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Narrativa desde los 75 hasta final de siglo

La muerte de Franco (75) y el consiguiente fin de la dictadura y la llegada de la democracia (79) contribuyeron a la
mejora y consolidación del estado del bienestar que ayudó a la estabilización del país. La desaparición de la censura
y el ambiente de libertad en el que comenzó a desarrollarse la cultura española permitió un mejor conocimiento de
la literatura española en Europa y de la literatura occidental en España, así como la recuperación de la obra de los
escritores exiliados.

En este contexto se desarrolla un auge cultural que lleva parejo un incremento considerable de obras literarias,
sobre todo de novelas, aunque también habría que mencionar el cuento como un subgénero privilegiado de estos
años, y del que prácticamente todos los escritores participan. La enorme cantidad de obras de este periodo se vio
potenciada por la labor de las editoriales y los distintitos medios de difusión (Ferias del Libro) y por el nuevo papel
de la mujer como lectoras y escritoras.

Al gran número de autores de esta época, habría que añadir los que proceden de la posguerra (Cela, Delibes,
Torrente Ballester…), de los cincuenta (Carmen Martín Gaite, Juan Goytisolo…), de los sesenta (Marsé, Benet…) y de
los setenta (Montalbán, Umbral…) que continúan publicando.

Esto explica tanto el carácter personal de las obras como la heterogeneidad de las mismas, lo que conlleva una
dificultad a la hora de señalar características comunes. Aun así, pueden señalarse algunos rasgos predominantes
sobre todo a partir de la publicación en 1975 de La verdad sobre el caso Savolta, de Eduardo Mendoza, que significa
el nuevo giro de la narrativa española, que vuelve al "placer de contar". A pesar de que incorpora elementos
formales que permiten entroncarla con la novela experimental, revela una vuelta al realismo, al interés por la trama
argumental, al viejo placer de contar historias, rasgo que se convertirá en el principal nexo de unión de las diversas
modalidades de relato en esta etapa.

Ningún género ha estado ausente de la novela española de los últimos años: novelas de amor, de aventuras,
policíacas, fantásticas, psicológicas, novela negra, novela histórica, relatos autobiográficos, etc. Dentro de estas líneas
narrativas sobresalen las siguientes:

• METANOVELA. El narrador reflexiona sobre los aspectos teóricos de la novela que suele trasladar a la ficción
como motivo del relato. Algunos ejemplos: La orilla oscura (1985), de José Mª Merino; El desorden de tu nombre
(1987), de Juan José Millás; o El vano ayer (2004), de Isaac Rosa.

• NOVELA LÍRICA. El valor esencial es la introspección, así como calidad técnica con que está escrita, la
búsqueda de la perfección formal. Centra su interés en un mundo más sugerente que concreto, con personaje-
símbolo y una mayor tendencia al lenguaje poético. Mortal y rosa (1975), de Francisco Umbral; La lluvia amarilla
(1988), de Julio Llamazares; o El lápiz del carpintero (1998), de Manuel Rivas.

• NOVELA HISTÓRICA. Se trata de un tipo de novela de gran precisión histórica que obliga al novelista a
documentarse sobre el período, acontecimientos y personajes sobre los que pretende novelar. Pueden servirnos de
ejemplos El hereje (1998), de Miguel Delibes; El oro de los sueños (1986), de José María Merino; La vieja sirena
(1990), de José Luis Sampedro; la saga de las novelas de Pérez-Reverte, El capitán Alatriste (1996); Tierra firme
(2007), de Matilde Asensi; algunas novelas de Antonio Muñoz Molina (El invierno en Lisboa, Beltenebros,
Plenilunio)... Dentro de esta tendencia cabe citar aquella que se ocupa de la reconstrucción de la historia de la Guerra
Civil. Se trata de obras como Luna de lobos (1985), de Julio Llamazares; Soldados de Salamina (2001), de Javier
Cercas; La voz dormida (2002), de Dulce Chacón; Las trece rosas (2003), de Jesús Ferrero; Los girasoles ciegos (2004)
de Alberto Méndez...

• NOVELA POLICÍACA Y DE INTRIGA. Mezcla esquemas policíacos con aspectos políticos e históricos. La serie de
novelas sobre el detective Carvalho (que sirve como crónica sociopolítica, mordaz e irónica de la transición
democrática) o Galíndez (1990) convierten a Manuel Vázquez Montalbán en el escritor más representativo; aunque
no es el único, ya que de algunos elementos de este género también se han servido Eduardo Mendoza (La ciudad de
los prodigios, 1986), Arturo Pérez-Reverte (La tabla de Flandes, 1990), Antonio Muñoz Molina (Plenilunio, 1997) o
Carlos Ruiz Zafón (La sombra del viento, 2001).

• NOVELA DE LA MEMORIA Y DEL TESTIMONIO. De enfoque realista, la memoria de una generación y el


compromiso son los temas básicos de esta corriente, que abarca también el mundo onírico, irracional o absurdo. En
esta línea cabría mencionar el realismo carnavalesco de Luis Mateo Díez (La fuente de la edad, 1986), el realismo
imaginario de Luis Landero (Juegos de la edad tardía, 1989), así como la decidida defensa de la condición femenina
de Rosa Montero en Te trataré como a una reina (1981).

• NOVELA DE PENSAMIENTO. Cercana al ensayo, se trata de un tipo de narrativa en la que se difuminan las
fronteras entre la novela y el ensayo, pues da cauce a múltiples digresiones sobre las preocupaciones del autor, en un
tono cercano a veces a lo autobiográfico. Un ejemplo de ello es Sefarad (2001), de Antonio Muñoz Molina, o muchas
de las obras de Javier Marías (Todas las almas (1989), Negra espalda del tiempo (1998)...

• NOVELA CULTURALISTA. En los últimos años han aparecido una serie de autores jóvenes que hacen una
novela que se ocupa de analizar y explicar diferentes aspectos de la cultura occidental desde unas posturas bastante
eruditas. Eso es lo que hace Juan Manuel de Prada con La tempestad.

• NOVELA NEORREALISTA O DE LA GENERACIÓN X. Otra tendencia en la novela de los autores más jóvenes es la
de hacer una novela que trata los problemas de la juventud urbana (sus salidas nocturnas en las grandes ciudades, el
uso y abuso de drogas, del sexo, del alcohol y de la música rock...), con una estética muy cercana a la contracultura:
Héroes (1993), de Ray Loriga; Historias del Kronen (1994), de José Ángel Mañas; Sexo, prozac y dudas (1997), de Lucía
Etxebarría…

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