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Tecnología Igualitaria para la Colectividad Social

A lo largo de la historia de la humanidad, los individuos han ideado muchas maneras


de expresar sus emociones, pensamientos o experiencias. Inclusive cuando todavía no
existía el lenguaje articulado como tal, las pinturas rupestres encontradas en España,
Francia o Indonesia son una muestra de que el ser humano, desde los inicios de su
evolución, buscó socializar por medio de canales colectivos que emitían favorablemente un
mensaje; llegó la escritura y con ella la expansión del conocimiento incipiente que concebía
el hombre sobre su entorno.
Sin embargo, estos beneficios han sido orientados continuamente hacia un sector
privilegiado de la población, ocasionando que la jerarquía socioeconómica se mantenga a
pesar de la globalización y la red informática mundial. Por ello no causaron sorpresa los
resultados de la edición 2015 de “Estado de Banda Ancha”, investigación realizada
periódicamente por la ONU en la que se reveló que los diez países con mayor conectividad
se encuentran Europa mientras sus contrarios están ubicados en el continente africano.
A partir de la primera revolución industrial, las máquinas o aparatos creados por el ser
humano comenzaron a facilitar muchas de sus tareas, abriendo espacios para redescubrir
otras especialidades que podrían servirle a la humanidad a mejor su calidad de vida.
El primero de estos cambios se realizó en la segunda mitad del siglo XVIII (1760)
hasta las primeras décadas del siglo XIX (1840). Se sabe que se inició en Inglaterra; se
inventó la máquina a vapor, la bombilla de luz, el telégrafo, entre otras cosas, lo que
también se sabe es que en Latinoamérica, así como en el resto de Europa, causó gran
crecimiento y esperanza de progreso, pero lo que poco se difunde es que ese avance
estaba ligado a la compra de materia prima por parte de los países desarrollados,
especialmente Inglaterra, ya que este país concentraba el control del comercio
latinoamericano, basado como hasta este momento, en la exportación de materia prima,
actividad económica que continuaban realización desde el siglo XV, cuando los españoles
invadieron los grandes imperios de América y les impusieron un sistema económico
alternativo.
Mientras que la Segunda Revolución Industrial ya estaba muy avanzada en Europa y
Estados Unidos, en las primeras décadas del siglo XX, en naciones amablemente llamadas
en vías de desarrollo recién se registraban cambios propios de la primera de estas
revoluciones. Mientras Europa conocía los beneficios del avión, el teléfono y el automóvil,
los países latinoamericanos, tomando en cuenta su ubicación geográfica, buscaban
especializarse en la explotación de algún recurso natural como el cobre, el petróleo, el
hierro, las carnes, los cereales, el café y la caña de azúcar. Y como Europa ya tenía a su
“patio trasero” controlado y servicial, buscó someter a otro continente: África. Las tierras
desérticas se repartieron entre los buitres y solo se marcharon hasta que una segunda
guerra los azotó en la década de los 40.
La tercera revolución industrial, de la que habla Jeremy Rifkin en La civilización
empática llegó en la segunda mitad del siglo XX, aunque el término fue acuñado por el
estadounidense hasta el 2007. Las tecnologías de la información y la comunicación
revolucionaron el mundo en mucho menos tiempo que los dos cambios sociales antes
mencionados, no obstante, se siguen manejando los mismos patrones: en el 2002, Chile era
el país latinoamericano con la mayor población con acceso a internet, pero este porcentaje
no alcanzaba ni el 20%, mientras que Islandia sobrepasaba 67%.
Todas estas tecnologías tienen sus orígenes en el Hemisferio Norte, y se puede
justificar que ese es uno de los motivos por los que se extendió rápidamente en esta parte
de la tierra, pero con la llegada de la globalización, este patrón debió haberse
resquebrajado pues lo que esta idea buscaba era unificar el mundo. Desgraciadamente,
esto ocurrió en materia política y en modelos económicos, dejando entrever que alcanzar la
equidad entre pueblos del centro y de la periferia nunca fue uno de sus objetivos. Uno de
los ejemplos es el neoliberalismo, que se instaló dictatorialmente al norte del continente
americano en la década de los 70, y para los 90 ya abarcaba casi toda Latinoamérica.
Aunque a la larga estas revoluciones tecnológicas han beneficiado a todos los
sectores, debido a muchas causas históricas y geográficas, los países Latinoamericanos
siempre han tenido un desarrollo tardía y a dimensiones minúsculas en comparación con
Europa y Estados Unidos. En un momento esto se evidenció en las máquinas motoras, en
el transporte y ahora en los canales de comunicación, que aunque se muestren disponibles
para todos, existen brechas de idioma, de conocimiento o manejo de esa tecnología que
ralentizan el desarrollo de determinadas sociedades. Las políticas equitativas y la educación
de calidad, tanto en materias básicas e integrales para los ciudadanos latinos como en
cursos complementarios como la informática y el manejo de las TICs pueden hacerle frente
a este desequilibrio entre las dos partes del mundo.
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