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De diseñadores y otros brutos muy hábiles.

La discusión teórica en la escuela de diseño se ha concentrado tanto en la delimitación del


diseño gráfico, enfocada en la disyuntiva de lo gráfico y lo visual, que a sus estudiantes nos
han convertido en personas dotadas de un gran talento de creación visual (en relación de
luz, color, composición, etc), que ignoran un mundo exterior mediado por relaciones de
poder, problemas de nominación, invisibilización y representación. Estos problemas son
generalmente estudiados por disciplinas ligadas a las ciencias humanas como la
antropología y el psicoanálisis, pero que sin embargo en nuestro imaginario académico,
forman parte de una galaxia externa a la que no pertenecemos..

¿Cómo seremos capaces de hacer un uso crítico de la palabra cuando desconocemos la


lingüística, literatura, semiología y semiótica, desde una perspectiva profesional y
consciente? ¿Cómo intentaremos “comunicar” desde la representación cuando nos
limitamos solo a estudiar la imagen, ignorando a las grandes pensadoras de otros medios
de representación como la lengua y el performance? ¿Cómo nombraremos al otro, desde la
palabra o la imagen, sin el uso de estudios culturales que acorten la distancia con lo
representado, y que nos eviten perpetuar juicios morales a minorías sociales?

No es el siglo XIX y aún así los creadores visuales siguen teniendo una mentalidad
formalista del arte por el arte, o en este caso, del diseño por el diseño. Basta nombrar a
Morris o Baudelaire para cambiar el paradigma y dejar de perpetuar el modelo del bruto
hábil, que copia lo antiguo como si se tratase de algo divino, para re-exponerlo en un
contexto cansado y habituado a una estética que no le corresponde. Cézanne desafió la
postura superficial de Renoir al exponer su cuadro de las bañistas en 1905, rompiendo los
esquemas del impresionismo francés. Inclusive Todorov, filósofo de enfoque formalista, era
capaz de reconocer la importancia del lenguaje más allá de una función estética y
autorreferencial, introduciendo los géneros del lenguaje a una disciplina encerrada en los
límites del libro .

La aproximación propuesta en el documento “la última letra” mejoraría la situación


pedagógica de la escuela, en tanto abre un poco más los alcances de la misma. Sin
embargo, es una propuesta corta y poco ambiciosa, que sigue encerrando al diseñador en
su zona de confort, y así, desligandolo de otras disciplinas necesarias para entender los
problemas contemporáneos de la comunicación y representación. Al desviarnos de la idea
convencional de diseño, idealizada en límites fijos y actividades específicas, podremos
empezar a hablar de un diseño contemporáneo, ligado a los discursos contextuales en los
que se reproduce, y el cual puede ser estudiado no desde su carácter ontológico, sino
funcional: un no-diseño.

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