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ANÁLISIS NARRATIVO: EL FILIBUSTERO DE JUSTO SIERRA O’REILLY

Autor: J. I. Villamizar
Fecha: Julio de 2018

Sierra, Justo (2004 [1841]). El filibustero (Colección Relato Licenciado Vidriera. 1a ed.).
México, D.F.: Universidad Nacional Autónoma de México: Dirección General de
Publicaciones y Fomento Editorial.

1) De acuerdo con esta misma edición de la novela, El filibustero está basado en una leyenda

popular mexicana del siglo XVII sobre las actividades corsarias que dominaban, durante

aquella época, la península de Yucatán. Es importante destacar que, para el momento en que

se ambienta la presente historia, la piratería estaba alcanzando su puno más alto, en lo que los

historiadores denominan la “Edad de oro de la piratería”, comprendida entre 1620 y 1795.

Cruz, O. (1999) considera que la piratería, tal como la conocemos actualmente, comenzó de

forma paralela al mismo descubrimiento de América, ya que junto a los conquistadores también

estaban los comerciantes, “dispuestos a arriesgar sus caudales en los más diversos esfuerzos de

conquista y descubrimiento” (p. 1). Pero lo que es más, podría decirse que la piratería moderna

tuvo su origen en las mismas causas que motivaron las empresas exploratorias organizadas por la

Corona española, pues sus objetivos eran mayormente comerciales, orientados hacia el

establecimiento de nuevas rutas marítimas que conectaran al viejo continente con el continente

asiático.

Por consiguiente, una vez que se difundió en Europa la noticia de que los nuevos territorios

descubiertos ofrecían un abanico de posibilidades económicas, se da inicio a todo un período de

rivalidad entre las potencias europeas de aquel momento, que no obstante no impidió que se

establecieran vínculos comerciales entre éstos y las Indias (Cruz, O., 1999).

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La piratería, entonces, nace como un conjunto de actividades comerciales ilícitas provocadas

por una serie de circunstancias que tornaron desfavorable el intercambio económico entre las

potencias europeas y los nuevos territorios. Una de ellas fue la incapacidad de la Corona

española de mantener el abastecimiento de sus dependencias americanas, a raíz de acciones

políticas y administrativas erróneas que, sumadas a la creciente economía de sus rivales dentro

del continente, sentaron las bases para la realización de intercambios ilegítimos de mercancía

entre los dominios españoles y los dominios ingleses, franceses y holandeses; intercambios

favorecidos por las cortas distancias que había entre los territorios y la variedad de puntos de

acceso de que cada uno disponía.

Aunado a esto, cuando el conflicto entre España, Inglaterra y Francia se agudizó, comenzó a

surgir un mercado ilegal muy notorio, proveniente de las islas que actualmente corresponden a

Cuba, Haití, entre otras. Allí los habitantes se encargaban de procesar el ganado vacuno y

porcino para contrabandear su carne en las costas con los comerciantes que rondaban las

Antillas. Fue así como creció la fama de los llamados “bucaneros” y los “filibusteros”,

encarnados por los mercaderes de aquellos territorios.

Cuando España descubrió la evasión de impuestos de los mismos, las autoridades invadieron

el territorio y destruyeron la fuente de ingresos de este negocio, provocando que muchas

personas quedaran en bancarrota y dando pie, sin quererlo, a un aumento de las comunidades

filibusteras, enriquecidas por los habitantes que, motivados por el resentimiento, decidieron

dedicarse a las actividades vandálicas en contra de la Corona española.

De hecho, los “filibusteros”, tan indispensables en la obra de Sierra, fueron un grupo de

criminales que se limitaba a saquear y destruir las poblaciones costeras de las Antillas, y se

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diferenció de los piratas convencionales por restringir sus operaciones a las costas y no

aventurarse a alta mar, como lo hacían estos últimos.

2.7) Habiendo hecho ya este brevísimo recuento del ambiente histórico que rodea la obra del

mexicano, Justo Sierra, es necesario que a continuación nos centremos en la

reconstrucción de los hechos de la misma, a través de la narración, para extraer los temas

presentes. De entrada, nos topamos con lo que parece ser la recreación de la historia de

un personaje importante para México y los filibusteros: Diego el Mulato, cuya imagen

estaba manchada por un amplio historial de fechorías, que lo habían convertido en un

salvaje ante los ojos de la población de Campeche, un pueblo que en aquel entonces

(siglo XVII, donde se ambienta la obra), se postulaba como uno de los puertos más

importantes de la península de Yucatán; posición que, de hecho, la convirtió en una de las

poblaciones más vulnerables a la piratería y, según el mismo relato, la mantuvo sometida

a constantes ataques por parte de filibusteros.

Esto último se refuerza al leer las primeras cuatro líneas de la novela, donde una voz parece

estar llamando a la guerra, a la defensa de las tierras contra el ataque inminente de diez naves

“bárbaras” que se habían asentado en las costas y, donde se asume, se encontraba el sanguinario

Diego el Mulato, sediento de venganza por una supuesta ofensa recibida de aquella población.

Pero el caso es que, en términos generales, la obra no gira en torno a una sangrienta

represalia por parte del vándalo, sino que cuenta una surrealista historia de amor que surgió a

primera vista durante aquellos hechos. Diego el Mulato es quien, sorpresivamente, recibe el

flechazo de Cupido mientras se encontraba llevando a cabo su empresa, justo después de acabar

con la vida de incontables campechanos que defendían su costa y luego de incendiar sus casas y

otras edificaciones.

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La aludida es Conchita Mantilla, una joven definida por la inocencia y la belleza de la mujer

idealizada romántica, quien a vísperas de la destrucción provocada por los filibusteros, se había

refugiado en la parroquia del pueblo, con la intención de orar y pedir por la salvación de su

gente. Es importante destacar que otra de las razones que habían llevado a Conchita a aquel

lugar, era la muerte de su padre, que había sido provocada por la mano de un bárbaro, el año

anterior a aquel (en ese momento corría el año de 1633). Sin embargo, ante el horror de los

sucesos, la joven había caído desmayada en la capilla, y permaneció en ese estado por muchas

horas. Cuando por fin recobró la conciencia y salió del recinto, se encontró con un escenario

apocalíptico, protagonizado por la estela de la muerte.

Presa del pánico, Conchita decide regresar a la capilla, pero no se percató de que durante su

breve salida, había captado la atención de un extraño, que la siguió y se presentó ante ella y

delante del altar. Esto hizo que perdiera nuevamente la conciencia y facilitó la entrada de otros

sujetos al lugar, los cuales pronto fueron interrumpidos por quien parecía ser su superior. Éste,

apenas vio a la joven en su estado de delirio, comienza a sentir una avalancha de emociones que,

más temprano que tarde, comprendería se trataba de amor.

Resulta ser que aquel sujeto era Diego el Mulato, que en ningún momento reveló su

verdadera identidad, y emprendió una huida junto con la joven hacia la playa de San Román, en

busca de un conocido pescador ermitaño, al que llamaban “el pescador brujo”. Este último, luego

de un breve rechazo, decide ayudar al filibustero y a la joven, que recién estaba recobrando la

cordura. Es entonces cuando se da el primer contacto consciente entre ambos personajes, con

cuya plática, el pirata descubre que hace un año atrás había sido él mismo quien había dado

muerte a don Valerio Manilla, padre de Conchita.

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Al poco tiempo, la familia de la joven se encomendó al fraile Juan Benavente, para que los

ayudase a encontrarla, y aquel, conociendo muy bien a Diego, emprendió cautelosamente la ida

hacia la playa de San Román, donde sabía se encontraba quien estaba buscando. Justo antes de la

partida de Conchita de vuelta a su casa, Diego le prometió que algún día se reencontrarían, y

aquella promesa mantuvo a la muchacha sumida en la oscuridad del anhelo y el despecho por

mucho tiempo, aún mientras los ánimos de los campechanos se reconstruían y comenzaba una

nueva época de prosperidad.

Años pasaron, y la madre de Conchita, alarmada por el deterioro espiritual de su hija, decide

“arreglar” una relación entre ésta y su primo, don Fernando García Gutiérrez, quien no ocultaba

el profundo cariño que le guardaba a la joven. Éste era conocido por su riqueza intelectual, su

físico y sus valores morales; aspectos que, sumados a constantes obsequios, caminatas, canciones

y otras manifestaciones de amor, debían darle muchos puntos para conquistar a su prima.

Sorpresivamente, nada de aquello lograba mitigar el dolor y conseguía disipar la niebla en el

alma de Conchita, cuyo mal de amores parecía ser invencible. La frustración de don Fernando

comenzó a hacerse notable con el paso del tiempo, y desde el instante en que se resignó al hecho

de que todo el malestar de su prima había sido provocado por enamoramiento, poco a poco fue

manifestando un interés enfermizo por averiguar quién era el hombre que la había ilusionado de

tal magnitud, para darle muerte en venganza.

Un día, el pescador de la playa de San Román se presentó en el pueblo, revelando, en medio

de un estado de embriaguez y a través de canciones, las palabras que le había pronunciado Diego

a Conchita años atrás, justo antes de separarse. Aquello le dio un sinfín de pistas a don Fernando,

con las cuales no tardó en determinar que el extranjero que se había llevado a su prima lejos del

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pueblo aquella noche de matanza con los filibusteros, había sido el mismo hombre que la tenía

enamorada.

Sin embargo, para terminar de descubrir la identidad del sujeto, sabía que debía ir con la

única persona que había visto los hechos del rapto en persona: fray Juan Benavente, y no tardó

en hacerle una visita desesperada con el objetivo de conseguir la información que quería. Pero

para su sorpresa, aquella misma noche el fraile había recibido la visita de otro hombre pidiéndole

bendición en el cumplimiento de una promesa; ese hombre era nada y más y nada menos que

Diego el Mulato, quien luego fue descubierto por el mismo don Fernando durante las fiestas del

14 de septiembre de 1636.

Desgraciadamente para los habitantes de Campeche, el regreso de Diego el Mulato había

venido de la mano con el plan de una nueva invasión, esta vez en seguimiento de una orden

mayor. En los momentos previos al ataque, Diego se había dirigido a la playa de San Román

para discutir con su padre, el pescador, el dilema que inundaba su alma: quemar la villa aunque

eso significara poner en peligro la vida de Conchita, o incumplir su deber. Esa misma noche

comenzó el violento ataque contra Campeche, que provocó que todas sus casas ardieran

intensamente en llamas. Esto a su vez hizo que Diego fuera en rescate de Conchita y a partir de

allí se desató todo un repertorio de enfrentamientos, dentro de los que destacó el del mismo

pirata con don Fernando, que acabaría con la decapitación de este último y obligaría al primero a

escapar con su amada en una embarcación.

Ya en el mar, las cosas se complican cuando el oleaje y los vientos comienzan a sugerir la

posibilidad de un naufragio, y justo en el momento más crítico de la retirada, cuando ya parece

que la embarcación cederá con sus cincuenta y dos hombres a bordo, y cuando ya Conchita

estaba resignada a morir junto a su salvador y amado, ésta se entera de que aquel no era otro que

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el mismísimo Diego el Mulato, que había asesinado a su padre años atrás y recién había

decapitado a su primo. Ante el horror del descubrimiento, el aludido desaparece entre las olas, y

la joven entonces sufre el destino de la locura.

Así, pues, evidenciamos que junto al contexto histórico de la Edad de oro de los piratas, El

filibustero de Justo Sierra gira en torno a ciertos tópicos de naturaleza romántica como lo son el

amor y el desamor, la muerte, la locura, la aventura, entre otros. Los cuatro primeros vendrían

siendo elementos clave dentro de la literatura romántica del siglo XIX, donde se reelabora la

noción barroca de la dualidad: los opuestos que interactúan en un mismo lugar y momento,

acentuando ese sentido de lo carnavalesco instaurado a partir de la Edad Media, y reforzado con

autores de la talla de Rabelais o Cervantes, entre el siglo XVI y XVII.

La muerte y la locura se presentan como esos factores marginados a la periferia dentro una

estructura centrípeta donde el orden reside en el centro. Dichos factores vendrían siendo, por

consiguiente, los antecedentes de la literatura fantástica del siglo decimonono, pues son los que

transgreden ese orden, representado por “lo bello”; véase, el personaje simbólico de Conchita, o

el ideal del amor sincero, imparcial e invencible que pretende consumarse entre la joven y Diego

el Mulato a lo largo de la obra; amor que recorre y supera los avatares de la guerra, la sociedad y

las diferencias morales de ellos mismos.

3-4) Al hablar del sentido de la aventura y profundizar un poco en el carácter de los personajes,

remitimos directamente al ideologema que constituye el universo de la obra en cuestión, el cual

parte claramente de la mentalidad romántica europea, heredada por los españoles y redefinida en

el continente americano debido a la introducción de factores socioculturales, geográficos y, como

se mencionó en un principio, hasta económicos. Es así como, primeramente, encontramos al

personaje de Conchita Mantilla, que está concebida bajo el mito femenino como el símbolo de la

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belleza tanto espiritual como carnal: vemos que cumple con algunos estereotipos fisiológicos de

la época, como lo son los cabellos rubios, los ojos azules, la piel blanca, etc., aunados a su

juventud, su inocencia, fragilidad e inestabilidad emocional; elementos que la convierten en la

típica virgen romántica, equiparable a una doña Inés de Ulloa o a una doña Elvira, que consigue

asentarse en América a través de su tradición rural y cristiana.

En segundo lugar, el ideario del filibustero, encarnado por el mismo Diego el Mulato,

encuentra sus raíces en el ideal romántico del pirata, que no es otra cosa que la adaptación

temporal-espacial del imaginario del explorador europeo y, sobre todo, del conquistador español,

el cual nace en el imaginario popular heredado por el Medioevo, plagado de mitos que

sembraron la intriga y, por consiguiente, un deseo voraz por la aventura, lo desconocido, lo

salvaje y lo silvestre. Ideal que a su vez se enriquece con el mito masculino, pues se mezcla lo

anterior con el libertinaje, el instinto animal, la pasión desenfrenada y la ausencia de compromiso

social.

El filibustero, al igual que otros piratas más reconocidos como los bucaneros, encontraron en

la piratería la satisfacción de estos dos imaginarios antes destacados, pues el hecho de dedicarse

a actividades prohibidas y en mayor o menor grado rechazadas por la sociedad, los convertía en

seres libres que desafiaban el orden y de alguna manera terminaban adquiriendo un estatus de

poder especial, que pudo incluso llegar a inducir en ellos un complejo de superioridad con

respecto a los líderes políticos de los territorios americanos y las potencias europeas.

Al igual que el mito femenino, el del pirata romántico encuentra rápidamente en América un

escenario donde proyectarse, gracias a la riqueza, extensión y (hasta ese momento) carácter

misterioso de su paisaje.

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5)

 En la introducción de la edición de El filibustero empleada para este estudio, se habla sobre

una “modernización de la tipografía” en función de una lectura más ágil, pero la verdad es

que las construcciones sintácticas que engloban el discurso del libro no ofrecen mayor

resistencia al momento de la lectura. De hecho, los enunciados son bastante claros y directos,

gracias a la utilización de un léxico accesible y poco oscurecido, y gracias a la ausencia de

figuras retóricas como el hipérbaton. Se trabaja en su mayoría con el tiempo pretérito, ya sea

perfecto, imperfecto o pluscuamperfecto.

Es posible que en determinado punto se produzcan algunas dificultades en la

fluidez de la lectura debido a la aparición de ciertos términos poco comunes, como es el caso de

la misma palabra “filibustero” o, principalmente, las localidades de México, pero esto sólo realza

el carácter histórico que pretende mantener la obra, el cual exige un discurso mucho más

prosaico que poético. Algunos personajes, como Conchita o don Fernando, manejan un lenguaje

arcaizado (heredado del léxico ibérico) que los diferencia del resto, y que, en el caso del

segundo, da muestra de su nivel de educación.

 La presentación de la narración se hace a través de la modalidad que Gérard Genette

denomina “autor heterodiegético”, es decir, la voz narrativa no participa de los hechos

relatados y por tanto se presenta como ese ser omnisciente cuyo discurso está en tercera

persona.

No obstante, existen casos contados donde se hace una desviación de la narración habitual.

En las primeras páginas, por ejemplo, la voz narrativa parece realizar una función metatextual,

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donde exhorta al lector a situarse y comprender cierta circunstancia de la historia relatada

(página 6).

 La extensión de los párrafos es variada a lo largo de la novela; éstos oscilan entre las cinco

líneas, las catorce, etc., y gracias a su lenguaje sencillo y concreto, pueden ser considerados

como párrafos ágiles, es decir, de lectura rápida y fluida.

 Existe la presencia tanto de diálogos como de monólogos. Estos últimos aparecen en

ocasiones mucho más reducidas y, si bien generalmente se manifiestan como discursos

internos, también hay casos donde un personaje parece estar hablando para sí, pero emite las

palabras en voz alta y en presencia de otros personajes. Los ejemplos más claros de este caso

los proporcionan Conchita y don Fernando.

 Las descripciones que aparecen en El filibustero, como en cualquier otra obra prosaica y de

carácter preponderantemente histórico, están orientadas hacia la definición de personajes y la

delimitación de ambientes geográficos, temporales, etc., por lo cual se valen de una narración

colmada de modificadores, tales como adjetivos calificativos, demostrativos, etc. Además,

Sierra manifiesta una preferencia cuando se trata de detallar las escenas bélicas y las

emociones que experimentan sus personajes. Nuevamente, el mejor ejemplo de esto lo

representa Conchita, pero también el propio Diego el Mulato.

 Como bien se ha mencionado hasta el momento, Justo Sierra presenta los hechos de su obra a

través de un lenguaje bastante claro y transparente, atendiendo a su objetivo de presentarnos

el relato de una serie de acontecimientos históricos. Sin embargo, no puede escapar de la

utilización de tropos y figuras retóricas, con las cuales realiza un tratamiento del lenguaje que

le permite rarificar la forma y proporcionarle ese carácter que los formalistas llaman

“literariedad”. En efecto, los recursos más recurrentes son las metáforas, las hipérboles, las

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prosopopeyas, entre otros. A continuación se presenta una lista detallada de los casos más

importantes:

1) “Llega bañado de sudor”: exageración o hipérbole.


2) “… su insaciable sed de venganza y de sangre?”: metáfora.
3) “y sabía que era capaz de todo”: hipérbole.
4) “Su nombre tenía una horrible celebridad, una fama de sangre”: sinécdoque (se refiere a
que era conocido por muertes sangrientas).
5) “y su nombre era bastante para petrificarla de espanto”: hipérbole.
6) “para excitar su patriotismo y lealtad”: prosopopeya.
7) “hasta que llegase el socorro que se había pedido a la ciudad de Mérida”: sinécdoque del
continente por el contenido y el todo por la parte.
8) “la rubia cabellera”: epíteto.
9) “que manda a hacer fuego… ¡POUMP!: onomatopeya.
10) “el afligido corazón de la niña…”: prosopopeya.
11) “Un temor respetuoso lo contiene”: prosopopeya.
12) “¿Y por qué había de morir esta divina, esta cándida y purísima paloma?”: metáfora.
13) “su nacarado cuello”: metáfora.
14) “un brillo divino o acaso infernal”: hipérbole.
15) “prodigó mil consuelos”: hipérbole.
16) “amor delirante y frenético”: prosopopeya.
17) “El espíritu de los campechanos se había reanimado”: sinécdoque.
18) “de aquel fuego devorador que encendieron las miradas del desconocido”: metáfora.
19) “Pero estaba escrito en las inalterables páginas del libro eterno de los destinos…”:
metáfora.
20) “… que así le robaba el corazón de su prima?”: sinécdoque.
21) “Costó mucho trabajo a don Fernando y otras personas el calmar la tormenta”: metáfora.
22) “… ama con delirio a un desconocido, a un hombre que envuelto en un disfraz, que aún
no puedo arrancar”: metáfora.
23) “… de un hombre que sufre en su interior la lucha de diversas pasiones que se disputan el
imperio del corazón”: metáfora (con algo de prosopopeya).
24) “… no ha podido arrancarle el corazón, ni hacerle echar el alma entre borbotones de
sangre!”: metáfora con hipérbole.
25) “sabe el cielo que yo cumpliré mi solemne juramento”: sinécdoque.
26) “Toda la villa se pone en movimiento”: sinécdoque.
27) “elevarse hasta el firmamento”: hipérbole.
28) “…de aquel soberbio e indomable elemento”: prosopopeya.
29) “Diego el Mulato, como el ángel exterminador del misterioso libro del Apocalipsis…”:
símil, a través del símbolo o la imagen.
30) “su figura gallarda y aterradora ofrecía la imagen de del arcángel maldito, bello y
soberbio, cuando se preparaba a luchar contra Dios mismo.”: símil a través del símbolo o
la imagen. Analogía con el diablo.
31) “se defiende como un león”: símil.
32) “… en sus mejillas ligero baño de carmín”: metáfora.
33) “y chocándose contra la otra se hace mil pedazos”: hipérbole.

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34) “…dirige una mirada de fuego a Conchita”: metáfora.
35) “…corren ríos de sangre…”: hipérbole.

6) Adentrándonos en el análisis de los personajes, podemos desglosar una serie de cualidades

que distinguen a cada uno y facilitan la comprensión de su contexto:

 Diego el Mulato: el protagonista de esta historia es descrito como un hombre ligeramente

fornido, de frente ancha, nariz aguileña, boca abultada y largos rizos, cuyo color de piel ha

sido el resultado de la acción del sol intenso de la costa. Corresponde a un estatus social muy

bajo, y a lo largo de la historia saca a relucir las consecuencias de una vida dedicada a las

actividades ilícitas y vandálicas, impulsadas por un imaginario romántico y desprovisto de

educación.

 Conchita: la heroína de la novela se describe como una joven de rasgos infantiles, de largos

cabellos rubios, ojos azules y tez blanca. No parece pertenecer a un linaje de aristócratas,

sino más bien a una familia mexicana promedio ligada a una fuerte tradición cristiana, la cual

se manifiesta a través de sus constantes visitas a la parroquia del pueblo de Campeche.

La joven parece tener cierto nivel de educación, debido al lenguaje arcaizante que emite

en sus diálogos, sin embargo, dado el contexto social de la época en que presuntamente vivió,

es muy poco probable que haya recibido algún tipo de instrucción académica, y de hecho, su

personalidad se ajusta al canon machista de su tiempo.

 Don Fernando García Gutiérrez: el primo de Conchita se presenta como un joven bastante

apuesto, con un nivel de educación privilegiado. No obstante, a pesar de sus valores y

cualidades intelectuales, vive entregado a las pasiones y parece presentar una inestabilidad

emocional muy marcada.

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 Giovanni Strazza: es el pescador y el padre de Diego el Mulato. Se describe como un

ermitaño que vive desligado de cualquier vínculo social, que se erradica a la vida costera y la

venta del producto de su trabajo: el pescado. Es un hombre próximo a la tercera edad, y sus

rasgos, a pesar de haber sido afectados por su estilo de vida, aún ponen en evidencia su

sangre europea. Su tez es bastante robusta, de ojos verdes, mejillas y frente arrugadas, y

cabeza calva.

En ciertas oportunidades deja ver un carácter un tanto fuerte pero mitigado por el cansancio y

algunas de sus costumbres primitivas. Strazza llega a demostrar algún nivel de sabiduría, y su

fama se debe en parte por su natural filantropía.

 Fray Juan Benavente: el guardián del convento de San Francisco. Poco se sabe de este

personaje, pero está claro que se trata de un hombre dedicado al buen ejercicio de religioso, y

es conocido en el pueblo de Campeche por ser altamente honesto y confiable, y guarda cierta

relación de amistad con la madre de Conchita y con el mismo Diego el Mulato, con quien, de

hecho, en determinado momento, expresa una leve ira.

 Madre de Conchita: es una mujer de tradición muy hogareña, preocupada por su familia y

entregada al cuidado de su hija, Conchita. Tanto es el amor que manifiesta por ella, que

incluso incurre en el error de arreglar un matrimonio para la joven, con la esperanza de que

esto la sacara de su estado depresivo.

 Domingo Galván Romero: capitán a cargo de la defensa de Campeche. Parece ser un

hombre un tanto obstinado pero muy audaz y valiente. Es quien moviliza a los habitantes del

pueblo para responder ante la amenaza de los filibusteros, contra quienes, de hecho, pierde la

vida.

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 Valerio Mantilla: es el padre Conchita, que fue asesinado por Diego el Mulato, un año antes

de los sucesos narrados en la novela.

8) En cuanto a los aspectos estilísticos literarios, El filibustero está construida sobre la base del

Romanticismo, que establece la pauta para un escenario donde los personajes y los hechos

giran en torno a algunos de los tópicos mencionados al inicio, en especial el amor prohibido,

el desamor, la muerte y, en general, todo lo que conlleva a las pasiones. Es decir, en este tipo

de obras, los hechos y los participantes están condicionados por las emociones y

percepciones subjetivas, dejando de lado las consideraciones racionales o hasta lógicas.

Cabe destacar que, de hecho, estas cualidades establecen cierto paralelismo o relación

de intertextualidad (no explícitas o manifiestas dentro de la obra, a diferencia del Han de

Islandia, de Victor Hugo, o lo que probablemente sea el Don Quijote de la Mancha de

Cervantes) entre la novela en cuestión y otras obras famosas de la literatura decimonónica,

aunque no necesariamente mexicanas. Tal vez las más evidentes sean: El estudiante de

Salamanca de José de Espronceda o el Don Juan Tenorio de José Zorrilla, donde se evidencia la

constante del amor y el desamor, arraigados con el mito masculino y femenino, que establecen

una distinción muy marcada en la naturaleza de los amantes, en especial por sus condiciones

socioeconómicas y sus valores morales.

Asimismo, estos tres textos introducen a la figura del despechado que, si bien en el

caso de Justo Sierra viene siendo un joven que pretende ganarse por la fuerza el amor de su

prima, en las otras dos obras, este personaje toma forma en una figura paternal que comparte la

misma sangre con la enamorada y guía sus acciones por un ideal de justicia y/o venganza. Véase:

Don Gonzalo de Ulloa, padre de doña Inés, o Don Diego, hermano de doña Elvira. Sin embargo,

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en Don Juan Tenorio, el despechado que busca la venganza es también personificado por don

Luis Mejía.

Aparte, los protagonistas de las tres obras coinciden con la figura de un vándalo cuya

reputación está manchada dentro de la sociedad, y que de alguna manera se lleva la vida y la

honra de sus adversarios. El más claro ejemplo de esto se evidencia en la batalla que libran

Diego el Mulato y don Fernando, y paralelamente, el duelo de Don Juan contra don Luis.

Ahora bien, tomando en cuenta que el prólogo de El filibustero hace mención a un

hecho histórico representado en las páginas de la novela, es necesario tomar en cuenta algunas

características de aquel género literario que se hace llamar “novela histórica”. De acuerdo con

Imbert (1951, citado en Menton, 1993), estas novelas “(…) cuentan una acción ocurrida en una

época anterior a la del novelista” (s/p), y efectivamente, Justo Sierra pretende recrear lo que dice

ser un mito del siglo XVII, muy popular en la península de Yucatán. Pero sucede que, a pesar de

la búsqueda de estos novelistas por una recreación fidedigna de los hechos pasados, los mismos

sufren modificaciones en menor o mayor grado debido al tratamiento del lenguaje y la aplicación

de ciertos mecanismos de rarificación como lo son los cronotopos, de Mijaíl Bajtín, fácilmente

evidenciados al considerar las relaciones intertextuales antes planteadas, a cuya asociación de

personajes podría anexarse la aparición de constantes ambientales; véase, la noche y el mar.

Adicionalmente, la novela de Sierra incurre en la manipulación del tiempo a través de

saltos en la narración y la introducción de nuevas tramas; aspecto que, si vamos al caso, define a

la gran mayoría las producciones literarias existentes, en especial las narrativas. Todas estas

consideraciones nos llevan a tomar en cuenta la afirmación de Aínsa (2003), en la que la ficción

es un elemento imprescindible para la representación de un hecho que ya ha sido narrado

previamente. Aspecto que se realza si recordamos que los hechos que han inspirado la novela en

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estudio no corresponden a pasajes claramente atestiguados o que, se asume, no han sido

registrados en algún soporte escrito, lo cual le confiere ese aspecto de leyenda.

Lo anterior nos permite llegar a la conclusión de que El filibustero de Justo Sierra

O’Reilly puede ser catalogada como una típica novela histórica romántica.

9) El filibustero es sin duda una obra bien lograda y emocionante, que al ser concebida bajo el

manto del Romanticismo y estar inspirada en un hecho histórico del siglo XVII en

Latinoamérica, consigue impregnarse de un componente cultural altísimo, que permite

dilucidar la estructura social del continente en aquella época, y su clara relación con España y

toda Europa. El vínculo amoroso que se establece entre Diego el Mulato y Conchita y todas

las consecuencias a que aquello conlleva, sugiere que la novela no contiene sino la recreación

de un hecho ficticio, pero ofrece una mirada distinta al concepto de piratería que se maneja

en la actualidad.

Tomando como base las ideas planteadas por Fernando Aínsa (2003), en su texto:

Reescribir el pasado, considero que Justo Sierra ha conseguido un balance perfecto entre los

referentes reales y los ficticios, lo cual ha sido resaltado por la utilización de un lenguaje literario

rico en recursos y tratamientos estilísticos. No cabe duda de que la ficcionalización es un factor

importantísimo al momento de reconstruir un hecho.

Si bien cabe la posibilidad de que casi todos los acontecimientos narrados se

correspondan con algún suceso histórico verídico, es inquietante la similitud que se establece

entre esta novela y la tradición histórica romántica de Europa (en especial de España), con todas

las historias que fueron producidas en su seno; las cuales, a su vez, pudieron haber sido producto

de tratamientos artísticos sutiles y específicos aplicados sobre referentes reales. Esto nos habla de

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una enorme paradoja de intertextualidad y nos habla de una genialidad creadora por parte de

Justo Sierra O’Reilly, un mexicano que supo empaparse de los maestros de la literatura europea,

de la talla de Hugo, Scott, Lytton o Dumas, y supo expresarse en el contexto de una nación en

surgimiento.

REFERENCIAS

Aínsa, Fernando. (2003). Reescribir el pasado. Mérida (Ven.): El otro, el mismo.

Bajtín, Mijaíl. (1986). “La palabra en la novela”. En: Problemas literarios y estéticos. La
Habana: Editorial Arte y Literatura.

Cruz, Oscar. (1999). El combate a la piratería en Indias 1555-1700. Recuperado de


https://books.google.es/books?
hl=es&lr=&id=2TlC2Ko0Ag4C&oi=fnd&pg=PA9&dq=pirateria&ots=zPIdx_fan1&sig
=0OzGh0FyxR45YuE-zbYtzqsrlpE#v=onepage&q=pirateria&f=false

De Espronceda, José (1840). El estudiante de Salamanca. Recuperado de


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