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MARIA JOSE BAUTISTA RIVERA 2150204

El horror de Macbeth en nuestros deseos

Macbeth entraña la ambiciosa naturaleza del hombre, la inclinación a desear aquello que no
le pertenece; de sus acciones se puede hacer una interpretación en función del pensamiento
humano , y el mal que hay en él puede considerarse como una negación de los anhelos
positivos del hombre. El presente texto tiene como objetivo general indagar en las razones
por las que Macbeth, esa máquina asesina y fantasmagórica, protagonista de la obra
shakesperiana, nos aterroriza; para tal fin el texto se estructurara en el desarrollo de tres
objetivos específicos: en primer lugar se rastreara en la obra Macbeth los pasajes en los que
Macbeth busca sus limites morales y se cuestiona a conciencia entre lo que es bueno y
malo; en segundo lugar se determinará el impacto de una obra como Macbeth en el
espectador teniendo en cuenta el texto El poeta y la fantasía del psicoanalista Sigmund
Freud; en un tercer momento se establecerá si el teatro de Shakespeare tiene un efecto
moral en su auditorio, para ello se examinará la sección 240 de las reflexiones de Nietzsche
en Aurora, y en último momento se harán las conclusiones pertinentes que deriven del
estudio realizado.

Como se indico anteriormente, en primer lugar se rastreara en la obra Macbeth los


momentos puntuales en que Macbeth cuestiona su imaginación y sus terribles
pensamientos. Así, en la escena tercera (130), Macbeth comienza a preguntarse si aquella
predicción de brujas es buena o mala y contempla su condición de hombre:

Macbeth (aparte): Dijeron dos verdades como inicio feliz del acto culminante de este
tema imperial…Gracias caballeros…Quizá esta sobrenatural instigación no sea
mala, puede que no sea buena; si es mala, sin embargo, ¿por qué da muestras de
triunfo teniendo por principio una verdad? Ya soy señor de Cawdor. Si es buena,
¿por qué cedo ante una idea cuya imagen horrible eriza mis cabellos y hace latir
mi firme corazón en los costados contra lo que es costumbre en la Naturaleza?.
Siempre es menor el horror presente que el imaginario1. Mi pensamiento, donde el
crimen es solo fantasía, agita de tal modo mi condición de hombre que ahoga en
conjeturas toda forma de acción, y nada existe mas real que la nada. (p.85)

A su vez, en el apartado 50 Macbeth contempla:

(…) Que la luz no haga ver mis oscuros deseos escondidos. Que no vean los
ojos lo que las manos hacen. Que se cumpla lo que los ojos temen ver si llegan
a ejecutarse. (p.93)

La figura retórica de luz representa la verdad, la razón, la conciencia, la moral, todo


aquello a lo que se niega Macbeth enceguecido por su ambición de poder, aunque sabe que
sus sueños son nefastos, su convicción por el poder no flaquea.

En la escena séptima apartado 20, Macbeth claramente busca sus limites morales, se da
cuenta que la justicia es imparcial a la hora de castigar actos ruines como los que él tiene en
mente, y reconoce que quiere hacer daño a una persona virtuosa por su ambición
desbordada:

(…) En estos casos es aquí, sin embargo, donde se nos juzga , porque damos
instrucciones sangrientas aprendidas, son un tormento para quien las da. La
imparcial mano de la justicia pone el cáliz, envenenado por nosotros, en
nuestros propios labios. Se encuentra aquí con doble confianza: primero, soy
su deudo a más de súbdito, dos buenas razones para no actuar, después, como
anfitrión, tendría que cerrar las puertas a sus asesinos, no ser yo quien
blandiera el cuchillo. Además, este Duncan ha sido tan humilde en el poder, y
tan ecuánime al gobernar, que sus virtudes clamarían –tal ángeles con voces
de trompetas- contra el acto deleznable de hacerlo desaparecer; y la piedad,
como un reino nacido que desnudo galopa en la tormenta, o querubín del cielo
montado por el aire en sus corceles invisibles, expondrá este acto horrible a
los ojos del mundo y sofocarán las lágrimas el vendaval. La espuela, que se

1 Macbeth distingue lo imaginario del plano real.


clava en los flancos de mi deseo, es la de ambición que brinca y sobrepasare,
ya demasiado lejos, se derrumba. (p.109).

La ambicion de Macbeth es presentada coo una ruptura de la armonía. Él es conciente de que no


debe faltar a la confianza que Duncan le tiene y que su obligación como vasallo es proteger al rey;
sin embargo, el impulso de la imaginación corrompe su voluntad y su raciocinio, haciéndole desear
la corona:

Macbeth: (…) Él se encuentra aquí bajo una doble salvaguardia.


Primeramente, soy su pariente y vasallo; dos poderosas razones contra el
crimen…Además, de acuerdo a las leyes de la hospitalidad, debiera cerrar las
puertas a su asesino y no tomar yo mismo el puñal (…) No tengo otra espuela
para aguijonear los flancos de mi voluntad, a no ser mi honda ambición, que
salta en demasía y me arroja del otro lado.

En el apartado 30 de la misma escena, Macbeth se muestra dudoso de realizar hechos tan


maléficos, llevar acabo realidad sus sueños le pueden costar la reputación que con tanto
sacrificio ha construido, sin embargo la intervención de Lady Macbeth resulta mas
persuasiva que los gritos de su propia conciencia:

Macbeth: No es posible seguir con esta empresa. Me ha colmado de honores y


adquirido una reputación dorada entre las gentes que quisiera lucir en su
esplendor mas fresco sin desecharla tan temprano. (p. 109)

De manera que, dentro de la obra de Macbeth, el protagonista escucha su conciencia y


evalúa desde varios puntos si debe seguir adelante con sus reprochables intenciones, sin
embargo, no es suficiente para dar paso atrás con sus deseos, es claro que nada hay en él
que pase por su imaginación y no se cumpla, a un lado quedan los limites morales.

Ahora bien, siguiendo con el desarrollo previsto de este texto es momento de analizar el
impacto de una obra como Macbeth en el espectador teniendo en cuenta el texto El poeta y
la fantasía del psicoanalista Sigmund Freud. Según Freud, el poeta hace lo mismo que un
niño que juega: crea un mundo fantástico y lo toma muy en serio, de manera que aunque
hay una clara diferenciación entre el plano teatral y el real hay una relación intima entre el
poeta y ese mundo paralelo resultado de su invención. Dicho juego de la fantasía tiene unas
consecuencias importantes: muchas emociones penosas en sí mismas pueden convertirse en
una fuente de placer para el auditorio del poeta (p.10) el adulto en lugar de jugar, fantasea,
y el escenario teatral es el motivo preciso para evocar y materializar en cuerpo ajeno todos
los deseos mas profundos de su ser, todo por una razón, el adulto se avergüenza de sus
fantasías y necesita hacer catarsis en los personajes de la obra.

Freud nos indica que los escritores de novelas e historias tienen un protagonista que
constituye la atención general, con el cual intentan por todos los medios conquistar nuestra
simpatía:

(…) cuando al final de un capitulo novelesco dejamos al héroe desvanecido y


sangrando por graves heridas, podemos estar seguros que al principio del
capitulo siguiente lo encontraremos solícitamente atendido y en vías de
restablecimiento (…) El sentimiento de seguridad con el que acompañamos al
protagonista a través de sus peligrosos destinos, es el mismo con el que un
héroe verdadero se arroja al agua para salvar a alguien que está en trance de
ahogarse, o se expone al fuego enemigo para asaltar a una batería; es aquel
heroísmo al cual ha dado acabada expresión uno de nuestros mejores poetas
(Augengruber): <<No puede pasarte nada>>

El teatro tal como lo presenta Shakespeare permite vislumbrar la vida como un espectáculo
y una tragedia de la que cada espectador a su modo se siente conmovido e identificado
conforme a sus miedos y perversidades; es el medio para hacer catarsis sobre acciones que
mueven pensamientos pero que en una esfera real tienen límites y consecuencias tan
funestas como en las obras de Shakespeare; de manera que el sentido de Macbeth y otras
obras de Shakespeare no tienen un efecto moral, su intención dista.

Es preciso dar paso al tercer objetivo que nos ocupa en este texto, con base en la sección
240 de las reflexiones de Nietzsche en Aurora que nos resultará útil para establecer si el
teatro de Shakespeare tiene un efecto moral en su auditorio: Sobre la moralidad del
escenario: Quien piense que el teatro de Shakespeare tiene un efecto moral, y que la vista
de Macbeth le repele a uno irresistiblemente del mal de la ambición, está en el error: y está
otra vez en el error si piensa que Shakespeare mismo sentía como él siente. (…)

De entrada es claro que la moralidad no juega un papel importante en el auditorio de la obra


shakesperiana, su esencia es otra: atrapar al espectador con sus deseos mas profundos y
hacerlos reflejo en sus personajes, lo lleva a mas allá de cuestionar el comportamiento del
protagonista, a hacerlo sentir identificado, conmovido, a ponerse en sus zapatos, a sentir
compasión de su destino. Y ahí, en ese momento en el que nos conmovemos por Macbeth,
es inevitable el horror de la máquina asesina en nosotros mismos, porque sentir compasión
de un asesino, nos hace sentir asesinos, tal como lo expresó Harold Bloom: Macbeth nos
aterra en parte porque ese aspecto de nuestra propia imaginación es efectivamente
aterrador: parece convertirnos en asesion, ladrones, usurpadores y violadores.

Volviendo nuevamente al fragmento Nietzscheano, cito: ¿suponéis que Tristán e Isolda


están predicando contra el adulterio cuando ambos perecen por él? Eso sería poner a los
poetas patas arriba: ellos, y especialmente Shakespeare, están enamorados de las pasiones
como tales y no menos de sus estados de ánimo que dan la bienvenida a la muerte, esos
estados de ánimo en los que el corazón se adhiere a la vida no más firmemente que una
gota de agua a un vaso. Como lo vimos antes, el poeta plasma sus fantasías y hace
participe a los espectadores de este evento, las pasiones desbordan cualquier sentido moral
y la razón pasa a un segundo plano.

Con todo lo anterior, es preciso concluir que, la lucha desesperada entre el bien y el mal ha
estado siempre presente en la historia de la literatura, sin embargo como lo podemos
deducir del fragmento de Aurora y en palabras de Wilson Night la literatura no tiene
vocación moral. Por otro lado, resulta clara la intención que entraña Macbeth en nosotros, y
es la misma razón por la que nos horrorizamos, nos identificamos con él, o al menos con su
imaginación; todos poseemos en cierto grado una imaginación proléptica, pero en Macbeth
es absoluta, para el nada es imposible, todo lo que pueda soñar o desear es perfectamente
posible sin importar las consecuencias. Por eso nos agrada…por eso nos horroriza.

Bibliografía

 SHAKESPEARE. Macbeth. Letras universales, 2008.


 BLOOM, Harold. La invención de lo humano.
 FREUD, Sigmund. El poeta y la fantasía. Editorial el cardo, 2005.

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