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SÍNTESIS DE TEOLOGÍA

CRISTOLOGÍA

LUÍS JESÚS GARCÍA VELASCO

SEMINARIO MAYOR SAN JOSÉ


IV AÑO DE CONFIGURACIÓN
CÚCUTA
2019

1
SÍNTESIS DE TEOLOGÍA
CRISTOLOGÍA

LUÍS JESÚS GARCÍA VELASCO

PRESENTADO A: PBRO. ALBERTO ECHEVERRY

SEMINARIO MAYOR SAN JOSÉ


IV AÑO DE CONFIGURACIÓN
CÚCUTA
2019

2
INTRODUCCIÓN
La cristología es una parte de la teología que trata sobre la Salvación del hombre
en la persona de Cristo. Estudia a Jesucristo como el Verbo encarnado e Hijo
de Dios, y a Jesús como nuestro salvador y redentor, tal como nos lo propone
la fe de la Iglesia.
Cuando hacemos referencia a la Cristología la planteamos desde una pregunta
concreta que consideramos como punto de partida de la definición de nuestro
objetivo: ¿Quién es este Jesús de Nazaret (que nos conduciría a definir la
cristología en sentido estricto), y ¿qué significa este Jesús para nuestra relación
con Dios (lleva a definir la soteriología)? 1
Desde la cristología se va a la soteriología. Pero también desde la soteriología
se va a la cristología. El ser de Cristo funda nuestra salvación y desde nuestra
existencia salvada podemos conocer al que la funda y nos la otorga. En este
sentido, cristología y soteriología forman el anverso y el reverso de una misma
realidad2
El misterio de Cristo, que se refiere a su persona y a su obra de salvación, enlaza
y resume todos los artículos de la fe: los que se refieren a la Trinidad, pues Él
es Dios, el Hijo del Padre, y nos revela la Trinidad; y los que se refieren a los
designios y obras de Dios, pues Él ha realizado el plan de su voluntad salvífica.
Mediante los métodos propios de la historia podemos llegar a conocer cada vez
mejor la realidad visible de la vida de Jesús.
El giro antropocéntrico de la filosofía moderna condiciona, en cambio, el
problema del conocimiento a las posibilidades y el alcance de la razón humana
en relación a la realidad trascendental de Dios y a su automediación en el ámbito
de la experiencia histórica y mundana del hombre.
El hombre no parte ya de la validez objetiva de los principios ontológicos y
epistemológicos de las condiciones de su conocimiento. Y esto significa, para
la teología, que ya no se puede iniciar el discurso asumiendo, sin más, que el
conocimiento de la verdad encerrada en la palabra divina y en el dogma es
independiente del hombre y de los condicionantes de su conocimiento3

1
https://mercaba.org/Cristologia/la_cristologia_fuente_dela_teologia.htm
2
GONZALES DE CARDENAL, Olegario, Cristología, BAC, 2001, 9
3
MÜLLER, Gerhard, Dogmática, Editorial Herder, Barcelona 1998, 65.

3
Pero únicamente mediante la Revelación divina y la fe podemos trascender lo
externo y llegar a conocer quién es Él verdaderamente: “nadie conoce al Hijo
sino el Padre” (Mt 11, 27); “nadie puede venir a mí si no le atrae el Padre que
me ha enviado” (Jn 6, 44).
Jesucristo, mediador y plenitud de toda la Revelación, no es un mito: es Dios
hecho hombre que vivió en un contexto histórico concreto, y los
acontecimientos de su vida fueron reales y comprobables. Pero hace falta un
conocimiento amoroso de Cristo hasta hacernos semejantes a Él.4
Desde finales del siglo XVIII (Ilustración), surge la búsqueda de reconstruir la
vida de Jesús con una metodología histórica prescindiendo de lo que no tiene
una explicación racional. Cristo fue un simple hombre: desechar como mito
todo lo milagroso.
En el siglo XIX, el protestantismo liberal también intentó llegar al “verdadero”
Jesús, sólo hombre, contando únicamente con la razón y la ciencia histórica
positiva. Se podría conocer muy poco del “Jesús histórico”.
Siglo XX: para Rudolf Bultmann la fe en Jesús fue desarrollándose por un
proceso de mitificación. Habría que estudiar la historia de las formas literarias
de los Evangelios y después desmitificar el camino que la fe habría recorrido.
Autores posteriores: nuevas aportaciones de la lingüística. Se llega a un Jesús
“judío”, taumaturgo, maestro, revolucionario, o profeta escatológico.5
Los prejuicios racionalistas excluyen de entrada como imposible que Jesucristo
sea Dios o la realidad de los milagros. Esta actitud resulta incompatible con la
sincera búsqueda de la verdad. La distinción entre el “Jesús histórico” y el
“Cristo de la fe” es una distinción de graves consecuencias.
El mismo nombre de “Jesucristo”, con el que le denominaron desde los
comienzos, confiesa que “Jesús”, el Hijo único de Dios que vivió en Nazaret,
es el “Cristo”, el de la fe. La actitud principal de la primera tradición cristiana
fue la de conservar fielmente el recuerdo de las palabras y obras de Jesús.
El punto de partida de la cristología (teología) es la fe. El depósito de la fe se
ha transmitido de dos modos: la Sagrada Escritura y la Tradición. Y “el oficio
de interpretar auténticamente la palabra de Dios escrita o transmitida ha sido

4
Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica 428-429
5
http://www.seleccionesdeteologia.net/selecciones/llib/vol31/123/123_meier.pdf

4
confiado únicamente al Magisterio vivo de la Iglesia, cuya autoridad se ejerce
en el nombre de Jesucristo”6. Las ciencias humanas (historia, arqueología,
filología, etc.) tienen su valor (conocer mejor las condiciones históricas de la
cultura del ambiente de Jesús, los géneros literarios, la composición de los
Evangelios, etc.), siempre que se apliquen de modo científico y con rectitud, y
no estén viciadas por determinadas ideas filosóficas. Ese Jesús que la historia
investiga no es un simple hombre, es el Hijo de Dios.

6
Constitución Apostólica Dei Verbum 10

5
CAPÍTULO I
LA ENCARNACIÓN
El fin de la Encarnación es la salvación de los hombres: el Hijo de Dios vino
“para que el mundo se salve por Él” ( Jn 3, 17 ), “para ser salvador del mundo”(
1 Jn 4, 14 ). Credo: “por nosotros los hombres y por nuestra salvación bajó del
cielo, y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María la Virgen y se hizo
hombre”. 7
“El Verbo se encarnó para salvarnos reconciliándonos con Dios”.8 : “Se encarnó
para que nosotros conociésemos así el amor de Dios”. “Se encarnó para ser
nuestro modelo de santidad”. La salvación del hombre comprende dos aspectos
unidos: la liberación del pecado y la comunicación de la vida divina.9 “Se
encarnó para hacernos ‘partícipes de la naturaleza divina’ (2 P 1, 4)”.
El hombre, con sus solas fuerzas, no puede alcanzar la salvación. Después del
pecado original, todos los hombres habían quedado privados de la gloria de
Dios, de la amistad de Dios, y esclavos del pecado. Nadie puede ser justificado
sino por la gracia de Jesucristo. La Encarnación es obra del amor y de la
misericordia de Dios. La decisión de Dios de salvarnos es absolutamente libre
y gratuita. La venida del Hijo de Dios al mundo no era necesaria para la
salvación del hombre. El nombre de Jesús quiere decir en hebreo “Dios salva”
o “Salvador”. 10
Promesas del Redentor:11
1) protoevangelio ( Gn 3, 15 );
2) promesa a Abraham ( Gn 12 ) de darle una tierra y hacerle padre de un gran
pueblo y que por su descendencia serían bendecidas todas las naciones de la
tierra;
3) confirmación y renovación de la promesa con distintos elegidos, concretando
la ascendencia del Mesías: descendiente de Jacob, de la tribu de Judá, de la
familia de David

7
FERRER, Vicente. Jesucristo, nuestro Salvador: Iniciación a la cristología, Ed. Rialp. Barcelona, 2015, 34
8
Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica 458
9
Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica 462
10
FERRER, Vicente. Jesucristo, nuestro Salvador: Iniciación a la cristología, Ed. Rialp. Barcelona, 2015, 35
11
Ibíd. 39

6
Profecías sobre el Mesías rey: 12
1) será hijo de David y su reino no tendrá fin (Natán: 2 Sam 7, 12-16 );
2) especial filiación divina (Salmo 2 );
3) nacerá de una virgen y se llamará Emmanuel, que significa “Dios con
nosotros” ( Is 7, 14 ).
Profecías sobre el Mesías rey y profeta: 13
Moisés, tipo y figura de todos los profetas. Dt 18, 15-19: Dios enviará “otro
profeta” como Moisés que enseñará y guiará a su pueblo. Is 61, 1-2 : el Mesías
será ungido por Dios con el espíritu de los profetas para anunciar la salvación a
los hombres.
Profecías sobre el Mesías rey y sacerdote: 14
Salmo 109 (110): el Salvador será a la vez rey y sacerdote. Pero su sacerdocio
no es el levítico. Figura de Cristo: Melquisedec, rey-sacerdote (cfr. Heb 7, 3).
Profecías sobre el sacrificio de Cristo: Is 42, 49, 50, 52: cantos sobre el “Siervo
de Yahvéh”; Salmo 21 (22). “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has
abandonado?”. “Hijo del hombre”: Dan 7: restaura el reino mesiánico.
El nombre de Mesías proviene del hebreo “mashiah” que significa “ungido”.
Fue traducido al griego por “christós” y latinizado en “christus”. Originalmente
se aplicaba al rey de Israel, ungido con aceite en su investidura. Aplicado a
David y a su dinastía. También a los consagrados para una misión recibida de
Dios (sacerdotes y excepcionalmente profetas).
El Mesías “que Dios enviaría para instaurar definitivamente su Reino (...) debía
ser ungido por el Espíritu del Señor a la vez como rey y sacerdote (cfr. Za 4, 14;
6, 13), pero también como profeta (cfr. Is 61, 1; Lc 4, 16-21). Jesús cumplió la
esperanza mesiánica de Israel en su triple función de sacerdote, profeta y rey”
15

La Encarnación da sentido a toda la historia. Cristo es el fundamento de toda la


historia anterior, que tiene valor salvífico sólo por medio de Él y hacia Él se
ordena. Así como también Cristo es el fundamento de toda la historia posterior,

12
Ibíd. 39
13
Ibíd. 41
14
Ibíd. 42
15
Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica 436

7
que vive de la gracia proveniente de su obra redentora. “Cree la Iglesia que la
clave, el centro y el fin de toda la historia humana se halla en su Señor y
Maestro”. Cristo es el centro de la historia humana, no en sentido cronológico,
sino trascendente: es “el alfa y la omega, el primero y el último, el principio y
el fin” (Ap 22, 13). 16
1.1 Realidad de la Encarnación17
En el admirable plan de la donación que Dios hace de sí mismo a la criatura, la
Encarnación es el acontecimiento central y culminante, y María ha sido la
colaboradora con su fe y con su amor a la unión de Jesús con la humanidad. La
Encarnación es obra de la Trinidad. Se realiza por el Espíritu Santo en comunión
con el Hijo. María es verdaderamente Madre de Dios. “En efecto, aquél que ella
concibió como hombre, por obra del Espíritu Santo, y que se ha hecho
verdaderamente su Hijo según la carne, no es otro que el Hijo eterno del Padre,
la segunda persona de la Santísima Trinidad”18
Realidad del cuerpo de Cristo
El docetismo (ya en el siglo I) considera que la materia es mala y, en
consecuencia, niega que Cristo tuviera un verdadero cuerpo material. El cuerpo
de Cristo sería sólo aparente: su nacimiento o su pasión y muerte no fueron
reales sino sólo ficticios e irreales. NT: testimonia que Cristo fue hombre
verdadero, con un cuerpo real: desciende de David, fue concebido de María,
nació, se cansó, tuvo hambre y sed, durmió, sufrió, derramó su sangre, murió,
fue sepultado. Cuerpo de carne y hueso, real y tangible. Santos Padres: negar la
realidad del cuerpo de Cristo es negar la redención.
Realidad del alma de Cristo
Apolinar de Laodicea (siglo IV): la humanidad de Cristo estaría compuesta
solamente de carne y alma sensitiva. El Verbo asumiría la función de alma
intelectiva y racional. Santos Padres: sin alma (sin inteligencia ni voluntad
humanas), Cristo no habría redi- mido al linaje humano, pues no fue sanado lo
que no fue asumido. Apolinarismo condenado por el Papa San Dá- maso y el
Concilio Constantinopla I (381). Verdadera naturaleza humana de Jesús: unión
del alma y del cuerpo

16
Gaudium et spes 10
17
FERRER, Vicente. Jesucristo, nuestro Salvador: Iniciación a la cristología, Ed. Rialp. Barcelona, 2015, 47
18
Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica 495

8
Jesucristo es perfecto Dios
Adopcionismo: Cristo no era una persona di- vina, sino un hombre que recibió
una “dynamis” o fuerza divina en el Bautismo que lo hace un hombre superior.
No es Hijo de Dios por naturaleza, sino sólo por adopción (ej.: Pablo de
Samosata , obispo de Antioquía, condenado y depuesto de su cargo en el año
268 ). Arrio (256-336): Subordinacionismo extremo: Hijo creado de la nada,
criatura a través de la cual se hicieron las demás cosas.
Condenado en Nicea I (325): Cristo es “homousios”, consustancial al Padre.
Siglo XIX y XX: negación de la divinidad del “Jesús de la historia”. Pío X
condenó el modernismo (Enc. Pascendi, 1907).
1.2 Unidad Personal de Jesucristo.19
La Iglesia defendió y aclaró esta verdad de fe durante los primeros siglos frente
a las herejías que la falseaban. Ya en el siglo I algunos cristianos de origen
judío, los ebionitas, consideraron a Cristo como un simple hombre, aunque muy
santo. También actualmente la Iglesia ha vuelto a recordar que Jesucristo es el
Hijo de Dios subsistente desde la eternidad que en la Encarnación asumió la
naturaleza humana en su única persona divina20
Nestorio (patriarca de Constantinopla, 428): María no sería Madre de Dios
porque en Jesús habría dos personas : una divina y otra hu- mana, y María sería
madre de la persona humana de Cristo. La unión entre la naturaleza divina y la
humana sería sólo una unión moral entre dos sujetos. Identidad de voluntad,
pero no se podría decir que el Hijo de Dios nació de María, murió, etc. Refutado
por San Cirilo de Alejandría y condenado por Éfeso (431). Unión de las dos
naturalezas de Cristo en la Persona (hipóstasis) divina del Verbo, única en
Cristo. Por eso María es verdaderamente Madre de Dios: de Ella nació el Verbo
según la carne.
Monofisismo:
Eutiques, superior de un monasterio de Constantinopla ( s. V ), afirma que
después de la Encarnación hay una sola naturaleza en Cristo, compuesta de la
divina y la humana, aunque la humana habría sido absorbida en la infinita

19
COMISIÓN TEOLÓGICA INTERNACIONAL, Cuestiones selectas de Cristología (1979), en ID., Documentos
1969-1996, 2ª ed., BAC, Madrid 2000, 221.
20
CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Decl. Mysterium Filii Dei, 21-II-1972, en AAS 64(1972)237-
241.

9
persona del Hijo de Dios. Condenado por San León Magno (440-461) y
Calcedonia (451): “Hay que confesar a un solo y mismo Hijo y Señor nuestro
Jesucristo: perfecto en la divinidad, y perfecto en la humanidad;
verdaderamente Dios y verdaderamente hombre (...). Se ha de reconocer a un
solo y mismo Cristo Señor, Hijo único del Padre, en dos naturalezas, sin
confusión, sin cambio, sin división, sin separación. (...) Quedan a salvo las
propiedades de cada una de las naturalezas”.
Una hipóstasis o individuo es una substancia individual completa, subsistente
en sí misma, independiente en su ser de otros individuos. => Se llaman
“personas” a las hipóstasis más dignas, los seres racionales que son dueños de
sus actos. Naturaleza es la esencia en cuanto principio de operaciones (ej.: la
naturaleza de Pedro es su condición humana con sus facultades propias por las
que actúa como hombre). La distinción entre una naturaleza y la persona que la
posee es una distinción entre una parte y el todo. Ej.: Pedro es la persona, el
todo, y la naturaleza es una parte de él que le especifica.
La unión de las dos naturalezas en Cristo es una unión hipostática (en la
persona). No tiene semejanza con ninguna otra unión. La conocemos por la fe.
La naturaleza humana de Cristo es íntegra y perfecta, pero no es una persona
humana, ni es un sujeto distinto del Verbo. Constantinopla II (553) “confesó a
propósito de Cristo: ‘No hay más que una sola hipóstasis (o persona) que es
nuestro Señor Jesucristo, uno de la Trinidad ’. Por tanto, todo en la humanidad
de Jesucristo debe ser atribuido a su persona divina como a su propio sujeto, no
solamente los milagros sino también los sufrimientos y la misma muerte” (CCE 468).
La Encarnación no supuso cambio alguno en el Hijo de Dios, que es inmutable.
Sólo hay cambio en la naturaleza humana que comienza a existir elevada
inefablemente a la unión personal con el Verbo.
La Persona de Cristo no es causada por la unión de las dos naturalezas, sino que
es eterna. Cristo no “es” o existe por su naturaleza humana, sino que por ella
“es hombre”. Cristo en cuanto hombre no es hijo adoptivo por la gracia que
tiene, pues su humanidad no constituye ningún sujeto personal que pudiera ser
hijo. El Hijo de Dios (Persona) es Hijo de María, pues ha nacido
verdaderamente de Ella según su naturaleza humana. Nacen personas, no
naturalezas.
Para unos autores recientes la personalidad consistiría en la apertura de la
conciencia humana al ser en general, al infinito, o sea a Dios. Pero entonces,
10
como en Cristo hay un centro de conciencia huma- no referido a otro centro de
conciencia divino, habría dos subjetividades en Él: una divina (Dios), otra
humana (Cristo).
Jesús será un hombre en quien tiene lugar la revelación suprema de Dios. Esas
teorías reducen la realidad de un ser a uno de sus actos: la persona sería la simple
conciencia de sí. Lo cual es un error, pues toda operación vital -como lo es la
conciencia- requiere un sujeto operan- te, que es la persona. La persona no se
identifica con su conciencia, ni se constituye por ella: la persona es quien tiene
esa conciencia de sí.
El Hijo de Dios ha hecho partícipe a la humanidad asumida de la dignidad de
su persona: al expresar el misterio de la Encarnación se da una especie de
comunicación de propiedades entre lo huma- no y lo divino, que se llama “
communicatio idiomatum ”. A la única persona de Cristo hay que atribuir tanto
todas las propiedades y acciones de su naturaleza divina como las de su
naturaleza humana (ej.: se puede decir “Dios ha nacido de María” o “ha muerto
por nosotros”). No se puede atribuir a una naturaleza de Cristo las propiedades
y acciones de la otra (ej.: no se puede decir que la divinidad ha nacido en el
tiempo). Sí se puede reduplicar: “Jesús, en cuanto Dios...”; “el Hijo de Dios, en
cuanto hombre...”. 21

21
FERRER, Vicente. Jesucristo, nuestro Salvador: Iniciación a la cristología, Ed. Rialp. Barcelona, 2015, 73

11
CAPÍTULO II
MISTERIOS VIDA TERRENA DE CRISTO
“Toda la vida de Cristo es misterio de Redención. La Redención nos viene ante
todo por la sangre de la cruz, pero este misterio está actuando en toda la vida de
Cristo” añade: “Ya en su Encarnación porque haciéndose pobre nos enriquece
con su pobreza; en su vida oculta donde repara nuestra insumisión mediante su
sometimiento; en su palabra que purifica a sus oyentes; en sus curaciones y en
sus exorcismos, por los cuales él tomó nuestras flaquezas y cargó con nuestras
enfermedades; en su Resurrección, por medio de la cual nos justifica”. 22
La dimensión cristológica, esto es, el misterio del Hijo como revelador del
Padre, la "cristología", está presente en todas las palabras y obras de Jesús. Aquí
resalta otro punto importante: hemos dicho que la comunión de Jesús con el
Padre comprende el alma humana de Jesús en el acto de la oración. Quien ve a
Jesús, ve al Padre (cf. Jn 14, 9). De este modo, el discípulo que camina con
Jesús se verá implicado con El en la comunión con Dios. Y esto es lo que
realmente salva: el trascender los límites del ser humano, algo para lo cual está
ya predispuesto desde la creación, como esperanza y posibilidad, por su
semejanza con Dios.23
Jesús en todas sus obras “manifiesta plenamente el hombre al propio hombre”
24
Y todos sus actos son ejemplo y enseñanza de vida para nosotros.
Misterio de Navidad: Ha comenzado la redención, el “admirable intercambio”
por el que el Creador del género humano, haciéndose hombre y naciendo de una
virgen, nos hace partícipes de su divinidad.
El ángel había anunciado también una señal a los pastores: encontrarían a un
niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre. Éste es un signo de
reconocimiento, una descripción de lo que se podía constatar a simple vista.
Pero no es una «señal» en el sentido de que la gloria de Dios se había hecho
patente, de tal modo que se pudiera decir claramente: Éste es el verdadero Señor
del mundo. Nada de eso. En este sentido, el signo es al mismo tiempo también
un no signo: el verdadero signo es la pobreza de Dios.

22
Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica. 517
23
RATZINGER, Joseph. Jesús de Nazaret. Vida Pública. Ed. Encuentro. Barcelona 2007.
24
Gaudium et spes 22

12
Pero para los pastores que habían visto el resplandor de Dios sobre sus campos,
esta señal es suficiente. Ellos ven desde dentro. Y esto es lo que ven: lo que el
ángel ha dicho es verdad. Así, los pastores vuelven con alegría. Dan gloria y
alaban a Dios por lo que han visto y oído (cf. Lc 2,20).25

Epifanía: manifestación de Jesús como Salvador del mundo.


Presentación de Jesús en el templo: Jesús es reconocido como “signo de
contradicción”; la espada de dolor predicho a la Virgen anuncia la cruz.
Huida a Egipto y matanza de los inocentes: toda la vida de Cristo estará bajo el
signo de la persecución.
Vida ordinaria de Jesús: el Verbo eterno ha redimido y santificado así todas las
realidades nobles con las que está entretejida la vida común de los hombres.
Obediencia de Jesús en lo cotidiano.
Vida de familia: Jesús la santifica; vida de trabajo: Jesús dedicó la mayor parte
de su vida a su trabajo, con perfección y con espíritu de servicio. Su trabajo se
convierte en tarea divina, en “realidad redimida y redentora; no sólo es el ámbito
en que el hombre vive, sino medio y camino de santidad, realidad santificable
y santificadora”
Hallado en el Templo: cumple la voluntad divina aunque con sacrificio e
incomprensión. La misión divina de Jesús rompe toda medida humana y se
convierte para el hombre una y otra vez en un misterio oscuro. En aquellos
momentos se hace sentir en María algo del dolor de la espada que Simeón le
había anunciado (cf. Lc 2,35). Cuanto más se acerca una persona a Jesús, más
queda involucrada en el misterio de su Pasión.26

Misterios de la vida pública:


1. En su bautismo Jesús es manifestado como Hijo de Dios y Mesías, y a partir
de entonces comienza su ministerio público. Es modelo del bautismo
cristiano (nos hace hijos de Dios, el Espíritu Santo desciende sobre nosotros
y se no abre el acceso al Cielo).

25
RATZINGER, Joseph. Jesús de Nazaret. La Infancia de Jesús Ed. Encuentro. Barcelona 2007. 57
26
Ibíd. 76

13
2. Las tentaciones de Cristo forman parte de su victoria sobre el Maligno.
Cristo nos da ejemplo de cómo luchar contra el Maligno y vencerle. “Fue
probado en todo igual que nosotros, excepto en el pecado”(Hb 4, 15).

3. La actividad de Jesús durante su vida pública se centra en la predicación del


Reino de Dios. Su predicación es asequible, sencilla y clara, a la vez que
exigente. Jesús acompaña su doctrina con milagros. Son signos del Mesías
anunciado, señales de su misión y de su divinidad. Son comienzo y signo
de la liberación definitiva: anticipan la gran victoria de Jesús sobre el
“príncipe de este mundo” que será definitivamente establecida con la cruz.

14
CAPÍTULO III
PASIÓN Y MUERTE

Todos los testimonios neotestamentarios concuerdan en que la muerte en cruz


de Jesús fue un hecho histórico. Jesús fue injustamente condenado y sufrió la
afrentosa muerte en cruz. Este género de ejecución de una sentencia capital se
reservaba, en la legislación romana, a los crímenes políticos y a los esclavos
carentes de derechos. Aplicándose no sólo por especialmente cruel, sino
también por una pena sumamente infamante. Cicerón escribe: “La idea de la
cruz tiene que mantenerse alejada no sólo del cuerpo de los ciudadanos
romanos, sino hasta de sus pensamientos, ojos y oídos”27
En la Muerte de Jesús, por encima de las causas inmediatas históricas -el
Sanedrín, Pilato, los soldados- hay una causa de nivel más alto que sólo puede
ser conocida por la revelación: el plan y la disposición de Dios que han
permitido los actos nacidos de la ceguera de los hombres para realizar el
designio de nuestra salvación. Dios quiere que el hombre se arrepienta del
pecado y exprese su arrepentimiento interior con obras externas de penitencia,
obras de entrega a la voluntad divina. 28
Las penas derivadas del pecado se ordenan a la reparación del mismo. Dios las
permite porque son medicinales y se ordenan a un bien mayor: la vida
sobrenatural.
En el plan divino, el dolor purifica el alma, quita el obstáculo de la propia
voluntad que nos apartó de Dios, sirve, con la ayuda de la gracia, para reparar
el desorden del pecado en el hombre. El sufrimiento, secuela del pecado
original, recibe un sentido nuevo con la obra salvífica de Cristo.
La reparación plena de los pecados de los hombres se da por la Pasión y Muerte
de Cristo. Dios Padre no es causa directa de la Muerte de su Hijo. La permitió
porque de ahí vendría un bien mayor. Entregó a Cristo a la Pasión y Muerte
porque según su eterna voluntad las dispuso para reparar los pecados del género
humano. Valor inmenso de la salvación de las almas para Dios.

27
KASPER, Walter, Jesús, el Cristo, Ediciones Sígueme, Salamanca 1978, 131
28
FERRER, Vicente. Jesucristo, nuestro Salvador: Iniciación a la cristología, Ed. Rialp. Barcelona, 2015, 135
164

15
Autores de la Pasión de Cristo (su causa eficiente):
Los que tenían la intención de matarlo, lo condenaron y le hicieron sufrir los
tormentos que produjeron su muerte. Detrás de ellos actúa Satanás, homicida
desde el principio (cfr. Jn 8, 44). Pero también los pecadores 44 son autores de
la Pasión: “la Iglesia no duda en imputar a los cristianos la responsabilidad más
grave en el suplicio de Jesús”29
“Aunque las autoridades de los judíos con sus 4 seguidores reclamaron la
muerte de Cristo, lo que se perpetró en su pasión no puede ser imputado
indistintamente a todos los judíos que vivían entonces ni a los judíos de hoy
(...). No se ha de señalar a los judíos como reprobados por Dios y malditos como
si tal cosa se dedujera de la Sagrada Escritura”.30
Cristo aceptó libremente su Pasión y su Muerte por amor a su Padre y a los
hombres que el Padre quiere salvar. Se entregó libre y voluntariamente a la
Pasión, por amor nuestro.
Pero esa entrega no significa en modo alguno que se matara a sí mismo, sino
que no impidió, pudiendo, la acción de los que le ajusticiaron. Flp 2, 8: “Se
humilló a sí mismo haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz”. Se
trata de una obediencia vivida por amor. El verdadero amor a Dios se muestra
cumpliendo libremente su voluntad.
Jesús padeció por parte de los judíos, de los gentiles y de los que le seguían
(Judas, Pedro, abandono...). Padeció en su alma: todos los pecados de los
hombres, tristeza y temor ante la muerte cierta, caída de Judas, escándalo de sus
discípulos, humillaciones, injusticias, burlas e insultos. Padeció en su cuerpo:
flagelación, coronación de espinas, crucifixión, agonía en la cruz hasta la
muerte.
“Mérito” es el derecho a un premio o retribución por una obra realizada. Con
relación a Dios, el hombre propiamente no tiene ningún derecho ante Dios. Si
puede merecer algo ante Dios, es porque Él previa y libremente ha establecido
retribuir algunas acciones nuestras nacidas del amor. No aparece la palabra en
la Escritura, pero sí su contenido. Todas las acciones de Cristo son meritorias
(nacen de su amor y libertad) y obtienen del Padre nuestra salvación. Pero en su
Pasión mereció de modo particular. Cristo mereció la vida sobrenatural para

29
Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica 598
30
Nostra aetate 4

16
todos los hombres y para todos la gracia que quita el pecado: se ofreció por
nosotros como Cabeza nuestra.
La Satisfacción es la reparación de una falta u ofensa mediante la entrega de
alguna compensación. Con Dios, analogía: significa la acción que Dios requiere
del hombre para cancelar su pecado (arrepentimiento, obras de penitencia).
“Por su obediencia hasta la muerte, Jesús llevó a cabo la sustitución del Siervo
doliente que ‘se dio a sí mismo en expiación’, ‘cuando llevó el pecado de
muchos’, a quienes ‘justificará y cuyas culpas soportará’ (cfr. Is 53, 10-12). 10-
12 Jesús repara por nuestras faltas y satisface al Padre por nuestros pecados”: 31
La Pasión de Cristo satisface por los pecados del mundo. Es una satisfacción
vicaria: “del justo por los injustos” (1 P 3, 18). 18 El Hijo de Dios, Santo y
Justo, pero hecho solidario por amor con nosotros pecadores, representándonos
a todos y llevando las penalidades de nuestro pecado, como víctima del pecado,
intercede por todos para cancelar nuestra falta.
Así se deben interpretar algunos textos de la Escritura como 2 Cor 5, 21 (“a
quien no conoció pecado Dios le hizo pecado por nosotros”) o Gal 3, 13 (“nos
redimió de la maldición de la Ley haciéndose por nosotros maldición”).
Sacrificio es el ofrecimiento hecho a Dios de algo propio, signo de la entrega
interior a Dios y de la renuncia a sí mismo, para reconciliarnos con Él. El valor
del sacrificio exterior está en ser signo del sacrificio interior o espiritual (entrega
del alma a Dios por amor), elemento principal del sacrificio. La Pasión es un
sacrificio porque en ella Cristo se ofrece voluntariamente a su Padre para
reconciliar a los hombres con Dios. Por parte de los que le crucificaron la Pasión
no fue ningún sacrificio, Sino iniquidad; pero por parte de Cristo que padecía
libremente y por amor, fue un acto supremo de entrega, un verdadero sacrificio.
Cristo no sólo mereció que Dios Padre nos otorgue la gracia, sino que el mismo
Cristo es quien nos la comunica. La salvación de cada uno procede de nuestra
Cabeza, como la vida de los sarmientos procede de la vid. La causa eficiente
principal de la gracia de la salvación sólo puede ser Dios; pero Dios produce
esta gracia en nosotros mediante la humanidad de Jesucristo que es el
instrumento de la divinidad para comunicar -y no sólo para merecer- todas las

31
Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica 615

17
gracias a los hombres. Las acciones realizadas por Cristo en el pasado tienen un
poder divino y alcanzan con su eficiencia toda la historia.
La contemplación de la Pasión de Cristo nos mueve a amarle, ya que Él nos ha
dado pruebas de la verdad y de la grandeza de su amor. Nos mueve a la
contrición, a la conversión, a evitar el pecado (apreciamos más claramente su
malicia), a seguir a Cristo e imitarle y a la generosidad para abrazar la voluntad
de Dios (aunque a veces suponga cargar con la cruz).
La Pasión de Cristo nos enseña el sentido del dolor: Jesús no ha eliminado
nuestros sufrimientos ni nos evita la muerte, pero los ha transformado. Ahora
esas penalidades no son una simple pena del pecado, sino que sirven de
purificación y de mérito, son participación de su cruz y de su obra redentora,
son camino de la salvación y de la verdadera vida.
La muerte de Jesús tiene, por tanto, que ser leída y entendida desde su condición
de mensajero del Reino, a la vez que desde la experiencia de la resurrección, o
acreditación de ese mensajero por Dios más allá de la desacreditación que los
hombres hicieron de él. Reino, muerte y resurrección constituyen el triángulo
hermenéutico desde dentro del cual hay que comprender el destino y la persona
de Jesús32

32
GONZALES DE CARDENAL, Olegario, Cristología, BAC, 2001, 95

18
CAPÍTULO IV
GLORIFICACIÓN

Para el racionalismo sólo son “históricos” aquellos sucesos cuyas causas y


efectos son intramundanos y comprobables por la experiencia. Por eso según la
crítica histórica, en la mente de los discípulos poco a poco se fue abriendo la
creencia de la resurrección, que realmente nunca aconteció: fue la fe en Jesús la
que creó la idea de la resurrección. 33
Otros autores, aun aceptando la verdad de la Resurrección, la califican como
acontecimiento “ahistórico” o “metahistórico” y no “histórico”. Riesgo de
negarla, porque en el lenguaje usual, lo que no es histórico no se puede decir
que haya ocurrido verdaderamente.
La Escritura insiste de muchas formas en la realidad de la Resurrección (ej. Lc
24, 34: “¡El Señor ha resucitado realmente y se ha aparecido a Simón!”). La
Tradición repite que Jesús resucitó verdaderamente.
Es un acontecimiento real verificado en un marco preciso de lugar y tiempo,
con manifestaciones históricamente comprobadas por testigos fiables que nos
lo transmitieron. Signos suficientes como para poder afirmar que
verdaderamente sucedió: el sepulcro vacío y la comprobación por las
apariciones de Jesús resucitado. Goza al menos de la misma historicidad que
cualquier otro suceso real acaecido en el pasado.
“Ante estos testimonios es imposible interpretar la Resurrección de Cristo
fuera del orden físico, y no reconocerla como un hecho histórico. Sabemos por
los hechos que la fe de los discípulos fue sometida a la prueba radical de la
pasión y muerte en cruz de su Maestro (...). Los evangelios, lejos de mostrarnos
una comunidad arrobada por una exaltación mística, nos presentan a los
discípulos abatidos (‘la cara sombría’: Lc 24, 17) y asustados.
Por eso no creyeron a las santas mujeres que regresaban del sepulcro y ‘sus
palabras les parecían como desatinos’ (Lc 24, 11). Cuando Jesús 11 se
manifiesta a los once en la tarde de Pascua, ‘les echó en cara su incredulidad y
su dureza de cabeza por no haber creído a quienes le habían visto resucitado’
(Mc 16, 14)”.34

33
FERRER, Vicente. Jesucristo, nuestro Salvador: Iniciación a la cristología, Ed. Rialp. Barcelona, 2015, 185
34
Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica 643

19
“Muy al contrario, su fe en la Resurrección nació -bajo la acción de la gracia
divina de la experiencia directa de la realidad de Jesús resucitado”. 35
“Acontecimiento histórico demostrable por la señal del sepulcro vacío y por la
realidad de los encuentros de los Apóstoles con Cristo resucitado, no por ello la
Resurrección pertenece menos al centro del Misterio de la fe en aquello que
trasciende y sobrepasa a la historia”.36
La Resurrección es objeto de fe en cuanto
1) intervención trascendente de Dios mismo en la historia: es obra de la
Santísima Trinidad;
2) glorificación de Cristo (perfecta participación de su humanidad en la vida
divina);
3) al sentido y valor salvífico que tiene para nosotros (Cristo resucitado es
nuestro Salvador que nos libra del pecado y nos comunica la vida de Dios).

Según las Escrituras, el Padre resucita a Jesús (ej. Hch 2, 24), el Hijo resucita
por su propia 24 virtud y poder (ej. Jn 10, 17-18), el Espíritu 17-18 Santo
resucita a Jesús (ej. Rom 8, 11). Es una 11 obra de la omnipotencia divina
común a las tres divinas Personas de la Santísima Trinidad (ej. 2 Cor 13, 4).
La Resurrección de Cristo no es una vuelta a la vida terrena, sino un paso a otra
vida más allá del tiempo y del espacio. Su cuerpo es glorioso: es al mismo
tiempo auténtico (material) y espiritual. Puede aparecer donde, cuando y como
quiere (propiedades de agilidad y sutileza); es glorioso e incorruptible e
inmortal (propiedades de gloria e impasibilidad).
“La Resurrección de Jesús es la verdad culminante de nuestra fe en Cristo,
creída y vivida por la primera comunidad cristiana como verdad central,
transmitida como fundamental por la Tradición, establecida en los documentos
del Nuevo Testamento, predicada como parte esencial del Misterio Pascual al
mismo tiempo que la Cruz”. 37
La Resurrección de Cristo revela su divinidad (pero hace falta la fe para captar
y confesarla pues en sus apariciones la divinidad no es visible). Revela también
que Cristo es el Salvador del mundo: aunque desde su Encarnación Jesús era el
Hijo de Dios y el Mesías, en su Resurrección se manifestó su condición de

35
Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica. 644
36
Ibíd. 647
37
Ibíd. 638

20
Salvador poderoso de todos los que creen en Él. La Resurrección de Cristo
confirma la veracidad de su doctrina. Es la “señal de Jonás” (Mt 12, 38), el
Templo reconstruido en tres días (“hablaba del santuario de su cuerpo” (Jn 2,
20-21).
Los judíos entendieron el significado de sus palabras: pusieron custodia en el
sepulcro y lo sellaron (cfr. Mt 27, 62-66). La Resurrección de Cristo es principio
y causa de nuestra resurrección futura. Es también principio de nuestra
resurrección espiritual, la fuente de la nueva vida del alma. La gracia que nos
libera del pecado y nos hace justos proviene del Resucitado: es participación de
la vida divina, nos hace hijos de Dios.
Si escuchamos a los testigos con el corazón atento y nos abrimos a los signos
con los que el Señor da siempre fe de ellos y de sí mismo, entonces lo sabernos:
Él ha resucitado verdaderamente. Él es el Viviente. A Él nos encomendamos en
la seguridad de estar en la senda justa. Con Tomás, metemos nuestra mano en
el costado traspasado de Jesús y confesamos: «¡Señor mío y Dios mío!» (Jn
20,28).38
La Ascensión del Señor es un acontecimiento a la vez histórico y trascendente.
Con la Ascensión se completa la manifestación de la gloria de Cristo comenzada
con su Resurrección. Jesucristo, Cabeza de la Iglesia, nos precede: con su
Ascensión nos ha abierto el acceso a la vida y a la felicidad de Dios en el cielo.
Jesucristo, Sacerdote de la nueva y eterna Alianza, en el cielo intercede sin cesar
por nosotros. Constituido Señor con poder a la derecha del Padre, nos comunica
los dones divinos por la acción del Espíritu Santo.
La versión griega del AT (LXX) tradujo el nombre de Yahvé con el cual Dios
se reveló a Moisés (Ex 3, 14) por “Kyrios” (Señor). Desde entonces fue el
nombre más habitual para designar a Dios. El NT utiliza el título “Señor” para
Jesús: expresa así la divinidad de Cristo. La acción de sentarse a la derecha del
Padre significa la entronización de Jesús como Rey y la inauguración de su
reinado. Es Rey desde su Encarnación (cfr. Lc 1, 33; Jn 18, 33-37), pero también
por habernos rescatado al precio de su sangre, y se manifiesta como “Rey de
yes y Señor de señores” a partir de su glorificación. Su reino es sobrenatural,
eterno, no tendrá fin. Su reinado es universal.

38
RATZINGER, Joseph. Jesús de Nazaret. Desde la Entrada en Jerusalén Hasta la Resurrección Ed. Encuentro.
Barcelona 2007.

21
CAPÍTULO V
MISTERIO DE LA REDENCIÓN
La cristología estudia el misterio de Cristo: de su persona y de su obra redentora
en una unidad indisoluble. Jesús es el Hijo de Dios hecho hombre y, a la vez, el
Salvador esperado. No se pueden separar estos dos aspectos:
1) la finalidad de su venida al mundo es precisamente la salvación de los
hombres;
2) Únicamente el Hijo de Dios puede realizar una auténtica redención del
pecado del mundo. Vamos a ver en la segunda parte de Cristología la acción
redentora, teniendo presente lo visto ya acerca de su persona.
Todos los hombres albergan una esperanza profunda de alcanzar la verdad y el
bien y un anhelo de conseguir la felicidad. “La Iglesia reconoce en las otras
religiones la búsqueda, ‘entre sombras e imágenes’, del Dios desconocido pero
próximo ya que es Él quien da a todos la vida, el aliento y todas las cosas y
quiere que todos los hombres se salven.39
Así, la Iglesia aprecia todo lo bueno y verdadero que puede encontrarse en las
diversas religiones”. “Pero, en su comportamiento religioso, los hombres
muestran también límites y errores que desfiguran en ellos la imagen de Dios”.40
Cristo revela que Dios nos ama y nos destinó antes de la creación del mundo a
una alianza que nos hace participar de su vida infinitamente feliz.
La Biblia nos enseña que el origen del mal y del sufrimiento está en el “misterio
de iniquidad” que es el pecado: el de unos ángeles y los de los hombres,
principalmente el original, pero también los personales de cada hombre y cada
mujer. El hombre con sus solas fuerzas no puede liberarse del pecado y sus
consecuencias. La liberación verdadera y completa del hombre procede
únicamente de Dios: “la prueba que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros
todavía pecadores, murió por nosotros” (Rom 5, 8Rom 5, 8). La imagen de Dios
en la persona humana ha sido oscurecida y desfigurada por el pecado, pero no
destruida totalmente.
Al defender la capacidad de la razón humana para conocer a Dios, la Iglesia
expresa su confianza en la posibilidad de hablar de Dios. Puesto que nuestro

39
Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica 843
40
Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica 844

22
conocimiento de Dios es limitado, nuestro lenguaje sobre Dios lo es también.
Las perfecciones de las criaturas reflejan la perfección infinita de Dios.
Podemos nombrar a Dios a partir de las perfecciones de sus criaturas.41
Dios trasciende toda criatura. Es preciso, pues, purificar sin cesar nuestro
lenguaje de todo lo que tiene de limitado, de imperfecto. Nuestras palabras
humanas quedan siempre más acá del Misterio de Dios. Al hablar así de Dios,
nuestro lenguaje se expresa ciertamente de modo humano, pero capta realmente
a Dios mismo, sin poder, no obstante, expresarlo en su infinita simplicidad. 42
“Al entregar a su Hijo por nuestros pecados, Dios manifiesta que su designio
sobre nosotros es un designio de amor benevolente que precede a todo mérito
por nuestra parte: ‘En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado
a Dios, sino en que él nos amó y nos envió a su Hijo como propiciación por
nuestros pecados’ (1 Jn 4, 101 Jn 4, 10). ‘La prueba de que Dios nos ama es que
Cristo, siendo nosotros todavía pecadores, murió por nosotros’ (Rm 5, 8Rm 5,
8)”.
El designio divino de salvación a través de la muerte de Cristo había sido
anunciado antes en la Escritura como misterio de redención universal. La
muerte redentora de Jesús cumple, en particular, la profecía del Siervo doliente
(cfr. Is 53, 7-8Is 53, 7-8, Hch 8, 32-35Hch 8, 32-35). 43

Cristo Mediador44
Mediador es nombre de oficio. Se aplica a quien hace de medio entre los que
están separados para reconciliarlos, o para unirlos de alguna forma. En la
economía divina, los mediadores no son primariamente representantes del
pueblo ante el Señor, sino representantes de Dios. La alianza y la salvación
vienen de lo alto; no es obra humana. “Jesucristo es verdadero Dios y verdadero
Hombre en la unidad de su Persona divina; por esta razón Él es el único
Mediador entre Dios y los hombres”45.

41
Ibíd. 39- 41
42
Ibíd. 42- 43
43
Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica. 604
44
FERRER, Vicente. Jesucristo, nuestro Salvador: Iniciación a la cristología, Ed. Rialp. Barcelona, 2015, 135
45
Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica. 480

23
Cristo, mediador de la Nueva y eterna Alianza:
Las anteriores alianzas eran parciales e imperfectas, pues no hacían a los
hombres partícipes de la intimidad divina. Jesús nos revela plenamente al Padre,
quita el pecado del mundo y establece la verdadera comunión de vida entre Dios
y los hombres. Cristo es el único Mediador entre Dios y los hombres: sólo Él
une a los hombres con Dios (Jn 14, 6Jn 14, 6: “Nadie va al Padre sino por mí”).
Hay otros mediadores, pero subordinados a Cristo y partícipes de su mediación.
Existen grados de mediadores subordinados (sólo Cristo repara el pecado y
comunica la gracia por sí mismo):
1) la Virgen María Mediadora de todas las gracias,
2) los ángeles,
3) los santos,
4) los sacerdotes y
5) todos los cristianos. CR2 16 de 55
“Uno solo es el Mediador entre Dios y los hombres: Jesucristo hombre, que se
entregó a sí mismo en redención de todos”: 3 1 Tim 2, 5-61 Tim 2, 5-6.
Cristo en cuanto Dios no tiene condición de medio (no difiere del Padre ni del
Espíritu Santo). Tampoco la tiene simplemente por el hecho de ser hombre. La
tiene en cuanto es hombre lleno de gracia y con su entrega (vivificada por esa
plenitud de gracia) reconcilia los hombres con Dios. La unión hipostática es el
fundamento de su mediación: si Cristo no fuera Dios hecho hombre, no tendría
la plenitud de gracia y, por tan- to, no sería Mediador. Cristo ejerce su
mediación como Sacerdote, Profeta y Rey.
Cristo, Sacerdote de la nueva Alianza:
El sacerdote es mediador entre Dios y los hombres. Pero el término “mediador”
es más amplio que el de “sacerdote”. No toda mediación es un sacerdocio
(profetas, reyes, etc.). La suya es la principal: consiste en unir y reconciliar a
los hombres con Dios quitando el pecado. Ofrece sacrificios para reconciliar-
nos con Dios. Cristo es el único y sumo Sacerdote que con su sacrificio nos re-
concilia con Dios. Todo otro sacerdocio (ministerial o común) es participación
de su sacerdocio y subordinado a él. Su sacerdocio es distinto y superior al
levítico, y es eterno.

24
Cristo, Profeta: mediador y plenitud de la revelación:
Es mucho más que los profetas del AT y se distingue de todos ellos: “en diversos
momentos y de muchos modos habló Dios en el pasado a nuestros padres por
medio de los profetas. En estos últimos días nos ha habla- do por medio de su
Hijo” (Heb 1, 1-2Heb 1, 1-2). El Hijo de Dios, al venir a este mundo, como
hombre, es el mediador perfecto de la revelación pues nos manifiesta a Dios a
quien ve y oye. Él es la misma verdad. Él es la plenitud de la revelación: es la
Palabra única y perfecta del Padre. Dios en su Verbo lo ha dicho todo: no habrá
otra palabra más que ésta. Nos libera de la ignorancia y del error.
Jesucristo, Rey
Cristo se presenta como Buen Pastor y Rey: “el pueblo de Dios participa (...) en
la función regia de Cristo. Cristo ejerce su realeza atrayendo a sí a todos los
hombres por su muerte y su resurrección. Cristo, Rey y Señor del universo, se
hizo el servidor de todos, no habiendo ‘venido a ser servido, sino a servir y dar
su vida por mu- chos’ (Mt 20, 28Mt 20, 28). Para el cristiano, ‘servir a Cristo
es reinar’46
La Iglesia también ha presentado a Cristo como Legislador (nos da la Ley
nueva de la gracia y de la caridad), o como Juez (dispensa la gracia y el perdón
de los pecados, y premia con la gloria).
Dios quiso que la humanidad tuviera su principio en Adán. Éste pecó no sólo
como persona individual, sino también como cabeza del género humano, y su
acción implicaba a toda su descendencia (cfr. Rom 5, 12-19Rom 5, 12-19).
Cristo es el “nuevo” o “segundo” Adán. Dios quiso que Jesucristo fuera el
principio y la causa de la vida sobrenatural de todos, el inicio de una humanidad
redimida. Adán y Cristo son principios de todo el género humano: el primero
en cuanto a la naturaleza y al pecado, Cristo en cuanto a la salvación. Cristo es
el hombre nuevo y perfecto, superior a Adán y a todos los hombres, el ejemplar
de todos los demás.
Cristo en cuanto hombre es Cabeza del género humano. Tiene la misma
naturaleza de los hombres y es solidario con todos ellos. Es Cabeza de los
hombres porque tiene una preeminencia sobre ellos por su plenitud de gracia,
en virtud de la cual es el más perfecto y el ejemplar de cada uno de los hombres.
Es Cabeza del género humano porque es el principio de la gracia de todos los
46
Lumen gentium 36

25
hombres, el salvador de todos ellos. El fundamento o raíz de la plenitud de
gracia de Cristo hombre es la unión hipostática: si Cristo no fuera Dios hecho
hombre, no sería Cabeza del género humano.
Solidaridad de Cristo con el género humano:
1) física, de la sangre (comparte nuestra naturaleza, es hijo de Adán);
2) moral e intencional por el amor (nace de la libre voluntad de Jesús, de su
amor, virtud que une e identifica al amante con el amado y que hace que las
cosas del amado sean como propias; “me ha amado y se ha entregado a sí mismo
por mí” (Gal 2, 20Gal 2, 20).
Cristo representa a los hombres ante Dios y se ofrece por todos, pero
propiamente no nos sustituye: no decide por nosotros, puesto que debemos
arrepentirnos de los pecados e incorporar- nos voluntariamente a Él como
miembros suyos; y tampoco nos ahorra en esta vida las penas del pecado,
incluida la muerte.

26
CAPÍTULO VI
FRUTOS DE LA REDENCIÓN
Jesús es el salvador absoluto y el portador de la esperanza de la humanidad que
atrae a todos a sí. En él ha alcanzado la universalidad de la voluntad salvífica
divina, en la singularidad de un hombre histórico, una concreción insuperable y
ya irrevocable. Jesús es, a través de su humanidad, el camino por el que la
Palabra de Dios llega a los hombres en el curso de la historia, y el camino
asimismo por el que los hombres pueden llegar a Dios. La redención acontece
como una historia humano-divina de comunicación en el amor. Dios Padre se
revela a sí mismo en el Hijo por medio del Espíritu Santo para que los hombres
puedan decir a través del Espíritu y junto con el Hijo Abba, Padre (cf. Gal 4,4-
6; Rom 8,15. 29)47
La voluntad salvífica universal de Dios se centra en Cristo. Quiere que todos
los hombres se salven participando de la redención de su Hijo hecho hombre:
“por todos ha muerto Cristo” (2 Cor 5, 15). 15 Se llama “redención objetiva” a
la obra del Redentor, tanto en su vida terrena como desde el cielo en su vida
gloriosa, con la cooperación del Espíritu Santo.
Esta obra es causa de la salvación. Se llama “redención subjetiva” a la
participación de los frutos de la obra de Cristo en cada uno de los hombres. Por
la acción del Espíritu Santo, Cristo ofrece a cada hombre la salvación, pero el
hombre puede rechazar la gracia que se le ofrece.
La omnipotencia divina alcanza a todos los hombres y hace que las acciones y
méritos de Cristo se puedan aplicar y puedan tener eficacia salvífica en cada
uno. Aunque ese poder es común a las tres Personas divinas, se suele apropiar
al Espíritu Santo. La Iglesia, cuya Cabeza es Cristo, tiene una relación
indispensable con la salvación de cada hombre. Es “sacramento universal de
salvación” Toda la gracia proviene de Cristo, es 48 comunicada por el Espíritu
Santo, y está misteriosamente relacionada con la Iglesia. “La Iglesia peregrina
es necesaria para la salvación, pues Cristo es el único Mediador y camino de
salvación y se hace presente a nosotros en su Cuerpo, que es la Iglesia” 48
El hombre tiene que incorporarse libremente a Cristo y así puede recibir los
frutos de su obra redentora. El hombre se une a Cristo por la fe viva y los

47
MÜLLER, Gerhard, Dogmática, Editorial Herder, Barcelona 2009, 372
48
Lumen gentium 48

27
sacramentos de la Iglesia. Fe viva: nadie puede salvarse sin la fe, que es el
fundamento y el origen de toda justificación. La fe viva obra por la caridad, está
acompañada por el arrepentimiento y por obras. Sacramentos: nos hacen
participar de los frutos de la Redención. Entre ellos destacan el bautismo (sin él
no hay unión con nuestro Salvador ni vida sobrenatural y es necesario para la
salvación) y la Eucaristía (hace a los fieles que le reciben una cosa con Él, y les
comunica la vida eterna).49
Ciertamente Dios concede a todos los hombres la gracia que salva (dada por
medio de Cristo en el Espíritu, y que tiene relación con la Iglesia). Pero
desconocemos el modo como la gracia llega a los no cristianos.
Es claro que cada uno de ellos tendrá que acoger libremente ese don divino para
salvarse. Efectos de la obra redentora de Cristo en los hombres:
1) nos libera del pecado, tanto en cuanto a la culpa como en cuanto a la pena,
en lo que se refiere tanto al alma como al cuerpo: de la ignorancia y de la
tristeza, del desorden de las pasiones, del dolor y de la muerte (purificación y
camino para la gloria);
2) nos hace partícipes de la vida divina y nos ha conseguido la vida eterna.
Otros efectos de la obra de Cristo:
3) Reconciliación, comunión y amistad con Dios;
4) Renovación interior del hombre nuevo por la participación de la vida divina;
3) Liberación de la muerte y resurrección de los cuerpos. En la reparación de la
vida del alma, dos aspectos: liberación del pecado por la Pasión, nueva vida del
alma por la Resurrección de Cristo. En la reparación de la vida corporal
también: destrucción de la muerte por la Muerte de Cristo, nueva vida de
nuestro cuerpo o resurrección por la Resurrección de Cristo.
La salvación es una realidad principalmente escatológica: se dará completa
cuando Cristo reaparezca con gloria al fin del mundo y todos sus enemigos sean
puestos bajo sus pies. Ahora ya alcanzamos la salvación (el mundo ya está
salvado), aunque todavía no es completa. Ahora ya poseemos realmente la
semilla de vida eterna y por eso tenemos la certeza de recibir sus frutos en
plenitud.

49
FERRER, Vicente. Jesucristo, nuestro Salvador: Iniciación a la cristología, Ed. Rialp. Barcelona, 2015, 210

28
TABLA DE CONTENIDO

Pág.

INTRODUCCIÓN…………………….………………………………………………….3

CAPÍTULO I
LA ENCARNACIÓN………………………………………………………………….6
1.1 Realidad de la Encarnación……………………………………………..8
1.2 Unidad Personal de Jesucristo…………………………………………..9
CAPÍTULO II
MISTERIOS VIDA TERRENA DE CRISTO……………………………………….12

CAPÍTULO III
PASIÓN Y MUERTE……………………….…………………………………….….15

CAPÍTULO IV
GLORIFICACIÓN….……………………….…………………………………….….19

CAPÍTULO V
MISTERIO DE LA REDENCIÓN…………………….………………………….….22

CAPÍTULO VI
FRUTOS DE LA REDENCIÓN…………...…………………………………….….27

Tabla de contenido…………………………………………………………………29
Bibliografía…………………………………………………………………………..30

29
BIBLIOGRAFÍA
 Comisión Teológica Internacional, Cuestiones selectas de Cristología
(1979), ed, BAC, Madrid 2000,
 Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica
 Congregación para la Doctrina de la Fe, Decl. Mysterium Filii Dei, 1972,
 FERRER, Vicente. Jesucristo, nuestro Salvador: Iniciación a la cristología,
Ed. Rialp. Barcelona, 2015.
 Gaudium Et Spes
 GONZALES DE CARDENAL, Olegario, Cristología, BAC, 2001,
 KASPER, Walter, Jesús, el Cristo, Ediciones Sígueme, Salamanca 1978,
 MÜLLER, Gerhard, Dogmática, Editorial Herder, Barcelona 1998,
 Nostra aetate
 RATZINGER, Joseph. Jesús de Nazaret. Vida Pública. Ed. Encuentro.
Barcelona 2007.
 https://mercaba.org/Cristologia/la_cristologia_fuente_dela_teologia.htm
 http://www.seleccionesdeteologia.net/selecciones/llib/vol31/123/123_meier.
pdf

30

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