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No pretendo una crítica concienzuda a mi lectura de la poesía de Willy Gómez Migliaro, aunque
reconozco que bien valdría realizarla pues considero que los referentes que ha abordado y como
en ello su escritura ha ido dejando pieles y afinando su construcción, ameritaría abordar el valor
referencial que ha tomado su trabajo. Intentaré precisar algunas ideas que surgen más al calor de
la fascinación, y la expectativa que despierta en mí su poesía, en ese entusiasmo de seguro que no
podré cerrar coherentemente mis planteamientos, ello vale pues no lo pretendo en realidad.
Cuando llega a su fin, a su cerco y límite la idea con respecto a donde se dirige la construcción de
la palabra empieza a habitar otro campo, otra vida, otra plataforma y empieza el poema a ser más
allá de la palabra misma, rompe su cáscara y se dirige hacia el espacio vacío que circunda el
sentido. Porque el sentido quizás nunca existe en el arte (remitiéndome claro está a la forma), a
eso nos remitía la poesía a una superación de la idea misma según fue concebida por Platón.
Porque es muy probable que el sentido de la información y su peso en el presente le revele al
poeta ese dejarse llevar tan ligado al fluir de un ánimo. Animus Anima en permanente devenir.
Eses es, según mi concepción de receptor, el recorrido de la obra de Willy Gómez Migliaro, su
trasuntar poético, aquello que lleva a que la estrofa poética se vuelva más vigorosa y predispuesta
al rompimiento, notorio ya en Nuevas Batallas (2013):
Considero a este poema (página 24) de una belleza y de profunda carga social sin ya remitirse a los
lugares comunes, sin los tópicos de referencialidad. Entonces llega Lírico Puro (2017) y la
consecuencia de lo previsto en su camino a romper el canon de una estructura que sus anteriores
trabajos habían fijado, Lírico Puro establece una coordenada anti jerárquica y donde las cosas
como cosas por si mismas encuentran una profundísima razón de ser en lo táctil puro, en la
mirada a quien hace, a esa suerte de revalorizar aquello que por el mismo hecho de el uso de las
cosas en una sociedad de mercado se ha perdido. Abriré en este momento el libro para entresacar
frases al azar, de una manera lúdica a la que el poeta me invita y me entusiasma: marcos sólidos
de ventanas, bisagras, cepillos, ganchos de ropa, percheros, escaleras, pañuelos, cartones,
enchufes, tornillos, lámparas, harinas, bicicletas, chapas de puertas, esas cosas y más brillan,
adquieren un movimiento en una constelación que puede suponer no está lejos a los lugares
referenciales que llevan a cuesta ese peso demoledor que relaciona la memoria del Perú a nuestra
historia y su geografía. Esta suerte de danza en el cosmos, de los objetos y su aparente condición
de adefesios en una constelación de indicaciones resulta llamada del poeta a mirar con otros ojos,
con es ánimo de niños que nos refresca pero que en el fondo es una vía para penetrar en la
materialidad de los objetos y su relación humana con la vida misma.
Encuentro allí una estrategia que lo relaciono con la Comunnitas puesto que se trata de una
posición anti estructura donde la construcción poética rebasa la estratificación que antes había
asumido. El poeta nos propone en su nuevo territorio poético esta idea y Platón queda con ello
satisfecho. Para termnar solo añadir que esta noción y comprensión de la obra de Willy Gómez
adquirió mayor certidumbre cuando leí su poema El Frontón (2018) Lo ya dicho con relación a los
tópicos y su peso no permiten la claridad que había encontrado en Lírico Puro, pero en su relación
con el mar y su descrición de sus componentes minerales se permite leer lo que quizás
forzadamente nos remite el hecho y la remembranza social y política del poema. La lectura de la
poesía de Willy abre expectativas interiores que uno jamás puede dejar de relacionar con su
propio trabajo.