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DPTO HISTORIA
HIJUELAS
GUÍA
DE
ESTUDIO:7º BÁSICOS
Objetivos:
Capacidad: Razonamiento Lógico/ Orientación Espacio - temporal
Destreza: reconocer –relacionar – comparar- inferir / localizar- secuenciar
Estrategias:
1) Secuenciar las etapas de la Edad Media y los hechos que le dieron origen y
término a partir de la información de la guía y confeccionando una línea de tiempo
en el cuaderno, favoreciendo la autonomía.
2) Reconocer:
a) conceptos históricos a través e la lectura en voz alta de la guía, destacando y
confeccionando un vocabulario en el cuaderno, potenciando la responsabilidad.
b) acontecimientos de cada etapa leyendo en voz alta la guía y socializando, para
favorecer la actitud de escuchar.
4) Localizar:
a) Los pueblos germanos y bárbaros que invadieron Europa medieval, observando
mapas, favoreciendo el escuchar.
b) Los reinos germano-romanos en Europa medieval, observando mapas y
favoreciendo el escuchar.
c) Los imperios medievales en la Temprana Edad Media, observando mapas y
favoreciendo el escuchar.
d) La expansión del Islam en Europa, Asia y África, observando mapas y
favoreciendo el escuchar.
a) Como la Edad Media dura diez siglos, a través de este tiempo sus características no
permanecieron estáticas, y para organizar el estudio de todos sus procesos históricos,
la dividiremos en tres períodos:
b) Temprana Edad Media: Comienza en el siglo V d.C. con las invasiones germanas al
Imperio Romano de Occidente y el establecimiento de los reinos germano-romanos en
Europa occidental; termina en el siglo IX con el cierre del comercio del mediterráneo
para Roma, monopolizado por los árabes, y con el desmembramiento del Imperio
Franco, que significó, junto a las nuevas invasiones de normandos y eslavos, el
desarrollo del régimen feudal y el aislamiento de Europa Occidental.
c) La Alta Edad Media: Desde el siglo IX hasta el siglo XII impera en Europa occidental el
feudalismo desarrollado, que hará crisis y sufrirá el comienzo de su decadencia después de las
Cruzadas.
d) La Baja Edad Media: Es un período de transición, que se extiende desde el siglo XII en
Italia y XIII en otros países del occidente europeo; profundos cambios políticos, económicos,
sociales y culturales anuncian una nueva época. La baja Edad Media termina en el siglo XV, con el
comienzo del Renacimiento en Italia, umbral de los Tiempos Modernos.
Los romanos tuvieron conocimiento de los germanos por el historiador Tácito, autor de La
Germania, en que describe sus formas de vida. Se les dio el nombre común de bárbaros, en el
sentido de que no poseían la cultura romana. Estaban divididos en numerosas tribus: ostrogodos,
visigodos, suevos, vándalos, alamanes, anglos, sajones, burgundios, francos. Vivían en tribus en el
norte y noreste de Europa, dedicados a una agricultura rudimentaria, al pastoreo y a la caza. Sin
una organización política con un Estado unificado, sólo unidos por vínculos consanguíneos. La
única institución política era la asamblea general, formada por hombres libres que constituían la
banda de guerra.
Se reunían en primavera para tomar acuerdos sobre guerra y paz y elegir al jefe de la banda, al
cual sus compañeros se unían con un vínculo personal de fidelidad, jurando prestarle apoyo,
mientras el jefe se comprometía a recompensarlos por sus acciones bélicas, donde como botín
muchas veces figuraba el reparto de tierras conquistadas a otras tribus. Esta costumbre será
más tarde una de las bases de la formación del feudalismo en Europa Occidental.
La religión de los germanos era politeísta naturalista; adoraban a un dios principal, Odín, que
premiaba a los guerreros caídos en el campo de batalla; además divinizaban a las fuerzas de la
naturaleza, como los dioses del trueno y del relámpago; creían en demonios, en espíritus de los
bosques y en doncellas guerreras llamadas walkirias. Hacia el siglo IV d.C., Algunas tribus
comenzaron a convertirse al cristianismo.
A comienzos del siglo VI fue fundado el reino Franco por Clodoveo, que unió a las tribus francas
e instauró una Monarquía en los territorios de la antigua Galia romana (actual Francia).
Convertido al catolicismo, fue reconocido por el Papado como protector de la Iglesia Católica,
institución formada a partir del siglo IV con base en la doctrina cristiana. Luego el reino Franco,
dividido entre los hijos de Clodoveo, que pertenecían a la dinastía merovingia, cayó en
decadencia y fue gobernado por los mayordomos de palacio, especie de administradores de los
bienes reales.
Uno de estos mayordomos era Carlos Martel, quien se transformó en una figura histórica al
detener el avance de los árabes sobre Francia, en el año 732, en la batalla de Poitiers; salvando
así el reino de Francia y a la institución eclesiástica católica.
Su hijo Pipino el Breve, a mediados del siglo VII, destronó al último rey merovingio e instauró la
monarquía Carolingia, siendo consagrado rey por la asamblea de los nobles francos y por el Papa
Esteban II. Su importancia histórica reside en lo que se ha denominado la Donación de Pipino,
que, según la tradición oral, fue el origen de los estados pontificios en el centro y noreste de
Italia.
Pipino acudió en ayuda del papa, amenazado por el reino germano lombardo, instalado en el norte
de Italia, instaurando así la alianza entre el Papado y los reyes francos.
Los estados pontificios constituyeron un gran poder territorial de la iglesia cristiana católica,
no sólo durante la Edad Media, sino también en los tiempos modernos y parte de la época
contemporánea. En 1870, Italia consolida su unidad territorial y política y toma la ciudad de
Roma, centro del Estado papal, como capital del reino italiano unificado bajo la monarquía
constitucional de los Saboya, gobierno que dura hasta la segunda guerra mundial.
Imperio Bizantino
Imperio Bizantino:
Se emplazó en los territorios del antiguo imperio romano de oriente. En el año 395 (s. IV), el
emperador TEODOSIO dividió el imperio Romano, ya en crisis, entre sus hijos. Así la parte
oriental quedó bajo el dominio de los emperadores de Constantinopla, capital del imperio,
construida sobre las ruinas de la antigua colonia griega de Bizancio, a orillas del mar Negro, en
la península de los Balcanes.
Los bizantinos defendieron tenazmente sus territorios de las invasiones germanas y de las
tribus eslavas, que provenían de las estepas rusas. Continuaron preservando la tradición cultural
del imperio, dando mayor importancia a sus elementos griegos y a los aportes orientales que a
los propios latinos.
En el siglo VI, JUSTINIANO, uno de los emperadores que se destacan en la larga historia del
imperio, trató de recuperar algunos territorios ya perdidos del noreste de Italia y del norte de
África. Durante su reinado, el imperio comprendió los Balcanes, Asia menor, cercano oriente,
norte de África, noreste de Italia y la isla de Sicilia. Además ordenó recopilar todo el Derecho
Romano disperso en una gran obra jurídica: el CORPUS JURIS CIVIL, que ha sido un ejemplo
para códigos civiles de varias naciones, como el Código de napoleón y el Código Civil chileno.
En los siglos posteriores a Justiniano, la historia del Imperio Bizantino fue de una constante
reducción territorial; parte de sus territorios cayeron bajo el dominio árabe primero, para
sucumbir después bajo el dominio de los turcos otomanos, en el siglo XV.
Otras contradicciones fueron debilitando a este imperio. Mientras los francos se aliaban
firmemente con la Iglesia Católica romana, los bizantinos volvieron las espaldas a Europa
occidental y al Papado, envueltos en una serie de querellas religiosas que culminaron en el siglo
XI con la separación religiosa llamada Cisma de Oriente, en que Bizancio desconoce la jerarquía
católica, dando origen a la religión cristiana ortodoxa, que posee iglesias nacionales con sus
propios patriarcas.
Hasta los primeros años del siglo VII, los árabes constituían numerosas tribus sin unificación
política, la mayoría nómades, habitando el desierto de la península arábiga, con escasa
agricultura en los oasis del Yemen y del Hedjaz.
Eran politeístas que adoraban ídolos como la Piedra Negra (así se le había puesto por el pecado
de los hombres) que custodiaba celosamente la tribu de los coreichitas en el Templo de Kaaba
en la ciudad de la Meca, donde los peregrinos idólatras dejaban, una vez al año, suculentos
tributos.
Ni los persas ni los bizantinos, vecinos más próximos, pudieron imaginarse que en el transcurso
de poco más de medio siglo tales tribus conquistarían gran parte de la cuenca oriental y sur del
mediterráneo, el Cercano Oriente y el Medio Oriente hasta la India, incluyendo la península
Ibérica, en Europa occidental. Esto fue obra de Mahoma, comerciante de caravanas que conoció
en sus viajes tanto la religión judía como la cristiana, tomando de ellas el monoteísmo y
agregando aportes originales.
Creó así, una nueva religión que se denominó Islámica (Islam: sumisión a Dios) con un solo Dios,
ALÁ, y con él Mahoma, como su profeta. Su doctrina quedó resumida en 114 capítulos en el libro
sagrado, el Coran, escrito en parte por él y en parte por sus discípulos. Allí se consignan ideas
religiosas con normas morales, costumbres, preceptos de vida y hechos históricos.
En el año 622, Mahoma fue perseguido por los coreichitas, que temían perder sus ganancias en
el templo politeísta. Huyó desde la Meca hasta la ciudad de Medina, hecho que recibe le nombre
de la Hégira y que marca el año 1, de la era islámica.
Tiempo después, el profeta volvió triunfante a la Meca, habiendo unificado en base a una
religión, a todas las tribus árabes que, de acuerdo al principio de Guerra Santa, comenzaron a
conquistar otros territorios para formar un imperio que hacia fines del siglo VIII comprendía
Arabia, el corredor sirio-palestino, Asia Menor, Persia, parte de la India, norte de África y
centro sur de la península ibérica.
El Imperio Árabe comenzó su decadencia hacia el siglo XI debido a la invasión de los turcos
seljucidas en el Cercano Oriente ya su división en tres califatos. En el siglo XV cayó bajo el
dominio de los turcos otomanos, al igual que al ya reducido Imperio Bizantino; en ese mismo
siglo, en el año 1492, los reyes católicos de España derrotaron al último bastión árabe de la
península ibérica: Granada.
El Imperio de Carlomagno en Europa Occidental.
A la muerte de Pipino el Breve, el rey Franco que había consolidado la alianza con la Iglesia
católica, le sucedió en el cargo, su hijo Carlomagno, quien fue coronado con el título de
emperador el día de navidad del año 800. En realidad desde el año 711, Carlomagno había
prácticamente reconstruido bajo su dominio todos los territorios del antiguo Imperio Romano
de Occidente, agregando la Germania y exceptuando España, ya en poder de los árabes. Sin
embargo, este imperio no perduró más allá de su vida, debido principalmente al tipo de
administración descentralizada con que Carlomagno organizó el Imperio. Creó marcas
fronterizas a cargo de funcionarios con título de marqueses, con amplios poderes para la
defensa de las regiones fronterizas del imperio.
Cuando el imperio se dividió entre los nietos de Carlomagno por el tratado de Verdun, en el año
843, de él no quedaba más unidad política que la alianza imperio- papado, más idea que realidad,
y que durante los restantes años de la Edad Media se conoció como el sacro Imperio Romano
Germánico.
LA ALTA EDAD MEDIA Y LA SOCIEDAD FEUDAL (siglos IX al XII)
a) Políticas: descentralización del poder real (Rey); robustecimiento de los poderes locales de
los señores feudales.
Los reinos feudales tenían numerosas subdivisiones en Ducados, Condados, Marquesados,
Baronías, etc. cuyos titulares (dueños) poseían la autoridad de fijar impuestos, impartir
justicia y poseer su propio ejército para hacer la guerra a otros señores o acudir con él a
prestar ayuda a su rey. Éste, en cambio, tiene ahora un poder colocado en la máxima
jerarquía social y política, pero sólo por título y no por mando unificado. Sus órdenes no son
obedecidas directamente, primero pasan por sus súbditos inmediatos, los señores feudales
en orden jerárquico.
Estos gobernantes locales (señores) son al mismo tiempo, señores y vasallos; señores de
quienes trabajan en las tierras que ellos administran o de quienes han recibido tierras de
sus manos como beneficio y vasallos de quienes los beneficiaron con tierras.
Si ascendemos en la escala jerárquica feudal, el único que es señor, sin ser vasallo de otro
señor, es el rey. Si descendemos, los únicos que son vasallos sin ser señores, son los
trabajadores campesinos.
El cumplimiento de deberes y derechos se resume en el contrato feudal: se otorga tierra al
vasallo por la ceremonia de la investidura y el juramento de fidelidad del vasallo a su señor
inmediato por medio de la ceremonia llamada Homenaje.
b) Económicas: Europa, aislada en el siglo IX por invasiones de eslavos y normandos y, con los
árabes monopolizando el comercio del mediterráneo, debió subsistir de la agricultura, sin
excedentes de producción. El feudo producía sólo para sus necesidades, en una economía
autárquica: sin intercambio comercial, como una economía cerrada, con escasez de monedas o
ningunos, ,por lo que se volvió al trueque al estilo de las comunidades primitivas.
c) Sociales: existen dos clases sociales, primero la nobleza terrateniente compuesta por el Rey
y los señores feudales. Junto a ellos hay una nobleza sin tierras que vive en las cortes
feudales prestando servicios militares a sus señores. Además existe un alto clero, con
feudos que tienen este mismo rango. En el otro extremo de la escala social están los
trabajadores, divididos en Villanos, habitantes de las aldeas feudales, dedicados a la
manufactura artesanal como hombres libres, y los siervos de la gleba, campesinos adscritos
al feudo, que no pueden abandonar, trabajando con su familia, de sol a sol, para el señor
feudal.
d) Culturales: la sociedad feudal es de gran rudeza. Los señores hacen la guerra o se
entretienen, en los periodos de paz, en los torneos o la caza; no tienen instrucción
(educación) ni ellos, ni sus caballeros, ni sus trabajadores. La única institución medieval que
salvaguardó la cultura antigua fue la Iglesia.
Las Cruzadas fueron nueve expediciones armadas, guiadas en su mayoría por los señores
feudales entre los siglos XI al XIII (1096 al 1270), que se desplazaron desde Europa
cristiana a la islámica Palestina.
El nombre se deriva del símbolo de la cruz que llevaban los expedicionarios. El Objetivo de
estas expediciones, predicadas en el Concilio de Clermont por el papa Urbano II, fue
rescatar el Santo Sepulcro de Jesucristo en Jerusalén, que había caído bajo el dominio de
los turcos selyúcidas invasores del imperio árabe en el Cercano Oriente y de quienes
adoptaron la religión islámica.
Si bien las cruzadas no tuvieron éxito para los cristianos, produjeron importantes
consecuencias para la aislada Europa Occidental: