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Síndrome de Solomon

El poder de influencia del grupo es tan poderoso para las personas con Síndrome de
Solomon que les impide dar sus propias opiniones y destacar mostrando su talento.
Descubre las claves para no infravalorarte.

Escrito por Dra. Vanesa Fernández López, Psicóloga, especialista en emociones

¿Qué es el Síndrome de Solomon?

El Síndrome de Solomón puede hacer que se pierda la identidad por el miedo a


destacar sobre el resto.

Nuestro comportamiento en los entornos sociales puede ser muy variado. A algunos
les gusta distinguirse del grupo mientras que otros prefieren confundirse con el
mismo no destacando en nada. Ambas conductas pueden resultar problemáticas
cuando se perpetúan o se llevan al extremo. En lo que al segundo se refiere sus
consecuencias pueden verse reflejadas en diferentes ámbitos, siendo el laboral uno
de los más relevantes. Así, la falta de propuesta de ideas diferentes (aun teniéndolas
claras en la cabeza) o no mostrar desaprobación a las opiniones del grupo por no
resultar ser “el diferente” a pesar de que las nuestras sean brillantes, son dos
ejemplos de la conducta social a la que nos referimos que, cuando se repite en
varias ocasiones y causa interferencia cotidiana, recibe el nombre de Síndrome de
Solomon.

El experimento de Solomon

En los años 50, al psicólogo Solomon Asch se le ocurrió un experimento. Mostraba a


un grupo de estudiantes cuatro líneas y les pedía que dijeran en voz alta cuál de las
tres primeras líneas era igual a la cuarta ubicada justo al lado de las mismas. Todos
los estudiantes con excepción de uno (a quien le dejaba responder el último para
que así se percatara de la opinión de sus compañeros) tenían la instrucción de
responder de manera incorrecta a pesar de que la respuesta fuera obvia. Los
resultaros mostraron como un 75% de los sujetos experimentales (los que
respondían los últimos) se dejaban influir por la respuesta errónea de sus
compañeros emitiendo también ellos una respuesta errónea.

Cuando en una sala privada Solomon preguntaba de nuevo al sujeto experimental,


todos conocían la respuesta correcta y manifestaban no haberse atrevido a decirlo
porque era diferente a lo que pensaba el grupo, explicando su comportamiento por
el miedo a hacer el ridículo o a equivocarse. Este experimento de psicología social
muestra como el ser humano está altamente influenciado por la conducta de su
propio grupo, por lo que su experimento se recoge por los teóricos del crecimiento
personal para poner nombre a un conjunto de conductas derivadas de la imitación o
presión del grupo que se agrupan bajo el epígrafe ‘Síndrome de Solomon’.

¿En qué consiste el Síndrome de Solomon?


Todos nos hemos encontrado ante situaciones en las que hemos preferido no
mostrar nuestra opinión a pesar de estar seguros de ella porque el resto del grupo
pensaba lo contrario. El Síndrome de Solomon puede definirse como el miedo
patológico a ser el elemento diferente a un grupo, un temor que provoca que, con el
fin de evitarlo y no quedar mal, el sujeto opte por hacer lo mismo que hace el grupo.
Si observamos un grupo de animales (por ejemplo una bandada de pájaros)
veremos cómo ante determinadas circunstancias la actuación del grupo es la misma
por parte de todos sus miembros. En este sentido, hacer lo que hacen los otros en
un primer momento puede resultar adaptativo para la especie, puesto que nos
protegeríamos frente a posibles peligros. Esto es también aplicable para el ser
humano.

Sin embargo, una vez más el denominado “animal inteligente” vuelve a convertir lo
adaptativo en desadaptativo, ya que esta conducta aplicada en situaciones sociales
que no lo merecen (por ejemplo dejar de dar nuestra opinión o no actuar como
nosotros consideramos ante una injusticia o una situación laboral por no separarnos
del comportamiento grupal…) puede hacer que perdamos nuestra identidad, dando
lugar a problemas sociales y personales.

Y es que, la necesidad de sentirse aceptado por todo el entorno, así como


la deseabilidad social (llevar a cabo una conducta socialmente deseable) son dos de
los principales factores causantes del síndrome de Solomon, en el que se desarrolla
un comportamiento con el que se intenta evitar el juicio social negativo, haciendo
que perdamos así la posibilidad de brillar “con luz propia”.

Perfil de una persona con síndrome de Solomon

Una de las grandes características de los afectados por el Síndrome de Solomón es


que no muestran sus ideas libremente.
La deseabilidad social (llevar a cabo conductas socialmente deseables o aprobadas)
es común en la mayoría de las personas. Sin embargo, el síndrome de
Solomon (SS) es la deseabilidad social llevada al extremo por miedo a destacar o
diferenciarse del grupo. Las personas con SS cumplen el siguiente perfil, que como
veremos refleja una serie de problemas que subyacen al síndrome de Solomon:
 Elevada ansiedad social: se caracteriza por la ansiedad ante situaciones
grupales en las que la persona se siente evaluado o juzgado (por ejemplo dar
una opinión en un grupo de compañeros de trabajo, proponer a un puñado de
amigos una actividad, etcétera) o circunstancias interpersonales (de tú a tú)
donde la persona siente ansiedad por miedo al juicio que la otra persona tiene
sobre ella.
 Baja autoestima y tendencia a la infravaloración: cualquier opinión (incluso
sobre ellos mismo) la consideran más válida que la suya propia. Este hecho
les lleva a actuar como los oros quieren sintiendo a largo plazo que nadie les
tiene en cuenta y que no les valoran.
 Dificultad para tomar decisiones: le dan vueltas a la cabeza sin llegar a
decidirse por nada, siendo finalmente el problema el no haber tomado la
decisión más que el error por haber tomado una inadecuada. Esta falta de
capacidad para tomar decisiones les hace dudar aún más de sí mismos.
 Dependencia emocional: mantienen la creencia irracional de que existen otros
más fuertes que ellos que debe resolver sus problemas y cuyas opiniones son
más valorables que la de ellos mismos.
 Elevada deseabilidad social: son personas que necesitan
sentirse excesivamente aprobadas por el grupo.
 Alta sensibilidad ante las críticas ajenas.

Para identificar y saber si una persona sufre síndrome de Solomon podemos


destacar una serie de señales que lo sugieren:

 El temor a decir lo que piensan y si lo hacen será en consonancia con la


media.
 Intentan no sobresalir ni diferenciarse de un grupo de referencia (visten igual,
no llevan la contraria, muestran las mismas preferencias, etcétera).

 No toman decisiones esperando que otros la tomen por ellos.

 Siempre hace lo que quiere el grupo o personas significativas, no pelea sus


ideas.

 Les gusta pasar desapercibidos.

 Dudan de sus propias creencias o decisiones y ven a los demás como más
exitosos que ellos.

Cómo superar el síndrome de Solomon: claves para


no infravalorarse

Trabajar la autoestima es clave para superar el Síndrome de Solomón.


No cabe duda de que el hecho de adaptarse a las circunstancias del grupo (ya sea
de amigos, de trabajo, un equipo deportivo, etcétera) es necesario y deseable si
queremos contar con unas relaciones sociales y laborales de calidad, pero en el
momento en que esta actitud es demasiado frecuente o nos causa un malestar
intenso y duradero es el momento de corregirlo, evitando de esta manera el riesgo
de padecer el síndrome de Solomon (SS). Y es que dejarse llevar continuamente por
la opinión de los demás puede conllevar problemas para nuestro bienestar. Te
ofrecemos unas pautas para superarlo:
 Respétate: “Si tengo que quedar mal con alguien que sea con otro menos
conmigo mismo”. Repítete esta frase, ya que a veces, por no quedar mal con
los otros, acabamos pasándonos factura a nosotros mismos por no hacer
dicho lo que pensábamos o haber defendido nuestros intereses en beneficio
de los del grupo. El refrán de nuestras abuelas “Más vale ponerse una vez
colorado que ciento amarillo” continúa funcionando en nuestros días.
 Asertividad: decir lo que uno piensa respetando el punto de vista del otro en
un principio básico de las relaciones sociales que nos previene contra el
síndrome de Solomon. La asertividad se refleja cuando queremos decir no a
lo que nos proponen, a la hora de hacer valer nuestros derechos personales,
expresar nuestra opinión, hacer y aceptar una crítica, etcétera. Si crees que
no eres lo suficientemente asertivo es posible que sea este déficit de
habilidades sociales el problema que subyace al SS. La asertividad se
aprende por lo que si no la has adquirido consulta a un especialista para
recibir un entrenamiento en habilidades sociales o de técnicas específicas.
 Deja de compararte: o si lo haces hazlo de una manera justa, no sólo
sacando tus defectos. Es importante que potencies lo positivo que tienes
frente a los demás, que te lo creas. Verás entonces que destacar o
diferenciarte no es malo sino que en muchas ocasiones es positivo.
 Toma tus propias decisiones, aunque te equivoques: las personas que
desconfían más de sí mismos no son aquellas que se equivocan
cuando toman decisiones, sino aquellas que no las toman y dejan que otros
las tomen por ellos. Deja de creer que siempre hay alguien que sabe más que
tú para tomar una decisión perfecta sobre lo que te conviene. Si te equivocas,
mejorarás tu proceso en la toma de decisiones posterior. Y además, seguro
que las consecuencias de ese error no son tan graves como piensas.
 No te infravalores: la infravaloración es uno de los pilares que actúan como
causa y consecuencia del síndrome de Solomon. Además, esta actitud
personal afecta de forma importante a nuestra autoestima, disminuyéndola
hasta niveles que pueden llegar a resultar patológicos. La infravaloración
podemos aplicárnosla a diferentes niveles; desde el plano más físico (sentirse
menos atractivo físicamente que otra persona o grupo), hasta el plano más
personal (tener menos carisma, resultar menos interesante…) o el intelectual
(ser menos inteligente). Para evitar la infravaloración, además de dejar de
compararte debes repetirte la siguiente frase hasta llegar a interiorizarla: “tu
opinión es tan válida como la mía, pero en aquello que tenga que ver conmigo
mismo, la mía es más importante”. No dejes nunca que nadie decida por ti y
mucho menos que se considere más conocedor de tus intereses o
necesidades que tú mismo. A pesar de que a veces te equivoques, eres tú
quien entiende tus propios motivos.

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