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Convivencia y resolución de conflictos.

Tomado de: Caballero Grande, María José (2010) Convivencia escolar. Un


estudio sobre buenas prácticas. Instituto de la paz y los conflictos.

1. Desde la perspectiva de la Cultura de Paz, el conflicto no debe ser considerado


como algo de lo que tengamos que huir, como algo negativo en sí mismo. Son
varios los autores que apoyan y defienden esta visión positiva. Galtung (2003)
aboga por una perspectiva positiva del conflicto, viéndolo como una fuerza
motivadora de cambio personal y social. Para Lederach (2000), el conflicto es una
paradoja, porque supone una interacción entre dos adversarios que compiten por
sus intereses, pero que a la vez han de cooperar para llegar a acuerdos, esta
interdependencia nos hace ver el conflicto como primordial y necesario para el
crecimiento de la persona.

2. El conflicto es, signo de diversidad; cada persona tiene sus propias opiniones,
vivencias, emociones, que no siempre se corresponden con las de los demás, y es
la forma de enfrentarse a él
la que va a determinar su transformación. Desde esta perspectiva, el conflicto se
nos presenta como una ocasión de aprendizaje en la construcción de nuestras
relaciones y un motor de cambio, por tanto, debemos entenderlo no sólo como
natural sino como positivo en toda sociedad democrática. Es por esto, que en
educación aboguemos por educar desde el conflicto como recurso de aprendizaje
(Binaburo, 2007).

3. La Cultura de Paz es definida por la Asamblea General de Naciones Unidas


como “Un conjunto de valores, actitudes, tradiciones, comportamientos y estilos de
vida”, basados en una serie de derechos fundamentales para el desarrollo de una
vida plena y pacífica, marcándonos unas metas a conseguir y unos valores a
transmitir, que se recogen en el Manifiesto 2000.

4. Saber convivir con los conflictos y detener, disminuir y en cualquier caso,


prevenir las manifestaciones de violencia (Tuvilla, 2003).

5. El saber escuchar, ponerse en el lugar de otra persona, comprender, saber


apreciar al otro y demostrárselo, confiar, negociar, cooperar, etc., son habilidades
que pueden ser adquiridas si no se tienen de forma innata, y en la medida en que
se ponen en juego siempre en contextos interpersonales, podemos considerarlas
como herramientas básicas para la educación en estrategias de regulación de
conflictos.

6. Valores y habilidades socioemocionales.

7. La construcción del sí mismo moral implica la integración de afectos,


razonamiento moral e identidad personal. En su crecimiento y desarrollo la
escuela debiera proveer de un clima de predictibilidad, confianza, calidez
emocional y reciprocidad (Arsenio y Lover, 1995, en Nucci, 2001) que les permita
fortalecer la creencia en la “buena voluntad”. Es decir, se debiera consolidar en la
escuela una atmósfera positiva, que implica: una disciplina escolar formativa
(constructivista, para el desarrollo) que apoya y crea una relación de sentido para
que los estudiantes actúen de acuerdo a lo que es moralmente correcto y
socialmente apropiado (Deci, 1995 en Nucci, 2001)

8. La participación es concebida como “la capacidad para expresar decisiones que


sean reconocidas por el entorno social y que afectan a la vida propia y/o a la vida
de la comunidad en que uno vive” (Hart, 1993). La participación infantil, por su
parte, es definida como “colaborar, aportar y cooperar para el progreso común”,
generando en los niños y niñas confianza en sí mismos y un principio de iniciativa
(Apud, 2007)

9. La moral es definida como “una forma de regular los comportamientos de los


sujetos para hacer posible una óptima convivencia social y una vida personal
deseable” (Puig 1996, p. 90).

10. Ethos escolar, es decir, los valores construidos y vividos por una comunidad
educativa.

11. LA CONSTRUCCIÓN DE LA IDENTIDAD PERSONAL COMO EJE DE LO


FORMATIVO:
La educación apunta fundamentalmente a la construcción de sujetos que posean
mundos internos, subjetividades ricas, autonomía personal, unido a la conciencia
de pertenecer, junto con otras personas, a una comunidad de sentidos (Zúñiga,
2000).
La identidad personal, como señala Erikson (1968), es una dimensión o una
propiedad psicosocial que responde a la pregunta ¿quién soy yo? Las personas
requieren mantener una continuidad en el tiempo, también un sentido de
propositividad, y la posibilidad de comprometerse con personas, instituciones,
familias y otras causas. La identidad provee a las personas de una base para
decidir, elegir y comprometerse con otros, manteniendo a la vez la seguridad y los
límites personales.

12. La identidad se forma a lo largo de la vida a partir de la elaboración que hacen


los sujetos de sí mismos en base a sus experiencias significadas. Éste no es un
proceso individual, pues los filtros, percepciones y los propios hechos significados
provienen de intercambios, mediaciones y transacciones con otros. Los seres
humanos viven en relación, incluso al estar solos, pues el mundo interno se
construye a partir de la experiencia en los nichos sociales donde se nace y crece.
Los seres humanos desarrollan, como lo señala Piaget (1981), aquello que forma
parte de sus necesidades de adaptación. Y el medio más desafiante y complejo
donde se aprende la adaptación, es el social. Por ello se debe progresar desde la
perspectiva (Selman, 1979) de la visión de uno, a la comprensión e inclusión de la
perspectiva de los otros, sean grupos, sociedades, o creencias, en función de las
demandas que la convivencia social plantea, y las oportunidades y mediaciones
que provea para facilitar el desarrollo y avanzar hacia la zona de desarrollo
próxima
(Vigotsky, 1995).

Lo personal que se construye siempre está situado y en permanente diálogo con


los otros, con normas sociales, con metáforas culturales. Pero no es la sociedad o
lo externo lo que moldea al sujeto, sino el alumno o alumna el que reconstruye a
nivel individual los mensajes sociales recepcionados desde los padres, maestros,
u otras experiencias, el que establece los límites personales mediante un proceso
de negociación interpersonal.

13. Desde la perspectiva de Ministerio Interior de Justicia, citado por Romero


(2011), la convivencia es la capacidad que tienen los seres humanos de vivir
juntos, respetándose en la diferencia y consensuando las normas básicas que
permitan vivir en armonía. Así pues, del mismo modo, afirma que es la cualidad
que posee el conjunto de relaciones cotidianas entre los miembros de una
sociedad, cuando se han armonizado los intereses individuales con los colectivos,
y por lo tanto, cuando los conflictos que surgen se desenvuelven de manera
constructiva.

14. De igual forma Arón & Milic (1999), puntualiza el concepto de convivencia
como el conjunto de relaciones habituales que se dan entre los miembros de una
sociedad, cuando se han asociado los intereses individuales con los colectivos, así
como la expresión de relaciones basadas en el respeto y la tolerancia. Así mismo
Balotado, Bolaños, García, Gorbeña, León, Monjas, Palomera, Uruñuela, y
Sánchez (2013) añaden que la convivencia es la capacidad de compartir
experiencias o vivencias en diferentes espacios, tiempos; resaltando la necesidad
de entenderse a través de pautas que faciliten la aceptación y el respeto del otro
como persona, asumiendo que las diferencias de ambos nos enriquecen
mutuamente.

Del mismo modo, se ha establecido que la convivencia es una construcción


cultural, que se desarrolla en la vida cotidiana, donde se implican las variables de
la persona, en la interacción con os otros, como, por ejemplo: valores, creencias,
percepciones, reflexiones.

15. La asertividad es la capacidad de decir lo que se siente y piensa de una forma


adecuada, sin sentirse culpables y respetando a los demás y a sí mismos. La
comunicación asertiva implica lo que una persona dice y la forma en cómo lo dice,
implica una comunicación no solo con la palabra sino con cada mirada, cada
gesto, el tono de voz la disposición y la actitud (Caldés, sf.) POLITOXICÓMANO

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