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EL SENTIDO DE LA MUERTE DE CRISTO

El hombre en el Paraíso
374. CIC. El primer hombre fue no solamente creado bueno, sino también constituido en la
amistad con su creador y en armonía consigo mismo y con la creación en torno a él; amistad
y armonía tales que no serán superadas más que por la gloria de la nueva creación en Cristo.
375. La Iglesia, enseña que nuestros primeros padres Adán y Eva fueron constituidos en un
estado "de santidad y de justicia original" (Concilio de Trento: DS 1511). Esta gracia de la
santidad original era una "participación de la vida divina" (LG 2).
378. Signo de la familiaridad con Dios es el hecho de que Dios lo coloca en el jardín (cf. Gn
2,8). Vive allí "para cultivar la tierra y guardarla" (Gn 2,15): el trabajo no le es penoso (cf. Gn
3,17-19), sino que es la colaboración del hombre y de la mujer con Dios en el
perfeccionamiento de la creación visible.

Gn2, 8 El Señor Dios plantó un parque en Edén, hacia oriente, y colocó en él al hombre
que había modelado.
Gn. 2. 15 El Señor Dios tomó al hombre y lo colocó en el parque de Edén, 16 para que
lo guardara y lo cultivara. El Señor Dios mandó al hombre: 17 —Puedes comer de
todos los árboles del jardín; pero del árbol de conocer el bien y el mal no comas;
porque el día en que comas de él, tendrás que morir.
La caída
390. El relato de la caída (Gn 3) utiliza un lenguaje hecho de imágenes, pero afirma un
acontecimiento fundamental, un hecho que tuvo lugar al comienzo de la historia del hombre
(cf. GS 13,1). La Revelación nos da la certeza de fe de que toda la historia humana está
marcada por el pecado original libremente cometido por nuestros primeros padres.
396. Dios creó al hombre a su imagen y lo estableció en su amistad. El hombre debe vivir
esta amistad en libre sumisión a Dios. Esto es lo que expresa la prohibición hecha al hombre
de comer del árbol del conocimiento del bien y del mal, "porque el día que comieres de él,
morirás sin remedio" (Gn 2,17). "El árbol del conocimiento del bien y del mal" evoca
simbólicamente el límite infranqueable que el hombre en cuanto criatura debe reconocer
libremente y respetar. El hombre depende del Creador, está sometido a las leyes de la
Creación y a las normas morales que regulan el uso de la libertad.
EL PECADO
397. El hombre, tentado por el diablo, dejó morir en su corazón la confianza hacia su creador
(cf. Gn 3,1-11) y, abusando de su libertad, desobedeció al mandamiento de Dios. En esto
consistió el primer pecado del hombre (cf. Rm 5,19). En adelante, todo pecado será una
desobediencia a Dios y una falta de confianza en su bondad.
400. La armonía en la que se encontraban, establecida gracias a la justicia original, queda
destruida; el dominio de las facultades espirituales del alma sobre el cuerpo se quiebra (cf.
Gn 3,7); la unión entre el hombre y la mujer es sometida a tensiones (cf. Gn 3,11-13); sus
relaciones estarán marcadas por el deseo y el dominio.
Por fin, la consecuencia explícitamente anunciada para el caso de desobediencia (cf. Gn 2,17),
se realizará: el hombre "volverá al polvo del que fue formado" (Gn 3,19). La muerte hace su
entrada en la historia de la humanidad (cf. Rm 5,12)
410. Tras la caída, el hombre no fue abandonado por Dios. Al contrario, Dios lo llama (cf. Gn
3,9) y le anuncia de modo misterioso la victoria sobre el mal y el levantamiento de su caída
(cf. Gn 3,15).
412. Pero, ¿por qué Dios no impidió que el primer hombre pecara? San León Magno
responde: "La gracia inefable de Cristo nos ha dado bienes mejores que los que nos quitó la
envidia del demonio" (Sermones, 73,4: PL 54, 396). Y santo Tomás de Aquino: «Nada se
opone a que la naturaleza humana haya sido destinada a un fin más alto después del pecado.
Dios, en efecto, permite que los males se hagan para sacar de ellos un mayor bien. De ahí las
palabras de san Pablo: "Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia" (Rm 5,20).
CONSECUENCIA DEL PECADO
1008. La muerte es consecuencia del pecado. Intérprete auténtico de las afirmaciones de la
Sagrada Escritura (cf. Gn 2,17; 3, 3; 3,19; Sb 1, 13; Rm 5, 12; 6, 23) y de la Tradición, el
Magisterio de la Iglesia enseña que la muerte entró en el mundo a causa del pecado del
hombre. Aunque el hombre poseyera una naturaleza mortal, Dios lo destinaba a no morir.
Por tanto, la muerte fue contraria a los designios de Dios Creador, y entró en el mundo
como consecuencia del pecado (cf. Sb 2, 23-24). "La muerte temporal de la cual el hombre
se habría liberado si no hubiera pecado" (GS 18), es así "el último enemigo" del hombre que
debe ser vencido (cf. 1 Co 15, 26).
PORQUE SE ENCARNÓ EL VERBO
458. El Verbo se encarnó para que nosotros conociésemos así el amor de Dios: "En
esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios envió al mundo a su Hijo
único para que vivamos por medio de él" (1 Jn 4, 9).
459. El Verbo se encarnó para ser nuestro modelo de santidad: "Tomad sobre
vosotros mi yugo, y aprended de mí..." (Mt 11, 29). "Yo soy el Camino, la Verdad y la
Vida. Nadie va al Padre sino por mí"
El Verbo se encarnó para hacernos "partícipes de la naturaleza divina" (2 P 1, 4):
"Porque tal es la razón por la que el Verbo se hizo hombre, y el Hijo de Dios, Hijo del
hombre: para que el hombre al entrar en comunión con el Verbo y al recibir así la
filiación divina, se convirtiera en hijo de Dios" (San Ireneo de Lyon, Adversus haereses,
3, 19, 1). "Porque el Hijo de Dios se hizo hombre para hacernos Dios" (San Atanasio de
Alejandría

JESUCRISTO, PADECIÓ BAJO EL PODER DE PONCIO PILATO, FUE CRUCIFICAD, MUERTO Y


SEPULTADO
El designio salvador de Dios se ha cumplido de "una vez por todas" (Hb 9, 26) por la muerte
redentora de su Hijo Jesucristo.
"¿No era necesario que Cristo padeciera eso y entrara así en su gloria?" (Lc 24, 26).

TODA LA VIDA DE CRISTO ES OBLACIÓN AL PADRE


606. El Hijo de Dios "bajado del cielo no para hacer su voluntad sino la del Padre que
le ha enviado" (Jn 6, 38), "al entrar en este mundo, dice: [...] He aquí que vengo [...]
para hacer, oh Dios, tu voluntad [...]
El sacrificio de Jesús "por los pecados del mundo entero" (1 Jn 2, 2), es la expresión de
su comunión de amor con el Padre: "El Padre me ama porque doy mi vida" (Jn 10, 17).
"EL CORDERO QUE QUITA EL PECADO DEL MUNDO"
608. Juan Bautista, después de haber aceptado bautizarle en compañía de los
pecadores (cf. Lc 3, 21; Mt 3, 14-15), vio y señaló a Jesús como el "Cordero de Dios que
quita los pecados del mundo" (Jn 1, 29; cf. Jn 1, 36). Manifestó así que Jesús es a la vez
el Siervo doliente que se deja llevar en silencio al matadero (Is 53, 7; cf. Jr 11, 19) y
carga con el pecado de las multitudes (cf. Is 53, 12) y el cordero pascual símbolo de la
redención de Israel cuando celebró la primera Pascua (Ex 12, 3-14; cf. Jn 19, 36; 1 Co
5, 7).
LA MUERTE DE CRISTO ES EL SACRIFICIO ÚNICO Y DEFINITIVO
613. La muerte de Cristo es a la vez el sacrificio pascual que lleva a cabo la redención
definitiva de los hombres (cf. 1 Co 5, 7; Jn 8, 34-36) por medio del "Cordero que quita
el pecado del mundo" (Jn 1, 29; cf. 1 P 1, 19) y el sacrificio de la Nueva Alianza (cf. 1 Co
11, 25) que devuelve al hombre a la comunión con Dios (cf. Ex 24, 8) reconciliándole
con Él por "la sangre derramada por muchos para remisión de los pecados" (Mt 26, 28;
cf. Lv 16, 15-16).
Este sacrificio de Cristo es único, da plenitud y sobrepasa a todos los sacrificios (cf. Hb
10, 10). Ante todo es un don del mismo Dios Padre: es el Padre quien entrega al Hijo
para reconciliarnos consigo (cf. 1 Jn 4, 10). Al mismo tiempo es ofrenda del Hijo de Dios
hecho hombre que, libremente y por amor (cf. Jn 15, 13), ofrece su vida (cf. Jn 10, 17-
18) a su Padre por medio del Espíritu Santo (cf. Hb 9, 14), para reparar nuestra
desobediencia.

JESÚS REEMPLAZA NUESTRA DESOBEDIENCIA POR SU OBEDIENCIA 615.


"Como [...] por la desobediencia de un solo hombre, todos fueron constituidos
pecadores, así también por la obediencia de uno solo todos serán constituidos justos"
(Rm 5, 19). Por su obediencia hasta la muerte, Jesús llevó a cabo la sustitución del
Siervo doliente que "se dio a sí mismo en expiación", "cuando llevó el pecado de
muchos", a quienes "justificará y cuyas culpas soportará" (Is 53, 10- 12). Jesús repara
por nuestras faltas y satisface al Padre por nuestros pecados (cf. Concilio de Trento:
DS, 1529).
EN LA CRUZ, JESÚS CONSUMA SU SACRIFICIO 616.
El "amor hasta el extremo" (Jn 13, 1) es el que confiere su valor de redención y de
reparación, de expiación y de satisfacción al sacrificio de Cristo. Nos ha conocido y
amado a todos en la ofrenda de su vida (cf. Ga 2, 20; Ef 5, 2. 25)
("Por su sacratísima pasión en el madero de la cruz nos mereció la justificación"),
enseña el Concilio de Trento (DS, 1529) subrayando el carácter único del sacrificio de
Cristo como "causa de salvación eterna" (Hb 5, 9). Y la Iglesia venera la Cruz cantando:
O crux, ave, spes única ("Salve, oh cruz, única esperanza"

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