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Padres Hijos
Padre Madre
Padre Madre
Hijo
Hijo
Figura 2-2. Conducta perturbada, de alianzas, en los dos extremos de la patología de fronteras.
En la familia enmarañada, la frontera que la circunda suele ser rígida y cerrada, con
tendencia a dejar fuera el mundo externo y a aprisionar a sus miembros, manteniéndolos cautivos
en los entrampamientos de los subsistemas que, inversamente, tienen fronteras que por ser
difusas no promueven la autonomía individual. En los casos en que no existen fronteras
apropiadas y claras entre miembros de la familia, y en los que se desmiente la posibilidad de
contactos correctivos con el mundo externo, las alianzas entre los miembros de la familia son
demasiado estrechas. Esto proporciona un exagerado sentimiento de pertenencia al grupo
familiar, con mengua del sentimiento de autonomía, de ser uno mismo. Por otro lado, la frontera
que circunda a la familia desacoplada es muy difusa, y por eso no ofrece una regulación acorde
de las intrusiones de la sociedad ni del ir y venir de los miembros de la familia. La facilidad con
que se cruza esta frontera general se sitúa en marcado contraste con la rigidez de las fronteras
internas entre subsistemas, que impiden a sus miembros mantener entre sí contactos significativos
o predecibles. En este ordenamiento son escasas las señales referidas a la identidad y la
conducta, y esto propende a que sus miembros busquen definiciones en grupos ajenos.
PATOLOGÍA DE TRIÁNGULOS
Hijo Hijo
Hijo Hijo
Figura 2-4. Cuatro triángulos patológicos que representan la manera en que de conflicto
familiar es desviado, ocultado o expresado por la vía de coaliciones intergeneracionales.
(Adaptado de Minuchin S., Roseman, B.L. y Baker L., Psychosomatic families: Anorexia nervosa
in context, Cambridge, Massachusetts: Harvard University Press, 1978.)
Pero como quiera que fuere, esta estructura de alianzas, si perdura lo suficiente, resultará
muy gravosa para los dos bandos, y se producirá una conducta sintomática.
“Triangulación” describe una situación en que dos progenitores, en conflicto manifiesto o
encubierto, intentan ganar, contra el otro, la simpatía o el apoyo del hijo {este es un} triángulo que
tiene dos lados positivos, y que connota un intenso conflicto de lealtades. “Progenitor-hijo” es una
expresión más manifiesta de conflicto parental, aunque la familia demande terapia para un niño
problema. Uno de los progenitores se alía con el hijo contra el otro progenitor, y es a veces difícil
determinar si experimenta dificultades más serias el niño o el cónyuge excluido. La intensa
proximidad del hijo al progenitor preferido puede producir sintomatología, sobre todo cuando el
natural proceso de crecimiento introduce tensiones en la estasis progenitor-hijo. Las triadas
“desviadoras” son de dos tipos. “En una tríada desviadora-atacadora” lo común es que, en la
percepción del clínico, los padres tomen al hijo como chivo emisario. Este presenta una conducta
perturbada o “mala”, y los progenitores se asocian para gobernarlo, si bien es frecuente que uno
de ellos esté en desacuerdo con el otro acerca del modo de manejarlo, y es posible que los dos
se muestren inconsistentes en ese manejo. En esta categoría se incluyen la mayoría de las
perturbaciones de conducta en niños. En una tríada “desviadora-asistidora”, los progenitores
enmascaran sus diferencias tomando como foco a un hijo definido “enfermo”, y muestran
grandísima y sobreprotectora aflicción por él. Esto los une mucho, y es un rasgo frecuente en
familias en que la tensión se expresa en trastornos psicosomáticos. Todas estas tríadas (...) se
pueden observar en familias con hijos psicosomáticos, pero también caracterizan a familias en que
los niños tienen otros problemas”. (1981).
PATOLOGÍA DE ALIANZAS.
En las alianzas que consuman una desviación del conflicto observamos la pauta, común
en la clínica, de dos padres que manifiestan una total ausencia de conflicto entre ellos, pero están
sólidamente unidos contra un hijo individual o una subunidad de hijos. La desviación del conflicto
reduce la presión sobre el subsistema de los cónyuges, pero a todas luces impone tensión a los
hijos. Suele ser difícil para el clínico tratar este ordenamiento: tiende con demasiada facilidad a
simpatizar con el hijo chivo emisario y a menudo traba con este una alianza que no permite a la
propia familia organizar acciones de rescate, suceso que si se produce revelará valiosos datos
acerca de sus nexos estructurales.
Las pautas de desviación y del chivo emisario se descubren en general con más facilidad
que las coaliciones intergeneracionales. Encubiertas o manifiestas, es típico el caso en que estas
comienzan con una estrecha alianza antagónica de un progenitor y un hijo contra el otro progenitor.
Un ejemplo es una madre que fuerza a su hijo a sumarse a continuos, si encubiertos, reproches
dirigidos al padre. (Véase la figura siguiente).
En el esquema se pueden encontrar las relaciones que establecen los diferentes conceptos, sin
perder de vista que este enfoque alude a la patología, es decir, que no se trata de situaciones
aisladas sino mutuamente reforzadas y reciprocas.
Todos los elementos están en función de los otros. Por ejemplo, los cuatro tipos de patologías se
definen en relación con la rigidez o adaptabilidad con la cual funcionan y la etapa de ciclo vital por
la cual transita la familia o determinados miembros; esto también depende de que se satisfagan
las necesidades familiares. Asimismo, el contexto extrafamiliar, como la escuela, el trabajo, o los
grupos con los que conviva, aportan una dosis de preceptos o exigencias a cumplir, o al menos
indicaciones (no siempre claras ni explicitas) de su importancia para esa comunidad. Esto altera
de forma directa la capacidad de la familia y sus miembros para la adaptación.
De igual manera, una mala demarcación de fronteras supone deficiente manejo de las alianzas y
jerarquías.