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Conocimiento social, compromiso y praxis: una apuesta

epistemológica a la crisis civilizatoria.

Probablemente dos de las metáforas más cercanas a lo que acontece en la actualidad sean
las obras literarias de Aldous Huxley y de George Orwell, Un mundo feliz y 1984
respectivamente. Ellas son consideradas como dos visiones u horizontes de futuro distintas
pero que comparten el mismo rasgo: expresan de manera genuina el futuro no deseable y
contrario a cualquier utopía pensada con anterioridad por ser un mundo estrechamente
controlado. Por un lado, Orwell profetizaba una sociedad triste y temerosa; por el otro,
Huxley en cambio caracteriza el futuro como una sociedad fundada en la alienación y la
despreocupación. Sin embargo, en ambos casos la libertad individual se encuentra
constreñida y ofende a una sociedad de individuos entrenados para obedecer y seguir
rutinas prefijadas por el poder que hace mover los hilos, es decir, una sociedad de
dominadores y dominados donde cualquier indicio de alternativa de cambio se hace
inimaginable. En otras palabras, la pesadilla de ambos escritores estriba en la imposibilidad
de los individuos de poder decidir sobre sus propias vidas, independientemente de las
condiciones materiales de vida que la sociedad pueda garantizar o prometer (Bauman,
2013), y paradójicamente, ambas pesadillas se materializaron en la sociedades
occidentales antes de finalizar el siglo XX.

A partir de las obras de Huxley y Orwell podría caracterizarse la sociedad contemporánea.


Ella, sino la civilización misma, experimenta una profunda crisis o una serie de crisis
profundas; crisis del modelo económico neoliberal; de las democracias y los sistemas
políticos fundados en la Ilustración; de las instituciones y de los marcos de entendimiento
entre el ciudadano y el Estado; de los valores nacidos del proyecto de modernidad de
Europa y Estados Unidos; de las ciencias modernas que dejaron de lado o escamotearon
la reflexión acerca de la finalidad del conocimiento científico a pesar de los nefastos efectos
de sus aplicaciones en el medio ambiente, entre otros más síntomas de la crisis sistémica
civilizatoria 1.

Precisamente, Ulrich Beck denomina a las sociedades actuales «sociedad del riesgo»,
caracterizada por la transición entre las seguridades que brindaba la modernidad, por lo


Rubén Castillo es sociólogo de la Universidad Cooperativa de Colombia; estudiante Maestría en Estudios
Sociales de la Universidad Pedagógica Nacional. Actualmente es coordinador general del Centro de Estudios
e Investigaciones Interdisciplinarias – CEI-.
1
El término “crisis sistémica civilizatoria” tiene tres componentes que lo definen: en primer lugar, se afirma
que es una situación límite de la sociedad que pone en juego la organización social y las relaciones sociales
que la constituyen, y puede constituirse en un momento de transición entre una forma de organización social
y otra dependiendo del tipo de disputas sistémicas que existan en ese momento y de los actores sociales que
las asumen. En segundo lugar, es una crisis de todo el sistema de dominación; es decir, de la estructura social
en su conjunto en todos los niveles (local, nacional, internacional) donde el reformismo ha llegado a su
situación límite y no puede sortear los conflictos sistémicos. Y finalmente, es civilizatoria porque sus causas y
efectos operan dentro del sistema de creencias, prácticas y valores sobre las que se fundó la civilización
occidental y que es desde hace un poco más de 500 años hegemónica.
menos en Europa con el modelo de “Estado de bienestar” y EEUU con el New Deal, frente
a las incertidumbres que se generan estructuralmente, pero que ahora son transferidas al
individuo, para que dentro del ejercicio de libertad y múltiples posibilidades sea él quien las
asuma y las supere. De este modo, las estructuras de poder otorgan ciertas libertades al
individuo y sin embargo, sus políticas generan inestabilidades y riesgos que el individuo
debe tramitar y resolver sin la ayuda de las estructuras de poder (Beck, 2006).

Así las cosas, es una sociedad profundamente individualizada en la que se materializan las
pesadillas de Huxley en la que la idea de satisfacción social y felicidad están permeadas
por el consumo y la alienación aceptada y festejada. Asimismo, se cumple la pesadilla de
Orwell porque es una sociedad profundamente represiva de panópticos cada vez más
sofisticados2. De este modo, siguiendo a Beck, las libertades surgidas en la modernidad
son una especie de libertades precarias en la sociedad del riesgo que él denomina
«individuación».

Ahora bien, se puede compartir con Beck el diagnóstico de la situación actual y de los
efectos en el individuo; sin embargo, la solución a la crisis sistémica civilizatoria no puede
tramitarse desde la individuación, en la medida en que precisamente la autocultura
impuesta por la sociedad del riesgo hace que las luchas sean fragmentarias y dispersas.
Podría decirse en el lenguaje de Bauman, que en el capitalismo liviano las luchas se hacen
también livianas y hasta gaseosas; las identidades políticas y su capacidad de movilización
son precarias al igual que las libertades que las sustentan. Ejemplo de ello, los novísimos
movimientos sociales urbanos que se caracterizan por su estado gaseoso, es decir,
acciones colectivas disolubles en el tiempo y solidaridades con arreglo a emociones, en el
sentido weberiano, que se ajustan a las lógicas de dominación porque no tienen la
capacidad de imaginarse el fin del capitalismo, el fin del colonialismo (De Sousa, 2010) y
del patriarcalismo, los tres pilares civilizatorios modernos.

Lo anterior lleva a preguntarse, ¿A partir de qué categorías de análisis se puede


comprender la realidad? La lectura que hace Orlando Fals Borda sobre la crisis se orienta
a la incapacidad que tiene el sistema de dominación de recomponerse de igual forma a
como lo hacía antes; es más, las políticas de reforma han sido incapaces de sortear la crisis
sistémica civilizatoria.

Desde dicha perspectiva, distinta a la europea, Fals Borda reconoce la crisis generalizada
de la sociedad contemporánea y los límites posibles a los que ha llegado el sistema de
dominación. Dicha crisis para él ocurre en un momento histórico importante debido a que
su única solución posible es la transformación radical de las estructuras tradicionales sobre
las que se cimentó la sociedad. Las causas de la crisis social son multicausales. Por un
lado, la desorganización de la sociedad ha permeado las instituciones, el sistema de valores
y normas socialmente aceptadas, contradicciones sociales antagónicas que ya no permiten
su trámite a través de las técnicas del ejercicio del poder y han penetrado a los grupos
sociales básicos y a los individuos, pero también se nutre de una mayor conciencia colectiva

2
Para el caso del panóptico en la ciudad contemporánea, Zigmund Bauman (2013). La modernidad líquida.
Fondo Económico de Cultura: Argentina.
de los problemas que aquejan a las sociedades y que su solución debe ser a través de
profundos cambios en la estructura social, ya que el reformismo ha presentado limitaciones
en sus alcances y los vínculos coloniales de América Latina han impuesto una violencia
institucional contra cualquier atisbo de cambio (Fals, 2009).

Probablemente la primera categoría de análisis para sortear la crisis sistémica civilizatoria


sea la de conocimiento social, ya que éste desde su nacimiento en la modernidad ha
prometido dar los elementos reflexivos para entender la realidad. De igual forma, si se
asume que los investigadores son hijos de su época y piensan el mundo de la vida a partir
de las posibilidades y limitaciones que les ofrecen sus horizontes de realidad y de futuro el
conocimiento social es una apuesta política o mejor aún, como lo diría el poeta Paco Ibáñez
sobre su práctica social, “un campo de batalla cargada de futuro” que tendría mucho que
decir acerca de la crisis y su resolución definitiva porque es parte de ella.

En esa perspectiva, la realidad es cambiante, en construcción abierta y no determinada por


las estructuras sociales, sino siguiendo una relectura de Marx y Gramsci, la acción humana,
a través de la praxis, tiene la capacidad de modificar parcial o totalmente la sociedad. Sin
embargo, para que ello tenga lugar es necesario comprender que el investigador está
inmerso en la realidad y ello adquiere un profundo significado ético-político en la medida en
que su práctica social e investigativa puede aportar a la construcción de un proyecto de
sociedad. En otras palabras, comprende la conciencia histórica como realidad abierta
donde el investigador social es producto y creador de la historia (Torres & Torres, 2000).

Ahora bien, desde el punto de vista epistemológico, la construcción de las ciencias sociales
ha estado fuertemente influida por el positivismo a través de la necesidad de entablar leyes
universales que expliquen los fenómenos sociales y de la necesidad de encuadrar la
realidad a los marcos teóricos explicativos, lo cual ha provocado un desfase entre teoría y
realidad, que se manifiesta en la repetición de contenidos ajenos a la realidad e hipótesis
que validan la teoría pero no permiten construir conocimiento pertinente para los actores
sociales. Desde ese punto de vista, es interesante el derrotero que se proponen las teorías
críticas latinoamericanas de elaborar un pensamiento epistémico centrado en preguntas,
que no sea a priori sino contrastado con la realidad; es decir, es una apuesta de
comprensión de varias realidades para significar varios elementos (un pensar epistémico
que no sea confundido con un pensar teórico) (Torres & Torres, 2000).

En esa lógica, para Zemelman, aquello ocurre en el campo del análisis categorial, lo cual
significa que las categorías deben ser posibilidades de contenido y no con una significación
única, en la medida en que los tiempos históricos son diferentes y por tal razón, las
categorías cambian. Así las cosas, una apuesta epistemológica crítica emancipadora evita
la exegesis de la teoría, ya que ella es una construcción histórica donde el significado que
el autor le confiere debe ser dilucidado y preguntarse sobre sus intenciones al afirmar una
teoría o usar una categoría de análisis. De este modo, el conocimiento está relacionado con
la época en la que fue elaborado y la preocupación por él tiene implicaciones políticas,
como por ejemplo, la relación entre sujetos sociales y proyecto político (Zemelman, 2011).

La segunda categoría de análisis de la realidad es la de compromiso, debido a que la crisis


incluye al científico como ser humano y como hacedor de cultura, lo cual obliga a la ciencia,
cuando es comprometida, a tener en cuenta que la participación en la sociedad no es
neutral y no está por fuera de la crisis. Al contrario, la ciencia al participar de la crisis, debe
asumir una actitud de “autoconciencia científica de la sociedad” que va más allá de la
reflexión epistemológica y se sitúa en la práctica metodológica y ética (Fals, 2009). Así las
cosas, para entender la crisis en todas sus dimensiones hay que hacer uso de una
sociología que haga ruptura con los centros de poder a nivel mundial porque ellos están
imbuidos de las lógicas de poder que generaron la crisis. En otras palabras, la sociedad
contemporánea podría en un futuro estar en un momento de crisis revolucionaria donde el
científico debe tomar partido hacia alguna de las fuerzas en pugna; la apuesta e invitación
de Fals Borda se dirige hacia las fuerzas de transformación radical de la sociedad, es decir,
los movimientos populares.

Dicho de otro modo, Orlando Fals Borda invita a elaborar una sociología que combine la
teoría crítica, la acción transformadora y el compromiso con las causas revolucionarias.
Ahora bien, para que la sociología adquiera el papel de compromiso político con las clases
subalternas debe reconocer que ella misma se encuentra en crisis y que la salida
epistemológica es el dialogo interdisciplinario con otros saberes y ciencias sociales.
Precisamente, el carácter interdisciplinario de la ciencia comprometida le permite reconocer
el papel de la ideología en el ejercicio del poder y la lucha por la hegemonía; ella es reflexiva
sobre la forma en que el proceso de institucionalización ha llevado a la sociología hacia el
control social y el reforzamiento de la ideología dominante, como por ejemplo, la apuesta
del estructural-funcionalismo hacía la permanencia del orden, lo cual no le ha permitido
superar el sociocentrismo y el etnocentrismo.

En ese orden de ideas, ¿En qué medida los investigadores sociales están enmarcados en
esquemas teóricos y se inventan sujetos que no cumplen con las expectativas
revolucionarias que la ideología emancipadora les atribuye? Por un lado, la conciencia
histórica es el concepto que intenta dar respuesta a esta inquietud, debido a que la
subjetividad permite comprender las configuraciones de las prácticas sociales que hacen
que el sujeto tenga la posibilidad, como horizonte de futuro, de asumir tareas históricas de
gran envergadura a partir de su subjetividad. En ese sentido la teoría emancipadora debe
comprender que hay prácticas y actores que son emergentes, los cuales posibilitan
observar y explicar la realidad social, pero no es la explicación en sí misma de la realidad
social. Definitivamente, los sujetos, incluyendo los investigadores sociales, deben ser
comprendidos desde su historicidad y las categorías de análisis que se usan para su
entendimiento deben observarse desde distintas miradas, conjugando las exigencias
epistemológicas con las de carácter ético-político.

La tercera categoría de análisis de un conocimiento social pertinente para la transformación


de la sociedad y de esta manera sortear la crisis sistémica civilizatoria es la praxis. A modo
de tesis se podría afirmar que los fundadores de la concepción materialista de la historia
desarrollan su análisis del modo de producción capitalista a partir de la actividad humana,
utilizando para ello la categoría de praxis como punto de partida, porque lo más
característico y propio de lo humano es precisamente la praxis, lo cual lo diferencia del resto
de la naturaleza. A partir de lo anterior, se puede observar diferentes tipos de prácticas,
tales como la práctica teórica, la práctica onírica, la práctica alucinatoria (subjetivamente
alienante), entre otras. Desde luego que el concepto de práctica tiene un significado
específico, entendido como actividad o ejercicio, por tal razón, se puede hablar de práctica
filosófica o teórica, la cual no es praxis pero si es una acción relacionada con el ejercicio de
hacer filosofía. De este modo, la concepción materialista de la historia utiliza la praxis como
su categoría central en cuanto “su objeto de estudio no es el ser en sí sino el ser constituido
por la actividad humana real”.

Así, Adolfo Sánchez Vázquez (2003), por ejemplo, señala que en la filosofía de la praxis en
la versión de Antonio Gramsci, hay una novedad radical de cara a otras teorías filosóficas
y que ella radica en el mismo objeto de estudio y por ende de las problemáticas y el campo
de visión de la teoría, porque en ella se opera un cambio en la comprensión de la realidad
como objeto de estudio, ya que comprende la realidad como actividad humana, sensible y
real, y no como mero producto de la conciencia o fenómeno de la cosa en sí (I Tesis sobre
Feuerbach). Asimismo, el cambio de objeto de estudio adquiere un significado especial ya
que no se reduce solamente a un cambio de objeto sin transformar radicalmente su práctica
investigadora; es decir, “no se limita a interpretar solamente el mundo, sino a transformarlo”
(XI Tesis sobre Feuerbach). En otras palabras, hacer praxis.

Justamente, la práctica investigativa desde la praxis radica la novedad. La investigación


social de la praxis implica una opción ideológica por parte del intelectual que la asume, es
decir, un punto de vista de clase, y en ese sentido, la filosofía de la praxis convoca al
intelectual a dejar de contemplar el mundo y lanzarse a su transformación; es un punto de
partida ética y axiológica y cumple una función práctica; es la categoría de compromiso
aplicada a la práctica investigativa. En palabras de Gramsci,

[“el problema fundamental de toda concepción del mundo, de toda filosofía que se
haya convertido en movimiento cultural, en una “religión”, una “fe”, es decir, que
haya producido una actividad práctica y una voluntad y esté contenida en ellas como
“premisa” teórica implícita...], es […el problema de conservar la unidad ideológica
en todo el bloque social, cimentado y unificado precisamente por esa determinada
ideología]” (Gramsci, 1981).

Mejor aún, para Gramsci el conocimiento social debe ser crítico y orientado hacia la
emancipación, y cuando se hace hegemónico se convierte en sentido común; y el
conocimiento social desde la praxis al convertirse en ideología, es decir, intelectualmente
hegemónico, supera el sentido común existente y a las filosofías sistemáticas, al hacerse
acción política transformadora. Esta es la razón por la que la filosofía de la praxis o
concepción materialista de la historia no se puede presentar sino de forma polémica y crítica
porque pretende superar el modo de pensar hegemónico o mundo cultural; en últimas, el
conocimiento social desde la praxis es ante todo crítica al sentido común (Gramsci, 1981).

Finalmente, conocimiento social, compromiso y praxis son tres categorías de reflexión


epistemológica que están a la orden del día para resolver definitivamente la crisis sistémica
civilizatoria en la medida en que el investigador social, como sujeto histórico, transforma la
realidad a través de su práctica teórica y su trasegar por el mundo. Desde el punto de vista
crítico, se aplica la idea de Walter Benjamín de “realista en el análisis y optimista en la
voluntad”.
Bibliografía
Bauman, Z. (2013). La modernidad líquida. Argentina: Fondo de Cultura Económica.

Beck, U. (2006). La sociedad del riesgo global. España: Siglo XXI de España Editores.

De Sousa, S. B. (2010). Refundación del Estado en América Latina. Perspectivas desde una
epistemología del Sur. Perú: Álvaro Maurial Editores.

Fals, B. O. (2009). Una sociología sentipensante para América Latina. Bogotá: Siglo del Hombre
Editores y CLACSO.

Fals, B. O. (2009). Una sociología sentipensante para América Latina. Bogotá: Siglo del Hombre
Editores y CLACSO.

Torres, C. A., & Torres, A. J. (2000). Subjetividad y sujetos sociales en la obra de Hugo Zemelman.
Folios.(12).

Zemelman, H. (2011). Conocimiento y sujetos sociales. Contribución al estudio del presente. La Paz:
Instituto Internacional de Integración del Convenio Andrés Bello.

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