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Introducción
Cuando uno mira las entradas sobre “Hegel” en un trabajo de referencia estándar, no es
improbable que uno ehnasctuae lnat rseín atlegsois c..o. mdeom lau ecsatrraac steerri zeasecniócnia
sli pgauriae nlate f:i l“o…soeflí ap rdoec Heseog terli”á.d Diceo l da emsdisem laa tmesaisn ear
tar,a nvoéss ddiec lean a nnot írtaersaiss veces en tales trabajos de referencia o textos de
introducción, que según Hegel, “En la historia todo ocurre de acuerdo a la razón”. Estas fórmulas a
menudo son reforzadas en clases introductorias donde las habitual es restricciones de tiempo, y el
nivel de dificultad de los textos de Hegel, hacen casi imposible tratar su pensamiento con cuidado o
responsabilidad. El resultado es que un puñado de conceptos claves o lemas ha venido a ser
asociado con Hegel y su filosofía de la manera en que, por ejemplo, la famosa frase “pienso, luego
existo” ha sido vista como representativa del espíritu de totalidad del pensamiento de Descartes.
Este procedimiento, de proceder a través de un slogan, no es necesariamente pernicioso en sí
mismo. Tales frases o lemas pueden ser encontrados para prácticamente cada filósofo famoso, y se
puede incluso argumentar que sirven a un cierto tipo de función pedagógica rudimentaria. Sin
embargo, en el caso de Hegel los lemas o anécdotas son mucho más abundantes, y por lo general
mucho más malévolos, que en el caso de otros filósofos. De hecho, la reputación de ningún otro
filósofo importante ha sufrido tal oprobio universal, sobre un tan amplio espectro de publicaciones,
como las que refieren a Hegel. Por ejemplo, en lo que concierne a la filosofía política de Hegel, la
visión siguiente está lejos de ser atípica en trabajos de referencia no especializados: “Tomando el
Estado Prusiano del período de la restauración, en el cual él vivió, como el modelo para su análisis
racional, pareció cada vez más inclinado de idealizar la monarquía prusiana. Lo que sostenía del
Estado en general, como manifestación de la voluntad divina, parecía aplicarse a este Estado
particular”. Errores negativos como este sólo sirven para perjudicar el acercamiento del estudiante
hacia la filosofía de Hegel antes de que él o ella hayan emprendido un estudio serio sobre esto.
Incluso posiblemente lemas neutros o benignos como la tríada "tesis-antitesis-síntesis" tienen un
efecto adverso sobre el entendimiento apropiado de las ideas de Hegel. Estos lemas han
desarrollado lo que los especialistas han llamado “mitos sobre Hegel” o “leyendas". Bajo estos
títulos se caen varias ideas falsas o falsificaciones, populares o no, concernientes a la filosofía de
Hegel.
El problema representado por estas ideas falsas se hace más agudo debido a la naturaleza
extremadamente difícil de los propios textos de Hegel. Su complejo sistema filosófico, expresado
en un lenguaje afectado, abstracto, e idiosincrásico, seguramente ha sido una de las causas
principales para la disparidad de opinión. Donde unos ven profundidad y srcinalidad en la
oscuridad, otros ven simplemente jerga y sinsentido. El resultado del opaco estilo de escritura de
Hegel y del vocabulario cargado de neologismos, es que sus trabajos resultan en gran parte
inaccesibles al no especialista. Por consiguiente, raras veces se consulta el texto primario para
confirmar o refutar la legitimidad de una leyenda dada, y cuando se consulta el texto, no parece que
en todos los casos se pueda obtener una respuesta inequívoca. De ahí que los mitos sobreviven y se
regeneran a sí mismos en ausencia de un estándar accesible de interpretación.
El cisma entre la comprensión popular de la filosofía de Hegel, parcial como resulta a
menudo debido a los variados mitos y leyendas, y la comprensión especializada del filósofo
profesional, crea una situación difícil en el aula. Los estudiantes ven a Hegel, como a muy pocos
otros filósofos, llenos de ideas falsas y prejuicios. El instructor de Hegel, por otra parte,
invariablemente tiene a mano su propio orden pedagógico para ejecutar, conforme a los objetivos de
la clase. El problema es que el tipo de preguntas que los estudiantes hacen, a partir de estos mitos,
tiende a alejarse de los puntos específicos pertinentes y de los grandes temas en la mayoría de los
cursos. La colección presente apunta a, entre otras cosas, mejorar las dificultades de este tipo.
Procura servir principalmente para dilucidar ante el estudiante y el lector en general estos distint os
mitos sobre Hegel, para hacer posible un estudio serio de su filosofía. Procura también estar atenta a
los lugares conflictivos en los textos de Hegel que todavía constituyen los puntos de discusión entre
los expertos. Así, el objetivo de esta antología no es simplemente limpiar su de cargas injustas, sino
también ser una ayuda en la tarea ya difícil de enseñar a Hegel.
En un ensayo sumamente útil sobre la pedagogía de Hegel, Robert Salomón sugiere que uno
comience un curso sobre Hegel purgando a los estudiantes de las falsas ideas que ellos podrían
haber oído sobre él y su filosofía. Esto es también la estrategia de un número de libros sobre Hegel
que dedican una introducción o el primer capítulo solamente a esta tarea. Este trabajo de liberar al
estudiante de los prejuicios generales hacia Hegel puede ser logrado con eficacia mediante la
colección presente. La simple enumeración de los mitos en torno a Hegel ante los estudiantes, y el
decir que no son nada más que mitos, hará poco por cambiar las ideas falsas arraigadas actualmente.
Sin embargo, en los presentes ensayos, además de exposiciones precisas de su propio pensamiento,
el estudiante encontrará el relato detallado del srcen y desarrollo de estas falsas ideas. Una vez que
sus principios han sido desvelados, varios mitos inmediatamente pierden su credibilidad. Estos
ensayos proporcionan la relación histórica de la recepción de la filosofía de Hegel y de la
proliferación pdreo vfeasroiores se urrno rbeuse np oncúom aeprroo dpiea ddeossv. íEossp deerosa
qfuoert usniravdaons c eonm sou si ncsltarsuems.entos pedagógicos útiles, y ahorren a los
Como muestra el contenido de esta colección, en contraste con lo que se suele entender, los
eruditos que se dedican actualmente al idealismo alemán, han alcanzado, en una medida insólita, un
acuerdo general en lo que concierne a la mayor parte del trabajo de Hegel. Los que han hecho del
estudio de Hegel su especialidad rechazan unánimemente los mitos sobre Hegel, hasta tal punto que
para ellos, en la mayoría de los casos, han dejado de ser un asunto de debate académico genuino. La
mayor parte de estas exóticas creencias, a las que se refiere Croce como “mitad cómica s y mitad
desagradables” no tienen ninguna base razonable en los textos mismos de Hegel. Aunque haya un
número de notorios mitos sobre Hegel a los cuales ningún erudito respetable daría crédito, hay otras
ideas falsas que en diversos grados hacen sombra en el reino de discusión legítima. Por ejemplo, en
el área de la filosofía política, y de sus opiniones sobre la guerra, hay leyendas significativas que
rodean a Hegel todavía vivas. El objetivo de la colección presente es doble: primero, exponer y
corregir lo más flagrante de los mitos sobre Hegel de una vez por todas; y el segundo, cuando el
tema es menos claro, separar la versión mítica de la esfera del desacuerdo justificable en el reino de
la interpretación legítima.
Después del trabajo de Haym, las conferencias de Berlín de Schelling en los años 1840
deben ser vistas
como una de las influencias negativas más decisivas sobre la recepción de la filosofía de
Hegel en Alemania.
Aunque Hegel y Schelling fueron amigos de juventud, estuvieron juntos como estudiantes
de teología en
Tübingen, y luego como colaboradores del Diario Crítico de Filosofía y como colegas en
Jena, con el
tiempo se alejaron gradualmente, y sus críticas mutuas fueron cada vez menos veladas. En
1841, diez años
pdreosppiuaé sin dfelu lean mciuae drties mdein Hueíag eml,i Sencthrealsl ilnag d, eu nH
neigñeol pcrroedciíga,i or eecni bsiuó tiuenm pproo,f eqsuoer ahdabo íad issitdinog tueisdtiog oe nd
eB ceórlmíno. sEun sus
conferencias de Berlín, a las cuales asistieron, entre otros, Marx y Kierkegaard, Schelling
criticó y ridiculizó
despiadadamente muchos aspectos del pensamiento de Hegel. Muchos mitos sobre Hegel
que provienen de
la amargura de Schelling, se extendieron rápidamente por la influencia de sus famosos
pupilos. Como dice un
escritor, “A través de Kierkegaard legiones de lectores en el siglo XX, que apenas conocen
el nombre de
Schelling, dan por sentado como algo históricamente exacto su rencorosa figura de Hegel.”
En Francia, las conferencias en el Sorbonne en los años 1930, realizadas por el emigrado
ruso Alexandre
Kojève representan sin duda el acontecimiento clave en el estudio francés de Hegel. Las
provocativas
interpretaciones de Kojève, sin embargo, de vez en cuando totalmente equivocadas, fueron
principal fuente
de información sobre la filosofía de Hegel para toda la generación de intelectuales franceses
de postguerra.
Las figuras claves de fenomenología francesa, del existencialismo, y del marxismo, como
Raymond Aron,
Maurice Merleau-Ponty, Georges Bataille, y Jacques Lacan, estaban todos presentes en las
conferencias de
Kojève, y más tarde desarroll aron la interpretación de Hegel que allí recibieron en varias
direcciones, de
acuerdo con sus respectivos programas de investigación.. Estas conferencias, que
posteriormente fueron
recogidas y publicadas por Raymond Queneau en 1947, resultaron influyentes para las
futuras generaciones
de estudiosos franceses mucho después de la muerte de Kojève. La interpretación ofrecida
por Kojève no
era hostil a Hegel, a la manera en que lo fueron Haym, Schopenhauer, y el último Schelling,
pero era bastante
particular. La lectura de Kojève, concentrada casi completamente en la Fenomenología y
sobre la dialéctica
"Señorío y Servidumbre" que allí se encuentra, hizo mucho por hacer famoso tanto este
texto como este
capítulo. Kojève parece haber tomado ampliamente prestado el trabajo de su emigrado
colega, Alexandre
Koyré, principalmente en lo que concierne al énfasis de este último en las pretendidas
afirmaciones de Hegel
sobre el final de historia. Estas afirmaciones tienen claras afinidades con las de la teleología
de la teoría
marxista, en la que Kojève se sentía más como en casa. La visión según la cual Hegel veía el
final de la
historia en su propia época y en su propio sistema filosófico ha tenido amplia aceptación en
Francia debido a
la influencia de estos dos hombres. Aunque en la literatura [especializada] estas
problemáticas opiniones hace
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ya mucho hayan sido corregidas y revisadas por estudiosos franceses de Hegel más
cuidadosos, como
Hyppolite y Labarriere, sin embargo en el saber común están todavía bastante arraigadas.
Se dice a menudo que Hegel, siguiendo el espíritu de Leibniz, era un optimista a ultranza o
una clase de
Candide alemán, que creía que todo lo que existe está bien. Este mito por lo general es
remontado hasta la
afirmación de Hegel, en el prefacio a la Filosofía del Derecho y en la Introducción a la
Enciclopedia, que
lo racional es lo real y lo real lo racional. Esta disputada frase, que resultó polémica aún en
la propia época
de Hegel, se superpone con un número de otras leyendas sobre Hegel, en particular en el
ámbito de su
filosofía política. El problemático pasaje concerniente a lo real y lo racional directamente
tratado e
interpretado por tres comentaristas diferentes en la presente colección.
Primero, en artículo de M. J. Jackson, además de proporcionar una revisión sumamen te útil
de la literatura [al
respecto] y de las variadas posiciones que se han sostenido en torno a esta cuestión, ofrece
una
interpretación y defensa de la afirmación de Hegel en su contexto político. Jackson apunta al
refutar sobre
todo las interpretaciones erróneas ofrecidas por Popper y otros en la tradición filosófica
angloamericana. Su
ensayo sirve así como una introducción útil y accesible a esta cuestión y presagia la
siguiente sección de esta
colección, que está dedicada a los principales mitos y leyendas que conciernen la filosofía
política de Hegel.
Yirmiahu Yovel, autor de muchos trabajos sobre Kant y Hegel, interpreta la jerga de Hegel
en una
perspectiva ontológica. Yovel, insistiendo en la propia jerarquía de Hegel, que coloca el
saber filosófico
encima del s aber religioso, trata de dar sentido a la afirmación disputada mediante una
interpretación del
significado de categorías de la Lógica de Hegel, como Sein, Dasein, Existenz, Wirklichkeit,
etcétera. Este
artículo se completa amablemente con la contribución final a esta sección por Emil
Fackenheim, en la cual
esto representa un resultado de lo que podría llama rse una versión secular de algunas concl
usiones de
Fackenheim.
Fackenheim, el autor del influyente estudio The Religious Dimension in Hegel’s Thought,
interpreta la
afirmación famosa en un contexto religioso. Según su perspectiva, lo racional se hace real,
para Hegel, en el
curso de la historia con el ascenso y extensión del cristianismo. Lo que tod avía se requeriría
sería la
comprensión filosófica secular de este acontecimiento histórico mundial. Así, para
Fackenheim, la
interpretación correcta de la afirmación de Hegel se obtiene cuando se consideran a la vez
sus significados
religiosos y filosóficos.
De todos los aspectos del pensamiento de Hegel, es probablemente su teoría política que ha
motivado la
crítica más venenosa. Su filosofía política, como he indicado anteriormente, ha sido
reprochada por
pretendida complicidad con las autoridades prusianas, por su implícito nacionalismo alemán
o prusiano, y por
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su papel como precursor del totalitarismo moderno o fascismo. Hay un puñado de artículos
incluidos aquí,
cada uno dedicado a refutar uno o más de los mitos referentes a la filosofía política de
Hegel.
El estudioso alemán Henning Ottmann, conocido por sus ambiciosos estudios interpretativos
sobre Hegel,
repasa la historia de la recepción de la filosofía polít ica de Hegel a través del tiempo. Instr
uctivamente
muestra como cada generación y cada nuevo movimiento político ha intentado retratar a
Hegel como un
aliado de su credo particular. El resultado ha sido la asociación injustificada del nombre de
Hegel con un
número de causas políticas desagradables, de muchas de la cuales él mismo nunca se podría
haber enterado.
El recuento de Ottmann forma una descripción sumamente útil de la variedad de leyendas
sobre el
pensamiento político de Hegel.
Como hemos visto más arriba, en gran parte gracias a la influencia de la interpretación de
Haym, Hegel ha
sido visto como el filósofo oficial del Estado prusiano, que no simplemente habría aprobado
este régimen
reaccionario y represivo, sino también servido como su ideólogo filosófico. T. M. Knox,
conocido por su
excelente traducción inglesa de la Filosofía del Derecho, liga la cuestión del acomodamiento
de Hegel con
las autoridades prusianas, por un lado, estableciendo el desarrollo de la filosofía política de
Hegel en su
contexto histórico y, por otra parte, analiza cuidadosamente un número de disputados
pasajes en el texto de
Hegel. Su ensayo en gran parte busca ser una respuesta a la amarga condena de Hegel por E.
F. Carritt en
Moralidades y Política. Knox convincentemente muestra que el Estado racional que
bosqueja Hegel en su
Filosofía del Derecho tiene poco que ver con el orden político prusiano.
El cáustico tratamiento de Hegel por Karl Popper, como he sostenido antes, ha hecho mucho
por deslustrar
la reputación del filósofo en el mundo Angloamericano. La respuesta más poderosa y
consistente a la
interpretación de Hegel de Popper proviene de Walter Kaufmann. Aparte de su conocido
trabajo sobre
Nietzsche, Kaufmann fue también el autor de un libro influyente y sumamente legible sobre
Hegel. Aunque
aquel estudio no pueda ser comparado con trabajos más recientes en cuanto a rigor
académico, hizo mucho,
sin embargo, por hacer a Hegel respetable en el mundo Angloamericano cuando la filosofía
analítica estaba
en su cumbre. En el ensayo seleccionado aquí, Kaufmann refuta directamente, y de manera
concluyente, la
abusiva contribución de Popper a las leyendas políticas exponi endo con elocuencia las
distorsiones de
Popper de las opiniones de Hegel.
Según una visión apócrifa, la teoría de Hegel del Estado establece un totalitarismo simple en
el cual los
individuos son aplastados y no tienen ningún significado por sí mismos. Franz Grégoire, el
autor de Etudes
hegeliennes, fue un importante expositor aún poco conocido de la filosofía de Hegel en el
mundo de habla
francesa. En su primera contribución a esta colección, él responde a la afirmación del
filósofo católico francés
Jacques Maritain en torno a que el estado de Hegel establece un totalitarismo que no
reconoce ningún
derecho intrínseco o valor al individuo, y cuyo poder es absoluto e ilimitado. Grégoire
responde a lo primero
bosquejando la concepción de Hegel del Estado como un organismo en cual el individuo y el
estado
permanecen en una relación recíproca, en que cada término es fundamental y necesario para
el todo. El
segundo cargo, de la misma manera, es rechazado cuando Grégoire nos recuerda que la
autoridad del Estado
Hegeliano está limitada en muchos aspectos debido al hecho que está obligado a reconocer
las libertades
subjetivas de sus ciudadanos.
Una de las cuestiones más sutiles en relación con el pensamiento político de Hegel implica
las opiniones
genuinamente ambiguas del filósofo sobre la guerra. Los que ven a Hegel como un teórico
totalitario o
ideólogo fascista afirman que sus opiniones eran fundamentalmente militaristas y que
glorificó la guerra como
un logro humano. Aunque esta caricatura haya sido universalmente rechazada, hay todavía
mucho espacio
para un debate legítimo sobre la cuestión interpretativa de cuál es exactamente la postura de
Hegel sobre el
tema de la guerra y de las relaciones internacionales. Debido a la sutileza de la cuestión y la
seriedad del
asunto, toda una sección en esta colección ha sido dedicada a responder esta pregunta. Hay
un amplio
cuerpo de literatura sobre el asunto, y en esta colección cuatro de los mejores artículos han
sido
seleccionados, lo cuales tratan los pasos claves en la Filosofía de Derecho donde Hegel
proporciona un
análisis filosófico del fenómeno de la guerra. Los autores cuidadosamente demarcan el mito
del reino de las
interpretaciones creíbles y, dentro de la esfera del éste, formulan un puñado de opiniones
diferentes y las
discuten.
Lmaá sl úlceijdoas csuo nitnritberupcrieótnac dieó nA dveinl eErsi taa deos thae
cgueelsitainóon, caorgmupmleemnteanntdao s uq uper iems,e er ne nssuasy por iennc ilpai coos
lbeácsciiócons. ,A cqounís iéslt ellnetvea
con la democracia liberal. Su conclusión en lo que concierne a la cuestión es que las
opiniones de Hegel
sobre la guerra no pueden ser interpretadas de manera justa como militaristas, o como el
aporte de un apoyo
ideológico a una política exteri or imperialista, o expansionista. De hecho, debido a que
Hegel se preocupa del
concepto de guerra en sí mismo, y no de alguna guerra particular, justamente sus opiniones
no pueden ser
invocadas al servicio de causas políticas particular es, como el nacionalismo. Avineri muest
ra como Hegel, en
contraste con muchos de sus contemporáneos, rechazó la distinción entre guerras justas e
injustas, y superó
con esto ese antiguo concepto como tal.
El rasgo característico en la manera en que Steven Walt hace su tratamiento de las opiniones
de Hegel sobre
la guerra es su tentativa de forjarse en una posición media entre, por un lado, las opiniones
expresamente
negativas, como las de Popper, según el cual la guerra para Hegel es buena en sí misma y,
por otro, lo que él
ve como opiniones positivas, pero no adecuadas, como la de Avineri que afirma que Hegel
ha condenado la
guerra. Walt argumenta que, aunque nunca glorificando o exaltando la guerra como Popper
afirma, Hegel
realmente sin embargo la ve como algo que es necesario, y esto seguiría directamente de su
visión en torno a
la relación entre los individuos y el Estado, y de sus opiniones de la soberanía de Estados
individuales.
Debido a la influencia de Kojève y Koyré, hay, en particular en los estudios franceses sobre
Hegel, una
extendida creencia de que Hegel creyó que el tiempo se detendría y que la historia tendría un
final, o que vio
el final de la historia en su propio sistema filosófico. Un remoto factor de contribución a esta
leyenda es un
chiste de Nietzsche en el sentido de que Hegel, en un arranque de vanidad, habría pensado
que la historia
habría alcanzado su punto final en el momento en que él obtuvo su deseado profesorado en
Berlín.
Recientemente el sorprendentemente popular nuevo libro de Francis Fukuyama ha traído
este mito otra vez a
la atención pública, debido a su intento de defender la afirmación de Hegel sobre el final de
la historia a la luz
de las revoluciones políticas europeas de 1989, y lo que él ve como el logro de la perfección
del estado
liberal democrático En la colección presente, el mito de final de la historia es tratado por tres
artículos
diferentes de reconocidos estudiosos de la obra de Hegel.
dLias ecmonintraidbousc iróenc ideen tPehmileinpt eT .p Gorr ieelr tarapbuanjtoa dae l oFsu
ekruryoarmesa p. oMpuuelasrtreas ceonm toor Fnuok auly fainmaal rdeec olag eh idseto rmiaa
qnueera f aucerríotnica
la muy particular interpretación de Kojève en torno al punto como si fuese una opinión del
mismo Hegel. En
su refutación de Fukuyama, Grier nos ofrece una excelente descripción de la tradición de
interpretación
errónea sobre Hegel que comienza con Koyré y Kojève.
Finalmente, el bien conocido estudioso H. S. Harris, famoso por sus rigurosos y detallados
estudios del
camino que en la filosofía de Hegel conduce hasta la Fenomenología, ofrece otra perspectiva
sobre esta
cuestión. Harris comienza mostrando que la mayor parte de la filosofía hegeliana de la
historia puede ser vista
como un desarrollo de la noción kantiana de historia universal. Poniendo el concepto
hegeliano del final de la
historia en un contexto kantiano, el ensayo de Harris sirve como un útil complemento de los
dos estudios
precedentes. Como Grier, Harris también trata la interpretación de Hegel formulada por
Fukuyama. Con
eficacia demuestra la pobreza del tratamiento hecho por Fukuyama, y muestra que lo que
Hegel entiende por
“el final de historia” no es de ninguna manera coherente con el inmoderado elogio de
Fukuyama de
democracia liberal occidental. El ensayo de Harris es en particular legible y provocativo
debido a su
integración de acontecimientos y temas políticos actuales en su análisis de la teoría de
Hegel.
AMdietomsá Vs
adrei oloss mitos y leyendas mencionadas hasta ahora, susceptibles en alguna medida de
clasificación,
hay un número de ideas erróneas sobre la filosofía de Hegel independientes entre sí, y que
deben ser tratadas
de manera individual. La sección final de esta colección está dedicada a ellos.
La ignorancia general que impera en torno a la filosofía natural de Hegel, tal como aparecen
en la disertación
inaugural, de Orbitis Planetarum, y en el segundo libro de la Enciclopedia de las Ciencias
Filosóficas ha
dado lugar a algunas malas interpretaciones influyentes. Su teoría de las ciencias naturales
en particular ha
sido desacreditada debido a su presunta tentativa de demostrar a priori que hay sólo siete
planetas, lo que
habría mostrado ser particularmente embarazoso dado el descubrimiento de Urano en 1781
lo cual,
aparentemente, Hegel ignoraba. Así, en lo que parece ser un caso paradigmático de
racionalismo salvaje,
Hegel, trabajando con un método puramente no empírico, según piensa, habría deducido
erróneamente la
necesidad del número de planetas en el sistema solar. Este mito es tratado de manera concisa
por Bertrand
Beaumont, quien demuestra que no tiene absolutamente ningún fundamento en los textos de
Hegel.
Una leyenda que toca a la vez la teoría política de Hegel, su metafísica, y su filosofía de la
religión es la idea
de que Hegel deificó el Estado y vio en él a Dios sobre la tierra. Este mito, como algunos de
los anteriores,
parece atribuir a Hegel una forma de totalitarismo político. El segundo ensayo de Franz
Grégoire ofrece una
aproximación a este mito de la divinidad del Estado. Primero, usando lo que llama “método
filológico,”
Grégoire analiza el difícil lenguaje de Hegel y concluye que lo que entiende por "divino" en
este contexto tiene
poco que ver con el uso estándar del término. En cambio, "divino" es para Hegel un término
aplicado a
cualquier cosa que muestra alguna forma de racionalidad, como seres humanos, historia,
natura leza, etcétera.
Segundo, Grégoire discute el sistema hegeliano como conjunto, y posiciona en él la teoría de
Hegel sobre el
Estado y su visión de la religión. Determinando el papel que juegan las diversas partes del
sistema, Grégoire
concluye aquí, como en su primer ensayo, que al individuo y el Estado está n en una relación
orgánica
recíproca, y así que el individuo tiene un valor necesario y fundamental que lo pone en
igualdad de
condiciones con el del Estado.
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Se afirma con mucha seguridad, aún por algunos de los partidarios más entusiastas de Hegel
como
McTaggart y Stace, que el método dialéctico de argumentación hegeliana tendría la forma
de la tríada de
tesis-antitesis-síntesis. Este es quizás el más famoso de todos los mitos sobre Hegel y, como
ya hemos visto,
todavía se puede encontrar fácilmente en enciclopedias y manuales de Filosofía. Si los
estudiantes "saben"
alguna cosa sobre Hegel es por lo general esto. En su ensayo, Gustav Mueller, autor de
numerosos trabajos
sobre Hegel, expone irrefutablemente esta leyenda, porque lo que es, remontando la
lamentable difusión de
esta idea hasta Marx, que la heredó de cierto Heinrich Moritz Chalybäus, un expositor hace
mucho olvidado
de la filosofía de Kant y Hegel.
Finalmente, existe la extendida creencia de que Hegel era un archi-racionalista. Según esta
mala
interpretación, es visto como la expresión culminante del racionalismo antes de los llamados
irracionalistas,
como Schopenhauer, Freud, y los existencialistas como Kierkegaard y Nietzsche. Según esta
opinión, Hegel
es considerado como un producto ingenuo del Iluminismo, que creyó que la razón podría
conquistar todo y
que todo en la historia es en última instancia racional. Esto, a su vez da lugar a la
desafortunada estimación
según la cual, como lo dice un escritor, “Hegel está en las antípodas de existencialismo”. “El
Mito de Razón
en Hegel” trata de erradicar esta leyenda sobre Hegel indicando ciertas continuidades entre
Hegel y el
irracionalismo, o la tradición existencialista, mostrando a la conciencia desventurada de
Hegel como el lado
negativo y destructivo de la razón.
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América. Sin embargo, ante el resurgimiento del interés por Hegel, un número de los
mismos insistentes
prejuicios todavía persisten. Los nuevos comentaristas sobre Hegel están confrontados con
una audiencia de
lectores que conoce poco sobre Hegel y todavía sufre de las numerosas ideas falsas que
contienen estos
mitos y leyendas. Es el momento oportuno de corregir estos prejuicios de tantos años de una
vez por todas, y
actualmente tenemos felizmente a nuestra disposición los medios para hacerlo.
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