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En el momento de la conquista.
Así, a principios del siglo XV cuando los europeos irrumpen en América, los
habitantes de la actual Guatemala, se encontraban en diversos grados de
desarrollo económico y social. En la zona sur y occidente al existían tribus y
confederaciones de tribus dedicadas a la agricultura intensiva con una profunda
utilización de la técnica de la roza, tribus que guerreaban constantemente entre
ellos por alcanzar situaciones de hegemonía, siendo los grupos étnicos mas
conocidos los qujches, los cakchiqueles y los tzutuhiles.
En cuanto a los tipos de posesión de la tierra, tanto villa Rojas como Zamora,
principales investigadores del periodo afirman que existían cinco tipos: la tierras
del Estado, tierras de los linajes o señoríos, tierras de las parcialidades o
calpules, tierras de señores y principales y/o de la nobleza, y tierras de
propiedad privada o particulares.
Al igual que entre los antiguos mayas, en la sociedad kiche de 1500 el
imperante sistema tributario y el trabajo forzoso para la realización de obras
particulares y publicas eran los principales medios de que se valían los
poderosos para explotar a la población campesina.
Los ejidos.
Esta era tierra indispensable y de uso común en los alrededores del pueblo,
tierra y montes para recolectar madrea y otros materiales de construcción,
madera y hojas secas para leña, espacios para exponer al aire y al sol hilos y
telas, principalmente para soltar algunos animales de propiedad particular a fin
de que pacieran en ellos.
Tierras comunales.
El punto de partida de estas tierras comunales fueron las que la corona les
concedió a todos lo pueblos en la época en que fueron creados.
La propiedad en la colonia.
Contenido de la 4ta clase hasta aquí, tenemos lo mas esencial del tema.
LITIGIO EN TORNO A UNA ENCOMIENDA Una muestra del rigor con que la
Audiencia presidida por el licenciado Cerrato castigaba a los encomenderos
que se excedían e cobro de la tasa de los tributos, nos lo demuestra el pleito
que siguió el fiscal de la propia Audiencia contra Andrés de Rodas. En la
ciudad de Santiago de Guatemala, a 23 de enero de 1554, se abrió proceso en
la Audiencia contra dicha persona, que tenía en encomienda al pueblo de
Ocuma, “por llevar más tributos de los que por la tasa le habían de dar los
indios y sirviéndose de ellos”. El pueblo le daba de tributo cada año cuarenta
tostones de a cuatro reales de plata y veinticuatro gallinas de Castilla y todos
los viernes de cuaresma unos treinta pescados y todos los viernes del año
doce huevos, y solían sembrar una hanega de maíz y de ella cogían sesenta
hanegas las cuales le traían al encomendero. El fiscal pedía que se castigara al
encomendero con forme a la justicia por haberse excedido en el cobro de la
tasa. También entre las pruebas una tasación hacha por el presidente y oidores
en la ciudad de Santiago de Guatemala el cuatro de Mayo de 1549, por la que
fijaron los tributos del pueblo de Ocuma, encomendado a Andrés de Rodas, al
año, en una sementera de maíz de una fanega, que cogerían y encerrarían en
dicho pueblo, y darían dos docenas de gallinas de Castilla y cada viernes una
docena de huevos y en cuaresma cada semana un arrelde de pescado;
asimismo tres indios ordinarios de servicio. El 1 de Octubre de de 1549, el
licenciado Cerrato mandó que, en lugar de los tres indios de servicio, dieran
cada año cuarenta tostones de a cuatro reales cada uno, la mitas por San
Juan y la otra mitad por Navidad, y recalcaba que no habían de dar dichos
indios de servicio. El veintisiete de Abril de 1554, los licenciados Cerrato,
Ramírez y Tomás López fallaron contra el encomendero Andrés de Rodas
condenándolo a privación perpetua del pueblo e indios de Ocume, el
sentenciado pagaría también las costas del pleito. También Rodas debía pagar
siete pesos de oro para cosas necesarias a la iglesia de Ocume, y las costas.
El mismo año 1541, la ciudad se trasladó al valle aledaño que los indígenas
llamaban Pancán o Panchoy, y los españoles, Valle del Tuerto. Allí estuvo
hasta 1773, año en el que fue destruida por los terremotos de Santa Marta. De
ese sitio, de nuevo fue trasladada, en 1776, al Valle de la Virgen, o de La
Asunción, donde todavía permanece. A principios del siglo XVII,
Santiago tenía 500 vecinos españoles y un número semejante de indígenas,
ladinos y “castas”. Puesto que, según cálculos aceptables, cada vecino era jefe
de una familia de cinco personas, se supone que había un total de 5,000
habitantes, en 1700, esta cifra había ascendido a 30,000. El cronista
Fray Antonio Vázquez de Espinosa describió cómo lucía la ciudad de Santiago
en 1620: “Las calles bien trazadas y derechas, tiene la plaza principal que es
muy buena y cuadrada, en el ángulo que está al noroeste está la Iglesia
catedral… En el mismo ángulo las casa obispales. En el otro ángulo que está
casi al sur, están las casas reales, muy grandes y capaces… Enfrente de este
ángulo de las casas reales casi al norte, es el otro todo de portales de muy
buena fábrica, en éste están los escribanos y algunas tiendas de mercaderes.
El otro ángulo que está enfrente de la Iglesia catedral es también de portales,
todo de muy buena fábrica, en el cual hay mercaderes y otras tiendas de
pulperías, a un lado de la plaza hay una fuente de agua muy buena, de donde
se provee mucha parte dela ciudad, aunque muy abastecida de ella…”.
En Panchoy se distribuyeron los solares en barrios, ubicados según la
importancia de los vecinos. Además, se señalaron los lugares asignados a los
indios que habían llegado “en seguimiento a los indios que habían llegado “en
seguimiento de los españoles”, es decir los tlaxcaltecas, mexicanos, utatlecos y
guatemaltecos. Por cierto, las autoridades siempre recelaron de los indios
citadinos, y fue constante el temor de posibles levantamientos. Algunas
de las ciudades y villas fundadas en la Provincia de Guatemala, así como en
otras partes del Reino, representaron sólo intentos frustrados de edificación, tal
como ocurrió en Mixco, en el Llano de la Culebra; en Verapaz, donde el Alcalde
Mayor, Martín Alonso Tovilla, fundó la Villa Toro de Acuña, de muy corta vida.
Otras fundaciones fallidas fueron la de Nueva Sevilla (1543), situada a orillas
del Río Polochic, y abandonada por presión de los dominios, que defendían
dominios exclusivos en la zona; y también la de Monguía o Munguía que, en
1568, se estableció, por poco tiempo, en las márgenes del Lago de Izabal. Los
pueblos de indios Las “reducciones” o congregaciones, por las cuales se
establecieron pueblos de indios, se impulsaron, inicialmente, por religiosos,
como el propio Obispo Marroquín. Las gestiones comenzaron en 1538, pero
sólo fueron atendidas en 1544, cuando el Rey ordenó “recoger” y “juntar” a los
indios, en pueblos delimitados y con autoridades propias. Se comenzó en
Patinamit, o sea, Tecpán Guatemala, la sede principal de los Kakchiqueles, y
se continuó con Chimaltenango, Comalapa, Atitlán, Tecpán Atitlán (Sololá),
San Miguel Totonicapán, Quetzaltenango, etcétera. San Raimundo Las Casillas
y Santo Domingo Xenacoj se fundaron, por los indios, con ayuda de los
dominicos, de manera apurada y artificiosa, más bien como una estrategia para
evitar arbitrarios despojos de tierras que ambicionaban ciertos españoles
dedicados al laboreo del trigo. En su mayoría, los pueblos de indios se
trazaron según el patrón urbano de cuadrícula, con una plaza central, a cuyos
costados se erigía la iglesia y el Cabildo. El cronista Fray Antonio de Remesal
relata la forma en la que se procedía a hacer las “reducciones”: “El orden que
los padres tenían en mudar los pueblos era este. Lo primero: ellos y los
caciques y principales miraban y tanteaban el sitio nuevo, y si alguno de los
antiguos les tenía acomodado para juntar los otros a él, ordenaban este.
Hacían primero sembrar las milpas junto al sitio: mientras crecían y se
sazonaban el maíz edificaban las casas, y se enjugaban, y en estando las
milpas para cogerse, en algún día señalado se pasaban todos al nuevo sitio
con muchos bailes y fiestas que duraban algunos días, para hacerles olvidar
las moradas antiguas”. La política de las congregaciones prácticamente
concluyó en 1580, y ellas se convirtieron en un nuevo elemento fundamental en
la estructura de la sociedad guatemalteca. Por ese medio, se aceleró el
despojo de tierras sufrido por los indígenas, ya que buen parte de las que
pertenecían a las parcialidades (cuyo dirigentes ayudaron también a los
religioso y a las autoridades en la empresa de aquellas “reducciones”), por
ejemplo, bosques, pastizales y los terrenos alejados pero cultivados, con el
tiempo y las presiones, en muchos casos, pasaron a ser tierras baldías en
manos de foráneos. La delimitación de aquellos pueblos de indios, por
otra parte, originó mediatos e inmediatos litigios de tierras y disputas de límites
que, en algunos casos, permanecen sin resolverse en la actualidad. Muchos de
aquellos pueblos, en especial los que circundaban la ciudad de Santiago u
otros centros urbanos de españoles, se convirtieron en proveedores de bienes
y servicios que disfrutaban los colonos españoles. En realidad, las
reducciones llenaron tres objetivos básicos, a saber: facilitaron el control
político sobre las parcialidades indígenas y, en especial, sobre los indios
rebeldes; allanaron el cobro del tributo y la disponibilidad de mano de obra que,
por cierto, no resultaban tareas fáciles cuando la población indígena vivía
dispersa en los campos, en amplias distancias; finalmente, permitieron que la
evangelización, y otras prácticas de imposición cultural (“vivir en policía”, como
decían los españoles), encontraran caminos más expeditos y rápidos.
Los pueblos de indios, en consecuencia, resultaron ser un elemento definitorio,
esencial, característico, de la sociedad colonial. En cierta medida sirvieron para
desvertebrar la organización social prehispánica, para encausar la explotación
económica, el control político y el dominio cultural sobre la población indígena,
pero, al mismo tiempo, y de modo paradójico, se convirtieron en reductos de la
vieja cultura y, a veces, en focos de resistencia, pasiva o activa, pero, en todo
caso, en la otra cara de la moneda colonial. Es propio afirmar que, después de
1524, sólo existían dos grandes grupos diferenciados en Guatemala: los
españoles y los indígenas o naturales, como estos últimos han preferido
llamarse de modo consistente. De esos dos segmentos sociales,
primordialmente, surgió la población heterogénea que ha conformado la
sociedad guatemalteca hasta la actualidad.
Durante los siglos XVI y XVII, las castas crecieron de modo constante y
relativamente acelerado; mientras que en la primera de dichas centurias la
población indígena disminuyó, acosada por las enfermedades y otros factores
ya mencionados. La situación de las castas fue muy ambigua siempre; al
mismo tiempo que, inicialmente, los españoles consideraron a sus integrantes
como una fuerza alternativa de trabajo, y a pesar de que , en cierta medida les
eran útiles en verdad, los menospreciaban, aunque también contribuían a su
reproducción biológica; más aún, en muchos casos los absorbían en su propio
segmento social.
En Santiago, las castas se hicieron notar, tanto por su número como por el
papel que jugaban en las relaciones sociales y económicas. A mediados del
siglo XVI ya eran importantes, pero más allá de la mitad de la siguiente centuria
constituían una mayoría que, sin embargo, no predominó en otros aspectos
que no fueran el demográfico. Las siguientes estadísticas, relacionadas con el
período 1590-1599, indican que en la ciudad existían 13,000 “gentes
ordinarias” (mestizos, negros, mulatos, naborías e indígenas) y unos 3,700
españoles y criollos. Respecto de 1650, se calcula que unas 21,700 personas
eran castas, en tanto que los “blancos” sumaban unos 5,600. De 1690 a 1699,
esta última proporción casi no había variado. Entre 1630 y 1699,
significativamente, los registros de la parroquia de El Sagrario consignaban que
el 72% de los hijos era de ilegítimos, pero, poco tiempo después, el número de
legítimos registrados era ya de un 51%.