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muerte?
San Josemaría responde a la pregunta de un médico
en Perú sobre cómo ayudar a los enfermos a afrontar
el temor a la muerte.
Enfrentaos con la muerte. Dad la cara. Contad con ella; tiene que venir… ¿Por qué vas a
tener miedo? Esconder la cabeza debajo del ala con miedo, con pánico ¿por qué? Señor, la
muerte es la vida. Señor, la muerte para un cristiano es el descanso, y es el Amor y de ahí no
salgo. ¿Era esto lo que tú querías que te dijera?
876 Cara a la muerte, ¡sereno! —Así te quiero. —No con el estoicismo frío del
pagano; sino con el fervor del hijo de Dios, que sabe que la vida se muda, no se
quita. —¿Morir?... ¡Vivir!
879 La muerte llegará inexorable. Por lo tanto, ¡qué hueca vanidad centrar la
existencia en esta vida! Mira cómo padecen tantas y tantos. A unos, porque se
acaba, les duele dejarla; a otros, porque dura, les aburre... No cabe, en ningún
caso, el errado sentido de justificar nuestro paso por la tierra como un fin.
880 Cuando pienses en la muerte, a pesar de tus pecados, no tengas miedo... Porque
El ya sabe que le amas..., y de qué pasta estás hecho.
881 «Non habemus hic manentem civitatem» —no se halla en esta tierra nuestra
morada definitiva. —Y, para que no lo olvidemos, aparece con crudeza, a veces,
esta verdad a la hora de la muerte: incomprensión, persecución, desprecio... —Y
siempre la soledad, porque —aunque estemos rodeados de cariño— cada uno
muere solo.
—¡Soltemos ya todas las amarras! Preparémonos de continuo para ese paso, que
nos llevará a la presencia eterna de la Trinidad Santísima.
884 Aquel sacerdote amigo trabajaba pensando en Dios, asido a su mano paterna, y
ayudando a que los demás asimilaran estas ideas madres. Por eso, se decía:
cuando tú mueras, todo seguirá bien, porque continuará ocupándose El.
885 ¡No me hagas de la muerte una tragedia!, porque no lo es. Sólo a los hijos
desamorados no les entusiasma el encuentro con sus padres.
888 Tremendo se revelará el juicio para los que, sabiendo perfectamente el camino,
y habiéndolo enseñado y exigido a los otros, no lo hayan recorrido ellos mismos.
889 El purgatorio es una misericordia de Dios, para limpiar los defectos de los que
desean identificarse con El.
890 Sólo el infierno es castigo del pecado. La muerte y el juicio no son más que
consecuencias, que no temen quienes viven en gracia de Dios.
892 Cuando se choca con la amarga injusticia de esta vida, ¡cómo se goza el alma
recta, al pensar en la Justicia eterna de su Dios eterno!
—Y, dentro del conocimiento de sus propias miserias, se le escapa, con eficaces
deseos, aquella exclamación paulina: «non vivo ego» —¡no soy yo quien vive
ahora!, ¡es Cristo quien vive en mí!: y vivirá eternamente.
893 ¡Qué contento se debe morir, cuando se han vivido heroicamente todos los
minutos de la vida! —Te lo puedo asegurar porque he presenciado la alegría de
quienes, con serena impaciencia, durante muchos años, se han preparado para
ese encuentro.
894 Pide que ninguno de nosotros falle al Señor. —No nos será difícil, si no
hacemos el tonto. Porque nuestro Padre Dios ayuda en todo: incluso haciendo
temporal este destierro nuestro en el mundo.
896 Decía un alma ambiciosa de Dios: ¡por fortuna, los hombres no somos eternos!
898 En cuerpo y alma ha subido a los Cielos nuestra Madre. Repítele que, como
hijos, no queremos separarnos de Ella... ¡Te escuchará!