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Diego Rivera el gran artista, disruptivo el que hizo de los muros de las escuelas, sindicatos y palacios
mexicanos un palimpsesto, reescribiendo y contando la historia de los vencidos y humildes
situándolos como los verdaderos protagonistas y capiteles de está Latinoamérica siempre
convulsionada. Fue la veleta que indicó el camino a muchos muralistas chilenos, que más allá de la
forma, el contenido, la expresión, se podía escribir en el muro no solo de los grandes
acontecimientos, sino también de la vida diaria, de una “Alameda de domingo por la tarde” o decir
que el hombre era el “Gran Constructor de la Vida”, arriesgándose abiertamente a la crítica
especializada y pública que siempre lo tuvo y ha tenido hasta hoy en el cadalso visible de los que
no se han dado cuenta de que este hombre grande en tamaño pudo abrazar a toda Mesoamérica,
con un canto general nerudiano.
Frida Kahlo, quien como ella, profunda hasta la médula, luchadora incansable, siempre contra la
corriente, desde su dolor físico a la contienda por ser una artista fuera de las cánones, desde su
mundo fantasioso cosmogonía mexicana en su estado puro, logro ubicarse entre gigantes como una
más y ser admirada por ellos, como una Violeta que expiraba sentimiento con los acordes más
simples, contándonos desde su propio estado que se puede ser tanto o más auténtica que
cualquiera, al representar en ella los dolores de un México vívido, contradictorio, castigado y
celebrado, siendo ella una más de las noches de las flores mayas que en capturas necesarias se
transformaban en sacrificio para los dioses, pasando de presa a ubicarse en el parnaso de aquellos
que no mueren nunca.
“Diego y Frida, una sonrisa a mitad del camino” nos lleva a conocer un poco más de estos artistas
que con solo sus nombres ya sabemos de quien se habla, pero que en estás 96 fotografías, que
gracias a este México querido representado en la Secretaria de Relaciones Exteriores y la Agencia
Mexicana de Cooperación Internacional para el Desarrollo, tenemos la posibilidad de profundizar y
completar el camino de esta sonrisa, en una muestra única que una vez más nos emparenta y acerca
a este hermano grande que vive allá lejos, pero que ha estado siempre en el sentir y nos apapacha
hoy en Casa Autónoma Arte y Cultura