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GLOBOS BOLSIVERDES

Desde 1907 a cada vuelta que da calendario, surgen los primeros días del año
entre los Andes, por allá en el macizo colombiano, gigantescos monstruos de
papel, estos asoman su vuelo entre las cordilleras, van dejando a su paso
alegrías para miles y nostalgias para aquellos que dedicaron cada matiz de su
vida en la creación. Estas figuras, inauguradas desde el relato popular por una
particular construcción de cien pliegos que representaba un cerdo negro, no
solo hacía alusión al apodo de un personaje típico, sino que marcaría la
transgresión de una generación con altos valores morales cristianos, hasta
establecer un punto de referencia fundamental para los juegos carnales o
carnavales. Esta transfiguración permitía al artesano de su época jugar con la
imaginación y la creatividad, desbordaba en ingenio y cantidad, pues los globos
desafiaban todas las leyes de la gravedad con sus intempestivas formas, cuyas
dimensiones parecían y siguen pareciendo aves que migran por el azar de sus
condiciones, cuan bolsiverdes por el mundo, porque estamos aquí y allá, en
todas partes hay uno creando arte o artesanía, respondiendo con su destreza y
sus manos a la realidad que se lo trastoca.
Estas bestias siderales poseen una sola boca, la misma que es alimentada por
uno de los elementos más antiguos, el fuego, se nutren de él para extenderse,
dejando ver ante las miradas expectantes las pieles impregnadas de relieves,
trazos, mezclas de colores que recorren el alargado cuerpo; cuando el
impotente contorno se ha llenado por completo, genera esa sensación que
vence la espera hasta ser elevados. Los instantes entre el globo y el globero
son épicos, el viento es el abogado de dios o del diablo, dicen los que narran
este acontecimiento desde la gradería.
El globo representa para el bolsiverde de cualquier generación, como para el
foráneo que escuchó de oídas o pantallas sobre tal elevación, un lenguaje
particular que nos convoca a todos a mirar al cielo, a contemplar el firmamento
con figuraciones, colores, formas, sombras que se esconden entre las nubes
hasta que el horizonte las pierde, o el azar vuelca su espíritu encendido y
terminan convertidas en fénix.
Basta ver el panorama por primera o milésima vez para comprender: los
sentidos no están predispuestos para el desenlace, con el globo no existen
certezas, su creación simboliza la cuerda por donde transita el trapecista, bien
puede atravesar el equilibrado destino hacia la infinitud, o caer
estrepitosamente herido por la naturaleza.
La historia del globo dentro del municipio, es una muestra más de la revolución
artesanal que se viene consolidando a pasos agigantados. Los artesanos más
viejos y los que apenas comienzan lo saben. Fabricar un globo no es señal de
competencia, es motivo para la reunión, la cooperación de amigos, conocidos y
extraños que se recogen entre papeles multicolores, tejidos de amistad que
quedan plasmados entre almidones, pegamentos y sobre todo esfuerzo, ese
cumulo de fuerzas que logra concentrarse alrededor y aviva la llama con el
calor de la comunidad que añora su mágica despedida.

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