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Reconozcamos no sólo los actos sino sobre todo las situaciones estables y
mantenidas voluntariamente.
2.- Expresión de fe
Así pues, la verdadera y total dependencia de Dios, nos obliga a renunciar a todo
aquello que nos ha encadenado al pecado, repitiéndonos formalmente nunca más
volver a Él. De pie se responde: Sí renuncio.
• ¿Renuncias a Satanás?
• ¿A todas sus obras y seducciones?
• ¿Al ocultismo, esoterismo y toda superstición?
• ¿A querer conocer el futuro al margen de Dios?
• ¿A la magia, curanderismo y hechicería?
• ¿A la lectura de las cartas, del café, del té y de la mano?
• ¿Al espiritismo y toda invocación de los muertos?
• ¿A la astrología, al zodiaco, a los horóscopos?
• ¿A adquirir poder y control sobre ti y los demás al margen de Dios?
• ¿Al control mental y a la dianética?
• ¿Al uso de amuletos, fetiches y talismanes?
• ¿Renuncias a filosofías contrarias al cristianismo?
• ¿Renuncias a la Nueva Era de Acuario también llamada New Age?
• ¿Renuncias completamente y para siempre a todo esto?
• ¿Renuncias también en nombre de tus antepasados?
• ¿Renuncias a todo egoísmo, lujuria y maldad?
• ¿A toda autosuficiencia, codicia y ambición?
• ¿A todo orgullo, soberbia y vanidad?
• ¿Renuncias a odios, rencores, celos y resentimientos?
María, madre del Señor y madre mía, llévame a Jesús y enséñame a ser su fiel
discípulo. Amén.
Los que quieran rendir a Jesús todos los aspectos de su vida responden: Jesús es
mi Señor.
• De mi familia y amistades
• De mi pasado, presente y futuro.
• De mis estudios o trabajo.
• De mi salud y enfermedad.
• De mi pobreza y riqueza.
• De mis amigos y conocidos.
• De mi cuerpo y de mi alma.
• De todas mis relaciones personales.
• De mi sexualidad y emotividad.
• De mi patria y de mi hogar.
• De mi casa y de mis bienes materiales.
• De mis esperanzas y temores.
• De mi vida cívica, política y social.
• De mi imaginación y memoria.
• De mi inteligencia y voluntad.
• De mis ojos y oídos, manos y pies.
• De mi manera de divertirme.
• De mi manera de comer, de vestir, de pensar y de hablar.
Harán la señal de la cruz en el lugar que se vaya indicando con el dedo pulgar.
VISTA
“Te miro Señor y sé que tú me miras. Me conmueve tu soledad, tu vulnerabilidad.
Deja que mis ojos te acompañen. Son ojos limitados, débiles y pecadores, pero
quieren descansar en ti. Acoge mi mirada como un deseo de verte siempre en toda
la creación, en todas mis relaciones, en todas mis miradas. Quiero que tu Eucaristía,
que tú Señor, aquí presente seas mi filtro. Ver todo y mirar a todos contigo y a través
de tu presencia. Purifica mi vista, afina mis ojos. Ayúdame a dejar que la fe siempre
los limpie y los proteja de cualquier atracción al mundo. Que mis ojos sean hondos
y profundos para que siempre transmitan paz, amor, serenidad y alegría.
Mirarte cada día es gozar de esos ojos color de cielo. Esos ojos tuyos que me hablan
del Padre me transforman el corazón y me enseñan ternura. ¡Mirada de Dios, ojos
benditos de Cristo, purifica mi vista y fíjala siempre en la tuya!”
OÍDO
“Escucharte es hacer silencio y abrir mis oídos interiores. Es acallar mi corazón para
escuchar por amor el tuyo. Es cambiar el ritmo de mis latidos para adaptarme a los
tuyos. Unir mi voluntad a la tuya. ¡Tú silencio me dice tanto! Es compañía, recuerdo,
fortaleza, idioma fecundo que llena mi vida. La Eucaristía es tu Palabra que se
vuelve eco de amor: Te amé, te amo y te amaré: aquí estoy para sostenerte y
hablarte palabras de vida eterna”.
En silencio quiero poner orden en mi vida. Quedarme con lo esencial, desechar
ruidos, noticias, sueños y planes que no me dejan escucharte. Mi oído interior
aprender a hablar tu mismo lenguaje: el de los hechos, el de las obras. Quedarme
contigo, acompañarte. Escuchar tu mirada y ver tus palabras viajar de tu corazón al
mío. ¡Palabra de Dios, amor sostenido en silencio, habla a mi corazón!”
OLFATO
“Con tu Encarnación Señor me has enseñado la fragancia de la eternidad. Te has
querido hacer alimento cotidiano, olor familiar tan necesario. Hueles a hogar
entrañable, a recuerdo perfumado de Pan hecho vida de mi vida. Pan caliente,
recién salido del horno del sacrificio de tu amor misericordioso. Eucaristía del amor.
Que mi alma te alabe por el perfume de la rosa, el jazmín y la azucena. Ellas me
ayudan a sensibilizar mi alma y a bendecirte por tan hermoso frescor. Pero sobre
todo que mi alma te alabe, bendiga y agradezca por el perfume de tu Eucaristía:
Cuerpo y Sangre de todo un Dios, aroma de humanidad divina que me lleva hasta
la cima del dolor y me permite contemplar el paisaje eterno de tu amor.
Quiero respirar hondo y disfrutarte. Olor suave, paciente, manso y cercano. Perfume
delicado, tierno y eterno. ¡Aroma de Cristo, Palabra Eterna, fragancia de
eternidad, ¡inunda mi corazón de tu presencia!”
TACTO
“Señor, tú sabes que no soy digno de que entres en mi casa, tampoco de tocarte,
me basta con rozar el borde de tu manto para ser sanado. Quiero tocarte con la fe
y sobre todo dejarme tocar por tu presencia, por tu mirada, por tu Palabra y por el
aroma de tu amistad.
Tu mano en mi mano, tu caricia en mi rostro. Mis manos en tus heridas para curarte
y consolarte. Mis rodillas al suelo para lavarte los pies con las lágrimas de mi
arrepentimiento. Déjame sentir el frío del suelo a cambio de escuchar de cerca el
latido de tu corazón. Que entienda que el mundo es frío, la tierra es dura, pero a tu
costado, todo lo calientas, todo lo suavizas, todo lo puedo llevar si me tocas con tu
amor inefable y misericordioso. ¡Ternura del amor de Dios, mano que me levanta,
me acaricia y me perdona, sostenme siempre en tu presencia!
GUSTO
“Te espero con anhelo cada vez que te miro para poder recibirte. Sabes a pan y
vino, pero eres Tú presente, vivo y eficaz. Sabías que me asustaría comerte y con
humildad te quedaste en los accidentes para hacerte más cercano, más mío y así,
sin apenas yo darme cuenta, al tenerte ya en mi corazón, tú me harías más tuyo.
Gracias por tanta delicadeza.
Sabes a tierra, pero eres eternidad encarnada. Eres uno de los míos y me quieres
uno de los tuyos. Ayúdame a recibirte siempre con reverencia, con fe, con
esperanza y caridad. Gustarte es prepararse gozosamente para el banquete más
importante. Es cuidar todos los detalles de mis otros sentidos para poder acogerte
como huésped: limpiar mi corazón, perfumar mi alma, purificar mi vista, silenciar mi
oído, suavizar mi tacto.
Gracias por ser tan necesario, tan cercano, tan mío, tan nuestro. ¡Cuerpo y sangre
de Cristo, alimenta mi cuerpo y santifica mi alma para que guste siempre de
las delicias de tu amor!”
Dios Padre, creador de todo lo que existe, amasa con tus benditas manos la tierra
de mi corazón y extrae de ellas todas las raíces del rencor producidas por las
frustraciones de la vida.
Reemplaza esas raíces viejas de resentimiento por raíces nuevas de serenidad,
confianza, fe, esperanza y caridad. Que con el riego de tu Espíritu pueda reducir
mis exigencias sobre los que me rodean, expresarles gratitud, decirles a mis
familiares que los amo, vencer el miedo a asumir nuevos compromisos.
Bríndame, Padre, nuevas posibilidades y enséñame a dirigir mi vida, con sus éxitos
y sus fracasos, con sus alegrías y sus problemas; que desde la paciencia y el
verdadero amor pueda hacer el bien a todos sin esperar a cambio recompensas de
ninguno, tan solo con la satisfacción de haber perdonado, y experimentado el gozo
de vivir en amistad contigo. Amen
ORACIÓN DE LIBERACIÓN
Padre santo, ayúdame a ser una persona que perdona y muéstrame cuando no lo
soy. Te doy permiso y total autoridad para que busques en mi alma algún indicio de
falta de perdón. Revélame mis faltas de perdón, te lo suplico, para que yo pueda
confesarte como pecado. No permitas que se aniden en mi alma la amargura, el
resentimiento, el enojo, la envidia, suplico que me ayudes a mantenerme libre de
esos sentimientos y ante la menor señal, que yo pueda saberlo para desalojarlos de
mi ser.
Hazme comprender completamente tu perdón hacia mí, para que yo pueda también
perdonar la falta en otros, al fin y al cabo, nadie me puede ofender a mí, más de lo
que ofendieron a tu Hijo JESÚS.
TÚ sabes la historia de cada acontecimiento que me lastimó, a ti Padre te toca
juzgar. No me importa si ellos creen que tienen la razón. No importa si nunca
pidieron disculpas. No me importa si se retractan o corrigen. Todo eso te pertenece
a ti y tu justicia siempre brilla.
Y si alguna vez me he quejado de ti y te he culpado de mi desgracia o de mi
suerte, o que no me escuchas o que me has abandonado, te suplico ahora me
perdones y pueda comenzar ahora una nueva relación contigo.
Padre Eterno: quiero perdonar a mis padres cualquier ofensa que me hayan
hecho. Decido perdonarlos y bendecirlos.
Padre, suplico una vez más que a falta de perdón, nunca se anide en mi corazón.
En este día resuelvo soltar esos recuerdos dolorosos, resuelvo soltar la ira, el
enojo y la amargura.
Padre Santo, necesito perdonar a todos y cada uno de los que me han dañado,
irreparables, yo necesito perdonar, necesito liberarme de tanto resentimiento.
Clamo a ti para que me ayudes a perdonar por completo, suplico la ayuda de la
Santísima Virgen María, de los ángeles, Arcángeles y Santos para que me guíen en
este momento de oración, ayúdame a perdonar Madre Santa.
En este momento debes nombra a todos y cada uno a los que debes perdonar y lo
vas a hacer mentalmente.
En este momento, invoco al Espíritu Santo, para que llene todos los espacios que
han quedado libres con su unción de amor y de perdón. Ven Espíritu Santo, vive
en mí.
Señor, te suplico que si alguna persona tiene falta de perdón hacia mí, que ablandes
su corazón y pueda perdonarme sinceramente. Muéstranos lo que debemos hacer
para resolver esta situación, y crea el momento adecuado para una reconciliación.
Hoy escojo caminar en la luz, como TÚ Señor, que estas en la luz.
Escojo la vida del perdón, desecho la amargura, la tristeza, la confusión. En el
poderoso Nombre de JESÚS.
Gracia Padre que me has liberado.
Amén.