Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
El estrés es un fenómeno natural en todos los seres vivos y es muy importante para la
supervivencia de las especies. Sin el estrés, ningún animal podría sobrevivir a los peligros
que le ofrece la vida diaria.
Como producto de ese episodio de estrés agudo, el tigre asustado escapa del león, llega
corriendo a su madriguera en donde descansa y, luego de una reparadora siesta, sale de
cacería. En su sangre, las hormonas del estrés se han normalizado y la vida continúa.
¿Pero te imaginas que el tigre viva en un permanente estado de alerta, con sus hormonas
del estrés constantemente elevadas, con el corazón y la respiración acelerados y
contracciones musculares permanentes? Pues eso es lo que le pasa al ser humano que
vive en constante estado de estrés, “envenenado” por altas concentraciones de
adrenalina y cortisol, en el estado que se conoce como estrés crónico.
El estrés crónico provoca tal cantidad y variedad de síntomas que pueden remedar
cualquier tipo de enfermedad, razón por la cual en medicina se le ha venido a llamar “la
gran imitadora”. El estrés puede causar síntomas en al aparato digestivo y urinario, y
generar todos los tipos de dolor imaginables. Además puede producir irritabilidad, exceso
de sueño o insomnio, problemas en la piel, en el cuero cabelludo y hasta en la vida
sexual. El estrés puede confundirse con depresión, con ansiedad y con ataques de
pánico. Se piensa también que puede causar ataques cardiacos y que posiblemente
tenga que ver con el desarrollo del cáncer.
En tercer lugar es importante entender que si bien no podemos controlar las cosas que
nos suceden en la vida, si podemos controlar el modo que reaccionamos frente a ellas.
Según Stephen Covey, solo el 10% de nuestra vida está determinado por lo que nos
sucede, mientras que el 90% de la vida está determinado por el modo en que
reaccionamos a los que nos pasa. Por ejemplo, es muy poco lo que puedes hacer para
remediar el tránsito vehicular diario, pero si reaccionas renegando, tocando el claxon,
volviéndote un agresivo energúmeno y peleándote con otros conductores, esa reacción te
malogrará el día, y tu estrés aumentará.
Bajo esos lineamientos generales, lo siguiente son nueve consejos básicos para
luchar contra el estrés:
5. Aprende a apreciar tus logros sin angustiarte por lo que no resultó. Mucha gente
desarrolla estrés porque no sabe apreciar lo que ha logrado y se angustia mucho
pensando en lo que hubiera podido haber. Hay que evitar quedarse mentalmente
“pegado” en los problemas. Uno debe concentrarse más en los logros y las soluciones. Un
buen ejercicio es hacerse algunas preguntas al final de cada día ¿Qué cosa importante
para mí, para mi familia, para mi comunidad, he hecho hoy? ¿Qué he hecho de bueno en
mi trabajo hoy? ¿Hay algo de lo que me siento orgulloso de haber hecho hoy? Hacerse
este tipo de preguntas nos ayudan a visualizar las cosas buenas hechas en el día.
6. Haz treinta minutos de ejercicio al día. Se dice que el ejercicio es para el estrés, lo
que un cuchillo caliente es para la mantequilla. Durante el ejercicio se liberan sustancias
cerebrales llamadas endorfinas, las cuales son consideradas como las hormonas
naturales del placer humano. Es durante esos momentos de placer natural que mucha
gente cavila acerca de sus problemas, piensa en posibles soluciones, ordena sus
pensamientos y cambia de estado de ánimo. Es posible que una mayor oxigenación
cerebral contribuya a esa mayor claridad de pensamiento. Treinta minutos de actividad
física diaria pueden ser un bálsamo de alivio para el estrés.
7. Programa cada día un tiempo de recreación. Programa horarios regulares para tus
actividades de descanso y de diversión. No todo es trabajo, separa un momento cada día
para reencontrarte contigo mismo a través de alguna actividad que te cause placer, pues
es el mejor regalo que uno se pueda dar.
8. Ríete más, el buen humor es un remedio poderoso. Uno de los remedios más
poderosos para combatir el estrés es el aprender a reír. Y digo aprender porque
lamentablemente no todos saben reír. El buen humor y la risa mejoran la circulación
sanguínea, aumentan la cantidad de aire que entra a los pulmones y, por tanto, aumentan
el nivel de oxigenación de los tejidos y hacen que el cerebro segregue enormes
cantidades de endorfina, la hormona del placer natural. La persona que se ríe de sí
misma, además, es una persona que ha logrado el máximo nivel de autoestima posible.