacia zonas periféricas como primeras relaciones clientelares fundamentadas en
ciertos ríos secundarios o, incluso, zonas más ári- vínculos de dependencia económica, ajenas a cual-
das como los Monegros (Maya 1992/93: 27). Pa- quier lazo previo de tipo familiar.
ralelamente a este proceso de cambio en el patrón Paralelamente a la progresiva consolidación de
de asentamiento así como en las nuevas relaciones la territorialización entre las comunidades del Se-
entre poblados que de él se derivarán, es probable gre, Cinca, Guadalope, Matarraña y Algás, se de-
que se fuera produciendo un mayor interés en el re- duce una mayor importancia de las necrópolis que,
conocimiento explícito de los territorios de explo- como lugares destinados al descanso de los an-
tación económica con el establecimiento de los lí- cestros de la comunidad, permitirán legitimizar
mites de influencia de cada asentamiento y la la posesión y explotación de estas tierras (Ruiz
generalización de las necrópolis que jugarán un Zapatero 2001: 283). A pesar de que, como hemos
papel fundamental para justificar los derechos de dicho antes, la escasez de ajuares es un elemento
explotación de las tierras por parte de esa misma de primer orden que dificulta el poder evaluar la
comunidad. existencia o inexistencia de disimetrías sociales,
Estos factores, concentraciones demográficas en Çno por ello debemos rechazar su registro y carac-
zonas de amplio potencial agrícola, colonización de terísticas para desentramar la organización de la so-
nuevas tierras y autoreafirmación de los derechos ciedad durante el Bronce Final, tal y como vamos
de explotación de las tierras ancestrales, serán el a ver.
germen de una mayor competitividad por los recur- En primer lugar, debemos analizar el caso de la
sos, especialmente la tierra, cuya principal conse- necrópolis de La Colomina donde las diferencias
cuencia serán nuevos procesos de acceso desigual observadas entre los túmulos (medidas y diámetros
a la producción y a los recursos. Esta nueva situa- de los túmulos, los variados sistemas para señalizar
ción originará paulatinamente una incipiente des- las tumbas, técnicas constructivas y ubicación den-
igualdad social entre comunidades, así como unas tro de la necrópolis) han servido para identificar,
relaciones cada vez más tensas que propiciarán la según sus autores (Ferrández et al. 1991: 138-139),
potenciación de sistemas defensivos cada vez más posibles “agrupaciones familiares” formadas por
complejos, los cuales veremos plenamente desarro- túmulos pequeños distribuidos en torno a otros tú-
llados en el período siguiente, si no antes (López mulos centrales de mayores dimensiones. Esta re-
Cachero 1999: 79). Las consecuencias sociales de lación ha sido interpretada como una prueba de la
estos cambios también debieron provocar impor- importancia del parentesco y, concretamente, de la
tantes transformaciones en la composición las pro- “célula familiar” y su integración dentro de una
pias comunidades y, de hecho, la colonización de incipiente organización suprafamiliar que aún no se

T. P., 64, No 1, Enero-Junio 2007, pp. 99-120, ISSN: 0082-5638


108 F. Javier López Cachero

encontraría plenamente consolidada a juzgar por la pez et al. 2002). Posiblemente, este tráfico comer-
homogeneidad de los ajuares (6). cial de objetos metálicos y la proliferación de evi-
La existencia de diferentes grupos familiares o dencias de los trabajos metalúrgicos en los pobla-
linajes se vuelve a poner de manifiesto en aquellas dos estén evidenciando la existencia de ciertos
necrópolis que se caracterizan por el funcionamien- especialistas, tal y como también se insinuó en el
to simultáneo de diversos sectores funerarios en caso de la habitación 2 de Genó.
relación a un único poblado donde convivirían, A pesar de que la intensificación de los inter-
cuestión que se ha sugerido en los casos de las ne- cambios es una realidad, la amortización de meta-
crópolis de Roques de Sant Formatge (Pita y Díez les en las tumbas resulta alarmantemente extraña.
Coronel 1968) y en Els Castellets de Mequinenza Esta característica, tal vez nos haga insistir en que
(Royo 1994-96). Esto nos hace pensar en una posi- las diferencias sociales no se reflejaran mediante el
ble consolidación de diferentes grupos familiares acaparamiento de objetos metálicos, sino median-
que poco a poco van adquiriendo una progresiva te otras formas que nos resultan invisibles en el re-
autonomía social y económica que también nos gistro arqueológico. No obstante, valoramos como
hablaría de un aumento de la competitividad inter- muy interesante el hecho de que la escasa presen-
grupal. Tal vez, esta nueva situación sea fiel refle- cia de metales en las tumbas pueda estar reflejan-
jo de aquella segmentación de linajes potenciada do el alto valor social que este material tendría den-
por la práctica de relaciones exogámicas y de patri- tro de estas comunidades, tal y como ha sugerido
localidad a la que hacíamos referencia con anterio- Ruiz Zapatero (2001: 259). Probablemente, en esta
ridad, también intuidas a partir del estudio de yaci- misma línea haya que interpretar ciertas tumbas
mientos como la Colomina 2 donde los distintos tumulares que por su dimensiones, arquitectura y,
barrios, exentos y separados por áreas de circula- en definitiva, inversión de trabajo, pudieran estar
ción, podrían indicar la existencia de diferentes señalando las diferencias de estatus dentro de la
grupos familiares y linajes que romperían con la comunidad, como también se ha propuesto en algu-
organización clánica de los primeros poblados de na otra ocasión (Castro 1994: 155; Pons y Esteba
la zona del Segre como Genó (López y Gallart 2000: 107).
2002: 131; López et al. 2002: 264). Es posible que no sea hasta finales del Bronce
Este escenario de cambio social, que evidencia Final cuando la estructura social de estos grupos del
un incremento de la territorialidad y de la compe- Segre-Cinca no se vea transformada sustancial-
tencia entre grupos, coincide con una mayor de- mente respecto a épocas anteriores. Sin embargo,
manda de objetos metálicos. De esta forma, se la existencia de personajes relevantes en estas co-
producirá un aumento de los intercambios comer- munidades podría insinuarse a partir del desarrollo
ciales y de la producción metalúrgica, tal y como se de ciertos trabajos puntuales como la construcción
demuestra por una significativa presencia de depó- de los poblados, la gestión de infraestructuras o el
sitos de metales en los valles de la cabecera del monopolio de ciertos conocimientos tecnológicos
Segre y de sus afluentes, así como también por los como la metalurgia. Actualmente, resulta difícil
crecientes indicios de la actividad metalúrgica en justificar la institucionalización y el reconocimien-
los poblados. to de ciertas posiciones sociales a lo largo de este
Efectivamente, casos como los depósitos de Lla- periodo, aunque algunos personajes comiencen a
vorsí, Cabó o Sant Aleix, fechables entre los siglos manifestar una cierta capacidad coercitiva que po-
IX y VIII ANE, demuestra la importancia de las dría identificarse a partir de datos puntuales como
vías de paso relacionadas con los valles fluviales la excepcional estela de Preixana (Maluquer de
del Segre, así como una creciente demanda de bron- Motes 1971; López y Gallart 2002: 126-127), que
ce que habría que poner en relación con la notable presenta una espada y podría simbolizar a un per-
presencia de moldes en ciertos yacimientos como sonaje de alto estatus, o por la presencia de arma-
el Roquizal del Rullo en Fábara (Ruiz Zapatero mento que, aunque escasa, la tenemos bien docu-
1979: 275), el Regal de Pídola en Tamarite de la mentada con espadas, puntas de lanza o elementos
Llitera (Barril et al. 1982), Masada de Ratón en defensivos como la cnémide del depósito de Lla-
Fraga (Garcés 1984) o la Colomina 2 en Gerb (Ló- vorsí (7) (Ruiz Zapatero 2004: 305).

(6) Las expresiones entrecomilladas son utilizadas por los (7) Consideramos que la cnémide del depósito de Llavorsí es
autores del estudio de la necrópolis de La Colomina. un objeto muy problemático. A pesar de que cronológicamente pue-

T. P., 64, No 1, Enero-Junio 2007, pp. 99-120, ISSN: 0082-5638


SOCIEDAD Y ECONOMÍA DURANTE EL BRONCE FINAL Y LA PRIMERA EDAD DEL HIERRO... 109

En definitiva, durante el transcurso del Bronce No obstante, el caso de Can Piteu-Can Roqueta
Final asistimos al desarrollo lento pero progresivo (López Cachero 2005 y 2006) nos permite concluir
de ciertos cambios que afectan a la esfera socioeco- que se producen pequeños cambios con anteriori-
nómica de las comunidades del Segre-Cinca. En este dad a la llegada de los primeros objetos comercia-
sentido es probable que, a medida que las comuni- les de factura mediterránea. Nos estamos refirien-
dades se ven envueltas en la dinámica de territoria- do a la presencia de escasos, pero muy notables,
lización antes descrita, las cosas comiencen a cam- ajuares formados por navajas de afeitar y pinzas de
biar de una forma más acelerada, pues se generarán depilar, junto a toda una serie de objetos ornamen-
procesos competitivos antes desconocidos que pug- tales de factura sencilla como son anillas, botones
narán por la justificación de los derechos de explo- o brazaletes (Fig. 3). Igualmente, también resulta
tación de los mejores recursos, básicamente la tierra, llamativa la existencia de deposiciones cárnicas, en
así como por ciertos recursos fronterizos como pu- absoluto generalizadas, que nos permiten entrever
diera ser el caso del acceso a los pastos. Esto, tal vez, un ritual más complejo de lo que inicialmente po-
pudo provocar un interés creciente en potenciar los dríamos suponer a partir de los datos de que hasta
sistemas defensivos (López Cachero 1999: 79), así entonces disponíamos.
como la emergencia de ciertos personajes de perfil Existen otros datos relevantes aportados por el
guerrero que poco a poco se perfilarán como los in- análisis social, aún inconcluso, de la necrópolis de
dividuos más relevantes dentro de la escala social de Sabadell. Por un lado, hemos podido constatar que
las comunidades de la depresión occidental. El re- la mayoría de los niños tienen el acceso restringi-
sultado final, sólo se concretará definitivamente do a la necrópolis, ya que el porcentaje total de ca-
durante la Primera Edad del Hierro con la aparición sos identificados es absolutamente anormal en re-
de lugares como Els Vilars d’Arbeca. lación a la representación ideal de la mortalidad
Por lo que respecta a la depresión prelitoral y a infantil típica de cualquier sociedad agrícola pre y
la costa catalana, la situación parece mantenerse protohistórica. En todo caso, no nos encontramos
bastante estable respecto al periodo anterior y sólo con nada nuevo ya que se trata de una dinámica
se percibirán algunos cambios gracias a ciertos ha- igualmente documentada en otras necrópolis de
llazgos recientes que nos vuelven a alertar sobre la incineración europeas del mismo horizonte crono-
invisibilidad con que las diferencias sociales pue- lógico (Harding 2003: 369-370). Por otro lado,
den manifestarse en el registro arqueológico. planteamos la posibilidad de que existiera una nor-
El principal problema que podemos señalar en malización de los ajuares funerarios en función del
esta zona es la casi total inexistencia de estudios y género del difunto, especialmente, en relación al
trabajos de referencia para reconstruir la realidad tipo de cerámica utilizada como contenedor cine-
social de estas comunidades. Por suerte, algunos rario: urnas de cuello destacado y borde convexo
trabajos sobre la recientemente excavada necrópo- para los hombres y urnas globulares o bitroncocó-
lis de Can Piteu-Can Roqueta en Sabadell nos han nicas con borde recto exvasado para las mujeres
permitido cambiar esta tendencia. Hasta ahora, sólo (López Cachero 2005 y 2006).
la observación de la escasez de ajuares en la necró- Igual que en el caso del Segre-Cinca, el análisis
polis de Can Missert había servido a diversos auto- de algunas necrópolis ha servido a diferentes auto-
res para caracterizar estas comunidades de la zona res para realizar breves aproximaciones a la orga-
del prelitoral catalán como pequeñas comunidades nización social de las comunidades del entorno
agrícolas con una organización social igualitaria y costero y prelitoral. De esta forma, a partir de la
estructurada en función de las relaciones de paren- necrópolis del Puig Alt en Rosas (Pons 2000: 78-
tesco (Ruiz Zapatero 1985: 1060 y 2001: 264) or- 79) se ha defendido la igualdad social entre los di-
ganizadas en pequeños núcleos “familiares” o “su- funtos, a partir de la inexistencia de ajuares relevan-
prafamiliares restringidos” (8) que explotarían el tes y a pesar de que existe un túmulo (el número 13)
territorio durante estancias muy cortas (Petit 1992/ que presenta unas dimensiones mayores que el res-
93: 269-270). to y de que existen dos espacios funerarios clara-
mente separados que podrían haber sido utilizados
da fecharse a inicios del Bronce Final II, el conjunto del depósito
está fechado en el siglo VIII ANE, lo que no implica necesaria- por miembros de diferentes estructuras familiares,
mente que este tipo de objetos fueran conocidos por las comunida- tal y como también se había formulado en el caso
des del noreste peninsular, sobre todo, si tenemos en cuenta la pro- de Roques de Sant Formatge y Els Castellets.
cedencia transpirenaica del conjunto del depósito (Gallart 1991).
(8) Las expresiones entrecomilladas son de la propia autora. Sin embargo, donde mejor podemos observar

T. P., 64, No 1, Enero-Junio 2007, pp. 99-120, ISSN: 0082-5638


110 F. Javier López Cachero

Fig. 3. Cuadro-resumen de la cronología de Can Piteu-Can Roqueta con algunos de los elementos materia-
les más significativos de cada fase (Dibujos Xavier Carlús y F. Javier López Cachero).

T. P., 64, No 1, Enero-Junio 2007, pp. 99-120, ISSN: 0082-5638


SOCIEDAD Y ECONOMÍA DURANTE EL BRONCE FINAL Y LA PRIMERA EDAD DEL HIERRO... 111

los cambios que se producen en el seno de estas y creará un nuevo marco de relaciones, pero la im-
comunidades será en aquellas necrópolis que per- portancia de este nuevo fenómeno hay que matizar-
duran durante la Primera Edad del Hierro. De esta la en función del territorio que analicemos, tal y
forma, casos como Can Bec de Baix, Can Piteu-Can como veremos más adelante. Sea como fuere, la
Roqueta, El Calvari o el Coll del Moro manifiestan cuestión principal a resolver será aclarar qué papel
importantes transformaciones que sólo son eviden- jugará esta nueva situación en la consolidación o
tes en los momentos finales de la Edad del Bronce nacimiento de aquellos grupos e individuos que
y que alcanzan su máximo nivel en plena conviven- concentrarán el poder y el prestigio durante el de-
cia con la actividad comercial de los fenicios. En sarrollo de toda la Primera Edad del Hierro.
esta ocasión, serán los ajuares los principales ele-
mentos, pero no los únicos, que podremos valorar
para observar y definir disimetrías sociales. Como 2.2. La sociedad durante la primera Edad del
veremos más adelante, estos ajuares se caracteriza- Hierro
rán por un aumento, tanto de la diversidad tipoló-
gica y cantidad de los objetos que lo componen, La presencia de los primeros objetos realizados
como de su representatividad en el seno de las ne- en hierro puede interpretarse dentro del contexto de
crópolis. las economías de prestigio y, por lo tanto, hay que
En definitiva, hemos visto como a lo largo del considerarlos como unas producciones que, igual
Bronce Final se van sucediendo ciertos cambios en que tantas otras, llegan directa o indirectamente
la estructura económica y social de las comunida- gracias a los intercambios con los comerciantes
des del noreste que, sin embargo, se manifiestan mediterráneos (9). En general, como insinuábamos
con mayor o menor intensidad en función del terri- con anterioridad, a lo largo del periodo presencia-
torio analizado. No obstante, algunos autores de- remos la lenta transformación de unas comunida-
fienden que la tradicional estructura familiar de li- des que tendrán en las necrópolis de larga duración
najes, definida por algunos autores como gentilicia (Can Bec de Baix, Can Piteu-Can Roqueta, El Cal-
(Maya 1978b: 462 y 1998: 389; Ruiz Zapatero vari, El Coll del Moro, La Pedrera, etc.) el mejor
1985: 383 y 2001: 284), es decir, como la existen- referente para conocer los procesos que de ahora en
cia de grupos familiares vinculados por diferentes adelante se irán sucediendo.
grados de consanguinidad, se mantuvo inalterable A pesar de que las diferencias sociales se irán
durante bastante tiempo en todo el noreste peninsu- materializando con más notoriedad, no en todos los
lar. De esta forma, una cierta igualdad social pare- casos asistiremos a su definitiva institucionaliza-
ce conservarse durante todo el periodo, sobre todo, ción. De hecho, sólo en zonas muy concretas pre-
si valoramos las regularidad de las casas de los senciaremos el nacimiento de unas jefaturas que,
poblados del Segre o la escasa diferenciación de los por otro lado, manifestarán un marcado carácter
ajuares funerarios que se observa en las necrópolis guerrero. El reflejo de esta realidad se irá concre-
de incineración, donde la presencia de los metales tando progresivamente con el surgimiento de autén-
resulta considerablemente escasa (Ruiz Zapatero ticas fortalezas como la de Vilars de Arbeca en tor-
2001: 264). no al siglo VIII ANE o, más tardíamente, por la
No obstante, se observa una serie de tendencias presencia de tumbas que acumulan objetos suntuo-
que se hacen más evidentes con el paso del tiempo sos y armas procedentes del comercio colonial, así
y que nos anuncian importantes transformaciones como también por la celebración de rituales fune-
en las sociedades de finales de la Edad del Bronce rarios cada vez más complejos que incluyen la de-
como, por ejemplo, la progresiva territorialidad posición de restos de caballos (La Pedrera) y la
observada en la zona del Segre, el aumento de la celebración de ostentosos banquetes.
circulación de los metales y su creciente amortiza- Las causas últimas de este desarrollo de las co-
ción en las tumbas o la inversión de trabajo en la munidades del nordeste no han sido aclaradas aún,
construcción de algunas tumbas tumulares que nos sin embargo, se percibe una realidad muy compleja
están demostrando, no sólo el incremento del pres- donde pudieron intervenir procesos muy diversos
tigio y del poder de ciertos grupos familiares, sino
también el de ciertos individuos. (9) Es cierto que se ha insinuado la producción local de hie-
rro en el caso de Vilars d’Arbeca, pero aún así persisten serías
La irrupción del comercio colonial incidirá ple- dudas entre los propios investigadores del yacimiento (GIP 2003:
namente sobre unas sociedades en transformación 265).

T. P., 64, No 1, Enero-Junio 2007, pp. 99-120, ISSN: 0082-5638


112 F. Javier López Cachero

refleja igualmente en la adquisición de productos


orientales como el trípode de la Clota o el soporte
de ofrendas de les Ferreres (Rafel 2003). Sin em-
bargo, no será hasta la segunda mitad del siglo VII
ANE, quizás un poco antes, cuando en el curso bajo
del Ebro se produzca algo similar, es decir, un
modelo de poblamiento formado también por asen-
tamientos estables con planificación urbanística,
jerarquización territorial y sistemas defensivos de
una cierta relevancia (Asensio 2005). En cambio,
el resto de la Cataluña costera no se incorporará a
este proceso hasta la segunda mitad del siguiente
siglo (Francés 2000), con la excepción del entorno
emporitano (Aquilué et al. 2000; Martín y Plana
2001) que tal vez pudo haber desarrollado una di-
námica similar con una cierta antelación. Destaca-
mos que en estos territorios, las mencionadas trans-
formaciones parecen producirse paralelamente a la
incidencia del comercio colonial fenicio y griego,
lo que permite marcar distancias respecto a la diná-
mica descrita para el caso del Segre-Cinca, del
Fig. 4. Planta de Els Vilars d’Arbeca (según GIP, 2003). Guadalope y del Matarraña-Algás.
Probablemente, la realidad sea aún mucho más
no necesariamente ligados al comercio colonial. compleja a juzgar por el análisis de ciertos territo-
Tal sería el caso de lo ocurrido en la depresión oc- rios como la zona del curso inferior del Ebro y el sur
cidental donde estas transformaciones sociales y de la comarca del Montsià, donde a pesar de exis-
económicas parecen producirse con anterioridad a tir una cierta orientación económica destinada al
la costa y a partir de una dinámica interna que, control del comercio fenicio costero y a la distribu-
como hemos descrito anteriormente, podría ser ción de las mercancías coloniales hacia el interior
consecuencia directa del incremento de competiti- del territorio, se observa una respuesta variada al
vidad entre las comunidades a raíz de los sucesivos impacto comercial fenicio que, en algunos casos,
procesos de segmentación y/o concentración de la parece insinuar una cierta especialización económi-
población en relación con el desarrollo de esa terri- ca. De este modo, algunos yacimientos del interior
torialización ya descrita y no exenta de tensiones como el Puig Roig en El Masroig (Genera 1995) o
por el control de los principales recursos. Se inicia El Calvari en El Molar (Armada et al. 2005) se re-
así un proceso de centralización del poder político lacionan con la explotación de la plata procedente
que tendrá como consecuencia el nacimiento de del Macís de Prades y desarrollan un modelo urba-
fortalezas como Vilars (Fig. 4) que ha sido interpre- nístico similar al descrito en la zona del Segre du-
tada como la residencia de un caudillo, cabecilla rante el Bronce Final. Otros como el edificio singu-
local o grupo militar que, independientemente de su lar de El Turó del Calvari (Vilalba dels Arcs),
indiscutible capacidad coercitiva, controlaría la interpretado como un precedente de las casas-torre
explotación económica de todo un territorio políti- definidas por Moret (2002) en el Matarraña, mues-
camente organizado en asentamientos de diferen- tran que en paralelo a las actividades comerciales
tes funcionalidades, junto con la cría de caballos y, también se difundirán otros elementos de tipo ideo-
tal vez, un incipiente conocimiento de la siderurgia lógico relacionado con aspectos religiosos y el po-
(GIP 2003). der (Bea et al. 2002). En cambio, el caso de Barranc
Creemos que un proceso parecido pudo darse de Gàfols en Ginestar parece ejemplificar la seden-
también en la zona del Bajo Aragón dado los pre- tarización y consolidación del hábitat de una comu-
cedentes urbanísticos que desde el Bronce Final nidad originaria del Bronce Final que con el tiem-
conocemos en la zona, especialmente en el entor- po incrementa su producción agrícola y ganadera
no del río Guadalope (Zaforas, Cabezo de Mon- con una doble finalidad subsistencial y comercial
león, etc.). El dinamismo de estas sociedades se (Sanmartí et al. 2000). Más al sur, Aldovesta en

T. P., 64, No 1, Enero-Junio 2007, pp. 99-120, ISSN: 0082-5638


SOCIEDAD Y ECONOMÍA DURANTE EL BRONCE FINAL Y LA PRIMERA EDAD DEL HIERRO... 113

Benifallet representa un establecimiento estratégi- llada en el caso del Ebro con una escasa incidencia
co de una pequeña comunidad que controlaría las del material anfórico y una más que notable presen-
transacciones económicas derivadas del comercio cia de objetos de prestigio metálicos (López Cache-
colonial mediante la redistribución de estas mer- ro 2006).
cancías (principalmente vino) hacia el interior del En el caso del Penedés, más al sur aunque den-
territorio y de sus contrapartidas hacia la costa tro de la misma formación geográfica de la depre-
(Mascort et al. 1991). Finalmente, cerca del litoral, sión prelitoral, la situación también parece diferente
en el sur del Montsià, se ha propuesto la formación a todo lo visto hasta ahora, ya que observamos, por
de un territorio político en torno a Sant Jaume-Mas un lado, la aparición de un urbanismo temprano
d’en Serrà en Alcanar orientado al control de los (siglo VII ANE) con casos como Olèrdola o l’Era
intercambios comerciales con los fenicios (10). En del Castell en El Catllar, (Asensio 2005), y por otro,
conjunto, los altos porcentajes de material anfóri- el desarrollo de amplios campos de silos (11). Esta
co recuperados en algunos de estos yacimientos situación contrasta con lo documentado hasta el
indican una orientación comercial centrada espe- momento en los territorios del Ebro y del entorno
cialmente en el vino (Asensio 2005: 557), cuyo in- emporitano, pero permite establecer un vínculo con
terés por parte de las élites emergentes tal vez haya la zona del Vallés donde este último tipo de yaci-
que poner en relación con el prestigio y el poder que mientos constituye el modelo dominante de ocupa-
les reportaba su obtención, acumulación y posterior ción del territorio hasta la segunda mitad del siglo
redistribución dentro y fuera de su propia comuni- VI ANE.
dad mediante distintas prácticas (banquetes y ritos Después de analizar todos estos casos de la costa
funerarios) encaminadas a la creación y manteni- catalana, la sensación es que la coincidencia entre
miento de las redes de relaciones sociales (Vives- la cronología tardía de estos procesos y el impacto
Ferrándiz 2005: 231-232). comercial fenicio en el sur y también griego en la
La adaptación al comercio colonial bien pudo zona central y septentrional, no puede ser casual. Si
generar otras muchas posibles alternativas, tal y bien es difícil precisar una relación directa entre
como podemos deducir a partir del entorno empo- comercio colonial y el inicio de la estratificación
ritano o la costa central catalana. De esta forma, social dentro de las comunidades indígenas, sí que
mientras que en Sant Martí d’Empúries (Aquilué et parece muy probable un incremento del prestigio y
al. 2000; Santos 2003) se produce rápidamente la una progresiva consolidación del poder de ciertos
consolidación de un hábitat caracterizado por caba- grupos e individuos en relación al control de los
ñas rectangulares adosadas durante su segunda fase intercambios comerciales, así como de la acumula-
de ocupación (650-580 ANE), en el resto del Am- ción y redistribución de los bienes obtenidos. En
purdán los cambios parecen mucho más tardíos. En esencia, lo que se está generando son las prime-
cambio, en el segundo de los territorios las transfor- ras situaciones de dependencia económica entre
maciones son aún más tardías y no se materializa- una élite emergente y el resto de los individuos de
rían hasta bien entrado el siglo VI ANE con la pre- la comunidad, que se desarrollarán indistintamen-
sencia de las primeras tumbas de guerrero (Llinars te tanto dentro como fuera de un mismo grupo fa-
del Vallès o Granja Soley, por ejemplo) o, aún más miliar.
tarde, con los inicios de la primera arquitectura en No obstante, la respuesta de las comunidades al
piedra (Francés 2000). Por otro lado, se observa una impacto comercial será ciertamente muy heterogé-
dinámica comercial un tanto diferente a la desarro- nea en función de la zona que analicemos, lo que
explicará los diferentes modelos poblacionales
(10) García i Rubert, D.; Gracia, F. y Moreno, I. (e.p.): “Con-
antes definidos que necesariamente deben respon-
sideracions sobre la complexitat social durant el primer Ferro al der a distintas realidades socioeconómicas. De este
nord-est peninsular. Les comunitats del curs inferior del riu Ebre modo, valoramos la posibilidad de que en territo-
i de les terres del riu Sénia”. Actes de la III Reunió Internacional
d’Arqueologia de Calafell. De les comunitats locals als estats rios del entorno del bajo Ebro, determinados indi-
arcaics: la formació de les societats complexes a la costa del viduos, tras personalizar la representatividad de la
Mediterrani occidental (Calafell 25-27 de noviembre de 2004).
García i Rubert, D. y Moreno, I. (e.p.): “Diferencies socials en
les comunitat del primer Ferro a Catalunya i el País Valencià. (11) Como, por ejemplo, se constata en el yacimiento, aún en
Apunts en relació a l’assentament de Sant Jaume (Alcanar, Mont- curso de excavación, de El Turó de la Font de la Canya en Avin-
sià)”. Actes del Primer Congrés de Joves Investigadors dels Paï- yonet del Penedés donde, además, se ha contabilizado un 6% de
sos Catalans: la Protohistòria als Països Catalans (Vilanova dels material fenicio en relación al total del conjunto cerámico docu-
Camí 18 i 19 de noviembre de 2005). mentado (Asensio 2005).

T. P., 64, No 1, Enero-Junio 2007, pp. 99-120, ISSN: 0082-5638


114 F. Javier López Cachero

comunidad en los intercambios y organizar la ges- los intercambios con los fenicios (Rafel 1989: 41).
tión de la producción, lleguen a intervenir directa- Igualmente, Castro (1994: 155) también insinuó
mente sobre los medios de producción para asegu- algo parecido para la necrópolis de El Calvari en El
rarse el control de los excedentes con los que Molar. De este modo, en la parte central se concen-
comerciar (por ejemplo, minerales, productos tex- trarían las tumbas arquitectónicamente más com-
tiles o cereales), mientras que en la zona central de plejas, aunque sin metal, que pertenecerían a un
la costa, la realidad sea distinta al no percibirse grupo privilegiado dentro de las redes sociales de la
grandes cambios más allá de un enriquecimiento comunidad, mientras que en los sectores NE y SE se
general de las propias comunidades sin que se ubicarían los grupos que concentran los objetos
adviertan grandes diferencias sociales internas metálicos y que, por lo tanto, ejercerán el control
al menos hasta el siglo VI ANE (López Cachero sobre su producción y comercialización. Se trata,
2005). Desconocemos qué mecanismos se pudie- sin lugar a dudas, de una propuesta sumamente in-
ron desarrollar en la zona del Ampurdán, pero per- teresante al proponer la distinción de dos grupos
cibimos una realidad igualmente compleja con un sociales que convivirían dentro de una misma co-
importante contraste entre la costa, especialmente munidad, uno estable que poseería reconocido su
el entorno emporitano, donde el comercio actuaría estatus mediante enterramientos tumulares diferen-
como un elemento de primer orden en la consolida- ciados del resto y ceremonias funerarias específicas
ción de las diferencias sociales, y el interior, don- y otro emergente que controlaría una parte impor-
de los cambios se sucederán más lentamente y se- tante, si no la totalidad, de los mecanismos econó-
guramente relacionados con la gestión de uno o micos de la comunidad.
varios recursos clave. Respecto al contenido de las tumbas, subrayar
Los datos procedentes del registro funerario, también diferentes aspectos. En primer lugar, la
como veremos, son aún más concluyentes para deposición de equinos, normalmente caballos, y de
demostrar como durante este período se van a ir objetos metálicos para la montura del animal (12)
sucediendo importantes diferencias sociales en el que nos permiten pensar en grupos relacionados
seno de las comunidades del noreste que alcanza- con la cría y posesión del caballo, tal y como tam-
rán su máxima expresión entre finales del siglo VII bién sugieren los entierros rituales de fetos equinos
ANE y principios del siguiente. en niveles de la Primera Edad del Hierro e ibérico
De este modo, respecto a la arquitectura funera- antiguo de Vilars d’Arbeca (GIP 2003: 260-264).
ria y a la organización interna de las necrópolis, se En segundo lugar, insistimos en la cada vez más
ha sugerido una tendencia hacia la monumentaliza- frecuente identificación de restos cárnicos (13), ele-
ción como, por ejemplo, sucede en las estructuras mentos metálicos, principalmente asadores y sim-
tumulares de la necrópolis del Coll del Moro de pula (14), y abundante vajilla cerámica, que debe-
Gandesa (Rafel 1989) o en las tumbas-silo de Can mos asociar con la celebración de banquetes.
Piteu-Can Roqueta en Sabadell (Villena et al. Incluso, la presencia de algunos de los objetos en
2005). En otros casos, también se ha valorado la ciertas tumbas nos permiten pensar en la existencia
posibilidad de que ciertos enterramientos tumula- de personajes encargados de dirigir este tipo de ri-
res estuvieran reservados a personajes socialmen- tos en el seno de las familias. Algunos autores han
te relevantes en un contexto “que rendiría un cier- valorado la celebración de este tipo de ritos como
to culto patriarcal y gentilicio” (Maya 1998: 389). una muestra de aculturación de las comunidades
En esta misma línea, Rafel (2003: 83 y 2005: 497) indígenas que asumirían el banquete de tradición
ha planteado que los escasos enterramientos tumu-
lares del Bajo Aragón estaban reservados a una par- (12) Destacamos la tumba-silo posiblemente femenina de
te de la comunidad y que, en esencia, parecen refle- l’Hort d’en Grimau en Castellví de la Marca con un posible asno
jar diferencias intracomunitarias. Por último, (Mestres et al. 1990: 92), los restos de caballo y elementos de
caballería de La Pedrera (Garcés 2002a y b) o la identificación de
destacamos también cómo para El Coll del Moro se bocados de caballos en tres tumbas de Can Piteu-Can Roqueta
ha propuesto la existencia de diferentes sectores (Villena et al. 2005: 114; López Cachero 2005: tabla 33).
donde se enterrarían distintos grupos, no con víncu- (13) En este sentido, destacamos las recientes excavaciones
en las necrópolis de Can Piteu-Can Roqueta (Villena et al. 2005:
los familiares como se propuso para Roques de Sant 113) o El Pi de la Lliura en Vidreres (Pons y Solés 2004).
Formatge, sino con afinidades sociales, destacando (14) De nuevo, la necrópolis de Can Piteu-Can Roqueta des-
taca en este apartado por la documentación de hasta tres asadores
por encima de todos el “sector Maries” que estaría de hierro y un simpulum de bronce (Marlasca et al. 2005; López
reservado en exclusividad a una élite que controlaría Cachero 2005: tabla 33).

T. P., 64, No 1, Enero-Junio 2007, pp. 99-120, ISSN: 0082-5638


SOCIEDAD Y ECONOMÍA DURANTE EL BRONCE FINAL Y LA PRIMERA EDAD DEL HIERRO... 115

fenicia (Graells 2004) o griega (Bouloumié 1988). de si consideramos o no que en estas necrópolis tie-
Sin embargo, queremos destacar que este tipo de ne derecho a enterrarse toda la comunidad. Si la res-
celebraciones están atestiguadas durante el Bron- puesta es afirmativa, tal y como parece desprender-
ce Final (15), por lo que en todo caso, simplemen- se de ciertos cálculos poblacionales realizados
te asistiríamos a una readaptación de los tradicio- (López Cachero 2005), podríamos valorar que en el
nales banquetes con la incorporación de nuevos seno de algunas comunidades existirían meca-
objetos y alimentos de procedencia mediterránea nismos sociales que sancionarían la acumulación
(Marlasca et al. 2005). excesiva de la riqueza generada por el comercio co-
En tercer lugar, a medida que avanza el siglo VI lonial y obligaría a un reparto más o menos equita-
ANE se percibe un progresivo aumento del arma- tivo. En cambio, si la respuesta es negativa tal vez
mento (espadas, puntas de lanza y regatones, etc.) la elevada deposición de objetos singulares nos esté
y de los complementos de defensa (corazas, grebas, indicando que nos encontramos ante una necrópolis
etc.), que se traduce en las denominadas tumbas de reservada a aquellos grupos sociales que se han
guerrero (16) que para algunos autores reflejan la enriquecido mediante el control exclusivo del co-
emergencia de una aristocracia de origen militar mercio colonial.
(Farnié y Quesada 2005; Sanmartí y Santacana Así pues, lo que observamos en el registro ar-
2005). queológico de la Primera Edad del Hierro es que
Finalmente y en general, destacamos el progre- cada una de las zonas costeras del noreste peninsu-
sivo incremento de riqueza de las necrópolis con la lar parece desarrollar su propio proceso de comple-
incorporación de todo tipo de objetos férricos y de jidad social, a pesar de que en el fondo, el punto de
bronce, tanto utilitarios (cuchillos, bocados de ca- partida sería el mismo, es decir, el comercio y las
ballo, simpula, asadores, etc.) como ornamentales relaciones sociales derivadas de la economía de
(fíbulas, hebillas de cinturón, brazaletes, ornamen- bienes de prestigio. Para algunos autores (Sanmartí
tos varios, etc.), así como de vasos cerámicos y 2004; Sanmartí y Santacana 2005), se trata de la
ofrendas alimentarias (Fig. 3). Lo más llamativo es definitiva integración de las comunidades del no-
que mientras que en ciertas necrópolis parece ob- reste en un sistema mundial de ámbito mediterrá-
servarse una tendencia a acumular este tipo de ob- neo.
jetos en pocas tumbas (17), en el caso de Can Piteu- Como hemos visto, este proceso de transforma-
Can Roqueta (siglo VII ANE) la proporción de ción de las comunidades se desarrollará a diferen-
tumbas con algún objeto metálico resulta realmente te velocidad dependiendo del territorio, pero con el
alta, ya que la estimamos en torno a un 70 % del tiempo acabará originando las primeras disimetrías
total de tumbas completamente estudiadas (18) sociales y estructuras sociales de tipo jefatura, ba-
(López Cachero 2005). Creemos que existen dos sadas en la adquisición de bienes de prestigio y en
formas de interpretar esta peculiaridad en función el control de los mecanismos de intercambio (Kris-
tiansen 2001: 77). No obstante, lejos de consolidar-
(15) Por ejemplo, en los citados casos de la nota 12. se, el sistema resultará ser muy inestable debido a
(16) Destacamos los casos más antiguos de Llinars del Vallès que en estas circunstancias, el prestigio y la conso-
(Sanmartí 1993), Can Canyís (Vilaseca et al. 1963; Bea 1996), lidación del poder de las élites indígenas dependen
Milmanda (Ramon 1995), Granja Soley (Sanmartí et al. 1982),
Peralada o Camallera (Pons 1984). en exceso del comercio exterior, cuya dinámica les
(17) A modo de ejemplo, en la necrópolis de El Calvari dos resulta imposible de controlar. De hecho, tal vez sea
terceras partes de las tumbas no contienen elementos metálicos ni
estructuras arquitectónicas complejas (Castro 1994: 155). No obs- ésta razón, junto con las contradicciones internas
tante, hay que destacar que este autor no distingue entre una fase que generará el aumento de las disimetrías sociales,
del Bronce Final y otra de la Primera edad del Hierro, cosa que si la que explique porqué la crisis que afectará al co-
hacen otros autores como Ruiz Zapatero (1985). Igualmente, Pons
y Esteba (2000: 112) también han propuesto de forma orientativa mercio fenicio durante la primera mitad del siglo VI
que aproximadamente un 75% de las tumbas de las necrópolis del ANE generará una profunda transformación en las
Bronce Final y la Primera Edad del Hierro se incluirían dentro de
esta categoría. comunidades indígenas del noreste (la denomina-
(18) Un porcentaje igualmente alto (61’5%) se observa en la da crisis del siglo VI ANE) que incluirá la destruc-
cercana necrópolis de El Pla de la Bruguera en Castellar del Va- ción y abandono de algunos poblados principal-
llès (Clop et al. 1998). Sin embargo, este porcentaje podría ser
aún mayor si consideramos el alto índice de arrasamiento que pre- mente en la zona del Ebro (casualmente, la zona
sentan algunas tumbas y que repercutiría en la conservación del más activa y dependiente del comercio fenicio) o un
material metálico y cerámico. Similares procesos de alteración del
depósito funerario también se han señalado para el caso de Can
profundo cambio en el modelo de poblamiento que
Piteu-Can Roqueta (López Cachero 2005). provocará el final de muchas necrópolis de incine-

T. P., 64, No 1, Enero-Junio 2007, pp. 99-120, ISSN: 0082-5638


116 F. Javier López Cachero

ración. El resultado final será que en el transcurso zación de una aproximación general a la cuestión
de ese mismo siglo se acabará alumbrando defini- que hemos planteado. Así pues, son constantes las
tivamente una nueva realidad social que calificare- diferencias entre los territorios analizados y se tra-
mos como ibérica. ducen tanto a nivel funerario (tradiciones tumulares
Por tanto y a modo de conclusión, parece intuirse diferentes) como en el modelo de ocupación y en las
a lo largo de toda la Primera Edad del Hierro una características de los asentamientos observadas,
sociedad en plena transformación donde comenza- especialmente, entre el interior y la costa.
rán a despuntar socialmente ciertos cabecillas loca- De este modo, hemos podido distinguir dos po-
les de carácter guerrero. Se trata, en definitiva, de sibles modelos que explicarían la evolución de las
un proceso de emergencia aristocrática en palabras sociedades y el nacimiento de una clase aristocrá-
de algunos autores (Sanmartí 2004; Sanmartí y tica en el transcurso del Bronce Final y la Primera
Santacana 2005; Graells 2004). De esta forma, des- Edad del Hierro en el noreste peninsular.
de el siglo VIII ANE en la zona del Segre, desde Por orden cronológico, el primero de ellos se
finales del VII ANE en el bajo Ebro y el Ampurdán puede identificar en la zona del Segre-Cinca a partir
y durante el siglo VI ANE en el resto de territorios de una economía centralizada que se basaría en la
costeros, una incipiente aristocracia parece ir adqui- producción a gran escala de uno o diversos produc-
riendo suficiente poder como para consolidarse tos subsistenciales básicos de origen vegetal como
socialmente, si bien también es cierto que hay algu- los cereales, o quizás también animal, fundamen-
nos elementos que permiten considerar que esta talmente, la crianza especializada o tal vez alimen-
situación no estará exenta de ciertos conflictos in- tos de base láctea o cárnica, los tejidos, el cuero, etc.
ternos, como parece suceder en el Bajo Ebro, y que, Este modelo económico implicará un patrón de
en consecuencia, no llegará a cuajar definitivamen- asentamiento propio basado en los denominados
te hasta el desarrollo del ibérico antiguo. poblados cerrados o de espacio central y que con el
tiempo tenderán a invertir mayores esfuerzos en la
construcción de complejos sistemas defensivos,
CONCLUSIONES hasta alcanzar su máxima expresión en el caso de
la fortaleza de Vilars d’Arbeca, allá por el siglo VIII
Con estas líneas hemos intentado aproximarnos ANE. De todo esto se desprende que la coerción
a las sociedades del Bronce Final y la Primera Edad comienza a ser un factor importante para la conso-
del Hierro a pesar de las dificultades observadas en lidación en el poder de ciertos grupos e individuos
el registro arqueológico del noreste peninsular, en y para ejercer un control efectivo sobre todo un te-
todo momento ajenas a los avances y grandes es- rritorio y sus recursos.
fuerzos realizados últimamente en materia de regis- El segundo modelo es fundamentalmente coste-
tro y obtención de datos. Estas dificultades incluyen ro y se desarrolla a partir de una economía de bie-
la práctica funeraria de las incineraciones que nos nes de prestigio, según la cual un grupo reducido de
impiden caracterizar las poblaciones, la falta de individuos controlaría en exclusividad los mecanis-
yacimientos que presenten estratigrafías complejas mos de intercambio del comercio colonial, así
que nos permitan aproximarnos a la dinámica de como también la redistribución de los objetos más
cambios sociales y económicos, la existencia de preciados en el seno de las comunidades indígenas.
distintos modelos poblacionales que tienen sus im- No obstante, los procesos de diferenciación social
plicaciones en la esfera económica y social, la exis- no se plasmarán de la misma forma ni en el tiempo
tencia de importantes vacíos de investigación a ni- ni en el espacio, a juzgar por los casos analizados
vel territorial que nos obligan a recurrir a unos pocos del Bajo Ebro, del Vallés o del Ampurdán. De esta
yacimientos-tipo que se convierten en modelos por forma, en el primer caso el proceso parece iniciar-
sí solos o la falta de concreción cronológica a par- se en la segunda mitad del siglo VII, dando lugar a
tir de los materiales arqueológicos, fundamental- un territorio jerarquizado políticamente que orienta
mente del Bronce Final, que nos ayuden a estable- su economía hacia una producción diversificada y
cer una secuencia mínimamente ordenada de los excedentaria cuyos réditos se reinvierten en un
procesos de cambio que se van a ir sucediendo. comercio fenicio, especialmente en vino, que resul-
Una de las principales conclusiones que hemos ta aún más lucrativo. Sin embargo, esta dinámica se
podido extraer ha sido la falta de homogeneidad que verá súbitamente interrumpida paralelamente a la
existe en todo el territorio, lo que dificulta la reali- crisis del comercio fenicio sucedida durante el se-

T. P., 64, No 1, Enero-Junio 2007, pp. 99-120, ISSN: 0082-5638


SOCIEDAD Y ECONOMÍA DURANTE EL BRONCE FINAL Y LA PRIMERA EDAD DEL HIERRO... 117

gundo cuarto de la siguiente centuria, si bien cabe BIBLIOGRAFÍA


pensar que se volverá a restaurar rápidamente aun-
que bajo el protagonismo comercial griego (Dupré AGUSTÍ, B. 2002: “Depósitos funerarios con cremación
durante el Calcolítico y el Bronce en el nordeste de
2006: 76-79).
Cataluña”. En M.A Rojo y M. Kunst (eds.): Sobre el
En cambio, en el Vallés se percibe durante toda significado del fuego en los rituales funerarios del neo-
la Primera Edad del Hierro una sociedad bastante lítico. Studia Archaeologica 91, Universidad de Valla-
igualitaria. A pesar de la notable presencia de ob- dolid: 65-82.
jetos metálicos importados que suelen aparecer ALONSO, N. 1999: De la llavor a la farina. Els proces-
ampliamente repartidos en los contextos funerarios, sos agrícoles protohistòrics a la Catalunya occiden-
no se perciben grandes procesos de acumulación, tal. Monographies d’Archéologie Méditerranéenne 4.
por lo que suponemos que el comercio fenicio no C.N.R.S.
provocó, al menos en un primer momento, eviden- ÁLVAREZ GRACIA, A. 1990: “El Bronce Final y el Hie-
tes diferencias sociales en el seno de las comunida- rro Inicial en la región aragonesa”. Estado actual de la
des al no ser que éstas permanezcan invisibles en el arqueología en Aragón I. Institución Fernando el Ca-
registro arqueológico. Por tanto, las diferencias tólico. Zaragoza: 97-131.
respecto a otros territorios costeros resultan en este ÁLVAREZ, A. y BACHILLER, J. A. 1994/96: “La evolu-
aspecto bastante claras, pero son aún más signifi- ción del urbanismo en el Bajo Aragón durante los pe-
ríodos del Bronce Final-Hierro Antiguo”. Actas de la
cativas si valoramos el desarrollo de un modelo de
Taula Rodona: models d’ocupació, transformació i
poblamiento basado en granjas económicamente explotació del territori entre el 1600 i el 500 ane a la
autónomas dispersas en el territorio y sin aparentes Catalunya meridional i zones limítrofes de la Depres-
preocupaciones defensivas. Por ello, en caso de sió de l’Ebre (St. Feliu de Codines 1994). Gala 3-5:
existir diferencias sociales, éstas no parecen evi- 175-182.
denciarse claramente al menos hasta el transcurso AQUILUÉ, X.; BURES, L.; CASTANYER, P.; ESTEBA,
del siglo VI ANE y siempre que valoremos en este Q.; PONS, E.; SANTOS, M. y TREMOLEDA, J. 2000:
sentido la posesión de armamento de hierro en cier- “Els assentaments indígenes i l’ocupació grega arcai-
tas tumbas. Sin embargo, no será hasta la segunda ca de Sant Martí d’Empúries (L’Escala, Alt Empor-
mitad de este mismo siglo, es decir, coincidiendo dà). Resultats del projecte d’intervencions arqueolò-
con la formación de la cultura ibérica, cuando se giques de 1994 i 1995". L’hàbitat protohistòric a
produzca la definiva institucionalización del lide- Catalunya, Rosselló i Llenguadoc Occidental. Actua-
razgo político con el desarrollo del primer urbanis- litat de l’arqueologia de l’Edat del Ferro. Actes del
mo en alto y de los sistemas defensivos. XXII Col·loqui Internacional per a l’Estudi de l’Edat
del Ferro, Sèrie Monogràfica 19. Museu d’Arqueo-
Finalmente, en el Ampurdán las evidencias ar-
logia de Catalunya – Girona: 19-32.
queológicas apuntan a que las transformaciones ARMADA, X.L.; HUNT, M. A.; JUAN TRESSERRAS, J.;
sociales también se van a desarrollar a partir de la MONTERO, I.; RAFEL, N. y RUIZ DE ARBULO, J.
segunda mitad del siglo VII ANE que es cuando se 2005: “Primeros datos arqueométricos sobre la metalur-
documenta el primer asentamiento plenamente es- gia del poblado y necrópolis de Calvari del Molar (Prio-
table en St. Martí d’Empúries (si bien, no parece rat, Tarragona)”. Trabajos de Prehistoria 62.1: 139-
tener continuidad en otros territorios próximos), así 155.
como también las primeras diferencias sociales tes- ASENSIO, D. 2005: “La incidencia fenicia entre las comu-
timoniadas por los contextos funerarios del entor- nidades indígenas de la costa catalana (siglos VII-VI
no emporitano, por ejemplo, en la necrópolis de AC): ¿Un fenómeno orientalizante?”. En S. Celestino
Vilanera (Santos 2003) y en otros casos más leja- y J. Jiménez (eds.): El período orientalizante. Actas del
nos como la necrópolis de Agullana, situación que III Simposio Internacional de Arqueología de Mérida:
puede hacerse extensiva al Golfo de León. La cues- Protohistoria del Mediterráneo Occidental (Mérida
2003). Anejos de Archivo Español de Arqueología
tión principal es que el contexto en que se van a
XXXV: 551-564.
producir estas novedades hay que relacionarlo con BARRIL, M.; DELIBES, G. y RUIZ ZAPATERO, G.
un panorama comercial heterogéneo (fenicio, etrus- 1982: “Moldes de fundición del bronce final proceden-
co y griego) que, a pesar del reconocido protagonis- tes de “El Regal de Pidola” (Huesca)”. Trabajos de
mo fenicio, debe permitirnos intuir otras alternati- Prehistoria 39: 369-383.
vas a juzgar por la creciente influencia griega que BEA, D.; DILOLI, J. y VILASECA, A. 2002: “El Turó del
se hace dominante desde el segundo cuarto del si- Calvari (Vilalba dels Arcs, Terra Alta). Un recinte sin-
glo VI ANE. gular de la primera edad del ferro al curs inferior de

T. P., 64, No 1, Enero-Junio 2007, pp. 99-120, ISSN: 0082-5638


118 F. Javier López Cachero

l’Ebre”. I Jornades d’Arqueologia: Ibers a l’Ebre. GARCÉS, I. 1984: “Los moldes de fundición del poblado
Recerca i interpretació (Tivissa 2001). Ilercavònia 3. de Masada de Ratón (Fraga, Huesca)”. Ilerda XLV: 29-
Ribera de l’Ebre: 75-87. 37.
BOULOUMIÉ, B. 1988: “Le syposion greco-étrusque et – 2002a: “93. Morrió de cavall”. Sala d’Arqueologia.
l’aristocratie celtique”. Les princes celtes et la Medite- Catàleg. Quaderns de la Sala d’Arqueologia 2: 198-
rranée. Rencontres de l’École du Louvre. Paris: 343- 199.
383. – 2002b: “94. Fre de cavall”. Sala d’Arqueologia. Ca-
CARLÚS, X.; LARA, C.; LÓPEZ CACHERO, J.; OLIVA, tàleg. Quaderns de la Sala d’Arqueologia 2: 200-201.
M.; PALOMO, A.; RODRIGUEZ, A., TERRATS, N. GARCIA, D. 1999: “Sistemas agrários, cultivo de los cerea-
y VILLENA, N. 2002: “El paraje arqueológico de Can les y urbanización en Galia meridional (s. VIII-IV
Roqueta (Sabadell, Vallès Occidental): Diacronía y ti- a.C.)”. Els productes alimentaris d’origen vegetal a
pología de las ocupaciones”. XXVII Congreso Nacional l’edat del ferro de l’Europa Occidental: de la produc-
de Arqueología (Huesca 2003). Bolskan 19: 121-139. ció al consum. Sèrie Monogràfica 18. Museu d’Ar-
CASTRO MARTÍNEZ, P. V. 1994: La sociedad de los queologia de Catalunya – Girona: 189-196.
Campos de Urnas en el nordeste de la Península Ibé- GARCÍA, D. y GRACIA, F. 2002: “El jaciment preibèric
rica. La necrópolis de El Calvari (El Molar, Priorat, de Sant Jaume-Mas d’en Serrà (Alcanar, Montsià).
Tarragona). BAR International Series 592. Oxford. Campanyes d’excavació 1997-2001". I Jornades d’Ar-
CLOP, X.; FAURA, J. M.; GANGONELLS, M.; MOLIST, queologia. Ibers a l’Ebre. Recerca i interpretació (Ti-
M. y NAVARRO, C. 1998: El Pla de la Bruguera-Cen- vissa 2001). Ilercavònia 3: 37-50.
tre de distribució Sony. Una necròpoli d’incineració de GENERA, M. 1995: El poblat protohistòric de Puig Roig
la Primera Edat del Ferro a Castellar del Vallès (Cas- del Roget (El Masroig, Priorat). Memòries d’inter-
tellar del Vallès, Vallès Occidental). Excavacions Ar- vencions Arqueològiques a Catalunya 17. Barcelona.
queològiques a Catalunya 15. Barcelona. GIP [Grup d’Investigacions Prehistòriques] 2002: Colors
DUPRÉ, X. 2006: “Un santuario foceo junto al río Oleum: de la Terra. La vida i la mort en una aldea d’ara fa 4000
la antefija arcaica del Hospitalet de l’Infant (Vandellòs, anys. Minferri (Juneda). Quaderns de la Sala d’Ar-
Tarragona)”. En D. Vaquerizo y J. F. Murillo (eds.): El queologia 1. Institut d’Estudis Ilerdencs. Lleida.
concepto de lo provincial en el mundo antiguo. Home- – 2003: “Caballos y hierro. El campo frisio y la fortaleza
naje a la Profesora Pilar León Alonso I. Universidad de Els Vilars d’Arbeca (Lleida, España), siglos VIII-
de Córdoba. Córdoba: 55-88. IV a.n.e.”. En N. Alonso, E. Junyent, A. Lafuente y
EDO, M.; MILLÁN, M.; BLASCO, A. y BLANCH, M. J. B. López (coords.): Chevaux-de-frise y fortificació
1986: “Cova de Can Sadurní (Begues, Baix Llobregat)”. a la primera edat del ferro europea. Lleida: 233-
Tribuna d’Arqueologia 1985-1986. Barcelona: 33-41. 274.
FARNIÉ, C. y QUESADA, F. 2005: Espadas de hierro, GRAELLS, R. 2004: “Indicis d’emergència aristocràtica al
grebas de bronce. Símbolos de poder e instrumentos de registre funerari del nord-est peninsular. La tomba
guerra a comienzos de la Edad del Hierro en la Penín- d’Agullana 184". Revista d’Arqueologia de Ponent 14:
sula Ibérica. Monografías del Museo de Arte Ibérico de 61-83
El Cigarralejo 2. Murcia. GUILAINE, J. 1972: L’Age du Bronze en Languedoc Oc-
FERRÁNDEZ, M.; LAFUENTE, Á.; LÓPEZ, J.B. y cidental, Ariège, Roussillon. Mémoires de la Société
PLENS, M. 1991: “La necròpolis tumular d’incineració Préhistorique Française 9. Paris.
de la Colomina I (Gerb, La Noguera)”. Revista d’Ar- HARDING, A. F. 2003: Sociedades europeas en la Edad
queologia de Ponent 1: 83-150. del Bronce. Editorial Ariel. Barcelona.
FRANCÈS, J. 2000: “Características y evolución de los JUNYENT, E. 2002: “Els segles de formació: el bronze fi-
hábitats de la primera edad del hierro en la Depresión nal i la primera edat del ferro a la depressió de l’Ebre”.
prelitoral catalana”. L’hàbitat protohistòric a Catalun- I Jornades d’Arqueologia. Ibers a l’Ebre. Recerca i
ya, Rosselló y Llenguadoc Occidental. Actualitat de interpretació (Tivissa 2001). Ilercavònia 3: 17-35.
l’arqueologia de l’edat del ferro. Actes del XXII KRISTIANSEN, K. 2001: Europa antes de la Historia.
Col·loqui Internacional per a l’Estudi de l’edat del fe- Ediciones Península. Barcelona.
rro. Sèrie Monogràfica 19. Museu d’Arqueologia de LE LANGUEDOC 1976: Le Languedoc au Premier Âge du
Catalunya – Girona: 33-42. Fer. Journée d’Études de Sète. Fedération archéologi-
FRANCÉS, J. y PONS, E. 1998: “L’hàbitat del Bronze Fi- que de l’Héraut. Sète.
nal i la Primera Edat del Ferro a la Catalunya litoral i LÓPEZ CACHERO, J. 1999: “Primeros ensayos urbanís-
prelitoral”. Cypsela 12. Girona: 31-46. ticos en el NE peninsular: el ejemplo de Genó y los
GALLART, J. 1991: El dipòsit de bronzes de Llavorsí (Pa- poblados de espacio central”. Pyrenae 30: 69-89.
llars Sobirà). Excavacions Arqueològiques a Catalun- – 2005: La necrópolis de Can Piteu-Can Roqueta (Saba-
ya 10. Departament de Cultura de la Generalitat de dell) en el contexto del Bronce Final y la Primera Edad
Catalunya. Barcelona. del Hierro en el Vallès: estudio de los materiales cerá-

T. P., 64, No 1, Enero-Junio 2007, pp. 99-120, ISSN: 0082-5638


SOCIEDAD Y ECONOMÍA DURANTE EL BRONCE FINAL Y LA PRIMERA EDAD DEL HIERRO... 119

micos. Tesis doctoral. Universitat de Barcelona. http:/ – 1993: “En torno al origen del mundo ibérico catalán:
/www.tesisenxarxa.net/ problemas de sustrato”. El poblament ibèric a Catalun-
– 2006: Aproximació a la societat durant el bronze final ya (Mataró 1993). Laietania 8: 7-19.
i la primera edat del ferro: el cas de la necròpolis de – 1997: “Reflexiones sobre el Bronce Inicial en Catalun-
Can Piteu-Can Roqueta (Sabadell, Vallès Occidental, ya”. Saguntum (PLAV) 30 (II). Homenatge a la Pra.
Barcelona). Societat Catalana d’Arqueologia. Barcelo- Dra. M. Gil-Mascarell Boscà. Valencia: 11-27.
na. – 1998: “El Bronce Final y los inicios de la Edad del Hie-
LÓPEZ, J. B. y GALLART, J. 2002: “La societat a l’edat rro”. En I. Barandiarán, B. Martí, Mª A. Rincón y J.L
del bronze”. Sala d’Arqueologia, Catàleg. Quaderns de Maya: Prehistoria de la Península Ibérica. Editorial
la Sala d’Arqueologia 2. Lleida: 119-134. Ariel. Barcelona: 317-415.
LÓPEZ, J. B.; GALLART, J. y LAFUENTE, A. 2002: “La MAYA, J. L.; CUESTA, F. y LÓPEZ CACHERO, J. (ed.)
actividad metalúrgica en el poblado del Bronce Final de 1998: Genó: Un poblado del Bronce Final en el
la Colomina 2 de Gerb (Os de Balaguer, La Noguera). Bajo Segre (Lleida). Universitat de Barcelona. Barce-
Aspectos económicos y sociales”. En J.M. Mata-Pere- lona.
lló y J.R. González (eds.): Primer Simposio sobre la MAYA, J. L.; LÓPEZ CACHERO, J.; GONZÁLEZ, J. R.;
minería y la metalurgia antigua en el SO europeo (Se- JUNYENT, E. y RODRÍGUEZ, J. I. 2001-2002: “Ex-
rós 2000): 255-272. cavaciones en el poblado de Carretelà (Segrià, Lleida)
LÓPEZ, A. y RIERA, M. 2004: “Intervencions recents (1981-1983)”. Revista d’Arqueologia de Ponent 11-12:
(1997-2001) a l’oppidum del Turó del Montgròs (El 151-233.
Brull, Osona)”. Tribuna d’Arqueologia 2000-2001. MAYA, J. L. y PETIT, Mª A. 1995: “L’Edat del Bronze a
Barcelona: 135-185. Catalunya. Problemàtica i perspectives de futur”. Xè.
MALUQUER DE MOTES, J. 1971: “La estela de la Edad Col·loqui Internacional d’Arqueologia de Puigcerdà.
del Bronce de Preixana, Lérida”. Homenaje a Don José Cultures i medi de la Prehistòria a l’Edat Mitjana.
Esteban Uranga. Pamplona: 475-481. Homenatge al Professor Jean Guilaine (Puigcerdà-
MARLASCA, R.; ROVIRA, M.C.; CARLÚS, X.; LARA, Osseja 1994): 327-342.
C.; LÓPEZ CACHERO, J. y VILLENA, N. 2005 “Ma- MESTRES, J.S. 1999: “La datació per radiocarboni”. En P.
teriales de importación en la necrópolis de incineración González, A. Martín y R. Mora (coords.): Can Roque-
de Can Piteu - Can Roqueta (Sabadell, Barcelona)”. En ta. Un establiment pagès prehistòric i medieval (Saba-
S. Celestino y J. Jiménez (eds.): Actas del III Simposio dell, Vallès Occidental). Excavacions Arqueològiques
Internacional de Arqueología de Mérida: Protohisto- a Catalunya 16. Barcelona: 329-335.
ria del Mediterráneo Occidental (Mérida 2003). Ane- MESTRES, J.; SANMARTÍ, J. y SANTACANA, J. 1990:
jos de Archivo Español de Arqueología XXXV: 1039- “Estructures de la Primera Edat del Ferro de l’Hort d’en
1049. Grimau (Castellví de la Marca, Alt Penedès)”. Olerdu-
MARTÍN, A. y PLANA, R. 2001: “El nord-est català lae 1-4: 75-117.
en època ibèrica i l’entitat territorial de l’oppidum MORET, P. 2002: “Tossal Montañés y La Gessera: ¿resi-
d’Ullastret”. En A. Martín y R. Plana (dir.): Territori dencias aristocráticas del Ibérico Antiguo en la cuenca
polític i territori rural durant l’edat del Ferro a la media del Matarraña?”. I Jornades d’Arqueologia:
Mediterrània occidental. Actes de la Taula Rodona Ibers a l’Ebre. Recerca i interpretació (Tivissa 2001).
celebrada a Ullastret (2000). Monografies d’Ullastret Ilercavònia 3. Ribera de l’Ebre: 65-73
2: 39-52. PETIT, M.À. 1992-93: “El Bronce final y la transición ha-
MASCORT, M.T.; SANMARTÍ, J. y SANTACANA, J. cia la primera Edad del Hierro en la región central-cos-
1991: El jaciment protohistòric d’Aldovesta (Benifa- tera de Cataluña”. Segundos encuentros de prehistoria
llet) i el comerç fenici arcaic a la Catalunya meridio- aragonesa (Caspe-Zaragoza 1986). Bajo Aragón, Pre-
nal. Tarragona. historia IX-X: 255-272.
MAYA, J. L. 1978a: “Las necrópolis tumulares ilerdenses”. PITA, R. y DÍEZ-CORONEL, L. 1968: La necrópolis de
Els pobles pre-romans del Pirineu. II Col·loqui Inter- Roques de San Formatge, en Serós (Lérida). Excava-
nacional d’Arqueologia de Puigcerdà. Puigcerdà: 83- ciones Arqueológicas en España 59.
96. PONS, E. 1984: L’Empordà de l’Edat del Bronze a l’Edat
– 1978b: “Análisis de la situación anterior al estableci- del ferro. Centre d’Investigacions Arqueològiques de
miento de la cultura ilergeta”. Simposi Internacio- Girona. Girona.
nal: Els origens del món ibèric. Ampurias 38-40: 453- – 2000: Pobles de muntanya, pobles d’aigua als Pirineus
454. orientals (1100-650 aC.). La necròpolis de Puig Alt,
– 1992/93: “El Bronce Final-Hierro Inicial en la zona Roses. Collecció Papers de Recerca 5. Roses.
norte del valle del Ebro”. Segundos encuentros de pre- PONS, E. y ESTEBA, Q. 2000: “La signification sociale
historia aragonesa (Caspe-Zaragoza 1986). Bajo Ara- des nécropoles à incinération en Catalogne côtière
gón, Prehistoria IX-X: 7-50. (bronze final et Premier Âge du Fer –entre 1285 y 580

T. P., 64, No 1, Enero-Junio 2007, pp. 99-120, ISSN: 0082-5638


120 F. Javier López Cachero

av. J.C.)”. Monographies d’Archéologie Méditerra- SANMARTÍ, E. 1993: Una troballa de guerrer de la pri-
néenne 7. Lattes: 103-115. mera edat del ferro trobada a Llinars del Vallès (Va-
PONS, E. y SOLÉS, A. 2004: El jaciment del Pi de la Lliura llès Oriental, Barcelona). Treballs del Museu de Gra-
(Vidreres-La Selva). Una necròpolis d’incineració del nollers 1.
Bronce Final III (1120-910 aC.). Quaderns de la Sel- SANMARTÍ, E.; BARBERÀ, J.; COSTA, F., y GARCÍA,
va 14 y 15. Centre d’Estudis Selvatans. P. 1982: “Les troballes funeràries d’època ibèrica arcai-
RAFEL, N. 1989: La necròpolis del Coll del Moro de Gan- ca de la Granja Soley (Sta. Perpètua de Mogoda, Vallès
desa: les estructures funeràries. Ajuntament de Tarra- Occidental, Barcelona)”. Ampurias 44: 71-103.
gona. SANMARTÍ, J. 1991: “Las necrópolis ibéricas en el área
– 2003: Les necròpolis tumulàries de tipus baixaragonès: catalana”. Congreso de Arqueología Ibérica: las necró-
les campanyes de l’Institut d’Estudis Catalans al Ma- polis, Serie Varia 1. Universidad Autónoma de Madrid.
tarranya. Monografies Museu d’Arqueologia de Cata- Madrid: 77-108.
lunya 4. Barcelona. – 2004: “From local groups to early states: the develop-
– 2005: “Los soportes de Calaceite y las manufacturas ment of complexity in protohistoric Catalonia”. Pyre-
ornamentales en bronce del Ibérico antiguo”. En S. nae 35 (1): 7-41.
Celestino y J. Jiménez (eds.): El período orientalizante. SANMARTÍ, J. y SANTACANA, J. 2005: Els ibers del
Actas del III Simposio Internacional de Arqueología de nord. Rafael Dalmau editor. Barcelona.
Mérida: Protohistoria del Mediterráneo Occidental SANMARTÍ, J.; BELARTE, Mª C.; SANTACANA, J.;
(Mérida 2003). Anejos de Archivo Español de Arqueo- ASENSIO, D. y NOGUERA, J. 2000: L’assentament
logía XXXV: 491-501. del Bronze final i Primera Edat del Ferro del Barranc
RAMON, E. 1995: “La necròpolis protohistòrica de Mil- de Gàfols (Ginestar, Ribera d’Ebre). Arqueomediterrà-
manda (Vimbodí)”. L’Arqueologia de la mort. El món nia 5. Barcelona.
funerari a l’antiguitat a la Catalunya meridional. Ci- SANTOS, M. 2003: “Fenicios y griegos en el extremo NE
terior 1. Tarragona: 107-117. peninsular durante la época arcaica y los orígenes del
RODANÉS, J. Mª y PICAZO, J. V. 1997: “Bronce Final y enclave foceo de Emporion”. En B. Costa y J. H. Fer-
Primera Edad de Hierro”. Caesaraugusta 72 (I): 155- nández (eds.): Contactos en el extremo de la Oikoumé-
215. ne. Los griegos en Occidente y sus relaciones con los
RODANÉS, J. Mª y SOPENA, Mª C. 1998: El Tozal de fenicios. XVII Jornadas de Arqueología Fenicio-Púni-
Macarullo (Estiche, Huesca). El Bronce Reciente en el ca (Eivissa 2002). Museu Arqueòlogic d’Eivissa i For-
Valle del Cinca. Centro de Estudios de Monzón y Cinca mentera. Ibiza: 87-132.
Medio. Col. Tolous 9. VÁZQUEZ, Mª P. 1994/96: “Evolució i organització del
ROVIRA, J. y SANTACANA, J. 1980: Economia, socie- territori: els camps d’urnes del Segrià”. Actas de la
tat i canvi a la Catalunya prehistórica. Editorial Cymis. Taula Rodona: models d’ocupació, transformació i
Barcelona. explotació del territori entre el 1600 i el 500 ane. a la
ROYO, J. I. 1994/96: “Ritual funerario y cultura material en Catalunya meridional i zones limítrofes de la Depres-
las necrópolis tumulares de los castellets de Mequinen- sió de l’Ebre (St. Feliu de Codines 1994). Gala 3-5:
za (Zaragoza): una aportación al estudio del Bronce 265-276.
Final/Hierro y en el NE peninsular”. Actas de la Taula VIGNAUD, A. 1998: “La nécropole néolithique du Camp
Rodona: models d’ocupació, transformació i explota- del Ginèbre de Caramany (Pyrénées-Orientales)”. En J.
ció del territori entre el 1600 i el 500 ane. a la Catalunya Guilaine y J. Vaquer (eds.): Tombes, nécropoles, rites
meridional i zones limítrofes de la Depressió de l’Ebre funéraires préhistoriques et historiques. Séminaires du
(St. Feliu de Codines 1994). Gala 3-5: 93-108. Centre d’Anthropologie. Toulouse: 19-29.
RUIZ ZAPATERO, G. 1979: “El Roquizal del Rullo: VILASECA, S., SOLÉ, J. M. y MAÑÉ, R. 1963: “La necró-
aproximación a la secuencia cultural y cronológica de polis de Can Canyís (Banyeres, provincia de Tarrago-
los campos de urnas del Bajo Aragón”. Trabajos de na)”. Trabajos de Prehistoria 8.
Prehistoria 36: 247-288. VILLENA, N.; LÓPEZ CACHERO, J.; MARTÍN, A.;
– 1985: Los campos de Urnas del NE de la Península CARLÚS, X.; LARA, C. y ROVIRA, M.C. 2005: “La
Ibérica. Universidad Complutense. Madrid. necròpolis d’incineració de Can Piteu-Can Roqueta
– 2001: “Las comunidades del Bronce Final: enterramien- (Sabadell, Vallès Occidental): Anàlisi i estudi pluridis-
to y sociedad en los Campos de Urnas”. En M. Ruiz- ciplinars”. Tribuna d’Arqueologia 2001-2002. Servei
Gálvez Priego (coord.): La Edad del Bronce, ¿prime- d’Arqueologia de la Generalitat de Catalunya. Barce-
ra edad de oro de España? Sociedad, economía e lona: 93-120.
ideología. Editorial Crítica. Barcelona: 257-288. VIVES-FERRÁNDIZ SÁNCHEZ, J. 2005: Negociando
– 2004: “Casas y tumbas. Explorando la desigualdad so- encuentros. Situaciones coloniales e intercambios en la
cial en el Bronce Final y la Primera Edad del Hierro del costa oriental de la Península Ibérica (ss. VIII-VI a.C.).
NE de la península Ibérica”. Mainake XXVI: 293-330. Cuadernos de Arqueología Mediterránea 12. Barcelona.

T. P., 64, No 1, Enero-Junio 2007, pp. 99-120, ISSN: 0082-5638

Potrebbero piacerti anche