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Alvaro Medina
Profesor asociado
Facultad de A rtes
8.
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( llust. \ í í
Tenemos otro ejemplo: al escultor inglés Henry Moore. En los años
de juventud, sus esculturas presentan un tratamiento pesado y macizo,
tratamiento que podemos comparar con una esculmra maya tolteca que
( llust. \ í ¿
se conoce con el nombre de Chacmool. El Museo Británico se distingue
( llust. ^_J6
En un Tamayo de unos treinta años después del cuadro mencionado
arriba, veríamos paso a paso su lenta evolución. Tamayo no dio saltos Í,
caprichosos según la moda, ese faro de los que jamás llegarán a ser 53
auténticos poetas. Pues bien, tenemos un lienzo muy intuitivo, que se
antoja rústico que se puede comparar con estas pinturas rupestres de la ' '
Baja CaUfornia, en México, esencialmente primitivas. Sabemos muy poco
del pueblo que habitó el lugar y dejó en la roca sus obras maestras. Las
figuras tienen cerca de cinco metros de alto. En la región se llegó a
decir que habían sido pintadas por gigantes. Las pinturas rupestres de
la Baja CaUfornia poseen la alta calidad de poética que uno siente ante
las pinturas de las cuevas de Altamira en España y ante las de las cuevas
de Lascaux en Francia. Tamayo conoció este asombroso ejemplo de
pinmra primitiva americana y supo sacar de eUa lecciones fructíferas 127
que apUcó en su propia pintura.
Ilust. ^ ¡g )
PoUock forjó su lenguaje personal con un ojo puesto en América
Larina, especialmente en maestros mexicanos como José Clemente
Orozco y David Alfaro Siqueiros. Hoy, cuando lo habimal entre nosotros
es fijar la mirada en el norte para obedecer pautas seguidistas, bueno es
recordar que hace sesenta años las cosas sucedieron al revés. Sólo que
PoUock no procedió como un seguidista de los latinoamericanos sino
como un auténtico creador. La técnica del dripping o sea la de chorrear la
pintura en lugar de aphcarla con el pincel, la aprendió PoUock del
mexicano Siqueiros en el taUer experimental que éste último mvo en Nueva ' '*" %
York en los años treinta. Pocos años después, el chüeno Matta le habló 1^
del automatismo v de aceptar que el inconsciente jugara su papel. Gracias •^
.§
s
a Matta, PoUock pudo entonces igualar las dos incógnitas de una ecuación 6
• ^
escritura, de una escritura que sugiere sus secretos pero no los revela
porque el chamán tampoco revela los suyos. I
1
Andy Warhol es uno de los exponentes del Pop Ario sea el movimiento I
que siguió cronológicamente al de Pollock. Pero volvamos un instante al i
surrealismo, surgido en los años veinte, para recordar que lo que planteaba ..§
en escencia era saUr de lo racional y rescatar ciertas reacciones automáticas j,
o instintivas que todos tenemos, automatismos que en los niños se expresan 53
muy bien y que la sociedad se encarga de aniquilar en el adulto. Una de las
raíces del surreaUsmo es el movimiento Dada, que tiene su figtira máxima
en Marcel Duchamp, el artista que más ha influido en el siglo XX.
Duchamp fue un poeta visual polifacético, que hizo absolutamente de
todo y que tomó la enigmática determinación de no trabajar más en su
taUer en los últimos años para poder dedicarse a jugar ajedrez.
Estoy seguro que los que han leído sobre los geogUfos de Nasca "''' ''''
están al tanto de un decir según el cual una obra tan misteriosa v de tan 1 i7
vastas proporciones sólo p u d o ser hecha p o r extraterrestres. Semejante
teoria es la del h o m b r e imbuido del arte europeo tradicional, del h o m b r e
que n o imagina obras hechas para ser sentidas en lugar d e ser vistas. E n
efecto, los geogUfos sólo pueden ser apreciados en su integridad desde
el aire, desde una avioneta o un heUcóptero, vistazo que personalmente
he tenido la suerte de poder echar. Esta necesidad de verlas desde el
aire le ha dado fuerza a la teoría de que son señales que los extraterrestres
podían interpretar al Uegar en sus naves. Pero es que el arte n o ha sido
concebido siempre para ser captado de un solo golpe de vista, que es lo
que ocurre con u n cuadro o c o n una escultura. Esta otra posibilidad del
arte, divorciada p o r completo de la verticaUdad del cuadro en el m u r o o
de la escultura en su pedestal; es la que rescatan artistas c o m o Serra,
Smithson y Long. L o s geofUgos de Nasca, según los entendidos más
lúcidos, son la expresión de un ritual primitivo, que muy probablemente
se reaUzaba para invocar la lluvia y disponer de agua, ya que en la zona
n o llueve casi nunca.
.1 Las Pampas de Nasca quedan al sur del Perú. Aunque muy modestos,
^ también hay geogUfos en Chile y en Pampa Colorada, al norte del Perú.
Ia
También los hay en los Estados Unidos. En Inglaterra, los celtas trazaron
geogUfos hoy famosos como son el Gigante de Cerne Abbas y el Caballo
Blanco de Uffington. Cuando el artista moderno revive esta vieja expresión
Ilust. ^^S ) y la actuaUza, lo hace con nuevos conceptos. Es el caso de la famosa
Spiraljetiy de Robert Smithson, la obra máxima de las reahzadas por los
artistas que se interesaron en trabajar con elementos extraídos de la
tierra para intervenir con eUos el paisaje. Tuve la suerte de conversar
con Smithson cuando presentó en púbUco los documentos relacionados
con la reaUzación de la Spiraljetty. Se trata de una gigantesca espiral de
rocas y tierra que penetra en un lago situado en el desierto. Una de las
cosas que maraviUó a Smithson fue que el espiral, con el paso del tiempo,
cambiaba de color debido a la saUnidad de las aguas.
( Ilust. ' 5 (
Walter de María es el nombre del autor de un sobrecogedor campo
de luces, que, como la cortina de Christo, enriquece nuestra relación
con el entorno. ¿En qué consiste? En 400 pararrayos de acero ordenados
en Uneas rectas dentro de un cuadrado que mide algo más de kilómetro
y medio de lado. Como pueden ver, la obra está locaUzada en una vasta
planicie semidesértica, carente de árboles o de accidentes topográficos
de importancia. La obra fue construida de manera permanente en Nuevo
México y podria decirse que es la namraleza misma la encargada de
completarla, con su luminosa e iluminante caUgrafia, cada vez que la
atmósfera se carga de electricidad y los postes de acero provocan
la tempestad de rayos que vemos en la foto. Ya no es el espectador
nada que explicar en este caso. Tierra, agua, fuego, aire y sangre son los
componentes esenciales de estas esculturas de Ana Mendieta,
estrechamente ligadas a su condición de mujer. No todo en ella es
controlado, así que el azar vuelve y juega un papel en primer orden.
París, tras un viaje que lo Uevó al otro lado del planeta. Marta Palau y
Ana Mendieta nos prueban que el viaje continúa, pero esta vez al otro
lado de la imaginación. Era inevitable entonces, para enumerar los ^
s
acontecimientos relevantes de la segunda mitad del siglo XX, comenzar 5
1s
con el artista del siglo XIX que elevó a otro nivel la espirituaUdad de la §
cultura occidental.
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