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Comer mal mata más que el tabaco

El exceso de sal y la falta de cereales integrales y fruta se


asocian a la mitad de los 11 millones de fallecimientos anuales
debidos a una alimentación desequilibrada

EMILIO DE BENITO
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Madrid 4 ABR 2019 - 16:06 CEST

Comer mal, sea por poco de algunos alimentos o por mucho de otros, está
relacionado con 11 millones de muertes en el mundo al año, según un estudio
que publica hoy The Lancet. Esta cifra representa prácticamente una quinta
parte de los 57 millones de fallecimientos que ocurren en el planeta
anualmente, y es superior a las defunciones atribuidas al tabaco (7 millones,
según la Organización Mundial de la Salud, OMS), el cáncer (8,2 millones), los
infartos (5,5 millones) y la obesidad (2,8 millones). Estos 11 millones se
distribuyen entre muertes por enfermedades cardiovasculares (10
millones), cánceres relacionados con la alimentación, como los de colon
(900.000) y diabetes (300.000). Claro que en verdad todos estos aspectos
están relacionados, y así hay muertes relacionadas con la nutrición que se
manifiestan como cáncer.

El trabajo lo ha financiado la Fundación Bill y Melinda Gatesy se basa en la


recogida de datos sobre la ingesta de 15 nutrientes en 195 países. En concreto
se estableció que es mala una dieta baja en frutas, vegetales,
legumbres, granos integrales, nueces y semillas, leche, fibra, calcio, ácidos
grasos omega-3 de alimentos marinos, grasas poliinsaturadas o alta en carne
roja, carne procesada, bebidas azucaradas, grasas trans y sodio (cuya principal
fuente es la sal).

Dentro de este complicado balance (ingerir menos de una cosa y más de


otra) los autores afirman que el estudio confirma "lo que muchos pensaban":
"Que una dieta pobre [en los alimentos que deben estar presentes] es
responsable de más muertes que cualquier otro factor de riesgo en el mundo",
en palabras del autor principal del artículo, Christopher Murray, director del
Instituto para la Métrica y Evaluación de la Salud (IHME por sus siglas en
inglés) de la Universidad de Washington. Por eso Murray va más allá, y apunta
a que hay que redefinir las campañas para las buenas prácticas en nutrición.
"Mientras el sodio [la sal], el azúcar y la grasa han estado en el foco del debate
en las dos últimas décadas, nuestro trabajo apunta a que los principales
factores de riesgo en las dietas son el elevado consumo de sodio, pero también
la baja ingesta de comidas saludables, como cereales integrales, fruta, nueces
y semillas [frutos secos] y vegetales", afirma. El exceso de sal y la insuficiencia
de granos integrales y frutas son responsables de la mitad de esos 11 millones
de muertes, según el estudio.

El grupo de expertos, en el que también hay representantes de la


Universidad de Harvard, ya había evaluado la situación en 1990, y desde
entonces los fallecimientos asociados a desajustes en la dieta han aumentado
en ocho millones, aunque ellos lo atribuyen más al aumento de población que a
otros factores.

El trabajo ofrece una clasificación de los 195 países que ha estudiado.


Israel, Francia y España son, en este orden, los tres cuyos hábitos alimenticios
menos muertes causan, con menos de 90 fallecimientos por 100.000
habitantes (unas 40.000 muertes para el caso español, el 10% del total). Les
siguen Japón y Andorra. El primer país americano es Perú (puesto 9), seguido
de Bermudas (18), Puerto Rico (20) y Canadá (22). El primer africano es
Ruanda (41) seguido de Nigeria (42), justo antes de Estados Unidos (43). De
las grandes potencias, Rusia es la 171ª de 195; Italia, la 10ª; Reino Unido, la
23ª; Alemania, la 38ª; China, la 140ª; México está en el puesto 57; Argentina,
en el 62 y Brasi,l en el 50. Cierran la lista tres países del Pacífico, Vanuatu,
Papúa Nueva Guinea e Islas Marshall, y a continuación Afganistán y
Uzbekistán.
Respecto a los componentes concretos, España ocupa el puesto 155 en lo
que se refiere a mortalidad asociada al consumo de carnes procesadas (cuanto
más alta la posición, más mortalidad), el 168 por carne roja, el primero en
cuanto a sodio [sal], el 83 en bebidas azucaradas, el segundo que menos
mortalidad tiene asociada al consumo de ácidos grasos trans, el 151 por
consumo de leche, el 37 en fibra, el 14 en fruta y el 43 en legumbres.

Felipe Casanueva, del Centro de Investigación Biomédica en Red de la


Fisiopatología de la Obesidad y Nutrición (Ciberobn), opina que el trabajo
"corrobora" lo que llevan "predicando desde hace bastantes años" sobre los
beneficios de la dieta mediterránea y la que llama atlántica, que tiene la misma
base (productos de proximidad, muchos vegetales y pescado y poca carne)
pero con los productos de la zona. "La dieta tiene que ser sensata y
equilibrada. Cualquier alimento puede ser incorporado si se usa la cabeza y se
tiene una alimentación muy variada".
Solo le choca el poco daño que se atribuye al abuso de sal, cuando España
duplica el consumo recomendado por la OMS (9,8 gramos al día frente a los 5
aconsejados). "Tenemos un consumo problemático que incluso ha alterado la
percepción de los consumidores", que no notan lo salado que comen, expone
Casanueva. Pero, a cambio, destaca que se han tomado medidas importantes,
como "la reducción en un 25% de la sal en la harina del pan". Y afirma que
"muchas patologías las contrarrestamos con tratamientos muy agresivos",
como el intensivo uso de antihipertensivos para combatir el efecto de la sal.
"Aquí la mortalidad es muy baja porque hacemos de todo".

LAS CANTIDADES DIARIAS RECOMENDADAS

Fruta. 250 gramos.

Otros vegetales. 360 gramos.

Legumbres. 60 gramos.

Granos integrales. 125 gramos.

Nueces y semillas. 21 gramos.

Carne roja. 23 gramos.

Carne procesada. 2 gramos.

Bebidas azucaradas. 3 gramos de azúcar al día.

Fibra. 24 gramos.

Calcio. 1,25 gramos.

Omega-3. 250 miligramos.

Ácidos grasos poliinsaturados. 11% del total de energía.

Ácidos grasos trans. 0,5% de la energía.

Sodio. 3 gramos expulsados por la orina.


De media, la población mundial solo comió el 12% de los 21 gramos
diarios de nueces y semillas recomendadas y tomó 10 veces la cantidad de
bebidas azucaradas aconsejadas (49 gramos frente a los 3 estipulados). Solo
se consumió el 16% de la leche considerada necesaria (71 gramos reales
frente a 435); alrededor de un cuarto de los granos integrales (29 de 125
gramos), y casi el doble de la carne procesada (4 gramos frente a 2
aconsejados) y el 86% más de sodio.

Por zonas, una ingesta elevada de sodio (más de tres gramos al día) era la
principal causa de muerte asociada a la dieta de Japón, China y Tailandia;
tomar pocos granos integrales (menos de 125 gramos al día) lo era en Estados
Unidos, India, Brasil, Pakistán, Nigeria, Rusia, Egipto, Alemania, Irán y Turquía.
Tomar poca fruta (el mínimo está en 250 gramos al día) lo es en Bangladés; la
baja ingesta de nueces y semillas, lo es en México. Por último, comer mucha
carne roja (más de 23 gramos al día), procesada (más de dos gramos diarios),
grasas trans (más del 0,5% de la energía consumida) y bebidas azucaradas
(más de tres gramos de azúcar al día) son las menores preocupaciones de los
países más poblados.

Miguel Ángel Rubio, jefe de Endocrinología y Nutrición del hospital Clínico


de Madrid y miembro de la sociedad española de esa especialidad (SEN)
valora las conclusiones generales, pero advierte de que los propios autores
avisan de que los datos están incompletos (no se puede conseguir ese detalle
de todos los países). Critica que ni se mencione el aceite de oliva, y resume
que "se trata de un trabajo observacional que, por tanto, no establece
causalidad, si no como mucho asociación, entre el consumo de determinados
factores nutricionales y la mortalidad en 195 países". "La adherencia a esos
patrones más saludables podrían asociarse a menor mortalidad. Y ciertas
políticas nacionales podrían mejorar esa conducta individual favoreciendo la
accesibilidad y un control de precios a los productos saludables y/o tasas a los
más perjudiciales".

El presidente de la SEN, Francisco Tinahones, resalta que los indicadores


del estudio "están muy relacionados con la dieta mediterránea". "Aunque
España haya bajado en el puntaje al respecto [hay una escala de 17 puntos
que mide la adherencia a los patrones tradicionales], sigue a gran distancia del
resto. No en vano somos de los países con más esperanza de vida y
estudios como el Predimed, que ha medido cómo disminuye el riesgo
cardiovascular con la dieta mediterránea, van en esa línea".

Rubio apunta que "en algunos países económicamente más desfavorables


la accesibilidad para alcanzar un consumo deseable de algunos de esos
nutrientes es casi imposible", y añade que "quizás la mejora de la salubridad
medioambiental y las condiciones sociosanitarias ocupen un lugar preferente
en la mejora de la calidad y cantidad de vida. Que zonas como Asia consuman
una elevada cantidad de sodio (salsa de soja, carnes y pescados salados,
encurtidos y otras salazones) es comprensible".

Javier Aranceta, especialista en nutrición, destaca que hace dos


meses Bloomberg catalogó a España como el país más saludable del
mundo, "y en un 40% eso se debe a la dieta". "Aunque se esté perdiendo algo
la mediterránea, todavía queda, y además su efecto no se pierde de golpe. Lo
que importa es el patrón general, no fijarse en un alimento concreto".
Rubio se fija en otro aspecto: en 1990 España ocupaba también el tercer
puesto. "Desde la abundancia de bollería en los desayunos en las cafeterías de
hace una o dos décadas, hemos pasado claramente a desayunos saludables
(donde una mayoría consume tostadas de pan con aceite de oliva virgen con o
sin tomate). Y más del 50% de los refrescos que se consumen
son light o zero. Algo hemos aprendido en este periodo".
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