Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
net/publication/26510750
CITATIONS READS
19 1,100
1 author:
Beatriz Santamarina
University of Valencia
52 PUBLICATIONS 157 CITATIONS
SEE PROFILE
Some of the authors of this publication are also working on these related projects:
El patrimonio cultural y natural en tiempos de crisis. Retos, adaptaciones y estrategias en contextos locales. Ministerio de Economía y Competitividad y Programa
FEDER. CSO2015-68611-R (MINECO/FEDER, UE). View project
All content following this page was uploaded by Beatriz Santamarina on 29 December 2014.
ESTIMADO LECTOR/A:
http://www.aibr.org/antropologia/aibr/socios.php
La afiliación a AIBR tiene un coste mínimo al año, y le proporcionará las siguientes ventajas y privilegios:
1. Recibir en su domicilio la revista impresa, en Europa y América (tres números anuales), así como todas
las novedades relativas al funcionamiento de la asociación.
2. Recibir en su domicilio, a precio especial o de forma gratuita, cuantas publicaciones adicionales edite la
asociación.
3. Derecho a voto en las asambleas de socios, así como a presentarse como candidato a la elección de
su Junta Directiva.
4. Recibir el boletín de socios (tres números anuales), así como la información económica relativa a
cuentas anuales de la asociación.
5. Beneficiarse de las reducciones de precio en congresos, cursos, libros y todos aquellos convenios a los
que a nivel corporativo AIBR llegue con otras entidades. En este momento, existen los siguientes
acuerdos:
o Reducción de un 20% en el precio de todos los libros publicados por la editorial MELUSINA.
o Reducción de un 20% en el precio de todos los libros publicados por la editorial SEPHA.
o Reducción de un 30% en el precio de todos los libros publicados por la editorial GRAN VÍA.
o Derecho a cuota reducida en los congresos trianuales de la FAAEE (España) y a los bianuales
de la Sociedad Española de Antropología Aplicada.
o Derecho a cuota reducida en los congresos la IUAES.
6. Promoción gratuita, tanto a través de la revista electrónica como de la revista impresa, de aquellas
publicaciones de las que sea autor y que estén registradas con ISBN. La difusión se realiza entre más
de 5.200 antropólogos suscritos a la revista.
7. Cuenta de correo electrónico ilimitada de la forma socio@aibr.org, para consultar a través de webmail o
cualquier programa externo.
8. Espacio para web personal de la forma http://www.aibr.org/(directorio)/(nombre) y cuenta propia de ftp.
9. Acceso con clave a todos los documentos de la Intranet de socios de AIBR, incluida la consulta a
artículos en proceso de evaluación de la revista AIBR.
10. Promoción gratuita a través de la revista (banner rotativo y reseña) de aquellos eventos, congresos,
conferencias o cursos en los que usted forme parte del comité organizador.
11. Opción a formar parte como evaluador de los artículos recibidos por la revista.
IMPORTE DE LA CUOTA ANUAL: Hasta diciembre de 2008, la cuota única anual es de 32 (euros). Su validez
es de un año a partir del pago de la cuota. Por favor, revise la actualización de cuotas en nuestra web.
http://www.aibr.org/antropologia/aibr/socios.php
144 Antropología y Medio Ambiente
Resumen
Durante los últimos años la producción etnográfica sobre el conflicto medio ambiental ha
generado un volumen considerable de aportaciones. En este artículo se contextualiza, en la
tradición antropológica, las distintas perspectivas (la ecológica, la simbólica cognitiva y la
política) que se han ocupado del entorno, de la construcción de la naturaleza y del papel
otorgado a la naturaleza en la distribución de relaciones de poder. Todo para situar a las
perspectivas de la ecología simbólica y ecología política como los enfoques, desde nuestro
punto de vista, más pertinentes para abordar el conflicto medio ambiental. En un mundo
donde se imponen visiones hegemónicas y discursos ecológicos globalizados, basados en
una racionalidad político-económica que se pretende única, se hace necesario un análisis
crítico para descifrar las claves de nuestra práctica cultural y para poner en práctica todo el
conocimiento local aprendido, que permita sacar a la luz otros discursos practicables posibles
desde lógicas marginales.
Palabras claves
Ecología cultural, Ecología simbólica, ecología política, antropología medio ambiental
Abstract
In recent years, ethnographic work on environmental conflict has generated a considerable
amount of activity. This article contextualizes the different perspectives (ecological, symbolic-
cognitive and political) that have dealt with the environment, the construction of nature, and the
role given to nature in the distribution of power relations. The authors consider the perspectives
of symbolic ecology and political ecology to be the approaches that are most relevant for
addressing environmental conflict. In a world of imposed hegemonic visions and globalized
ecological discourses based on a political-economic rationality that claims to be unique, a critical
analysis is needed to decipher the code of our practice of culture and to put into practice all of
the acquired local knowledge, which will allow us to draw out other possible, viable discourses
from marginal logics.
Key words
Cultural Ecology, Political Ecology, Symbolic Ecology, Environmental Anthropology
1. Introducción
D
esde la antropología, hacer una aproximación reflexiva al medio ambiente en
nuestra práctica cultural supone invitar a la consideración de un tema que ha
ocupado un importante volumen en la producción etnográfica. El medio
ambiente se presenta como una recapacitación entre dos polos tensionales tan
clásicos en la antropología como en nuestra sociedad: naturaleza-cultura. Nos es
imposible pensar el medio ambiente sin una referencia explícita a la Naturaleza, y con
ella se abre una reflexión sobre lo nuestro. Ahora bien, el fenómeno medioambiental y
la necesidad de abordarlo desde una visión concreta, exige una primera mirada sobre
cómo la antropología ha contribuido no sólo a la comprensión de nuestras relaciones
con la naturaleza, sino también a configurar el mundo de lo natural. Dicha reflexión
debe hacerse en dos sentidos. En primer lugar, podemos observar cómo la naturaleza
ha sido un eje de vital importancia en el desarrollo de la disciplina antropológica,
apareciendo como un polo fundamental en su constitución y distribución de sentidos.
Así, una aportación indiscutible de la antropología1 es haber definido la cultura frente a
la naturaleza; de hecho “la relación entre cultura y naturaleza (o entre población y
entorno, si prefiere utilizarse el vocabulario ecológico-técnico) ha ocupado una parte
sustancial del análisis antropológico” (Comas d’Argemir, 1998:124). En este sentido,
hasta la segunda mitad del siglo XX, la delimitación de la cultura era “negativa porque
hablar de cultura equivalía a hacer algún tipo de referencia, implícita o explícitamente,
a lo que se estimaba su contrapartida, la naturaleza” (Luque Baena, 1990:93).
Después de este largo periodo, asistimos a un reconocimiento de la complejidad y del
dinamismo para explicar ambos conceptos, pero las fronteras y las relaciones entre
ambos vendrán marcadas, de igual modo, por la delimitación de esferas. Hay que
esperar hasta mediados de los 80, con la aparición y el desarrollo de la ecología
simbólica, la ecología política y la antropología de la ciencia, para asistir a la
superación de esta dicotomía clásica. Sin duda, la reflexión sobre el medio ambiente,
1
Una característica que no es propia de la disciplina porque, como veremos más adelante, la constitución
moderna de la ciencia occidental se basa en la distinción ontológica entre mundo natural y mundo social (Latour,
1993).
2
Más bien, dicha descripción se ha utilizado como una doble estrategia: permitía ubicar y dar realidad a una
sociedad concreta. Eso legitimaba al antropólogo al reconocerse su conocimiento del terreno.
3
Seguiremos para este bosquejo las periodizaciones de Orlove (1980) y Valdés y Valdés (1996). Orlove (1980)
diferencia tres estadios en el desarrollo de la antropología ecológica: un primero caracterizado, por el trabajo de
Steward y White; un segundo ocupado por las teorías neofuncionalistas y neoevolucionistas; y un tercero, donde
se desarrollan las enfoques procesuales. Valdés y Valdés (1996) señalan tres etapas: una marcada por la
discusión de los argumentos posibilistas y la aparición de la ecología cultural, otra caracterizada por el afán de
fundar una disciplina más general, y que da lugar al enfoque sistémico y a la perspectiva individualista; y, por
último, la etapa actual, en la que se produce una síntesis de los enfoques anteriores (homeostático y procesual).
Por otro lado, hay que señalar que Milton (2001a) utiliza otro esquema para hablar del desarrollo de la
perspectiva ecológica, aunque hemos preferido utilizar estos porque se ajustan más, desde nuestro punto de
vista, a una visión global de las distintas etapas de la perspectiva de la ecología cultural.
pasivo (el entorno tiene sólo un sentido delimitador, un papel negativo); es la cultura,
lo supraorgánico, quien cobra el protagonismo (lo social es lo que determina lo social).
En 1952, después de las fuertes críticas suscitadas por el valor otorgado a lo
superorgánico, ofrece una definición de cultura más elaborada; sin embargo, los
postulados no difieren de sus planteamientos anteriores. El esquema se repite: existe
una ‘natural’ naturaleza de la cultura. Esta es quizás la frase que mejor resume el
planteamiento de Kroeber.
Los planteamientos de Kroeber fueron muy atacados en su época, pero, como
ha señalado Harris, “el más decidido apoyo a lo superorgánico de Kroeber llegó de un
ángulo totalmente inesperado. En ‘The expansion of the scope of science’, Leslie
White defiende a Kroeber como uno de los pocos antropólogos que se han esforzado
por formular la filosofía de una ciencia de la cultura” (1987:287). La concepción de
White parte de unas premisas muy parecidas a las de Kroeber, pero radicalizando aún
más el determinismo cultural. Para él, la cultura sólo se explica a través de la cultura
([1959]1975b) puesto que la cultura tiene un desarrollo propio una vez se ha
desprendido de su origen en la evolución biológica. La delimitación entre la naturaleza
y la cultura queda establecida de forma precisa por la capacidad simbólica de los
seres humanos4. En su teoría cobra especial importancia la relación entre la energía,
la eficacia tecnológica y la evolución. Su modelo contempla tres subsistemas: el
tecnológico, el social y el ideológico. De ellos, el tecnológico es el principal y explica la
evolución de la cultura. Su esquema es sencillo: la evolución depende de la capacidad
para aprovechar la energía que hay en el entorno, y esto se consigue a través del
sistema tecnológico5. Dicha fórmula “contradice el postulado inicial de White. ¿Cómo
argumentar que la cultura sólo se explica por la cultura si hay al menos un elemento
exógeno que la determina?” (Luque Baena, 1990:98). Al definir la cultura le concede
una autonomía propia pero, al explicar el desarrollo de la humanidad en términos
tecnológicos-energéticos, da entrada al medio como un factor explicativo en la
evolución cultural. Para White, la clave está en controlar los recursos naturales. La
diferencia radica en que no es lo mismo apropiarse de ellos que aprovecharlos y
transformarlos. El factor tecnológico se convierte en fundamental para explicar el
4
La cultura es “la clase de las cosas y acontecimientos que dependen de simbolizar, en cuanto son
consideradas en un contexto extrasomático” (White, [1959]1975:139).
5
“La cultura se desarrolla según aumenta la cantidad de energía aprovechada per cápita al año, o según
aumenta la eficacia de los medios instrumentales que ponen la energía en funcionamiento” ([1949]1993b:325).
White lo expresa en la siguiente fórmula E x T = C, donde E es la energía per cápita, T la eficiencia para
aprovecharla y C el grado de desarrollo cultural.
6
“Los sistemas culturales, igual que los del nivel biológico, tienen capacidad para crecer. Es decir, el poder de
captar energía es también la capacidad de aprovecharla cada vez más. Así, los sistemas culturales, igual que los
organismos biológicos, se desarrollan, multiplican y expanden” ([1949] 1993: 366).
7
Para Steward, los aspectos de la cultura son interdependientes, pero varía el grado y el tipo. El concepto de
‘núcleo cultural’ permite ver cómo existen elementos que están más vinculados a la subsistencia y a la economía
(también en el núcleo se encuentran las pautas sociales, políticas y religiosas), aunque existen otros elementos
secundarios que dependen de factores histórico-culturales, y que pueden dar una imagen distinta entre dos culturas
que tienen un mismo núcleo. Así, “la ecología cultural presta especial atención a aquellas características con las
que el análisis empírico muestra estar más estrechamente relacionado en la utilización del entorno de modos
culturalmente prescritos” ([1955]1993:339).
8
“A la naturaleza le da lo mismo que Dios sea un padre amantísimo o un sanguinario caníbal. Pero no le es
indiferente que el período de barbecho de un campo cultivado por el método de roza dure un año o
diez”(1982:73).
alimentos ‘buenos para comer’ son, sin duda, aquellos que tienen una relación
coste/beneficio más óptimo en comparación con los que son ‘malos para comer’. En
esta relación coste/beneficio, nos dirá Harris, las culturas no sólo tienen en cuenta el
valor nutritivo sino también el coste/beneficio9 de la producción y sus efectos sobre
el medio. Las cocinas serán más carnívoras o más herbívoras dependiendo de las
poblaciones, los hábitats y los recursos tecnológicos, de tal forma que todos los
rasgos culturales tienen un sentido ecológico. El determinismo ambiental de su
explicación es evidente al otorgar al ambiente un papel sobresaliente en el desarrollo
de las culturas y al considerar los rasgos culturales como expresiones de la
racionalidad adaptativa. En suma, el materialismo cultural enarbolado por Harris,
reduce la cultura a la naturaleza, la ideología a la práctica, lo ideal a lo material, y
todo desde un determinismo infraestructural que desvaloriza el orden cultural y que
reduce sus explicaciones a la adaptación al medio por parte de los sistemas. Las
críticas a esta perspectiva han sido numerosas, aunque el ataque más directo le
viene formulado por Sahlins y Godelier10.
Nada más contrario al materialismo cultural que la posición adoptada por
Sahlins, la cual queda bien recogida en Cultura y Razón práctica ([1976]1997). En su
comienzo advierte: “este libro contribuye a una crítica antropológica de la idea de que
las culturas humanas se formulan a partir de la actividad práctica y, subyacente a ella,
del interés utilitario” (Sahlins, [1976]1997:9). Frente a la razón práctica, Sahlins
propone la razón simbólica o cognitiva; frente al postulado de que los humanos nos
movemos en un mundo material adopta la consideración de que somos los únicos
seres que tenemos esquemas significativos. De ahí que parta de la premisa de que la
cultura debe explicarse en términos de ella misma. Para él, las culturas son órdenes
significativos sistemáticos y no pueden ser simplemente aleatorias invenciones de la
mente. La cultura no puede ser vista como una variable dependiente de la lógica
práctica, ni debe ser entendida a partir de las fuerzas materiales; más bien al
contrario, los efectos materiales dependen de la interpretación cultural. Su postura
frente a la naturaleza es justo la inversa a la de Harris, puesto que para él se produce
9
Estos costes/beneficios se traducirían en las economías de mercado en ‘bueno para comer, bueno para
vender’.
10
Las principales críticas de Godelier al materialismo vulgar se centran en subrayar el reduccionismo que
establece Harris de las relaciones entre economía y sociedad, en su definición histórica como una serie de
hechos con cierta frecuencia estadística y en su concepción del término adaptación. Volveremos a Godelier más
adelante.
11
“Aunque la antropología ecológica comparte con el resto de la antropología cultural el objetivo de esclarecer la
cultura humana, difiere en una gran parte de aquella en que intenta explicar la cultura en términos de la parte que
juega en los aspectos de la existencia humana que son comunes a los seres vivientes” (Rappaport, 1975:268).
12
Tal enfoque será sustituido a finales de los setenta por la ecología evolutiva, una perspectiva individualista,
que bebe tanto de la teoría evolucionista y genética como de los modelos matemáticos. Las unidades de análisis
ya no serán las poblaciones sino los individuos, y el interés se centra en ver cómo un organismo individual es
capaz de desarrollar estrategias para resolver la adaptación al entorno. En los ochenta este enfoque conducirá a
un análisis procesual de las sociedades cazadoras-recolectoras (Optimal Foraging Theory). El presupuesto de
esta teoría es que la conducta depredadora ha sido proyectada por selección natural como adaptación a las
situaciones cambiantes, y que las respuestas procuran el mayor beneficio posible. Es decir, se trata de observar
a qué problemas se enfrenta un depredador para ver qué estrategias pone en marcha el individuo para
asegurarse la supervivencia y la reproducción. Según Valdés y Valdés, “las últimas investigaciones ecológicas en
antropología apuntan a una síntesis de estos dos enfoques, el sistémico y el individualista [...] La tendencia es
abandonar la concepción monolítica tanto del entorno como del organismo que se adapta a él y considerar la
variabilidad tanto ambiental como individual” (1996:101).
13
En su último libro, Ritual y Religión (1999), podemos ver claramente el cambio en los planteamientos de
Rappaport.
14
“Existe una diferencia innegable entre las reacciones orgánicas y las respuestas humanas. En el caso primero,
una respuesta directa e inmediata sigue al estímulo externo, en el segundo la respuesta es demorada, es
interrumpida y retardada en un proceso lento y complicado de pensamiento” (1965:47)
modificándose a través del tiempo. Dicho eje atraviesa toda su argumentación en dos
sentidos: en primer lugar, el paso de la naturaleza a la cultura instaura la norma y el
orden; en segundo lugar, aparece como base para comprender los procesos mentales
y los principios organizativos de categorización y diferenciación social a partir de los
objetos naturales.
En Las estructuras elementales de parentesco ([1949]1981) podemos ver cómo
el puente entre naturaleza y cultura constituye el cimiento, no sólo de su teoría del
parentesco, sino también de toda su concepción antropológica. Para Lévi-Strauss, el
átomo de parentesco es la alianza, o en negativo, la prohibición del incesto y la función
de esta prohibición consiste en impulsar el intercambio recíproco de las mujeres. El
incesto se elevará a la expresión de un principio universal de reciprocidad y, aunque
éste no sea un principio explicativo, sí lo será orientativo. Además, el principio de
reciprocidad es remitido finalmente a la estructura mental subyacente. Lévi-Strauss
parte de formular una cuestión clave en su interpretación, “¿Dónde termina la
naturaleza? ¿Dónde comienza la cultura?” ([1949]1981:36). Él mismo dice que es
imposible saber dónde se produce el pasaje de una a otra. Sólo sabemos que, cuando
aparece la regla, estamos hablando de cultura y que, cuando tomamos como criterio
lo universal, hemos atravesado la frontera de la naturaleza. Así, pasa a demostrar que
la prohibición del incesto cumple los dos criterios que definen tanto a la cultura como a
la naturaleza: la regla y la universalidad. La regla del incesto es social pero, al mismo
tiempo, es presocial por la universalidad y por el tipo de relaciones que impone su
norma. La prohibición se encuentra en el umbral de la cultura, en la cultura y es la
cultura misma. No tiene un origen cultural o natural, constituye “el pasaje de la
naturaleza a la cultura (...) el vínculo de unión entre una y otra” ([1949]1981:59).
Supone el nacimiento de un nuevo orden al superarse ‘la naturaleza a sí misma’. De
modo que el incesto representa “el pasaje del hecho natural de la consanguinidad al
hecho cultural de la alianza” ([1949]1981:66)15. En este sentido, el incesto instaura la
regla (domestica el azar) al establecer un orden que inaugura la organización. La
prohibición del incesto es el estigma del principio de organización. Supone un sistema
de prestaciones y contraprestaciones que conecta a los miembros entre sí. La regla
15
La misma naturaleza actuaría bajo el doble principio de dar y recibir, que se traduce en la oposición de
matrimonio y filiación. La alianza está más libre puesto que la naturaleza no le fija su contenido; inversamente, la
filiación se halla determinada por la naturaleza. La alianza se presenta como el único fenómeno universal sobre
el que la naturaleza no ha acabado de decirlo todo, la impone pero sin determinarla. El papel desempeñado por
la cultura es el de sustituir el desorden por la organización.
16
Lenguaje e incesto jugarán para el autor el mismo papel universal ([1949]1981:571), mientras que lenguaje y
exogamia cumplen la misma función de comunicación entre los hombres.
17
Según Malinowski o Radcliffe-Brown, todo animal totémico podía ser explicado por el principio de ‘bueno para
comer’; sin embargo, para Lévi-Strauss dicha teoría no deja de ser una imagen simplista del tótem que, en cierta
medida, se corresponde con las visiones tradicionales acerca de los pueblos salvajes o primitivos. En dicho
sentido aclarará “nunca y en ninguna parte, el ‘salvaje’ ha sido, sin la menor duda, ese ser salido apenas de la
condición de animal, entregado todavía al imperio de sus necesidades y de sus instintos, que demasiado a
menudo nos hemos complacido en imaginar y, mucho menos, esa conciencia dominada por la afectividad y
ahogada en la confusión y la participación” ([1962]1988:69).
18
“Se comprende que las especies naturales no sean elegidas por ‘buenas para comer’ sino por ‘buenas para
pensar’” ([1962]1997:131).Como ya vimos dicha permisa será contestada por el materialismo cultural (Harris,
[1985]1997).
19
La diferencia entre tipos de conocimiento (salvaje/científico) se diluye, según Lévi-Strauss, porque ambos
constituyen “los dos niveles estratégicos en que la naturaleza se deja atacar por el conocimiento científico: uno
de ellos aproximativamente ajustado a la percepción y la imaginación y el otro desplazado” (Lévi-Strauss,
[1962]1988:33).
20
Existe “una tendencia natural a expresar determinado tipo de situaciones por medio de un estilo corporal
adecuado a ellas. Esa tendencia puede calificarse de natural en tanto que es inconsciente y se obedece a ella en
todas las culturas” (Douglas, [1970]1988:93).
expresan la cosmología de una sociedad, establecen las directrices, y con ellas, las
normas y el control social. Las categorías sociales se expresan por símbolos
‘naturales construidos’ pero, a su vez, parece como si existiera, en su explicación, un
‘natural’ sistema de ‘símbolos naturales’ que facilitaría la correspondencia de
categorías. Es preciso retener que Douglas, al igual que Turner, como veremos a
continuación, considera que se produce una culturización de la naturaleza.
En Turner ([1967]1980) podemos ver otro ejemplo de la utilización de la
dicotomía naturaleza-cultura como marco analítico para la interpretación. En cada
ritual, nos dice, podemos encontrar una teleología propia con unos fines
determinados, siendo los símbolos los vehículos a través de los cuáles se pueden
alcanzar esos fines. Los símbolos son representaciones sociales, hechos sociales.
Así, ve las celebraciones rituales “como fases específicas de los procesos sociales por
los que los grupos llegaban a ajustarse a sus cambios internos y adaptarse a su
medio ambiente” ([1967]1980:22). Para Turner, lo importante es establecer de partida
cuáles son las características propias de los símbolos rituales. Estos presentan tres
rasgos fundamentales: la propiedad de condensación; la capacidad de unificar
significados dispares; y la polarización de sentido. Este último está referido a los dos
polos de sentido: uno ideológico y uno sensorial. En el primero, los significados se
refieren a elementos de los órdenes moral y social, se encuentra en él una distribución
de las normas y valores de la sociedad, los principios de organización social; en el
segundo polo, los significados están referidos a fenómenos naturales o fisiológicos,
existe una correlación entre el contenido y la forma externa del símbolo. Los símbolos
son multirreferenciales, “su cualidad esencial consiste en su yuxtaposición de lo
groseramente físico con lo estructuralmente normativo, de lo orgánico con lo social”
(Turner, [1967]1980:33). Dicha culturización de la naturaleza, expresada a través de
los símbolos, es lo que para Turner hace posible la aceptación del sistema social. Los
símbolos rituales son medios para conducir la realidad social y natural ([1968]1990). El
ritual, a través de sus símbolos, pone de relieve elementos de su cultura y, a su vez,
los relaciona con regularidades naturales y fisiológicas. Es una ‘representación
económica’ de aspectos fundamentales, “en la medida en que representa la
destilación o la condensación de muchas costumbres seculares y de muchas
regularidades naturales” (Turner, [1967]1980:55). Los símbolos son capaces de
aglutinar, por un lado, referentes de carácter natural y, por otro, los principios que
21
Turner pone, como ejemplo, la clasificación de los colores en el ritual ndembu, un sistema clasificatorio basado
en una tríada de colores. En el contexto ritual, los colores son símbolos que representan la experiencia humana
de lo orgánico, los productos del cuerpo humano, y esa experiencia física vinculada a los colores es, a su vez,
expresión de las experiencias de las relaciones sociales. Además, los colores no sólo manifiestan las
experiencias corporales, sino que suponen un esquema de clasificación fundamental de la realidad.
22
Biersack (1999a) reconoce que Descola fue el primero en utilizar el neologismo ‘ecología simbólica’, aunque
apunta que existieron numerosos antecedentes al mismo. Entre ellos destaca, como fundamental, el legado de
Rappaport por su distinción entre modelos cognitivos y modelos operativos y por la importancia que otorga a la
construcción de la naturaleza. No obstante, ve en la mitología de Lévi-Strauss, en la antropología simbólica de los
60 y 70, en la etnosemántica de los 50 y 60, y en el estudio de Mauss y Durkheim sobre la clasificación primitiva, los
primeros pasos hacia la misma. Además, considera que el trabajo de MacCormak y Strathern (1980) fue el primero
en explicitar que la naturaleza era una construcción socialmente variable. Por otra parte, señala que la ecología
simbólica también ha sido influenciada por diferentes disciplinas que van desde la geografía cultural o la historia del
arte, hasta la ecocrítica en literatura y los estudios de historia sobre la construcción histórica de la naturaleza.
23
Anteriormente, Strathern (1980) ya había insistido en la necesidad de no interpretar bajo nuestros esquemas
de naturaleza, cultura y sociedad a otras culturas, puesto que ‘naturaleza y cultura’ son productos culturales, no
realidades dadas.
24
Descola la define como “el estudio de las relaciones entre una comunidad de organismos vivos y su medio”
(1986:15)
naturaleza hay que combinar de forma indisoluble los aspectos materiales y los
simbólicos, es imposible separar las determinaciones técnicas de las mentales.
Su punto de partida es rechazar las dos concepciones dominantes sobre las
relaciones de los seres humanos con el medio, ya que una se caracteriza por el
énfasis puesto en las producciones mentales, y la otra por la reducción de la práctica a
la función adaptativa, ignorando todo significado. En contraste, Descola considera
que, para acceder a las relaciones ser humano-naturaleza, es necesario observar las
interacciones simbólicas entre las técnicas de socialización de la naturaleza y los
sistemas simbólicos que las organizan. Así, muestra cómo la práctica social de la
naturaleza se articula a la vez sobre la idea que la sociedad tiene de sí misma, sobre
la idea que se hace de su medio ambiente natural y sobre la idea que se forma de su
intervención sobre este medio ambiente. De su aportación, interesa resaltar, sobre
todo, la ruptura de la dicotomía naturaleza/cultura. A través de su etnografía,
demuestra la existencia de otros modelos culturales de aprehensión de la naturaleza
alejados del nuestro. Al analizar el orden antropocéntrico de los achuar pone en
evidencia que, en su construcción de la naturaleza, no existe división entre naturaleza
y cultura; los animales, las plantas y los humanos pertenecen a la misma comunidad y
están sujetos a las mismas reglas. La idea de la naturaleza como una realidad
independiente es totalmente extraña en dicha comunidad; para ellos existe una
continuidad entre los seres humanos y los seres de la naturaleza, entre el mundo
cultural de la sociedad humana y el mundo natural de la sociedad animal. No existe
una separación entre lo natural, lo humano y lo sobrenatural y esta continuidad es
patente en símbolos, rituales y prácticas. Las relaciones sociales engloban a un todo.
Como reconoce el propio Descola, ésta es una de las lecciones más importantes que
ha recibido: “La naturaleza no existe en todas partes ni es eterna; o más exactamente,
que esta separación radical establecida hace mucho tiempo por Occidente entre el
mundo de la naturaleza y el mundo de los hombres no tiene mucha importancia para
otros pueblos que confieren a las plantas y los animales los atributos de la vida social,
los consideran como sujetos antes que como objetos y no sabrían, por tanto,
expulsarlos a una esfera autónoma” (Descola, 1993:440). Y esta lección es, sin duda,
una contribución fundamental para acabar con una dicotomía tan fuertemente
instalada en nuestra práctica social y en la disciplina antropológica. La posibilidad de
reconocer otros modelos locales de naturaleza ha supuesto iniciar un nuevo
25
“Una experiencia etnográfica en Amazonia me ha convencido finalmente de la idea que las ligaduras técnicas y
ecológicas no son informaciones que existen fuera del pensamiento, y que las lecciones económicas de una
sociedad son mayormente debidas a la manera en que sus miembros se representan la relación con los
componentes orgánicos e inorgánicos de su entorno” (Descola, 1999:118).
26
Como él mismo apunta, “comprender los mecanismos que hacen posible, en los diferentes contextos
históricos, la actualización de estos esquemas de la práctica me parece que constituyen la tarea prioritaria de
no existe ni una separación entre los seres humanos y los animales, ni entre el
cuerpo y la mente, ni entre el mundo natural y el cultural. No tienen una categoría
que haga referencia a lo que nosotros entendemos por naturaleza, las distinciones
entre seres, objetos y plantas las establecen en función de si son personajes o no.
Una frontera que, en cualquier caso, nos dice el autor, es fluida. Rival (1996), por su
parte, en su estudio sobre los huaorani, pone en evidencia cómo en su cosmología
no hay separación entre el mundo animal y humano, ambos se relacionan
activamente. Y, por poner otro ejemplo, Arhem (1996) señala que entre los makunas
no se da una división jerárquica entre la naturaleza y la cultura, sino un orden
integrado donde los seres (humanos, espíritus, animales y plantas) están
interconectados en una continuidad entre naturaleza y cultura.
En este sentido, la ecología simbólica ha permitido que lo simbólico y lo
material dejen de ser vistos como dicotómicos, reconociendo que interactúan y que
dicha interacción es la que tiene efectos en la realidad. Así, es posible descubrir que
las relaciones humano/naturaleza son dialécticas, siendo el medio ambiente tanto un
producto de esas relaciones como de sus sedimentaciones. Frente a las nociones
clásicas de nicho y medio ambiente (caracterizadas por lo físico, estático, ahistórico,
no relacional...), aparecen nuevas apuestas para definir el entorno. Tal es, por
ejemplo, el caso de Biersack (1999b) que nos propone la noción de ‘lugar’ para una
antropología de la naturaleza focalizada en la interacción de lo simbólico y la
realidad física27. El lugar entendido como una construcción discursiva y material, es
decir, como un producto de la imaginación humana y de la historia, pero también una
realidad material producida por las relaciones sociales28.
Para concluir, podemos decir que la dimensión simbólica de la naturaleza cobra
hoy un nuevo protagonismo, al poner en evidencia que existen muchos modos de
edificar las relaciones ser humano/naturaleza y al sacar a la luz las prácticas, las
instituciones y los discursos que condicionan nuestra percepción del medio. La
percepción dualista se sustenta, desde la época clásica, en la filosofía moral de
una ciencia social renovada que no hace más distinciones entre los objetos de la antropología, de la historia y de
la sociología” (1999:128).
27
Define el lugar como un término flexible que analice las articulaciones local/global y la dialéctica entre lo
simbólico/lo material.
28
Biersack (1999b) realiza un estudio sobre la minería de oro en Papúa Nueva Guinea siguiendo los modelos
cognitivos de Rappaport. En el mismo señala que, para poder interpretar la cosmología y mitología actual de los
paielas, es necesario entender que se trata de modelos cognitivos híbridos resultado del conjunto de las
relaciones entre lo simbólico y lo material.
29
Siguiendo a Comas (1998), Wolf utiliza el concepto de ecología política, por primera vez, en 1972, en una
ponencia en la que se relaciona los sistemas de propiedad y transmisión con las formas de aprovechamiento de los
recursos, analizando los factores económicos y políticos globales que inciden en los sistemas locales.
30
Ahora bien, apunta que si tomamos como antecedentes los autores que han relacionado ecología y política
habría que incluir a muchos más, como F. Barth y J. Friedman.
31
De tal manera que “los nombres se volvieron cosas y a las cosas señaladas con una x se les podía considerar
como blancos de guerra” (1982:20).
32
Frente a quien “sostiene que la Mente sigue un curso independiente y propio, yo sostengo que la construcción
de ideología no surge de la confrontación del pensar del Hombre Desnudo sobre la Naturaleza Desnuda; creo
que más bien ocurre dentro del ámbito determinado de un modo de producción cuyo fin es hacer que la
naturaleza se preste al uso humano” (Godelier,1982:469).
33
En “Cognizing ‘Cognized Models’ ” (1999), Wolf realiza una reflexión sobre las contribuciones de Rappaport; en él
podemos ver su insistencia en la necesidad de estudiar el poder estructural desde la perspectiva de la ecología
política y la historia ecológica.
34
Para Godelier es necesario tener presente que lo racional no es una búsqueda de optimización, sino más bien
una respuesta de conducta intencional que permite la adaptación.
35
El concepto de modo de producción difiere de Wolf a Godelier; de hecho, en este último, es un término más
impreciso.
36
“La intención y la acción de los hombres echa siempre sus raíces y encuentra los límites de sus efectos en las
propiedades y las necesidades no intencionales de las relaciones sociales y de las condiciones de existencia. La
historia, pues, no explica nada, puesto que ella misma precisa ser explicada” (Godelier, 1989:94).
el desarrollo de una sociedad hay que tener en cuenta dos tipos de materialidades:
una que procede de los seres humanos y otra que procede de la naturaleza. Las
primeras han sido puestas en funcionamiento para actuar sobre las de las segundas.
Pero no siempre la acción humana tiene todo el control sobre la naturaleza. Los
efectos no intencionales nos recuerdan la imposibilidad de someterla por completo, ya
que ésta guarda un grado de independencia con respecto a nosotros.
Si la racionalidad económica de Godelier, entre otras, ha sido una contribución
fundamental, también es cierto que “la ecología política no tiene un corpus
homogéneo, por lo que podemos encontrar reflejados en ella distintos enfoques
teóricos” (Comas D’Argemir, 1998:144). El eclecticismo teórico, la
multidisciplinariedad, la heterogeneidad de su metodología son, sin duda, sus rasgos
más sobresalientes (Vaccaro y Beltran, 2007). Así, la ecología política tiene en común
con la economía política ciertos intereses, pero tiene tantas similitudes como
diferencias respecto a ella. Ambas comparten preocupaciones como las relaciones de
poder que determinan los usos del medio ambiente, la historia del capitalismo y su
crítica, y la desigualdad que ha generado el capitalismo a escala global. Pero la
ecología política se diferencia de la economía política al subrayar los impactos del
medio ambiente, las relaciones de poder que se establecen, no sólo entre clases, sino
entre los seres humanos y la naturaleza (la dominación de la naturaleza) y al
incorporar no sólo las complejas relaciones entre local-global, nacional-global,
nacional-regional, sino también las asimetrías de poder de género, etnia, raza, etc, es
decir, sobre cualquier ecoviolencia (Biersack, 1999a).
De este modo, la nueva perspectiva de la ecología política está generando
múltiples investigaciones, enfatizando el papel de las prácticas y los discursos, que
plantea nuevas interpretaciones sobre intereses clásicos de la antropología (como el
ritual), sobre temas tradicionales de las investigaciones sociales (como los
movimientos sociales) y sobre el conflicto medioambiental (como la construcción
política de la naturaleza en el discursos, las prácticas y las instituciones). El trabajo de
Gezon sobre los Antankarana37 (1999) es un ejemplo de cómo se puede analizar un
conflicto ecológico y un ritual desde la perspectiva de la ecología política38. Desde una
visión postestructuralista, se analiza cómo el simbolismo ritual es desplegado
37
Los Antankarana viven en el norte de Madagascar, en una región rica en recursos de importancia nacional e
internacional.
38
El estudio se centra en la industria de la pesca y en el papel que juega la posesión de los espíritus y la
innovación ritual como instrumento de lucha para reclamar los recursos territoriales
39
El contexto del análisis es el incremento, desde la década de los 70, de la pesca del camarón en
Madasgascar, lo que provocó la reacción de los Antankarana. Su líder político, reclamó la jurisdicción sobre las
aguas de la costa.
40
En este sentido, se separa de las nociones funcionalistas rappaportianas criticando sus conceptos de
homeostasis y equilibrio dinámico, y entendiendo que las perturbaciones son inherentes a los sistemas.
41
Dicho proceso habría despertado el interés por ellos por dos motivos. En primer lugar, porque los movimientos
están presentes en el contexto de investigación de los antropólogos. Y, en segundo lugar, por los nuevos
intereses de la antropología (Brosius, 1999a:37). Ahora bien, indica que muy pocos antropólogos han prestado
atención al campo de la institucionalización.
42
Brosius sigue los trabajos de Escobar (1995b) sobre la ‘institucionalización’, en los que crítica el desarrollo de
instituciones internacionales y sus manifestaciones locales. A través de un análisis de la construcción del tercer
mundo, pone de manifiesto cómo se han creado aparatos eficaces para edificar conocimientos, desplegándose
un régimen de gobierno sobre el mismo.
a que la institucionalización puede ser vista, en algunos aspectos, como positiva (el
propósito es la conservación medio ambiental), es necesario atender al proceso por el
cual estas instituciones inscriben y naturalizan ciertos discursos, ya que al tiempo que
proponen alternativas para la preservación medio ambiental, excluyen otras
posibilidades, privilegian a ciertos actores y marginalizan a otros. Podemos ver esto en
el proceso de desplazamiento de las iniciativas y voces indígenas por las voces
nacionales e internacionales en la campaña internacional contra la destrucción de la
selva y los derechos indígenas en el estado de Sarawak (al este de Malasia), en los
años 90 (Brosius, 1999a). En su análisis muestra cómo los actores indígenas son
desplazados por ‘instituciones para la vigilancia y gobierno medioambiental local,
nacional y global’ (el gobierno malayo y las ONG medio ambientales del Norte43 y
malayas). Los acontecimientos hicieron que el domino moral y político se deslizara
hacia el dominio de la gubernamentalidad y la burocratización, a través de privilegios y
exclusiones, ya que las instituciones capacitan o limitan, concretan los espacios de
discurso y de praxis, definen o redefinen los espacios de acción, privilegian algunas
formas de acción y limitan otras. Esta dinámica representa el desplazamiento político
en el dominio del medio ambiente y debe ser leída como un proceso de
gubernamentabilidad en el sentido foucaultiano44. Brosius concluye que las
instituciones medio ambientales, lejos de ser liberadoras, son formas de intervención.
En este sentido, Benabou (2007) en su trabajo sobre el ecoturismo en la Reserva de
Nanda Devi, habla también del carácter paradójico de las ONG medioambientales al
constituirse en portadoras de reivindicaciones locales pero también en figuras
autoritarias. Asimismo algunos autores, como Lauer (2005) en su análisis sobre los
ye’kwana del Alto Orinoco, reconocen la visión idealista y reduccionista de las ONG
sobre los pueblos indígenas (visión naturalizada, podríamos añadir, que ha
impregnado no sólo a las ONG)45. Y otros como Arach (2002), en su investigación
sobre el movimiento originado por la represa de Yacyretá en Paraguay, apuntan que
43
“A la hora de hablar de ‘medioambientalistas del Norte’, imito el uso actual en el que se emplea el término
‘Norte’ para referirse a los países industrializados de Europa, Estados Unidos, Japón y Australia (frente al
término ‘Sur’ que se refiere al ‘Tercer Mundo’)” (Brosius, 1999a:51).
44
“Utilizo el término ‘gubernamentalidad’ en el sentido Foucaultiano de ‘racionalidad gubernamental’ (Gordon,
1991). Cuando hablaba de ‘gubernamentalidad’, Foucault se refería, no sólo al dominio civil/político del gobierno
en su acepción habitual, sino que aludía a un dominio más amplio de discursos y prácticas que crean y
administran a los sujetos mediante la presencia de una serie de aparatos creadores de conocimientos” (Brosius,
1999a:51).
45
Nos encontraríamos con el mito señalado por Milton (1996) de la ‘sabiduría ambiental primitiva’ o, como dice
Descola (1998), con la ‘figura filosófica del buen salvaje’ que convierte, bajo la mirada del mundo industrializado,
a los indígenas “en sagaces sociedades de botánicos y farmacólogos” (1998:221).
los intereses y perspectivas entre las ONG y las comunidades locales divergen,
aunque la acción puede converger.
En esta dirección, Kottak (1999) ha señalado que las etnoecologías locales, es
decir, las percepciones sociales del medio ambiente, se encuentran hoy en día
desafiadas, transformadas y reemplazadas por las propias transformaciones del
mundo actual. Las migraciones, la difusión de los mass-media, las tecnologías, la
industria, etc., han provocado la importación de valores y prácticas que entran a
menudo en conflicto con las representaciones indígenas. Los sistemas tradicionales
(sus valores, sus ideas, sus lugares) son atacados por todas partes. Pero los impactos
de las fuerzas externas no son uniformes, puesto que cada comunidad tiene su propia
historia y tradición; de ahí que la extensión del desarrollismo y medio ambientalismo
se vea influenciada siempre por las etnoecologías nacionales, regionales y locales, y
por sus poderes de adaptación y resistencia. Desde esta perspectiva, considera que la
existencia de discursos homogeneizadores, como el discurso del desarrollo
sostenible, está imponiendo una moral ecológica global al reemplazar las prácticas
locales por normalizaciones externas. Así, Brosius (1999b) habla del aparato
transnacional del desarrollo sostenible.
Pero la perspectiva de la ecología política no ha sido solamente aplicada en los
contextos postcoloniales. Pese a que su impulso en la disciplina, sobre todo, en la
década de los noventa, se centró en estos contextos por las propias condiciones de
producción (la sustitución de las teorías desarrollistas, la degradación ecológica y el
impulso de los estudios sobre el conflicto medioambiental, el aumento de las
desigualdades sociales, la correspondencia entre la crisis ecológica y el
empobrecimiento, las relaciones desiguales entre lo local y lo global, etcétera), durante
la última década vemos la pertinencia de incorporar dicha mirada en los países
industrializados. Escobar (1995a, 1996, 2000) ha puesto de manifiesto precisamente
cómo el desarrollo sostenible se fundamenta en los logros de la modernidad occidental,
asumiéndolos acríticamente. En dicho enunciado, la construcción histórica del
complejo económico no se pone en duda, ni tampoco su concreción ni su realidad, de
tal forma que la ‘economización de la naturaleza’ se presenta como dada (recursos,
valores, productos, mercados...). Así, denuncia que el juego establecido entre
economía y ecología oculta la creencia de que el sistema sólo necesita pequeños
ajustes en el mercado para lograr un desarrollo ecológico, cuando en realidad lo que se
46
Las culturas a través de las distintas formas de colonialismo y de dependencia (bajo manifestaciones
ideológicas, políticas, económicas, religiosas, científicas...), la naturaleza a través del capitalismo y de la
explotación de los recursos (bajo manifestaciones ideológicas, políticas, económicas, religiosas, científicas...), y
las mujeres, por poner un ejemplo más, a través del patriarcado y del androcentrismo (bajo manifestaciones
ideológicas, políticas, económicas, religiosas, científicas...).
Bibliografía
Arach, Omar (2002). Ambientalismo, desarrollo y transnacionalidad: las proestas sociales en torno a
la represa de Yacyretá. Cuadernos para el Debate, 16:5-46.
Arhem, Kaj (1996). The cosmic food web: human-nature relatedness in the Northwest Amazon. En
Nature and Society. Anthropological perspectives. Philippe Descola. y Gísli Pálsson, eds.
Londres: Routledge.
Benabou, Sarah (2007). Les dimensions socio-culturelles de la mise en écotourisme. Le cas de la
réserve de biosphère Nanda Devi. Cahiers d’antropologie sociale, 3:109-123.
Biersack, Aletta (1999a). From the ‘New Ecology’ to the New Ecologies. American Anthropologist,
101(1): 2-18.
Biersack, Aletta (1999b). The Mount Kare Python and His Gold: Totemism and Ecology in the Papua
New Guinea Highlands. American Anthropologist, 101(1):68-87.
Brosius Peter (1997). Endangered Forests, Endangered People. Environmentalist Representations of
Indigenous Knowledge. Human Ecology, 25: 47-69
Brosius, Peter (1999a). Green Dots, Pink Hearts: Displacing Politics from the Malaysian Rain Forest.
American Anthropologist 101(1): 36-57.
Brosius, Peter (1999b). Anthropological engagements with enviromentalism. Current Anthropology,
40(5):277-309.
Cassirer, Ernst (1965). Antropología filosófica: introducción a una filosofía de la cultura. México: FCE.
Comas d’Argemir, Dolors (1998). Antropología económica. Barcelona: Ariel.
Clifford, James y Marcus, George (1991). Retóricas de la Antropología. Madrid: Júcar.
Descola, Philippe (1986). La Nature Domestiqué. Symbolisme et praxis dans l’écologie des Achuar.
Paris: Maison des sciences de l’homme.
Descola, Philippe (1993). Les lances du crépuscule. Relations Jivaros, Haute-Amazonie. Paris: Plon.
Descola, Philippe (1996): “Constructing natures: symbolic ecology and social practice”. En Nature and
Society. Anthropological perspectives. Philippe Descola. y Gísli Pálsson, eds. Londres:
Routledge.
Descola, Philippe (1998). Las comologías de los indios de la Amazonía. Zainak, 17:219-227.
Descola, Philippe (1999). Écologiques. En La production du social. Philippe Descola, Jacques Hamel,
y Pierre Lemonnier, eds. Paris: Fayard.
Descola, Philippe (2003). Antropología de la naturaleza. Lima: Instituto Francés de Estudios Andinos.
Lluvia Editores.
Descola, Philippe y Pálsson, Gísli (ed.)(1996). Nature and Society. Anthropological perspectives.
Londres: Routledge.
Douglas, Mary (1973). Sobre la naturaleza de las cosas (la evidencia). Madrid: Anagrama.
Douglas, Mary (1988). Símbolos naturales. Madrid: Alianza Universidad.
Ellen, Roy (1996). The cognitive geometry of nature: a contextual approach. En Nature and Society.
Anthropological perspectives. Philippe Descola. y Gísli Pálsson, eds. Londres: Routledge.
Escobar, Arturo (1995a) El desarrollo sostenible: Diálogo de discursos. Ecología Política, 9:7-27.
Escobar, A., (1995b): The Making and Unmaking of the third world. Princeton University Press.
Estados Unidos.
Escobar, Arturo (1996). Constructing Nature. Elements for a postructural political ecology. En
Liberation ecologies. Peet, R., y Watts, M., ed. Londres: Routledge.
Escobar, Arturo (2000). El lugar de la naturaleza y la naturaleza del lugar. En Antropología del
desarrollo. Andreu Viola, comp.Barcelona: Paidós.
Fernández, Pascual y Florido del Corral, David (2005).¿Protegiendo los recursos? Áreas protegidas,
poblaciones locales y sostenibilidad. Sevilla: Fundación Monte.
Foucault, Michel [1966](1997). Las palabras y las cosas. Madrid: SXXI.
Foucault, Michel [1975](1994). Vigilar y Castigar. Madrid: SXXI.
Foucault, Michel [1978](1991). La gubernamentalidad. En Espacios de poder. Castel, Robert y otros.
Madrid:Piqueta.
Frigolé, Joan y Roigé, Xavier (2006). Globalización y localidad: perspectiva etnográfica. Barcelona:
Publicacions i Edicions UB.
Gezon, Lisa (1999). Of Shrimps and Spirit Possession: Toward a Political Ecology of Resource
Management in Northern Madagascar”. American Anthropologist, 101(1):58-67.
Godelier, Maurice (1989). Lo ideal y lo material. Madrid: Taurus.
Goledier, Maurice (1998). El enigma del don. Barcelona: Paidós.
Haraway, Donna (1995). Ciencia, cyborgs y mujeres. La reinvención de la naturaleza. Madrid:
Cátedra.
Haraway, Donna (1999). Las promesas de los monstruos: una política regeneradora para los otros
inapropiados/bles. Política y Sociedad, 30:121-164.
Harris, Marvin (1982). El materialismo cultural. Madrid: Alianza.
Harris, Marvin [1968](1987). El desarrollo de la teoría antropológica. Una historia de las teorías de la
cultura. Madrid: SXXI.
Milton, Kay (2001a). Ecologías: antropología, cultura y entorno. Revista Internacional de Ciencias
Sociales, 154:86-115.
Milton, Kay (2001b). Loving Nature. Towards an ecology of emotion. Londres: Routdge.
Molyneux, Maxina y Steinberg, Lynn (1994): El ecofeminismo de Shiva y Mies: ¿Regreso al futuro?.
Ecología Política, 8:13-25.
Nothnagel, Detlev (1996). The reproduction of nature in contemporary high-energy physics. En Nature
and Society. Anthropological perspectives. Philippe Descola. y Gísli Pálsson, eds. Londres:
Routledge.
O’Connor, James (1992). Las dos contradicciones del capitalismo. Ecología Política 3:111.
O’Connor, Martin (1994). El mercadeo de la naturaleza. Sobre los infortunios de la naturaleza
capitalista. Ecología Política, 7: 15-35
Orlove, Benjamin (1980). Ecological Anthropology. Annual Reviews Anthropology, 9:235-273.
Papagaroufali, Eleni (1996). Xenotransplantation and transgenesis: im-moral stories abaot human-
animal relations in the West. En Nature and Society. Anthropological perspectives. Philippe
Descola. y Gísli Pálsson, eds. Londres: Routledge.
Petras, James y Veltmeyer, Henry (2002). El imperialismo en el siglo XXI. La globalización
desenmascarada. Madrid: Popular.
Rappaport, Roy (1975). Naturaleza, cultura y antropología ecológica. En Hombre, cultura y sociedad.
Shapiro, ed. México: FCE.
Rappaport, Roy (1987). Cerdos para los antepasados. El ritual en la ecología de un pueblo de Nueva
Guinea. Madrid: SXXI.
Rappaport, Roy (1999). Ritual y religión en la formación de la humanidad. Madrid: Cambridge.
Rival, Laura (1996). Blowpipes and spears: the social significance of Huaorani technological choices.
En Nature and Society. Anthropological perspectives. Philippe Descola. y Gísli Pálsson, eds.
Londres: Routledge.
Sahlins, Marshall [1976](1997) Cultura y Razón Práctica. Barcelona: Gedisa.
Salleh, Ariel (1994). Naturaleza, mujer, trabajo, capital: la más profunda contradicción. Ecología
Política, 7: 35-47.
Salleh, Ariel (1995) Ecosocialismo-ecofeminismo. Ecología Política, 8:89-93.
Santamarina, Beatriz (2004). Desarrollo sostenible. Una suerte de comodín. Arxius de Ciencias
Sociales, 11: 201-215.
Santamarina, Beatriz. (2005). La patrimonialización de la naturaleza: figuras y discursos. En
¿Protegiendo los recursos? Áreas protegidas, poblaciones locales y sostenibilidad. Pascual
Fernández y David Florido del Corral, eds. Sevilla: Fundación Monte.
Santamarina, Beatriz (2006a). Ecología y poder. El discurso medioambiental como mercancía.
Madrid: Libros de la Catarata.
Santamarina, Beatriz (2006b) Del desarrollo sostenible a la sostenibilidad del desarrollo. Un análisis
sobre las estrategias políticas del desarrollo sostenible. En Territorializaiçao, Meio Ambiente e
Desenvolvimiento no Brasil e na Espanha. José María Valcuente del Rio, J. y Lais Cardia.
Río: Editorial Universidade Federal do Acre.
Santamarina, Beatriz (2007). Mezcla y disolución: Priones y clones. Revista Inserticios de Sociología,
1(1): 139-146.
Schepper-Hughes, Nancy (1997). La muerte sin llanto. Violencia y vida cotidiana en Brasil. Barcelona:
Ariel.
Selmi, Adel y Hirtzel, Vincent (2007). Gouverner la nature. Cahiers d’antropologie sociale. Paris:
Herne.
Steward, Julian [1955](1993). El concepto y el método de la ecología cultural. En Antropología.
Lecturas. Paul Bohannan y Mark Glazer, eds. México: McGraw-Hill.
Turner, Victor [1967](1980). La selva de los símbolos. Madrid: SXXI.
Turner, Victor [1968](1990). El proceso ritual. Estructura y antiestructura. Madrid: Taurus.
Vaccaro, Ismael (2005). Property Mosaic and State-making: Governmentality, Expropriation and
Conservation in the Pyrenees. Journal of Ecological Anthropology, 9: 4-19.
Vaccaro, Ismael y Beltran, Orial (2007). Ecología política de los Pirineos. Estado, Historia y Paisaje.
Barcelona: Garsineu Edicions.
Valdés, María y Valdés, Ramón (1996). Ecología y cultura. En Ensayos de antropología cultural. Joan
Prat y Angel Martínez (ed). Barcelona: Ariel.
White, Leslie [1949](1993a). El símbolo: el origen y la base del comportamiento. En Antropología.
Lecturas. Paul Bohannan y Mark Glazer, eds. México: McGraw-Hill.
White, Leslie [1949](1993b). La energía y la evolución de la cultura. En Antropología. Lecturas. Paul
Bohannan y Mark Glazer, eds. México: McGraw-Hill.
White, Leslie [1959](1975). El concepto de cultura En El concepto de cultura: textos fundamentales.
Joel Kahn. Barcelona: Anagrama.
Wolf, Eric (1982): Europa y la gente sin historia. México: FCE.
Wolf, Eric (1999). Cognizing ‘Cognized Models. American Anthropologist, 101(1): 19-22.