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Este niño nació en Belén y se llamó Obed (siervo). Nació de la voluntad de dos viudas, de la
necesidad del pan, de espigar y compartir. Nació de la voluntad de respetar y hacer respetar el
derecho de los pobres, de acoger a las viudas, del derecho de posesión de tierra.
”Toda la gente que estaba en la puerta de la ciudad y los ancianos respondieron: “Somos
testigos. ¡Que el Señor haga a esta mujer semejante a Raquel y a Lía, las dos que edificaron
la casa de Israel!
¡Que llegues a ser poderoso en Efratá y adquieras renombre en Belén!
Que el Señor te dé una descendencia por medio de esta joven, para que tu casa sea como
la de Peres, el hijo que Tamar dio a Judá”.
Booz se casó con Rut y se unió a ella. El Señor hizo que ella concibiera y diera a luz un
hijo. Entonces las mujeres dijeron a Noemí: “¡Bendito sea el Señor, que hoy no te deja
faltar quien responda por ti! Su nombre será proclamado en Israel. Él te reconfortará y
será tu apoyo en la vejez, porque te lo ha engendrado tu nuera que te quiere tanto y que
vale para ti más que siete hijos”. Noemí tomó al niño, lo puso sobre su regazo y se encargó
de criarlo”
(4,11- 16).
Los problemas que ha descubierto el texto de Rut son: la falta de tierra, de alimento y de
solidaridad; todos ellos llevan a tomar la decisión de emigrar, en búsqueda de mejores
condiciones de vida. Crece con ello la conciencia de que el migrante es un sujeto social,
protagonista de su propia historia; son personas que, de cierta manera desafían el orden
social y procuran defender su vida y la de sus seres queridos.
El libro de Rut ilumina nuestra experiencia pastoral en el trato con los inmigrantes, no el
de quien viene de visita, que es recibido con los brazos abiertos, sino de quien deja su país
por necesidad.
El libro de Rut nos ayuda a reconocer:
• Las causas del problema, generalmente de tipo social (cf. Rut 1,1).