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UNIDAD 5

SIMONE DE BEAUVOIR

EL SEGUNDO SEXO

Simone de Beauvoir, rechaza la biología como destino de la mujer (de allí su “no se nace mujer se llega a serlo” ), le
da un peso ontológico a lo que la naturaleza le ha hecho corresponder a la mujer: su mayor sumisión a la especie, es
para ella la causa de su condición, de su ser consagrado a la permanencia, del cual no puede liberarse sino mediante
medios mecánicos y tecnológicos, participando igualitariamente en la producción, una vez superada con la ayuda de
la ciencia y el progreso, su servidumbre biológica. Más que la historia, es pues la Naturaleza la que es incriminada por
ella como explicación a la subordinación femenina, que parecería así ser original, dato natural del cual la mujer no
escaparía, sino por la Cultura.

1. DESTINO

Beauvoir arranca El Segundo Sexo haciendo ver una idea sutil y poderosa: cómo el hombre es el ser humano por
defecto. Cuando le pedimos a un hombre que imagine un ser humano, automáticamente en su cabeza se dibuja la
imagen de un hombre; parece lógico, pues eso es lo que es él y por tanto es lo que le resulta más cercano y conocido,
él mismo. Sin embargo, cuando le pedimos a una mujer que haga lo mismo, que imagine un ser humano, no imagina
a una mujer: también imagina a un hombre. ¿Por qué? Porque la idea de que lo representativo, lo relevante, lo
estándar es el hombre, es una idea que está profundamente arraigada en nuestras mentes.

Ser mujer es una particularidad. La feminidad es un accidente, un añadido. En cualquier contexto, siempre que un
grupo puede dividirse en dos clases de individuos, habrá unos que sean el nosotros y otros los otros; esto es un
hecho natural, normal, que surge del reconocimiento del yo como algo diferente a los demás, y a la identificación a
aquellos que son similares a mí. Sin embargo, en el caso del género queda claro quiénes son nosotros y quienes
los otros, incluso desde el punto de vista de las mujeres. La mujer es un elemento extraño. La mujer, siempre fue
considerado como lo otro, en consideración al hombre.

Beauvoir tratará de caracterizar qué implica ser mujer en la sociedad misma. Analizara la situación de género de
diferentes frentes como la biología, el psicoanálisis, el materialismo histórico, entro otros.

Punto de vista biológico.

Desde esta perspectiva y en términos evolucionistas, el hombre es aquel que tras superarse a sí mismo a través de la
descendencia, vuelve inmediatamente a su individualidad, a su propio ser. La mujer sin embargo, ha de sacrificar esta
individualidad en pro de la especie; su biología parece estar hecha a la medida de sus óvulos, de forma que su cuerpo
les pertenece más a éstos que a sí misma. Tiene lugar en ella una batalla entre los intereses del individuo y la especie
que en el caso del hombre ni se plantea. Cada mes, la mujer se somete a su ciclo menstrual sufriendo dolor,
inestabilidad, incomodidad, etc. a fin de que su cuerpo esté siempre preparado para trascenderse a sí mismo y
albergar un nuevo ser. El hombre está dispuesto a esto sin tener que lidiar con nada; simplemente tiene la capacidad
de mantener relaciones sexuales, expulsar su esperma fuera de él y vuelve a su cerrada individualidad tal y como
fugazmente salió de ella. La mujer sin embargo no expulsa nada, recibe. Está preparada para sufrir en sus carnes lo
que es la trascendencia, ser durante un periodo de tiempo ella y algo más; la especie necesita tener su cuerpo a su
disposición durante casi toda su vida.
Una concusión chocante: de todas las hembras mamíferas, la mujer es la más profundamente alienada y la que más
violentamente rechaza esta alienación; en ninguna de ella es más imperiosa ni más difícilmente aceptada la
esclavización del organismo a la función reproductora: crisis de pubertad y menopausia, largo y a menudo difícil
embarazo, parto doloroso o peligroso, enfermedades, accidentes, son características de la hembra humana. Si se la
compara con el macho, este aparece como un ser infinitamente privilegiado: su existencia genital no contraria su vida
personal, que se desarrolla de manera continua, sin crisis, y generalmente sin accidentes. Por término medio las
mujeres viven más tiempo, pero están más enfermas con mucha frecuencia y hay numerosos periodos durante los
cuales no disponen de sí mismas.

Estos datos biológicos son de suma importancia: representan, en la historia de la mujer, un papel de primer orden;
son elemento esencial de su situación. Constituyen una de las claves que permiten comprender a la mujer. Pero si se
rechaza la idea de que constituyan para ella un destino petrificado. No la justifica, pues aunque explique la alteridad
inicial de la mujer no hay razón para que ésta deba ser perpetuada, NO EXPLICA PORQUE LA MUJER ES LO OTRO.

Beauvoir en el terreno del psicoanálisis.

Freud admite que la sexualidad de la mujer está ante evolucionada como la del hombre; pero apenas la estudia en sí
misma. Es decir, se ocupa más bien poco de la mujer, y cuando lo hace cae en profundos errores por perfilar para ella
una teoría siempre análoga a la del hombre (la libido es algo intrínsecamente masculino, pese a que se desarrolla de
idéntica manera en ambos sexos).

Esto es claro en los complejos de Edipo y Electra que Freud desarrolla. En el caso de Edipo, el niño se siente atraído
hacia la madre y desea identificarse con el padre, con que rivalizará por el amor de su madre. Esta rivalidad le
inspirará miedo a ser castrado por su padre (complejo de castración) y por tanto le hará respetarle. En el caso de
Electra sucede lo mismo: la niña se siente atraída hacia su madre y semejante respecto a su padre. Cuando se hace
consciente de la diferencia de sexo con su padre experimentará frustración (complejo de castración: se imagina que
ha sido mutilada) se identifica con la madre, y trata de seducir a su padre, por lo que experimenta hacia su madre un
sentimiento de rivalidad.

Freud supone que la mujer se siente hombre mutilado. Con esto, Freud estructura la sexualidad entorno al pene
hasta el punto de achacar los traumas o anomalías psicológicas (uso este término paraguas para englobar desde
trastornos como la frigidez hasta meras condiciones como la homosexualidad) que la mujer pueda padecer al hecho
de que ésta no tiene genitales masculinos y los envidia, desea la anatomía del hombre para sí. Sin embargo, parece
inverosímil que las niñas envidien subconscientemente algo que en la mayoría de los casos ni siquiera conocen, y si lo
conocieran, en un primer momento lo más normal sería que les produjese asco. Las niñas, las mujeres, sólo envidian
el pene de forma metafórica: no envidian el miembro sino los privilegios sociales que supone tenerlo (Adler). Freud
no explica la valoración de la virilidad, sino que la da por supuesta y parte de ella (todo el mundo quiere asemejarse
al hombre -pues verlo como rival es considerarlo un igual- y conquistar a la mujer; no explica la autoridad del padre
sobre la madre[1]).

Existen dos puntos de vista acerca de la sexualidad: como conformadora de todo cuanto hay (Freud), o bien como
reflejo de esto mismo (Adler)[2]. Es decir, que podemos entender que la sexualidad determina la realidad social, o
bien que la realidad social determina la sexualidad. Esta visión surge de nuestra tendencia a alienarnos: nos agobia
nuestra propia libertad. Los hombres se alienan a su pene, al que conciben como su álter ego, y las mujeres al no
tener nada respecto a lo que alienarse, se conciben a sí mismas como alteridad. A esta teoría le encontramos el
mismo fallo que la freudiana: da por hecho que el pene es objeto de alienación, pero no explica por qué.
El punto de vista del materialismo histórico

La humanidad no es una especie animal: es una realidad histórica. De este modo, no podría ser considerada la mujer,
simplemente, como un organismo sexuado, entre los dato biológicos. La conciencia que la mujer adquiere de sí
misma no está definida por su sola sexualidad: refleja una situación que depende de la estructura económica de la
sociedad, estructura que traduce el grado de evolución técnica alcanzado por la humanidad.

Engels explica, en el origen de la familia, la familia patriarcal en base a la propiedad privada, en donde el hombre es
dueño de la tierra u esclavos, como también se convierte en propietario de la mujer; en esta semejante familia
patriarcal, la mujer está totalmente oprimida. El hombre reina como soberano y, es polígamo. Su fuerza natural
posiciona al hombre por encima de la mujer; cuando la técnica hace posible la igualdad, la ideología patriarcal ya está
ahí.

La igualdad solo puede restablecerse cuando ambos sexos gocen de derechos jurídicamente iguales; pero esta
liberación exige la vuelta de todo el sexo femenino a la industria pública. La emancipación de la mujer es posible solo
si puede tomar parte en vasta escala en la producción social. Esta condición solo ha podido realizarse en la gran
industria moderna.

La mujer y el proletario son dos oprimidos, será el mismo desarrollo de la económica a partir de la revolución
provocada por el maquinismo el que libere a ambos. El problema de la mujer se reduce a de su capacidad de trabajo.
La mujer encuentra en el mundo moderno, su igualdad con el hombre. Son las resistencias del viejo paternalismo
capitalista las que impiden en la mayoría de los países que esa igualdad se cumpla concretamente.

En Engels como en Freud vuelve a darse un monismo: la mujer es algo más que una entidad económica, y por tanto
no podemos explicar su Alteridad en base a ese factor exclusivamente. Primero estaba la dominación machista, y
sólo después aparecen los medios para perpetuarla.

En definitiva, ni la biología, ni el psicoanálisis, ni el materialismo histórico son capaces de explicar la Alteridad de la


mujer.

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