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Contaminación electrónica y la influencia en las bombillas que traen

mercurio

Contaminación electrónica: Se le llama basura electrónica a todos aquellos


dispositivos eléctricos o electrónicos que han llegado al final de su vida útil y por lo
tanto, son desechados. El tratamiento inadecuado de los desechos electrónicos
puede ocasionar graves impactos al medio ambiente y poner en riesgo la salud
humana. Existen diversos daños para la salud y para el medio ambiente generado
por varios de los elementos contaminantes presentes en los desechos
electrónicos, en especial el mercurio, que produce daños al cerebro y el sistema
nervioso; el plomo, que potencia el deterioro intelectual, ya que tiene efectos
perjudiciales en el cerebro y todo el sistema circulatorio. Además, el cadmio, que
produce fallas en la reproducción y posibilidad incluso de infertilidad, entre otras
cosas; y el cromo, que produce problemas en los riñones y los huesos.

A nivel global, las consecuencias son terribles, entre otras cosas porque no se
realiza el reciclaje de forma adecuada. Por ejemplo, la quema para buscar
componentes valiosos como el cobre y el oro libera toxinas que polucionan la
atmósfera. Los ejemplos más cotidianos ya son un espanto. Si una batería de
níquel cadmio de un teléfono contamina unos 50.000 litros de agua, un sólo
televisor ensucia 80.000 litros de agua con sustancias metálicas, plomo y fósforo.
O, sin ir más lejos, desechar un aparato de aire acondicionado pasa una elevada
factura al medio ambiente, ya que contiene tiene gases CFC (cloro, flúor y
carbono) que destruyen la capa de ozono, además de otros contaminantes
considerados peligrosos.

Las lámparas y bombillas están catalogadas como residuos especiales, en razón a


que contienen gases que mezclan en pequeñas cantidades el mercurio y el argón,
para dirigir el flujo de la corriente eléctrica dentro del tubo. Cuando una bombilla
de bajo consumo se rompe, se libera una pequeña cantidad de vapor de mercurio
que puede ser respirada por alguien que esté próximo a esa área. En este caso, la
concentración de mercurio en el aire puede ser relativamente alta brevemente,
pero baja rápidamente a medida que el vapor se transforma en pequeñas gotitas
líquidas. Si el cuarto no se ventila suficientemente y no se limpia a fondo, este
mercurio puede pegarse a las superficies o al polvo y permanecer en el medio por
algún tiempo más. Tras la inhalación o ingestión de distintos compuestos de
mercurio o tras la exposición cutánea a ellos se pueden observar trastornos
neurológicos y del comportamiento, con síntomas como temblores, insomnio,
pérdida de memoria, efectos neuromusculares, cefalea o disfunciones cognitivas y
motoras.
El mercurio (Hg) es un metal pesado, líquido a temperatura ambiente, que se
volatiliza con facilidad y puede trasladarse grandes distancias una vez que es
emitido a la atmósfera. Si se rompe una bombilla, es evidente que no va a matar a
nadie porque lleva muy poca cantidad de mercurio, pero no deja de ser una
exposición a un producto tóxico que puede producir estos determinados efectos.
El humano absorbe esta sustancia por vía pulmonar y gastrointestinal. La
exposición a la misma puede acarrear graves consecuencias en el sistema
neurológico y, en el caso de las embarazadas, malformaciones en los fetos. Se
sabe que los niños y los fetos son más vulnerables frente al mercurio. Además, los
niños pequeños se meten los dedos en la boca y otros objetos, por lo que es más
probable que ingieran cualquier gotita de mercurio adherida a las superficies o al
polvo.

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