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autor : Mercedes Halfon

El diario que no puede parar de cantar


Ningún lugar a dónde ir, de Jonas Mekas, Buenos Aires, Caja Negra, 2014 (reedición). Traducción de Leonel Livchits.

Jonas Mekas: un campesino lituano, luego estudiante de filosofía, luego exiliado, luego obrero, luego fotógrafo, luego
cineasta experimental. O todas estas cosas a la vez, superpuestas, pulsando en cada una de sus obras.

Mekas nació hace 92 años en Lituania, hoy vive en Nueva York y sus diarios son uno de esos textos anómalos y a la vez
esenciales para entender el siglo que pasó. Pero a contrapelo, en una senda que corre justo al lado de la Historia.

Y su historia empieza setenta años atrás. Mekas escribió unos poemas contra Stalin en una revista clandestina. Escondió la
máquina de escribir con que había sido realizada la publicación en el patio de su casa, bajo una pila de troncos. Pero la máquina fue
robada. En ese momento su tío le recomendó –a él y a su hermano Andreas, con quién va a realizar toda la travesía– que para no ser
identificado como autor de esos textos, debía irse, huir: "Go Children West". Eso hicieron durante algunos meses que se convirtieron
en años y luego décadas, sin poder volver. Siendo cada vez más otros y cada vez más ellos mismos, en un viaje, en el recuerdo de esa
tierra en la que estaban proscriptos.

Es así como en 1944 emprende Jonas Mekas el viaje más extraordinario posible: a través de Europa destrozada, humeante,
herida, en el fin de la guerra. Durante toda esa errancia, desde la frase de su tío, hasta que finalmente les llega la salida por mar y aún
en el otro continente, Mekas escribe un diario. Durante diez años. Es una continuidad con su poesía y una forma de registrar
maniáticamente, vitalmente, las pruebas por las que iban pasando. Ese texto va a ser publicado recién en 1991, cuando él ya era un
mito y uno de los máximos exponentes del cine experimental estadounidense, activo partícipe de la vanguardia neyorkina de los años
sesenta, en la que se codeó con John Lennon, Andy Warhol, Paul Morrissey, los poetas de la beat generation.

Pero mucho antes que eso, cuando Mekas tenía sólo veintidós años y encarnaba más que nadie el título que después iba a
llevar el volumen –Ningún lugar a dónde ir– , huía junto a su hermano e intentaba dirigirse a la Universidad de Viena. Alemanes
apurados tratando de sostener militarmente una retirada inminente, los apresaron y pusieron a trabajar en campos de trabajo forzado.
Hacían armas. Vivían en un barracón con prisioneros de guerra. En medio de todo eso Mekas intenta leer Holderling, escribir su diario,
seguir siendo él. Anota:

Hoy nuestro tren llegó a Dirschau, cerca de Danzig. Este es nuestro octavo día de viaje.
No soy un soldado ni un partisano. No estoy apto física ni mentalmente para ese tipo de vida. Soy un poeta. Que luchen los
países grandes. Lituania es pequeña. En toda nuestra historia las grandes potencias han marchado sobre nuestras cabezas. Si uno se
resiste o no tiene cuidado, termina convertido en polvo bajo las ruedas de Oriente y Occidente. Lo único que podemos hacer los
pequeños es, de alguna forma, intentar sobrevivir. Ese es el motivo por el que, si nos acompaña la suerte, nos dirigimos a la
Universidad de Viena. No quiero tomar parte en esta guerra. No es mi guerra. Muchos huyen de Vilnius y Kaunas. Los alemanes están
agregando divisiones, pero no pueden detener a los soviéticos. El espíritu de lucha decae, la retirada es desordenada. Más cerca de los
frentes de combate, en torno a Biržai y Pan?vežys, hay bandas de partisanos y desertores alemanes. Quienes logran echar mano a un
arma corren hacia el bosque, se esconden. Como no tengo intenciones de vivir en el bosque y, además, no tengo conocimientos sobre
armas, mi decisión es huir, y cuanto antes mejor. Si me critican por falta de “patriotismo” o “coraje”, a la mierda. Ustedes crearon esta
civilización, estas fronteras, y estas guerras, yo no puedo ni quiero entenderlos, a ustedes ni a sus guerras. Por favor, manténgase
alejados de mí, ocúpense de sus propios asuntos. Eso es, si llegan a entenderlos. En cuanto a mí, soy libre incluso en sus guerras.
La guerra termina y en medio de la confusión, continúan su viaje. Ciudades escombro, vías de trenes que se quedan en un
punto y hay que seguir a pie. Caminan hasta estar desfallecientes, comen pan con aserrín, trabajan de lo que se les ofrece, descansan a
veces en campos de desplazados. Llega a Dinamarca y cursa de oyente algo en la Universidad. Aunque esto también va a
decepcionarlo:

Caminando con Vladas por el terreno de la universidad dijo:


–Me encuentro bien aquí. Me rodea algo cálido y noble cuando entro.
Pero no me importa. Esta tarde caminaré por los huertos, por los campos Los edificios de la universidad desaparecen detrás de
mi, tras los huertos. ¿Por qué debería sentarme aquí a escuchar a estos catedráticos? (…) Estoy sentado tomando vino dulce del Rin y
pienso ¿Qué mierda estoy haciendo? ¿Para qué necesito un título? No he escuchado una frase en todas estas clases que pueda inspirar
un solo verso.

Los dos hermanos continúan su travesía y en 1949 emigran en barco hasta llegar al otro extremo del Planeta. Van con un
permiso de trabajo rumbo a Chicago donde les espera un puesto en una panadería. Pero al llegar a Nueva York deciden quedarse ahí.
No hay ningún otro lugar a dónde ir.

Mekas se detiene en esta ciudad. Si bien se narran sus experiencias de inmigrante en Brookling, la pobreza, la dura búsqueda
de empleo, su devenir como obrero en fábricas; en Nueva York el movimiento, la errancia, se detiene. Mekas dejará también el diario
en 1955. Su método privilegiado de registro y reconstrucción de su vida, va a mudarse al cine. En el diario figura la compra de su
primera cámara fotográfica. Ese es sólo el comienzo.

Pero va a haber continuidad entre los dos lenguajes. Al trabajo literario con la experiencia va a continuar un trabajo
cinematográfico de la experiencia. El diario va a prolongarse en un género que el cineasta inventa, que son precisamente sus Películas-
Diario. A pesar de que tiene filmes narrativos y documentales, el núcleo duro de su obra son estas películas que organizan el relato de
su vida a partir del montaje de grabaciones tomadas a lo largo de cincuenta años. Hablamos de Walden (1969), Reminiscences of a
Journey toLithuania (1972), Lost, Lost, Lost (1975). En 2001, se estrenó una Película-Diario de cinco horas de duración llamada
As I Was Moving Ahead, Occasionally I Saw Brief Glimpses of Beauty (Mientras avanzaba, ocasionalmente vi pequeños destellos de
belleza), también montada a partir de imágenes de distintas grabaciones acumuladas.

EnReminiscencias de un viaje a Lituania, repasa los años de internamiento, su llegada a Brooklyn y narra sus impresiones a la
vuelta a su país 27 años después de haber sido perseguido de joven: "Durante mi vida no he hecho otra cosa que intentar capturar la
intensidad de aquellos momentos". La película dialoga con lo que cuenta el diario. Aparece el tío, la madre, los hermanos mayores,
lituanos que una vez reunidos no pueden parar de cantar. Todo registrado a través de destellos, estampas, escenas fragmentadas que
como las entradas del diario parecen craqueladas emociones que se van a escribirse en la memoria.

El diario publicado a posteriori del desarrollo de la obra de Mekas no viene a revelar nada, no funciona como los diarios de
escritores donde van a leerse las “internas”, los dilemas privados marginados de una obra pública. El diario de Mekas se añade a una
obra de intimidad. El diario está construido por frases cortas, más bien denotativas, cortes temporales abruptos dados por las entradas
en el diario, brevedad en esas entradas. Todo eso no es otra cosa que un estilo: una medida que como los versos en los poemas, o los
saltos del montaje, son la fibra de su escritura. En el diario está el tono Mekas que es ante todo, una voz. Hay un paralelismo entre las
entradas de su diario y el montaje –arbitrario, experimental– en sus películas.

Pero no hablamos de cortes que intentan interrumpir el flujo de la emocionalidad. Sucede al revés. Su escritura posee una
cadencia y calidez únicas. En el diario se combina la expresión más lírica con la notación más neutra: “Hay que ver Nueva York de
noche, así, desde el Hudson, para percibir su increíble belleza. Y cuando miré hacia los acantilados, la vuelta al mundo brillaba, y los
reflectores, potentes, arrojaban haces de luz hacia las nubes. Sí, esto es América y esto es el siglo veinte. El puerto y los
embarcaderos llenos de luces y colores. Las luces de la ciudad fundiéndose en un cielo que parecía hecho por el hombre”. Eso escribe
el día que entra, en barco, desde la vieja Europa, a la ciudad de su vida.

Los diarios son una clave de la formación de una sensibilidad que tendrá en el cine su forma definitiva pero que en sí misma
ya se interroga sobre la experiencia de los hombres y sus modos de preservación en el tiempo. Si bien Mekas va a abandonar la
escritura por el cine –como el medio más apropiado para su ideología estética del presente– aquí tenemos el núcleo de su obra. Unos
textos que en su conjunto, conmueven tanto por su carácter confesional como por la certeza de que allí, en esas palabras, en la
singularidad de su vivencia, se estaba construyendo una identidad, al mismo tiempo que se la estaba escribiendo.

(Actualización mayo - junio 2014/ BazarAmericano)

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