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Paul Heggarty
l. Introducción
Agradecemos al Dr. Rodolfo Cerrón-Palomino por sus valiosos y generosos consejos a lo largo de los
últimos tres años, tanto en lo vinculado con nuestros datos como en lo concerniente a nuestras dudas
en diferentes aspectos de la lingüística andina. De igual manera, no hubiera sido posible esta presen-
tación de nuestro estudio sin el empei10 de Dante Oliva León, quien nos ayudó a lo largo del proceso
de su adaptación al castellano, y las agudas observaciones finales de Marco Ferrell, así como también
una mas del Dr. Rodolfo Cerrón-Palomino.
2 Sin pretender pronunciamos en el tema, para los fines puramente prácticos seguimos en el presente
artículo la nomenclatura propuesta por Cerrón-Palomino (1993). Así, el aru de Torero y el jaqi de
Hardman serán simplemente nuestro aimara (en tanto familia, y no en tanto lengua); mientras que
la lengua que para estos dos últimos autores es el aimara corresponde a lo que aquí siempre calificamos
de aimara sureño.
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Pau/ Heggarty: Enigmas en el origen de las lenguas andinas
3 Como bien consideramos más adel ante , el estudio relativo al aspecto fonético queda pendiente para
una posterior publicación.
4 Toda traducción de citas en el presente a11ículo es nuestra.
2. Avance de resultados
5 En el presente artículo seguimos la propuesta de no referirnos a las relaciones de parentesco entre las
lenguas con el térn1ino genético sino, más bien, con el término g<'nea/ógico. Este último nos parece
más adecuado y evita posibles confusiones con las relaciones genéticas, propiamente dichas, en tre las
poblaciones hablantes de tales lenguas.
6 Nuestro proyecto de investigación fue financiado mediante la beca número AN6720/APN 12536
(2001-04) de The Arts and Huma11ities Research Board en el Reino Unido; a ellos nuestro agrade-
12 Revista Andina
z o Figura 2. Cuantificaciones de semejanza en semántica léxica para 20 variedades de lenguas andinas
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~r J .O= diferencia tota l; 100 = identidad total. Las cifras en negrita denotan comparaciones entre
variedades de una misma familia lingüistica reconocida como tal.
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(/) Las ciúas en c:ursiva denotan comparaciones con el castellano. las que tienen un estatus
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particular. y se presentan aquí únicamente para fines ilustr:itivos.
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Che 91.1 81.3 76.7 79.4 72.2 71 .5 76.7 72.6 69.6 72.6 71.9 68.9 71.0 25.3 26.2 16.8 17.2 18.5 6.6 Q I: Chacpar
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Lrs 77.0 83.1 78.8 77.6 84.0 79.2 79.9 80.5 80.2 77. 0 79.1 29.0 29.4 16.5 16.0 18. 1 6.0 Q?: Laraos
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Trj 87.5 79.5 79.5 79.8 80.2 79.5 80.4 80.0 22.5 24.0 16.5 16.5 18.7 7.5 Q ll b: Troje ?m
Sm 77.4 77.6 78.1 79.4 77.3 77.8 78.2 21.0 22.7 16.0 15.8 17.6 7.5 Q llb: Serena :::,
Atl 87.3 86.7 86.5 87.3 83.3 84.1 26.6 27.7 19.3 18.8 20.6 7.4 Qllc: Atalla <e'
Cuz 89.9 90.9 90.0 86.4 87.9 25.3 26.2 20.3 20.5 22.4 7.2 Qilc: Cuzco
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Jqr 54.8 53.5 53.7 7.6 AC : Tupe (Jaqaru) (/)
ña). Este proyecto busca aplicar tales programas a datos lingüísticos en diferentes familias
de lenguas del mundo.
Muchos lingüistas reaccionan con comprensibles reservas frente a la aplicación de
técnicas de esta naturaleza, a pesar de que ya a nivel mundial se observa un intel\éS creciente
acerca de cómo tales métodos se pueden aplicar valiosamente al estudio histórico-compara-
tivo de las lenguas. Sin disponer del espacio suficiente para tratar a profundidad lo relacio-
nado con ei funcionamiento de los programas, remitimos a nuestros lectores a la nueva guía
de McMahon y McMahon (en prensa), la cual expone en detalle, a un público lingüista,
cómo funcionan y por qué ellos pueden revelarse como he1ramientas muy útiles para la
investigación de la historia de las lenguas, una vez configurados de manera apropiada para
usos lingüísticos.
Tanto la recolección de datos como los análisis de los mismos para producir las pre-
sentes cuantificaciones de semejanza, son trabajo realizado enteramente por el autor del
presente artículo. Las representaciones gráficas, por otro lado, son trabajo de Robert
McMahon, genetista colaborador en el mencionado proyecto, quien aplicó a nuestras
cuantificaciones de semejanza dichos programas filogenéticos. Debemos subrayar que estos
últimos fueron elaborados por otros investigadores fuera de nuestro proyecto. Utilizamos el
programa FITCH, el cual forma parte del paquete PHYLIP de Felsenstein (2001 ), y sobre todo
NeighborNet (parte del paquete SplitsTree 4) de Bryant & Moulton (2002), ambos especialis-
tas en bioinformática. Estamos en deuda con todos ellos por haber puesto a disposición
general dichos programas en la internet. Nosotros, pues, simplemente los hemos descargado
y configurado adecuadamente para interpretar datos lingüísticos y, posteriormente, hemos
introducido nuestras propias cuantificaciones de semejanza para obtener los gráficos.
La figura 3, por ejemplo, ilustra cómo nuestras cifras de semejanza se pueden conver-
tir en una representación bastante simple del tipo "estrella", por medio del programa FITCH.
Este programa insiste en que toda relación entre las lenguas sea representada con el esque-
ma del clásico árbol genealógico, es decir, de ramificaciones únicamente binarias. Para las
abreviaturas presentes en todos los gráficos, consultar la leyenda del mapa de la Figura 1.
Nótese que las líneas y su longitud representan grados de diferencia, y no de co-
nexión, entre las variedades. Además, el hecho de que ciertas variedades parezcan de alguna
u otra forma "vinculadas" a estas representaciones, no implica, de ninguna manera, que
dicha relación sea necesariamente una relación genealógica más que de contacto. Como se
explicará más adelante, nuestra postura metodológica está libre de considerar que cualquier
correspondencia léxica particular entre dos variedades, sea un caso o de verdadera cognación
o de préstamo. Dejaremos dichas interpretaciones para la sección 6. Así, nos resulta perfec-
tamente factible incluir en estos gráficos al chipaya y al castellano, pues aunque bien sepa-
mos que no están emparentados ni con el quechua ni con el aimara, resulta muy ilustrativo
ver exactamente el lugar que ocupan en los gráficos respecto de estas dos familias.
cimiento por su apoyo. Para más detalles sobre este proyecto, consulte nuestra página web:
www.shef.ac.uk/english/language/quantling. Nuestras investigaciones sobre el cauqui fueron apoya-
das por The Foundationfor Endangered Languages, www.ogmios.org.
14 Revista Andina
Paul Heggarty: Enigmas en el origen de las lenguas andinas
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Al MARA
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A2-StT
SUREÑO
A 1-Jqr A1 -Kwk
CENTRAL
Es sabido que hay precedentes en el estudio de las relaciones entre las lenguas
andinas, a partir de su semántica léxica, basados en el tradicional método de la lexicoestadística.
Así, el estudio de Torero ( 1972 [ 1970]) se limitó a la familia quechua y, por otra parte, el de
Hardman (1975 [1966]) a la familia aimara. Comparamos en la sección 6 algunos aspectos de
nuestros resultados con los de ellos.
El único intento significativo de tratar ambas familias dentro de un mismo estudio fue
el trabajo lexicoestadístico de Büttner ( 1983), pero este fue llevado a cabo con tan poco éxito
que resultó ampliamente desacreditado, y sus conclusiones descalificadas, debido a dos
fallas metodológicas fundamentales . La primera de ellas reside en una representación defor-
mada de los datos lingüísticos, consecuencia a su vez del inflexible esquema de análisis,
propio de la lexicoestadística. Más adelante volveremos a este punto.
16 Revista Andina
Pau/ Heggarty: Enigmas en el origen de las lenguas andinas
La segunda falla metodológica consiste en que las conclusiones que Büttner se penni-
tió, en base a sus datos, resultan de una argumentación circular, tal como lo señalaron la
mayoría de críticos, entre ellos Torero (2002: 149) y Cerrón-Palomino (2003 [ 1987] : 372-3 73).
Ésta consiste en valerse de sus datos lexicoestadísticos como supuesta prueba de que las
familias quechua y aimara están emparentadas, e incluso, especifica a nivel de tronco. En esto
Büttner seguía a algunos otros practicantes de la lexicoestadística, quienes durante su auge
buscaron emplearla no sólo como técnica para medir cuán estrechamente ciertas lenguas
estaban emparentadas entre sí (una vez que este hecho fuera establecido de manera convin-
cente por medio del método comparativo), sino también como un simplista " método de diag-
nóstico" para tratar de probar el parentesco en casos donde éste quedaba aún en duda :
El defecto de tal lógica consiste en la suposición de que la lista de significados de
Swadesh es de alguna manera inmune al préstamo, de tal modo que cualquier corresponden-
cia que se encontrase en la lista, necesariamente, se deba considerar como producto de un
origen común, sin haber contemplado seriamente la explicación alternativa de que se pueda
tratar de préstamos entre familias no emparentadas. Evitamos a toda costa tal equivocado
supuesto. Más adelante volveremos a tratar este punto.
Siguiendo nuestra postura metodológica, a priori queda del todo por establecer si el
quechua y el aimara están o no emparentados; pero, siendo así , ¿cómo podría intentarse
cualquier fonna de lexicoestadística, dado que este método se basa fundamentalmente en la
noción de la cognación y, por lo tanto, sólo tiene sentido aplicarlo a lenguas entre las cuales
ya sabemos que existe una relación genealógica comprobada? Se requiere, pues, de una
postura totalmente diferente sobre cómo abordar las correspondencias aparentes, en forma
y significado, en la semántica léxica y la cuestión de su potencial cognación.
Dado el actual estado de nuestros conocimientos -o la falta de ellos- nos quedamos
sólo con unos paralelismos en forma y significado -por ejemplo, *yaca- - *yaci- (saber) o
*warmi - *marmi (mujer)- que bien podemos identificar; pero sin que podamos tener la
seguridad en todos los casos de porqué ni cómo hayan aparecido, si por origen común o por
contacto. Tal como lo expresa Cerrón-Palomino (2000: 309): "( ... ) la objeción central de la
indistinción entre elementos cognados y préstamos [es] una de las más fuertes , aunque,
como se verá, el asunto no es fácil de sortear".
A pesar de ello, la situación tal vez no sea, como puede parecer, un callejón sin ~alida.
El solo hecho de que no podamos estar seguros del origen de una correspondencia determi-
nada no quiere decir que por lo tanto no nos quede más que echar a perder el conocimiento
lingüístico que tenemos, a propósito de la misma, como si careciera de toda utilidad . En lo
que sí podemos confiar, en muchos casos, es que a una correspondencia en forma y signifi -
cado como *yaca- - *yací- se le puede imputar, de manera más convincente, a algún tipo de
conexión histórica entre estas palabras (ya sea ésta el préstamo o el emparentamiento ), más
que al puro azar.
Proponemos, a continuación, una manera de aprovechar hechos de este tipo, los
cuales sí conbcemos con confianza, para investigar acerca de la naturaleza de las relaciones
entre las familias lingüísticas involucradas, pero sin caer en ninguna suposición sobre aque-
llos asuntos de los cuales no nos encontremos en condiciones adecuadas para estar segu-
ros. Es decir, en ningún momento, nos aventuramos a especificar en nuestros datos ninguna
opinión respecto de si una determinada correspondencia en forma y significado entre las
18 Revista Andina
Paul Heggarty: Enigmas en el origen de las lenguas andinas
lexemas que son o no correlatos, y ahí acaba cualquier semejanza con la lexicoestadística.
Sobre todo, nuestro método rechaza la falla más ampliamente criticada al método
lexicoestadístico: su insistencia simplista en selecciones absolutas del tipo "o todo o nada"
("sólo un lexema por significado", "o cognado o no", etc.). Así, expresa sus resultados
valiéndose únicamente de una clasificación binaria de O ó 1 para cada significado - dicho de
otra forma o bien 0% o bien l 00%-, dejando de lado todo tipo de valoración intermedia.
Hemos hecho, pues, todo lo posible a fin de concebir una estructura adecuada para nuestra
base de datos, que sea capaz de representar, de la manera más detallada, flexible y equilibrada
posible, la naturaleza exacta de las superposiciones y diferencias entre las lenguas en su
semántica léxica. De tal estructura se derivan directamente nuestras cuantificaciones mucho
más adecuadas que las que propondría la lexicoestadística tradicional.
No sorprende, pues, que el método y los cálculos que utilizamos sean mucho más
complejos que los de la lexicoestadística. Ello a tal punto que , sin disponer del espacio aquí
para explicar y justificar detalladamente todas nuestras asignaciones numéricas, en algunos
momentos nos veremos obligados a apelar a cierta "indulgencia" por parte de nuestros
lectores más escépticos. Así, apelamos a considerar cómo las cifras que proponemos efecti-
vamente coinciden bastante bien con aquellos análisis y juicios no cuantificados a los
cuales estamos más acostumbrados los lingüistas.
En efecto, como bien sabemos, el intento de cuantificar cualquier aspecto del lengua-
je es una tarea particularmente expuesta al escepticismo, lo que bien se puede comprender
dada la poco feliz historia en este campo hasta la fecha. Es justamente por eso que nuestros
métodos se han ido desarrollando dentro del contexto de una postura radicalmente nueva a
la cuestión de cómo se deben cuantificar y comparar las lenguas. Remitimos a los lectores
interesados a Heggarty (en preparación) 7 , donde se retoma esta tarea de cuantificación del
lenguaje, a partir de sus principios fundamentales, seguidos por una exposición completa de
nuestros métodos, tanto para la semántica léxica como para otros subsistemas del lenguaje,
tales como la fonética y la morfosintaxis.
Nuestra postura no es tan ingenua como para imaginar que cualquiera de nuestras
cifras constituya de alguna forma una cuantificación definitiva y absoluta, la única expresión
numérica correcta de los hechos lingüísticos. Una postura razonada frente a la cuantificación,
debe reconocer que no siendo el lenguaje una estructura inherente matemática, cualquier
intento para cuantificarlo inevitablemente no será más que una "interpretación" matemática
de conceptos lingüísticos. No podemos sino aspirar a una aproximación numérica que se
justifique por los hechos lingüísticos; en este caso las relaciones entre las lenguas en su
semántica léxica. Sin embargo, si la alcanzamos y podemos tener confianza en ella, entonces
ésta posee un gran valor potencial en tanto que nos permite abrir una extensa gama de
aplicaciones para el procesamiento numérico, tal como lo demostramos en la sección 6.
7 Cualquier investigador interesado puede solicitamos desde ya un a versión previa de los capítulos
relevantes a la semántica léxica.
20 Revista Andina
Pau/ Heggarty: Enigmas en el origen de las lenguas andinas
Aquí nos limitamos a dar una perspectiva general del método, lo cual se ilustrará
mejor por medio de ejemplos específicos de cómo evitamos las selecciones binarias e inflexi-
bles de la lexicoestadística para cada uno de los principales tipos de problemas que se
encuentran cuando se intenta representar y cuantificar el grado de semejanza en la semántica
léxica.
Dirección de
Sinónimo A Sinónimo B Evaluación
inteligibilidad
combinada para
Lengua' Forma en ¿Reconocida Forma en ¿Reconocida todos los sinónimos
2 1 2 1 2
-+ Len2ua len2ua en len2ua ? len2ua en len2ua ?
Cuzco -+ Chacpar urna sí = 1 - - 1/ 1 = 1
1 0 1 --
Chacpar -+ Cuzco urna sí = 1 piqa no = O /2 + /2 lz
=
Evaluación global de coincidencia en inteligibilidad: (1 + 112) ~ 2 = ·¡,
Sin embargo, la inteligibilidad mide sólo la coincidencia pasiva entre los sistemas, lo
cual no alcanza a registrar diferencias entre lenguas que tienen los mismos sinónimos, pero que
son empleados con diferente frecuencia en cada una de ellas. Se necesita, entonces, ulteriores
mecanismos para representar coincidencias entre los sinónimos, también en su empleo activo
en lenguas diferentes, lo que incluye la posibilidad de "ponderar" los sinónimos por su fre-
cuencia e importancia relativas. Estos mecanismos efectúan ajustes correspondientes a las
cifras de coincidencia (nom1almente unas pequeñas reducciones). Resulta, así, una escala de
diferentes grados de coincidencia entre sinónimos, tal como se observa en la Figura 6.
Nótese que mientras se han hecho algunos intentos por ajustar la lexicoestadística
tradicional para permitir que se reconozca sinónimos múltiples -por ejemplo en el trabajo de
Oyen et al. (1992: IE-DATAI .txt)- éstos todavía no alcanzan a diferenciar los tres primeros
casos en la figura anterior, pues todos se representarían indistintamente con cifras de seme-
janza de 100%.
Para enfocar nuestra cuantificación de semejanza únicamente en el nivel de la semán-
tica léxica, tal como Jo requiere el concepto de cognados, también para nuestros correlatos
hacemos abstracción de cualquier cambio fonético que pueda haber llegado a diferenciar las
formas fonéticas. (Para cuantificar la semejanza en el muy distinto campo de la fonética,
emplearemos un método completamente diferente en nuestro artículo posterior). Es decir,
empleamos aquí el término inteligibilidad en un sentido "lingüísticamente informado", por
el cual se considera a los correlatos siempre "inteligibles", aún entre variedades que los han
venido cambiando en "reflejos" fonéticos diferentes y propios.
También puede haber casos de coincidencia parcial entre la semántica léxica de len-
guas diferentes, cuando los lexemas correlacionados se distribuyen diferentemente entre los
diversos sentidos más específicos de un determinado significado en la lista 8 , y/o también en
8 Como se puede observar, empleamos los términos sentido y significado con un claro propósito que
los diferencia. Así, un sentido .es una manera semántica más específica de utilizar uno de los significa-
dos en nuestra lista comparativa.
22 Revista Andina
Paul Heggarty: Enigmas en el origen de las lenguas andinas
otros significados relacionados con éste pero de forma más indirecta. El significado sol
ofrece una valiosa ilustración de algunos de los muchos tipos diferentes de configuración
que puede haber, en este caso entre cinco de nuestras variedades andinas:
quechua de Atalla: posee inti en el sentido de cue,po celeste, pero rupay en el
sentido de luz/calor del sol;
aimara de Puqui : posee inti en el sentido de cuerpo celeste, pero tupi (correlato
con rupay) en el sentido de luz/calor del sol;
quechua de Laraos: posee inti en ambos sentidos; rupa- se conoce solamente en
cuanto a raíz verbal hacer calor (sol), quemar;
quechua de Chetilla: posee solamente rupay; no se conoce inti (salvo indirectamen-
te por medio del castellano);
el chipaya: tiene thuñi en el sentido de cuerpo celeste, pero siy en el senti-
do de luz/calor del sol; no se conoce inti; en cuanto a la raíz
lupi, ver más abajo.
Hay que recordar que la Jexicoestadística tradicional, o la versión de Dyen et al. (1992),
sólo hubiera podido proveer cifras absolutas de O o 1 para cada una de estas relaciones .
En la Figura 7 se expone una perspectiva general de cómo nuestro modelo llega a la
obtención de estas cifras. Simplificando en algo el procedimiento, se puede 1decir que el
método reconoce Jo que constituye efectivamente una escala de diferentes grados de coin-
cidencia en los significados entre los correlatos, como sigue:
inteligibilidad entera y exacta;
inteligibilidad próxima en subsentidos del mismo significado global (aquí, sol), que
asegura un alto grado de inteligibilidad;
inteligibilidad indirecta en un significado bastante diferente, pero siempre relaciona-
do de forma suficientemente próxima dentro del mismo campo semántico como para
contribuir, por lo menos, a un cierto grado de inteligibilidad;
ausencia de cualquier inteligibilidad.
Nuestro principio fundamental para expresar en cifras las relaciones entre las lenguas
es que, a falta de un argumento lingüístico indiscutible para proceder a cifras aún más
precisas, las relaciones se deben representar en términos de los escalones iguales que
numéricamente resulten más simples: a saber, para un caso como éste donde los escalones
son cuatro, las evaluaciones son de 1, \ , 1/ 3 y O respectivamente.
La Figura 7 ilustra igualmente cómo nuestro método incorpora en sus cálculos el
hecho de que uno de los dos subsentidos que reconozcamos es algo más básico que el otro.
En este caso, el sentido de cuerpo celeste se considera más básico que el enfoque más
estrecho, sólo en la luz o el calor que proviene del mismo. Siguiendo de nuevo el principio de
ponderación que aplicamos por defecto, esta relación se representa por la proporción des-
igual más simple que haya, o sea 2: 1.
Un ejemplo en el plano diacrónico puede ayudar a ilustrar la flexibilidad y adecuación
de nuestro modelo. Cerrón-Palomino (comunicación personal, 2004) nos informa que en el
sentido de luz/calor del sol, la lengua chipaya tiene una raíz nativa siy, pero que además la
forma aimara lupi es ya conocida por algunos hablantes del chipa ya. En tal contexto, bien se
puede imaginar que lupi podría acabar por entrar en el chipaya, tal como ya ha ocurrido con
varios préstamos del aimara. Nuestro sistema podría representar, por medio de una evalua-
ción progresivamente más alta de coincidencia con el aimara, varias fases en un proceso por
el cual tupi paulatinamente podría pasar a ser siempre más preeminente en el chipaya. Se
puede imaginar cómo podría pasar de un rol de sinónimo menor conjuntamente con la raíz
nativa siy (situación que se evaluaría en una comunidad con el aimara de O, 11 ), hasta la
paridad con siy (0,22), o hasta desplazar completamente la palabra nativa (0,33). En los
mismos términos de la escala que presentamos más arriba, este último escenario es de correlatos
exactos en el sentido secundario de luz/calor del sol, pero sin ningún correlato en el sentido
principal de cuerpo celeste . Así, esta evaluación de 0,33 cabe debidamente en su posición
correcta en la escala. Si lupi debiera extenderse más allá del sentido secundario de luz/calor
del sol al sentido principal de cuerpo celeste, el cual tiene una mayor ponderación, el cálculo
de la coincidencia léxica con el aimara aumentaría aún más.
24 Revista Andina
z o Figura 7. Cálculos de los grados de coincidencia de correlatos entre cinco variedades de lenguas andinas
.¡:.
? en su semántica léxica para el significado sol. O= diferencia total; 1 = identidad total
~
~:r
..,
CD Grado de
Componentes
VI
CD
3
CD
Lenguas
- 1
Subsentido A: cuerpo celeste
1
Subsentido B: luz/calor del sol
ponderados
coincidencia
global
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N
En ambas
direcciones de
correlato:
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Chetilla -. Laraos rupay ';, (rup_ay) ';, VI
Puede haber una coincidencia léxica parcial no sólo en el significado sino también en
la forma, allí donde hay lexemas compuestos por más de un morfema, de los cuales sólo uno
es correlato entre lenguas diferentes. El ejemplo habitual es el de los lexemas del castellano
y francés, corazón y coeur. En este caso, las raíces son correlatos entre sí, pero el primer
lexema lleva además un morfema adicionado diacrónicamente (lat. -atio, -ationis > -azón)
que no se encuentra en la forma francesa. Nuevamente la Jexicoestadística no alcanza a
representar coincidencias léxicas parciales de este tipo.
La cognación es un atributo de los morfemas y no necesariamente de los lexemas
enteros, y lo mismo se aplica, por supuesto, a nuestro concepto de correlación . Así, nuestro
análisis segmenta los lexemas complejos (siempre que ello se requiera) y pregunta si los
morfemas individuales que componen dicho lexema son correlatos o no . Los cálculos inclu-
yen ponderaciones apropiadas que reflejan la importancia relativa de los morfemas, con las
cuales se evalúa la coincidencia global entre un par como corazón-coeur en 0,67 (\ ), dado
que los morfemas principales -las raíces- son correlatos, mientras que es sólo en el sufijo -
menos significativo para la inteligibilidad- donde no hay correlación.
En las lenguas andinas muchas de las formas constituidas por morfemas múltiples
son nombres compuestos. Por ejemplo, el jacaru sim(i) ts 'aaka para diente (literalmente
"boca hueso"), o el quechua ecuatoriano simi kara para labio ("boca piel "). Estas formas
crean coincidencias complejas, de inteligibilidad parcial, con otras variedades del quechua
que guardan los mismos correlatos en sus significados originales u otros (en este caso simi
para boca). Para representar y cuantificar tales relaciones, es indispensable un análisis por
morfema.
Gran parte del debate quechumara se reduce a discusiones sobre cuáles de las apa-
rentes correspondencias, en forma y significado, constituyen o no correlatos llamativos que
reclamen otra explicación que el simple azar; y así, de si una reconstrucción propuesta resulta
"convincente" o más bien "muy especulativa". Por ejemplo, en el significado de cerro se
encuentran dos formas reconstruidas como *queu para el protoaimara y *urqu para el
protoquechua (siguiendo a Cerrón-Palomino 2000: 311 ). Éstas demuestran un cierto grado
de coincidencia fonética sugestiva de alguna fonna de conexión histórica, pero no completa-
mente convincente como para que todos los lingüistas estén de acuerdo en que el caso no es
más que una mera coincidencia producto más bien del azar.
Para cualquier caso discutible de este tipo, se especifica en nuestra base de datos un
nivel de cuán plausible sea que haya una relación histórica entre las dos (o más) formas
fonéticas candidatas. Reconocemos que tales evaluaciones de plausibilidad son todavía
algo impresionistas; sin embargo, en la medida de lo posible las mismas se han obtenido a
partir de la aplicación de diferentes principios, y toman en cuenta los cambios de sonido que
se saben típicos de las lenguas andinas. Así, para luz/calor del sol, la idea de que lupi del
aimara y nup 'i deljacaru sean correlatos con el rupay del quechua se evalúa como plausibi-
lidad muy elevada.
26 Revista Andina
Pau/ Heggarty: Enigmas en el origen de las lenguas andinas
4.6. Objetividad
Probablemente, aquello que más esté poniendo a prueba la buena voluntad de nues-
tros lectores en el curso de esta exposición, es que nuestro método esté expuesto a juicios
potencialmente subjetivos. Ello, sobre todo, en lo que respecta a qué ponderación, o cuál de
los grados en nuestras escalas, corresponde a una configuración determinada en los datos
lingüísticos.
Buscamos minimizar este problema, en primer lugar, definiendo nuestras categorías,
objetivamente, en función de principios de análisis lingüístico, tales como los conceptos de
hiponimia e hiperonimia, los cuales, en este sentido, se nos revelan como pautas particular-
mente útiles. En muchos casos, estas pautas permiten que nuestras evaluaciones sean
objetivas, basadas en principios coherentes. Sin embargo, queda en la naturaleza misma del
lenguaje -particularmente en el borroso ámbito de la semántica léxica- el hecho de que en
varias situaciones limítrofes sea más probable que nunca podamos eliminar por completo la
subjetividad. Esto, no obstante, no quiere decir que no haya maneras de reducir el efecto de
desequilibrio que tal subjetividad pueda ejercer en nuestras cuantificaciones.
Es importante reconocer que las diferencias de opinión subjetiva tienden a limitarse a
un nivel de diferencias relativamente menor en casos limítrofes. Resulta dificil entrever, por
ejemplo, que sea subjetiva la cuestión de si un lexema dado fuera el representante principal de
un significado en una lengua determinada, o si simplemente no existiese en dicha lengua. Sin
embargo, donde sí puede haber una pregunta subjetiva es al tener que escoger cuál de dos
sinónimos próximos es en verdad el más importante. Es sólo la postura de la lexicoestadística
la que termina haciendo de esto un problema grave, por no ser capaz de representar los
posibles niveles intermedios y forzarnos a la ejecución de un análisis en términos de "todo o
nada", amplificando así, en sus cálculos, el impacto de cualquier subjetividad.
Gracias a estas escalas, se puede limitar el impacto de la subjetividad sólo a las
cuestiones de menor trascendencia, que en suma son las únicas a las que afecta. Confiada-
mente, podemos saber si un lexema determinado es a todas luces altamente pertinente, aun si
puede haber un elemento de subjetividad para evaluar la ponderación exacta que le debemos
otorgar frente a otros. En otros casos, para un lexema que se sabe muy poco significativo,
puede quedar algo "subjetiva" la decisión de si lo descartamos por completo, o si más bien
lo preferimos incluir con una ponderación particularmente baja, o sólo como un subsentido
muy limitado. Pero cualquiera que sea el que prefiramos entre estos análisis alternativos, el
impacto en nuestros resultados no será sino del orden de O, 1 a 0,2, en vez del drástico viraje
de Oa 1, que es todo lo que puede ofrecernos la lexicoestadística. Así que mientras nuestros
Existe un aspecto más en el cual nuestro método debe ser cuidadoso: en lo que
respecta a la naturaleza de las lenguas a las que se les aplica el método aquí. Tal como lo han
venido señalando muchos lingüistas que han intentado aplicar la lexicoestadística a regio-
nes fuera de Europa, listas de significados como las de Swadesh requieren de ajustes consi-
derables para adecuarlas al uso con lenguas estructuralmente muy diferentes, que tienen sus
orígenes en culturas también muy distintas . Tal vez la li sta CALMS EA (~ulturally ªnd
Linguistically Meaningful for S.outh-.E.ast Asia) de Matisoff (2001 ), escogida para tener sen-
tido cultural y lingüístico en el sureste asiático, sea el ejemplo más conocido. Para el presente
estudio, hemos adaptado nuestra propi a lista " CALMA" de significados apropiados para los
Andes, para garantizar, en primer lugar, que la lista de significados utilizados para la compa-
ración de las variedades andinas les sea pertinente, significativa y adecuada.
Nuestra lista resulta, pues, una versión extensamente modificada de las listas origina-
les de Swadesh, ya que nos vimos obligados a aplicar distintos tipos de cambios en función
de las realidades lingüística y cultural de los Andes. En algunos casos, bastó con ajustar en
algo los significados de Swadesh, allí donde el campo semántico era inadecuadamente am-
plio o estrecho para las lenguas andinas, pero buen número de los significados de Swadesh
han requerido de una "cirugía" más radical. En primer lugar, algunos de sus significados
únicos, como old (viejo/vieja), se han tenido que separar en los dos conceptos distintos que
les corresponden en muchas lenguas andinas . Ilustrando con las formas del quechua
cuzqueño, la calidad de old no se considera igual al aplicársele al varón o a la mujer, en tanto
que estos dos conceptos requieren de raíces distintas, machu y paya, respectivamente. A la
inversa, en muchos casos fusionamos los que para Swadesh son dos significados indepen-
dientes en su lista; por ejemplo, la distinción de wife (esposa) vs. woman (mujer). La fusión
de tales significados evita el problema de "raíces compartidas", identificado por Kessler (2001 ).
28 Revista Andina
Pau/ Heggarty: Enigmas en el origen de las lenguas andinas
Muchos problemas de este tipo se deben al hecho de que las estructuras gramaticales típicas
de las lenguas andinas se diferencian de las de las lenguas europeas. Es por estas diferenci as
que descalificamos varios de los significados en las listas de Swadesh, ya que, a diferencia
del inglés y/o del castellano, en las lenguas andinas las oposiciones entre significados como
morir-matar, él-ellos (he-they), y o- nosotros, son puramente gramaticales, antes que
lexicales. Ello quiere decir que en las lenguas andinas tales oposiciones no pertenecen a la
semántica léxica, el campo que es el objeto de nuestro estudio, sino a la gramática.
En suma, hemos recortado y rehecho radicalmente las listas de Swadesh. De los 150
significados en nuestra lista global , 85 de ellos se hallan también en la lista de 100 significa-
dos de Swadesh, y 30 en la lista de 200. Los 35 restantes se completaron con significados que
a menudo se han empleado en otros estudios lexicoestadísticos, los cuales hemos introduci-
do a propósito para garantizar un equilibrio {;ntre algunos significados que se saben particu-
larmente estables a través del tiempo , así como otros que se saben mucho menos estables
(ver más abajo). Nuestra lista completa de significados aparece en el Apéndice.
Embleton (1986: 92-3) ha argumentado que, por debajo de un número total de 200
significados, una lista empieza a perder poder discriminatorio para la dilucidación filogenética.
La autora, sin embargo, se refería al método lexicoestadístico tradicional, donde la valoración
que corresponde a cada uno de los 200 significados se limita a un fonnato binario, es decir, 1
ó O. Ya que la precisión de nuestro método va mucho más allá, para cualquier significado
individual se puede obtener una amplia gama de valoraciones intermedias que van desde O
hasta 1, atravesando distintos escalones fraccionales . De esta manera, podemos alcanzar un
nivel mucho más alto de "resolución" para cada uno de los significados en la lista, lo cual
hace más que compensar el hecho de limitarnos a algo menos de 200 significados en total.
5. Los Datos
5.1. Selección de las variedades consideradas hasta la fecha
Los datos que utilizamos fueron recolectados por nosotros mismos en diferentes
trabajos de campo, salvo los correspondientes a dos de las veinte variedades que muestra la
Figura 1, para cuya obtención nos valimos de las siguientes fuentes :
Para el chipaya, datos recolectados y analizados por Cerrón-Palomino & Bailón Aguirre
(en preparación). A ellos nuestro agradecimiento por la generosa voluntad de
hacérnoslos disponibles antes de publicados.
Para el quechua de Huánuco, datos obtenidos de Weber et al. ( 1998).
Por supuesto, recae sobre nosotros la responsabilidad de cualquier interpretación
errónea de los datos que de estas fuentes obtuvimos.
Nuestro estudio debe verse como una primera etapa de lo que idealmente deberá
ampliarse, a !'argo plazo, a una cobertura más extensa de las variedades lingüísticas andinas.
Nos proponemos abarcar progresivamente muchas variedades más, con lo cual podremos
cubrir algunas lagunas patentes en nuestra actual cobertura, tales como el quechua de Santia-
go del Estero, de Lamas y de Junín, así como un mayor número de variedades de QI. Las
. variedades que con más urgencia tendremos que incluir son aquellas que se ven enfrentadas
a su inminente extinción y que se cuentan además entre las más informativas para cuestiones
de clasificación, como lo son para el quechua las variedades de Pacaraos, Yauyos y
Chachapoyas. Hasta que podamos recolectar nuestros propios datos para estas variedades, y
con el fin de proveer por lo menos algunas nuevas luces sobre ellas -aunque basadas en datos
ya existentes- incluimos aquí abajo un análisis a partir de los resultados de Torero ( 1972),
estudio que abarca un número más grande de variedades del quechua peruano que el nuestro .
Por limitaciones de espacio en el presente artículo, no entraremos en mayores detalles
sobre las razones que justifican nuestra selección de variedades, así como tampoco sobre
los detalles concernientes a ubicaciones geográficas ni informantes. Sin embargo, expone-
mos una información completa sobre estos asuntos en www.quechua.org.uk.
Nuestra postura metodológica requiere que se investigue y analice los datos léxicos
hasta un nivel considerablemente más detallado de lo que exigían los intentos precedentes
para cuantificar la semejanza en semántica léxica, exactamente lo que se requiere para contra-
rrestar las muchas críticas válidas dirigidas a dichos intentos. No obstante que hayamos
hecho todo lo posible para garantizar la fiabilidad de nuestros datos, dentro del limitado
tiempo disponible para nuestro trabajo de campo, no sería realista pretender ser un "experto"
en las relaciones precisas, en la semántica léxica, de las veinte variedades andinas que
abarcamos. Y si bien siempre buscamos estandarizar nuestro proceso de trabajo de campo
para que éste sea uniforme en cada caso, siempre hay algún margen para la subjetividad en
los resultados obtenidos, dada la naturaleza inherentemente fluida de la semántica léxica.
La tarea más compleja que requiere nuestro método, para ser aplicado coherentemen-
te, es la de abarcar cualquier reflejo fonético de todos los lexemas pertinentes que se en-
cuentran en todas las variedades consideradas para un significado determinado en la lista.
Tuvimos que buscar un equilibrio entre la posibilidad de que a veces nuestros informantes
pudieran no producir todas las formas relevantes, y la de inducir determinadas respuestas
involuntariamente, con el propósito de haber querido confirmar la presencia de correlatos
esperados a partir de nuestra experiencia con otras variedades. En cuanto a la tarea de
identificar correlatos, ésta pudo verse dificultada, en ciertos casos, por el efecto de cambios
de sonido inesperados entre las variedades comparadas. Para recolectar datos como los
nuestros, lo ideal sería un proceso de etapas múltiples, aunque hasta la fecha no haya sido
posible efectuar visitas de retorno para la confinnación de datos sino tan solo en siete de las
veinte localidades de nuestro trabajo de campo.
Así, reconocemos que hasta el momento nuestros datos siguen siendo algo provisio-
nales y que, seguramente, ellos podrían beneficiarse de las contribuciones de especialistas
en los dialectos en cuestión. En efecto, quisiéramos aprovechar de la ocasión que nos ofrece
el presente artículo para invitar y agradecer cualquier tipo de contribución, comentario,
sugerencia, crítica o corrección a nuestros datos (o incluso para proveernos datos de otras
variedades). Para este fin, y para exponer nuestra base de datos a los juicios de nuestros
colegas, ponemos a disposición nuestros datos léxicos en formato Microsoft Access, el cual
se puede descargar de nuestras páginas web . (A su debido tiempo agregaremos las
trascripciones fonéticas correspondientes).
30 Revista Andina
Pau/ Heggarty: Enigmas en el origen de las lenguas andinas
Sin embargo, confiamos en que nuestros datos, en este estado actual, poseen desde
ya un nivel mucho más confiable que en estudios anteriores, como el de Büttner (1983) ,
particularmente porque nuestro método se ha elaborado a propósito para ser más flexible y
minimizar el impacto en los resultados globales de cualquier juicio subjetivo. Así, los errores
u omisiones que puede haber afectarían probablemente sólo a las palabras y sentidos meno-
res, los cuales no contribuyen sino a una fracción de los resultados globales para un deter-
minado significado, de tal forma que no tendrían un impacto numérico muy significativo en
los resultados globales, ni por lo tanto en las representaciones que de ellos se derivasen. De
ahí nuestra confianza en ofrecer nuestros datos desde ya, como un recurso que esperamos
sea lo suficientemente confiable para ser de real utilidad, y que sirva como base para adecua-
ciones ulteriores . Se mantendrá actualizada y se ampliará nuestra página web con cualquier
versión revisada de nuestros resultados.
El criterio original, en base al cual Swadesh seleccionó sus listas de significados, era
el de enfocarse en un "vocabulario básico", presuntamente de por sí muy estable a través del
tiempo y particularmente resistente al préstamo. En efecto, varios estudiosos se han valido
de esta suposición en el debate quechumara en tanto argumento en contra de cualquier
origen común reciente. Adelaar ( 1986: 382) señala que "Un parentesco genético cercano
entre los dos grupos debería ser visible en elementos léxicos tan básicos como los aquí
citados", a saber: atar, dormir, casa,perro, agua, uno, nariz. Cerrón-Palomino (2000: 313)
concuerda en que "( ...) un parentesco cercano entre ambas lenguas debería mostrar, en
principio, una mayor comunidad léxica entre este sector del vocabulario, cosa que no ocu-
rre." En efecto, Cerrón-Palomino contrasta explícitamente la baja comunidad léxica resultante
en el vocabulario básico entre el aimara y el quechua, frente a la mucho más alta encontrada
dentro de cada familia: "Por el contrario, el cotejo del vocabulario básico de AS [aimara
sureño] y de AC [aimara central] (cf Apéndice D), así como el de QC [quechua central] y QS
[quechua sureño], arroja un promedio que va entre un 60% y 70% de elementos compartidos,
de manera que nadie discute la relación de membresía genética que guardan entre sí".
Tal como la mayoría de los investigadores, sin embargo, estos dos autores se limitan a lo
que se puede inferir de lo que se supone es el sector más estable del vocabulario que representan
las listas de Swadesh. Aquí intentamos llevar mucho más adelante esta lógica, y de hecho el
primer punto importante que hay que notar es que tal supuesto resulta mucho menos simple de
lo que parece a primera vista. Inclusive en la lista de 200 significados de Swadesh, muchos de
ellos se han revelado empíricamente bastante mestables en muchas familias lingüísticas.
En efecto, algunos investigadores han querido llevar más lejos esta observación,
intentando establecer para cada significado individual de la lista su propio ritmo de reempla-
zo léxico a través del tiempo. Por lo general, sin embargo, los estudiosos han hecho esto con
. el único propósito de aislar el núcleo de significados más estables, lo cual consideraban más
útil para sus propios fines, descartando todos los menos estables. Starostin (1991), por
ejemplo, depura la lista hasta, tan sólo, 55 significados, y luego aun sólo 35 .
Algunos pocos investigadores, por otro lado, han intentado aprovechar más bien las
diferencias que se dan entre los significados más estables y menos estables. Esto\lo han hecho
Dyen et al. (1992), pero sólo para intentar "rehabilitar" el método glotocronológico presunta-
mente apto para calcular fechas de separación entre las lenguas. Sin embargo, a diferencia de
estos últimos, nosotros no compartimos su suposición, empíricamente inválida, de que estos
ritmos de cambios léxicos sean absolutos y mantengan necesariamente una regularidad mecá-
nica a través del tiempo en todas las lenguas y en todas las circunstancias históricas . Guardan-
do esta distancia, nosotros no nos aventuramos a intentar dataciones absolutas.
El propósito nuestro es valernos sólo del hecho de la diferencia relativa en estabili-
dad inherente, y esto no para establecer dataciones, sino como una herramienta adicional
para investigar la cuestión del origen común versus la convergencia por medio del contacto
intenso. Es decir, nos proponemos confrontar nuestras cuantificaciones de semejanza en
semántica léxica para dos sectores contrastantes del vocabul ario : uno que se sabe típica-
mente muy estable y otro netamente menos estable. Este método se basa en una propuesta
metodológica de McMahon & McMahon (en prensa: cap.4 §4.3), en base al estudio más
detallado actualmente disponible sobre la estabilidad respectiva de determinados significa-
dos, el de Lohr (1999).
Lohr llegó a sus evaluaciones de estabilidad en base a dos criterios. En primer lugar,
para cada significado, consultó diccionarios de las protolenguas para cuatro familias dife-
rentes (protoindoeuropeo, protoafroasiático, protoaustronesio, y protosinotibetano) para
ver si hubiera perdurado rasgos fonéticos suficientemente claros como para permitir a los
especialistas reconstruir un lexema para este significado. El número de las familias (entre Oy
4) en las cuales se ha revelado posible reconstruir un lexema para un significado determinado
constituye para Lohr su "tasa de reconstructibilidad" para este significado. En segundo
lugar, para cada significado examinó el número total de reemplazos léxicos, dentro de unos
lapsos conocidos en varias ramas del indoeuropeo, lo que le dio su "ritmo de reemplazo
léxico" promedio para cada significado.
En el presente estudio en base a nuestra lista global de 150 significados, para que un
significado determinado se incluya en la sublista más estable, hemos empleado los criterios
siguientes:
que este significado se pueda reconstruir en al menos tres, o todas las cuatro, de las
familias de Lohr;
que sufra no más de dos reemplazos léxicos a través de todos los casos fechados del
estudio de Lohr, lo que corresponde a un promedio de un reemplazo no más frecuente
de una vez cada 15. 700 años.
A la inversa, para que sea incluido en nuestra sublista menos estable, un significado
tiene que cumplir:
que se le pueda reconstruir en una sola como máximo, o bien ninguna, de las cuatro
familias de Lohr;
que sufra por lo menos cinco reemplazos léxicos a través de todos los casos fechados
del estudio de Lohr, lo que corresponde a un promedio de por lo menos un reemplazo
cada 6.300 años.
32 Revista Andina
Pau/ Heggarty: Enigmas en el origen de las lenguas andinas
Detalles más amplios se encuentran en McMahon & McMahon (en prensa: ch.4
§4.3) y Lohr ( 1999).
Otros estudios confinnan que los significados identificados por Lohr, en cuanto más
estables o menos estables, parecen tener validez general para las diversas familias de len-
guas. Hay una correlación estadística muy significativa entre las tasas de reemplazo de Lohr
y las calculadas independientemente - en base a datos de familias lingüísticas distintas,
salvo el indoeuropeo incluido en ambos estudios- por Dyen et al. ( 1992: IE-RATEI .txt).
Además, nuestros propios resultados apo rtan ulterior confirmación de que efectiva-
mente las sublistas siguen siendo válidas - en cuanto más estable y menos estable- a través
de familias lingüísticas diferentes : en este caso, las andinas. En primer lugar, los significados
menos estables son los que pretendemos sean más susceptibles de verse reemplazados por
préstamos y, efectivamente, en la sublista menos estable encontramos tres veces más prés-
tamos del castellano que sustituyen a los lexemas nativos que en la sublista más estable. En
segundo lugar, encontramos un contraste muy marcado y revelador entre nuestros resulta-
dos para las dos sublistas diferentes, tal como no tardaremos en explicar.
Es éste, pues, el segundo criterio crucial al cual obedeció la selección de nuestra lista
"andina" de significados (tal como adelantamos en la sección §4.7): en la lista global tienen
que figurar dos sublistas particulares de similar extensión, una de significados más estables
y otra de significados mucho menos estables. Todos los demás significados deben tener un
ritmo de estabilidad intermedia entre estos extremos. La última columna del cuadro en el
Apéndice identifica cuáles significados figuran en cuál de las sublistas, por su nivel de
estabilidad. De los 150 significados en total , 31 calificaron en cuanto menos estables y 42
como más estables.
Aunque los numerales de tres a diez eran candidatos potenciales para la sublista más
estable, su rol al interior de un sistema ( el numérico) implica que no son enteramente inde-
pendientes los unos de los otros, tal como lo evidencian los sistemas numerales las mismas
lenguas andinas (Cerrón-Palomino 1987: 366). Ello constituye un potencial desequilibrio para
las comparaciones entre nuestras dos sublistas, así que preferimos excluir a propósito de
nuestra lista más estable todos los numerales por encima de dos, tal como Swadesh los
excluyó de su lista de 100 significados.
CENTRAL
~-~ ~---..
CA.JAMAR.CA . ·'
ECUADOR ./ CARARIS / a:z...
01Chc: CENTRAL
ECUADOR ' QZ.chl
º'"""'
SURE!iro
°'""'
"""" ..
......... ···sü"REAo
QUECHUA
QUECHUA
el caso de que no hubiéramos observado ninguna diferencia importante entre las configura-
ciones gráficas que resultan de las dos sublistas, bien hubiéramos tenido motivos para
dudar de la validez de nuestra afirmación de que éstas se diferencian netamente en sus tasas
de estabilidad. Resulta que tenemos al contrario todas las razones ara confiar en su validez.
Siendo así, podemos con bastante confianza proceder a algunas interpretaciones
útiles de tan contrastantes configuraciones. La interpretación más económica salta a la vista:
estas configuraciones son eminentemente compatibles con un escenario de convergencia
por medio del contacto como explicación para la relación, y lo son mucho menos con el
origen común.
Nótese en particular cómo dentro de cada familia, el contraste que se da entre las
sublistas resulta completamente a la inversa del que se observa entre las dos familias . Al
34 Revista Andina
Paul Heggarty: Enigmas en el origen de las lenguas andinas
pasar de la sublista menos estable a la más estable, la familia aimara se reduce a un agrupa-
miento mucho más compacto, mientras que la red enmarañada de los dialectos del quechua
se contrae de fonna aun más espectacular. Ello constituye evidencia complementaria de que
se debe esperar que las lenguas que han ido divergiendo, a partir de un origen común,
deberían resultar más similares en los significados más estables que en los menos estables.
Para el caso del quechua respecto del aimara como familias, sin embargo, observamos confi-
guraciones precisamente contrarias.
Adelaar y Cerrón-Palomino encontraron en la lista global de Swadesh indicios en
contra de cualquier origen común relativamente reciente para el quechua y el aimara. Aquí
hemos llevado más lejos sus observaciones, considerando las listas de Swadesh no sólo
como entidad completa e indivisible, sino también considerando el contraste llamativo entre
los resultados para nuestras diferentes sublistas de significados. También hemos aplicado
nuevas técnicas de análisis capaces de extraer la señal filogenética que se esconde en los
datos complejos. El resultado inspira algo más de confianza para aseverar que si alguna vez
hubo origen común entre las dos familias, se trataría de uno extremadamente remoto.
Sin embargo, resulta importante esta última concesión, pues sí existe un escenario
alternativo que hubiera podido llevar a un resultado como el de los dos gráficos en la Figu-
ra 8. Si las familias tuvieran un origen común muy remoto se pudiera haber producido tantos
cambios, a lo largo de los varios milenios trascurridos desde entonces, como para dejar no
más que unos pocos cognados en la sublista más estable. En la sublista menos estable se
hubieran perdido aún más cognados, pero ya que esta sublista es la más susceptible al
préstamo estas pérdidas hubieran podido verse compensadas por un contacto intenso que
reintroducía correlatos bajo la forma de préstamos . Tal proceso naturalmente afectaría mu-
cho más a la lista menos estable, con tal de que finalmente hubiera muchos más correlatos -
prestados- en ella que cognados supérstites en la lista más estable. Tal escenario hubiera
podido devenir en configuraciones parecidas a las que hemos observado en los Figura 8.
Por lo menos uno de los elementos de tal escenario ya está dado, pues como es bien
sabido, no faltan razones para suponer que ha habido un contacto intenso entre estas
lenguas desde hace milenios. Más bien, ¿no sería sino lógico que la lista menos estable haya
sido prácticamente inundada de préstamos, mucho más que la más estable? Algunos, por
cierto, sí; pero para tener una perspectiva sobre cuántos, recuérdese que las variedades
dentro de cada familia también han sido expuestas a los contactos que se han ido producien-
do desde que se fragmentaron de sus protolenguas respectivas, pero notablemente sin que
tales contactos se hayan mostrado suficientes como para perturbar, ni mucho menos revertir,
la señal muy clara de su parentesco también respectivo.
Para poder dilucidar más el balance de las probabilidades entre los dos escenarios, tal
vez nos pueda aportar algo el examen detenido de los correlatos en cada sublista, para ver
cuáles se pueden identificar indudablemente como préstamos en vez de posibles cognados
verdaderos. Sin embargo, como hemos visto, "el asunto no es fácil de sortear" (Cerrón-
Palomino 2000: 309).
Hay una señal más en los datos que queda por explicar si imaginarnos que no hubiera
un origen común quechumara: que haya un grado siquiera limitado de semejanza entre el
quechua y el aimara en la sublista más estable. Esta señal atestigua la intensidad peculiar del
·contacto entre las lenguas andinas, en el sentido de que su impacto en ellas se revela de una
intensidad insólita frente a la historia de las cuatro familias que a Lohr le sirvieron de base
para obtener sus evaluaciones de estabil idad. Este hecho apoya una visión de la relación
quechua-aimara en tanto caso claro de una convergencia de muy gran alcance.
\
En el escenario sin origen común , se deben c_o nsiderar como préstamos , o semejanzas
fortuitas, inclusive a los correlatos de la sublista más estable. En tal caso, es revelador
observar lo que ocurre cuando relajamos los criterios de Jo qu e constituye una correspon-
dencia fonética plausible.
Nuestra escala de evaluaciones de plausibilidad permite obtener un conjunto de
resultados para cada uno de los varios niveles de plausibilidad. Todas los grá ficos que aq uí
presentamos son los que corresponden a nuestro nivel de plausibilidad 5, es decir, la postura
medianamente cauta del autor respecto de cuánta similitud fonética debe haber para requerir
otra explicación que no sea el puro azar. En este nivel, pares como el *queu - *urqu cerro o
*hac 'a - *hatu(n) grande de Cerrón-Palom ino (2000: 311) no se suponen históricamente
conectados, mientras lupi - rupay sí . El mismo Cerrón-Palomino se interesarí a sin duda en
ver los resultados, más bien, de nuestro nivel 2, ya que este nivel entiende como histórica-
mente conectados todos los pares de palabras que para él "podrían inferirse mediante una
simple inspección" en tanto que "cognados probables" o "cognados muy probables", inclu-
yendo los dos ejemplos que acabamos de mencionar.
Son potencialmente informativas las diferencias entre los resultados de los diversos
niveles de plausibilidad. No nos sorprende que a medida que se relaja e l criterio de pl ausibi-
lidad, los nodos que representan las supuestas raíces de las familias quechua y aimara
paulatinamente se aproximan por lo menos en algo . Y aunque el efecto de acercamiento es
ligeramente más importante para los significados más estables , aun en la interpretación más
"especulativa" de lo que puede constituir una correlación ( es decir, nuestro nivel de plausi-
bilidad 1), los dos gráficos siguen en la configuración contraria a lo que sería compatible de
manera sencilla y directa con la hipótesis del origen común. Las raíces de las dos familias
resultan mucho más cercanas para los significados menos estables (una distanci a de 24,7)
que para los más estables (47,6), y los gráficos correspondientes (que aquí no se reproducen
por falta de espacio) siguen en exactamente la misma configuración genera l a los de la
Figura 8.
6. 1.4. Recapitulación
Resulta que aunque nuestra técnica no puede ofrecer una respuesta del todo defini-
tiva, sí provee indicios suplementarios claramente inclinados a favor de uno de los lados del
debate, es decir, en contra de un origen común en todo pasado que no sea extremadamente
remoto. Todavía no se pueden ofrecer comparaciones directas con otras familias lingüísticas,
hasta que completemos un estudio de ellas por medio del mismo método que aquí emplea-
mos. Sin embargo, limitándonos a una comparación somera con las lenguas de la famili a
indoeuropea, señalamos cómo son únicamente las más distantes entre ellas las que compar-
ten tan pocos correlatos entre los significados más estables como el quechua y el aimara
36 Revista Andina
Paul Heggarty: Enigmas en el origen de las lenguas andinas
entre sí. Así que, a menos que haya alguna razón por la cual las lenguas andinas hayan ido
perdiendo su vocabulario bás ico a un ritmo considerablemente más acelerado que las len-
guas indoeuropeas más inestables, cualquier presunto origen común quechumara debería
remontarse por lo menos tan lejos como la profundidad en el tiempo de la familia indoeuropea,
es decir, entre 6000 y 9500 años. En cualquier caso aún quedaría mucho por explicar, ya que
en base a la interpretación "por defecto" de nuestros resultados, éstos son altamente con-
sistentes con el contacto como explicación mucho más sencilla y directa que el origen común
para la configuración de correlatos que se observan entre el aimara y el quechua.
ellos -todos menos los 200 estados ancestrales- necesariamente tenían que ser innovacio-
nes de todas maneras.
Además, en muchos casos el hecho es que simplemente no sabemos cuál de dos o
más formas que se registran en una familia es la protoforma original, ni exáctamente qué
sentido tenía. En el caso del numeral cuatro, para este sentido ciertas variedades del quechua
utilizan la raíz ta wa, y otras cusku. El asunto es que no hay manera de saber cuál de entre
ellas es la palabra "original" y cuál la innovación. Es más : en ciertos casos, no hay buenas
razones para suponer que no hubiera sido posible que ambas formas no existiesen como
sinónimos en el protoquechua (un poli11111r/is1110) , y que ambas ramas de la familia hayan
" innovado" en lo que cada una perdió una de las dos formas.
Mas todo esto no quiere decir que por lo tanto un contraste entre dos grupos de
variedades como las que poseen fa wa y las que poseen cusku no nos pueda proveer el e
datos valiosos para la clasificación. Este contraste sí junta correctamente todas aquellas
variedades que comparten alguna innovación , y las separa correctamente con respecto de
las demás, que son las que guardan la forma original. Aun si no podemos identificar en un
caso particular cuál de los dos grupos es el que ha innovado, de hecho esto no importa --
siempre que podamos esperar que otros rasgos nos ayuden a identificar otras ramificaciones
que pueda haber entre las variedades restantes que guardan la forma original. Así. aun si
para un determinado rasgo diferenciador no sabemos cuál de las dos ( o más) formas sea la
original , siempre hay información útil en el simple hecho de que haya un contraste entre las
variedades que tienen una de las formas o la otra. Es muy importante fijarse en que la señal
tílogenética - o sea, los indicadores clasificatorios- no reside en la semejanza que puede
"unir" ciertas variedades (ya sean las innovadoras entre sí, o bien las conservadoras entre
sí) . Más bien, la señal filogenética reside en el contraste que diferencia unas variedades de
otras: las innovadoras en oposición a las conservadoras. Landerma n hace bi en en reco rdar-
nos la importancia de las innovaciones compartidas, pero en ma teri a de metodolog ía
filogenética su argumentación está en parte equivocada y, por ende, ta mbién lo son sus
conclusiones indebidamente pesimistas acerca de las perspectivas para el progreso en la
clasificación del quechua.
En parte su pesimismo se basa en su postura de que para el análisis del desarrollo
histórico de una familia lingüística, só lo sirve un método capaz de encontrar una filogenia
perfecta, lo cual lo lleva a excluir otros métodos tales como nuestras cuantificaciones de
semejanza global. Detrás de esto está una cuestión incluso más fundamental en lo que
Landerman parte a priori desde un supuesto simplificador algo curioso: que como " meta"
deberíamos estar buscando sólo una filogenia perfecta, como si ésta fuera la única represen-
tación válida - y/o necesariamente la más exacta- de las relaciones históricas entre las varie-
dades de una familia. Es una postura eminentemente cuestionable, afortiori cuando se trata
de una familia como la quechua, la cual hasta hoy en muchas de las regiones donde se hablan
sus variedades toma la forma de muy extensos continuos dialectales.
38 Revista Andina
Paul Heggarty: Enigmas en el origen de las lenguas andinas
dimiento del desarrollo histórico del quechua. Aportan, por lo menos, datos comparativos
nuevos y más detallados desde el campo de la semántica léxica y, por ende, complementarios
a los criterios esencialmente fonológicos y morfológicos en los cuales se ha basado la
clasificación tradicional de la familia quechua y la visión correspondiente de su desarrollo
histórico.
02c Cuz
CUZCO, PUNO,
NORTE DE LA PAZ
Q2c Pun SUREÑO
CUZCO-
COLLAO
SUR DE BOLIVIA
02b TrJ
ECUADOR
~ - - Q2bSm
QP Lrs , LARAOS
~ - - - Q2alnk
CAJAMARCA-
CAÑARJS
02a Cht
j CENTRAL
Los dos gráficos siguientes, mientras tanto, son representaciones NeighborNet más
sensitivas a cualquier señal en los datos que pueda contradecir una estructura de ramifica-
ciones únicamente binarias (ver sección 2). La Figura I O se basa en la sublista de los 42
significados más estables, los cuales son considerados por ciertos lingüistas como los
indicadores más fieles de la filogenia de una familia lingüística, mientras la Figura 11 muestra
los resultados para la lista entera de los 150 significados, la cual provee infonnación más
detallada, de mayor resolución.
Figura I O. Representación tipo "red" de las relaciones entre 15 variedades del quechua
producida por el programa NeighborNet (ver texto) en base a las cifras
para los 31 significados más estables
Q1-Hnc
CENTRAL
Q1-Chc
Q1-Ync
Q2-cCrv
·· ... 02-oCuz
SUREÑO
ECUA~~R ·..
Q2-aCht
NORTE DE PERU
En cada una de estas representaciones, lo que más llama la atención es que los
dialectos quechua que tradicionalmente se han clasificado como Qlla - las variedades de
Cajamarca e Incahuasi (fell"eñafe)- aparecen más cercanos a los dialectos Ql que al Qllb y al
Qllc. Es decir, el Qlla termina ubicándose al "otro lado" de la ruptura principal que tradicio-
nalmente se supone se dio en la familia. Este resultado parece respaldar la conclusión más
general de Landerman ( 1991: 265): que incluso la bifurcación más fundamental, la que opone
al Quechua l del Quechua Il, está en tela de juicio, y con ella muchas suposiciones tradicio-
nales acerca de la historia y la expansión de la familia quechua.
Reproducimos en la Figura 12 los tres árboles genealógicos que Lande1111an ( 1991: 268)
considera consistentes con los criterios morfológicos y fonológicos tradicionales. A propó-
sito de ellos, el investigador concluye que: "las relaciones entre los tres grupos están inde-
terminadas. Es posible cada una de las siguientes [relaciones)":
40 Revista Andina
Paul Heggarty: Enigmas en el origen de las lenguas andinas
Figura 11 . Representación tipo " red'' de las relaciones entre 15 variedades del quechua
producida por medio del programa NeighborNet (ver texto) en base a las cifras de la Figura 2
ECUADOR
Q2b3m
02a lnk.
CAJAMARCA · CAÑARIS
Figura 12. Los tres árboles genea lógicos posibles para la historia temprana del quechua,
según Landem1an ( 199 1: 268)
PQ PQ PQ
M
e s NP e
M NP s e
A NP s
Figura 13. Representación neighbornet de las relaciones entre 37 variedades del quechua
calculada en base a las cuantificaciones lexicoestadísticas de Torero ( 1972).
Ver la leyenda de las abreviaturas en el cuadro adjunto
CENTRAL
SUREÑO
Qlle:Chuq
Qlb: Lam•
ECUADOR, LAMAS
Y CHACHAPOYAS
42 Revista Andina
Paul Heggarty: Enigmas en el origen de las lenguas andinas
Leyenda para las 37 variedades del quechua en el estudio de Torero (1972), li stadas si-
guiendo el orden en Torero ( 1972: 76-80). Lo que aquí se presenta como "clasificación
tradicional" sigue la que se encuentra detallada en Cerrón-Palomino (2003: Cap.8), a su vez
"siguiendo fundamentalmente a Torero" (Cerrón-Palomino 2003: 225). Los signos de inte-
rrogación denotan variedades para las cuales opinamos que existen ciertas razones para
calificarlas más bien de "intermedias"
Abr. Nombre i.:o mpl c!o y/o provincia trndicional Abr. Nombre i.:ornpkto y/o provincia trae\ ic ional
Tal como ya hemos dejado en claro, tenemos reservas serias a propósito de la utilidad
y la adecuación del método lexicoestadí stico tradicional del cual se valió Torero. Al mismo
tiempo, Torero no publicó sus cuantificaciones del grado de semejanza entre las variedades
en su semántica léxica, aunque es en base a aquellas cuantificaciones que él mismo calculó,
por el método glotocronológico, las fechas de separación entre las variedades que luego
propuso (Torero 1972). En tanto que dichas fechas guardan una relación estrecha con las
cuantificacion~s de semejanza, las empleamos en sustitución de ellas.
Desafortunadamente, Torero nunca publicó las listas exactas de las palabras que
seleccionó para que se las pudiese inspeccionar al detalle. Sin embargo, tal como muchos en
la andinística, tenemos una considerable confianza en el discernimiento lingüístico de Torero
que respalda sus datos, por lo cual consideramos que aun como están, éstos merecen ser
investigados por medio de las novedosas herramientas de análisis que no le fueron disponi-
bles. En efecto, ello resulta muy revelador.
La Figura 13 ilustra la utilidad y capacidad discriminatoria de la representación
NeighborNet . Efectivamente, ésta puede ais lar ciertas configuraciones exiJtentes en los
datos, las cuales en el gráfico se realizan como una serie de líneas paralelas, consistentes con
alguna fom1a de "ruptura" entre las variedades. Aquellas líneas que hemos señalado con 1- S
separan la mayoría de las variedades sureñas, a la derecha de la ruptura, de todas las demás
variedades, a la izquierda. Sin embargo, que hayan tantas líneas 1- S - trece en total- refleja
las muchas relaciones entrecruzadas presentes en los datos, las cuales asocian también
variedades que se encuentran de lados opuestos de esta ruptura 1- S.
Además, en sus detalles, el gráfico difiere en dos puntos importantes de la clasifica-
ción para el quechua que el mismo Torero fue uno de los primeros en proponer. Una vez más,
son las variedades de Cajamarca y de Ferreñafe las que aparecen "fuera de su sitio" con
respecto al árbol genealógico tradicional, lo que apoya de nuevo a las objeciones de Landennan
respecto a la idea tradicional de una ruptura primaria 1-11.
Existe también otra serie de líneas paralelas, las cuales hemos señalado con C- 1, y que
sugieren otra ruptura, la que a su vez separa casi todas las variedades Ql del resto. En su
conjunto, estas dos rupturas separan no dos sino tres grupos principales. Es muy importan-
te, sin embargo, señalar que ni las líneas C-1, ni las 1- S, ni ambas en conjunto, encajan bien
en ninguno de los esquemas que sugieren los tres árboles de Landerman.
Ello porque de un examen más detenido de la Figura 13 se desprende que las demás
variedades del "norte de Perú" - es decir, las más orientales, de Chachapoyas y Lamas- de
ninguna manera aparecen agrupadas con las más occidentales de Cajamarca y Ferreñafe.
Más bien, estos supuestos "subgrupos" occidental y oriental se posicionan muy apartados
el uno del otro: éste se acerca más al quechua ecuatoriano, aquél al quechua central. Tal
configuración está claramente en contra de la idea de un grupo unitario "norte de Perú", y
apoya más bien a la visión revisada de Torero, la cual diferencia muy fuertemente las varieda-
des occidentales de las orientales en su clasificación.
Siendo justos con Landerman, debemos aclarar que al principio él presenta su "norte
de Perú" esencialmente como un término únicamente geográfico. Además, trata
específicamente de la cuestión de si los dos supuestos subgrupos - el occidental y el orien-
tal- tienen o no alguna relación genealógica estrecha (Landerman 1991: §4.3 .3 ), y se ve
obligado a dejar abierta tal cuestión. Sin embargo, no asocia claramente las variedades
orientales con otra de sus ramas, y continúa empleando su "NP" en sus árboles para un
tercer grupo genealógico distinto del C( entra!) y del S(ureño ). Si por ello entiende un grupo
unitario que incluye las variedades de Chachapoyas y Lamas con las de Cajarnarca y Ferreñafe,
entonces esto invalida cada uno de los tres árboles que propone, por lo menos según los
datos léxicos de Torero.
44 Revista Andina
Pau/ Heggarty: Enigmas en el origen de las lenguas andinas
podido incluir hasta la fecha, el quechua de Laraos. Además, las variedades de Yauyos
conforman un grupo relativamente unitario, que se parecen más entre sí que a casi cualquier
otra variedad. Tal homogeneidad niega la separación de estas variedades a un lado y al otro
de la ruptura principal QI-QII, tal como se la presenta en Cerrón-Palomino (2003: 247), a su
vez "siguiendo fundamentalmente a Torero" (p. 225). Ésta clasificación tradicional quiere
juntas en el Qlla a las variedades de Laraos y Lincha (pp . 237-8), mientras coloca las de Alis
(p. 234) y de Huangáscar en el Ql (pp. 235-6). Tal clasificación supondría que existe entre
ellos una división fundamental y de data muy antigua. Los resultados de Torero para la
semántica léxica, por lo menos, resultan enteramente contrarios a tan radical división. En
efecto, no sólo la variedad de Huangáscar dista del QI, sino que es precisamente ella entre
todas las variedades intermedias la más cercana al QII.
Antes que todo, la configuración global en la Figura 13 dista muchísimo de ser un
árbol de bifurcaciones nítidas; todo al contrario, representa una red muy compleja de relacio-
nes. Recuérdese que NeighborNet de ninguna manera teje siempre tales redes. Más bien , el
programa está configurado para producir simples árboles ramificados, siempre y cuando la
señal en los datos sea consistente con tal configuración: obsérvese la ramificación binaria
muy nítida entre el aimara central y sureño. Que las relaciones principales entre las varieda-
des de la familia quechua devienen más bien en una red compleja se debe precisamente al
hecho de que la señal en los datos no es inherentemente compatible con una historia de
bifurcaciones nítidas.
Nuestros resultados respaldan, pues, el punto de vista de Landerman - basado en
una lógica independiente, en otros campos que el léxico- de que el mejor análisis del desarro-
llo temprano del quechua no debe ser en términos de una bifurcación primaria binaria. Sin
embargo, lo que no apoyan nuestros resultados es su suposición de que la única respuesta
alternativa se debe buscar en alguna otra configuración del mismo tipo de estructura de
"árbol genealógico", ni siquiera una trifurcación.
Lo que estos resultados reclaman es una revisión aun más profunda. ¿Por qué nece-
sariamente se debe tratar de una ruptura? La falta de una señal filogenética nítida no se debe
considerar ni un "problema", ni una "desilusión", ni una "pena", como parece considerarlo
Landerman al no poderse reconstruir un árbol con bifurcaciones nítidas.Nuestro objetivo no
es el de dibujar un árbol, sino simplemente entender la realidad histórica del proceso de
desarrollo de la familia lingüística quechua. Nuestro éxito no se mide en términos de cuán
ordenadas - ni mucho menos, cuán idealmente binarias- sean las series de ramificaciones
que dibujamos en un gráfico como representación de la historia del quechua. Más bien,
nuestro éxito debería evaluarse simplemente en términos de cuánto logremos acercamos a
una visión de dicha historia lo más compatible con los datos lingüísticos. No nos tenemos
que sentir "decepcionados", como parece sentirse Landerman (1991: 269)-"concluimos a
nuestro pesar"-, al ver que no se alcance encajar los datos en una estructura arbórea. El
cuadro que aquí ofrecemos bien puede ser más complejo que un simple árbol. Pero no es la
simplicidad analítica, sino la fidelidad a la historia real, nuestra meta en la lingüística histórica.
Todas las representaciones de nuestros datos y de los de Torero abogan de manera
convincente, por lo menos en lo que concierne a los indicios léxicos, por la hipótesis de que
simplemente no hubo un solo evento dominante de ruptura en la historia temprana del
quechua. Al contrario, los datos son más compatibles con un escenario totalmente diferente:
una fragmentac ión mucho más paulatina, compleja y entrecruzada, la cual de vino en un
continuo dialectal, sin duda a lo largo de muchos sig los .
Evidentemente, parece que luego, en una etapa muy posterior a los albores de la
divergencia de la familia, finalmente se produjeron algunas rupturas más o i'nenos nítid as
hacia los dos lados más apartados del continuo dialectal. Las líneas C- 1 en la Figura 13
corresponden a una ruptura que separa las variedades centrales de las que podríamos llamar
las variedades "intermedias"; mientras que las líneas 1- S corresponden a una ruptura entre
las variedades intermedias y las sureñas. Nótese, sin embargo, que la ruptura C- 1 se ve
apenas más significativa que las que separan entre sí los cuatro mayores subgrupos al
interior de las variedades sureñas. A fin de cuentas, para nuestra visión de las primeras
etapas del desarrollo de la familia quechua, mejor haríamos en revisar la importancia relativa
de los análisis de bifurcación y de continuo dialectal , claramente más a favor del segundo de
lo que suponen las clasificaciones tradicionales.
En efecto, nuestra visión del desarrollo temprano del quechua en tanto que divergen-
cia paulatina en un continuo dialectal disipa de golpe buena parte de la controversia acerca
del lugar que deberían ocupar en nuestra clasificación los varios dialectos "intermedios".
Las variedades de quechua que se habla(ba)n en Pacaraos y en varios lugares de la provincia
de Yauyos no toman parte consistente en los rasgos que tradicionalmente se consideran
diagnósticos de una ruptura fundamental que opondría una rama QI a otra Qll (ver Adelaar
1987 y Taylor 1984a, 1984b, 1987).
Estas variedades a menudo se han calificado de "problemáticas" para la clasificación.
Lo que se sugiere aquí es que no son ellas el "problema" por no caber fácilmente en ningún
nicho dentro en un árbol genealógico: el problema consiste más bien en insistir a priori en
una estructura de árbol como necesariamente la única representac ión posible de la histori a
del quechua. En un continuo dialectal, mientras tanto, el estatus intermedio no es "problemá-
tico", sino precisamente lo esperado para aquellas variedades que - también en un sentido
geográfico- se encuentran en regiones intermedias entre el quechua central y el sureño.
Esquivando la frontera nítida QI-Qll entre Huancayo y Huancavelica sobre la cual se ha
insistido tanto, bien podemos trazar una gradiente mucho menos tajante que vaya del llama-
do Ql al llamado Qll: basta pasar por las regiones montañosas del interior del departamento
de Lima, allí donde justamente se encuentran muchas de las variedades intermedias.
Hemos tenido cuidado en calificar siempre nuestro escenario como uno válido sólo para
las etapas iniciales de la divergencia del quechua. Pues luego, una vez que los dialectos hacia
el lado sureño del continuo se hubieron extendido tan lejos como para estar fuera de cualquier
contacto significativo con las variedades del Perú central, el modelo del árbol genealógico
vuelve a ser medianamente más apropiado para identificar ciertas ramificaciones menores, parti-
cularmente dentro de las regiones sureñas. Así, mientras nuestros resultados ponen en tela de
juicio la ubicación del Qlla dentro de la familia, confirman por lo menos su identidad en tanto
grupo separado, tal como respaldan el contraste tradicional entre el Qllb y el Qllc.
Además, dentro del mismo Qllc, la distinción primaria que se suele destacar contem-
pla una rama Ayacucho-Chanca frente a otra Cuzco-Collao, la cual abarca todos las varieda-
46 Revista Andina
Pau/ Heggarty: Enigmas en el origen de las lenguas andinas
des desde Cuzco hacia el sur, hasta el sur de Bolivia y el norte de Argentina. Esta distinción
encuentra respaldo como la bifurcación primaria dentro del QIJc, aunque se deba reconocer
que nuestro estudio comprende, a la fecha , sólo un representante del quechua Ayacucho-
Chanca, y además una muy norteña (la comunidad de Atalla, cerca de la ciudad de
Huancavelica). Nos proponemos cuanto antes agregar unas variedades más intermedias
entre ésta y la cuzqueña, lo que bien podría darnos un cuadro más complejo y más consisten-
te con los análi sis que a menudo se proponen para esta región en tanto continuo dialectal.
Mientras hacíamos nuestra selección de las variedades por incluir, decidimos esco-
ger una concentración más densa de variedades al interior de una de las ramas tradicionales
- a saber, la de Cuzco-Callao- con el propósito de ver cuán sensitivo puede ser nuestro
método para distinguir entre las variedades más estrechamente emparentadas. Efectivamen-
te, resulta que a su vez al interior de la misma rama Cuzco-Callao, la siguiente ramificación
que se da según nuestros resultados refleja directamente la ruptura geográfica entre las
variedades del quechua que se hablan al norte y al sur del área aimara-hablante (entorno al
Lago Titicaca, en el sur de Perú y el norte de Bolivia) .
Para el tradicional Ql, por el momento nuestra cobertura abarca demasiado pocas
variedades como para dar una resolución suficiente de alguna estructura interna dentro de
esta rama, pero una mirada al NeighborNet que resulta de los datos de Torero en la Figura 13
da algunas indicaciones. No entraremos aquí en detalles, sino para constatar que una vez
más la señal de red que se encuentra en los datos parece menos compatible con bifurcacio-
nes nítidas al interior del quechua central que con un continuo dialectal.
9 Para má s detalles sobre la postura que seguimos en la nomencl atura de las lenguas an dinas, ver la
sección espec ial en nuestras páginas web.
minares de nuestros propios datos fonéticos para las dos variedades, las diferencias entre
ellas parecen más bien no ser tantas tampoco en este campo. Además, durante nuestro
trabajo de campo, nuestros informantes, hablantes nativos de estas variedades, informaron
de una inteligibilidad mutua casi total. \
Finalmente, mucho de la argumentación de Hardman para identificar a las dos varie-
dades como lenguas distintas se reduce a sus cálculos de las diferencias léxicas entre ell as,
por medio de la lexicoestadística. A éstas se les alude en Hardman ( 1975), donde presenta
sus cálculos globales del porcentaje de cognados, aunque no sistemáticamente sus listas de
palabras. ¿Cuál de las dos posiciones se ve respaldada por nuestros propias clas ificaciones
para la semejanza léxica?
Un aspecto de la posición de Hardman se basa en que sus cálculos la llevan a consi-
derar el cauqui como considerablemente más cercano al aimara sureño de cuanto lo es el
jacaru. En primer lugar, nuestros resultados están de acuerdo en que, efectivamente, el
cauqui ostenta con el aimara sureño una cuota de semejanza algo más alta (un promedio de
55,9%) que eljacaru (54,0%). Sin embargo, la diferencia es mucho menos significativa que en
la lista de 100 palabras en el estudio de Hardman. Más pertinentes aun son nuestras cifras de
semejanza entre los mismos cauqui y jacaru. Para nuestra lista de significados, los dos
resultan algo menos diferentes el uno del otro (una cuota de semejanza de 93,8%) que las
variedades del aimara sureño entre sí (91,6% ; 91,0%; 87,1%), tal como también muchas
variedades del quechua entre sí (por ejemplo, el cuzqueño y el puneño: 89,9%). Sin embargo,
todas estas últimas no se suelen considerar lenguas distintas , sino sólo variantes regionales
de una " lengua" más amplia que las abarca: en estos casos, respectivamente, el aimara
sureño y el quechua Cuzco-Collao. Pues, a fortiori en el caso del cauqui y el jacaru, parece
ciertamente algo exagerado tildarlos de lenguas distintas.
La explicación para la discrepancia entre nuestras cifras y las de Hardman bien podrí a
buscarse simplemente en la calidad de los datos disponibles . De nuestros informantes pudi-
mos conseguir datos para todos los 150 significados en nuestra lista (aunque, como siempre,
en algunos casos los lexemas nativos se han visto reemplazados por préstamos del castella-
no). Mientras tanto, el conjunto de datos al cual tenía acceso Hardman para su estudio en
1966 era muy incompleto: para el cauqui sólo había alcanzado conseguir datos para 59 de los
significados de la lista de 100 de Swadesh, y 95 de la lista de 200.
En el conjunto total de nuestras cuantificaciones en la Figura 2, y en las varias repre-
sentaciones gráficas expuestas, también se pueden encontrar pautas interesantes para la
dilucidación de la cuestión dificil de exactamente cuántas "lenguas" distintas uno puede
querer distinguir dentro de la familia quechua. Sin embargo, una vez más tenernos que
advertir que nuestras cuantificaciones reflejan diferencias únicamente en la semántica léx ica,
no en la fonética ni en la gramática, así que no tratan sino de parte de la cuestión. Además,
más útil sería disponer de un patrón de cotejo externo, lo cual nos proponernos ofrecer a su
debido tiempo una vez que hayamos apli cado nuestros métodos también a una se lección de
lenguas europeas.
48 Revista Andina
Paul Heggarty: Enigmas en el origen de las lenguas andinas
la familia aimara. Porque bien hubiéramos podido quedarnos con una señal indistinguible de
una bifurcación simplemente en virtud de la constelación particular de variedades de esta
familia que por casualidad socio-histórica haya sobrevivido hasta la fecha . Es decir, la familia
aimara bien pudo haber sido en sus orígenes más bien un continuo dialectal , dentro del cual
las formas ancestrales deljacaru/cauqui y del aimara altiplánico pudieron ocupar posiciones
hacia los extremos. Tal escenario sería, además, perfectamente compatible con las evidencias
considerables de otras variedades -¿intermedias?- del aimara, las cuales antiguamente se
hablaron tan ampliamente a través del sur del Perú.
Siempre que el análisis se enfoque únicamente en variedades supérstites de una fami-
lia lingüística se corre el riesgo de falsear la realidad histórica de la misma. Europa ha vivido en
los últimos siglos un proceso similar de extinción de variedades intermedias, aunque en este
caso principalmente por un proceso de estandardización entorno a una variedad de mayor
prestigio social. Si comparamos únicamente las lenguas estándar que a este proceso sobrevi-
vieron, nos quedamos con árboles engañosamente sencillos, compuestos de lenguas netamente
distintas, para familias como la romance, la gern1ánica y la eslava. Más bien , en cada caso la
verdadera historia fue una de muy lenta y duradera fragmentación en inmensos continuos
dialectales desde sus inicios hasta la muy tardía aparición de los estados nacionales.
De lo anterior, existe un problema potencial de interpretación también para la historia
del quechua y del aimara. A saber, no hay ninguna garantía de que aquellas variedades que
han logrado sobrevivir hasta hoy representen los polos más extremos de la variación que
antes pudo haber habido dentro de cada familia, ni que atestigüen toda la profundidad de su
desarrollo histórico . No obstante, aun a falta de esta garantía, en la práctica casi no nos
queda más remedio que tratar de avanzar en base a la suposición de que así fuera , y en ta l
caso nuestros resultados aportan una confirmación de que las variedades dentro de la
fami lia aimara sean algo más diferentes entre sí de cuanto lo son las variedades del quechua.
Siendo así, y siempre que no hubieran intervenido otros factores para perturbar sus
procesos históricos respectivos, por defecto se supondría que las primeras diferenciaciones
dentro del protoaimara se produjeron algún tiempo antes de que comenzara la fragmentación
del protoquechua. Así, nuestros resultados por lo menos son compatibles con las pautas
más generales del escenario que actualmente, más a menudo, se propone en la andinística.
Este escenario supone una expansión primero del aimara, predominantemente hacia el sur,
desde el foco original en el Perú central, que generalmente se asume para esta familia. A esta
primera expansión, le habría sucedido algunos siglos más tarde la del quechua, el cual se
habría expandido tanto hacia el norte como hacia el sur, fragmentándose en el transcurso de
este proceso. Si bien nuestras cuantificac iones no necesariamente pueden excluir otros
escenarios, por lo menos sugieren que cualqu ier alternativa q ue propone una fragmentación
del quechua, anterior a la del aimara, tendrá que acompañarse de alguna justificación en
cuanto a factores históricos, lo sufic ientemente fuertes, para revertir el supuesto de que es la
familia aimara la que desde más antigua data está divergiendo .
En lo que respecta a proponer fechas absol utas para estos eventos, recuérdese que
los métodos basados en los datos lingüísticos no han logrado ninguna aceptación general
50 Revista Andina
Pau/ Heggarty: Enigmas en el origen de las lenguas andinas
investigación más profunda una vez que hayamos completado el análisis de nuestro segun-
do tipo de datos -a saber, cuantificaciones de las diferencias entre las lenguas andinas en su
fonética y ya no en su semántica léxica. Antes de ello, expresamos nuestro anhelo de recibir
las réplicas, críticas y contribuciones de los especialistas en lingüí sti ca andina a este primer
intento de aplicación de novedosas herramientas metodológicas, reunidas de la lingüísti ca y
de otras disc iplinas, a las cuestiones más espinosas de la clasi fic ación y de la prehistoria del
quechua y el aimara.
Paul Heggart~0
Universidad de Edimburgo
1O Este trabajo ha sido realizado en el marco de un proyecto auspiciado por la Universidad de Sheffie ld.
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Pau/ Heggarty: Enigmas en el orig en de las lenguas and inas
Apéndice
Lista adaptada de 150 significados con relevancia cultural y lingüística en los Andes
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COMENTARIOS
Willem F.H. Adelaar ta, según propia declaración , los dato s morfol ó-
F.B.J. Kuiper Instituut, Países Bajos. gicos y fonéticos. A nuestro pare<:er, so n las con-
siderac iones morfológicas que mejor definen al
El artículo de Paul Heggarty retoma la discu- grupo Quechua I y que muestran su sepa ración
sión sobre la posición genealógica del quechua y del Quechua de Cajamarca. Consideremos, por
del aymara, esta vez con un método moderno y ejemplo, el caso de los sufijos plurali zadores in-
refinado, con "programas elaborados fuera de la ternos al verbo y el sistema de los sufijos verba les
lingüística", cuya validez ya fue comprobada, se- de dirección tan desarrollados en el Quechua I y
gún el autor, con familias lingüísticas en otras par- cuya ausencia en el Quechua de Cajamarca es no-
tes del mundo. Para el lector no familiarizado con toria. Reconstruir la genealogía interna del Quechua
las consideraciones metodológicas tratadas en este exclusivamente en base al léxico, sin incluir los
artículo, resulta dificil evaluar su plusvalía. Sin argumentos fono lógicos y morfológicos tan esen-
embargo, la representación de las relaciones entre ciales, no puede ll eva r a conclusiones definitivas
variedades del quechua y del aymara incluidas en y, por consiguiente, tendremos que estar a la es-
la Figura 8 del artículo muestra que el método pera de un segundo a1iículo de Heggarty en el que
utilizado no hace sino confirmar lo que todos ya queden reparadas aquellas deficiencias. Por la
sabíamos: la distancia genealógica entre el quechua misma razón, y continuando con el caso de l
y el aymara (emparentados o no) sigue siendo Quechua de Cajamarca y Ferreñafe, el prese nte
enonne, cuando al mismo tiempo el cuadro actual artículo deja fuera de discusión los parale los en el
se ve borroso por la gran cantidad de préstamos desarrollo del sistema verbal de referencia perso-
ocurridos entre el quechua y el aymara en su tota- nal (asimismo paralelos fonéticos) , que parecen
lidad, así como entre dialectos geográficamente unir estos dialectos con el Quechua del sudeste de
cercanos de cada grupo. Un aspecto interesante Bolivia y de Santiago del Estero en Argentina (cf.
de las conclusiones de Heggarty concierne la con- Adelaar 1995). En otras palabras, tenemos qu e
firmación de una mayor separación genealógica tener mucho cuidado con la clasificación genea ló-
de las lenguas aymaráicas frente a una relativa gica de los dialectos quechuas, cuyos hablantes
homogeneidad dentro del grupo quechua. Aquí se fueron llevados a lugares periféricos durante la marea
trata de una conclusión a la que no es fácil llegar de migraciones que acompañó la expansión incás ica
en base a una inspección meramente impresionista. y la conquista españo la. En este contexto, también
Al mismo tiempo, las dudas existentes relaciona- se puede recordar la presencia de influencias léxicas
das con la posición clasificatoria del grupo del Quechua l en el Quechua de Catamarca y La
Quechua IIA de Torero (es decir, Cajamarca, Rioja encontradas por Nardi ( 1962). No podemos
Ferreñafe, Pacaraos, Yauyos, etc.) se ven reforza- evitar ser sospechosos cuando leemos "que los
das. No resulta sorprendiente descubrir que este dialectos (quechuas) hacia el lado sureño del conti-
grupo -s i de hecho de un grupo se trata- no cabe nuo se hayan extendido tan lejos como para estar
dentro de la bifurcación general de los dialectos fuera de cualquier contacto significativo con las
quechuas, caracterizada por la división entre variedades del Perú central ". De hecho , la
Quechua I y Quechua II. Esta constatación no etnohistoria andina no fue tan sencilla.
significa, sin embargo, que dicha división no sea La conexión cercana entre el Quechua de
válida, más bien que resulta necesario refinarla. Pacaraos y el conjunto Quechua 1, propuesta por
Es importante tomar nota de la distancia observa- Parker ( 1969) y por nosotros (Adelaar 1984 ),
da entre el Quechua de Cajamarca y Ferreñafe, está fundamentada principalmente en la existen-
por un lado, y las demás variedades quechuas cia de innovaciones morfológicas. Las particula-
asociadas con un grupo 'del norte del Perú' ridades léxicas del dialecto de Pacaraos se expli-
(Chachapoyas, Lamas), por el otro. Sin embargo, can probablemente a través de un conservaduris-
tenemos que advertir que la proximidad sugerida mo fuerte, por un lado, y contactos con una len-
entre Cajamarca-Ferreñafe y el conjunto Quechua gua aymará ica, por el otro.
I depende enteramente de semejanzas en el léxico, Tenemos algunas duda s acerca de la se lecc ión
pues el trabajo de Heggarty aún no toma en cuen- y la representatividad de los dato s ofrecidos por
58 Revista Andina
Pau/ Heggarty: Enigmas en el origen de las lenguas andinas
Heggarty y su intención expresada de colectar Tarma). Esta palabra cabe en el fonetismo quechua,
nuevos datos en el campo para los dialectos no tiene otro uso que lo registrado y ya no refiere
quechuas de Pacaraos, Yauyos y Chachapoyas. al significado normal que tiene la palabra 'punta'
En el caso de Pacaraos y Chachapoyas ya existen en castellano.
léxicos publicados (para Pacaraos,Adelaar 1982; Al final de este comentario quisiéramos su-
para Chachapoyas, Taylor 1979). No queda claro brayar que en el caso de lenguas cuyo posibl e
por qué tales recopilaciones de léxico no hayan parentesco se pierde en las tinieblas del tiempo ,
sido utilizadas , y en el caso del Quechua de como es el caso del quechua y del aymara (hecho
Pacaraos hay que dudar seriamente de que se pue- confirmado por el mismo Heggarty en este artícu-
da todavía hacer una recopilación significativa del lo), será indispensable incluir otras lenguas del
léxico de un dial ecto , cuyo conocimiento y uso ya subcontinente en un estudio comparativo como
estaban restringidos a personas de edad avanzada el presente. En este caso solo ha sido agregado el
durante la época de 1970. También para Santiago chipaya como tercer elemento en la comparación,
del Estero y Lamas existen vocabu larios extensos pero esta lengua fue dejada de lado casi inmedia-
que deberían ser tomados en cuenta (Bravo 1991; tamente y sin mayor discusión. Falta una moti va-
Alderetes 2001; Park, Weber y Cenepo Sangama ción para no incluir el puquina, el atacameño, el
1976). cholón, el mochica, el shuar, el pano, las lenguas
Estamos de acuerdo con la crítica hecha por barbacoas, etc. En un momento en que en otras
Heggarty de l trabajo de Büttner ( 1983 ). Sin em- partes de América del Sur se registran importan-
bargo, debemos señalar una inexactitud histórica tes avances en la clasificación de las lenguas indí-
en la discusión aludida, cuando el autor dice "que genas, tal limitación para la región centroandina
las condiciones para el trabajo de campo eran más parece un paso atrás. Y con relación a la referen-
dificiles de cómo son hoy en día y la documenta- cia que hace el autor a la antigüedad del proto-
ción sobre las lenguas andinas mucho más esca- indoeuropeo, es necesario ac larar que son escasos
sa". Esta excusa no va le para los dialectos los lingüistas indoeuropeanistas que toman en
quechuas cuando recordamos que la mayor acti- serio las propuestas del arqueólogo Renfrew al
vidad en relación con su estudio en el campo se respecto. El so lo hecho de que los antiguos
dio justamente en los años 1960 y 1970. Fue des- indoeuropeos conocían la rueda, basta para re-
pués, durante los años 1980, que este tipo de chazar las fechas exageradas de 8000 a 9000 años
trabajo llegó a estancarse, por razones consabi- mencionadas en el artículo (A lexander Lubotsky,
das, y desafortunadamente aún no se ha recupe- comunicación personal ; ver tambi én Mallory
rado. 1989).
Los casos particulares de vocablos discuti-
dos en el artículo también solicitan algún comen- BIBLIOGRAFIA
tario. En el caso del par piqa - urna, se puede
notar que piqa está difundido en Pacaraos y en ADELAAR, Willem F.H.
dialectos del conjunto Quechua I con el significa- 1982 Léxico del Quechua de Pacaraos. Do-
do de 'seso' (por ejemplo, en San Pedro de Cajas, cumento 45 . Centro de Investigación de
Tarma) . Por eso, debe quedar pendiente una con- Lingüística Aplicada. Lima: Universidad
clusión acerca de su posible origen aymaráico. En Nacional Mayor de San Marcos.
el caso de inti - rupay parece que inli 'sol' es de
origen quechua, debido a su probable parentesco ADELAAR, Willem F.H.
con kunti 'oeste' y anti 'este'; resulta más dificil 1984 "Grammatica l vowel length and the
establecer el origen de rupay / lupi / nup ·¡ por falta classification of Quechua dialects. "
de criterios. En el caso de cusku - tawa 'cuatro' se lnternational Journal of' American
podría quizás conectar el segundo elemento con Linguistics 50, pp. 25-47.
puquina tacpa 'cinco' y callahuaya taxwa 'seis' y
llegar a la conclusi6n de que se tratara de un prés- ADELAAR, Willem F.H .
tamo. En cuanto a la facilidad de reconocer los 1995 "Raíces lingüísticas del Quichua de San-
préstamos del castellano, hay algunas excepcio- tiago del Estero." En: Ana V Femández
nes como la palabra punta 'primero', 'antes' , 'po- Garay y José Pedro Viegas Barros
sición delantera' (en Quechua de Pacaraos y (coord.) Actas// Jornadas de Lingüísti-
60 Revista Andina
Pau/ Heggarty: Enigmas en el origen de las lenguas andinas
Con todo, en otra parte el autor hace una con- ción histórica mediante el análisis comparativo
cesión, ciertamente hipotética, a una datación interdialectal de un conjunto limitado de palabras
cronológica "entre 6000 y 9500 años", cuando cuidadosamente se leccionadas. Deja claro que no
compara la distancia léxica entre quechua y aymara puede plantearse una evolución lingüística en tiem-
y la de las lenguas indoeuropeas más inestables. pos absolutos sino sólo como una secuencia
Pero enseguida añade: "a menos que haya alguna ordinal. Salvo algunas insinuaciones sólo tentati-
razón por la cual las lenguas andinas hayan ido vas en las conclusiones finales , habla sólo de gra-
perdiendo su vocabulario básico a un ritmo consi- dos de diferencia evitando pronunciarse sobre el
derablemente más acelerado que las lenguas debate entre cambios o semejanzas por contacto
indoeuropeas" (6.1.4). o por evolución filogénética; prefiere hablar de
Se me ocurre que esta razón podría ser tal vez correlatos y no de cognados o préstarnos. Se basa
el control vertica l de los pisos ecológicos, tan casi siempre en su propio trabajo personal de
mencionado en la etnohistoria y antropología campo. Sus mediciones son mucho más comple-
andina desde que John Murra llamó la atención jas que las dicotómicas del pasado. In troduce ade-
sobre este rasgo. No sabemos desde cuándo ni más distinciones muy pertinentes, por ejemplo
con qué intensidad ha habido estos intercambios sobre la mayor o menor estabilidad léxica y se-
entre pisos ecológicos, pero parece que es algo mántica de las diversas palabras utili zadas en su
bastante vinculado con la sobrevivencia en los lista .... Y cuando esta información, tan cu idado-
Andes . En este contexto, es oportuno recordar samente recopilada, es procesada en los mencio-
que siempre se ha asociado más a los aymaras 1 nados programas, los resultados resultan cohe-
con la puna y a los quechuas con los valles; hasta rentes y, en algunos casos, también desafiantes,
este nombre qhichwa (o qhirwa en aymara) quie- como en el cuestionamiento de la ubicación
re decir valle productor de maíz. Aun ahora hay filogenética del quechua de Cajamarca y Ferreñafe.
zonas, por ejemplo en el norte de La Paz y el
norte de Potosí , en que se habla aymara en las Sobre la lista base
alturas y quechua en los valles de una misma se-
rranía, con mucho intercambio y bilingüismo si- Con relación a mi segundo tema, sólo conozco
quiera pasivo en ambas lenguas. ¿Podría explicar la lista utilizada por Heggarty en su versión ingle-
esta movilidad geográfica y la coexistencia de di- sa y castellana (bajada de la página web), más los
versos pueblos en determinados va lles, con mu- pocos términos quechuas y aymaras incorpora-
cha interacción entre ellos, un ritmo más acelera- dos en la discusión . Por tanto no puedo hacer un
do de préstamos de unos a otros? comentario de conjunto. Pero, con lo poco que he
Puede ser también pertinente recordar que Ian podido conocer, plantearé tres dudas.
Szemiñski, de la Universidad Hebrea de Jerusa- Primera duda: el autor ya nos advierte que
lén, ha cotejado sistemáticamente los términos "no siendo el lenguaje una estructura inherente-
andinos quechuas y aymaras de diversos textos mente matemática, cualquier intento para cuanti-
coloniales con los principales diccionarios colo- ficarlo ... no será más que una «interpretación»"
niales, y ha llegado a la conclusión de que son y por eso pide "cierta «indulgencia» por parte de
poquísimos los términos que puedan llamarse [los] lectores más escépticos" (4. l ). Añadiré un
exclusivos de una u otra lengua 2• poco más de combustible para ese escepticismo,
Dicho esto, el presente artícu lo retoma la te- a partir de algunas gdudas que me plantea la lista
mática y la intuición central de Swadesh, pero misma de significados en inglés y castellano. ¿No
con una metodología nueva y con supuestos ra- se han colado duplicados, como 'seno' y 'mamar'
zonables mucho más moderados. Resulta muy (ñuñu-)? ¿Cómo tratar 'corazón', que en las len-
refrescante la manera rigurosa y cautelosa con que guas andinas puede distinguirse el órgano y el
Heggarty retoma el tema de reconstruir la evolu- afecto de la misma palabra (en aymara: 1/uxu 'vál-
1 vula del corazón' vs. chuyma 'pulmón, tórax' ,
que es además la sede del afecto, etc.)? Parece un
Perdón por seguir escribiendo con y, para que caso semejante al de sol/calor tratado en el texto
siga siendo una opción alternativa incluso en (4.3). Estos y otros ejemplos me llevan al tema
castell ano. más complejo de hasta qué punto, al incorporar
.2 Comun icación personal. en mayor detalle la medición de aspectos semán-
ticos , surgen interferencias entre la concepción podemos presumir que algo parecido habría ocu-
con que se elaboraron las listas de partida y la n-ido en el pasado, sin castellano?
estructura semántica de las lenguas comparadas. Tercera duda: ¿por qué mantener en la li sta
Segunda duda: me gustaría saber más detalles básica de 200 significados el conqepto 'con ' que
sobre el "estatus especial" que se asigna a los puede tener tantas acepciones semánticas (com-
préstamos castellanos para poder "tratarlos de pañía, instrumento, adición, propiedad, etc.) y
distintas maneras de acuerdo con diferentes fi- que en las lenguas andinas se puede expresar en
nes"; pero enseguida añade que en este análisis uno o varios sufijos? O, si se mantiene, ¿no habría
sólo tienen el status de "ausencia de datos" (final que añadir entonces otros sufijos para que esta
sección 3). De hecho, en otras partes como en las clase gramatical tan andina tenga mejo r represen-
figuras 2 y 3, se mantiene el castellano como len- tación? Estamos ahí en el umbral entre el enfoque
gua de referencia, pero no me queda claro cuál ha léxico y el gramatical. Pero esto me lleva a la últi-
sido en cada caso el tratamiento diferente. Haber ma parte, más general, de mi comentario.
puesto en cuarentena los casos en que algún dia-
lecto sólo usa el préstamo castellano, parece ra- Del léxico a la gramática
zonable dada la finalidad inmediata del trabajo.
Pero, efectivamente, con ello perdemos tal vez En términos aún muy genera les, que van más
una información potencialmente pertinente para allá de este artículo, me deja todaví a insatisfecho
otras inferencias. ¿Por qué se perdió precisamen- deducir tanto de sólo el léxico, por mucho que la
te tal o cual palabra en esa lista considerada tan lista original de Swadesh se haya adaptado al con-
básica? Hacer un segundo análisis sin omitir esos texto particular de las lenguas andinas. Cuando
préstamos de origen ya conocido, quizás nos po- analizamos el diccionario de cualquier lengua mo-
dría dar una pista adicional sobre el peso que el derna o lo que ocun-e actualmente entre lenguas
contacto puede haber tenido en otros casos. en contacto, vemos que los préstamos léx icos so n
Pensemos, por ejemplo, en la posible adición lo primero que se introduce en otras lenguas, so-
del quechua de Cochabamba, caricaturizado mu- bre todo si hay entre ellas un a relación soc iolin-
chas veces como "quechuañol", a los dialectos güística desigual. No digo que no valga el aná li sis
analizados. Ahí , por ejemplo, el dúo "hermano/a" comparativo de palabras para inferir correlacio-
es tan común como ñaiia (hermana de ell a); pro- nes o distancia entre lenguas. Pero ¿bastará?
bablemente se usa más que wawqi (hermano de El autor ya no s anuncia un análisis compara-
él) y ciertamente mucho más que los términos ble de la fonología , que será muy bienvenido. Sin
cruzados pana y turi (hermana de él, he1mano de duda reforzará mucho de lo que aquí aparece, aun-
ella). En Cochabamba y en casi todo el quechua que probablemente añadirá, además , algunas otras
boliviano, el significado 'hablar' - recién añadido cosas interesantes. ¿ Y qué decir de otros ámbito s
a la lista básica- se dice par/ay, como en castella- gramaticales como la morfofonémica con sus jue-
no antiguo, mientras que la forma original rimay gos de sufijos, que es uno de los campos más
ahora significa sólo "atestiguar", "reñir" o se re- ricos de las lenguas andinas? Aunque también aquí
fiere al murmullo de los ríos - como ocurría ya se reproduce el eterno debate entre semejanzas
cuando los antiguos ll amaron Rimaq al río de por contacto o por relación genética, este campo
"Lima" y Apu Rimaq al mayor de todos los " ríos - más arraigado en el inconsciente y, por tanto,
profundos" de Arguedas- y al "cuchicheo" de las más resistente al cambio por simple contacto que
gallinas. ¿Cómo tratar esos casos? ¿Qué pasaría, el léxico- tiene una solidez mayor que otros. El
por ejemplo, si en la figura 8 - que distingue la trabajo preliminar que en ello ha reali zado nu es-
representación en red NEJGHBORNET del subgrupo tro común amigo y maestro Rodolfo Cerrón-Pa-
de significados menos estables y la del grupo de lomino ( 1994 ), comparando las estructuras para-
significados más estables- se añadiera una tercera lelas del quechua y aymara, nos lo confirma y nos
representación que incluyera además los présta- muestra además que ahí se puede llegar a una vi-
mos castellanos? La incorporación de préstamos sión mucho más completa y sistemática que con
castellanos es, a fin de cuentas, un dato lingüísti- una lista de vocabulario, por básico y universa l
co contemporáneo tan real como los que hayan que se lo pretenda .
ocurrido en el pasado. Por tanto, si al incluirlos se Por lo que el presente artículo nos adelanta,
modificara algo la distancia entre dialectos, ¿no creo que Paul Heggarty tiene agallas para lan za rse
62 Revista Andina
Paul Heggarty: Enigmas en el origen de las lenguas andinas
también en este desafio mayor y salir airoso. Ya me (b) crítica razonada de la vieja léx ico-estadística,
imagino los gráficos generados por los programas en general, y de su aplicación a las lenguas andinas;
FITCH o NEIGHBORNET, aplicados a datos gramatica- (c) selección lingüística y dialectal de los materia-
les, y ya me muero de ganas de compararlos con les analizados; y (d) interpretación de los datos a
los aquí presentados, a partir de la lista de pala- partir de la aplicac ión del método léxico-estadís-
bras, unas más resistentes, otras más vulnerables. tico alternativo propuesto en (b) . En lo que sigue,
procederemos a comentar brevemente tales pun-
BIBLIOGRAFIA tos, destacando su pertinencia tanto teórica como
metodológica, y formu lando algunas atingenci as
CERRÓN-PALOMINO , Rodolfo y observaciones que el autor podrá tomar en cuen-
1994 Quechumara. Estructuras paralelas de ta, si las considera relevantes .
las lenguas quechua y aimara. La Paz: En cuanto al primer aspecto, según se nos
CIPCA. anuncia, el procedimiento de análisis filogenéti co,
elaborado para su aplicación en la interpretación
del pasado de las lenguas andinas, se inscribe den-
tro de un proyecto pluridisciplinario má s ambi-
cioso que, bajo el nombre de "Métodos cuantita-
Rodolfo Cerrón-Palomino tivos en la clasificación de lenguas", dirige la lin-
Pontificia Universidad Católica del Perú güista April McMahon en la Universidad de
Facultad de Humanidades Sheffield (Inglaterra). Concretamente, el modelo
se inspira en el método de la genética y la biología
En la nota preliminar a la segunda edición de evolutivas, aplicado al estudio de las relaciones
Lingüística Quechua (Cuzco: C.E.R.A. Bartolomé de parentesco de las especies biológicas , a partir
de Las Casas, 2003), llamábamos la atención so- de los índices de cuantificación derivados de las
bre la necesidad de revisar algunos puntos relati- comparaciones del ADN de tales especies. De
vos a la recon strucción del protoquechua, su po- esta manera, el programa adaptado para los fin es
si ble emplazamiento inicial , su re lación con el estrictamente lingüísticos, constituye una herra-
protoaimara, y la clasificación de sus dialectos mienta que tiene la virtud de sintetizar y proyec-
modernos. Señalábamos, entonces, que para una tar, en la form a de repre se ntaciones gráficas
mejor comprensión de los problemas, sujetos a bidimensionales, las relaciones multidimensionales
revisión , hacía falta reexaminar cuidadosamente que resultan de los índices de cuantificación de
los materiales disponibles, preñados de un enfo- semejanza, derivados del cotejo léxico-semántico
que teórico-metodológico renovado , a la par que de las lenguas y/o dialectos se leccionados para el
del acceso a nuevas fuentes de información dialectal estudio. A diferencia de los conocidos esquemas
y documental. El artículo que pasaremos a co- arbóreos que ilustran los viejos tratados de corte
mentar, se propone, coincidentemente, abordar diacrónico, irremediablemente reduccionistas, el
tales temas de indudable importancia dentro de programa visualiza tipos de relaciones filogenéticas
los estudios de lingüística andina. Para el lo, el más sensibles a la realidad lingüística, siempre
autor, provisto de una drástica reformulación de intrincada y compleja en el tiempo y en el espa-
la léxico-estadística tradicional, ensaya precisa- cio. El dispositivo, en suma, convierte la infon11a-
mente una aproximación novedosa a los proble- ción cuantitativa en representaciones gráficas que
mas mencionados . Desarrollado de manera clara semejan estrellas o redes, cuyas proyecciones tra-
y accesible, no obstante discurrir sobre tópicos ducen grados de diferencia o semejanza entre las
de naturaleza compleja, el trabajo que comenta- entidades lingüísticas sometidas a comparación.
mos, luego de una breve exposición de los antece- Tales relaciones, insiste el autor, deben ser tom a-
dentes de los temas estudiados, y tras anunciar la das como producto de los contactos idiomáticos
meta perseguid~, se estructura en-tomo a cuatro antes que de cualquier filiación genética. Ello,
aspectos fundamentales que tienen que ver, aun- porque el materi al léxico-semántico, que sirve de
que no necesariamente en el orden señalado, y aducto para la obtención de los índices de
con el riesgo de incurrir en simplificaciones, con cuantificación, está libre de toda presunción de
los siguientes puntos : (a) descripción del progra- cognación, pero a la vez, siguiendo la práctica
_ma empleado en el procesamiento de los datos; tradicional de l método comparativo, aparece na-
turalmente depurado de todo factor achacable al tica del método léxico-estadístico, ensayada con
azar. De este modo, se supera el impasse que ha resultados promisorios en otros ámbitos lingüís-
significado, en los trabajos de reconstrucción his- ticos; esta vez adaptado especialmente por el au-
tórica, concretamente en el debate de las rel acio- tor a los efectos de su empleo en el cálculo de las
1
nes entre el quechua y el aimara, la distinción sis- relaciones que guardan entre sí tanto los dialectos
temática entre préstamos y cognados como requi- del quechua y del aimara, como las que existen
sito de entrada, por lo demás no siempre observa- entre ambas familias idiomáticas. Las innovacio-
do en su aplicación. Lo que el método persigue es, nes introducidas en el método son de tal magnitud
una vez más, establecer los grados de relación en- que, ciertamente, constituyen una verdadera rup-
tre las entidades cotejadas y no su filiación tura respecto de los principios teóricos y de pro-
genética: de allí que el autor insista en que el pro- cedimientos en los que se sustentaba aquél. En
grama busca visualizar las relaciones genealógicas efecto, dentro de la técnica reformulada, aparte
antes que las genéticas propiamente dichas. del descarte de la distinción entre préstamos y
Pues bien, en todo esto quisiéramos ver - y cognados, se rechaza enérgicamente la naturaleza
estamos seguros de que el autor comparte la idea binaria y absoluta del conteo de los elementos
con nosotros- , un saludable esfuerzo por tratar léxicos comparados, considerados como cognados
de acometer los problemas de filiación y clasifica- o no (donde vale el todo o nada), dejando de lado
ción idiomáticos, abordándolos desde otra pers- las valoraciones intermedias a las que pueden pres-
pectiva, en vista de la suerte de entrampamiento tarse perfectamente, desde el punto de vi sta for-
en el que se encuentran, al menos por el momen- mal y semántico, las entidades correlacionables.
to, los estudios de corte diacrónico aplicados en La versión reformulada toma en cuenta, preci sa-
el área andina. En tal sentido, con todo lo atracti- mente, los distintos grados de relación que guar-
vo y novedoso que pueda ser el método ideado, y dan entre sí los correlatos léxico-semánticos , y
al margen de su aplicación rigurosa en el presente que a su vez son objeto de una medición escalar
caso, quisiéramos señalar que no se trata de una cuya cuantificación en cifras relativas y no abso-
alternativa a los métodos tradicionales de la lin- lutas servirá de aducto al programa de análisis
güística histórica, sino de un procedimiento aux i- filogenético mencionado. De esta manera, el cor-
liar que puede ser empleado allí donde justamente pus léxico-semántico que maneja el autor, que com-
no están dadas aún todas las condiciones para una prende en total 150 entidades (de las cuales 85 y
aplicación exitosa de los mismos. De hecho, en el 30 provienen, respectivamente, de las li stas míni-
caso de las lenguas andinas, creemos que hay to- ma de 100 y máxima de 200 de las elaborada s por
davía mucho que trabajar en materia de recons- Swadesh, completadas con otras 35 tomadas de
trucción comparativa e interna, y es de esperarse otras listas), aparte de haber sido sensibilizado a
que por lo menos algunos de los problemas que la realidad cultural y conceptual andina - hecho
ahora parecen insuperables puedan ir resolvién- que en sí mismo cuestiona el supuesto carácter
dose a medida que avance la investigación históri- universal de las listas tradicionales- busca repre-
ca. Estamos convencidos, en tal sentido, de que sentar de manera "detallada, flexible y equilibra-
no es del todo imposible lograr establecer crite- da" el carácter palimpséstico de las relaciones que
rios más finos que permitan discernir mejor entre se dan entre los dialectos y las lenguas del espacio
préstamos y cognados, reduciendo al máximo los andino. Pero hay algo más, igualmente cmcial, en
índices de plausibilidad en una u otra dirección, la reformulación del corpus léxico-estadístico.
una vez que conozcamos en mayor detalle la his- Ocurre que, gracias a su aplicación a otras famili as
toria y evolución de nuestras lenguas andinas, lingüísticas, ya no es posible hablar de una estabi-
como vienen probándolo los trabajos realizados lidad en bloque del corpus seleccionado, pues se
en estos últimos tiempos. No dudamos que , den- ha demostrado que, dentro de él , se puede divisar
tro de tal contexto, técnicas auxiliares como la un estrato inherentemente más estable que otro,
desarrollada por nuestro autor puedan alcanzar lo que echa por tierra la noción de la tasa regular de
resultados más sorprendentes aun que los que ya decaimiento, invocada por el método tradicional y
nos proporciona, si bien a costa del soslayamien- aplicada mecánicamente por quienes hicieron uso
to elegante del problema de entrada mencionado. de éste para sus cálculos glotocronológicos.
El segundo punto tratado, esta vez extensa- Resulta interesante constatar, en tal sentido,
mente, tiene que ver con una ref01mulación drás- la suerte de "ampliación" de las posibilidades de
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Paul Heggarty: Enigmas en el origen de las lenguas andinas
contar ahora con un corpus menos restringido, y va mente sometido a juicio esta vez por el autor, o
habitualmente descartado por el modelo tradicio- como en el caso de Torero, agregaríamos noso-
nal de la léx ico-estadística . Bien entendida, si n tros, en su estudio sobre la diferenciación interna
embargo, la sensibilización del corpus respecto de los dialectos del uro-chipaya.
de los grados de semejanza que guardan entre sí Respecto del tercer punto, relativo a la selec-
los correlatos léxico-semánticos supone, por par- ción idiomática y dialectal , el trabajo se sustenta
te del estudioso, un control más fino, en forma y en la información obtenida para veinte entidades
significado, de los elementos cotejables. En efec- lingüísticas, ambigua aunque comprensiblemente,
to, tal como nos lo da a entender Heggarty, quien- llamadas variedades, toda vez que el material re-
quiera que trabaje en esta dirección ya no puede gistrado corresponde a familias de lengu as
contentarse con la consulta de meros g losa rios (quechua, aimara, uro-chipaya) y dialectos o len-
heteronímicos, a menos que esto sea inevi table, guas pertenecientes a cada una de ellas. Aparte
sobre todo tratándose de lenguas ya extinguidas, del material léxico del chipaya, idioma ajeno al
pues lo que está en juego es precisamente la medi- quechua y al aimara, pero utilizado como elemen-
ción más minuciosa de los grados de coincidencia, to de control externo a e llos, las familias lingüís-
no necesariamente absoluta, que guardan recí pro- ticas consideradas en el estudio están representa-
camente los correlatos léxicos, y que, a su vez, das por un número razonable de exponentes pro-
será crucial a la hora de interpretar los tipos de pios, seleccionados por el investigador, salvo un
relación que guarden entre sí las entidades caso ( el quechua huanuqueño) para el cual se echó
idiomáticas seleccionadas para el estudio. De allí mano de un material previamente existente. Evi-
que, a falta de datos más precisos, se haga necesa- dentemente, la necesidad de contar con informa-
rio el trabajo de campo, y aquí, se hace inevitable ciones más precisas, que pudieran satisfacer los
la encuesta socio lingüística, en la que se ponen en requerimientos del nuevo modelo, obligaron al
juego la competencia bidialectal y la inteligibili- autor a efectuar personalmente la colecta del ma-
dad entre los hablantes o usuarios de las lenguas o terial en repetidas y frecuentes salidas a campo.
dialectos estudiados. Lo que no descarta, cierta- Con todo, la arbitrariedad en la cobertura expo-
mente, la propensión a caer en subjetivismos que nencial resulta patente, y es una lástima que el
pueden manifestarse en el establecimiento de fal- colega investigador, por razones de espacio, no
sas asociaciones, no ya cognadas, que a la larga nos haya explicitado las razones para ello, si bien
distorsionen los resultados (después de todo, la está apercibido de la necesidad de alcanzar una
etimología popular es algo de lo cual no se libran muestra mucho más amplia y representativa de
ni los más avezados especialistas). De todo esto las entidades idiomáticas estudiadas, lo cual se
es consciente el autor, quien hace muy bien en toma urgente en algunos casos en vista del peligro
adelantarse a las objeciones y reparos que asaltan de extinción que se cierne sobre ciertas variedades
la mente incrédula de quien va leyendo el trabajo. dialectales tanto quechuas como aimaras. En tal
Retomando la reflexión adelantada en relación con sentido, como señala el estudioso británico, será
el primer punto discutido, quisiéramos insistir, interesante tomar en cuenta en las versiones ulte-
una vez más, en que los estudios clásicos de corte riores de su trabajo en curso, la inclusión de di a-
diacrónico, aplicados a nuestras lenguas andinas, lectos como los de Chachapoyas, Ferreñafe, Caja-
seguirán siendo, con todas las dificultades del caso, tambo, Pacaraos, Yauyos y Huancayo, para refe-
los que nos muestren a la larga, de manera más rimos solamente a algunos de los dialectos que-
objetiva, los tipos de relación en forma y signifi- chuas que de alguna manera, y en mayor o menor
cado que guarden entre sí los elementos cotejables. medida, se han mostrado reacios a los intentos de
Sobra decir que de todo ello es consciente el in- clasificación que se han venido ensayando hasta
vestigador, y, en tal sentido, se adelanta en seña- la fecha. Afortunadamente, para algunos de ellos
lar que la suya es una propuesta más bien contamos con materiales léxicos más o menos
programática ªrifes que algo acabado. Después de solventes, aunque para otros no solamente no dis-
todo, personalmente, nos encontramos mucho más ponemos de ellos sino que, como en el caso de
cómodos con esta nueva versión de la léxico-esta- Cajatambo, la variedad misma está en franco pro-
dística, tras la aplicación, a todas luces mecánica ceso de obsolescencia. Como lo está, de manera
y por momentos ingenua, del viejo modelo a las mucho más dramática, y esta vez dentro de la
lenguas andinas, como en el caso de Büttner, nue- familia aimara, la variedad yauyina de Cachuy.
Dentro de esta misma familia, se hace urgente la ción con el asun to de la ruptura inici al del proto-
inclusión de datos provenientes de dialectos quechua, los diagramas proyectados configuran,
sureños periféricos, como los de Oruro (Bolivia}, contra la bifurcación tradicional postulada entre
el norte chileno, y Moquegua y Tacna en e l Perú. QI y QII, por lo menos una escisión tripartita,
Para algunos de estos casos, obviamente, se hace acorde por lo demás con la información sincróni-
urgente el trabajo de campo como la única alterna- ca proporcionada por los dialectos modernos que,
tiva que pueda proveernos del material lingü ísti - lejos de ofrecer realidades discontinuas, muestran
co necesario, antes de que las variedades en cues- un continuum a menudo soslayado, cuando no
tión se nos escapen de las manos. simplificado, por los tradicionales esquemas de
El cuarto punto abordado por el autor, de corte arbóreo. Sobra deci r que, en este punto, la
hecho la parte más reveladora del trabajo, presen- aplicación del método comparativo dejaba insa-
ta los resultados de la aplicación del programa a tisfechos y hasta frustrados a quienes buscaron
los datos numéricos arrojados por los índices de remediar, cuando no recusar de plano, la tesis de
semejanza léxico-semántica que le sirvieron de la bifurcación primordial. Y en cuanto a los pro-
aducto. Se procede en ella con la interpretación de blemas de índole clasificatoria, es igualmente pal -
tales resultados tras la aplicación del modelo mario constatar que los llamados dialectos del
filogenético ensayado, a la luz de los diagramas QIIA se aproximen, en la malla filogenética , al Ql
(neighb orn et) proyectados por él como educto antes que al QII, en contra de lo postulado inicial-
de la información lingüística cuantificada. Como mente. En tal sentido, vale la pena subrayar lo
se recordará, el autor se proponía atacar, desde señalado por el autor a manera de corolario de
una perspectiva novedosa, empleando para ello todo ello: " no es la si mplicidad analítica sino la
nuevas técnicas interpretativas, los problemas fidelidad a la historia real nuestra meta en la lin-
diacrónicos más importantes e irresueltos dentro güística histórica" . Por lo que toca al tercer pun-
de la lingüística andina, a saber: (a) la relación to, las proyecciones filogenéticas arrojadas por el
quechua-aimara, (b) la escición inicial y la clasifi- programa en relación con la familia aimaraica, a
cación de los dialectos quechuas modernos, (c) la diferencia de lo que ocurre con las del quechua,
clasificación de los dialectos aimaras, y (d) el pro- son de carácter bifurcante, lo cual, sin embargo,
blema de los emplazamientos y desplazamientos no constituye ninguna contradicción con la no-
iniciales de las familias lingüísticas involucradas. ción de una ruptura inicial natural y realista, pues
En lo concerniente al primer problema, resulta en este caso hay razones de índole históri ca qu e
particularmente iluminador, por su carácter con- permiten explicar el hecho: la existencia de só lo
firmatorio , la demostración de que, tan pronto dos lenguas-testimonio. En relación con esta mis-
como se introduce la distinción, dentro de los 150 ma familia, hay otro aspecto que los diagramas
elementos léxico-semánticos que sirven de com- parecen revelar, y que ti ene que ver con que sus
paración, entre significados más estables y me- componentes mayores (central y sureño) semos-
nos estables en el tiempo, salte a la vista un hecho trarían menos cercanos entre sí en comparación
contundente: la aproximación entre las lenguas es con las variedades de la familia quechua. Final-
mayor en el segundo caso y menor en el primero, mente, con respecto al cuarto punto, territorio
lo que podría explicarse como resultado de una minado que el autor trata más bien de refilón, no
convergencia en el caso del léxico menos estable hay mucho que comentar, puesto que incide en
y, al mismo tiempo, cierta distancia mutua en re- aspectos para los cuales resulta prudente esperar
lación con el léxico más perdurable. Es decir, pues, futuros logros en el campo de la an dinística y de
que en este punto, el modelo ensayado por el la lingüística histórica en general. Mientras tanto,
autor no hace sino confirmar, si bien de modo más resulta prematuro aún, en el mejor de los casos,
categórico, lo que se ha venido sosteniendo en los dar por terminados los debates en torno a los
últimos tiempos: si el quechua y el aimara se ori- emplazamientos originales de las protolenguas,
ginaron alguna vez de un mismo tronco, esto de- sus tiempos absolutos de diversificac ión y ex-
bió haber ocurrido en un tiempo considerable- pansión, así como su asociación co n las ci viliza-
mente remoto, no menor de seis a nueve mil enios. ciones del pasado. Como bien señala el joven in-
En cuanto al segundo problema, los resultados vestigador, algunos de los resultados obtenidos,
arrojados por el modelo son igualmente revelado- gracias al novedoso método empleado, no sólo no
res y no menos impactantes. En efecto, en rela- contradicen sino que también parece n confirmar
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Pau/ Heggarty: Enigmas en el origen de las lenguas andinas
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Pau/ Heggarty: Enigmas en el origen de las lenguas andinas
frente a los demás dialectos del centro que usan dentemente: "S iendo así, y siempre que no hubie-
principalmente la forma -r (Adelaar, 1987). ran intervenido otros factores para perturbar sus
El autor advierte que la semejanza en los procesos históricos respectivos , por defecto se
significantes léxicos del quechua y del aimara es supondría que las primeras diferenciaciones den-
mucho mayor para los significados menos esta- tro del protoaimara se produjeron algún tiempo
bles que para los más estables, lo cual sugiere un antes de que comenzara la fragmentación del
escenario de convergencia antes que de origen co- protoquechua". Creo que existen indicios de que
mún. La morfología parece confirmar esta inter- un factor histórico intervino para "revertir el su-
pretac ión. Los sufijos quechuas que aparecen en puesto de que sea la familia aimara la que desde
las posiciones más internas del verbo, cuya fre- más antigua data está divergiendo". Sabemos por
cuencia es más alta y que encontramos en toda la las fuentes históricas que, en gran parte del mun-
zona continua (la de mayor fragmentación do quechuahablante, las variedades locales coexis-
dialectal), es decir los que parecen ser los más tieron durante siglos con una variedad vehicular,
estables, no muestran ninguna semejanza, a nivel cuya identidad dialectal pudo variar según las
de significante, con sufijo aimara alguno. Sin em- épocas. Existen testimonios tanto históricos como
bargo, es de notar que es precisamente en ese filológicos para sustentar que tal era la situación
nivel de la morfología donde la semejanza es más en la sierra central y norcentral del Perú, en las
fuerte en cuanto a significados. Sólo citaré, a ma- épocas incaica y colonial. Todo sugiere que el
nera de ilustración, el caso de los tres orientadores Tahuantinsuyo no hizo sino reforzar la función
actanciales, que constituyen un aspecto esencial vehicular de una forma de quechua que, desde
del sistema verbal de las lenguas quechuas y antes, venía desempeñando ese papel. Es proba-
aimaras de la zona continua. El Orientador ble que estas circunstancias limitaran las innova-
Actancial 1 (OA 1) -kU- orienta la acción hacia el ciones locales y frenaran la divergencia lingüísti-
sujeto, el OA2 -m(u)- la orienta hacia el punto ca. Incluso pudieron favorecer cierta convergen-
donde se sitúa el segundo actante y el OA3 -pu- cia entre variedades anteriormente más diferen-
la desvía fuera del escenario conformado por es- ciadas (tal vez ésta sea la explicación de la presen-
tos dos actantes. El mismo sistema se vuelve a cia de urna, "cabeza" en Chacpar). En tal caso,
encontrar en aimara sureño (no he hecho el cotejo una correlación entre el horizonte temprano (800-
con el aimara central), aunque con otros 200 A.C.) y una primera expansión del quechua
significantes: respectivamente -si-, -ni- y -xa-. no sería inverosímil , sobre todo si tomamos en
Algo equivalente sucede con otros aspectos esen- cuenta que la difusión de la cultura Chavín, desde
ciales de la morfología verbal de estas lenguas: Cajamarca hasta Ayacucho, abarca lo que parece
por ejemplo los sistemas personal y aspecto-tem- haber sido el área cubierta por los dialectos
poral. Por lo tanto, coincido con P. Heggarty en quechuas antes de la propagación del QII. En el
que la convergencia entre quechua y aimara fue caso de la familia aimara, en cambio, la ausencia
"de muy gran alcance". Los indicios morfológicos de contacto entre el aimara central y el aimara
sugieren inclusive que un proceso de pidginización meridional en los últimos siglos e incluso, proba-
estuvo en el origen de una de las dos familias: el blemente, en el último milenio, por lo menos, no
protoquechua o el protoaimara sería el fruto de la pudo más que favorecer, en ambos lados, innova-
remodelación de una tercera lengua por un dialec- ciones no compartidas. Dicho en términos gene-
to aimara o quechua. De manera general, dada la rales, lo que se llama "separación" de dos dialec-
estructura del quechua, creo que el estudio de las tos a partir de un tronco común es un largo proce-
relaciones entre dialectos quechuas y entre el so entre la primera innovación no común y la
quechua y el aimara debe dedicarle por lo menos última innovación común. Este proceso puede
tanta atención a la semántica morfológica como a verse frenado y alargado por el contacto entre los
la semántica léxica y a la fonética. dos dialectos o entre éstos y una variedad
P. Heggarty constata que la distancia entre las vehicular procedente de la misma familia. Por lo
variedades más diferentes es mayor dentro de la tanto, la cuantificación de las semejanzas y dife-
familia aimara que dentro de la familia quechua. rencias entre dialectos de una misma lengua es un
En la parte final de su artículo, dedicada a las indicio pero no una prueba de la cronología relati-
hipótesis relativas a los focos y fechas de expan- va de la fragmentación de esa lengua. El método
sión del quechua y del aimara, advierte muy pru- cuantitativo probablemente no pueda reemplazar
RESPUESTA
metodológicas. En efecto, algunas de estas reser-
Pau/ Heggarty vas son tan naturales que resultan incluso inevita-
Universidad de Edimburgo bles para cualquier científico familiarizado pro-
fundamente con la naturaleza del lenguaje, la his-
Nos ha resultado a la vez agradable e instruc- toria de las lenguas, y las relaciones entre ellas.
tivo leer en cada uno de los comentarios las muy Todos los comentaristas, especialmente
valiosas y perceptivas reacciones de parte de cua- Adelaar, expresan un nivel de cautela bastante
tro destacados especialistas en lingüística andina, comprensible en cuanto a la aplicación de un mé-
además de sus sugerencias, consejos, críticas acer- todo enteramente novedoso, de nuestra autoría,
tadas y propios aportes con datos nuevos a los para cuantificar el grado de semejanza en semán-
debates . A nuestro parecer, sus contribuciones tica léxica. Se inscribe además dentro de un cam-
conforman un modelo de debate lingüístico infor- po que a su vez queda muy novedoso, el de la
mado y perspicaz, por lo cual quisiéramos expre- aplicación a datos lingüís ti cos de métodos
sar nuestro agradecimiento a cada uno de ellos. filogenéticos tirados de las ciencias biológicas. Para
Para empezar, nos corresponde dejar claro - poder conocer más a fondo este nuevo campo de
más de cuanto lo hemos logrado en el artículo la lingüística, nos permitimos señalar a nuestros
mismo, quizás- que compartimos un buen núme- lectores dos libros que sin duda se volverán obras
ro de las reservas expresadas por los comentaris- de referencia. Notamos, no obstante, que al mo-
tas en lo que respecta a algunas cuestiones mento de publicar el presente artículo, ambos si -
70 Revista Andina
Pau/ Heggarty: Enigmas en el origen de las lenguas andinas
guen en prensa, por lo cual no fue posible poner- investigar todos los niveles de diferencia que se
los a disposición de los comentaristas. En julio dan al interior de la familia quechua, desde las
del 2004, se llevó a cabo en la Universidad de variedades más similares hasta las más diferentes
Cambridge un primer simposio multidisciplinario entre sí. En estudios como el nuestro, nos resulta
sobre Métodos filogenéticos y la prehistoria de indispensable un término que permita referir in-
las lenguas, del cual se publicarán las actas, edita- distintamente a cualquier nivel de diferencia, libre
das por Renfrew, Forster & Clackson (2005, en de toda connotación, no deseada, con respecto al
prensa). Se espera igualmente la próxima publica- grado particular de similitud y/o de relación
ción de McMahon & McMahon (2005 , en pren- genealógica, sin necesidad de recurrir constante-
sa), que considera enteramente la aplicación de mente a especificaciones o calificativos . El ténni-
métodos cuantitativos a la comparación de len- no 'variedad' - o por lo menos su equivalente en
guas, incluyendo varios otros métodos además de inglés 'variety'- ya ha logrado imponerse entre
los análisis filogenéticos. dialectólogos como término estándar.
Albó, por su parte, caracteriza nuestro méto-
Terminología do como una "neo-glotocronología moderada y
razonable". Por cierto, el empleo del término
En primer lugar, intentaremos esclarecer al- 'glotocronología ' tiene una larga historia como
gunas cuestiones relativas a la terminología, pues simple sinónimo de 'léxico-estadística' , pero,
tal parece que en algunos casos no hemos sido lo como lo han venido señalando muchos lingüistas
suficientemente claros en función del sentido es- desde hace ya varios años, es posible y preferible
pecífico requerido. Al parecer, nuestro empleo distinguirlos. Así, resulta perfectamente posible
del término " genealógico" antes que "genético" cuantificar cuánto se parecen dos lenguas en su
ha generado algunas confusiones. Para referimos semántica léxica (la léxico-estadística), sin que ello
a las relaciones de origen común entre los idio- implique vemos en la obligación de adoptar algu-
mas, nos hemos valido del término "genealógico", no de los supuestos, inválidos, sobre tasas de
exactamente en el mismo sentido que tradicional- cambio regulares a través del tiempo, propuestos
mente ha solido utilizarse entre los lingüistas la con la finalidad de calcular fechas de separación
palabra "genético". Así, no hacemos sino adscri- de lenguas ancestrales a partir de sus cuanti-
bimos a una tendencia creciente en lingüística que ficaciones. Hoy en día, la mayoría de lingüistas
opta por dicha elección en tanto que considera aboga por que se reserve el término glotocrono-
que "genealógico" ofrece una analogía más directa logía únicamente para esta aplicación específica
con respecto al tipo de relaciones de parentesco de la léxico-estadística: es decir, la datación. Pues,
entre las lenguas "ancestrales", "hijas", "herma- a partir de esta interpretación terminológica, de-
nas", etc. De igual modo, nos ayuda a evitar con- bemos aclarar que nuestro método ciertamente no
fusiones entre las varias disciplinas que se intere- constituye ninguna forma de glotocronología ,
san por investigar los orígenes de las poblaciones método que nosotros seguimos considerando
humanas, por medio de comparaciones no sólo de "muerto y enterrado" (iY que en eterna paz des-
sus lenguas sino también del perfil genético de canse!). Más bien, en este contexto, lo que sí nos
esas poblaciones (en el sentido original biológico interesa "resucitar" es únicamente la esencia de
de la palabra 'genético'). un estudio léxico-estadístico como una forma de
En cuanto a nuestro uso de la palabra varie- comparación entre lenguas a partir de su semánti-
dades, allí donde Cerrón-Palomino percibe una ca léxica. Porque, de hecho, preferimos no asociar
ambigüedad en este término es justamente donde nuestro método, tan estrechamente, tampoco con
vemos más bien su atractivo para nuestros fines. el término léxico-estadística, con sus conocidas
Lo más notorio del término dialecto son las varias fallas metodológicas, ya que pusimos tanto es-
interpretaciones a las cuales se presta, particular- mero en desvincular nuestra propia técnica de ellas.
mente cuando s, le aplica al quechua. El quechua Otro problema es hablar de "listas de pala-
Ayacucho-Chanca, por ejemplo, ¿se debería con- bras" como tradicionalmente se ha venido hacien-
siderar un dialecto diferente al Cuzco-Callao, o do, que es tal como Albó sigue considerando cuan-
son ambos más bien sólo integrantes de un único do se refiere a nuestro "conjunto limitado de pa-
"dialecto" que mejor habría que llamar el quechua labras cuidadosamente seleccionadas". En nues-
sureño? El presente estudio busca, a propósito, tro artículo, muy cuidadosamente, hablamos úni-
camente de "nuestra lista de 150 significados", de hasta veinte o más variedades lingüísticas, como
no de "palabras", y eso justamente porque, a di- en nuestro estudio, las configuraciones multi-
ferencia de la léxico-estadística tradicional, nues- dimensionales de grados de similitud o diferencia
tro método de ninguna manera insiste en que a entre todas ellas contienen sí mucha información
priori debe haber una correspondencia de uno a muy útil sobre las relaciones que gi\iardan entre sí
uno entre significado y lexema. Recuérdese que estas variedades, pero tales configuraciones lle-
consideramos subsentidos, sinónimos, la impor- gan a ser muy intricadas, tal como se puede apre-
tancia relativa en el léxico de cada lexema registra- ciar en las cifras en la Figura 2. Los programas de
do, las correlaciones evidentes o plausibles entre análisis filogenético no sirven sino para ayudar-
lexemas, etc .. Así es que se explica porqué no nos a visualizar estas relaciones muy complejas
resulta posible presentar tales datos para ninguna en una forma más fácilmente entendible, sobre
variedad andina en una simple lista de 150 lexemas todo por ser sintetizada en tan sólo dos dimen-
equivalentes en quechua o en aimara. La estructu- siones. Los programas son enteramente neutros
ra que se requiere necesariamente es más comple- con respecto a cuál podría ser la verdadera expli-
ja que una simple lista, así que para ver los datos cación histórica para cualquier grado de similitud
para cada variedad estudiada los lectores necesa- o diferencia. Cualquier escenario real que propo-
riamente tendrán que descargar nuestra base de nemos como explicación de tales relaciones de
datos, estructurada de la forma apropiada. Allí similitud/diferencia, no es más que una interpre-
también, en las notas que acompañan a cada uno tación, ofrecida desde nuestra capacidad como lin-
de los 150 significados, se encuentran las respues- güistas. Así, en nuestro artículo intentamos iden-
tas a preguntas como la de Albó, quien quiere tificar algunas configuraciones en los gráficos que
saber cuáles son los sentidos exactos que busca- parecen reflejar el origen común (la distinción muy
mos para significados como 'con' (en este caso, nítida que opone todas las variedades del quechua
no buscamos sino el sentido de acompañamien- a todas las aimaráicas), y otras que imaginamos
to). Se considerarán, además, un conjunto de ex- reflejan sólo el contacto idiomático (los enlaces
plicaciones teóricas más completas en Heggarty entre el aimara sureño y el quechua sureño para
(en preparación). los significados menos estables). Así, a diferencia
de lo que tal vez se pueda entender de los comen-
Asuntos específicos sobre el método y los datos tarios de Cerrón-Palomino, citados líneas arribas,
no hay ninguna ' regla de interpretación ' sencilla
El comentario de Cerrón-Palomino incluye un que se puede aplicar automáticamente en todos
resumen admirablemente claro y sucinto de nues- los casos. Nótese más bien que es precisamente
tro enfoque metodológico, aunque contenga algu- en esta tarea de interpretación, que tiene su ma-
nos fraseas que eventualmente pueden dar una yor utilidad la di stinción entre significados
impresión de que atribuimos a los métodos mis- inherentemente más estables y menos estables.
mos ciertas capacidades 'diagnósticas' exagera- Adelaar pregunta porqué no nos hemos vali-
das para fines lingüísticos; o bien, que aplicamos do de varios diccionarios ya publicados; entre ellos
ciertos supuestos a priori con respeto a que algu- se podría destacar, por ejemplo, su léxico del
nas configuraciones particulares en los gráficos quechua de Pacaraos (Adelaar 1982). La explica-
necesariamente corresponderían a explicaciones ción se encuentra en los requisitos inherentes a
lingüísticas específicas. Nos referimos a los co- nuestro método, tal como Cerrón-Palomino com-
mentarios que citamos a continuación: "Tales re- prende en su comentario claramente, expresándolo
laciones, insiste el autor, deben ser tomadas como además con mayor nitidez que nosotros mismos:
producto de los contactos idiomáticos antes que "De allí que, a fa lta de datos más precisos, se haga
de cualquier filiación genética"; y "el autor insista necesario el trabajo de campo" . A continuación,
en que el programa busca visualizar las relaciones Cerrón-Palomino advierte algunos riesgos metodo-
genealógicas". lógicos : "la propensión a caer en subjetivismos",
En sentido riguroso, los programas de análi- las "falsas asociaciones" y la "etimología popu-
sis filogenético no constituyen nada más que una lar". Pues bien, debe quedar claro que en nin gún
manera para procesar los datos numéricos que les momento del procedimiento de recolección de
son introducidos como aducto , sean ellos datos se les pide a los informantes juzgar si unos
cualesquieran. Cuando se trabaja con complejos lexemas dados son o no son correlatos, ni mucho
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Pau/ Heggarty: Enigmas en el origen de las lenguas andinas
menos proveer ninguna etimología popular. Tales Los datos que nos aporta Adelaar para los
juicios corresponden siempre únicamente al lin- significados cabeza y sol, por cierto, son de mu-
güi sta, ya que necesariamente requieren conoci- cho va lor en el esfuerzo para establecer si algunos
mientos lingüísticos detallados. Estos conocimien- lexemas dados se deben identificar como de ori-
tos deben abarcar, a la vez, los cambios de sonido gen quechua o más bien aimara, datos históricos
ocurridos en cada variedad en cuestión, y los cam- importantes y muy útiles en los casos en los cua-
bios generales que se saben típicos de las lenguas les sí podemos alcanzar una respuesta conc lu-
andinas (se piensa por ejemplo en los clásicos yente. Debemos repetir, sin embargo, que para
patrones de metátesis: vea la documentación su- calcular el grado de similitud entre las variedades
plementaria que se puede descargar de nuestra en su semántica léxica, la dirección de ta les prés-
página web). tamos de hecho no ha de entrar en los cálculos: el
Albó, por su parte, pide un análisis que inc lu- dato crucial para producir tales resultados es úni-
ya informaciones sobre préstamos del castellano, camente la configuración de cuáles variedades com-
ya que opina que "quizás nos podría dar una pis- parten cuáles correlatos. Por supuesto, hay mu-
ta adicional sobre el peso que el contacto puede chos casos bastante evidentes, tal como se da so-
haber tenido en otros casos". De hecho, tales cál- bre todo cuando un lexema se revela 'panquechua ',
culos, al igual que sus representaciones gráficas al lado de otro ' pana imaráico'. Pero para produ-
correspondientes, ya han sido producidos, y es cir nuestras cuantificaciones no se requiere ningu-
muy cierto que son de utilidad: se nota, por ejem- na decisión sobre cuál de las familias (aparte el
plo, una frecuencia mucho más elevada de présta- castellano) resulte ser el origen de cualquier lexema
mos del castellano entre los sign ificados menos dado. Es más: ningún dato de este tipo figura en
estables que entre los más estables, lo que no hace ninguna parte de la base de datos. Tales conoci -
sino confirmar la validez de la distinción que que- mientos nos sirven más bien en nuestras evalua-
remos establecer entre ellos. Tales resultados se ciones de la plausibilidad de que dos lexemas sean
prestan, no obstante, a esclarecer cuestiones bas- correlatos o no, tal como Adelaar mismo lo señala
tante diferentes a las que forman el propósito de cuando habla del " posible origen aymaráico" de la
nuestro artículo - es decir, investigar los orígenes raíz piqa. Pero, una vez más, aquí se trata preci-
de los idiomas andinos- y los gráficos resultan samente de un tipo de escenario que nos hemos
mucho más expuestos a interpretaciones que no esforzado por acomodar en nuestro método. Jus-
serían sino engañosas para este fin . tamente, en nuestra base de datos el lexema piqa
Los comentaristas también ofrecen observa- se ha señalado con una plausibilidad relativamen-
ciones específicas sobre varios de los significados te alta que sea correlato con el aimara p 'iqi, exac-
y lexemas que figuran en nuestra lista de 150 sig- tamente como el mismo Adelaar sugiere.
nificados y/o en las ejemplificaciones de nuestro
método, para expresar sus dudas y/o para ofre- Selección de variedades
cemos más datos a su propósito. De hecho, en
muchos de estos casos las complejidades que nos Más de un comentarista cuestiona la selec-
señalan son precisamente las que se ha buscado ción de las variedades andinas incluidas en nues-
acomodar en el diseño de nuestro nuevo método tro estudio hasta la fecha, y lamenta los pocos
de comparación en semántica léxica. Albó men- detalles que se dan en el artículo para justificar
ciona, por ejemplo, el caso del significado hablar, nuestras elecciones. A ellos convocamos, pues, a
y de hecho para las variedades bolivianas del las explicaciones y justificaciones suplementarias
quechua (y algunas otras) el lexema principal que presentadas en la página web de nuestro proyec-
figura en nuestra base de datos es, efectivamente, to: debido a la carenc ia de espacio en el artículo
parlay (un préstamo antiguo del castellano); mien- mismo.
tras que rimay no figura sino en ciertos sentidos Nuestros lectores bien pueden confiar en que
más limitados. Así que, justamente, nuestros cál - tenemos plena conciencia de las limitaciones de
culos del grado tle similitud entre una de estas nuestra cobertura actual de variedades andinas, y
variedades y cualquier otra en la cual rimay sigue de lo deseable que es incluir otras más para llenar
siendo la palabra básica, reflejan tales diferencias. estas lagunas. Así que muchas de las variedades
Tales detalles para cada uno de los 150 significa- resaltadas por los comentaristas figuran ya desde
dos se pueden consultar en nuestra base de datos. hace tiempo en nuestra página web, en la lista de
las variedades adicionales que con más urgencia pios trabajos de campo, y en la mayoría de los
nos proponemos incluir, apenas se nos presente casos hasta una segunda visita de confirmación a
la ocasión para ulteriores trabajos de campo. cada lugar de trabajo de campo.
En respuesta a algunos comentarios específi- En vista de tales consideraciones, y de nu es-
cos, debería hacer recordar a los lectores que el tros muchos centenares de horas de viaje por au-
quechua de Ferreñafe sí está incluido en nuestro tobús a través de tres países andinos, no obstante
estudio, variedad que hemos denotado con el la " inexactitud histórica" que Adelaar supone ver
topónimo más específico para nuestro lugar de en nuestra aserción, seguimos sintiéndonos en
trabajo de campo, Incahuasi. De igual manera, fi- condiciones como para reafirmar que efectivamen-
guran ambas variedades del aimara central, es de- te las condiciones para el trabajo de campo sí se
cir el cauqui de Cachuy y Canchán, y el jacaru de han mejorado de forma notoria desde la época del
Tupe . estudio de Büttner (y bien sabemos en qué mo-
En lo que concierne a las advertencias hec has mento se llevó a cabo la mayoría de este trabajo).
por Adelaar acerca de la viabilidad de efectuar Tenemos todas las razones como para dudar de
todavía trabajos de campo sobre el quechua de que nuestro itinerario hubiera sido tan fác il , o si-
Chachapoyas y de Pacaraos, nuestras intencio- quiera remotamente factible en un lapso tan corto
nes se basan para el primer caso en una consulta a por la red vial de los países andinos en los años
Gerald Taylor, quien opinó que aún puede haber 1960 y 1970. De igual manera, la gran mayoría del
posibilidades para tales trabajos, para lo cual nos material publicado más útil e informativo sobre el
ha provisto de algunos nombres de pueblos e in- cual hemos podido basar nuestras investi gacio-
formantes . Para el segundo caso, nos basamos en nes -obras claves sobre la lingüística andina, en-
nuestra propia visita a Pacaraos, donde - entre tre ellas algunas del mismo Adelaar- se ha publi-
afectuosos recuerdos de un eminente quechuista cado años después del trabajo léxico-estadístico
holandés- sí hemos logrado encontrar algunos de Büttner. Así que no nos estábamos refiriendo
ancianos que recordaban algo de la variedad local principalmente ni a los años tan difíciles de los
del quechua. Sin embargo, fueron ellos mismos 80's, ni a la situac ión de seguridad, tal co mo lo
quienes nos animaron a regresar en otra ocasión supone Adelaar. En nuestras afirmaciones al res-
para encontramos con dos hablantes más, quie- pecto medimos nuestras palabras con cuidado, y
nes desafortunadamente no se encontraban en el más bien son estas interpretaciones por parte de
pueblo durante el periodo en el que lo visitamos, Adelaar que han llevado a lo que nos parece un
pero los cuales se suponía estarían en mejores simple malentendido, ya que no fa ltan otras con-
condiciones para ser nuestros informantes. No sideraciones pertinentes, en vista de las cuales no
obstante, bien podemos imaginar que se confir- hay ninguna "inexactitud histórica" en lo que he-
men las dudas de Adelaar en cuanto a la viabilidad mos escrito.
del trabajo de campo necesario. Adelaar clama además por extender la cober-
En último lugar, tal vez nos sea permitido tura hasta variedades de otras familias lingüísticas
apelar a alguna consideración del hecho de que andinas que no sean el quechua ni el aimara . No
nuestro estudio se ha efectuado en el curso de podemos, sin embargo, aceptar que en nuestro
sólo un año y medio, y que no forma sino parte de trabajo "Falta una motivac ión para no incluir"
un proyecto de investigación cuyo objetivo prin- variedades como las que nos cita, entre ellas por
cipal es más bien de corte metodológico : desarro- ejemplo el puquina, ya que para esta lengua el
llar, poner a prueba y evaluar una nueva metodo- trabajo de campo es evidentemente imposible, y
logía. Este enfoque necesariamente influyó en los conocimientos que se tienen de su léxico no
nuestra selección de las variedades por incluir, tal son lo suficientemente detallados ni fiables como
como se explica en nuestra página web. La cober- para permitir que se le aplique nuestro método de
tura limitada de sólo veinte variedades se atribu- manera adecuada. En cuanto a nuestra inclusión
ye además a una insistencia por nuestra parte, en del chipaya, Adelaar la menciona en estos térmi-
que para que tenga verdadero valor, nuestro mé- nos : " ... sólo ha sido agregado el chipaya como
todo tenía que exigir un nivel de precisión y de tercer elemento en la comparación, pero esta len-
detalle considerablemente más alto que la léxico- gua fue dejada de lado casi inmediatamente y sin
estadística tradicional, un estándar que supone mayor discusión". Pero basta sólo echar un vista-
como fu entes no diccionarios sino nuestros pro- zo a las cifras y los gráficos correspondientes
74 Revista Andina
Paul Heggarty: Enigmas en el origen de las lenguas andinas
para que quede manifiesto porqué no se ha proce- señalado en nuestro artículo. Peor aun, las debacles
dido a discusiones ulteriores sobre la posición del de la glotocronología y luego de la llamada 'com-
chipaya frente a los demás idiomas andinos in- paración multilateral ' de Greenberg ( 1987) lleva-
cluidos. Mas bien quisiéramos invitar a Adelaar a ron no sólo a que estos dos métodos tenninasen
construir cualquier argumento informativo sobre siendo rotundamente desacreditados, sino que
la historia de las relaciones entre el chipaya y el durante largos años se dejó sin investigar cual-
quechua y/o el aimara, en base a los datos en las quier otro enfoque cuantitativo, inclusive aque-
Figuras 2 y 3. Estos no tienen casi nada qu e ense- llos razonab les y valiosos, al estar cortados por el
ñarnos al respecto, si no es sólo para confirmar la mismo patrón que aquellos.
impresión de que el chipaya tenga algunas seme- Con las presentes investigaciones hemos bus-
janzas algo mayores con el aimara que con el cado idear un método adecuado para distinguir de
quechua; intentar sacarle cualquier otra conclu- manera bastante fina entre variedades que se sa-
sión sería caer en la pura especulación. Nuestros ben 'correlacionadas' en un grado bastante o muy
datos ofrecen evidencias abrumadoras de que no estrecho. Por lo tanto, no necesariamente será el
hay similitud significativa entre el chipaya y es- método indicado para comparaciones a escala
tas otras lenguas en nuestra muestra de léxico bá- mucho más amp lia, como para investigar even-
sico; y que por lo tanto, cualquier relación que tuales relaciones que remontarían hasta épocas
pueda haber entre ellas es de orden complemente mucho más remotas aún, como las sugeridas por
diferente y mucho más remoto aun que la que Adelaar. El ro l que cumple el chipaya, en nues-
existe entre el quechua y el aimara. tros resultados , es el de subrayar cuan débil pue-
Por supuesto, tales observaciones de ninguna da ser la señal de correlación en tales casos. Así ,
manera deberían disminuir la importancia de se- nos enseña las limitaciones inherentes en los da-
guir investigando las relaciones posibles entre es- tos mismos, y nos recuerda la mucha cautela con
tas lenguas: sus paralelismos tipológicos, los con- la cual debemos proceder para evitar caer en las
tactos que ha habido entre ellas, y eventualmente mismas fallas metodológicas y especulativas del
sus enlaces de parentesco a niveles ex tremada- pasado. Detenerse un paso antes de la zancada
mente remotos, si es que existe alguna metodolo- final que nos llevaría a volver a caer al abismo, no
gía de verdad adecuada para investigarlo. Segura- constituye por lo tanto un paso ''atrás" .
mente cada lector del presente artículo saludará la Con todo esto, no queremos decir que no sean
amplitud de los conocimientos del cual atestigua posibles eventuales adaptaciones y extensiones
la nueva y magistral obra del mismo Ade- de nuestro método, para que tal vez pueda contri-
laar (2003), a saber su Languages ofthe Andes, y buir de alguna manera a las cuestiones aun más
hasta su coraje intelectual para abordar cuestio- amplias de las cuales nos habla Adelaar. Pero ta-
nes tan amplias cuanto peliagudas de dilucidar. les extensiones del método son pasos para dar
Sin embargo, el hecho es que aquí no se trata de si sólo una vez que ya esté establecido y comproba-
las tareas son de interés intrínseco o no ; sino de do en casos mejor conocidos, tal como los que
cuáles son los métodos adecuados para acometer- presentamos en el presente artículo . De hecho,
las en la investigación . Antes que lamentar que entre los cuatro comentaristas, es el propio
nuestro trabajo represente un "paso atrás" por la Ade laar quien parece el más escéptico en cuanto a
"limitación" de nuestra cobertura de variedades la viabilidad del método. El alcance del presente
andinas, recordamos la posición tan clara que ocu- artícu lo ya nos parece no poco ambicioso, ya que
pa el chipaya en nuestros resultados. De ella se estamos presentando un método completamente
desprende más bien una advertencia, la cual nos novedoso, así que consideramos más prudente
revela allí donde en verdad podemos correr el riesgo aplicarlo primero a las cuestiones para las cuales
de dar " pasos atrás" y contraproducentes. está mejor diseñado y resulta ser de evidente uti-
En la historia de la investigación de métodos lidad. A estas alturas, ha sido una decisión muy
cuantitativos par,\ fines lingüísticos, nada ha ve- deliberada no aventurarnos todavía más lejos, sino
nido a atrasar esta empresa más que la ambición esperar un momento mientras averiguamos qué
desmesurada en buscar emplear un método dado terreno pisamos, y nos parece una ' limitación'
- la comparación en semántica léxica básica- para bastante razonable que nos libra de repetir los
resolver cuestiones que simplemente no tenía la catastróficos errores del pasado.
c_o mpetencia para resolver, tal como lo hemos
76 Revista Andina
Pau/ Heggarty: Enigmas en el origen de las lenguas andinas
tructuras paralelas que bien podrían no ser nada tamo, aunque por nuestra técnica de la separación
más que semejanzas tipológicas bastante genera- en sublistas más y menos estables hemos busca-
les. do aprovechar esta característica para fines 'diag-
Volviendo a nuestro método para la semánti- nósticos'. De otro lado, la semántica léxica intrín-
ca léxica, allí dónde Itier escribe: "El método cuan- secamente padece algo menos que la fonética y la
titativo probablemente no pueda reemplazar el morfología de la tendencia a cambios en paralelo,
método comparativo y la historia en la recons- los cuales remontan a innovaciones no comparti-
trucción de l desarrollo histórico de las lenguas", das sino parecidas pero independientes. Esta ex-
no sólo estamos enteramente de acuerdo, sino que plicación puede va ler particularmente en casos en
incluso sustituiríamos "probablemente" por "sin los cuales las variedades se desarrollan a partir de
ninguna duda". La contribución al debate que puede una etapa más ancestral del idioma, caracterizada
aportar el presente artículo se limita únicamente a por alguna libre variación entre algunos morfemas
la semántica léxica, y es al interior de este campo o sonidos alternativos. Son precisamente estos
que intentamos proveer una visión global de las dos fenómenos los que tal vez puedan ofrecer una
relaciones entre las variedades consideradas que explicación alternativa para algunas de las seme-
sea explícitamente más equilibrada, por el hecho janzas inesperadas observadas entre ciertas va-
de haber sido estas relaciones cuantificadas y no riedades del quechua que en la mayoría de los
sólo evaluadas de una manera más bien demás aspectos parecen bastante diferentes. Pen-
impresionista. Las impresiones no cuantificadas samos por ejemplo en las semejanzas entre el
no siempre nos han llevado a una visión necesa- quechua argentino y ciertas variedades no sureñas,
riamente certera; y efectivamente, como vemos, sacadas a la luz por Adelaar ( 1995) y de Gran-
las evidencias de la semántica léxica no apoyan a da ( 1999), entre otros.
la clasificación tradicional. Ya que reconocemos que la semántica léxica
Sin embargo, compartimos igualmente la con- por sí sola no podría bastar para establecer una
vicción de Adelaar de que "Reconstruir la genea- verdadera genealogía del quechua, hay también
logía interna del Quechua exclusivamente en base que considerar la otra cara de la moneda: tampoco
al léxico, sin incluir los argumentos fono lógicos y bastan sólo unos pocos criterios seleccionados de
morfológicos tan esenciales, no puede llevar a la morfología o la fonología. La gran fachada de la
conclusiones definitivas". Evidentemente, la se- clasificación del quechua en base a una bifurca-
mántica léxica no es sino un nivel entre los varios ción QI-QII, se ha fundamentado en un número
que se tienen que tomar en cuenta para poder bastante limitado de rasgos morfológicos y
establecer la clasificación del quechua (o de cual- fonológicos, los cuales no constituyen sino as-
quier otra familia o lengua). Más en sólo un artí- pectos parciales de la cuestión.
culo, el cual abarca ya no pocos temas y busca, No quisiéramos, pues, sugerir que la bifurca-
ante todo, presentar una metodología para la com- ción QI-QII se debe descartar en base únicamen-
paración en la semántica léxica, no nos pareció te a los datos léxicos. Evidentemente, tales evi-
apropiado - aun si para ello hubiera habido el es- dencias serían insuficientes y nunca imaginamos
pacio suficiente- entrar en detalle sobre los múl- que este método de por sí solo pudiera resolver
tiples aspectos y detalles pertinentes a la clasifi- de un tirón toda la clasificación del quechua. El
cación del quechua. Así se explica porqué no he- hecho a remarcar es que justamente tales eviden-
mos tratado, por ejemplo, como nos lo pide cias léxicas no están solas. Ellas, más bien, encua-
Adelaar, "los paralelos en el desarrollo del siste- dran en un contexto en el cual durante los últimos
ma verbal de referencia personal" entre ciertas años los argumentos morfológicos y fonológicos
variedades del quechua (ver más bien nuestra ex- a favor de una bifurcación nítida QI- QII se han
pi icación alternativa, 1íneas abajo). puesto cada vez más en tela de juicio. Esto se
Es importante considerar que las relaciones desprende de varios hallazgos de Taylor, y espe-
que se evidenciall\ entre un conjunto de idiomas cialmente del desafio muy directo y convincente
pueden variar de un nivel a otro. Además, tales a los criterios tradicionales en Landerman ( 1991 ).
diferencias pueden resultar muy informativas, ya Podemos también tomar en cuenta los datos su-
que cada uno de los niveles tiene sus propias ca- plementarios provistos a su vez por Itier en su
racterísticas. De un lado, la semántica léxica por comentario al presente artículo, los cuales le lle-
lo general está más expuesta al contacto y al prés- van a la conclusión de que "El QII probablemente
no fue en su origen sino uno de los representantes ¿Qué sentido pueden tener el contraste QJ versus
más extremos de ese continuo dialectal". Parece, QIJ, si existen variedades que se clasifican de los
pues, que Adelaar tiene algo más confianza que lados opuestos de la supuesta línea divisoria pero
otros investigadores en lo convincente y lo sólido que en realidad son mucho más cei¡canas (en todos
de los argumentos tradicionales de corte los sentidos) entre sí que a otras variedades al
morfológico y fonológico. interior de su propia rama QI o QII? ¿Acaso po-
Así que lo que nos permite aquí atrevernos a demos hablar de variedades "Q! Yi''? Es simple-
ver en nuestros resultados algún grado de impor- mente erróneo un árbol genealógico que separa en
tancia en el debate es que demuestran que la se- lados diferentes de la bifurcación supuestamente
mántica léxica también ofrece objeciones convin- fundamental variedades manifiestamente interme-
centes a la idea de una primera bifurcación nítida dias que se saben muy cercanas entre sí.
en la historia temprana del quechua. Su contribu- No es cuestión, pues, de refinar algunos deta-
ción al debate se encuentra en su capacidad de lles menores; el asunto es mucho más profundo.
ponerjaque esta explicación tradicional , por no Una bifurcación - sobre todo una que se muestre
ser apta para explicar de manera convincente al- tan fundamental y de base como la supuesta
gunas de las relaciones manifiestas que se dan QI- QII- comporta por definición el concepto de
entre las variedades del quechua. una oposición, y de un desarrollo histórico marca-
De allí que la segunda tarea del presente estu- do por una ruptura fundamental. Por lo tanto, tal
dio es proponer una explicación alternativa, en bifurcación no se presta a ser "refinado" a tal pun-
términos de una fragmentación mucho más paula- to que pueda ser compatible con su propia antíte-
tina, más bien en un continuo dialectal. Así, mien- sis, a saber, los conceptos de variedades interme-
tras que Adelaar aboga por que no abandonemos dias y del continuum dialectal. No se trata de dos
la distinción QJ- QII, ya que sólo "resulta necesa- análisis diferentes en un nivel abstracto pero que
rio refinarla", nosotros no nos logramos conven- vienen a ser efectivamente la misma cosa; todo lo
cer de que serán suficientes tales pequeños ajus- contrario, corresponden a dos visiones marca-
tes a la clasificación tradicional. Más aún, debe- damente diferentes de la historia temprana del
ríamos armarnos del coraje incluso como para ir quechua. En vista de lo que ya sabemos de lo com-
mucho más lejos si es necesario. plejo que ha sido la historia sociolingüística de los
Lo fundamental es acordarnos primero de lo Andes, lo que hay que refinar tal vez no sea algún
que en verdad quiere decir el hablar en términos que otro detalle de la supuesta bifurcación prima-
del QJ versus el QII. Por supuesto, es innegable ria, sino nuestra visión global del proceso de la
que hay alguna 'distancia lingüística' considera- divergencia de las variedades del quechua. Eso
ble entre, de un lado, un grupo de muchas varieda- implica quizás hasta reformar totalmente nuestra
des del quechua central, y, del otro lado, un grupo visión de la historia del quechua, para no insistir a
de variedades norteñas y sureñas, algo más pare- priori en una sola bifurcación nítida fundamental
cidas entre ellas que con las centrales. Hasta aquí y contemplar más bien la posibilidad de una ima-
todo resulta patente, y por cuanto sepamos no gen más compleja en forma de un continuum.
haya ningún lingüista que lo cuestione. Pero este
único hecho no constituye por sí solo una justifi- La datación
cación para hablar en términos de QJ versus QII,
lo cual necesariamente implica una visión de un De hecho, es el mismo Adelaar quien acerta-
árbol genealógico en el cual las diferencias corres- damente nos pide cuentas con su advertencia: "De
ponden a una primera bifurcación y, la más fun- hecho, la etnohistoria andina no fue tan sencilla".
damental, en la historia de la familia quechua. En cuanto al asunto particular al cual se refiere,
Imaginar que se trata sólo de "refinar" en algo ya ofrecimos líneas arriba (aunque someramente)
el análisis de la bifurcación QJ-QII corre el riesgo una tentativa explicación alternativa. No obstan-
de malinterpretar lo que supone el uso de estos te, Adelaar ciertamente tiene razón, ya que en
términos. El asunto no es tan sencillo como para aquel punto de nuestro texto hemos caído sí en
decir que hay algunas variedades claramente de una caracterización demasiado sencilla de la his-
'tipo QJ' y otros de 'tipo QJJ' , si con estos tér- toria lingüística.
minos no queremos decir nada más que dos polos Sin embargo, lo mismo se podría decir en lo
particulares dentro de un continuum dialectal. que concierne a la sugestión al final del comenta-
78 Revista Andina
Pau/ Heggarty: Enigmas en el origen de las lenguas andinas
rio de Adelaar: "El solo hecho que los antiguos rar fechas para la expansión inicial del quechua
indoeuropeos conocían la rueda basta para recha- tan tempranas como la época de la cultura Chavín.
zar" cualquier fecha para el protoindoeuropeo que Prevemos volver a este asunto en nuestro artí-
sea anterior a la invención de la rueda. La lingüís- culo siguiente sobre cuantificaciones de similitud
tica histórica ciertamente no es "tan sencilla" como en fonética. Pero lo que menos quisiéramos pre-
para permitirse afirmaciones tan categóricas. Se tender es .que ninguno de nuestros métodos pro-
trata aquí de una propuesta de la llamada paleon- puestos tenga la finalidad ni la capacidad de pro-
tología lingüística , supuesto método de datación veer ninguna fecha absoluta para cualquier aconte-
que viene resultando apreciado casi únicamente cimiento en la historia de los idiomas: imaginarlo
por filólogos del indoeuropeo, ansiosos por sacar no sería sino repetir los errores de la glotocronología
más partido de sus reconstrucciones tan meticu- y de la paleontología lingüística. Nos parece que
losas. A la paleontología lingüística le falta alcan- para poder encajar ·el desarrollo histórico de las
zar todavía cualquier reconocimiento en cuanto familias quechua y aimara dentro de una cronolo-
ortodoxia entre los lingüistas históricos, quienes gía bastante bien definida, hay un sólo método
más bien han demostrado, de manera repetida y verdaderamente prometedor. Este consiste en apro-
convincente, que tal método se funda en una serie vechamos de todas las herramientas de análisis de
de supuestos inválidos. A falta del espacio aquí los idiomas de los cuales disponemos, para inves-
para entrar en detalles, más bien remitimos a los tigar, en cuanto más detalle podamos, cuáles son
lectores a Sims-Williams (1998) y Heggarty (en los escenarios lingüísticos más plausibles y que
prensa b). mejor explican las configuraciones que observa-
Así, el hecho es que no es demostrable que mos en la diversidad lingüística al interior de cada
sea acertada ni la fecha que requiere la 'hipótesis familia. Son estos escenarios lingüísticos los que
desde Anatolia' para el indoeuropeo propuesta luego podemos intentar cuadrar al lado de las evi-
por Renfrew, ni tampoco la fecha más reciente dencias aportadas por otras disciplinas, las cuales
propuesta en base a la paleontología lingüística. sí tienen la fortuna de disponer de métodos de
Tal como las describe a su vez el eminente lin- datación absoluta mucho más fidedignos; a saber,
güista Dixon ( 1997), tales fechas no son nada más la arqueología y la genética de poblaciones. Es a
que un "castillo de naipes". A falta de argumen- través de esta nueva síntesis que esperamos poder
tos verdaderamente convincentes a favor de algu- avanzar hacia un único escenario histórico, cohe-
na de las fechas alternativas que se han propues- rente a través de todas estas disciplinas, de los
to, muy a propósito nosotros nos hemos cuidado orígenes de las poblaciones de los Andes.
de citar sólo una gama muy aproximada de fechas
plausibles. BIBLIOGRAFIA
Efectivamente, la única contribución a la cual
nos hemos aventurado en materia de datación fue ADELAAR, Willem F. H.
mencionar los ' supuestos por defecto'. Esto lo 1982 Léxico del Quechua de Pacaraos, Do-
hicimos con el único propósito de lanzar un deba- cumento 45, Centro de Investigación de
te sobre las razones posibles para las cuales pu- Lingüística Aplicada. Lima: Universidad
diéramos preferir 110 aplicarlos en el contexto es- Nacional Mayor de San Marcos.
pecífico de los Andes; y ya hemos visto cómo
Albó e Itier inmediatamente nos han sugerido dos 1995 "Raíces lingüísticas del Quichua de San-
razones bastante plausibles. Por lo visto, la tiago del Estero", En: Ana V. Femández
datación lingüística es una empresa eminentemen- Garay y José Pedro Viegas Barros
te incierta. (coord.) Actas II Jornadas de Lingüísti-
Las únicas conclusiones que de todo esto ca Aborigen (Buenos Aires 15-18 de no-
podemos obtener sin temor a yerro son: primero, viembre de 1994), pp. 25-50. Facultad
que las supuest~s 'dataciones Iingüísticas' son de Filosofia y Letras, Instituto de Lin-
muchísimo menos seguras de lo que a menudo se güística, Universidad de Buenos Aires.
pretende; y segundo, que por lo tanto bien haría-
mos en ensanchar la gama de fechas que conside- 2004 Languages of the Andes (con Pieter
ramos. De allí que nos aventuramos a mencionar, Muysken) , Cambridge: Cambridge
en el caso de los Andes, la posibilidad de conside- University Press.
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