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Un acto moral es aquella acción realizada por un individuo y que puede ser valorada como buena o
mala desde un punto de vista ético. Las acciones que realizamos podrían dividirse en dos grupos:
las que no tienen implicaciones morales porque son neutrales (respirar, moverse o protegerse de la
lluvia) y aquellas acciones que sí pueden tener alguna consideración moral, es decir, pueden
valorarse como buenas o malas.
Este último tipo de acciones es mucho más amplio de lo que parece a primera vista. Dar la mano a
alguien puede parecer neutral, pero dar la mano a un terrorista sanguinario ya se puede discutir
moralmente.
Origen: Surge desde Tomás de Aquino, y luego adquiere un alcance más abierto, asequible a los
estudiosos de ética en general. En efecto, "a partir de la segunda mitad del siglo XX, con la
rehabilitación de la filosofía práctica clásica en el ámbito analítico anglosajón, el principio vuelve a
ser estudiado vigorosamente".1
La imputabilidad implica tres aspectos (según las tres dimensiones propias del actuar humano):
LAS CONDICIONES DEL PRINCIPIO DE DOBLE EFECTO: Los estudiosos han ido
profundizando en lo que hoy se conocen como condiciones que permitirían aplicar de modo
adecuado el principio de doble efecto. Según algunas enumeraciones, se trataría de cuatro o de
más condiciones. Tales condiciones serían:
La intención del que actúa debe ser buena y excluye (no desea, pero lo tolera) el
efecto malo que se seguirá de la acción.
Debe existir una razón proporcionalmente grave para aceptar el acto. Es decir, el
beneficio que se espera obtener debe ser lo suficientemente serio como para
justificar la puesta en marcha de una acción que traerá alguna consecuencia
negativa (y menos negativa que el resultado bueno que se espera conseguir).