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El llamado trascendental

Todas las cosas provienen de un origen común,

ese origen común es inmanifestado,

solo por la percepción de lo que es consciente

lo inmanifestado se hace manifiesto.

Las palabras no son el entendimiento,

el entendimiento se auxilia en las palabras,

así como en todo lo manifiesto

para fortalecerse a sí mismo.

El origen común de todas las cosas

no es más que una forma de llamar con palabras

al origen secundario de todo lo que puede percibirse,

puesto que no hay un origen, todo viene en potencia desde la eternidad.

No existiendo un origen, nadie es la causa primordial de sus actos,

no siendo la causa primordial de ningún acto,

la vida en la que nos identificamos con nuestros papeles no es real,

es como una función donde fuerzas que no controlamos manifiestan nuestra realidad.

Aún si lo anterior no es comprendido no deja de suceder,

por esa misma fuerza, interconectada con todo, aún si se decide no actuar,

los seres inevitablemente se identifican con lo que no es real,

los seres inevitablemente realizan sus actos, le dan su sentido a las cosas.
Esta fuerza que todo lo controla está más allá del bien y del mal,

por tanto el bien y el mal son solo elementos reales dentro de la función

y pueden dejar de serlos cuando el destino trae la visión que trasciende,

por ello, no está dado a ningún ser discriminar efectivamente sin tal visión lo que sucede.

La complejidad de la función es tan grande que el ojo común

no puede detectar por patrones o tradiciones qué es lo alto o lo bajo,

qué es lo correcto o lo incorrecto, a pesar de que son solo palabras,

pero sin las palabras este libro no se escribiría.

Movidos por un designio divino o por el alimento del ego,

muchos seres buscan resplandecer para los demás, cuando el propósito es inferior,

se puede recurrir a la peor violencia, imponer el dominio

y romper brutalmente la armonía, pero estos seres nunca quedan así satisfechos.

Por igual, el deseo desmedido de posesión, conduce a destinos similares,

las consecuencias de lo presenciado no pueden ser medidas por especulación,

no se puede suponer lo correcto para la fuerza suprema, complejos acuerdos rigen todo,

agentes de luz se esconden en lo oscuro, agentes de la fuerzas adversas se esconden en la luz.

Movidos ciegamente por la venganza incluso grandes seres enredan su destino,

movidos por la necesidad humana de justicia, grandes seres han dado falsas leyes,

la naturaleza del hombre tiende a la hipocresía, tiende a la hipocresía para aplacar su fuego,

para aplacar su fuego la fuerza suprema que está en todo trascenderá el juicio y el no juicio.
Dentro de cada ser hay partes no perceptibles para el ojo común

que atienden lo que la mente consciente ignora,

esta atención genera lecciones para esas partes las cuales

atraerán por su conexión con la fuerza suprema, eventos de aprendizaje para el resto del ser.

Aprendizaje, juego, sufrimiento, bienestar, vacío,

todos son elementos de la gran función,

quien busca desenfrenadamente la belleza todo el tiempo

como quien busca así lo desagradable termina decepcionado una y otra vez.

Movido por sus deseos, por la necesidad de escapar de su situación actual

o por el intento de burlar a la vida, los seres tienden a los extremos,

son dominados por los opuestos en cualquier matiz, movidos de un polo hacia el otro,

mientras siguen siendo marionetas del orden supremo.

La fuerza suprema siempre obtiene lo que quiere,

los sabios comprenden esto a tiempo y dejan de oponerse,

dejan de ser esclavos del placer y del dolor, del vacío y de lo lleno,

del bien y del mal, del amor y del odio, así construyen la paz.

Cuando el ser se libera de esos apegos, aceptando la verdad que surge en su interior,

la vida comienza a conducirlos por los caminos sagrados,

los deseos remanentes son solo una inercia de lo que fue el ser anterior,

las partes del ser que han completado la comprensión traerán luz al resto.
La puerta está abierta, es cuestión de tiempo, observándose y conociéndose a sí mismo

rompe las cadenas de la ignorancia; el sufrimiento sigue existiendo,

el desconsuelo a veces aprieta, entre caídas y esfuerzos el ser va encontrando la verdad,

abandonando el esfuerzo que nace de la ilusión, su intuición lo conduce a la libertad.

Cuando ha entrado en la corriente divina, el ser se abandona a sí mismo,

conectado trascendentalmente con su camino hacia el bienestar eterno;

tomando pérdida o ganancia por igual, ya no se aferra excesivamente

a ese bienestar como al principio, cuando debe avanzar avanza, cuando debe ceder cede.

Libre del apego al saber y al no saber, se entrega a lo que es,

cuando debe ser poco es poco, cuando debe ser mucho es mucho,

encuentra en realidad la medida exacta para todas las cosas,

aún si no debe ser consciente de ello a veces, pues es a veces la medida.

Libre de la atracción y la aversión hacia lo externo,

comprende que todo es adentro,

pero que no hay diferencia entre afuera y adentro;

busca el centro ideal en su consciencia, da balance a toda decisión.

El que ha entrado en la corriente comprende la trascendencia de la verdad interior,

incluso altas potestades caerán de sus posiciones si intentan oponerse.

la luz y oscuridad de este ser son sagradas, incluso su ignorancia lo es,

no existe nada ni arriba ni abajo que llegue a impedir su entrada en el reino de la paz.
Habiendo captado en tu interior estas palabras,

trasciende el creer o no creer nacidos de la especulación,

deja que tu verdad intuitiva te indique qué hacer,

la verdad intuitiva y la espontaneidad que nace de ella son lo seguro.

No hay mejor camino para encontrar el saber intuitivo

que convertir ese saber en el propio camino,

no intentes hacerlo, hazlo y tarde o temprano

notarás la conexión con la verdad interior.

Aún para quien siente que no es el camino,

aún para quien necesita rechazar estas palabras,

todo es el camino, tanto abandonar como tomar lo seguro,

ni el cielo ni el infierno, ni lo que está más allá, nada impide la victoria definitiva de la paz.

Autor: Desconocido

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