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FILOSOFÍA DE LA LIBERACIÓN

En realidad, desde su surgimiento a principios de la década de los setenta, la filosofía de


la liberación latinoamericana, a pesar de tener un propósito original y liberador, no ha
logrado constituir una filosofía propia con validez y reconocimiento universales, tal como
ha ocurrido en otras disciplinas, como ha sido el caso de la teología de la liberación, la
sociología, la literatura y el arte latinoamericanos. Según Ellacuría, una de las razones
principales que explicaría este fenómeno radicaría en que “en todos esos discursos
distintos, se da el rasgo común de haberse insertado en una praxis liberadora desde el
lugar que representan las mayorías populares como hecho universal y básico de nuestra
realidad histórica”. Esto no ha sido claro que haya ocurrido con la filosofía. “Los diversos
intentos de filosofía latinoamericana o de filosofía nacionalista no han enlazado
debidamente con la praxis correcta y no han entendido de modo adecuado la posible
función liberadora de la filosofía”. Aunque Ellacuría critica principalmente a la tendencia
de la filosofía de la liberación más preocupada por la identidad cultural de América Latina
y que concibe la liberación como la recuperación de una identidad perdida o alienada, su
crítica alcanza también a los filósofos de las otras tendencias. Para Ellacuría una filosofía
latinoamericana más que centrarse primariamente en el problema de la identidad cultural
y del sentido de la historia latinoamericana, debe ser pensada desde la realidad y para la
realidad histórica latinoamericana y al servicio de las mayorías populares que definen esa
realidad tanto cuantitativa como cualitativamente. Es esto justamente lo que, a juicio de
él, le puede dar a una filosofía latinoamericana originalidad, universalidad y eficacia
liberadora.

En la actualidad el problema de la filosofía de la liberación, señalado por Ellacuría, no se


ha modificado sustancialmente. Si bien en la década de los ochenta se realizaron varios
congresos y seminarios nacionales e internacionales que recogieron en su seno la temática
de la filosofía de la liberación, en la última década, exceptuando el diálogo y la discusión
entre la ética del discurso de Apel y la ética de la liberación de Dussel, su presencia en el
debate filosófico actual ha sido escasa, como lo señalamos antes; tampoco se puede
afirmar que la filosofía de la liberación en su conjunto haya tenido alguna influencia
significativa en el proceso socio-político latinoamericano más reciente o que haya tenido
alguna eficacia democratizadora, ya no digamos liberadora. En relación con los aportes
teóricos de Enrique Dussel, hay que destacar que ha sido uno de los pocos filósofos de la
liberación que ha ido modificando sus planteamientos originales de cara al fenómeno de
la globalización, y es quien se ha dedicado con mayor decisión, en los últimos treinta
años, a elaborar un sistema filosófico pretendidamente único y original que bautiza con
el término liberación.

INTEGRANTES DE LA FILOSOFÍA DE LA LIBERACIÓN

En una primera obra común del grupo de filósofos de la liberación que se congregó
gracias a esos tres eventos, participaron –entre otros– Enrique Dussel, Rodolfo Kusch,
Arturo Andrés Roig, Juan Carlos Scannone, Aníbal Fornari, Osvaldo Ardiles, Julio De
Zan, Horacio Cerutti, entre otros. Allí se afirmó, a modo de Manifiesto, que ese filosofar
no parte del ego (yo pienso, yo trabajo, yo conquisto...), sino desde los pobres y
oprimidos, y la praxis de liberación, tomando en serio los condicionamientos
epistemológicos y políticos del pensar mismo.

Caracterización general de la FL

Para la FL la praxis de liberación es el " acto primero”, punto de partida y lugar


hermenéutico de una reflexión humana radical, como es la filosófica, que usa como
mediación analítica intrínseca las aportaciones de las ciencias del hombre, la sociedad y
la cultura. Se trata de un nuevo modo de reflexión filosófica concreta, histórica e
inculturada, enraizada en la praxis liberadora, como contribución teórica a la misma. Pero
no por plantearse desde una perspectiva latinoamericana deja sin embargo de pretender
validez universal, aunque se trata de una universalidad situada (según la expresión creada
por Mario Casalla).

La FL, por ser filosofía, supera cualquier tipo de reduccionismo en su comprensión de la


liberación, considerándola como humana integral. A veces se relacionó con la TL
(Ellacuría, Dussel, Scannone), aportando a ésta su momento filosófico intrínseco y
sirviéndole de mediación para con las ciencias sociales. Sin embargo, aun en ese caso, no
dejó de respetarse la autonomía racional del filosofar.

Desde sus primeros planteos ese filosofar intentó superar tanto la mera relación sujeto-
objeto como la pura dialéctica " opresión-liberación”. Lo hizo a partir de la exterioridad,
alteridad y trascendencia ético-históricas del otro, del pobre, inspirándose en Lévinas,
pero reinterpretándolo desde América Latina, en cuanto pensó al pobre no sólo en forma
personal y ética, sino también social, histórica, estructural, conflictiva y política.

La FL se plantea según un círculo hermenéutico cuya primera fase implica una lectura y
discernimiento filosóficos (ético-antropológicos) de la realidad histórica, usando la
mediación de las ciencias correspondientes; y la segunda, una relectura de todos los
grandes temas de la filosofía a partir del nuevo horizonte abierto por la opción
preferencial por los pobres.

Situación actual

El panorama es el siguiente: casi todos los autores más representativos cuentan con un
pensamiento maduro y obras importantes, de entre las cuales sólo citaré una como
muestra: la última ética de Dussel, a saber: Ética de la liberación en la época de la
globalización y la exclusión. Hay representantes de esa filosofía en casi toda América
Latina, así como en otros Continentes. Ha entrado en diálogo con los autores y
movimientos filosóficos actuales más reconocidos; en ese contexto conviene mencionar
el diálogo con la ética del discurso, a través de numerosos encuentros entre Dussel, Apel
y otros filósofos de América Latina, Europa y Norteamérica. Se ha abierto a nuevas
propuestas, v.g. a la filosofía intercultural (Fornet-Betancourt, Dina Picotti), la filosofía
del género, etc.

Después de 30 años, la mayoría de los firmantes del Manifiesto de 1973 se reunieron en


el 2003, en Río Cuarto (Argentina), para un diálogo renovado, a pesar, más acá y más allá
de las confrontaciones entre las distintas corrientes antes mencionadas. Así quedaron
confirmados los puntos siguientes: 1) la vigencia y actualidad de ese movimiento; 2) el
acuerdo en cuestiones metodológicas y temáticas fundamentales, como las ya tratadas; 3)
una crítica filosófica renovada a la situación agravada de los pobres en el mundo y en
América Latina, así como a la ideología y prácticas neoliberales; 4) la contribución teórica
- desde la filosofía- a nuevas alternativas viables de liberación, en especial en referencia
a una globalización alternativa. Pues, como lo expresó el Foro Social de Porto Alegre: "
Otro mundo es posible".

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