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27 a. C.-476 d. C.12
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Bandera
El Imperio romano en el año 117, cuando alcanzó su máxima extensión, bajo el gobierno del emperador hispano Trajano.
Emperador
• 27 a. C.-14 d. C. Augusto
• 1448-1453 Constantino XI Paleólogo
Cónsul
• 27-23 a. C. César Augusto
• 886-912 León VI el Sabio
Legislatura Senado romano
Período histórico Edad Antigua y Edad Media
• César Augusto es proclamado emperador 16 de enero de 27 a. C.
• Batalla de Accio 2 de septiembre de 31 a. C.
• Diocleciano divide la administración imperial entre
1 de mayo de 285
Oriente y Occidente
• Constantino Ideclara Constantinopla nueva capital
11 de mayo de 330
imperial
• Caída de Constantinopla por los turcos otomanos 29 de mayo de 1453
Superficie
• 117 6 500 000 km²
Población
• 117 est. 88 000 000
Densidad 13,5 hab./km²
Vexillum —bandera generalmente empleada por el ejército romano— con la inscripción SPQR.
El Imperio romano (en latín: Imperium Romanum, Senatus Populusque Romanus o Res publica
populi romani)nota 1 fue el tercer periodo de civilización romana en la Antigüedad clásica,
posterior a la República romana y caracterizado por una forma de gobierno autocrática. El
nacimiento del Imperio viene precedido por la expansión de su capital, Roma, que extendió su
control en torno al mar Mediterráneo. Bajo la etapa imperial los dominios de Roma siguieron
aumentando hasta llegar a su máxima extensión durante el reinado de Trajano, momento en que
abarcaba desde el océano Atlántico al oeste hasta las orillas del mar Caspio, el mar Rojo y
el golfo Pérsico al este, y desde el desierto del Sahara al sur hasta las tierras boscosas a orillas
de los ríos Rin y Danubio y la frontera con Caledonia al norte. Su superficie máxima estimada
sería de unos 6,5 millones de km².
El término es la traducción de la expresión latina «Imperium Romanum», que significa
literalmente «El dominio de los romanos». Polibio fue uno de los primeros hombres en
documentar la expansión de Roma aún como República. Durante los casi tres siglos anteriores
al gobierno del primer emperador, César Augusto, Roma había adquirido mediante numerosos
conflictos bélicos grandes extensiones de territorio que fueron divididas en provincias
gobernadas directamente por propretores y procónsules, elegidos anualmente por sorteo entre
los senadores que habían sido pretores o cónsules el año anterior.
Durante la etapa republicana de Roma su principal competidora fue la ciudad púnica de Cartago,
cuya expansión por la cuenca sur y oeste del Mediterráneo occidental rivalizaba con la de Roma
y que tras las tres guerras púnicas se convirtió en la primera gran víctima de la República.
Las guerras púnicas llevaron a Roma a salir de sus fronteras naturales en la península itálica y a
adquirir poco a poco nuevos dominios que debía administrar,
como Sicilia, Cerdeña, Córcega, Hispania, Iliria, etc.
Los dominios de Roma se hicieron tan extensos que pronto fueron difícilmente gobernables por
un Senado incapaz de moverse de la capital ni de tomar decisiones con rapidez. Asimismo, un
ejército creciente reveló la importancia que tenía poseer la autoridad sobre las tropas para
obtener réditos políticos. Así fue como surgieron personajes ambiciosos cuyo objetivo principal
era el poder. Este fue el caso de Julio César, quien no solo amplió los dominios de Roma
conquistando la Galia, sino que desafió la autoridad del Senado romano.
El Imperio romano como sistema político surgió tras las guerras civiles que siguieron a la muerte
de Julio César, en los momentos finales de la República romana. Tras la guerra civil que lo
enfrentó a Pompeyo y al Senado, César se había erigido en mandatario absoluto de Roma y se
había hecho nombrar Dictator perpetuus (dictador vitalicio). Tal osadía no agradó a los
miembros más conservadores del Senado romano, que conspiraron contra él y lo asesinaron
durante los Idus de marzo dentro del propio Senado, lo que suponía el restablecimiento de la
República, cuyo retorno, sin embargo, sería efímero. El precedente no pasó desapercibido para
el joven hijo adoptivo de César, Octavio, quien se convirtió años más tarde en el primer
emperador de Roma, tras derrotar en el campo de batalla, primero a los asesinos de César, y
más tarde a su antiguo aliado, Marco Antonio, unido a la reina Cleopatra VII de Egipto en una
ambiciosa alianza para conquistar Roma.
A su regreso triunfal de Egipto, convertido desde ese momento en provincia romana, la
implantación del sistema político imperial sobre los dominios de Roma deviene imparable, aún
manteniendo las formas republicanas. Augusto aseguró el poder imperial con importantes
reformas y una unidad política y cultural (civilización grecorromana) centrada en los países
mediterráneos, que mantendrían su vigencia hasta la llegada de Diocleciano, quien trató de
salvar un Imperio que caía hacia el abismo. Fue este último quien, por primera vez, dividió el
vasto Imperio para facilitar su gestión. El Imperio se volvió a unir y a separar en diversas
ocasiones siguiendo el ritmo de guerras civiles, usurpadores y repartos entre herederos al trono
hasta que, a la muerte de Teodosio I el Grande en el año 395, quedó definitivamente dividido.
En el inmenso territorio del Imperio Romano se fundaron o se hicieron grandes e importantes
muchas de las principales ciudades de la actual Europa Occidental, el norte de África, Anatolia,
el Levante. Ejemplos
son: París (Lutecia), Estambul (Constantinopla), Vienna (Vindobona), Barcelona (Barcino), Zarag
oza (Caesaraugusta), Mérida (Emerita Augusta), Cartagena (Carthago
Nova), Milán (Mediolanum), Londres, (Londinium), Colchester (Camulodunum)
o Lyon (Lugdunum) entre otros.
Finalmente en 476 el hérulo Odoacro depuso al último emperador de Occidente, Rómulo
Augústulo. El Senado envió las insignias imperiales a Constantinopla, la capital de Oriente,
formalizándose así la capitulación del Imperio de Occidente. El Imperio romano oriental
proseguiría casi un milenio en pie como el Imperio romano (aunque usualmente se use el
moderno nombre historiográfico de Imperio bizantino), hasta que en 1453 Constantinopla cayó
bajo el poder del Imperio otomano.
El legado de Roma fue inmenso; tanto es así que varios fueron los intentos de restauración del
Imperio, al menos en su denominación. Destaca el intento de recuperar occidente de Justiniano
I, por medio de sus generales Narsés y Belisario, el de Carlomagno con el Imperio Carolingio o
el del Sacro Imperio Romano Germánico, sucesor de este último, pero ninguno llegó jamás a
reunificar todos los territorios del Mediterráneo como una vez lograra la Roma de tiempos
clásicos.
Con el colapso del Imperio romano de Occidente finaliza oficialmente la Edad Antigua dando
inicio la Edad Media.
Índice
1Historia
o 1.1Dinastía Julio-Claudia (27 a. C.-69 d. C.)
o 1.2Dinastía Flavia (69-96 d. C.)
o 1.3Dinastía Antonina (96-180 d. C.)
o 1.4Dinastía Severa (193-235 d. C.)
o 1.5Crisis del siglo III (235-284)
o 1.6El Bajo Imperio (284-395)
1.6.1Diocleciano y la Tetrarquía
1.6.2Dinastía Constantiniana (305-363)
1.6.3Dinastía valentiniana (364-395)
1.6.4La división del Imperio (395-476)
o 1.7El fin del Imperio romano de Occidente (395-476)
o 1.8Supervivencia del Imperio romano de Oriente (395-1453)
o 1.9Intentos de restauración del Imperio
2Ejército romano
o 2.1Estructura de la legión
2.1.1Las cohortes
2.1.2Las centurias
o 2.2Equipamiento
3Armada romana
4Arquitectura
5Economía
6Sociedad
o 6.1Romanización y lenguas del imperio
7Religión
o 7.1Las fiestas religiosas
8Véase también
9Notas
10Referencias
11Bibliografía
12Enlaces externos
Historia[editar]
Véase también: Anexo:Emperadores romanos
Los sucesores de Augusto no demostraron ser especialmente dotados, lo que evidenciaba las
debilidades de un sistema dinástico hereditario. Tiberio, Calígula y Nerónfueron especialmente
despóticos e incluso se dejaron llevar por excesos que pusieron a prueba la fortaleza del
sistema consolidado bajo la administración de Octavio.
Dinastía Flavia (69-96 d. C.)[editar]
Artículo principal: Dinastía flavia
Mapa del Imperio hacia el año 117 d. C. (arriba) y 150 d. C. (abajo), cuando alcanzó su mayor extensión.
Diocleciano y la Tetrarquía[editar]
Artículos principales: Diocleciano y Tetrarquía.
A principios del siglo V, las tribus germánicas, empujadas hacia el oeste por la presión de los
pueblos hunos, procedentes de las estepas asiáticas, penetraron en el Imperio romano. Las
fronteras cedieron por falta de soldados que las defendiesen y el ejército no pudo impedir que
Roma fuese saqueada por visigodos y vándalos. Cada uno de estos pueblos se instaló en una
región del imperio donde fundaron reinos independientes. Uno de los más importantes fue el que
derivaría a la postre en el Sacro Imperio Romano Germánico.
El emperador ya no controlaba el Imperio, de tal manera que en el año 476 Odoacro, rey de
los hérulos, destituyó a Rómulo Augústulo, un niño de quince años que fue el último emperador
romano de Occidente y envió las insignias imperiales a Zenón, emperador romano de Oriente.
Supervivencia del Imperio romano de Oriente (395-1453)[editar]
Artículo principal: Imperio bizantino
A lo largo de los siglos que suceden a la caída del Imperio Romano de Occidente, muchas
civilizaciones de la edad media y más tarde, de la edad moderna, se proponen restaurar el
Imperio Romano a su antigua gloria. El intento más antiguo y el que más se acercó fue el
del Imperio Bizantino, por decisión de Justiniano I, en el siglo VI utilizó a sus mejores generales
(Narsés y Belisario) para devolver la antigua gloria del Imperio.
Tres siglos más tarde, un rey Franco, Carlomagno, hijo de Pipino el Breve, fundó la dinastía
Carolingia, convirtiendo el reino Franco en el Imperio Carolingio. Carlomagno se hizo con el
poder de la mayoría de territorios en Europa Central, convirtiéndose en la principal potencia
de Europa en ese momento. Más tarde, se firmó el tratado de Verdún (843), que repartía el
imperio entre los tres nietos de Carlomagno, los reinos sucesores fueron la Francia Occidental
(Francia Occidentalis), que se convertiría en el reino de Francia, Francia Media y Francia
Oriental (Francia Orientalis), que se convertiría en el Sacro Imperio Romano. A pesar de que
fuera muy extenso, no se asemejaba en tamaño ni siquiera al Imperio de Occidente en su
apogeo territorial.
Un reino sucesor del Imperio Carolingio se hizo con mucho territorio en Europa, fue entonces
cuando fue rebautizado como Sacro Imperio Romano. Este Imperio no fue tan extenso como su
antecesor, el Imperio carolingio, pero fue mucho más duradero, llegando hasta la edad
contemporánea.
Ejército romano[editar]
Artículos principales: Ejército romano, Legión romana e Historia de la estructura del ejército romano.
Recreadores como legionarios de la segunda mitad del siglo I.
Armada romana[editar]
Artículo principal: Armada romana
La Armada romana (en latín classis, literalmente flota) comprendió las fuerzas navales
del antiguo Estado romano. A pesar de jugar un papel decisivo en la expansión romana por
el Mediterráneo, la armada nunca tuvo el prestigio de las legiones romanas. A lo largo de su
historia los romanos fueron un pueblo esencialmente terrestre, y dejaron los temas náuticos en
manos de pueblos más familiarizados con ellos, como los griegos y los egipcios, para construir
barcos y mandarlos. Parcialmente debido a esto, la armada nunca fue totalmente abrazada por
el Estado romano, y se consideraba «no romana».3 En la antigüedad, las armadas y las flotas
comerciales no tenían la autonomía logística que en la actualidad. A diferencia de las fuerzas
navales modernas, la armada romana, incluso en su apogeo, no existió de forma autónoma, sino
que operó como un adjunto del Ejército romano.
En el transcurso de la primera guerra púnica la armada fue expandida masivamente y jugó un
papel vital en la victoria romana y en la ascensión de la República romana a la hegemonía en el
Mediterráneo. Durante la primera mitad del siglo II a. C. Roma destruyó Cartago y subyugó
los Reinos Helenísticos del este del Mediterráneo, logrando el dominio completo de todas las
orillas del mar interior, que ellos llamaron Mare Nostrum. Las flotas romanas volvieron a tener un
papel preponderante en el siglo I a. C. en las guerras contras los piratas y en las guerras civiles
que provocaron la caída de la República, cuyas campañas se extendieron a lo largo del
Mediterráneo. En el 31 a. C. la batalla de Accio puso fin a las guerras civiles con la victoria final
de Augusto y el establecimiento del Imperio romano.
Durante el período imperial el Mediterráneo fue un pacífico «lago romano» por la ausencia de un
rival marítimo, y la armada quedó reducida mayormente a patrullaje y tareas de transporte.4
Sin embargo, en las fronteras del Imperio, en las nuevas conquistas o, cada vez más, en la
defensa contra las invasiones bárbaras, las flotas romanas estuvieron plenamente implicadas. El
declive del Imperio en el siglo III d. C. se sintió en la armada, que quedó reducida a la sombra de
sí misma, tanto en tamaño como en capacidad de combate. En las sucesivas oleadas de los
pueblos bárbaros contra las fronteras del Imperio la armada sólo pudo desempeñar un papel
secundario. A comienzos de siglo V d. C. las fronteras del imperio fueron quebradas y pronto
aparecieron reinos bárbaros en las orillas del Mediterráneo occidental. Uno de ellos, el pueblo
vándalo, creó una flota propia y atacó las costas del Mediterráneo, incluso llegó a saquear
Roma, mientras las disminuidas flotas romanas fueron incapaces de ofrecer resistencia.
El Imperio romano de Occidente colapsó en el siglo V d. C. y la posterior armada romana del
duradero Imperio romano de Oriente es llamada por los historiadores Armada bizantina.
Arquitectura[editar]
Véanse también: Arquitectura romana, Vivienda (Roma Antigua) y Edificación pública (Roma
Antigua).
Acueducto de Segovia.
Las ciudades romanas eran el centro de la cultura, la política y la economía de la época. Base
del sistema judicial, administrativo y fiscal eran también muy importantes para el comercio y a su
vez albergaban diferentes acontecimientos culturales. Es importante destacar que Roma fue, a
diferencia de otros, un imperio fundamentalmente urbano.
Las ciudades romanas estaban comunicadas por amplias calzadas que permitían el rápido
desplazamiento de los ejércitos y las caravanas de mercaderes, así como los correos. Las
ciudades nuevas se fundaban partiendo siempre de una estructura básica de red ortogonal con
dos calles principales, el cardo y el decumano que se cruzaban en el centro económico y social
de la ciudad, el foro, alrededor del cual se erigían templos, monumentos y edificios públicos.
También en él se disponían la mayoría de las tiendas y puestos comerciales convirtiendo el foro
en punto de paso obligado para todo aquel que visitase la ciudad. Así mismo un cuidado sistema
de alcantarillado garantizaba una buena salubridad e higiene de la ciudad romana.
Curiosamente, este riguroso ordenamiento urbanístico, ejemplo del orden romano, nunca se
aplicó en la propia Roma, ciudad que surgió mucho antes que el imperio y que ya tenía una
estructura un tanto desordenada. El advenimiento del auge del poder imperial motivó su rápido
crecimiento con la llegada de multitud de nuevos inmigrantes a la ciudad en busca de fortuna.
Roma nunca fue capaz de digerir bien su grandeza acentuándose más aún el caos y la
desorganización. La capital construía hacia lo alto, el escaso espacio propició la especulación
inmobiliaria y muchas veces se construyó mal y deprisa siendo frecuentes los derrumbes por
bloques de pisos de mala calidad. Famosos eran también los atascos de carros en las
intrincadas callejuelas romanas. La fortuna sin embargo quiso que la capital imperial se
incendiara el año 64 dC, durante el mandato de Nerón. La reconstrucción de los diferentes
barrios se realizó conforme a un plan maestro diseñado a base de calles rectas y anchas y
grandes parques lo que permitió aumentar muchísimo las condiciones higiénicas de la ciudad.
Por lo demás toda ciudad romana trataba de gozar de las mismas comodidades que la capital y
los emperadores gustosos favorecían la propagación del modo de vida romano sabedores de
que era la mejor carta de romanización de las futuras generaciones acomodadas que jamás
desearían volver al tiempo en que sus antepasados se rebelaban contra Roma. Por ello, allí
donde fuera preciso se construían teatros, termas, anfiteatros y circos para el entretenimiento y
el ocio de los ciudadanos. También muchas ciudades intelectuales gozaban de
prestigiosas bibliotecas y centros de estudio, así fue en Atenas por ejemplo ciudad que siempre
presumió de su presuntuosa condición de ser la cuna de la filosofía y el pensamiento racional.
Para traer agua desde todos los rincones se construían acueductos si era preciso, el agua
llegaba a veces con tal presión que era necesario construir abundantes fuentes por todas partes
lo que aún aumentaba más el encanto de dichas ciudades, que a pesar de estar construidas en
tierras secas recibían la llegada de las bien planificadas canalizaciones romanas.
Las casas típicas eran las insulae (isla). Solían estar hechas de adobe normalmente de unos
tres o cuatro pisos aunque en Roma o en otras ciudades de gran densidad se llegaban a
construir verdaderos rascacielos cuya solidez muchas veces fue más que dudosa. La gente rica
y de dinero, patricios de buena familia o ricos comerciantes plebeyos que habían hecho fortuna
se alojaban en casa de una sola planta con patio interior (impluvium) recubierto
de mosaicos llamadas domus.
En honor a las victorias se construían columnas, arcos de triunfo, estatuas ecuestres y placas
conmemorativas que solían hacer siempre referencia al emperador reinante y sus gloriosas
victorias conseguidas en pos de la salvaguarda de la pax romana de la que gozaban
inconscientes los ciudadanos de la urbe. Era un motivo que se recordaba constantemente para
dar sentido a la recaudación imperial, sin dinero no hay ejército, sin ejército no hay seguridad y
sin seguridad no hay ciudades ni comercio. Algo que quedaría patente a finales del bajo imperio.
Con la llegada de la crisis del siglo tercero y, particularmente, ya en el tardío imperio cristiano la
seguridad de la que disfrutaron durante tiempo las ciudades romanas había desaparecido. Y
muchas de ellas, sobre todo las más fronterizas con los limes acechados por los pueblos
germanos se vieron obligadas a amurallarse y recluirse en fortificaciones sacrificando calidad de
vida por seguridad. Fue un paso hacia atrás que se materializaría con la desaparición del
imperio de occidente, la ruralización, el fin de las actividades comerciales y el surgimiento de los
castillos medievales.
Economía[editar]
Renta per cápita estimada hacia el 1 d. C. para diferentes regiones del imperio, Italia y la región oriental
del imperio tenían mayor renta per cápita.5
En el Valle del Po predominaba el pequeño campesinado que convivía con los grandes
dominios. El cultivo de cereales, cultivo idóneo para la zona, tiende a desaparecer.
El Ager Galicus y el Picenum es una tierra de pequeños campesinos surgidos de la
distribución de tierras por el Estado.
Etruria y Umbría son tierras de ciudades, cuya organización dificulta el progreso del
campesinado.
En el Lacio, País Marso y País de los Sabélicos la situación es similar a la de la propia
Roma.
En Italia del Sur las ciudades están arruinadas y existe poco campesinado.
En el Samnio hay una despoblación notable y las ciudades están también arruinadas.
En Campania y Apulia las antiguas ciudades han quedado arruinadas, y los repartos de
tierras, en general no prosperaran. En parte de Campania las tierras eran Ager Publicus y
solo se dejaban a su ocupante a título de arrendatario por tiempo limitado.
En el Brucio y Lucania el poblamiento es débil y la agricultura apenas progresa.
Sociedad[editar]
Se tiene constancia de más de sesenta lenguas diferentes habladas en los territorios que alguna
vez formaron parte del Imperio romano. El proceso de romanizaciónque tuvo lugar en los
territorios controlados de manera prolongada por el Imperio romano comportó en muchos de
ellos un proceso de sustitución lingüística que llevó a la desaparición de lenguas autóctonas. Sin
embargo, este proceso no fue siempre de corta duración y típicamente abarcó diversas
generaciones e incluso siglos, en los que el bilingüísmo con el latín o incluso el multilingüismo
fue frecuente.
La mayor parte de lenguas en la parte europea del Imperio romano eran lenguas
indoeuropeas de los grupos anotolio, celta, germánico, greco-armenio e itálico, además de
algunas otras lenguas indoeuropeas más difíciles de clasificar (a veces llamadas lenguas
paleobalcánicas). Aunque también están testimoniadas lenguas no indoeuropeas autóctonas
como el aquitano y las lenguas tirsénicas, cuya principal representante es el etrusco. En el norte
de África y Oriente Próximo, también tienen presencia muchas ramas de las lenguas
afroasiáticas (egipcio, bereber y semítico).
Religión[editar]
Escultura de la diosa Diana.
La religión de los romanos era politeísta (adoraban un gran número de dioses). Los más
venerados eran Júpiter, Minerva y Juno. En honor a ellos se construyeron templos y se
ofrecieron sacrificios de animales. El emperador era adorado como un dios y en todo el Imperio
se practicaba el culto imperial.
También veneraban, en casa, a los dioses protectores del hogar y de la familia; en cada casa
había un altar dedicado a esos dioses. Además, los romanos eran muy supersticiosos y, antes
de tomar una decisión consultaban la voluntad de los dioses, expresada por medio de
los oráculos.
Las fiestas religiosas[editar]
El calendario religioso romano reflejaba la hospitalidad de Roma ante los cultos y divinidades de
los territorios conquistados. Originalmente eran pocas las festividadesreligiosas romanas.
Algunas de las más antiguas sobrevivieron hasta el final del imperio pagano, preservando la
memoria de la fertilidad y los ritos propiciatorios de un primitivo pueblo agrícola. A pesar de eso,
se introdujeron nuevas fiestas que señalaron la asimilación de los nuevos dioses. Llegaron a
incorporarse tantas fiestas que los días festivos eran más numerosos que los laborales. Las más
importantes eran las fiestas lupercales, saturnales, equiria y de los juegos seculares.
Tiempo después, terminadas las persecuciones contra los cristianos, el cristianismo fue tolerado
con el emperador Constantino. Según la leyenda, antes de la batalla de Puente Milvio vio una
cruz en el cielo, bajo la cual una inscripción decía «bajo este símbolo vencerás». Al día siguiente
grabó en los escudos de todos sus soldados la cruz y obtuvo una gran victoria, si bien sólo se
bautizó unos días antes de su muerte. Sólo con el emperador Teodosio I el Grande el
cristianismo se convirtió en religión oficial del Imperio.