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Lista de fábulas cortas para niños

La liebre y la tortuga

Una vez, una liebre se burlaba de las patas tan cortas y de


la lentitud al caminar de una tortuga, sin embargo, esta no
se quedó callada y se defendió lanzando una risa y
diciéndole a la liebre: – Puede que seas muy veloz amiga
liebre, pero, estoy más que segura de que podré ganarte
una carrera.
La liebre, sorprendida por lo que le dijo la tortuga, aceptó
el reto sin pensarlo dos veces, ya que ella estaba muy
segura de que ganaría a la tortuga a ojos cerrados.
Entonces, ambos propusieron a la zorra, que fuese ella
quien señalase el camino y la meta.
Días después, llegó el esperado momento de la carrera, y
al sonar la cuenta de tres, se inició la carrera de estos dos
contendientes. La tortuga no dejaba de caminar y caminar,
pero a su lento paso, avanzaba tranquilamente hacia la
meta.
En cambio la liebre, corrió tan rápido que dejó muy atrás a
la tortuga. Al darse la vuelta y ya no verla, la liebre vió
seguro su éxito sobre la carrera y deicidió echarse una
siesta.
Poco después, la liebre despertó y vió si por atrás seguía
sin llegar la tortuga, pero al mirar hacia la meta, vió a la
tortuga muy cerca de la final, y en un intento desesperado
por correr lo más veloz que pudo, la tortuga llegó y ganó.
Moraleja: la enseñanza es que las metas se consiguen
poco a poco, con trabajo y esfuerzo. Aunque a veces
parezcamos lentos, el éxito llegará siempre.
También nos muestra que no tenemos que burlarnos de las
personas por sus defectos físicos, ya que pueden ser
mejores en otros aspectos.
Esta fábula tiene un gran valor educativo, ya que hacer las
cosas bien hechas es importante en la educación y para
ello es necesario ser pacientes.
El león y el ratón

Érase una vez un león que estaba descansando en la selva,


después de un día de caza. Era un día caluroso y solo le
apetecía dormir.
Cuando se encontraba más cómodo, llegó un ratón haciendo
mucho ruido. El león era tan grande que ni si quiera se percató,
pero el ratón empezó a subir por su nariz.
El león se despertó con muy mal humor, empezó a gruñir, y
agarró al ratón, preparándose para comerlo.
“¡Perdóname!” suplicó el pobre ratón. “Por favor déjame ir y
algún día seguramente te lo pagaré”.
Al león le resultó divertido pensar que un ratón podría alguna
vez ayudarlo. Pero fue generoso y finalmente lo liberó.
Algunos días más tarde, mientras acechaba a una presa en el
bosque, el león quedó atrapado en la red de un cazador.
Era incapaz de liberarse y rugió fuerte para pedir ayuda. El
ratón reconoció la voz y acudió rápidamente para ayudarlo.
Mordió una de las cuerdas que ataban al león y este se liberó.
Entonces el ratón dijo:
“Incluso un ratón puede ayudar a un león”.
Moraleja: no menosprecies lo que pueden hacer los demás.
Aunque parezca lo contrario todos te pueden ayudar.
La cigarra y la hormiga

Una cigarra cantaba y disfrutaba durante el verano. Día


tras día se despertaba tarde y sólo se dedicaba a cantar,
hasta que un día algo le llamó la atención.
Un grupo de hormigas pasaban por debajo de su rama
cargando pesadas porciones de comida sobre su espalda,
entonces la cigarra bajó de su rama y le preguntó a una.
-Amiga hormiga ¿por qué trabajas tanto?-
-El invierno se acerca, debemos guardas provisiones para
poder pasar la helada- respondió la hormiga.
A lo que la cigarra luego dijo:
-¡Bah! Trabajar tanto es para bobos, haz como yo, canta
y disfruta del verano.
La pequeña hormiga sin decir más nada siguió su camino.
En los siguientes días, la cigarra seguía cantando y muchas
veces componía canciones que se burlaban de su amiguita
la hormiga.
Pero un día, la cigarra despertó y ya no era verano, el
invierno había llegado.
La helada era la peor de todas en muchos años, trató de
abrigarse con hojas de su rama, pero no pudo. Hambrienta
buscó comida, pero no encontró nada.
Entonces recordó que su amiguita hormiga había estado
guardando provisiones durante el verano y se dirigió a su
hormiguero, tocó la puerta y la hormiguita salió. Entonces
dijo:
-¡Hormiga, ayúdame; tengo hambre y tengo frío, dame
refugio y comida!
-¿Pero qué estuviste haciendo todo el verano cigarra?-
preguntó la hormiga.
-Cantar y bailar- contestó la cigarra.
-¡Pues si eso hiciste en el verano, ahora baila en el
invierno!- Dijo la hormiga y cerró la puerta.
Mientras, la cigarra arrepentida se alejaba reflexionando
sobre la lección que había aprendido.
Moraleja: la vida consiste en trabajar y descansar. No
puedes descansar demasiado porque más tarde puedes
encontrar consecuencias negativas.
Pedro y el lobo

Había una vez un niño llamado Pedro que era pastor y se


llevaba todo el día caminando con sus ovejas.
Un día estaba tan aburrido que comenzó a preguntarse
cómo divertirse. Entonces se le ocurrió gastar una broma,
diciendo que un lobo estaba cerca. Dijo:
-¡Que viene el lobo, que viene el lobo! ¡Ayuda!
Los vecinos del pueblo acudieron rápidamente con palos
para ahuyentar al lobo, pero cuando llegaron al árbol
donde se sentaba Pedro, lo encontraron riendo a
carcajadas. Pedro decía:
¡Ja ja ja! ¡Os lo habéis creído!
Los vecinos se fueron a sus casas pensando que era una
broma y que no pasaba nada.
Otro día, de nuevo Pedro se encontraba aburrido y volvió
con la misma broma:
-¡Que viene el lobo, que viene el lobo! ¡Socoro! ¡Socoro!
Los vecinos volvieron a acudir rápido, con sus palos y
preparados para hacer frente al lobo. Pero se volvieron a
encontrar a Pedro riendo, que reía y decía:
¡Os lo habéis vuelto a creer! ¡Qué incrédulos! ¡Ja ja ja!
Esta vez los vecinos pensaron que la broma no era tan
graciosa y se fueron malhumorados a sus casas.
Otro día, Pedro estaba caminando con sus ovejas cuando
escuchó un ruido entre los matorrales. No le dio
importancia, pero rápidamente un lobo salió empezó a
perseguir a sus ovejas. Pedro empezó a pedir ayuda:
-¡Que viene el lobo, que viene el lobo! ¡Socorro!
Los vecinos lo escucharon pero no prestaron atención, ya
que pensaban que era otra broma de Pedro.
El lobo pudo atrapar a algunas de sus ovejas y se las llevó
para comerlas con su manada.
Moraleja: no mientas, ya que puede que los demás no te
crean cuando digas la verdad.

El cuervo y el zorro
Había una vez un cuervo que descansaba en un árbol, tras
haber logrado robar un queso de la ventana de una casa.
Cerca caminaba un zorro que olió el fuerte aroma, vio al
cuervo y le dijo:
-¡Hola! Qué buen día hace, además tu plumaje es muy
bonito. Le queda muy bien.
El cuervo se sintió muy bien con lo que le dijo el zorro. Le
entraron ganas de cantar para celebrarlo, abrió el pico,
pero entonces dejó caer el queso.
El zorro, sonriendo, corrió hacia el queso y lo atrapó con la
boca antes de caer al suelo.
Moraleja: presta atención cuando alguien te dice cosas
bonitas. Puede que sea por interés.

El niño y los dulces


Era 21 de Septiembre y todos los niños contentos después
de un largo verano, regresaban a las escuelas. Al ser el
primer día, la maestra llevó a clase un bote lleno de
chucherías para dar la bienvenida al nuevo curso escolar.
Uno de los alumnos salió el primero corriendo hacia los
dulces.
Una vez que cogió todas las chuches que pudo,al intentar
sacar la mano, el cuello del recipiente no le permitió
hacerlo. El niño lloraba y lloraba amargamente, pero un
amigo que estaba cerca le dijo: -Confórmate con coger solo
la mitad y así podrás sacar la mano con los dulces.
Moraleja: no seas egoísta, avaricioso y escoge solo
aquello que necesites. Como bien dice el dicho “quien
mucho abarca, poco aprieta”.
Esta fábula enseña a los niños a no ser tan egoístas, una
cualidad muy importante a la hora desarrollar su
personalidad. En un mundo en donde la individualidad
prevalece, es bueno desde pequeños que lo niños aprendan
a compartir y a ser generosos con sus iguales.

La pulga y el hombre
Un hombre disfruta de un buen sueño cuando de repente comenzó a sentir
picazón por todo el cuerpo.
Molesto por la situación, buscó por toda su cama para ver qué era lo que
les estaba causando tanta molestia. Tras su búsqueda encontró a una
minúscula pulga y le dijo las siguientes palabras:
– ¿Quién te crees que eres insignificante bicho, para estar picándome por
todo mi cuerpo y no dejarme disfrutar de mi merecido descanso?
– Contestó la pulga: Discúlpeme señor, no fue mi intención molestarlo de
ninguna manera; le pido por favor que me deje seguir viviendo, ya que
por mi pequeño tamaño no creo que lo pueda molestar mucho. El hombre
riéndose de las ocurrencias de la pulga, le dijo:
– Lo siento pequeña pulga, pero no puedo hacer otra cosa que acabar con
tu vida para siempre, ya que no tengo ningún motivo para seguir
aguantando tus picaduras, no importa si es grande o pequeño que pueda
ser el prejuicio que me causes.
Moraleja: nos enseña a que todo aquel que le hace daño a otra
persona, debe estar dispuesto a afrontar las consecuencias. Ya que
cuando uno molesta, agrede u ofende a otros compañeros, debe saber
que sus actos irán seguidos de unas consecuencias.

El conejo y el cerdo
Había una vez en un colegio un conejo muy presumido que
todos los días llevaba sus zapatitos muy limpios,
relucientes, brillantes.
En su misma clase también estaba el cerdito Peny, que
tenía mucha envidia al conejo por sus zapatos.
Pero el cerdito al vivir en una charca de barro sabía que
nunca conseguiría tener unos zapatos como los de su
amigo conejo.
Todos los días limpiaba y limpiaba, pero nada seguían igual
de sucios.
Un día jugando en el recreo tenía que hacer una carrera
para ver quien era el más veloz. El cerdito asustado, no
sabía que hacer, ya que sus zapatillas no eran como las de
su amigo.
El día de la carrera, el cerdito Peny no se lo pensó, y salió
corriendo a la par que el conejo.
Mientras corría, solo pensaba en ser el ganador y no
rendirse nunca, tal y como le decía su madre.
Al llegar a la meta, todos se quedaron asombrados por la
rapidez del cerdito Peny, no entendían como podía haberle
ganado al conejo y sus superzapatillas.
Moraleja: da igual el zapato que lleves, el esfuerzo por
conseguir una meta que te propongas no está en los
zapatos sino en ti. Debes ser feliz con lo que tienes,
sentirte a gusto contigo mismo y confiar en ti.

Familia de hormigas
Había una vez una familia de hormigas formada por la
madre, el padre y su dos hijitas.
Pronto se acercaba el invierno, así que toda la familia salió
en busca de comida ya que si no morirían.
Paseando por el prado, se encontraron con otra hormiga,
pero esta no era de su misma especie, ya que era de color
rojo y le faltaban dos patitas.
Angustiada, la hormiga roja les pidió ayuda para que la
llevasen hasta su casa, ya que podría morir enterrada por
la nieve.
La madre hormiga rotundamente dijo que no, ya que no
pertenecía a su especie y si se enteraba el resto de
hormigas negras podrían echarle del prado.
Así que la familia siguió su camino, pero una de las hijas
no pudo aguantar y se dio la vuelta para ayudar a la
hormiga roja, aun sabiendo que podrían echarla del prado
para siempre.
Una vez llegaron las dos a la casa de las hormigas rojas,
estas sorprendidas por la solidaridad de la hormiga negra,
le regalaron toda la comida que tenían.
Gracias a esta recompensa, la familia de la hormiga negra
pudo sobrevivir todo el invierno gracias a la familia de
hormigas rojas.

Moraleja: hay que ayudar a los demás cuando lo


necesiten, ya que algún día también nosotros podemos
necesitar esa ayuda.
También nos enseña a que no hay que prejuzgar ni
discriminar a otros por su raza o por su condición fisica,
algo muy importante en la vida, ya que tenemos que
educar a nuestros hijos en la tolerancia y el respeto a la
diversidad.
El pájaro ruiseñor
Era un pájaro ruiseñor muy alegre y divertido. Siempre
andaba cantando pero era muy muy despistado.
Una noche cenando con su madre, esta le dijo que no debía
cantar hasta mas tarde ya que los cazadores pasarían a
esa hora y si estos les oían podrían matarle.
A la mañana siguiente como todos los días, el pájaro
comenzaba a cantar para así atraer a sus presas.
Olvidando lo que le dijo su madre, los cazadores le oyeron
y se pusieron a disparar.
Afortunadamente al pájaro le dio tiempo a esconderse, ya
que oyó el canto de su madre avisando de que estaban los
cazadores en la zona
Moraleja: hay que estar muy atentos y escuchar a
nuestros padres cuando nos hablen, ya que un descuido
nos puede salir caro.

El gato y el ratón
Cat Garage Drawing Comic Image Mouse
Una vez, un gato muy hambriento vio entrar a su casa a
un ratoncito. El felino, con muchas intenciones de agarrarlo
y luego comérselo, se acercó a la ratonera para decirle:
– ¡Qué guapo y lindo estás ratoncito! Ven conmigo,
pequeñito, ven… dijo con dulce voz el gato.
La mamá del ratoncito escuchó las intenciones que tenía el
hábil gato y le advirtió a su hijo diciendo:
– No vayas hijito, tú no conoces los trucos de ese bribón.
El gato insistente le dijo nuevamente al ratón:
– Ven, pequeñito ven. ¡Mira este queso y estas nueces!
¡Todo eso será para ti!
El inocente ratoncito le preguntó de nuevo a su madre:
– ¿Voy mamá?… ¿voy?
– No hijito, ni se te ocurra ir, sé obediente, le dijo
nuevamente su madre.
El gato nuevamente volvió a engañarlo diciendo:
– Ven, te daré este sabroso bizcocho y muchas cosas más…
– Puedo ir mamá, por favor te lo suplico – dijo el ratoncito.
– ¡Que no, tontuelo! No vayas. – Insistió la mamá ratona.
-No me hará nada mamá. Sólo quiero probar un pedacito…
– dijo por última vez el ratoncito, y sin que su madre
pudiera detenerlo, salió rápidamente de su agujero.
A los pocos instantes, se oyeron unos gritos que decían:
– ¡Socorro, mamá, socorro! ¡Me come el gato!
La mamá ratona no pudo hacer nada para salvar a su
ratoncito que murió devorado por el gato.
Moraleja: esta fábula nos enseña que debemos obedecer
a nuestros padres y respetar sus decisiones, ya que ellos
siempre querrán lo mejor para nosotros y el no hacerles
caso nos puede pasar factura como al ratoncito de la
historia.

El ciervo y el cervatillo
Esta fábula trata sobre dos ciervos, uno joven y otro más
mayor.
Ambos querían quedarse a vivir en el monte ya que tenia
alimentos para todo el año, pero esto solo podía ser posible
si ambos luchaban, ya que solo había provisiones para uno.
El cervatillo joven tenía muy claro que ganaría, ya que era
más veloz y mas rápido que el ciervo anciano.
A la mañana siguiente cuando se encontraron para luchar,
el ciervo anciano le propuso que se marchara, ya que sabía
perfectamente que el iba a ser el ganador.
El cervatillo tozudo y enfadado se dispuso a luchar hasta
que fue perdiendo poco a poco sus cuernos.
Sorprendido de que el ciervo anciano le ganara, preguntó:
-¿Como lo has hecho?, no puede ser, si yo soy más. joven
y más veloz que tú.
A lo que respondió el anciano:
-mira mis cuernos y tendrás la respuesta.
El cervatillo sorprendido se dió cuenta de que los cuernos
estaban intactos, eran mucho más fuertes y robustos que
los suyos.
Moraleja: debemos respetar a las personas mayores, ya
que el ser una persona mayor no quiere decir que sean
patosos o lentos, sino todo lo contrario, ya que nos
pueden enseñar muchas cosas que aún no sabemos.

El mono y el delfín
Había una vez un marinero que se comprometió a realizar
un viaje muy largo. Para hacer más entretenida la travesía,
se llevó con él a un mono para divertirse durante la larga
travesía.
Cuando estaban cerca de la costa de Grecia, una muy
ruidosa y violenta tempestad se levantó e hizo naufragar a
la débil nave. Su tripulación, el marinero y su mono
tuvieron que nadar para así poder salvar sus vidas.
Mientras tanto, el mono que luchaba contra las olas, fue
visto por un delfín; el cual creyendo que era un hombre,
fue a salvarlo deslizándose debajo él y transportándolo
hacia la costa.
Cuando estaban llegando al puerto, el delfín le preguntó al
mono:
– Mono ¿eres ateniense (nacido en Atenas)?, y él mono por
darse de muy presumido y mentiroso, le respondió:
– Sí, y tengo también parientes muy importantes viviendo
allí –
El delfín le preguntó de nuevo si conocía el Pireo (el famoso
puerto de Atenas). El mono creyendo entonces que se
trataba de un hombre, le contestó que no solo lo conocía,
sino que también era uno de sus mejores amigos.
El delfín indignado por tantas mentiras que el mono decía,
dio media vuelta y lo devolvió a alta mar.
Moraleja: las propias mentiras del mentiroso son las que
se encargan de revelar la verdad en un pequeño
descuido. Las mentiras tienen las patas muy cortas, por
tanto siempre saldrá a la luz la verdad.

El Astrónomo
En un país muy lejano, donde la ciencia es muy importante
para sus habitantes, había un anciano astrónomo al que le
gustaba realizar el mismo recorrido todas las noches para
observar las estrellas.

Un día, uno de sus viejos colegas le dijo que había


aparecido un extraño astro en el cielo, el anciano salió de
la ciudad para poder verlo con sus propios ojos. Tan
emocionado estaba el astrónomo mirando al cielo, que no
se dio cuenta que a pocos pasos de él había un agujero.
Cuando se cayó al agujero comenzó a gritar pidiendo
ayuda.

Cerca del agujero pasaba un hombre, el cual se acercó


hasta el agujero para ver lo que sucedía. Informado de lo
que había ocurrido, le dijo al anciano:

-Te ayudaré a salir de ahí, pero ten mucho cuidado la


próxima vez que salgas por un lugar que desconoces,
tienes que estar muy atento por donde caminas ya que te
puedes encontrar con cualquier cosa en el suelo.
Moraleja: antes de lanzarse a la aventura o ir por sitios
desconocidos, hay que conocer muy bien el lugar por el
que se transita y ser precavidos.

El asno, el perro y el lobo


Caminaban muy despacio y agotados por el sol un asno,
con su carga de pan, y su amo seguido por su perro. Es así
que llegaron a una pradera verde donde el amo cansado y
agotado por la caminata realizada, echó a dormir bajo la
sombra de un árbol.
El asno se fue a comer algo de pasto que había en la
pradera cuando de pronto el perro, que también estaba
muy cansado y hambriento, le dijo:
– Estimado asno, yo también tengo hambre, ¿Me darías un
poco de pan que hay en la cesta que llevas encima por
favor?
A lo que el asno le respondió:
– Mejor ¿Por qué no esperas un rato más hasta que
despierte el Amo y te dé el mismo de comer?
El perro, al escuchar la respuesta del asno, se dirigió a otro
lado de la pradera. Es entonces que, mientras que el asno
seguía comiendo su pasto, apareció un hambriento lobo
que se abalanzó de inmediato sobre el asno para devorarlo.
Sorprendido, gritó ayuda al perro:
– ¡Socorro! ¡Sálvame amigo perro!
El perro, respondió:
-Mejor, ¿Por qué no esperas un poco más hasta que
despierte el amo y te salve?
Moraleja: hay que ofrecer nuestra ayuda a los demás
siempre y cuando la necesiten si no queremos que nos
pase lo mismo que al asno. Hay que educar a nuestros
hijos para que sean personas solidarias y compartan con
el resto de sus iguales.
El cuervo y los pájaros

Un día el dios Júpiter citó a todos los pájaros a una reunión


para elegir como Rey al más hermoso de todos. Los
pájaros, muy halagados ante esta gran oportunidad, de
inmediato fueron a las aguas del gran río para lavarse y
acicalarse para estar presentables.
El cuervo, dándose cuenta de su fealdad, se le ocurrió un
plan que consistía en recoger las plumas que los pájaros
dejaban caer al acicalarse, para luego pegarlas a su
cuerpo. Es así que el cuervo pasó varias horas colocándose
las plumas para ser el más bello de los pájaros.
Entonces llegó el día esperado y todas las aves acudieron
a la cita, entre ellos el cuervo, que destacó al instante por
sus plumas multicolor. Júpiter al verlo, decidió coronar al
cuervo por su gran belleza, pero los pájaros se sintieron
muy indignados por haber elegido al cuervo.
Sin embargo, el cuervo pronto perdió sus plumas,
sintiendose avergonzado ya que volvía a ser el mismo que
era en realidad.
Moraleja: no tenemos que aparentar lo que no somos y
no debemos por que sentirnos inferiores por nuestro físico
o aptitudes, ya que cada persona es única y diferente,
con sus virtudes y sus defectos.
Debemos querernos tal y como somos, ya que solo así nos
querrán los demás.

El viejo perro cazador


Hace muchos años, vivía un viejo perro de caza, cuya
avanzada edad le había hecho perder gran parte de las
facultades, como ser más fuerte o veloz.
Un día, mientras se encontraba en una jornada de caza
junto a su amo, se topó con un hermoso jabalí, al que quiso
atrapar para su dueño. Poniendo en ello todo su empeño,
consiguió morderle una oreja, pero como su boca ya no era
la de siempre, el animal consiguió escaparse.
Al escuchar el escándalo, su amo corrió hacia el lugar,
encontrando únicamente al viejo perro. Enfadado porque
hubiera dejado escapar a la pieza, comenzó a regañarle
muy duramente.
El pobre perro, que no se merecía semejante regañina, le
dijo:
-Querido amo mío, no creas que he dejado escapar a ese
hermoso animal por gusto. He intentado retenerlo, al igual
que hacía cuando era joven, pero por mucho que lo
deseemos ambos, mis facultades no volverán a ser las
mismas. Así que, en lugar de enfadarte conmigo porque
me he hecho viejo, alégrate por todos esos años en los que
te ayudaba sin descanso.
Moraleja: nos viene a decir que debemos ser
respetuosos con nuestros mayores, ya que hicieron lo
posible porque nuestra familia tuviera una vida feliz.

El perro y el reflejo
Había una vez un perro, que estaba cruzando un lago. Al
hacerlo, llevaba una presa bastante grande en su boca.
Mientras lo cruzaba, se vio a si mismo en el reflejo del
agua. Creyendo que era otro perro y viendo el enorme
trozo de carne que llevaba, se lanzó a arrebatársela.
Decepcionado quedó cuando, por buscar quitarle la presa
al reflejo, perdió la que el ya tenía. Y peor aún, no pudo
obtener la que deseaba.
Moraleja: no hay que envidiar a los demás y debemos
ser felices con lo que somos y con lo que tenemos, ya que
como dice el dicho “la avaricia rompe el saco”. Tenemos
que conformarnos con lo que tenemos, y no pedir o exigir
más a nuestros padres, sino queremos que nos pase lo
que al perro.

Las ranas y el pantano seco


Vivían dos ranas en un bello pantano, pero llegó el verano
y se secó, por tanto la abandonaron para buscar otro con
agua. Hallaron en su camino un profundo pozo repleto de
agua, y al verlo, dijo una rana a la otra:
– Amiga, bajemos las dos a este pozo.
– Pero, y si también se secara el agua de este pozo, –
repuso la compañera -, ¿Cómo crees que subiremos
entonces?
Moraleja: Antes de emprender cualquier acción, analiza
primero las consecuencias de ella. Ante un problema,
debemos buscar otras alternativas y reflexionar sobre
cuál es la opción buena antes de tomar una decisión de
manera impulsiva que no sea la adecuada.
El labrador y la culebra
Al lado del hogar de un modesto labrador, una culebra
había decidido instalar su nido. Un tarde, el pequeño hijo
del labriego, pensando que era uno más de sus juguetes,
agarró al animal de tan mala manera, que este le mordió
en defensa propia. Una mordedura de la que no se pudo
recuperar y que su padre quiso vengar cortándole la cola a
la culebra.
Enterado de cómo habían sucedido los hechos, el labrador
sintió tal culpa que fue en busca de la culebra para pedirle
perdón y ofrecerle miel, agua, harina y sal, como muestra
de su sincero arrepentimiento. A pesar de la nobleza de sus
intenciones, la culebra no solo no le perdonó, sino que
además se permitió el lujo de decirle:
– Agradezco que quieras venir a intentar remediar el error
que cometiste conmigo, pero no hay ninguna posibilidad de
que tú y yo podamos ser amigos. Mientras que a mí me
falte la cola que tú me quitaste y a ti el hijo que mi veneno
te ha arrebatado, seremos incapaces de estar en paz.
Moraleja: es imposible reconciliarse con algún amigo si
uno de los dos no ha perdonado al otro. Con esta fábula
aprendemos a que hay que saber pedir perdón y perdonar
cuando tengamos algún debate o discusión con un
compañero. De esta manera se resolverán tranquilamente
y pacíficamente cualquier problema.

El lobo y el perro dormido


Disfrutaba un perro de un merecido descanso en la puerta
de su casa, cuando de repente un veloz lobo se lanzó sobre
él con claras intenciones de devorarlo. Para intentar
librarse de tan negro destino, el perro le suplicó con todas
sus fuerzas que lo escuchara, aunque solo fuera una sola
vez, antes de que el lobo cumpliera sus deseos.
Entiendo que desees saciar tu hambre –comenzó diciendo
el perro- pero de un saco de huesos como yo, tu estómago
no tardará en volver a sentirse vacío; si en verdad deseas
darte un buen festín, espera a que mis dueños celebren sus
bodas y seguro que me encuentras mucho más apetecible.
Tan convincente era su argumento, que el lobo se marchó
tan contento. Meses después, estaba el perro asomado a
una ventana de la casa de su dueño, cuando volvió el lobo
para reclamar lo que tanto tiempo había estado esperando.
Molesto ante la insistencia, el perro contestó:
– ¡Lobo tonto, la próxima vez que aparezcas y yo esté
durmiendo en el portal de mi dueño, no esperes a que se
celebren las bodas de mis dueños!
Moraleja: viene a decirnos que si hemos sido capaces de
salir airosos de algún tipo de peligro y si recordamos
como lo hicimos, podremos hacerlo en otras ocasiones.

El zorro, el oso y el león


Habiendo encontrado un león y un oso a un cervatillo, se
retaron en combate a ver cual de los dos se quedaba con
la presa.
Un zorro que por allí pasaba, viéndolos extenuados por la
lucha y con el cervatillo en medio, se apoderó de este y
corrió pasando tranquilamente entre ellos.
Y tanto el oso como el león, agotados y sin fuerzas para
levantarse, murmuraron:
-¡Desdichados nosotros! ¡tanto esfuerzo y tanta lucha
hicimos para que todo quedara para el zorro!
Moraleja: por ser egoístas y no querer compartir,
podemos perderlo todo.

Las dos amiguitas


Era una vez 2 avestruces amiguitas que se hicieron tan
pero tan amiguitas que no podían pasar un día sin la
compañía de la otra, hasta que cierto día un pequeño desliz
entre ambas puso a prueba su hermosa amistad:
– Hoy jugaremos a lo que yo quiera – le dijo uno de ellas
a la otra.

A lo que la otra contesto:


– Te equivocas eso lo decidiré solo yo.
Y así con tales posturas, ambas se empecinaron en sus
caprichos por muchas horas y sin llegar a un acuerdo.
Luego de discutir por un largo rato, las dos avestruces
amigas por fin entraron en razón y una de ella dijo:
-Dejemos los juegos por hoy y encontremos otra manera
de llegar a un acuerdo.
Y diciendo estas palabras ambas acordaron alternarse
diariamente y que cada una decidiese por un día entero
que juegos jugar.
De esta manera no hubo más problemas y conflictos y
conservaron una linda amistad hasta la muerte.
Moraleja:hablando tranquilamente se puede llegar a un
acuerdo, donde ambas personas salgan privilegiadas.
Debemos educar a nuestros hijos en el diálogo y la
comunicación para resolver los conflictos que le sucedan
en la vida diaria, ya que es la mejor opción para llegar a
una acuerdo.

El aceituno y la higuera
El aceituno ridiculizaba a la higuera porque, mientras él era
verde todo el año, la higuera cambiaba sus hojas con las
estaciones.
Un día una nevada cayó sobre ellos, y, estando el aceituno
lleno de follaje, la nieve cayó sobre sus hojas y con su peso
se quebraron sus ramas, despojándolo inmediatamente de
su belleza y matando al árbol.
Pero al estar la higuera desnuda de hojas, la nieve cayó
directamente a la tierra, y no la perjudicó en absoluto.
Moraleja: No debemos burlarnos de las cualidades
ajenas, pues las nuestras pueden ser inferiores. Debemos
ser respetuosos y tolerantes con el resto de personas.

El zorro y la cabra
Una vez un zorro estaba vagando por la oscuridad, cuando
or desgracia cayó en un pozo. Intentó salir pero no podía.
No tenía otra alternativa que permanecer allí hasta la
mañana siguiente. Al día siguiente, una cabra llegó por allí,
miró al pozo y vio al zorro. La cabra preguntó “¿qué estás
haciendo ahí, señor zorro?”
El astuto zorro respondió:
“Vine aquí para beber agua. Es la mejor que he probado en
mi vida. Ven y pruebala por ti misma. Sin pensar ni siquiera
por un rato, la cabra saltó al pozo, apagó su sed y buscó
una forma de salir. Pero al igual que el zorro, también
fue incapaz de salir.
Entonces el zorro dijo:
“Tengo una idea. Ponte de pie sobre tus patas traseras.
Subiré sobre tu cabeza y saldré. Entonces yo te ayudaré a
salir también”.
La cabra era inocente e hizo lo que el zorro le dijo.
Mientras caminaba, el zorro dijo:
“Si hubieras sido lo suficientemente inteligente, nunca
hubieras entrado sin ver cómo salir”.
Moraleja: Mira ante de saltar. No hagas algo ciegamente
sin pensarlo antes.

El huevo de oro
Había una vez un rico comerciante de tela que vivía en un
pueblo con su esposa y sus dos hijos. Tenían una gallina
hermosa que ponía un huevo todos los días. No era un
huevo normal, sino un huevo de oro. Sin embargo, el joven
comerciante no estaba satisfecho con lo que solía obtener
todos los días.
Quería conseguir todos los huevos de oro de su gallina en
muy poco tiempo. Por tanto, un día pensó y al fin concluyó
en un plan. Decidió matar a la gallina y juntar todos los
huevos.
Al día siguiente, cuando la gallina puso un huevo de oro, el
hombre lo cogió, tomó un cuchillo afilado, cortó su cuello y
cortó su cuerpo abierto. No había nada más que sangre por
todas partes y ningún rastro de ningún huevo en absoluto.
Estaba muy triste porque ahora no conseguiría ni siquiera
un solo huevo.
Debido a su codicia, comenzó a ser más pobre y finalmente
se convirtió en un mendigo.
Moraleja: Si deseas más, puedes perder todo. Es
necesario estar satisfecho con lo que uno tiene y actuar
sin codicia.

El coyote y las uvas


Una tarde muy soleada, un coyote iba caminando y el
estómago le rugía de hambre. De repente, nota en la cima
de un árbol que hay un racimo de hermosas uvas moradas
e intentó alcanzarlas apoyándose en sus patas traseras,
pero no llegó.
Intentó alcanzarlas saltando, pero tampoco llegó; una y
otra vez fallaba hasta que sus patas ya no podían más y
entonces cayó al suelo extenuado.
Estando tumbado en el suelo, se pudo dar cuenta que dos
pajarillos la estaban observando; levantándose, se sacudió
el polvo y se marchó diciendo.
-Mejor paso de esas uvas, seguro están verdes-
Retomó así su camino, y en cuanto ya había ganado
distancia, los pajarillos picotearon las uvas y éstas cayeron
al suelo, donde se dieron un banquete.
Mirando de lejos, el coyote pensó:
-Tal vez si hubiese pedido ayuda, estaríamos comiendo
los tres-.
Moraleja: A veces nuestro orgullo puede más que
nuestro juicio, hasta el punto en que somos capaces de
despreciar las cosas, sólo porque parecen inalcanzables.

La hormiga y la mariposa
Una hormiga trabajadora se encontraba reuniendo
provisiones bajo el fuerte sol de verano a orillas del río. De
pronto, el suelo bajo ella cedió, y la hormiga cayó al agua
donde estaba siendo violentamente arrastrada.
Desesperada, la hormiga gritaba
-¡Ayuda, socorro, auxilio, me ahogo!-
En eso, una mariposa se da cuenta de la situación de la
hormiga y rápidamente buscó una ramita, la agarró con
sus patitas y se lanzó hacia donde estaba la hormiga;
tendiéndole la rama y salvándola.
La hormiga muy feliz le dio las gracias y ambas siguieron
su camino.
Al poco tiempo, un cazador furtivo se acerca por detrás de
la mariposa con una red; en silencio se disponía a
capturarla, pero justo cuando ya tenía la red sobre la
cabeza de la mariposa ¡sintió un piquete muy doloroso en
su pierna! Gritando soltó la red y la mariposa al darse
cuenta, salió volando.
Mientras volaba, la mariposa desconcertada giró su cabeza
para ver qué había herido al cazador, y se dio cuenta que
era la hormiga a la que ese mismo día había salvado.
Moraleja: Haz el bien, sin mirar a quien. La vida es una
cadena de favores.

El viento y el sol
Una vez, el viento y el sol tuvieron una discusión
-Yo soy el más fuerte, cuando yo paso, los árboles se
mueven; hasta puedo derribarlos si quiero- dijo el viento.
-El más fuerte aquí soy yo, yo no derribo árboles, pero
puedo hacerlos crecer- Le respondió el sol.
-Voy a demostrarte que soy el más fuerte ¿ves a ese
hombre con chaqueta? Se la voy a quitar con mi soplido-
dijo el viento.
Así, el viento sopló con todas sus fuerzas, pero mientras
más fuerte soplaba, más fuerte el hombre se aferraba a su
chaqueta, y el viento se cansó de soplar.
Entonces fue el turno del sol, y este, lanzando todos sus
rayos hacia el hombre, hizo que se quitara la chaqueta de
tanto calor.
-Bien, tú ganas, pero debes admitir que yo hice mucho
más ruido- dijo el viento al final.
Moraleja: cada persona tiene sus propias capacidades y
a menudo vale más la maña que la feurza.

El halcón, el cuervo y el pastor


Lanzándose desde los cielos, un halcón cazó un corderito.
Un cuervo la observó y tratando de imitarlo, se lanzó sobre
un carnero.
Sin embargo, no pasó lo mismo que antes, y al desconocer
las artes, el cuervo se enredó en la lana, donde sin importar
que tan fuerte batía sus alas, no logró escapar.
Viendo el pastor lo que sucedía, tomó al cuervo entre sus
manos, con su machete cortó sus alas, y a su casa lo llevó.
Fascinados sus hijos lo vieron, y curiosos del asunto a su
padre preguntaron:
-¿Papá, qué ave es esta?
-Para mí es sólo un cuervo, pero él se cree halcón.
Moraleja: Es bueno y necesario aprender a conocer
nuestros propios límites, incluso para superarlos; el
primer paso es conocerlos.

El hijo y el padre
Un día, un joven iba por la calle de noche después de salir
de su trabajo; apurado recorría los rincones solitarios de la
ciudad pues esa noche su madre le había dicho que
lo esperaba en casa con una deliciosa cena.
Faltando sólo unas cuadras para llegar, el joven ve a lo
lejos la figura desgastada por la edad de alguien que
aguardaba en la esquina de una acera para cruzar la calle
mientras un semáforo estaba en verde.
–Tonto viejo, ¿por qué no cruzas si no vienen carros? ¡Yo
sí cruzaré, tengo un compromiso importante!- pensó el
joven acelerando el paso.
Pero al llegar a la esquina de aquella acera se dio cuenta
¡ese hombre era su padre!
-¿papá?-
-hola hijo-
-¿Qué hace acá?-
-Voy para la casa, vamos tarde, tu mamá seguro se
molesta-
-Papá, no vienen carros-
-sí ya veo-
-Papá aquí no hay policías-
-Pero es un barrio seguro, no hacen falta ni a estas horas
de la noche-
-Papá no hay cámaras-
-No me había fijado, ¿eso es bueno o malo?-
-¡Papá nadie nos está viendo! ¡Vamos a cruzar que vamos
tarde!-
-¡¿QUÉ?! ¡YO ME ESTOY VIENDO!-
Moraleja: Siempre podremos engañar a los demás, pero
nunca podremos engañarnos a nosotros mismos. Una
conciencia tranquila es la clave para vivir en paz con uno
mismo.

30- El Zorro y los Gallos


Dos gallos luchaban para tomar el control del gallinero.
Después de una intensa pelea, uno de ellos salió derrotado,
y no le quedó otra alternativa más que esconderse entre
los matorrales.
El vencedor exhibiéndose orgulloso, se montó sobre uno de
los postes de la cerca y comenzó a cantar a los cuatro
vientos su victoria.
Fue entonces, cuando a su espalda, un zorro que esperaba
paciente dio un salto hacia la verja y de un mordisco feroz
cazó al gallo ganador.
Desde entonces, el otro gallo es el único macho en el
gallinero.
Moraleja: La humildad es una virtud que muy pocos
practican, pero que todos deberían dominar. A quien hace
alarde de sus propios éxitos, no tarda en aparecerle
alguien que se los quita.

El amo del cisne


Algunas personas cuentan que los cisnes son hermosas
aves capaces de entonar bellas y armónicas canciones
justo antes de su muerte.
Sin saber esto, un día un hombre se hizo a un hermoso
cisne. Éste no era sólo el más bello, sino el mejor cantante
de todos. Por esta razón, el hombre pensó que el cisne
podría deleitar a quienes visitaran su hogar con sus
maravillosos cantos. De esta manera, el hombre buscaba
generar envidia y admiración en sus allegados.
Una noche, el amo organizó una fiesta, sacando a al cisne
para exhibirlo, como si se tratase de un valioso tesoro. El
amo solicitó al cisne que entonara una bella canción para
entretener al público. Ante esto, el cisne permaneció
impávido, generando molestia e ira en el amo.
Los años pasaron y el amo siempre pensó que había
malgastado su dinero en la bella ave. No obstante, una vez
el cisne se sintió viejo y cansado, entonó una maravillosa
melodía.
Al escuchar el canto de la melodía, el amo comprendió que
el cisne estaba a punto de morir. Reflexionando sobre su
comportamiento, el amo entendió su error al intentar
apurar al animal a cantar cuando éste era joven.
Moraleja: nada en la vida debe ser apurado. Todas las
cosas llegan en el momento más oportuno.

El enfermo y el doctor
En un hospital se encontraba internado un enfermo cuya
salud decaía con el pasar de los días. Éste no veía mejoras
en su estado.
Un día, el Doctor que le revisaba se encontraba dando sus
habituales rondas. Al entrar en la habitación del paciente
le preguntó a éste qué le aquejaba.
El enfermo sin dudarlo respondió que estaba sudando más
de lo normal. Ante esto el Doctor dijo:
– Todo parece normal. Estás bien.
Al día siguiente, el Doctor volvió a visitar al paciente. Éste
indicó que se encontraba más enfermo que el día anterior,
y que tenía mucho frío. Ante esto el Doctor respondió:
– No pierdas la paciencia, todo está bien.
Pasaron algunos días y el Doctor volvió a visitar al enfermo.
Éste, visiblemente desmejorado, volvió a indicar que se
encontraba más enfermo y no conseguía conciliar el sueño.
El Doctor respondió nuevamente:
– Estás bien.
Al retirarse el Doctor de la habitación, escuchó al enfermo
decir a sus familiares:
– Creo que me voy a morir de estar bien, pero cada día
estoy peor.
Ante esto, el Doctor sintió vergüenza y entendió que debía
prestar más atención a las necesidades de sus pacientes.
Moraleja: hay profesiones que requieren de constancia y
disciplina. Es importante preocuparse por otros y
escuchar sus necesidades, para evitar jugar con sus vidas
y bienestar.

El gato y el cascabel
En una casa de una gran urbe vivía un gato grande y
consentido por sus dueños. Dicho gato tomaba toda la
leche que gustaba, y sus amos le consentían y cuidaban,
esforzándose por darle todo lo que quisiera.
El gato tenía una confortable cama para él solo, y pasaba
sus días persiguiendo a un grupo de ratones que también
vivían en la casa. Cada vez que uno de estos ratones se
asomaba para tomar algo de alimento, el gato aparecía y
ferozmente le cazaba.
Los ratones eran atosigados por el gato de tal manera que
ya no podían salir de su ratonera para conseguir alimento.
Un día, los ratones se reunieron para buscar una solución
a sus problemas. Tanto los niños como los jóvenes y los
viejos deliberaron infructuosamente en busca de
soluciones.
Hasta que un joven ratón propuso una alternativa que a
todos gustó: ponerle un cascabel al gato para así saber
cuándo merodeaba fuera de la ratonera.
Todos los ratones vitorearon y acordaron que ésta era la
mejor alternativa. Hasta que uno de los ratones más viejos
preguntó:
– ¿Quién se encargará de poner el cascabel en el gato?
Inmediatamente todos los ratones se desanimaron, puesto
que no apareció ningún voluntario.
Se dice que hasta el día de hoy los ratones pasan las tardes
deliberando quién se encargará de la temeraria labor,
mientras que la comida continúa escaseando.
Moraleja: a veces las mejores soluciones vienen
acompañadas de grandes sacrificios.

El adivino
En la plaza pública de un pueblo, un adivino se encargaba
de leer la fortuna de quienes le pagaban por ello. De un
momento a otro, uno de sus vecinos se acercó para
contarle que la puerta de su casa había sido rota y que sus
pertenencias habían sido robadas.
El adivino se paró de un brinco y corrió hacia su casa para
ver qué había sucedido. Sorprendido al entrar en su
morada vio que ésta se hallaba vacía.
Uno de los testigos del evento entonces preguntó:
– Tú, que siempre estás por ahí hablando del futuro de los
otros, ¿por qué no predijiste el tuyo?
Ante esto, el adivino se quedó mudo.
Moraleja: el futuro no puede ser previsto. No hay que
confiar en aquellos que dicen que pueden predecir lo que
va a pasar con nuestras vidas.

El zapatero y el hombre rico


Existía hace muchos años un zapatero laborioso, cuya
única labor y entretenimiento consistía en arreglar los
zapatos que sus clientes le llevaban.
Tan feliz era el zapatero que a sus clientes cobraba poco o
nada, ya que arreglaba los zapatos por placer. Esto hacía
del zapatero un hombre pobre, sin embargo, cada vez que
terminaba un encargo, lo entregaba sonriente y se iba a
dormir plácidamente.
Era tal la felicidad del zapatero que pasaba las tardes
cantando, cosa que molestaba a su vecino, un hombre rico.
Un día, el hombre rico, embargado por la duda, decidió
abordar al zapatero. Se encaminó hacia su humilde
residencia y parado en el sencillo pórtico preguntó:
– Dígame usted, buen hombre, ¿cuánto dinero produce al
día? ¿es el dinero lo que causa so desbordante felicidad?
El zapatero respondió:
– Vecino, la verdad es que soy muy pobre. Con mi trabajo
solo obtengo unas cuantas monedas que me ayudan a vivir
con lo justo. No obstante, la riqueza no significa nada en
mi vida.
– Eso me imaginé – Dijo el rico. Vengo a contribuir con su
felicidad.
De esta manera, el hombre rico le entregó al zapatero un
saco lleno de monedas de oro.
El zapatero no terminaba de creer lo que estaba
sucediendo. Había dejado de ser pobre en segundos. Luego
de agradecerle al rico, tomó el saco de monedas y lo
guardó con recelo bajo su cama.
Este saco de monedas cambió la vida del zapatero. Al tener
algo que cuidar con recelo, su sueño se volvió inestable y
temía que pudiese entrar alguien a su hogar a robar el saco
de monedas.
Al no dormir bien, el zapatero ya no tenía la misma energía
para trabajar. Ya no cantaba de felicidad y su vida se volvió
agotadora. Por esta razón, el zapatero decidió devolver al
hombre rico el saco de monedas.
El hombre rico no daba crédito a la decisión del zapatero,
por lo que le preguntó:
– ¿Acaso no disfruta usted de ser rico? ¿Por qué rechaza el
dinero?
El zapatero pausadamente respondió:
– Vecino, antes de tener ese saco de monedas, yo era
realmente feliz. Todos los días me levantaba cantando
después de dormir plácidamente. Tenía energía y
disfrutaba mi trabajo. Desde que recibí este saco de
monedas, dejé de ser el mismo. Vivo preocupado por
cuidar el saco y no tengo tranquilidad para disfrutar de la
riqueza que se encuentra en él. Sin embargo, agradezco su
gesto, pero prefiero vivir siendo pobre.
El hombre rico se sorprendió y entendió que la riqueza
material no es fuente de felicidad. También entendió que
la felicidad se compone de pequeños detalles y cosas que
muchas veces pasan desapercibidas.
Moraleja: aquello que realmente nos puede hacer felices
no es el dinero o las posesiones materiales. La vida se
compone de pequeños detalles y situaciones que nos
pueden hacer felices, aun cuando no tenemos dinero.

El toro y las cabras


En una verde pradera vivían un toro y tres cabras. Estos
animales habían crecido juntos y eran verdaderos amigos.
Todos los días el toro y las cabras jugaban y disfrutaban de la
pradera.
Era normal que estos cuatro amigos jugaran, sin embargo, para
un perro viejo y vagabundo que rondaba por la misma pradera,
esta escena resultaba extraña. Las experiencias de la vida del
viejo perro le impedían entender cómo aquellas cuatro
criaturas podían ser amigas y llevarse bien entre sí.
Un día, el perro confundido decidió acercarse al toro y
preguntarle:
– Señor toro, ¿cómo es que un animal tan grande y fuerte como
usted puede pasar los días jugando en la pradera con tres
pequeñas cabras? ¿No ve usted que esto puede resultar
extraño para los demás animales? Este juego puede afectar su
reputación. Los demás animales van a pensar que usted es
débil y por eso se relacionan con esas tres cabras.
El toro meditó sobre las palabras del perro, sin querer
convertirse en el hazmerreír de los demás animales. Él quería
que su fuerza no fuera subestimada. Por esta razón, decidió
alejarse de las cabras, hasta que dejó de verlas.
El tiempo pasó, y el toro se sentía solo. Echaba en falta a sus
amigas cabras, ya que para él ellas eran su única familia. Ya
no tenía con quien jugar.
Al meditar sobre sus emociones, el toro entendió que había
cometido un error grave. Se había dejado llevar por lo que otros
pudieran pensar, en vez de hacer aquello que le nacía. De esta
forma, se dirigió hacia sus amigas cabras y les pidió disculpas.
Afortunadamente, hizo esto a tiempo y las cabras le
perdonaron.
El toro y las cabras siguieron jugando todos los días y fueron
felices en la pradera.
Moraleja: debemos hacer aquellos que nos nace y dicta
nuestra conciencia y corazón, sin importar lo que otros
puedan pensar sobre nuestras decisiones.

La mula vanidosa
Había dos mulas de carga que trabajaban para diferentes
amos. La primera mula trabajaba para un campesino y se
encargaba de llevar pesadas cargas de avena. La segunda
mula trabajaba para el rey y su labor consistía en llevar
cuantiosas sumas de monedas de oro.
La segunda mula era sumamente vanidosa y orgullosa de
su carga. Por esta razón, caminaban altanera y haciendo
ruido con las monedas que llevaba. Tanto ruido hizo un día
que, unos ladrones se percataron de su presencia y le
atacaron para robar su carga.
La mula se defendió con fuerza, hasta perder su carga y
terminar gravemente herida. Al caer sobre el suelo
adolorida y triste, preguntó a la primera mula:
– ¿Por qué me pasó esto? ¿por qué esos ladrones robaron
mi carga?
Ante este cuestionamiento la otra mula respondió:
– A veces lo que parece un gran trabajo no lo es. Es mejor
pasar desapercibido para no despertar la envidia de otros.
Moraleja: es mejor ser discreto que vanidoso cuando se
tiene algo de gran valor. Muchas personas pueden
sentirse envidiosas cuando se habla mucho de lo que se
tiene.

El elefante y el león
En la selva todos los animales le rendían culto al león como su
rey. Veían en él una figura fuerte, valiente, fiera y elegante. No
les importaba que llevara muchos años gobernándoles.
Sin embargo, algo que todos los animales de la selva no
conseguían entender era que, al lado del tenaz león siempre se
encontraba un viejo y lento elefante. Cada animal de la selva
ardía en deseos de estar al lado del mandatario en lugar del
elefante.
El rencor y los celos de los animales fueron gradualmente
creciendo. Un día todos los animales decidieron hacer una
asamblea para que el león eligiese a un nuevo compañero.
Una vez inició la asamblea, la zorra tomó la palabra:
– Todos pensamos que nuestro rey es increíble, no obstante,
coincidimos en que no tiene un buen criterio para escoger
amigos. Si hubiese elegido a una compañera astuta, hábil y
hermosa como yo, esta asamblea no tendría lugar ni sentido.
Después de la zorra continuó el oso:
– No me cabe en la cabeza cómo nuestro rey, un animal tan
imponente, puede tener como amigo a un animal que carece
de garras grandes y fuertes como las mías.
Ante los comentarios de los demás, el burro por su parte
señaló:
– Yo entiendo perfectamente lo que está pasando. Nuestro rey
eligió al elefante como su amigo porque tiene unas orejas
grandes como las mías. No me eligió a mí primero porque no
tuvo el placer de conocerme antes que al elefante.
Tal fue la preocupación de todos los animales por reconocer sus
cualidades sobre las del elefante, que no consiguieron ponerse
de acuerdo y jamás lograron entender que el león prefería al
elefante por su humildad, sabiduría y modestia.
Moraleja: los valores como la humildad, el desinterés y la
modestia pueden hacer que las cosas más valiosas de la vida
vengan por sí solas. La envidia es una pésima consejera.

El guepardo y el león
Una vez, los animales de la sabana estaban un poco
aburridos y decidieron buscar maneras de divertirse.
Unos fueron a los pozos a saltar en el agua, otros se
pusieron a trepar árboles, pero el guepardo y el león,
aprovecharon la ocasión para probar sus cualidades frente
a todos y decidieron hacer una carrera.
– ¡Atención! Si queréis entretenimiento aquí está: seremos
testigo de una carrera de velocidad entre el león y el
guepardo. ¿Quién ganará? Acercaos y lo sabréis en
minutos.
Entonces los animales se animaron y se acercaron
curiosos. Murmuraban entre ellos sobre cuál era su favorito
y por qué.
– El guepardo es veloz. La victoria es suya – decía la jirafa.
– No estés tan segura amiguita. El león también corre
rápido – le respondía el rinoceronte.
Y así cada cual abogaba por su candidato. Mientras tanto,
los corredores se preparaban para la competencia.
El guepardo, se estiraba y calentaba sus músculos. No
estaba nervioso sino que se preparaba para dar un gran
espectáculo y dejar clara su ventaja sobre el león.
Por su parte, el león solo se sentó a observar el horizonte
y a meditar. Su esposa, la leona, se le acercó y le preguntó:
– Querido, ¿qué haces aquí? La chita está poniéndose a
tono para la competencia y tú solo estás aquí sentado con
la mirada perdida. ¿Estás bien? ¿Necesitas algo?
– No, mujer. Tranquila. Estoy meditando.
– ¿Meditando? A segundos de una carrera con el animal
más veloz de la sabana, ¿tú meditas? No te entiendo
querido.
– No tienes que entenderme cariño. Yo ya preparé mi
cuerpo para esta carrera durante todo este tiempo. Ahora,
necesito preparar mi ánimo.
El clan de los elefantes mayores, fueron quienes
prepararon la ruta y marcaron las líneas de salida y de
meta. Los suricatos serían los jueces y un hipopótamo
daría la señal de salida.
Llegó el momento y los corredores se pusieron en posición:
– En sus marcas- comienza a decir el hipopótamo-
listos…¡fuera!
Y arrancaron a correr el león y el guepardo, quien
enseguida tuvo la ventaja.
Los competidores se perdieron rápidamente de vista de los
animales ubicados al principio de la pista.
La victoria parecía ser del guepardo, pero al minuto de
haber empezado, dejó de ser tan veloz. El león seguía
corriendo a su ritmo pero cada vez estaba más cerca de
alcanzarla, hasta que al fin la superó y allí aumentó la
velocidad y le ganó.
Moraleja: No por ser más veloz, ganas una carrera. A
veces, basta con utilizar tus energías de una forma
inteligente.

La hormiga, la araña y la lagartija


Había una vez, en una casa de campo donde habitaban
muchos animales de distintas especies, una araña y una
lagartija.
Vivían felices en sus labores; la araña tejía hermosas y
enormes redes mientras la lagartija mantenía lejos de la
casa a los insectos peligrosos.
Un día, vieron un grupo de hormigas trabajando
recogiendo cosas. Una de ellas las dirigía y les ordenaba a
dónde ir a buscar la carga y por cuál ruta debían llevarla
hasta su casa.
Extrañadas por los visitantes, la araña y la lagartija se
acercaron a la hormiga:
– Hola. ¿Quiénes son ustedes y qué hacen aquí?- se
adelantó a preguntar la araña.
– Sí, ¿quiénes son?- le apoyó la lagartija.
– Hola. Perdonen el descuido. Somos las hormigas y
estamos de paso, buscando comida para prepararnos para
el invierno. Espero que no estemos molestando.
– No exactamente, pero es extraño verlas aquí. Este
terreno ha estado solo para nosotras desde hace mucho y…
– Y no nos gusta el escándalo ni que dejen suciedad en
esta zona. Nuestro trabajo es mantener a los insectos
alejados de aquí- dijo la lagartija con tono de cierta
molestia.
– ¡Oh perdonen! De verdad que no es nuestra intención
molestarlas. Insisto: estamos de paso preparándonos para
el invierno.
– Pues yo no sé si lloverá, lo que sé es que les agradezco
que terminen rápido con su labor y se vayan a su casa.
Aquí ya estamos completos- sentenció la lagartija y se fue
por los matorrales velozmente.
La araña, algo incómoda por el mal humor de su vecina,
también se fue a sus aposentos. Antes, le advirtió a la
hormiga sobre su naturaleza insectívora.
La hormiga se quedó pensando: “¡Pero qué gruñones! La
lagartija quiere su espacio y la araña nos puede comer.
Creo que es mejor que huyamos”.
Entonces volvió a su puesto y ordenó la retirada a sus
compañeras.
Esa noche llovió a cántaros y mientras las hormigas
estaban en su casa con refugio seguro y comida
abundante, la araña y la lagartija temblaban de frío y
pensaban en que por estar discutiendo no habían guardado
comida en sus despensas.
Moraleja: Debemos ser abiertos con lo nuevo y lo
diferente porque no sabemos si ahí podemos encontrar o
aprender algo para nuestro bien.

Los perros y la lluvia


Había una vez una casa grande en la que vivían varios
perros: Negrita, Blani, Estrellita y Radio. Vivían felices
corriendo por los patios, jugando y haciendo travesuras,
pero casi a ninguno lo dejaban entrar a las casas.
Solo Estrellita tenía permiso de hacerlo, por ser la más
pequeña y consentida.
Al llegar el invierno, todos buscaban refugio porque el frío
les helaba todo el cuerpo. Estrellita se burlaba de ellos
desde la comodidad de su camita dentro de la casa.
El invierno pasó y el sol radiante iluminaba todo. Los días
eran perfectos para jugar al aire libre.
Los perros salieron contentos a correr y Estrellita también
quiso acompañarlos pero ellos le dijeron:
– No queremos jugar contigo Estrellita. Sabemos que no es
tu culpa que te permitieran entrar a ti sola a la casa
durante las lluvias, pero no tenías derecho a burlarte de
nosotros que nos moríamos de frío.
Y Estrellita, se entristeció y se acurrucó en su cómoda
camita. Sola.
Moraleja: Los buenos amigos no se burlan de las
dificultades de los demás. Intentan ayudarlos.

La abeja y el fuego
Había una vez una abejita que siempre visitaba un jardín
lleno de girasoles. La abejita se pasaba las tardes
conversando con los girasoles más pequeños.
En su casa, le decían que el jardín era para polinizar, no
para conversar. Pero ella sabía que podía hacer ambas
cosas. Y le encantaba.
Sus amigos girasoles eran divertidos y siempre hablaban
de cuánto admiraban el sol. Un día, quiso darle una
sorpresa a los girasoles y se fue a buscar un cerillo
encendido.
Con gran esfuerzo encontró uno en un basurero y se las
ingenió para encenderlo en la estufa de una casa en la que
siempre olvidaban cerrar las ventanas.
Con todas sus fuerzas llegó al jardín y cuando estaba cerca
de sus amigos, se le cayó el cerillo. Afortunadamente, se
encendió el riego automático porque era justo la hora de
regar el jardín.
La abejita casi se desmaya del susto y sus amigas también.
Moraleja: por muy buenas que sean tus intenciones,
siempre debes calcular los riesgos de tus acciones.

Tilín el desobediente
Había una vez un caballito de mar llamado Tilín, que tenía
un amigo cangrejo llamado Tomás. Les encantaba pasar
las tardes jugando juntos y visitando arrecifes.
Los padres de Tilín le habían dicho siempre que tenía
permiso para jugar con su amigo cangrejo, siempre que no
saliera a la superficie.
Un día, le ganó la curiosidad y le pidió a Tomás que lo
llevara a la orilla. Este se negó a llevarlo pero Tilín insistió.
El cangrejo accedió pero con la condición de que solo
fueran hasta una roca por un momento y regresaran
enseguida.
Así lo hicieron, pero cuando subieron a la roca, no se dieron
cuenta que una lancha de pescadores venía del otro lado y
cuando los vieron lanzaron su red.
Tilín sintió que algo le tiró muy fuerte hacia abajo y se
desmayó. Cuando despertó, estaba en su cama con sus
padres. Al ver que despertaba Tilín, ellos suspiraron de
alivio.
Lo siento mamá y papá. Solo quería ver la superficie una
vez. Sentir el aire de allá arriba. ¿Qué pasó con Tomás? -
dijo Tilín.
Lo siento Tilín. Él no pudo escapar- respondió su mamá con
la cara triste.
Moraleja: es mejor obedecer a los padres porque tienen
más experiencia y conocimientos.

El zorro irresponsable
Érase una vez Antonie, un zorrito que iba a la escuela en
el bosque.
Un día la maestra les asignó una tarea que consistía en
tomar del bosque 5 ramitas durante 10 días y hacer con
ellas una figura.
Al final de los 10 días, todos expondrían sus figuras. La
mejor escultura ganaría un regalo.
Todos los zorritos salieron hablando de lo que pensaban
hacer; unos harían la torre Eiffel, otros un castillo, otros
grandes animales. Todos se preguntaban cuál sería el
regalo.
Los días pasaban y aunque Antonie decía que estaba
avanzando en su tarea, la verdad era que no había
empezado siquiera.
Todos los días al llegar a su madriguera, se ponía a jugar
con lo que encontrara y a pensar en cuánto le gustaría
comerse un pastel de moras.
Faltando un día para la entrega, la maestra le preguntó a
los zorritos sobre sus avances con la tarea. Uos decían que
ya habían terminado y otros que ya casi.
La maestra les dice:
Me alegra mucho oír eso niños. El que haga la escultura
más bonita, se llevará este rico pastel de moras.
Era el pastel con el que Antonie soñaba. Al salir de la clase,
Antonie corrió a su madriguera y en el camino tomó tantas
ramas como pudo.
Llegó y comenzó a realizar su proyecto pero ya era muy
poco el tiempo que le quedaba y no logró hacer su tarea.
Al llegar a su clase el día de la presentación, todos los
demás llevaban bonitas obras menos Antonie.
Moraleja: Cuando pierdes tiempo por pereza, no puedes
recuperarlo y podrías perder buenas recompensas.

La carrera de perros
Érase una vez una carrera de perros que se celebraba cada
año en un pueblito remoto.
Los perros debían correr un tramo de mil kilómetros. Para
lograrlo, solo se les daba agua y tenían que sobrevivir con
lo que pudieran encontrar.
Para la gente de los demás poblados, esta carrera era la
más complicada del mundo. Llegaba gente de todas partes
del mundo a poner a prueba a sus canes.
En una ocasión, se presentó a la carrera un perro flaco y
viejo. Los demás perros se reían y decían:
Ese perro viejo y flaco no aguantará y se desmayará a los
pocos metros.
El perro flaco les respondio:
“Quizá sí, quizá no. Quizá la carrera la gane yo”.
Llegó el día de la carrera y, antes de la voz de partida, los
perros jóvenes al viejo le decían:
“Bueno viejo, nos llegó el día, por lo menos tendrás la dicha
de decir que en esta carrera participaste un día”.
El perro viejo sin inmutarse respondió:
“Quizá sí, quizá no. Quizá la carrera la gane yo”.
Salieron los perros al escuchar la voz de partida, los
veloces pronto tomaron la delantera, detrás iban los
grandes y los fuertes, todos a la carrera.
El perro viejo iba el último.
Al cabo de los primeros tres días, los veloces se
desmayaron por agotamiento y falta de comida. Siguió así
la carrera y los perros grandes, al viejo le decían:
Viejo los rápidos se salieron ya. Es un milagro que sigas en
pie, pero eso no significa que a nosotros nos ganés.
El perro viejo como siempre, muy tranquilo respondió:
“Quizá sí, quizá no. Quizá la carrera la gane yo”.
Pronto los perros grandes se agotaron; por su gran tamaño
toda el agua se acabaron, y de la carrera fueron sacados.
Finalmente quedaban los fuertes y el perro viejo. Todos
estaban sorprendidos porque el perro viejo iba cada vez
más cerca de los fuertes.
Ya casi al final de la carrera los perros fuertes sucumbieron
y decían: “¡No puede ser! Ahora dirán que todos los perros,
fuertes, grandes y jóvenes, ante un viejo cayeron”.
Solo el perro viejo la meta logró cruzar. y al lado de su amo
fue feliz a celebrar.
Moraleja: Si te concentras en la meta y eres
consecuente, puedes conseguir lo que quieres.
El gallo puntual
¡Kikirikiii!
Cantó el gallo a las 5 de la mañana, como era su costumbre.
Su canto marcaba el inicio de la faena en la granja; la señora
va a la cocina para preparar el desayuno, su esposo va al
campo a recoger la cosecha del día y los chicos se alistan para
ir a la escuela.
Al ver esto todos los días, un pollito le pregunta a su papá gallo:
Papi ¿por qué todos los días cantas a la misma hora?
Hijo, canto a la misma hora porque todos confían en que yo
cumpla con mi trabajo y los despierte. Así todos pueden cumplir
sus labores con puntualidad.
Otro gallo que pasaba por allí, escuchó la conversación y le dice
al pollito:
Tu papá se cree importante, pero no es cierto. Fíjate, yo canto
cuando quiero y no pasa nada. Él por gusto propio canta todas
las mañanas.
El papá gallo dijo:
¿Eso crees? Hagamos algo: mañana cantas tú a la hora que
quieras, pero te quedas en el poste después de cantar.
¿Es un reto? – dijo el envidioso gallo.
Sí, eso es- le afirmó el papa gallo.
Al día siguiente, según lo planeado, el otro gallo cantó en el
poste, pero esta vez no fue a las 5 de la mañana, sino a las
6:30.
Todos en la casa se levantaron como locos; corrieron
atropellándose unos con otros, malhumorados. Todos iban
retrasados a sus labores.
Ya listos, salieron todos, pero antes de irse, el señor de la casa
agarró al gallo que aún seguía en el poste y lo encerró como
represalia por haberlo despertado tarde.
Moraleja: No menosprecies el trabajo ajeno por insignificante
que parezca. Además, es importante ser puntual.

El caballo presumido
Un día llegó un campesino a la tienda del pueblo en busca
de un animal de carga que lo ayudara a transportar las
herramientas para el campo.
Habiendo visto a todos los animales que el tendero le
ofrecía, el campesino procedió a cerrar el trato en el
interior de la oficina de la tienda.
En el establo, los animales quedaron ansiosos esperando
enterarse por cuál de ellos se había decidido el campesino.
Un caballo joven les decía a todos:
“Listo yo ya me voy, el campesino me elegirá, soy el más
joven, bello y fuerte aquí así que mi precio él pagará”.
Un caballo viejo que allí se encontraba le dice al joven:
“Cálmate chico que con ser tan presumido, no ganarás
nada. Al cabo de unos minutos, entraron el campesino y el
vendedor. Llevaban dos cuerdas en mano y enlazaron a
dos borriquitos.
El caballo relinchando fuerte decía:
“¿Qué pasó aquí? Pensé que a mi era al que elegirían”.
Los caballos más viejos, al joven con risas le decían:
“Mira chico, al campesino solo le importaban animales para
el trabajo no un animal bello y joven”.

Moraleja: Ser presumido solo puede hacerte quedar mal.

El loro y el perro
Había una vez un loro y un perro que se cuidaban entre
si.
El loro daba compañía al perro y al hablar mucho le
entretenía. Por su parte, el perro protegía al loro de otros
perros que se lo querían comer.
Sin embargo, el loro a veces hablaba demasiado, y seguía
haciéndolo aunque el perro le pedía que se callase para
dejarlo dormir.
Un día el loro estuvo hablando desde la mañana hasta la
noche, incluso cantó varias canciones mientras el perro
intentaba dormir. Al final el perro dejó de intentar dormir
y se quedó despierto sin poder hacer nada.
A la mañana siguiente el loro se despertó, empezó a
hablar, pero se dió cuenta que el perro ya no estaba para
escucharle. Se había ido, seguramente porque así le
dejaría descansar. Prefería estar solo que mal
acompañado.
Moraleja: No hay que molestar a nuestros amigos.
Intenta tratarlos bien para que quieran estar a tu lado.

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