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¿Puede el cristiano atar a Satanás y los demonios?

Atar Y Desatar

Hay un concepto que se ha generalizado en las iglesias cristianas, principalmente en


aquellas de perfil pentecostal, que enseña que al diablo y los demonios se les puede atar.

Esta enseñanza está basada en una incorrecta interpretación de algunos versos de la


Biblia usados fuera de contexto. Uno de los más popularmente citados es Mateo 12:29,
que narra la parábola del hombre fuerte. El pasaje dice así: “Porque ¿cómo puede
alguno entrar en la casa del hombre fuerte, y saquear sus bienes, si primero no le ata (le
vence). Y entonces podrá saquear su casa” (énfasis y paréntesis añadidos).

Esta parábola realmente narra la victoria que Cristo anticipó sobre Satanás y sobre el
dominio que el diablo ejerce sobre la humanidad. Si leemos el pasaje paralelo que se
encuentra en Lucas 11:21-22, se nos hará más fácil comprender su significado. Estos
versículos dicen así:

“Cuando el hombre fuerte armado guarda su palacio, en paz está lo que posee.
Pero cuando viene otro más fuerte que él y le vence (le ata), le quita todas sus armas en
que confiaba, y reparte el botín” (énfasis y paréntesis añadidos).

El hombre fuerte es el diablo; el otro más fuerte es Jesús. El palacio guardado con
armas representa la humanidad esclavizada por el diablo. Lo que posee en su palacio
son las bendiciones robadas. Vencerlo, quitarle sus armas y repartir el botín, hace
alusión a la victoria que Cristo alcanzó sobre Satanás por medio de Su muerte y
resurrección, y a las bendiciones otorgadas por Dios en base a este sacrificio.
Como puede verse, Jesús no estaba hablando en el sentido literal de atar al diablo. En
este sentido, Jesús mismo nunca ató a Satanás. Atar es, simplemente, el lenguaje
figurado —usado en esta parábola— para referirse al acto de vencer al diablo.

Los otros dos versos que mencionan la palabra atar se encuentran en Mt. 16:18-19
y en Mt. 18:18.

Atar Y Desatar, ¿Cuál Es Su Significado?

Según Mt. 16:19, Jesús entregó a Pedro las llaves del reino de los cielos. El verso dice:
“Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que atares en la tierra será
atado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos.”

Una llave es símbolo de poder y autoridad (véase Is. 22:22; Ap. 3:7). En el caso de
Pedro (Mt. 16:19), se usaba las llaves para desatar, o sea, abrir la entrada del reino de
los cielos a la gente mediante la predica del evangelio (compárese Hch.2:38-42; 10. 34-
36). Esta es la llave del conocimiento que los intérpretes de la ley tenían (Lc.11:52) para
abrir (desatar) a otros el sentido de las Escrituras (Lc.24:32).
En Mt. 18:18, las llaves son, además, para el ejercicio de la disciplina en la comunidad
eclesial local. El texto lee: “De cierto os digo que todo lo que atéis en la tierra, será
atado en el cielo; y todo lo que desatéis en la tierra, será desatado en el cielo.” Esto se
puede deducir muy fácilmente observando el contexto (vvs. 15-17), que habla de
reprender (corregir) al hermano que nos ofende. Luego se dice el procedimiento a
seguir; esto es: primeramente, hablarán tú y él solos. Segundamente, si él no te oyere,
hablarán delante de uno o dos testigos, para que en boca de dos o tres testigos conste
toda palabra. Terceramente, díselo a la iglesia. Por último, tenlo por gentil y publicano.

Finalmente, se llega a la conclusión que todo lo que atares en la tierra será atado en el
cielo; y todo lo que atares en la tierra será desatado en los cielos. Estos términos
simplemente describen el derecho y el deber que todos los líderes de las congregaciones
tienen de prohibir y permitir, excluir y admitir, según las enseñanzas del Nuevo
Testamento (por ej. Hch.15:10; 1 Co. 5:4-13).

Por lo tanto, al hermano de la iglesia que tú reprendiste y no te quiso oír, ni por la


presencia de dos testigos, ni por haberlo anunciado a la iglesia, el liderazgo de la
congregación tiene la llave (la autoridad) de atar (prohibir, excluir) a este hermano de la
comunión con los fieles (no de la comunión interior con Dios mismo), y volverlo a
desatar (permitir, admitir) en esta comunión cuando este muestre evidencias de
verdadero arrepentimiento.

Nótese que esta actividad está respaldada por la autoridad de Cristo mismo: “(…) será
atado en el cielo (…), será desatado en el cielo” (Mt. 18:18). El cielo da por prohibido o
permitido lo que los siervos de Dios prohíben o permiten en la tierra, siempre y cuando
tales decisiones se lleven a cabo mediante la dirección del Espíritu Santo (no por
prejuicios personales) y estén en armonía con las enseñanzas de la Biblia.

Fíjese cómo Jesús, a través de las palabras “Otra vez os digo”, nos da la interpretación
de los términos atar y desatar: “que si dos de vosotros se pusieren de acuerdo en la tierra
acerca de (…).” Esto es lo que significa atar y desatar; ponerse de acuerdo acerca de qué
individuos y actividades deben excluirse o admitirse en la comunión de los santos.
Luego, Jesús, procede a comparar la similitud que existe entre la unanimidad en la
oración y la unanimidad en la correcta aplicación de la disciplina. Es decir, que así
como Dios oye nuestras oraciones, también aprueba lo que la iglesia ata y desata
(prohíbe y permite): “(…) cualquiera cosa que pidieres, les será hecho por mi Padre que
está en los cielos.”

Finalmente, Juan 20:23 también habla acerca del ejercicio de esta disciplina, pero con
otros términos: “A quienes remitiereis los pecados, les son remitidos; y a quienes se los
retuviereis, les son retenidos.” Jesús usa los verbos remitir y retener para referirse a la
acción disciplinaria que la iglesia puede ejecutar para con las personas que atenten
contra su integridad (la de la iglesia). La iglesia recibió de Cristo la autoridad de
readmitir y de excluir de su comunión eclesial a aquellos que proceden de manera
contraria a lo que la Biblia enseña. Juan, así como Mateo, enseña que la iglesia,
mediante su disciplina eclesiástica, y por medio de sus líderes, pueden excluir de la
comunión eclesial a quienes no son dignos de ella (ver 1 Co. 5:11-13; 2 Jn. 10). De la
misma manera, también puede readmitir en dicha comunión a quienes han dado
suficientes pruebas de verdadero arrepentimiento (2 Co. 2:5-11).

Concluimos, pues, que atar y desatar simplemente significa abrir y cerrar, permitir
y prohibir, admitir y excluir. Y esto nada tiene que ver con Satanás y los demonios.
 La iglesia desata o abre las puertas del cielo a los que creen arrepentidos, y las
ata o cierra a los que persisten en su incredulidad (compárese Jn.8.24).

 La iglesia, físicamente y localmente, también desata o abre sus puertas (admite,


recibe) por medio del bautismo a quienes han demostrado una verdadera
convicción por los frutos que muestra; y cierra (ata) sus puertas (su admisión) a
todo hereje y pecador que no está dispuesto a entrar en una sincera comunión
con el cuerpo de Cristo (ver Hch.8:13-24, versículo clave: 21).

El Cristiano vs. Satanás Y Los Demonios


Entonces ¿qué podemos hacer con los demonios? Lo mismo que Jesús hizo con ellos y
con Satanás: resistirlos, reprenderlos, echarlos fuera; y ellos huirán de nosotros.

En vez de ser los cristianos quienes tienen atado al diablo, más bien es el diablo quien
tiene atados a muchos cristianos. (“Y a esta hija de Abraham, que Satanás había atado
dieciocho años, ¿no se le debía desatar de esta ligadura en el día de reposo?“ Lc.13:16).

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