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LAS NUEVAS VESTIDURAS DEL CREYENTE

Texto: Colosenses 3:1-17

Este hermoso capítulo trata la vida resucitada del


creyente, porque el cristianismo no es sólo la obtención
de un perdón, sino el nacimiento de una nueva criatura,
una vida nueva. Cuando nuestros primeros padres
pecaron, se vieron desnudos. Se cosieron delantales de
hojas de higuera, pero eso no fue adecuado. Dios
intervino y los revistió como Él quiso. Espiritualmente
debemos vestirnos como Dios quiere, para serle
agradables. Esto es lo que vemos en nuestro texto.
Para enseñarnos usando términos fáciles de entender,
Pablo compara la vida del creyente con alguien que se
quita una ropa vieja y andrajosa, y se pone algo nuevo y
limpio. Habla de lo que hemos de dejar: “dejad” (v.
8), “despojado” (v. 9), “revestido” (v. 10) y “vestíos” (v.
12). Son todos términos de nuestra responsabilidad
humana – cosas que nos toca hacer.
Primero, en los versículos 8 y 9 enumera las cosas que
hemos de dejar atrás en la nueva vida, y da la
razón: “habiéndoos despojado del viejo hombre con sus
obras” (v. 9). Debemos dejar la ropa andrajosa de las
costumbres y del carácter pecaminosos, como cuando
uno lleva la ropa vieja que no sirve y la entrega a un
ropero municipal o la desecha. A veces nos cuesta dejar
prendas que hemos llevado por años, pero es
exactamente lo que el Señor nos llama a hacer. “El viejo
hombre” simplemente es todo lo que cada uno de
nosotros era naturalmente en Adán, nuestro modo de
pensar, sentir y ser. Si nos despojamos de algo, ¡no lo

usamos más! Pero el Señor no habla


sólo de quitar, sino también de poner. “Revestido del
nuevo” (v. 10) habla de conformarnos a la imagen de
Cristo – y se refiere a los valores, al carácter, a la forma
de pensar y ser, de reaccionar, etc. La “imagen” de Dios
no se ve en la forma del cuerpo, sino en lo moral y el
carácter. El versículo 11 dice que no es según grupos
étnicos, razas, culturas o tradiciones, sino según Cristo.
Debemos conformarnos moral y espiritualmente al
Señor Jesucristo. Esto representa un gran cambio, el
cual es digno de nuevas criaturas (2 Co. 5:17). El Señor
usa este símbolo para ayudarnos a entender qué es lo
que debemos hacer: quitar y poner, dejar, despojarnos y
revestirnos. El versículo 5 lo dice de manera más
fuerte: “haced morir”. No se trata de lo que Dios debe
hacer ni de lo que debemos pedirle en oración, sino de
decisiones y determinaciones que nosotros hemos de
tomar.
El versículo 12 dice: “vestíos”. Es una exhortación
hecha a nosotros, no a Dios. No que Él nos vista, porque
aquí se trata de lo que nosotros mismos nos vestimos, de
lo que escogemos y ponemos, de cómo nos presentamos.
Cuando dice “como escogidos de Dios” no se trata de la
idea calvinista de que Dios escogiera sólo a ciertas
personas para ser salvas, sino de que Dios escoge y
predestina a los creyentes para ser conformados a la
imagen de Su Hijo (Ro. 8:29; Ef. 1:4). Los creyentes
somos santos y amados, declarados así por Dios, y
debemos vivir correspondientemente. En la Iglesia
Católica los santos están en las paredes, en estampas y
figuritas. Pero la realidad es que los creyentes somos los
santos, y por eso Pedro escribe recordándonos el
mandamiento divino: “Sed santos, porque yo soy
santo” (1 P. 1:15-16), y dice que esto debe ser “en toda
vuestra manera de vivir”. Es decir, en todo momento y
toda situación. Como Colosenses 3:12 dice: “vestíos”,
debemos tomar para nosotros lo que Dios provee, y
ponerlo, vestírnoslo. En el versículo 1 dice: “buscad las
cosas de arriba” y en el versículo 2,“poned la mira en
las cosas de arriba”, no en el escaparate del mundo. Es
una manera nueva y celestial de pensar y vivir. ¡Qué
bueno y agradable le es a Dios cuando un creyente deja
de mirar al mundo alrededor suyo, sus amigos
inconversos, la gente en general, los deportistas y
cantantes, etc. y ya no los toma como punto de
referencia o modelo que imitar de ningún modo. El
himno dice: “dejo el mundo y sigo a Cristo” y ¡ojalá
hiciéramos todos esto! Hay demasiados que profesan
creer en Cristo pero cuya mira está en el mundo y las
cosas de abajo.
El versículo 12 dice que debemos vestirnos
de “entrañable misericordia”. Esto es, un corazón de
compasión del que la necesita, que sufre y no tiene
fuerza. Hay muchos pedigüeños que fingen necesidad y
buscan aprovecharse de la gente. Pero hay gente
verdaderamente necesitada, y qué bueno cuando el
cristiano muestra compasión, entrañable misericordia,
y no es mezquino. Gálatas 6:10 dice: “Según tengamos
oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a
los de la familia de la fe”. ¡Qué feo ver a un creyente
tacaño, sin compasión, y qué triste es cuando hay
hermanos sirviendo al Señor, viviendo
sacrificadamente, y los demás hermanos ponen excusas
y no los ayudan, como dice 1 Juan 3:17, “Pero el que tiene
bienes de este mundo y ve a su hermano tener
necesidad, y cierra contra él su corazón, ¿cómo mora el
amor de Dios en él?” La entrañable misericordia no es
del viejo hombre, sino del nuevo, de Cristo, y nos
tenemos que vestir de ella.
El mismo versículo 12 dice también: “benignidad”. Es
un espíritu no mezquino, ni duro ni cruel, sino dispuesto
a ayudar y hacer bien. Después leemos: “humildad” (v.
12). La humildad es la actitud de considerar a otros como
más importantes, y se ve en los hechos, cuando
deferimos y preferimos a otros. La altivez trae conflicto,
pero hay paz entre los humildes. El amor propio es
enemigo de la humildad. El versículo 12 nombra
también la“mansedumbre” como algo que debemos
ponernos como escogidos de Dios. El Señor Jesucristo
se describió como “manso y humilde” (Mt. 11:29). La
mansedumbre no es cobardía ni falta de fuerza, sino
fuerza bajo control. Es el negarse a uno mismo; es el
dominio propio, que por ejemplo, no da rienda suelta al
enojo. Y finalmente en este versículo vemos
la “paciencia”, manifiesta cuando esperamos en el Señor
y Sus promesas, sin ponernos nerviosos.
En el versículo 13 vemos estas primeras cinco
vestimentas o cualidades en acción: “soportándoos unos
a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere
queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó,
así también hacedlo vosotros”. Puede haber
discrepancias entre creyentes, pero somos llamados a
soportarnos. Esto no significa soportar la falsa doctrina,
sino más bien cosas como idiosincrasias o diferencias en
gustos y costumbres. Es importante aquí notar cómo
perdonar, porque el patrón dado es “de la manera que
Cristo os perdonó”. Debemos vestirnos de una
disposición a perdonar, no a guardar rencor. Dicho esto,
el Señor perdona a los que se arrepienten y confiesan su
pecado (Lc. 17:3-4; 1 Jn. 1:9). Pero no debemos
decir: “perdono pero no olvido”, porque esto es carnal,
no espiritual. El Señor no nos trata así y no debemos
tratar así a los demás; así que, no haya amargura en
nuestro perdón.
El versículo 14 dice: “y sobre todas estas cosas vestíos
de amor”. Esto da gran importancia al amor. Trata el
amor como el“vínculo perfecto”. Un vínculo es algo que
une. Dicen que en España cada cuatro minutos hay una
separación matrimonial. Hicieron votos en público, ante
Dios y testigos, y luego los quebrantan. Dios manda que
lo que Él juntó, no lo separe el hombre. Cierto es que
nada puede separarnos del amor de Dios en Cristo Jesús
(Ro. 8:38-39). Es el vínculo perfecto y en este vínculo
divino está la seguridad de nuestra salvación. Debemos
amar a Dios por encima de todas las cosas, antes que
otras cosas o personas, y más que ellas. Si hay que
escoger, en casos de mala doctrina o la práctica de
pecado, está claro: Dios primero. Pero todavía está la
exhortación: “El que ama a Dios, ame también a su
hermano” (1 Jn. 4:21).
“Y la paz de Dios gobierne en vuestro corazón” (v.
15). Hemos de ser ministros de paz. “El fruto de justicia
se siembra en paz para aquellos que hacen la paz” (Stg.
3:18). Pero aquí habla más bien de gobernar en nuestro
corazón, el lugar donde tomamos decisiones, la
ciudadela de nuestro ser. Alguien dijo que el corazón es
donde está el timón de nuestro ser. Al valorar las cosas y
personas, o al tomar decisiones, debe gobernarnos la paz
de Dios.
El versículo 16 nos enseña lo importante que es que
more la Palabra de Cristo en nosotros. Debemos tenerla
constantemente como nuestro punto de referencia y
consejero (Sal. 119:24). Es lámpara a nuestros pies (Sal.
119:105), guiando nuestros pasos. Por ejemplo, alguien
pregunta si está bien ir a ver un torneo de boxeo, y otro
pregunta si está bien ir a bailar. La respuesta es: ¿lo
haría Cristo? Si la Palabra de Cristo mora en nosotros en
abundancia, y la paz de Dios gobierna en nuestro
corazón, ¿qué tipo de cosa nos interesa y nos agrada? El
versículo 17 dice que debemos hacer todo en el nombre
del Señor Jesucristo. Nada en nuestro nombre – pues no
somos nuestros, ya que hemos sido comprados por
precio (1 Co. 6:19-20).
“Dando gracias a Dios por medio de él” (v. 17). Otra
cosa que debemos ponernos como creyentes es el
agradecimiento: “sed agradecidos” (v. 15). El creyente
no debe ser quejoso. Debe hablar con sabiduría, cantar
con gracia: salmos, himnos y cánticos espirituales. Su
lenguaje no es vulgar, profano, mundano, sino espiritual
y agradable a Dios. Todo esto pasa cuando la Palabra de
Dios gobierna, mora en abundancia en nosotros.
El Señor nos ha dado un armario espiritual lleno de
nuevas vestiduras, y ahora nos toca aceptarlas, darle las
gracias y ponerlas para que agrademos y glorifiquemos
al Señor. Que Él nos ayude a hacerlo, para Su gloria.
Amé

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