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Objetivos: Entender el sacerdocio de Cristo como modelo a

seguir.
Texto seleccionado: He 4.14-16
14Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote que traspasó
los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra
profesión. 15Porque no tenemos un sumo sacerdote que no
pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que
fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin
pecado. 16Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la
gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el
oportuno socorro.
Objetos del estudio:
1. Teniendo un gran Sumo sacerdote. (tengo la búsqueda
hecha en Logos)
2. Jesús el hijo de Dios (naturaleza de Cristo)
3. Tentado en todo, pero sin pecado

1. Teniendo un gran sumo sacerdote.


El libro de Hebreos es el único del NT en llamar Sumo Sacerdote a Jesús. Hay dos
lugares en el AT donde al Mesías se lo describe en términos sacerdotales (ver Sal 110:4;
Zac 3–4). Este tema es desarrollado cabalmente en Hebreos, en los capítulos 4:14–5:10
y 6:13–7:28.1

Hebreos describe la obra de Jesús como Sumo Sacerdote en varias maneras:


1. Hace expiación por el pecado (ver 2:17; 7:27; 9:14).
2. Brinda socorro a los que son tentados por el pecado (ver 2:18).
3. Da gracia en el tiempo de necesidad (ver 4:15–16).
4. Trae vida eterna (ver 5:9–10).
5. Intercede a favor de los creyentes (ver 7:25; 9:24).
6. Da la confianza para acercarse al Dios santo (ver 10:19–21).

Elena White escribe, En el sistema simbólico -que era sombra del sacrificio y del
sacerdocio de Cristo- la purificación del santuario era el último servicio efectuado por el
sumo sacerdote en el ciclo anual de su ministerio. Era el acto final de la obra de
expiación, una remoción o eliminación del pecado de Israel. Prefiguraba la obra final
del ministerio de nuestro Sumo Sacerdote en el cielo, en el acto de borrar los pecados de
su pueblo, consignados en los libros celestiales. 2

1 Utley, Bob, Tópicos del Nuevo Testamento, Comentario del


intérprete bíblico (Marshall, TX: Lecciones Bíblicas
Internacional, 2015)
2 Elena de White, Cristo en su santuario p. 85
El sumo sacerdote en Hebreos.
1. Elementos básicos del esquema.
a. La manera de considerar al sumo sacerdote en hebreos está basada sobre todo en el
fuerte impacto que causó la vida y muerte de Jesucristo.
b. Este sacerdocio es el cumplimiento o antitipo de textos del AT que presentan al
mesías como sumo sacerdote como podemos ver en Salmo 110:4, el relato de
Melquisedec en Génesis 14, y pasajes de la alianza como Jeremías 31:31ss. Es
importante tener en cuenta que el uso que se hace de Melquisedec es tipológico,
presentándose con superioridad respecto al sacerdocio levítico. Los pasajes
proféticos dan dinamismo a la imagen cultual con su énfasis en el cumplimiento
de la voluntad de Dios, la comunión con Dios y el perdón.
c. El sumo sacerdocio de Cristo es un camino que también nosotros hemos de seguir
(ver Mt 16:25, Jn 12:25, Ro 6:10-12). Cristo se presenta como sacerdote y muerte
sacrificial para llegar al trono, abriendo así el camino para nosotros vivir por el
mismo espíritu que le guio a él, ver Ro 8:1-11.
d. El Hijo no solo da cumplimiento al culto, sino que lo trasciende. Él es en persona la
completa automanifestación de Dios. Esto entraña un predicado de eternidad que
le da al sumo sacerdocio su impronta y su fuerza. La categoría profética de la
promesa inviolable de la alianza subraya el carácter eterno de esta revelación
nueva y final.
e. El énfasis en la imagen cultual hace justicia al hecho de que la antigua teocracia está
construida sobre el sacerdocio levítico representado personalmente por el sumo
sacerdote.
2. El sumo sacerdote levítico.
a. Las dimensiones y tareas más profundas y eternamente significativas del ministerio
sacerdotal. El sacerdote es llamado por Dios, representa al pueblo, está en
solidaridad con ellos, tener en cuenta de que el mismo también es pecador, y tiene
como tarea principal el ofrecimiento de sacrificios (Heb. 2:17; 5:1ss; 9:7).
b. El oficio del sumo sacerdote del AT halla su límite en el pecado. El sacerdote del
AT tiene que hacer ofrendas por el pueblo como por sus propios pecados (Heb.
7:27), además, su mediación no abarca los pecados hechos premeditadamente o
con voluntariamente (Heb. 5:2), de manera que la culpa continua va creando una
constante necesidad de nuevas ofrendas, de modo que en realidad el culto es un
recordatorio de la presencia del pecado (Heb. 10:3).
c. Este “fracaso” tiene su raíz en la naturaleza terrenal del culto. El sacerdote es mortal,
el sacrificio debe repetirse, la purificación es externa, y el santuario forma parte
de la creación corruptible. La cortina del templo expresa la naturaleza indirecta y
provisional de la relación con Dios (Heb. 9:9).
3. Cristo como sumo sacerdote exaltado.
a. Solidaridad con la humanidad. La síntesis de Hijo y sumo sacerdote entraña
primeramente la humildad del Jesús histórico en solidaridad compasiva con
aquellos a quienes ha venido a auxiliar (Heb. 4:15). En este sentido él corresponde
al sumo sacerdote terrenal, pero con la salvedad de que es sin pecado (Heb. 4:15;
7:26).
b. Es a partir del testimonio de la filiación que surge el sacerdocio eterno esta
confirmación y llamamiento está basada en la declaración del Salmo 2:7. Jesús
cumple los requisitos para ser sumo sacerdote al mostrar que es el Hijo, en
obediencia leal por medio del sufrimiento (Heb. 3:2; 5:7–8) y queda acreditada
por su perfección (Heb. 7:28).
c. El sumo sacerdote sin pecado. En tanto sumo sacerdote, Jesús es sin defecto,
requisito tanto para la ofrenda como para el sacerdote del AT (Lev. 21, Heb. 7:27);
pero al ser además sin pecado no necesita hacer ofrenda en beneficio propio
(7:27–28), habiendo demostrado su impecabilidad en una obediencia que le da el
derecho de representar y salvar a aquellos con quienes es solidario (Heb. 2:17).
d. El contraste con la ofrenda carnal. Como venimos diciendo, el sacrificio de este
sumo sacerdote es una suprema y personal ofrenda de sí, en la cual el sacerdote
es también víctima (Heb. 7:27). La ofrenda de sangre es también una ofrenda de
vida que es hecha definitiva por el Espíritu eterno (Heb. 9:14). Esta ofrenda
vicaria es de una vez para siempre (Heb. 7:27; 9:24ss), en el doble sentido de ser
históricamente única y eternamente definitiva.
e. Cristo, nuestro sumo sacerdote, abre el acceso al trono, a la presencia plena de
Dios. Este sumo sacerdote entra en el santuario celestial, así como el sumo
sacerdote entraba una vez al año en el lugar santísimo del santuario terrenal. Así
hace que el lugar de la presencia de Dios sea accesible a la esperanza (Heb. 4:14ss;
6:17ss). Cristo sacerdote está también sentado en el trono como rey. Es sacerdote
de manera eterna y omnipotente (Heb. 7:16, 24–25). Ningún cambio, ningún azar,
ni siquiera la muerte, puede interrumpir su obra. 3

2. Jesús el hijo de Dios

Escribe Dupertuis, Los escritores del Nuevo Testamento se preocuparon más por
enfatizar quién era Jesús que por explicar qué era, es decir, por tratar de dilucidar con
exactitud la naturaleza del Dios-hombre, la interrelación de lo divino y lo humano en
Emanuel. Se dieron por satisfechos con aceptar la revelación recibida y no se
preocuparon por indagar en su misterio. No ofrecieron ninguna especulación; más bien
se sintieron asombrados frente a la magnitud y profundidad de este misterio. De manera
que no nos detendremos en este punto tratando de entender plenamente toda su
profundidad.

3 Kittel, Gerhard, Friedrich, Gerhard, Bromiley, Geoffrey


William, Diccionario teológico del Nuevo Testamento (Libros
Desafío, 2002)
2.1 Elementos básicos del esquema.
a. La Biblia enseña claramente que Jesús el Hijo eterno de Dios se hizo
hombre por un milagro del Espíritu Santo en la matriz de una virgen
llamada María (Mt 1.20; Lc 1.34-35). En todo el Nuevo Testamento,
Jesús se presenta a sí mismo como el Hijo de Dios y el Hijo del hombre.
Podemos afirmar con total seguridad que Cristo tiene todas las
características de Dios junto con la naturaleza humana.4
b. Este Hijo es el gran descendiente de la mujer, prometido a Adán y Eva,
poco después de la caída (Génesis 3:15). En Gálatas 4:4, el apóstol Pablo
muestra la conexión entre la profecía y el cumplimiento, e identifica a
Jesús como el Hijo eterno de Dios: “Cuando vino el cumplimiento del
tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer”. En la transfiguración de
Jesús, un acontecimiento que dio pruebas visibles de su divinidad, el
Padre declaró de nuevo: “Este es mi Hijo” (Mateo 17:5).5
c. La fe en la deidad de Cristo es necesaria para ser un cristiano bíblico, es
una parte esencial del evangelio. Sin embargo, en todos los siglos la
iglesia se ha visto obligada a enfrentar la postura de personas que
paradójicamente se denominan cristianas mientras que niegan o
distorsionan la deidad de Cristo.

2.2 Naturaleza de Cristo


a. Al revisar la historia de la iglesia encontraremos que hubo cuatro siglos en los que
el asunto sobre de la deidad de Cristo fue un tema muy controversial. Fueron eventos
cruciales para la iglesia. Dichas controversias se dieron durante los siglos IV, V, XIX y
XX, el debate que se produce en la iglesia trata de dar una respuesta clara sobre la
deidad de Cristo.

b. En el Concilio de Nicea, que tiene lugar en el año 325 d.C., la iglesia hace frente
al arrianismo. Se declaró que Jesús no había sido creado, sino que poseía una naturaleza
divina de la misma sustancia (homousios) que la del Padre. Es decir, la segunda persona
de la Trinidad es una en sustancia con Dios el Padre. Es decir, el “ser” de Cristo es el
ser de Dios. No es solo semejante a la Deidad, sino que es la Deidad.

c. La confesión de la deidad de Cristo surge de los múltiples testimonios del Nuevo


Testamento. Como el Logos Encarnado, Cristo se nos revela no solo como siendo
preexistente a la creación, sino eterno. Se nos dice que en el principio era con Dios y
que también Él era Dios (Juan 1:1–3). Que sea con Dios requiere una diferencia
personal dentro de la Divinidad. Que sea Dios requiere que esté incluido en la
Divinidad.

4 Kuschel, Harlyn J., Cristo: Él es mi Señor, ed. Curtis A.


Jahn, trad. Gustavo Leal, Enseñanzas de la Biblia Popular
(Milwaukee, WI: Editorial Northwestern, 2007), p. 14
5 Kuschel, Harlyn J., Cristo: Él es mi Señor, ed. Curtis A.

Jahn, trad. Gustavo Leal, Enseñanzas de la Biblia Popular


(Milwaukee, WI: Editorial Northwestern, 2007), pp. 17-18
d. En otros pasajes, el Nuevo Testamento le atribuye a Jesús términos y títulos que
son claramente títulos divinos. Dios le otorga el título preeminentemente divino de
Señor (Filipenses 2:9–11). Como Hijo del Hombre, Jesús dice ser el Señor del día de
reposo (Marcos 2:28) y de tener autoridad para perdonar pecados (Marcos 2:1–12). Se
lo llama el “Señor de la gloria” (Santiago 2:1) y acepta la adoración de Tomás cuando le
confiesa “¡Señor mío, y Dios mío!” (Juan 20:28, véase Apocalipsis 22:8–9).

e. Pablo nos dice que en Él habita toda plenitud de la divinidad (Colosenses 1:19) y
que Jesús es más alto que los ángeles, un tema reiterado en el libro de los Hebreos.
Adorar a un ángel o a cualquier criatura, no importa lo exaltada que sea, es violar la
prohibición bíblica en contra de la idolatría. Los Yo soy del evangelio de Juan también
son un testimonio de la identificación de Cristo con la Deidad.

f. En el siglo quinto, el Concilio de Calcedonia (451 d.C.) afirmó que Jesús era
verdadero hombre y verdadero Dios. Las dos naturalezas de Dios, su humanidad y su
divinidad, eran sin confusión, sin mutación, sin división y sin separación.6
Lutero siguió la Escritura cuando escribió: “Cristo es una persona diferente (del Padre).
Pero aunque él no es el Padre, todavía: es el Creador del cielo y la tierra, tiene la esencia
y la naturaleza divina, y por consiguiente en tiempo fue nacido de la virgen María. Sin
embargo, no hay dos Cristos o Hijos, sino un solo Jesús.”7

3. Tentado en todo, pero sin pecado

Muchos dicen que Jesús no era como nosotros, que no era como nosotros en el mundo,
que él era divino, y que nosotros no podemos vencer como él venció. Pero Pablo escribe:
"Porque ciertamente [Cristo] no socorrió a los ángeles, sino que socorrió a la
descendencia de Abraham. Por lo cual debía ser en todo semejante a sus hermanos, para
venir a ser misericordioso y fiel sumo sacerdote en lo que a Dios se refiere, para expiar
los pecados del pueblo. Pues en cuanto él mismo padeció siendo tentado, es poderoso
para socorrer a los que son tentados" (Heb. 2: 16-18). "Porque no tenemos un sumo
sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado
en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado" (Heb. 4: 15-16). Jesús dice: "Al que
venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he
sentado con mi Padre en su trono" (Apoc. 3:21).8

La Escritura nos enseña que Jesús no tenía inclinaciones naturales al mal como
nosotros; no poseía una naturaleza depravada. En una conversación con sus discípulos,

6 Sproul, R.C., Las grandes doctrinas de la Biblia (Miami,


FL: Editorial Unilit, 1996), pp. 85-86
7 Martín Lutero, Luther’s Works, (alemán) Edition, St. Louis, Vol. 7,
página 1263ff., citado por Francis Pieper en Christian Dogmatics, Vol.
2 (St. Louis: Concordia Publishing House, 1951), p. 64. (Traducción
libre del inglés.)
8 Elena de White, Mensajes Selectos 3
el mismo afirmó que ''viene el príncipe de este mundo, y él nada tiene en mi" (Juan
14:30).

La gran diferencia entre Él y nosotros no tiene que ver con las aflicciones, sino con la
reacción ante ellas. Mientras que nosotros muchas veces caemos ante la prueba y
pecamos ante la tentación, Jesús nunca.9

No había nada en él que respondiera a las insinuaciones del enemigo. León


Monis ofrece el siguiente comentario sobre este texto: "Es pecado lo que le
permite a Satán controlar al hombre, pero en Jesús no hay pecado como lo hay en
los demás" (El evangelio de Juan, p.660).

Sin embargo, para que una tentación sea real no tiene necesariamente que apelar a una
naturaleza pecaminosa. La tentación puede muy bien ser externa. como lo fue la primera
tentación para Adán y Eva. Ellos habían sido creados perfectos
por el Señor (ver Géa. r.3l). y aunque el origen del pecado en sí es un misterio para
nosotros, sí sabemos que la tentación vino de afuera.

De igual manera, el pecado entró en el alma de Lucifer cuando el era perfecto. "perfecto
eras en todos tus caminos desde el día que fuiste creado, basta que se halló en ti
maldad" (Eze. 28: 1 5).

TENTACIÓN. La idea de tentación se expresa en hebreo con el sustantivo massah, que


generalmente se traduce “tentación”, y los verbos nasah (“tentar”) y bachan, que
usualmente se traducen “probar”. En griego se expresan estos conceptos con el
sustantivo πειρασμος (peirasmós) y los verbos πειραζω (peirázo) y δοκιμαζω
(dokimázo). El concepto bíblico de tentación no conlleva principalmente la idea de
incitar al pecado, como sugiere la palabra en nuestro idioma, sino que expresa
fundamentalmente la idea de “prueba”. La intención es “probar el carácter de la
persona”. El propósito puede ser fortalecer la vida de una persona exponiendo los
defectos latentes en su carácter.
Dios no nos tienta, pero permite la tentación en la vida del creyente como en el caso de
Job. Santiago dice: “Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios;
porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie” (Stg. 1:13). La petición
en el Padrenuestro, “no nos metas en tentación” (Mt. 6:13; Lc. 11:4), es una petición para
no ser puestos a prueba. Reconoce la necesidad de preservar nuestra libertad, pero al
mismo tiempo admite que pueden presentarse situaciones que nos lleven a “entrar en
tentación”.
2. El deseo humano juntamente con la voluntad pueden conducir al pecado. Santiago
explica: “Sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y

9 Burt, David F., Como Ancla del Alma, Hebreos 4:14–6:20,


Comentario Ampliado del Nuevo Testamento (Terrassa
(Barcelona): Editorial CLIE, 1994), CXXXII, 19
seducido. Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el
pecado, siendo consumado, da a luz la muerte” (1:14–15).
3. La intención de Dios es proveer “la salida” para su pueblo cuando sea tentado, a
fin de que pueda soportar la prueba (1 Co. 10:13).
4. El hecho de que Cristo fuera “tentado en todo” (τα παντα, ta pánta) “según nuestra
semejanza, pero sin pecado” (He. 4:15), afirma que la tentación no es pecado. Rendirnos
a la seducción es pecado.
“Velad y orad, para que no entréis en tentación”, es la exhortación para el cristiano
(Mt. 26:41). No debemos dar lugar al diablo en nuestra vida (Ef. 4:27). El diablo, el
adversario, “como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar”. Por esta
razón el cristiano debe resistir al diablo, consciente de que después que haya padecido
por un poco de tiempo, “el Dios de toda gracia” lo fortalecerá (1 P. 5:8–10).10

Es claro que él. aunque vino como el segundo Adán, estuvo en claras desventajas con
respecto al primer Adán. La naturaleza física de Adán era perfecta y Cristo asumió la
humanidad 'después de varios milenios de pecado y degeneración. El primer Adán
estaba en un jardín con todas sus necesidades suplidas, Jesús incluso pasó por un ayuno
de cuarenta días en el desierto. Adán podía ser tentado sólo junto al árbol de ciencia del
bien y del mal. Jesús fue perseguido por el enemigo en todo lugar y en todo tiempo;
para él no hubo restricciones.

El fue tentado en todo como nosotros y aunque la intensidad de la tentación fue


diferente, porque el fue diferente, el principio en que se basa la tentación es él mismo:
autonomía, rechazo de la voluntad de Dios para imponer la propia, para ser
independientes. Y la manera de vencer la tentación es la misma: Aferrarse a la palabra
de Dios, la única guía segura; poner siempre a Dios primero, aun en los momentos de
mayor apremio. y nunca parlamentar o entrar en discusión con el adversario, porque
muchas veces el problema no está en la consciencia sino en el razonamiento
equivocado.

A. El posee atributos que sólo Dios tiene


1. Eternidad. El afirmó que existía desde la eternidad pasada (Juan 8:58; 17:5).
2. Omnipresencia. Se atribuyó estar presente en todos los lugares (Mateo 18:20; 28:20).

10Taylor, Willard H., «TENTACIÓN», ed. Richard S. Taylor,


J. Kenneth Grider, y Edgar R. Conzález, trad. Eduardo
Aparicio, José Pacheco, y Christian Sarmiento, Diccionario
Teológico Beacon (Lenexa, KS: Casa Nazarena de
Publicaciones, 2009), pp. 673-74
3. Omnisciencia. Demostró conocimiento de cosas que solamente podía saber si fuese
omnisciente (Mateo 16:21; Lucas 6:8; 11:17; Juan 4:29).
4. Omnipotencia. Demostró y se atribuyó el poder de una Persona omnipotente (Mateo
28:20; Marcos 5:11–15; Juan 11:38–44).
Otros atributos de la Deidad le son atribuidos por otros (e.g., la inmutabilidad,
Hebreos 13:5), pero estos que se han citados se los confiere El mismo.
B. El hace obras que solamente Dios puede hacer
1. Perdón. El perdona los pecados eternamente. Los hombres pueden hacerlo
temporalmente, pero Cristo da perdón eterno (Marcos 2:1–12).
2. Vida. El le da vida espiritual a cualquiera que El desee dársela (Juan 5:21).
3. Resurrección. El levantará los muertos (11:43).
4. Juicio. El juzgará a toda persona (5:22, 27).
Repito, todos estos ejemplos son de cosas que El hizo o dijo haber hecho, no que
otros se las atribuyeron.
C. A El le dieron los nombres y títulos de la Deidad
1. Hijo de Dios. Nuestro Señor aplicó esta designación a Sí mismo (aunque raras veces,
Juan 10:36), y reconoció su veracidad cuando otros se la confirieron a El (Mateo 26:63,
64). ¿Qué significa? Aunque la frase “hijo de” puede indicar “la prole de” también lleva
en sí el significado de “de la orden de”. Así que en el Antiguo Testamento “hijos de los
profetas” quería decir de la orden de los profetas (1 Reyes 20:35), igualmente, “hijos de
los cantores” tenía el sentido de perteneciente a la orden de los cantores (Nehemías
12:28). La designación “Hijo de Dios” cuando se le aplica a nuestro Señor significa de
la orden de Dios, y es una referencia fuerte y clara a su Deidad total. “En el uso judío
del término “Hijo de…” generalmente no implicaba alguna subordinación, sino más
bien igualdad e identidad de naturaleza. Así que Barcoquebas, quien dirigió la rebelión
judía 135–132 A.D. en el reinado de Adriano, fue llamado con un nombre que significa
‘Hijo de la Estrella’. Se suponía que él tomó este nombre para identificarse con la
misma Estrella predicha en Números 24:17. El nombre ‘Hijo de Consolación’ (Hechos
4:36) indudablemente significa, ‘El Animador’, ‘Hijos del Trueno’ (Marcos 3:17)
probablemente significa ‘hombres con la naturaleza del trueno’. ‘Hijo del Hombre’,
especialmente como se aplica a Cristo en Daniel 7:13 y constantemente en el Nuevo
Testamento, esencialmente significa ‘El Hombre Representativo’. Así que al Cristo
decir: ‘Hijo de Dios soy’ (Juan 10:36), sus contemporáneos entendieron que se
identificaba a Sí mismo con Dios, igual con El Padre, en un sentido ilimitado” (J. Oliver
Buswell, A Systematic Theology of the Christian Religion [Grand Rapids: Zondervan,
1962], 1:105).
2. Señor y Dios. Jesús es llamado Yahveh en el Nuevo Testamento, una clara indicación
de Su completa deidad (cf. Lucas 1:76 con Malaquías 3:1 y Romanos 10:13 con Joel
2:32). A El también se le llama Dios (Juan 1:1; 20:28; Hebreos 1:8), Señor (Mateo
22:43–45), y Rey de reyes y Señor de señores (Apocalipsis 19:16).
D. El alegó ser Dios
Posiblemente la ocasión más fuerte y clara de semejante atribución fue en la fiesta de
Dedicación cuando El dijo: “Yo y el Padre uno somos” (Juan 10:30). La forma neutra
de (uno) excluye el significado de que El y el Padre fueran una Persona. Significa que
Ellos están en perfecta unidad en naturaleza y acciones, un hecho que solamente pudiera
ser cierto si El fuese Dios tanto como el Padre. Los que oyeron esta atribución lo
entendieron de esa manera, porque inmediatamente trataron de apedrearlo por
blasfemia, porque se hizo igual a Dios (v. 33).
¿Cómo pudiera alguien decir que el mismo Jesús de Nazaret nunca se declaró Dios
sino que fueron sus seguidores quienes lo hicieron por El? La mayoría de los pasajes
citados son de las propias palabras de Cristo. Por lo tanto, uno tiene que enfrentar las
únicas opciones: o sus atribuciones eran ciertas o El era un mentiroso. Y lo que El se
atribuyó fue la Deidad plena y completa, sin que le faltara ni se le quitara nada, durante
Su vida terrenal.11

11Ryrie, Charles Caldwell, Teologı́


a básica (Miami:
Editorial Unilit, 2003), pp. 281-82

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