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Introducción a la filosofía

del espacio y el tiempo


(Apuntes)

Pablo Cobreros
Departamento de Filosofía
Universidad de Navarra
pcobreros@unav.es
Índice

Índice iii

1 Introducción 1
1.1 Cuestiones en torno al espacio y al tiempo . . . . . . . . . . . . . 1
1.2 El estatuto ontológico del espacio y el tiempo . . . . . . . . . . . 3
1.3 Conclusión . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5

2 Espacio 7
2.1 Aristóteles. Metafísica. Realidad del espacio como accidente . 7
2.2 Descartes. Racionalismo. Identificación de espacio y materia . 11
2.3 Kant . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 16
2.4 Leibniz. Argumentos en contra del espacio absoluto. Espacio
(y tiempo) como fenómenos bien fundados . . . . . . . . . . . . . 22
2.5 Newton sobre la existencia del espacio absoluto . . . . . . . . . . 30
2.6 El desarrollo de la geometría moderna . . . . . . . . . . . . . . . . 34
2.7 ¿Cuál es la geometría del espacio físico? . . . . . . . . . . . . . . . 45

3 Tiempo 47
3.1 Dos formas de concebir el tiempo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 47
3.1.1 La visión cíclica del tiempo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 48
3.1.2 La perspectiva lineal . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 50
3.2 Relatividad y tiempo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 54
3.2.1 ¿Qué es un sistema de referencia inercial? . . . . . . . . 55
3.2.2 La transformación clásica y los invariantes clásicos . . . 57
3.2.3 La aparente incompatibilidad de la ley de propagación
de la luz y el principio de relatividad . . . . . . . . . . . . . 58
3.2.4 Sobre el tiempo en la teoría especial . . . . . . . . . . . . 60
3.2.5 La dilatación temporal . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 62
3.2.6 El principio de correspondencia . . . . . . . . . . . . . . . . 64

Bibliografía 67

Bibliografía 68

iii
1
Introducción

El espacio y el tiempo son dos nociones que se sitúan en la base


de nuestra comprensión del mundo físico. Espacio y tiempo
mantienen una estrecha relación, por ejemplo, con las nociones
de materia y movimiento: parece que es imposible que haya
materia sin espacio ni movimiento sin tiempo. En este sentido,
el espacio y el tiempo parecen condiciones de posibilidad, re-
spectivamente, de la materia y el movimiento.
Además, el espacio y el tiempo parecen gozar de cierta inde-
pendencia de la materia y el movimiento pues parece que pode-
mos pensar el espacio y el tiempo sin materia ni movimiento,
pero no al revés. Parece, por tanto, que el espacio y el tiempo
tienen cierta anterioridad respecto a la materia y al movimiento.
¿Qué tipo de anterioridad es esta?

¿Qué es pues el tiempo? Si nadie me lo pregunta, lo


sé; pero si quiero explicárselo al que me lo pregunta,
no lo sé (San Agustín)[citado en Arana: 57]

1.1 Cuestiones en torno al espacio y


al tiempo
1.1.1 Podemos distinguir tres tipos de cuestiones acerca del es-
pacio y el tiempo: cuestiones ontológicas, cuestiones morfológ-
icas y cuestiones “fisiológicas”. El segundo tipo de cuestiones
interesa, por lo general, al matemático. El tercer tipo de cues-
tiones interesa al físico. Al filósofo le interesan quizá más el

1
1. Introducción

primer tipo de cuestiones, pero todas están relacionadas de


modo que las respuestas que se adopten en un tipo de cues-
tiones pueden afectar a las respuestas a otro tipo de cuestiones.
1.1.2 Cuestiones ontológicas. Las cuestiones ontológicas se re-
fieren a la naturaleza del espacio y el tiempo. Engloban pregun-
tas del siguiente tipo:
(i) Son independientes? Se pueden dar por separado? Es posi-
ble, por ejemplo, que se dé el espacio sin el tiempo? En nues-
tra imaginación podemos “congelar” el tiempo; pero no parece
posible imaginar el tiempo sin el espacio (dado que nuestra
imaginación es espacial). Sin embargo Newton pensaba que el
tiempo era del todo independiente de cualquier cosa, incluido el
espacio.
(ii) Prioridad de espacio y tiempo sobre materia y movimiento.
a) Prioridad lógica. De acuerdo con Kant, el espacio y el tiempo
son condiciones de posibilidad del conocimiento (sensible). En
este sentido el espacio y el tiempo son anteriores en el orden
del conocimiento
b) Prioridad ontológica (Newton): el espacio y el tiempo son om-
nipresentes en el plano físico: no puede haber cosas sin espacio
y tiempo. Sin embargo, sí puede haber espacio y tiempo sin
cosas.
(iii) Naturaleza del espacio y el tiempo.
a) Absoluto (Kant/Newton) Vs Relativo (Leibniz)
b) Real (Aristóteles/Newton) Vs Aparente (Kant/Leibniz)
Si el espacio es real, ¿qué tipo de entidad es?: sustancia
(Descartes/Newton), accidente (Aristóteles), relación (Leibniz).
1.1.3 Cuestiones morfológicas. Las cuestiones morfológicas
suelen referirse fundamentalmente a la forma del espacio.
Podemos dividir este tipo de cuestiones en dos grandes bloques:
(i) Estructura, propiedades, métrica y límites. Por ejem-
plo: tridimensionalidad, euclidicidad, limitación/ilimitación, fini-
tud/infinitud, abierto/cerrado.
(ii) Qué posibilidades hay de concebirlo? Esto se refiere a las
posibilidades de construcción y axiomatización de distintos es-
pacios.

2
1.2. El estatuto ontológico del espacio y el tiempo

1.1.4 Cuestiones fisiológicas. El interés de los científicos (físicos)


sobre el espacio y el tiempo suelen ser de este tipo: cómo surgió
el espacio y cuál era su estructura entonces? Cómo evoluciona,
cuál es su futuro? Cuál de los espacios geométricos corresponde
al espacio físico? Qué relación guardan espacio y tiempo con la
materia y el movimiento?

1.2 El estatuto ontológico del espacio


y el tiempo
1.2.1 La tradición medieval estable una distinción entre ente
real y ente de razón. Mientras que el ente real se dice propia-
mente de lo que tiene subsistencia en sí mismo (por tanto, se
dice con propiedad de la sustancia), el ente de razón es aquello
que depende enteramente de la mente para existir. Por ejemplo,
el enunciado ‘Pedro es inteligente’ es verdadero (supuesto que
Pedro sea inteligente) porque la propiedad de ser inteligente es
una determinación real de Pedro. Sin embargo, el enunciado
‘Pedro es sujeto del enunciado anterior’ aunque es verdadero,
no lo es porque la propiedad de ser sujeto del enunciado ante-
rior sea ninguna determinación real de Pedro. Ser sujeto de un
enunciado es un ente de razón: puede convenir a una cosa sólo
en cuanto es objeto de conocimiento.
1.2.2 La cuestión más importante dentro de lo que vamos a lla-
mar el estatuto ontológico del espacio y el tiempo es la distin-
ción entre realismo e idealismo. La postura idealista mantiene
que el espacio y el tiempo no tienen subsistencia propia o ex-
istencia independientemente de una mente que los percibe. Es
decir, para la postura idealista el espacio y el tiempo son una
especie de entes de razón. La postura realista mantiene que el
espacio y el tiempo tienen una existencia real independiente de
la mente, es decir, son cosas o propiedades de las cosas en sí
mismas consideradas.
Si el espacio y el tiempo son cosas reales o determinaciones
reales de las sustancias, entonces el realista debe explicar qué
clase de entidades son. Desde luego, esto no es tarea sencilla,
dado que el espacio y el tiempo no parecen ni sustancias al uso,

3
1. Introducción

ni determinaciones de una sustancia al uso (estar en un lugar o


en algún momento no parecen propiedades como, digamos, ser
líquido o tener cierto peso). En este sentido el idealista parece
estar en una posición aventajada. Sin embargo, el idealismo
acerca del espacio y el tiempo debe explicar el rol que juegan
estas nociones dentro del conocimiento.
Podemos caracterizar el realismo ingenuo como la doctrina
según la cual el espacio y el tiempo existen con independencia
de la mente, tal cual se nos aparecen (por ejemplo, Newton). El
idealismo, por su parte, es la doctrina según la cual el espacio
y el tiempo son puestos en el objeto por el sujeto (por ejemplo,
Kant). Existe una tercera vía entre el idealismo y el realismo?
1.2.3 La distinción entre propiedades primarias y secundarias.
Llamaremos cualidad al componente fenoménico de la experi-
encia. Por ejemplo, la cualidad rojo consiste en cierto aspecto
de mi percepción cuando estoy mirando un tomate maduro. Por
contraste, llamaremos propiedad a aquello perteneciente a la
constitución física de un objeto que causa o explica cierta cual-
idad. Por ejemplo, las propiedades físicas de la piel del tomate
maduro, junto con el comportamiento de la luz solar al incidir
sobre esa superficie explica la cualidad de rojo en mi percep-
ción.
Las propiedades primarias pueden caracterizarse como
aquellas que se parecen a la cualidad que producen [aunque
esta caracterización es poco precisa, es suficiente para los
propósitos presentes]. Por ejemplo, si percibo un objeto de
aproximadamente un palmo, la propiedad se parece a la cuali-
dad que produce [al menos inicialmente]. Las propiedades se-
cundarias son aquellas que no necesariamente se parecen a la
cualidad que producen. Por ejemplo, una pizarra negra produce
en nuestra percepción la cualidad de negro, sin embargo ¿es
negra la pizarra cuando nadie la percibe?¿es la propiedad que
produce la cualidad de negro, efectivamente negra?
Un árbol cae en la selva de Irati en un momento en el que
nadie pasa por ahí; produce una serie de ondas que se propa-
gan a través del aire, pero produce ruido o más precisamente
¿produce algo parecido a lo que nosotros percibiríamos de es-
tar allí? Intuitivamente el ruido (la cualidad) que hace un ár-
bol al caer no se parece a las ondas que se propagan por el

4
1.3. Conclusión

aire (propiedad que causa o explica la propiedad). En este sen-


tido, el ruido, como algo producido por un árbol al caer, es una
propiedad secundaria.
1.2.4 El mundo no tiene una correspondencia perfecta con las
impresiones que produce en los sentidos. Intuitivamente, los
objetos físicos no son sin más pedazos de materia impenetra-
bles y coloreados. Los colores parecen un caso paradigmático
de propiedades secundarias. A pesar de esto existe un cierto or-
den entre las propiedades secundarias y las cualidades que pro-
ducen. Una propiedad secundaria no produce una cualidad ar-
bitrariamente: distintas propiedades producirán distintas cuali-
dades y el orden que exista entre las propiedades quedará, al
menos en parte, reflejado por cierto orden existente entre las
cualidades. La ordenación de sonidos, por ejemplo, dependi-
endo de la frecuencia y amplitud de las ondas corresponderá
con una ordenación relativa al tono y volumen de la cualidad
producida.
1.2.5 La idea de las propiedades secundarias puede servirnos
para proporcionar una tercera vía entre el realismo ingenuo y
el idealismo. Supongamos que el espacio y el tiempo son una
especie de propiedades secundarias. Esto quiere decir que no
guardan una relación de semejanza con la cualidad que pro-
ducen; esto es, el espacio y el tiempo no existirían con inde-
pendencia de la mente, tal cual nosotros los percibimos (vs. re-
alismo ingenuo). Sin embargo, existe una base objetiva, una
propiedad, que produce nuestra percepción, de modo que espa-
cio y tiempo no serían simplemente “puestos” por la mente (vs.
idealismo). Más aún, el orden existente entre las cualidades,
reproduce de algún modo y hasta cierto punto, el orden real
existente entre las propiedades.

1.3 Conclusión
1.3.1 Hasta aquí consideraciones preliminares en torno al es-
pacio y al tiempo y a las distintas concepciones acerca de su
naturaleza. En adelante vamos a tratar cuestiones acerca del
espacio por un lado (capítulo siguiente) y acerca del tiempo
(capítulo tercero). A pesar de proceder de esta manera, algu-

5
1. Introducción

nas discusiones acerca del espacio se pueden extender también


a la noción de tiempo (por ejemplo, el capítulo sobre Kant o el
capítulo sobre Leibniz).

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2
Espacio

Este capítulo está dedicado a diversas consideraciones en torno


al espacio. En primer lugar presentaremos las propuestas de
distintos pensadores acerca de la naturaleza del espacio. De-
spués pasaremos a presentar de modo informal el descubrim-
iento de las geometrías no euclídeas. Por último consideramos
una pregunta que surge de modo natural a partir de éste des-
cubrimiento: ¿cuál es la geometría del espacio físico?

2.1 Aristóteles. Metafísica. Realidad


del espacio como accidente
En este apartado aprovecho para introducir algunas nociones de
metafísica. Son siempre explicaciones de andar por casa.
2.1.1 Nociones de metafísica aristotélica. El término ‘ente’ viene
del término latino ‘ens’, participio de presente del verbo sum. El
término griego correspondiente es “to on”, participio del verbo
“einai”. El término ente, se puede entender, en su sentido eti-
mológico como ‘lo que es’.
2.1.2 La noción de ente es una noción peculiar. En primer lu-
gar al ente no se le opone nada real. A la vista se le opone
la ceguera; aunque la ceguera no es una determinación posi-
tiva de una sustancia, dado que es una privación, sin embargo
puede ser una privación real de una sustancia. Sin embargo al
ente no se le opone nada realmente puesto que, como dice Par-
ménides, el ser es y el no ser no es. En cierto sentido, al ente

7
2. Espacio

sólo se le opone en ente de razón. En segundo lugar, la noción


de ente no se puede clasificar entre los demás conceptos. Todo
concepto tiene una extensión (el conjunto de objetos del que
el concepto se predica con verdad) y una intensión (las notas
de la definición del concepto). Entre extensión e intensión se
da una cierta relación de proporción inversa: cuanto mayor es
la extensión de un concepto, menor es su intensión. Por ejem-
plo, el concepto hombre tiene mayor intensión que el concepto
animal, ya que su definición contiene todas las notas de éste úl-
Hegel identifica el timo más la de ser racional. Por otra parte, animal tiene mayor
concepto de ser extensión, como es evidente. El problema es que si la noción
con la nada ¿ten-
de ente fuese un concepto en esta línea, sería el concepto más
drá relación con
esto? universal (porque absolutamente todo lo que es, es un ente) y,
por este motivo, estaría vacío de contenido.
2.1.3 El término ‘ente’ es un término que puede usarse de man-
era análoga. El uso análogo de un término es un uso a medio
camino entre la univocidad y la equivocidad. Un término es em-
pleado en dos ocasiones distintas de manera unívoca cuando en
ambas ocasiones el significado del término es exactamente el
mismo (por ejemplo, cuando digo que Juan es hombre y cuando
digo que Pedro es hombre). Un término es empleado de manera
equívoca cuando es usado en ocasiones distintas con signifi-
cados completamente distintos (por ejemplo cuando digo que
algunas judías viven en Israel y cuando digo que las judías de
Tolosa son las mejores del mundo). Un uso análogo de un tér-
mino en distintas ocasiones es aquél en el que el significado
del término es en parte igual y en parte distinto. Por ejemplo,
cuando digo que Dios es santo y cuando digo que este libro es
santo (referido a la Biblia, no a estos apuntes), la palabra ‘santo’
es usada de modo análogo.
La analogía fue estudiada en profundidad por los filósofos
Ver, por ejemplo, medievales. La tradición medieval realizó una taxonomía muy
[García-López, 1995,interesante de la analogía que ahora no viene al caso. De mo-
27].
mento nos interesa señalar que los medievales distinguían, en
el uso análogo de un término, el analogado principal del analo-
gado secundario. El primero es aquél al que se aplica con más
propiedad el término en cuestión; el segundo es aquél al que
se aplica el término en cuestión aunque siempre por referencia
al analogado principal. Por ejemplo, el término ‘santo’ se dice
con propiedad solamente de Dios. Sin embargo podemos decir

8
2.1. Aristóteles. Metafísica. Realidad del espacio como accidente

de un libro como la Biblia que es santo, por su relación con el


analogado principal, porque tiene a Dios como autor.
2.1.4 En el caso del ente, Aristóteles señala que ‘ente’ se dice
propiamente de lo que tiene subsistencia en sí mismo, es decir,
de la sustancia. Es decir, la sustancia es el analogado principal
del ente. Sin embargo, ‘ente’ se dice también de los accidentes
que, aunque no tienen subsistencia en sí mismos, son entes por
su relación a la sustancia (aunque el accidente no tiene subsis-
tencia en sí mismo, tiene subsistencia en la sustancia).
2.1.5 Aristóteles sobre el topos. La noción de lugar jugaba un
papel importante en la física de Aristóteles. De acuerdo con ésta
hay cuatro elementos, fundamentalmente, a partir de los cuales
están compuestas las sustancias materiales. Cada elemento
tiende a su “lugar natural” y así se explican los movimientos
de la sustancias materiales. En este sentido, la localización
resultaba una característica importante de los cuerpos, puesto
que determinaba algunas de sus propiedades físicas. Tras el der- Por contraste, la
ciencia moderna
rumbamiento de la cosmovisión aristotélica, la noción de lugar considera que el
dejó de tener un significado físico destacado; sin embargo, es espacio es homogéneo
y causalmente inerte,
interesante para nosotros porque Aristóteles consideraba que la propiedad heredada
noción de lugar es un modo de ser real ([Artigas, 2008, 178], de la geometría eu-
clídea [Čapek, 1965, c.
[Arana, 2001, 66]). II]

2.1.6 Para Aristóteles el lugar es un modo de ser real, aunque


accidental. Todos los cuerpos están en un lugar, pero el lugar
es algo distinto de los cuerpos. El problema principal de la acci-
dentalidad del lugar es que, de acuerdo con Aristóteles, los acci-
dentes no pueden darse separados de las sustancias (los cuer-
pos este este caso), pero precisamente esto es lo que sucede
con el lugar. Por razones análogas, el lugar no puede identifi-
carse con la forma.

Pero no es difícil ver que el lugar no puede ser alguna


de estas dos cosas, pues la forma y la materia no son
separables de la cosa, mientras que el lugar puede
serlo; porque donde había aire allí, a su vez, como
hemos dicho, habrá agua, reemplazándose recíproca-
mente el agua y el aire, y de la misma manera los
otros cuerpos. De ahí que el lugar de una cosa no es
ni una parte ni un estado de ella, sino que es separa-

9
2. Espacio

ble de cada cosa. El lugar parece ser semejante a un


recipiente, el cual es un lugar transportable, pero el
recipiente no es una parte de su contenido. Así pues,
en cuanto es separable de la cosa, no es la forma, y en
cuanto la contiene, es distinto de la materia. (Física IV
- 2).

Hay algo paradójico en La solución de Aristóteles consiste en diferenciar la figura del


esta solución; el lugar
de un cuerpo es algo
continente y el contenido: los extremos del continente y del con-
real, pero no de ése tenido coinciden; ambos son límites aunque uno del continente
cuerpo, ¡sino de otra
cosa! ¿Se puede decir,
y otro del contenido. El lugar es el límite del cuerpo continente
por tanto, que el lugar que está en contacto con el cuerpo contenido.
de un cuerpo A es una
propiedad real de A? 2.1.7 Relativismo y cosmovisión aristotélica. La idea de local-
ización recién presentada es relativista: la localización no se da
directamente respecto a un espacio absoluto, sino respecto a
los cuerpos contiguos, de modo que al varíar éstos, varía la lo-
calización. Tratando de evitar la posibilidad de que un mismo
cuerpo tenga localizaciones distintas, Aristóteles apunta en su
definición “primer límite inmóvil de lo que la contiene...” Ahora
bien, cómo sabemos si algo está o no está en movimiento?
Como el universo aristotélico es finito, existe un sentido abso-
luto de la noción de lugar y movimiento. Éste viene dado por
el último continente que, al no tener nada que lo contenga no
tiene, de acuerdo con la definición, una localización ni, por tanto
movimiento.
2.1.8 Sobre el vacío. Aristóteles tiende a pensar en términos
de lugar más que en términos de espacio. Podríamos pen-
sar que el espacio es un lugar que está completamente vacío.
Sin embargo Aristóteles rechaza la realidad del vacío. El argu-
mento principal de Aristóteles es una refutación de argumentos
contrarios, en particular sobre la necesidad del vacío para el
movimiento local (Física IV - 7). Aristóteles argumenta basado
en el ejemplo de remolinos (curiosamente, Descartes sigue aquí
a Aristóteles al pie de la letras; también Leibniz y después Rus-
sell siguiendo a Leibniz, expresan idénticas opiniones.)
2.1.9 Sobre espacio aristotélico y física contemporánea (relativi-
dad general): ver [Čapek, 1965, 277-8]

10
2.2. Descartes. Racionalismo. Identificación de espacio y materia

2.2 Descartes. Racionalismo.


Identificación de espacio y
materia
2.2.1 Racionalismo y empirismo son dos tradiciones de pen-
samiento modernas que difieren acerca de la naturaleza del
conocimiento. ¿Qué es el conocimiento? Una primera caracteri-
zación es la de creencia verdadera justificada. Para poder decir
que tenemos conocimiento de algo debemos tener en primer
lugar cierta disposición intencional hacia ése algo; a esto lo lla-
mamos creencia. Además el conocimiento implica verdad, en
el sentido de que si conocemos que p entonces p (por ejemplo,
si conocemos que está lloviendo, entonces está lloviendo). De
modo que es imposible tener conocimiento sobre lo que es falso;
es imposible que sea falso que está lloviendo y que conozcamos
que está lloviendo. Por tanto, para que haya conocimiento, la
creencia involucrada debe ser verdadera. Sin embargo esto no
es suficiente. Uno puede tener una creencia verdadera, por así
decir, de chiripa. Imaginemos que Pedro es supersticioso y cree
que los números impares traen mala suerte. Luis pregunta a Pe-
dro a ver si el número de libros en la biblioteca es par o impar.
Guiado de su superstición Pedro afirma que tal número es par,
como (por pura casualidad) es el caso. Aunque la creencia de
Pedro es verdadera, el modo en que ha adquirido esa creencia
no es, por así decir, fiable. Para considerar que alguien tiene
conocimiento, además de tener una creencia verdadera, esa
persona debe tener una cierta justificación de la creencia (en
la mayor parte de los contextos la superstición no constituye
una justificación suficiente).
2.2.2 En términos muy generales, la justificación para una
creencia puede ser de dos tipos: mediata o inmediata. Una jus-
tificación mediata es una justificación a través de algún tipo de
razonamiento. La mayor parte de nuestros conocimientos son
justificados de modo mediato; el racionalismo y el empirismo se
diferencian en qué constituye una justificación (inmediata) para
una creencia. El empirismo mantiene que la única fuente de
justificación (inmediata) de una creencia es la experiencia. El
racionalismo no descarta que una creencia pueda justificarse
a través de la experiencia (aunque este tipo de justificación

11
2. Espacio

es, por lo general, secundaria para autores racionalistas), pero


sostiene que hay otras formas de justificación además de la
experiencia sensible. En particular, los autores racionalistas
sostienen que existe algún tipo de intuitción racional capaz de
Es por este mo- justificar una creencia.
tivo que los au-
tores racionalistas 2.2.3 Descartes (1596-1650) es un autor racionalista. La
se suelen inclinar filosofía de Descartes es un intento de fundamentar la
por argumentos a Metafísica y el resto de saberes sobre una base sólida. ‘Sól-
priori.
ida’ en este contexto significa completamente cierta o, en otras
palabras, capaz de resistir de un modo eficaz cualquier posibil-
idad de duda. Por eso el inicio de la filosofía Cartesiana es la
duda: un escenario de radical escepticismo. En este contexto
es muy fácil dudar de todo: de la existencia del mundo exterior
(podríamos ser cerebros en una cubeta al estilo Matrix) e in-
cluso de la existencia del propio cuerpo (como se ve, Descartes
no estima demasiado los datos aportados por los sentidos). Sin
embargo Descartes observa que no es posible dudar a menos
que uno exista, que es absolutamente necesario existir para du-
dar y que puesto que duda, existe. El cógito ergo sum expresa,
más que un argumento, una intuición primera en la Filosofía de
Descartes. A partir de esta intuición Descartes trata de apoyar
todo el edificio de la Metafísica. El siguiente texto es un famoso
extracto del Discurso del método:

No sé si debo hablaros de las primeras meditaciones


que hice allí, pues son tan metafísicas y tan fuera de
lo común, que quizá no gusten a todo el mundo. Sin
embargo, para que se pueda apreciar si los fundamen-
tos que he tomado son bastante firmes, me veo en
cierta manera obligado a decir algo de esas reflex-
iones. Tiempo ha que había advertido que, en lo to-
cante a las costumbres, es a veces necesario seguir
opiniones que sabemos muy inciertas, como si fueran
indudables, y esto se ha dicho ya en la parte ante-
rior; pero, deseando yo en esta ocasión ocuparme tan
sólo de indagar la verdad, pensé que debía hacer lo
contrario y rechazar como absolutamente falso todo
aquello en que pudiera imaginar la menor duda, con
el fin de ver si, después de hecho esto, no quedaría
en mi creencia algo que fuera enteramente indud-

12
2.2. Descartes. Racionalismo. Identificación de espacio y materia

able. Así, puesto que los sentidos nos engañan, a


las veces, quise suponer que no hay cosa alguna que
sea tal y como ellos nos la presentan en la imagi-
nación; y puesto que hay hombres que yerran al ra-
zonar, aun acerca de los más simples asuntos de ge-
ometría, y cometen paralogismos, juzgué que yo es-
taba tan expuesto al error como otro cualquiera, y
rechacé como falsas todas las razones que anterior-
mente había tenido por demostrativas; y, en fin, con-
siderando que todos los pensamientos que nos vienen
estando despiertos pueden también ocurrírsenos du-
rante el sueño, sin que ninguno entonces sea ver-
dadero, resolví fingir que todas las cosas, que hasta
entonces habían entrado en mi espíritu, no eran más
verdaderas que las ilusiones de mis sueños. Pero ad-
vertí luego que, queriendo yo pensar, de esa suerte,
que todo es falso, era necesario que yo, que lo pens-
aba, fuese alguna cosa; y observando que esta ver-
dad: «yo pienso, luego soy», era tan firme y segura
que las más extravagantes suposiciones de los escép-
ticos no son capaces de conmoverla, juzgué que podía
recibirla sin escrúpulo, como el primer principio de la
filosofía que andaba buscando. (Discurso del método:
cuarta parte)

2.2.4 Identidad de espacio y materia. Descartes afirma que la


materia no consiste en nada más que en extensión tridimen-
sional. De acuerdo con él, la distinción entre un cuerpo y el
espacio que ocupa no es una distinción real sino sólo de razón.

El espacio o el lugar interior y el cuerpo que está alo-


jado en este espacio también se distinguen sólo en
razón de nuestro pensamiento. En efecto, la misma
extensión en longitud, anchura y profundidad que con-
stituye el espacio constituye el cuerpo. (Los principios
de la Filosofía, II § 10, 1995: 77).

Al identificar el espacio con los cuerpos, Descartes afirma la


existencia sustancial del espacio; el espacio existe tanto como
existen los cuerpos (son la misma cosa).

13
2. Espacio

La identificación de materia y espacio se fundamenta en el


principio cartesiano de claridad y distinción. Tal principio pasa
de ser un criterio metodológico: ‘no aceptar como verdadero
nada que no se pueda concebir clara y distintamente’, a ser
un principio ontológico: ‘Todo lo que se puede concebir clara y
distintamente es verdadero’.

(Metodológico): ¬claro y distinto(p) → ¬verdad(p)

(Ontológico): claro y distinto (p) →verdad(p)

A partir de estos principios Descartes argumenta en favor de


Nótese el gusto por ar- la identificación de la materia y la extensión. Su argumento es,
gumentos a priori!
simplemente, que la extensión es el único atributo del que con-
cebimos clara y distintamente que es necesario de la materia.
La siguiente cita es de los Principios de Filosofía:

Haciendo esto sabremos que la naturaleza de la ma-


teria, o del cuerpo tomado en general, no consiste
en que sea una cosa dura, o pesada, o coloreada o
que toca a nuestros sentidos de cualquier otra man-
era, sino solamente en que es una substancia extensa
en longitud, anchura y profundidad. Respecto a la
dureza, no conocemos de ella otra cosa por medio del
tacto, sino que las partes de los cuerpos duros resisten
al movimiento de nuestras manos cuando las encuen-
tran; pero si siempre que llevamos nuestras manos
hacia alguna parte, los cuerpos que hay en ese lu-
gar se retirasen tan rápidamente como ellas se ac-
ercan, es cierto que no sentiríamos jamás dureza al-
guna; y, sin embargo, no tenemos ninguna razón que
nos pueda hacer creer que los cuerpos que se reti-
rasen de esta manera perdiesen por ello lo que les
hace ser cuerpos. De donde se sigue que su natu-
raleza no consiste en la dureza que sentimos algunas
veces con ocasión de ellos, ni tampoco en la pesan-
tez, calor y otras cualidades de este género, pues si
examinamos cualquier cuerpo, podemos pensar que
no tienen en sí ninguna de estas cualidades y sin em-
bargo conocemos clara y distintamente que tiene todo

14
2.2. Descartes. Racionalismo. Identificación de espacio y materia

lo que le hace ser cuerpo, con tal de que tenga exten-


sión en longitud, anchura y profundidad: de donde se
sigue también que, para ser, no tiene necesidad de
ellas en ninguna manera y que su naturaleza consiste
en esto sólo, que es una substancia que tiene exten-
sión. (Descartes, II § 4, 1995: 65).

2.2.5 Mecanicismo. De acuerdo con Descartes la extensión es


la única propiedad que podemos atribuir clara y distintamente
a un cuerpo, como algo necesario de tal cuerpo. Cualquier otra
propiedad es una adición psicológica (como las cualidades en
el caso de las propiedades secundarias) y es, o debería ser,
explicable en términos de la distribución y movimiento de los
cuerpos. Esto es, Descartes mantiene una interpretación fuerte-
mente mecanicista de la naturaleza.
2.2.6 Geometría. Como los cuerpos no son nada más que ex-
tensión, la filosofía de Descartes justifica plenamente el em-
pleo de la geometría para el estudio de la naturaleza. Más aún,
dado que la materia no es nada más que extensión, el estudio
de la naturaleza se convierte en el estudio de las propiedades
geométricas de los cuerpos. Como dice Artigas, ‘todas las re-
alidades corpóreas se reducen a lo cuantitativo, o sea, a la
magnitud, forma y movimiento; y todo movimiento se reduce
a movimiento local. o sea, desplazamiento de las partes de la
materia.’ ([Artigas, 2008, 60]). Pues los objetos
idénticos com-
2.2.7 Euclidicidad. Como el espacio es, para Descartes, euclídeo parten todas sus
(pues en época de Descartes era la única geometría conocida), propiedades!
la materia adquiere todas las propiedades del espacio euclídeo:
homogénea, ilimitada, continua, etc. (esto lo veremos más ade-
lante con detalle). Por esta razón, la materia es totalmente pa-
siva. En efecto, el único dinamismo de la física de Descartes es
el movimiento introducido por Dios, cuya conservación se fun-
damenta en la Inmutabilidad divina (además de la ley de inercia
que Descartes aceptaba). El movimiento es además el princi-
pio de individuación de los cuerpos: un cuerpo es una porción
de extensión en reposo relativo. Por último, la idea de espa-
cio vacío no tiene lugar, por razones obvias. Como se ha co-
mentado, Descartes emplea la idea Aristotélica de los remoli-
nos para poder explicar el movimiento local sin la necesidad de

15
2. Espacio

postular un espacio vacío.


2.2.8 Valoración. La ventaja de la física de Descartes es clara:
una gran economía de principios (extensión + movimiento)
que permiten explicaciones basadas en ideas simples y trans-
parentes para la mirada de la mente. Pero es este también
su mayor vicio, puesto que da lugar a un modelo de natu-
raleza completamente inverosímil. El modelo mecanicista fa-
vorecido por la filosofía cartesiana prevaleció durante el siglo
XVIII y XIX. Sin embargo hoy día está completamente en de-
scrédito. En época de Descartes muchas de las ciencias exper-
imentales estaban aún en pañales (o en gestación). Hoy día se
da por sentado que muchos de los conceptos de la química o
la biología no son susceptibles de reducción a un vocabulario
mecanicista. Más aún, la interpretación mecanicista de la natu-
raleza se desterró de la propia física a principios del siglo XX a
partir de los descubrimientos de la física cuántica y la teoría de
la relatividad.

2.3 Kant
Para entender la teoría kantiana sobre el espacio es interesante
comprender el problema que da lugar a su teoría crítica. De
hecho Kant fue partidario durante casi toda su vida de un cierto
tipo de racionalismo en boga en aquella época (Christian Wolff).
Después de leer la obra de Hume, Kant dice que despertó de su
sueño dogmático.
La duda escéptica de Hume sobre la causalidad
2.3.1 Hume parte de los supuestos empiristas (que parecen es-
tar al menos en parte asumidos por el método de la recién es-
trenada mecánica de Newton) y los lleva a sus últimas conse-
cuencias. De acuerdo con el empirismo, la única fuente de jus-
tificación (inmediata) del conocimiento es la experiencia sensi-
Está claro que la dis- ble. Ahora bien, hay juicios que claramente pueden constituir
tinción entre verdades
de hecho y de razón
conocimiento y que no se justifican por la experiencia sensi-
es una constante en la ble, como es el caso de los juicios de las matemáticas. Hume
filosofía moderna
distingue, de acuerdo con esto, dos tipos de juicios (o de “ver-
dades”):

16
2.3. Kant

• Cuestiones de hecho: son verdades acerca del mundo


como por ejemplo, ‘El número de los planetas del sistema
solar es nueve’

• Relaciones entre ideas: son verdades que expresan rela-


ciones entre las ideas significadas por los términos que
aparecen en el juicio. Por ejemplo: ‘todo soltero es no
casado’. Las verdades de la matemática estarían también
incluidas dentro de esta categoría.

2.3.2 Una motivación para la distinción entre cuestiones de he-


chos y relaciones entre ideas es la siguiente. El enunciado
‘Bruto mató a César’ es verdadero porque el mundo fue tal y
como dice el enunciado. Sin embargo, el enunciado es ver-
dadero también porque los términos incluidos en el enunciado
significan lo que significan (el enunciado hubiera sido falso si
‘mató’ significase lo que significa ‘procreó’). De modo que pode- Ver
mos distinguir dos componentes relevantes para la verdad de [Quine, 1991]
un enunciado, un componente factual y un componente semán-
tico. Dada esta distinción podemos pensar que hay enunciados
en los que el componente factual es nulo, es decir que son ver-
daderos en virtud del significado de las expresiones, como en el
caso de ‘todo soltero es no casado’.
2.3.3 En términos empiristas podemos decir que un enunciado
es necesario exactamente cuando es verificado por toda expe-
riencia posible. Un juicio como ‘todo soltero es no casado’ no
tiene “contenido factual” de modo que no hay ninguna expe-
riencia capaz de hacer falso el enunciado; por tanto (aunque
de un modo trivial) será verificado por toda experiencia posi-
ble. Las relaciones entre ideas son necesarias en el sentido em-
pirista (en realidad, son necesarias en un sentido amplio de la
palabra necesidad’). Sin embargo, las relaciones entre ideas
son triviales; dado que no tienen contenido factual, no aumen- ¿Son verdadera-
mente triviales todas
tan nuestro conocimiento acerca del mundo. las afirmaciones
matemáticas?
2.3.4 Las cuestiones de hecho no son triviales en el sentido an-
terior. Claramente los juicios de la ciencia pretenden decirnos
cómo es el mundo y, por tanto, no pueden pertenecer a la
primera categoría. Por tanto, los juicios de la ciencia son cues-
tiones de hecho. Una característica tradicionalmente atribuida
a los juicios de la ciencia es su necesidad. Dado que los juicios

17
2. Espacio

de la ciencia son cuestiones de hecho, tienen contenido fac-


tual, de modo que esta necesidad de los juicios de la ciencia
no puede consistir en el mismo tipo de necesidad de las rela-
ciones entre ideas. La idea tradicional es que los juicios de la
ciencia son necesarios porque se refieren a las causas de las
cosas, y las causas llevan siempre consigo una conexión nece-
saria con su efecto. Si digo que un evento A es la causa de un
evento B como mínimo afirmo que siempre que se dé A suced-
erá B. Por ejemplo, si digo que la mezcla de cierta sal con cierto
ácido es la causa de que se dé cierta base, como mínimo afirmo
que siempre que se mezclen esa sal con ese ácido se formará
esa base. El problema que plantea Hume es que, basados en
los criterios empiristas, no podemos justificar la necesidad de
ningún juicio de este tipo. Los juicios que expresan cuestiones
de hecho deben ser justificados por la experiencia para dar lu-
gar al conocimiento. Pero la experiencia es siempre particular
y concreta. La experiencia puede justificar la verdad del juicio
‘a el fenómeno A le sucede el fenómeno B’ pero la conexión
necesaria entre esos fenómenos no acontece en la experien-
cia. Basado en la experiencia puedo decir que, en el pasado,
al fenómeno A le sucedió el fenómeno B y quizá puedo realizar
un experimento para ver que efectivamente al fenómeno A le
sucede el fenómeno B, pero la experiencia no garantiza que esa
sucesión de fenómenos vaya a ser verificado por toda experien-
cia futura (por tanto, no garantiza la necesidad de ese juicio).
Resumiendo: las relaciones entre ideas son necesarias pero
triviales. Como los juicios de la ciencia se refieren al mundo
deben expresar cuestiones de hecho. Sin embargo Hume argu-
menta que desde un punto de vista empirista no podemos jus-
tificar la necesidad de la ciencia. Hume no dice que los juicios
de la ciencia no sean necesarios (quizá lo son), lo que Hume
advierte es que nosotros no podemos justificar su necesidad
(la posición sobre la necesidad de los juicios de la ciencia es
más bien agnóstica). Éste es el problema planteado por Hume y
al que se enfrenta Kant. Kant va a tratar de argumentar que
los juicios de la ciencia son necesarios aunque no sean triv-
iales (además va a tratar de lograr esto asumiendo, al menos
en parte, el planteamiento empirista).
Kant sobre los juicios de la geometría y la aritmética

18
2.3. Kant

2.3.5 La distinción entre cuestiones de hecho y relaciones de


ideas queda más o menos recogida por Kant en la distinción
entre juicios analíticos y juicios sintéticos. Los juicios analíticos
son caracterizados como aquellos en los que el predicado está
contenido en lo significado por el sujeto. ‘Todo soltero es no
casado’ es analítico porque ser no casado es al menos parte de
lo significado por el término ‘soltero’. Los juicios sintéticos son
aquellos que no son analíticos, es decir, el predicado no está
contenido en lo significado por el sujeto.
Los juicios analíticos son triviales puesto que alguien que en-
tienda el significado del sujeto sabe que el juicio es verdadero
y, por lo tanto, no amplía su conocimiento (como mucho puede
aumentar su conocimiento lingüístico). Los juicios sintéticos son
no-triviales en este sentido. Sin embargo, Hume entendía que
no podemos justificar la necesidad de los juicios sintéticos y éste
es precisamente el punto que Kant disputa a Hume. Aquí Kant
establece una nueva distinción: los juicios analíticos son nece-
sarios porque son a priori, es decir, la justificación de la verdad Analítico/Sintético
tiene que ver con el
de tales juicios no proviene de la experiencia. Kant acepta la contenido
crítica de Hume de que la necesidad de los juicios científicos no A priori/A posteriori
con la justificación
puede provenir de la experiencia; sin embargo, objeta a la idea
de que todos los juicios a priori sean triviales. Esto significa que
hay juicios sintéticos cuya justificación es a priori.

Table 2.1: Tipos de juicios

Analíticos Sintéticos
A priori Definiciones Geometría y Aritmética
A posteriori ? Ciencia experimental
¿Hay juicios analíticos
a posteriori?
2.3.6 Los juicios de la geometría y de la aritmética son del tipo
requerido por Kant: sintéticos (y, por tanto, no triviales) y a pri-
ori (y, por tanto, necesarios). Los juicios de la geometría y de la
aritmética versan sobre el espacio y el tiempo respectivamente.
De acuerdo con Kant los fenómenos, es decir, los objetos de la
experiencia sensible, tienen un componente material y un com-
ponente formal. El componente material es lo dado a los senti-
dos externos. El componente formal es el modo en que los sen-
tidos externos e internos organizan la materia dada a los senti-
dos. El espacio es la forma de los sentidos externos: la materia

19
2. Espacio

dada a los sentidos externos está siempre espacialmente orde-


nada (por ejemplo, en una percepción visual percibo las cosas
ordenadas en un espacio). El tiempo es la forma de los sentidos
internos; la memoria, el sentido común y la imaginación orga-
nizan los fenómenos temporalmente (cuando recordamos algo,
además del contenido recordado, tal contenido tiene, por así
decir, una intención de pasado). El espacio y el tiempo no son
propiedades ni relaciones de los objetos considerados en sí mis-
mos, esto es, no son ninguna determinación ‘capaz de subsistir
una vez hecha abstracción de todas las condiciones subjetivas
de la intuición’. El espacio y el tiempo son formas a priori de la
experiencia sensible.
2.3.7 La conexión de la geometría con el espacio parece clara:
los juicios de la geometría describen el espacio. La conexión
entre la aritmética y el tiempo puede ser menos evidente. Aquí
es importante notar que una de las nociones más fundamen-
tales, probablemente la más fundamental, dentro de la arit-
mética es la noción de sucesión. La aritmética es el conjunto
de los números naturales junto con las funciones de suma, mul-
tiplicación y exponenciación. Los números naturales se pueden
definir perfectamente con la idea de sucesión, puesto que los
números naturales son aquellos objetos que se pueden alcan-
zar a partir de cero por un número finito de aplicaciones de la
función sucesor. La suma se puede definir en términos de la
sucesión, la multiplicación en términos de la suma y la expo-
nenciación en términos de la multiplicación.
2.3.8 Los juicios de la geometría y de la aritmética no son triv-
iales puesto que describen la estructura del espacio y el tiempo.
En cierto sentido estos juicios describen el mundo: describen
la forma de nuestro mundo, es decir, la forma del conjunto de
fenómenos a los que tenemos acceso a través de la experien-
cia. Por otro lado, el espacio y el tiempo pueden ser intuidos con
anterioridad (en un sentido lógico) a los objetos dados a los sen-
tidos. De ahí que los juicios de la geometría y de la aritmética
sean a priori. La justificación de estos juicios es independiente
del contenido particular de una experiencia, es decir, de lo dado
a la experiencia. De modo que no es necesaria ninguna experi-
encia particular para justificar la verdad de este tipo de juicios.
Nuestro conocimiento del mundo no puede proceder al margen
de este modo de organización de lo dado a los sentidos que

20
2.3. Kant

es el espacio y el tiempo; no puede haber experiencia sensible


(y, por tanto, conocimiento a este nivel) al margen del espacio
y el tiempo. Por este motivo, absolutamente cualquier experi-
encia que podamos tener del mundo verificará los juicios de la
geometría y de la aritmética. En otras palabras, los juicios de
la aritmética son necesarios en el sentido empirista explicado
anteriormente.
2.3.9 El idealismo de Kant sobre el espacio y el tiempo es claro.
El espacio y el tiempo no son determinaciones de los objetos
considerados en sí mismos sino formas a priori de la sensibili-
dad, puestas por el sujeto (no tienen existencia independiente
al margen de nuestro conocimiento).
2.3.10 Una pequeña valoración. Respecto a Hume, la teoría
kantiana sobre los juicios de las matemáticas es más sensible.
Hume mete en el mismo saco los juicios de las matemáticas con
los juicios del tipo ‘Todo soltero es no casado’. Sin embargo, es-
tos juicios parecen muy distintos; los juicios del segundo tipo
sólo pueden aumentar nuestro conocimiento lingüístico y son
por esto completamente triviales. Sin embargo en un juicio
como ‘Todo número par mayor que dos es igual a la suma de
dos primos’ conocemos perfectamente el significado de los tér-
minos involucrados (dos es el sucesor del sucesor de cero, ‘par’
significa igual a la suma de un número consigo mismo, ‘primo’
divisible únicamente por sí mismo y por uno...) a pesar de lo
cual no sabemos si este juicio es verdadero. El juicio es cono-
cido como la Conjetura de Goldbach, conocida ya por Descartes;
se ha comprobado por ordenador para números primos menores Es una oración
que 2 × 1016 pero aún no sabemos si es verdadera o falsa. La 1
distinción neta entre los juicios de las matemáticas y los juicios
triviales me parece a mí un punto en favor de Kant.
Además, hay argumentos que parecen mostrar el papel fun-
damental de la sucesión en la aritmética, apoyando de alguna
manera la tesis kantiana. En un lenguaje de primer orden asum-
imos únicamente el significado de expresiones lógicas del tipo
‘todo’, ‘si... entonces’ y ‘no’. Además la cuantificación se pro-
duce sólo sobre la posición del nombre. Esto hace que la lóg-
ica de primer orden sea un supuesto extremadamente pequeño.
Si podemos definir los conceptos de una teoría en un lenguaje
de primer orden, entonces hemos reducido los conceptos de

21
2. Espacio

esa teoría a una base de suposiciones muy estrecha (una gran


ganancia epistémica). Un resultado basado en propiedades gen-
La existencia de erales de la lógica de primer orden muestra que la aritmética no
modelos no-estándar,
consecuencia de una
es reducible a una teoría formulada en un lenguaje de primer
propiedad conocida orden. Sin embargo, una teoría formulada en un lenguaje de
como compacidad
primer orden e implementada con la noción de una sucesión
finita sí puede hacer esto. Pero la noción de sucesión es pre-
cisamente la noción aportada por nuestra intuición pura a priori
del tiempo.
Sin embargo, los avances de la física contemporánea pare-
cen desmentir algunas suposiciones de la teoría kantiana. En
época de Kant la única geometría conocida era la geometría de
Euclides, de modo que la geometría verificada por la forma a pri-
ori de la experiencia sensible era la de Euclides. Incluso aunque
esto fuera así, las teorías físicas no parecen estar condicionadas
a emplear la geometría de Euclides, puesto que los modelos
contemporáneos para explicar la gravitación hacen uso de es-
pacios con curvatura (y, por tanto, no euclídeos). De modo que,
aunque nuestra experiencia sensible esté organizada al modo
en que señala Kant, el conocimiento de la ciencia no está con-
streñido (al menos completamente) por esto. Efectivamente,
parece que el conocimiento científico trasciende las condiciones
subjetivas de la experiencia (trasciende los fenómenos).

2.4 Leibniz. Argumentos en contra


del espacio absoluto. Espacio (y
tiempo) como fenómenos bien
fundados
En esta sección vamos a hablar de la teoría relacional del es-
pacio defendida por Leibniz. Esbozaremos en primer lugar una
objeción a la teoría relacional y después algunos argumentos de
Leibniz en contra de la teoría absolutista del espacio mantenida
por Newton.
2.4.1 La “objeción kantiana” contra la teoría relacional.
Una teoría relacional del espacio pretende hacer justicia a la

22
2.4. Leibniz. Argumentos en contra del espacio absoluto. Espacio (y
tiempo) como fenómenos bien fundados
siguiente intuición: el espacio no puede ser una cosa más en-
tre las cosas, puesto que todas las cosas están en el espacio,
pero parece absurdo pensar que el espacio mismo está en al-
gún espacio. Si el espacio es una sustancia, se trata de una
sustancia extremadamente sui generis y un principio básico de
economía del pensamiento nos indica que evitemos en la me-
dida de lo posible apelar a entidades sui generis en nuestras
explicaciones. Pero Kant objeta a las teorías relacionales del
espacio de este modo:

El espacio no representa ninguna propiedad de las


cosas, ni en sí mismas, ni en sus relaciones mutuas, es
decir ninguna propiedad inherente a los objetos mis-
mos y capaz de subsistir una vez hecha abstracción de
todas las condiciones subjetivas de la intuición. Pues
ninguna determinación, sea absoluta o relativa, puede
ser intuida con anterioridad con anterioridad a la exis-
tencia de las cosas a las que corresponde (Kant, 1978,
A26, B42).

El espacio, según Kant, es anterior (en un sentido lógico) a


las sustancias que se dan en él. De modo que no puede ser ni
una propiedad ni una relación de los objetos mismos.
2.4.2 El relacionista tiene que poder explicar esta anterioridad
del espacio, aunque sólo lo sea en un sentido lógico. Leibniz
responde a la objeción empleando la distinción entre actual y
posible. El espacio precede (en sentido lógico) a los objetos
sólo como puras posibilidades. Podemos concebir un espacio
vacío de objetos como el conjunto de posibilidades de relaciones
espaciales entre los objetos. Las sustancias son las condiciones
materiales que hacen que el espacio (y el tiempo) pasen de ser
puras posibilidades a ser posibilidades actualizadas.
Pasamos a considerar ahora dos objeciones de Leibniz a las
teorías absolutistas del espacio.
2.4.3 El problema de la posición con respecto al espacio
absoluto. Leibniz argumenta que la noción de espacio absoluto
da lugar a incoherencias. Si existe el espacio absoluto, argu-
menta Leibniz, podría haber dos mundos completamente idén-
ticos respecto a los objetos que contienen y a sus relaciones

23
2. Espacio

mutuas y cuya única diferencia consistiese en la posición de los


objetos respecto al espacio absoluto. Por ejemplo, habría un
mundo posible tal y como es el mundo actualmente y un mundo
perfectamente simétrico en el que la izquierda estuviera cam-
biada por la derecha (el mundo reflejado en un espejo). Estos
mundos diferirían exclusivamente en su posición respecto al es-
pacio absoluto. Pero Leibniz piensa que esto es imposible, pues
tales mundos serían absolutamente indiscernibles y, por el prin-
cipio de identidad de los indiscernibles,
También llamado ‘Ley ∀∀y∀P((P → Py) →  = y)
de Leibniz’. El prin-
cipio se hace intere-
sante cuando consider- el mismo mundo.
amos distintos modos
de restringir las P’s
Desde un punto de vista lógico el argumento no es, quizá,
completamente convincente. El defensor del espacio absoluto
puede insistir en que tales mundos difieren en algo: su posición
respecto al espacio absoluto. Pero hay que conceder que el ar-
gumento tiene una gran fuerza intuitiva. La razón de esta fuerza
parece ser la siguiente. En época de Leibniz y Newton la única
[Rescher, 2003, 101-2] geometría conocida era la de Euclides y una de las característi-
sin embargo, argu-
menta que Leibniz no
cas del espacio absoluto es la de quedar perfectamente descrito
se hubiera sorprendido por esta geometría. Ahora bien, el espacio euclídeo es ilimitado
ante el descubrim-
iento de geometrías de modo que la distinción entre dos mundos cuya única difer-
no-euclídeas. encia consiste en su posición relativa al espacio absoluto no se
puede distinguir apelando a la distancia de los objetos respecto
al límite del espacio. Además, el espacio euclídeo es perfec-
tamente homogéneo (como explicaremos más adelante); esto
quiere decir que el cambio de posición en el espacio no afecta
a las propiedades de los objetos. Cuando consideramos obje-
tos físicos, la homogeneidad significa que el cambio de posición
en el espacio no afecta a las propiedades físicas de los objetos.
Por lo tanto, dos mundos cuya única diferencia consiste en su
posición en el espacio preservan también todas las propiedades
físicas de los objetos: tales mundos serían físicamente indis-
cernibles. De ahí que resulte terriblemente contraintuitiva la
suposición de dos mundos cuya única diferencia consiste en la
posición en el espacio. Si a todo esto añadimos el principio Leib-
niziano de la identidad de objetos indiscernibles entonces pode-
mos concluir, ahora sí en pura lógica, que tales mundos posibles
son efectivamente el mismo. Como comenta Leibniz, esta difi-

24
2.4. Leibniz. Argumentos en contra del espacio absoluto. Espacio (y
tiempo) como fenómenos bien fundados
cultad desaparece si consideramos que el espacio consiste en
las relaciones mutuas entre los objetos:

Si el espacio no es más que éste orden o relación y


sin los cuerpos no es absolutamente nada más que
la posibilidad de ponerlos en él, entonces [el uni-
verso tal y como es y un universo simétrico en el que
la izquierda y la derecha estuvieran cambiadas] no
diferirían entre sí. (Leibniz, 1980: 364 La polémica
de Leibniz-Clarke)

2.4.4 La cuestión de la razón suficiente. Leibniz apuntala su


argumento anterior apelando al principio de razón suficiente de
acuerdo con el cual,

... jamás ocurre algo sin que haya una causa o al


menos una razón determinante, es decir, algo que
pueda servir para dar razón a priori de por qué algo
existe y por qué existe de esta manera más bien que
de otra manera. (Teodicea I - 44.)

Un espacio absoluto vacío de objetos sería completamente


homogéneo: cualquier punto del espacio sería cualitativamente
indistinguible de cualquier otro punto. Además sería ilimitado,
de modo que no es posible distinguir la posición de puntos en
el espacio con referencia a un límite. Argumenta Leibniz que,
en tal caso, Dios no tendría una razón suficiente para situar al
mundo tal y como está y no, por ejemplo, completamente al
revés. Si aceptamos el principio de razón suficiente, entonces
no puede existir el espacio absoluto: puesto que el mundo ex-
iste, ha habido una razón suficiente de su existencia.
2.4.5 Cabe señalar, al margen de los argumentos de Leibniz, que
la noción de espacio absoluto, incluida en la mecánica de New-
ton, no fue desechada hasta comienzos del siglo XX. La razón
es que la formulación de las leyes de la mecánica (por ejem-
plo, el principio de inercia) se refiere a los movimientos ver-
daderos; que son los movimientos respecto al espacio absoluto.
La teoría de la relatividad describe las leyes de los movimientos
de los cuerpos sin necesidad de establecer esta distinción, de

25
2. Espacio

modo que la noción de espacio absoluto deja de tener signifi-


cado físico.
2.4.6 La teoría leibniziana del espacio. Sklar mantiene que
en Leibniz hay dos teorías del espacio: una teoría profunda
que requiere el uso de nociones de metafísica leibniziana y una
teoría popular. Explicaremos la teoría popular en primer lugar
y después trataremos de explicar la teoría profunda con las no-
ciones relevantes de la metafísica de Leibniz.
2.4.7 La teoría popular ha quedado aludida antes en las obje-
ciones. ¿Qué es el espacio? El conjunto de todas las relaciones
espaciales posibles. Esta definición es satisfactoria desde dos
puntos de vista. En primer lugar, se mantiene neutral respecto
a la cuestión de la realidad / idealidad del espacio. Aunque Leib-
niz niega que las relaciones espaciales sean reales, sus razones
son ajenas a la teoría relacional del espacio. En principio, las
relaciones pueden ser reales, de modo que una teoría relacional
es compatible con una interpretación realista del espacio. En
segundo lugar, la teoría relacional no da lugar a “monstruos
ontológicos”: la existencia de las relaciones es siempre depen-
diente de aquello que relacionan. En este sentido, la teoría rela-
cional es más fácil de digerir desde el punto de vista metafísico.
2.4.8 La teoría popular tiene, sin embargo, un problema impor-
tante. Una definición satisfactoria de la noción de espacio no
debería, en principio, incluir la propia noción de espacio. Si
decimos que el espacio es el conjunto de todas las relaciones
Una noción primitiva espaciales, estamos suponiendo que comprendemos ya qué es
dentro de una teoría
es aquella que no
una relación espacial. El objetivo de la teoría profunda consiste
admite definición. en tratar de explicar qué son las relaciones espaciales. La tesis
En la medida de lo
posible deben ser de Leibniz es que el espacio (también el tiempo) es un fenó-
nociones simples cuya meno bien fundado. Para glosar esta idea es necesario intro-
comprensión no sea
problemática (éste no ducir antes algunas nociones de la metafísica de Leibniz.
es en caso del espacio
ni del tiempo!). 2.4.9 Para Leibniz el universo es un vasto agregado de sus-
tancias a las que llama mónadas. Estas mónadas son los ver-
daderos átomos de los que están hechas todas las cosas. Las
mónadas son sustancias sin extensión (ni tiempo). Son estricta-
mente simples, de modo que una mónada sólo puede empezar
a ser por creación y dejar de ser por aniquilación.
Leibniz considera la distinción entre verdades de razón y ver-

26
2.4. Leibniz. Argumentos en contra del espacio absoluto. Espacio (y
tiempo) como fenómenos bien fundados
dades de hecho y la conecta con su doctrina de la armonía Esta distinción es la
recogida posterior-
preestablecida. Una juicio analítico es aquél en el que el pred- mente por Kant en la
icado está contenido en lo significado por el sujeto. Por ejem- distinción entre juicios
analíticos y sintéticos.
plo, ‘todo soltero es no casado’ es un juicio analítico, dado que Emplearemos aquí la
ser no casado es (al menos) parte del significado de ‘soltero’. terminología kantiana
Los juicios sintéticos son aquellos que no son analíticos (es de-
cir, el predicado no está contenido en lo significado por el su-
jeto); como en el caso de ‘este papel es blanco’. Esta es una
primera aproximación a la explicación de la distinción entre
juicios analíticos y sintéticos. En realidad Leibniz cree que la
distinción no se debe a la realidad de las cosas, sino a nues-
tra ignorancia acerca del mundo. El problema comienza con las
dificultades en explicar la causalidad:

No hay medio tampoco de explicar cómo una Mónada


pudiera ser alterada, o cambiada en su interior por
alguna otra criatura; pues no se le puede transponer
nada, ni concebir en ella ningún movimiento interno
que pueda ser excitado, dirigido, aumentado o dis-
minuido dentro de ella, como ocurre en los com-
puestos, donde hay cambio entre las partes. Las
Mónadas no tienen ventanas, por las cuales alguna
cosa pueda entrar o salir en ellas. Los accidentes no
pueden separarse, ni salir fuera de las substancias,
como hacían en otros tiempos las especies sensibles
de los escolásticos. Por tanto, ni una substancia, ni un
accidente puede entrar desde fuera en una Mónada.
(Monadología 7.)

Las dificultades a las que alude Leibniz de este modo pin-


toresco, parecen ser del mismo tipo a las que aludían los ‘oca-
sionalistas’: parece imposible que las cualidades pasen de una
cosa a otra. Ahora bien, si las mónadas no tienen ventanas,
¿cómo es posible la causalidad? No es posible de ninguna man-
era. Leibniz entiende que todo sucede como si hubiera causali-
dad, cuando en realidad lo que hay es una armonía preestable-
cida. Parece que, al chocar con la bola de color, la bola blanca
es la causa del movimiento de la bola de color. Sin embargo la
bola de color se mueve porque estaba así dispuesto desde toda

27
2. Espacio

la eternidad, no por ninguna “cualidad transferida” de la bola


blanca a la de color.
Las mónadas no reciben sus determinaciones desde fuera,
sino que las determinaciones de una sustancia están contenidas
en ella desde el principio. Las distintas sustancias van desple-
gando sus determinaciones en el tiempo. Si conociéramos con
total perfección una sustancia, conoceríamos también todas sus
determinaciones y, por tanto, cualquier juicio verdadero acerca
de esa sustancia sería analítico. Para Dios, que es omnisciente,
todos los juicios son analíticos. La distinción entre juicios analíti-
cos y juicios sintéticos es una distinción basada en nuestra ig-
norancia, no en la naturaleza de las cosas.
Resumiendo: Leibniz entiende que el universo es un vasto
agregado de sustancias atemporales e inextensas y perfecta-
mente simples a las que llama mónadas. La causalidad enten-
dida al estilo tradicional es imposible: una sustancia no puede
recibir sus determinaciones de fuera (las mónadas no tienen
ventanas): cualquier determinación de una sustancia estaba in-
cluida en esa sustancia desde el inicio. Lo que llamamos causal-
idad es en realidad la coordinación inicial de todos los sucesos a
la que Leibniz llama ‘armonía preestablecida’. Como consecuen-
cia de que las mónadas no reciban sus determinaciones desde
fuera, se borra la distinción entre juicios analíticos y sintéticos.
2.4.10 Para Leibniz el espacio (y el tiempo) es en realidad un
En este punto Kant aspecto de la percepción humana. Cada mónada contiene en
parece Leibniziano
sí misma todas sus determinaciones; pero además, cada mó-
nada está organizada con el resto de mónadas por la armonía
preestablecida. En este sentido, cada monada contiene en sí
misma una especie de descripción del universo; es un punto de
vista del universo.

Ahora bien, este enlace o acomodamiento de todas las


cosas creadas a cada una y de cada una a todas las
demás, hace que cada substancia simple tenga rela-
ciones que expresen todas las demás, y que ella sea,
por consiguiente, un espejo viviente y perpetuo del
universo. (Monadología 56.)

Para Leibniz, todas las mónadas tienen percepción; sin em-

28
2.4. Leibniz. Argumentos en contra del espacio absoluto. Espacio (y
tiempo) como fenómenos bien fundados
bargo sólo el alma humana tiene apercepción que es un tipo de
percepción acompañada de conciencia y memoria. El espacio (y
el tiempo) consiste en la percepción que tiene una mónada de la
correlación entre su estado interno y un estado de cosas del uni-
verso. Es decir, el espacio (y tiempo) consiste en la percepción
de cierto orden de las cosas en el universo.
El espacio y el tiempo son idealidades, aspectos cualitativos
de la experiencia, que no pueden ser atribuídos en rigor a las
verdaderas cosas de que está compuesto el universo:

... Al explicar las cosas de esta manera, el espacio es


el orden entre los fenómenos coexistentes y no hay
distancia espacial ni cercanía absoluta ni distancia en-
tre mónadas. Y decir que están comprimidas en un
punto o diseminadas en el espacio es hacer uso de
ciertas ficciones de nuestro espíritu que empleamos
cuando tratamos de visualizar libremente aquello que
solamente puede ser entendido. (Leibniz: Philosophi-
cal Papers and Letters, Leibniz to Des Bosses: 604.)

En este sentido el espacio y el tiempo son fenómenos. Sin


embargo, son fenómenos bien fundados puesto que existe una
correspondencia entre la percepción y lo percibido. ¿Qué tipo de
correspondencia es ésta? Leibniz pone precisamente el ejem-
plo del modo de representar las relaciones familiares en un ár-
bol genealógico [Leibniz and Clarke, 1956, 70-1]. Un árbol ge-
nealógico reproduce la estructura formada por un conjunto de
objetos (personas) y una relación de orden (‘ser un ancestro
de’). Por ejemplo,
Por la posición en el árbol sabemos que Francisco es padre de
Elena, abuelo de Almudena e Isabel, bisabuelo de Juan, Ignacio,
Luz etc. Aunque las personas no ocupan realmente una posi-
ción dentro de un árbol, existe una correspondencia entre las
relaciones espaciales entre objetos dentro del árbol y relaciones ‘Aunque expresan
de parentesco entre las distintas personas. Del mismo modo, el verdades reales,
espacio y el tiempo son bien fundados porque, aunque no sean son sólo cosas
ideales’
realmente atribuibles a las sustancias, existe una corresponden-
cia entre nuestra percepción de las relaciones espaciales y las
relaciones reales de orden entre las distintas sustancias.

29
2. Espacio

Table 2.2: Árbol Genealógico

Francisco

?
Elena
@
R
@
Almudena Isabel
@
R
@ ?
Juan Ignacio Luz

2.4.11 Resumiendo: espacio y tiempo son fenómenos en el sen-


tido de que son aspectos de la percepción (pertenecen, por así
decir, al orden del aparecer más que al orden del ser). Pero son
bien fundados en el sentido de que reproducen la estructura de
un orden real.

2.5 Newton sobre la existencia del


espacio absoluto
En esta sección discutimos brevemente dos argumentos de
Newton en favor de la existencia del espacio absoluto. Presen-
tamos primero la idea de espacio absoluto.
Noción de espacio absoluto

Concebimos que el espacio es aquello donde se colo-


can todos los cuerpos... que es enteramente pene-
trable, recibiendo a todos los cuerpos en él, y no ne-
gando el acceso a ningún tipo de cosa; que está in-
alterablemente fijo, incapaz de ninguna acción, forma
o cualidad; cuyas partes no es posible separar unas
de otras, por grande que sea la fuerza que se aplique;
mas el espacio siendo él mismo inmóvil, acepta las
sucesiones de las cosas en movimiento, determina las
velocidades de sus movimientos y mide las distancias

30
2.5. Newton sobre la existencia del espacio absoluto

de las cosas mismas. John Keill, An introduction to Nat-


ural Philosophy. Citado en [van Fraassen, 1978, 134-
5].

2.5.1 El espacio absoluto es ontológicamente anterior a los obje-


tos físicos. Esto es, a diferencia del espacio según Leibniz, éste
puede existir con independencia de los objetos físicos. Newton
tiende a asimilar el espacio a una sustancia (puesto que tiene
subsistencia en sí mismo), aunque una sustancia peculiar: to-
dos los objetos están en el espacio, pero el espacio no está en
ninguna parte.
2.5.2 El espacio absoluto es euclídeo, es decir, queda perfec-
tamente descrito por los axiomas de la geometría de Euclides
(esta suposición en época de Newton se daba por defecto, dado
que no se conocía la existencia de geometrías no euclídeas).
Aunque veremos con más detalle cuáles son las implicaciones
de esta afirmación, basta por ahora decir que se trata de un es-
pacio ilimitado y completamente homogéneo de modo que ni la
posición en el espacio ni las proporciones de un objeto afectan
a las propiedades físicas de un cuerpo.
2.5.3 Por último, el espacio absoluto es la referencia de los
movimientos absolutos de los cuerpos. Esta es la caracterís-
tica más importante del espacio absoluto dentro de la mecánica
newtoniana. Las leyes de la mecánica de Newton, particular-
mente la ley de inercia, se formulan para los movimientos abso-
lutos o verdaderos. El hecho de que el espacio absoluto sea la
referencia de los movimientos verdaderos es lo que da signifi-
cado físico a la noción de espacio absoluto.
Argumentos de Newton en favor de la existencia del espacio
absoluto
2.5.4 Como acabamos de comentar, Newton distingue dos tipos
de movimientos: los movimientos aparentes y los movimien-
tos verdaderos. Los movimientos aparentes son los movimien-
tos que percibimos cotidianamente a través de los sentidos, es
decir, los cambios de posición relativa de dos cuerpos. Si me
muevo de un lado a otro de la habitación, estoy en movimiento
aparente con respecto a las paredes de la habitación, pero
puedo estar en reposo aparente con respecto a una persona

31
2. Espacio

que se mueve a la vez que yo respecto a las paredes de la


habitación. Los movimientos verdaderos o absolutos difieren
de los anteriores en que el cambio de posición se da entre un
cuerpo y el espacio mismo, es decir, son los movimientos de los
cuerpos respecto al espacio absoluto.

El tiempo absoluto, verdadero y matemático en sí y


por su naturaleza y sin relación a algo externo, fluye
uniformemente y por otro tiempo se llama duración
[...]. El espacio absoluto, por su naturaleza y sin
relación a cualquier cosa externa, siempre permanece
igual e inmóvil; el relativo es cualquier cantidad o di-
mensión variable de este espacio, que se define por
nuestros sentidos según su situación respecto a los
cuerpos, espacio que el vulgo toma por el espacio in-
móvil. [Newton, 1998, 131]

¿Por qué razón introduce Newton en su física una noción


aparentemente tan poco física como la de espacio absoluto?
Newton se jacta de seguir el método experimental y de no intro-
ducir hipótesis sin significado empírico. Efectivamente, Newton
está convencido de que la existencia del espacio absoluto puede
demostrarse experimentalmente. Para establecer la existencia
del espacio absoluto sólo tenemos que demostrar la existencia
de movimientos verdaderos, ya que éstos son los movimientos
respecto al espacio absoluto. Newton propone dos argumentos:

Es muy difícil conocer los movimientos verdaderos de


cada cuerpo y distinguirlos de hecho de los aparentes
[...]. Sin embargo, la situación no es del todo deses-
perada. Pues se pueden tomar argumentos, en parte
de los movimientos aparentes, que son las diferen-
cias de los movimientos verdaderos, en parte de las
fuerzas que son las causas y efectos de los movimien-
tos verdaderos... [Newton, 1998, 133]

2.5.5 El primer argumento en favor de los movimientos ver-


daderos se toma ‘de los movimientos aparentes que son las
diferencias de los movimientos verdaderos’. Si dos objetos 

32
2.5. Newton sobre la existencia del espacio absoluto

y b están en movimiento relativo, es imposible que ambos es-


tén en reposo respecto a un tercero. Por tanto, o bien  o bien
b (o ambos) están en movimiento respecto al espacio absoluto.
El problema de este argumento es que demuestra la existencia
de movimientos verdaderos únicamente bajo la suposición de
que existe el espacio absoluto. Por tanto, argumento no puede
tomarse como una prueba de la existencia del espacio absoluto
(sería una petición de principio).
2.5.6 El segundo argumento se toma ‘de las fuerzas que son las
causas y efectos de los movimientos verdaderos’. Cuando New-
ton habla de fuerzas en conexión con el movimiento está pen-
sando en movimientos acelerados (dado que Fuerza = masa ·
aceleración). Newton observa que existe una asimetría real-
mente sorprendente entre movimientos acelerados aparentes:
en unos percibimos la presencia de fuerzas y en otros no. Imag-
inemos un tren que se acerca a la estación a cierta velocidad.
Desde el punto de vista de que todos los movimientos son rel- Chuck Norris no
camina: es la Tierra
ativos podemos describir el movimiento desde dos puntos de la que gira bajo la
vista: el tren se acerca a la estación o la estación (junto con las fuerza de sus piernas
en movimiento.
vías, el suelo etc.) se aproximan al tren. En determinado mo-
mento el tren empieza a frenar, es decir, se da una aceleración
negativa en sentido opuesto a la marcha del tren. Desde el
punto de vista leibniziano podríamos decir que en determinado
momento la estación comienza a frenar. Sin embargo, argu-
menta Newton, aunque la gente situada dentro del tren experi-
menta la presencia de fuerzas, la gente que está en la estación
no percibe la presencia de fuerzas. Esta asimetría mostraría,
según Newton, que aunque ambos objetos están en movimiento
aparente, es el tren el único de los dos objetos que está en
movimiento verdadero. La presencia de fuerzas se explicaría
por el movimiento de un cuerpo respecto del espacio absoluto.
2.5.7 El argumento anterior tiene, me parece a mí, bastante
fuerza intuitiva. Sin embargo, la explicación de Newton se debe
al “prejuicio” de la ley de inercia. Un sistema de referencia es
el punto de referencia al que referimos los movimientos de los
cuerpos para tomar mediciones. Por ejemplo, cuando digo que
un cuerpo se desplaza de un punto  a un punto z puedo tomar
como referencia las paredes de la habitación en la que me en-
cuentro y empleo una regla que está en reposo respecto a las
paredes y mide la distancia entre  y z (en otro sistema de ref-

33
2. Espacio

erencia en movimiento respecto a las paredes el cuerpo podría


permanecer en reposo). La ley de inercia afirma que cualquier
objeto en movimiento tiende a permanecer en movimiento rec-
tilíneo uniforme a no ser que se apliquen fuerzas sobre ese ob-
jeto. Ahora bien, la ley de inercia es válida, es decir, se cumple
en todos los casos, sólo si consideramos algunos sistemas de
referencia como correctos y otros como incorrectos. Para de-
scribir el movimiento de un objeto, puedo tomar como sistema
de referencia las paredes de mi laboratorio. Puedo verificar la
ley de inercia lanzando una bola; si procuro eliminar en la me-
dida de lo posible las fuerzas de rozamiento que hacen que la
bola se pare (por ejemplo, puliendo y encerando la superficie
sobre la que lanzo la bola) compruebo que la bola se desplaza
cada vez más lejos y cada vez más rectamente. Supongamos
ahora que mi laboratorio está situado dentro de una caseta de
obra y que es alzada por una grúa; que sopla un fuerte viento y
la caseta comienza a moverse en todas direcciones. Seguimos
con nuestros experimentos y comprobamos horrorizados que la
ley de inercia deja de cumplirse: la bola no sólo no se mueve
más lejos y de modo rectilíneo sino que se mueve en todas di-
recciones con velocidades cambiantes. La explicación newtoni-
ana diría que el sistema de referencia escogido (las paredes del
laboratorio) ha dejado de ser un sistema de referencia correcto;
la ley de inercia se cumple cuando tomamos uno correcto. ¿Qué
es el espacio absoluto? Es la suposición de un sistema de refer-
encia universal en el que siempre se cumple la ley de inercia.
2.5.8 Hay un texto de Ernst Mach interesante a este respecto.
Además, no he puesto nada del experimento ideal de las bolas
sujetas de un hilo!

2.6 El desarrollo de la geometría


moderna
Introducción
2.6.1 Durante largo tiempo la geometría de Euclides (s. IV a.
C.) fue el modelo de ciencia acabada. El gran logro de Eu-
clides consistió, no tanto en nuevos descubrimientos, sino en

34
2.6. El desarrollo de la geometría moderna

la sistematización de todo el conocimiento geométrico de la


época, de modo que la mayor parte de los enunciados se de-
dujesen de unas pocas definiciones, unas nociones comunes
y unos postulados. La terminología sobre la sistematización
del conocimiento ha cambiado de Aristóteles a nuestra época.
Aristóteles distingue (en Segundos Analíticos) entre ‘Axiomas’ y
‘Postulados’. Los axiomas son nociones comunes no exclusivas Es el todo mayor
de la teoría a sistematizar (de la geometría en este caso) como que la parte? Esta
que el todo es mayor que la parte, que la identidad es transitiva afirmación parece
contradecir los re-
etc.Los postulados son las nociones propias de la teoría, en nue- sultados de Can-
stro caso los cinco enunciados de los que parte Euclides. Esta tor sobre conjun-
distinción ya no se usa y actualmente se conoce como ‘axioma’ tos infinitos
lo que antes se entendía por postulado. Sobre todo a partir del
trabajo de David Hilbert se entiende que un sistema axiomático
es un conjunto de enunciados formulados en un lenguaje lógico
con una o varias reglas de inferencia. Por ejemplo, la Aritmética
de Peano es un sistema axiomático formulado en el lenguaje de
primer orden LAP = {0, s, +, ·} en el que podemos utilizar las re-
glas de deducción de la lógica de primer orden y que tiene este
aspecto:

1. ∀¬s() = 0

2. ∀∀y( 6= y → s() 6= s(y))

3. ∀( + 0) = 

4. ∀∀y( + s(y)) = s( + y)

5. ∀( · 0) = 0

6. ∀∀y( · s(y)) = (( · y) + )


más todas las instancias del siguiente esquema de inducción,

7. ((φ)[0/ ] ∧ ∀(φ → (φ)[s()/ ])) → ∀φ


donde φ es una fórmula cualquiera de LAP con  como única variable
libre y (φ)[/ t] el resultado de sustituir todas las ocurrencias libres de
 por un término t de LAP .
Todo conjunto
consistente de
Un sistema axiomático consistente (en el que no es posible oraciones de
demostrar una contradicción) describe una estructura con unas un lenguaje de
determinadas propiedades. Por ejemplo, los números naturales primer orden
con la sucesión, suma y multiplicación es una estructura con tiene un modelo
(Henkin)

35
2. Espacio

infinitos objetos, linealmente ordenada con elemento mínimo y


sin elemento máximo. Los axiomas de la Aritmética de Peano
son intuitivamente verdaderos en esta estructura. El primer ax-
ioma nos dice que no hay ningún objeto tal que la función s
aplicada a tal objeto nos dé 0. El segundo axioma dice que
el resultado de aplicar la función s a objetos distintos tienen
como resultado objetos distintos. Estos dos axiomas garanti-
zan conjuntamente que s funciona como la sucesión sobre los
números naturales, y, por tanto que 0 no tiene antecesor (es un
elemento mínimo en la estructura). Ambos garantizan también
que la estructura en la que son verdaderos es una estructura
con infinitos objetos (ya que las condiciones anteriores impli-
can que no puede haber loopings: para cada objeto, su sucesor
debe ser distinto de los anteriores). De acuerdo a la sucesión,
estos objetos están linealmente ordenados. Los axiomas tercero
y cuarto definen recursivamente la operación de sumar: el ter-
cero nos dice cómo sumar con cero, el cuarto cómo, conociendo
la suma de valores inferiores, calcular la suma para los valores 
y s(y). De igual manera, los axiomas quinto y sexto definen re-
cursivamente la multiplicación. El último axioma garantiza que
podemos razonar inductivamente sobre los números naturales.
2.6.2 Los postulados de la geometría de Euclides describen un
espacio con determinadas propiedades. El espacio descrito
“parece el verdadero” en el sentido de que corresponde muy
Los Elementos bien con nuestra concepción intuitiva del espacio (en este punto
son de cerca del quizá Kant tiene razón). De hecho durante más de veinte siglos!
300 a.C. mientras el espacio de Euclides fue el espacio sin más; no se sospechaba
que el estudio
sistemático de que pudiera haber espacios con propiedades distintas a las del
geometrías no- euclídeo. El propio Kant otorga al espacio como forma a priori
euclídeas no de la sensibilidad las propiedades del espacio euclídeo, convir-
comienza hasta el tiendo a éste en una exigencia de la ciencia. El descubrimiento
siglo XIX
de espacios geométricos distintos hizo cuestionar a los físicos
si las propiedades del espacio físico son realmente las descritas
por la geometría de Euclides.
El espacio de Euclides
2.6.3 La geometría de Euclides parte de cinco postulados (o en
términos más contemporáneos, cinco axiomas):

1. Si  e y son puntos distintos, hay una línea recta que pasa

36
2.6. El desarrollo de la geometría moderna

Figura 2.1: Quinto postulado

por ambos.

2. Todo segmento rectilíneo es parte de una única línea recta


(equivalente a: es posible prolongar un segmento in-
definidamente).

3. Si  es un punto y r un segmento, hay un único círculo con


centro en  y radio r.

4. Todos los ángulos rectos son iguales.

5. Si una línea recta que corta a otras dos líneas rectas, forma
al mismo lado dos ángulos internos cuya suma es menor
que dos rectos, las dos líneas rectas, suficientemente pro-
longadas, se cortan en ese mismo lado [en que la suma de
los ángulos internos es menor que dos rectos].

2.6.4 Los postulados de Euclides fueron enunciados por él


mismo utilizando un lenguaje ordinario en lugar de un lenguaje
matemático. En esta misma línea exponemos de modo informal
algunas características de la geometría de Euclides.

• Los postulados 1 y 2 determinan que (i) entre dos puntos


cualesquiera se puede trazar una única línea recta y que (ii)
dos líneas rectas se pueden cortar en un único punto (no
pueden, por tanto, encerrar un área). Además, en estos

37
2. Espacio

postulados está implícita (iii) la idea de que entre dos pun-


tos cualesquiera hay otro punto distinto (ordenación densa)
y que cualquier corte que hagamos en una línea se produce
en un punto de esa línea (continuidad).

• El postulado 2 determina además que el espacio es ilimi-


tado, intuitivamente, que no hay un último punto en una
línea recta en ninguna de las dos direcciones.

• Los postulados 1, 2 y 3 conjuntamente determinan crite-


rios para la construcción de figuras. En geometría (y en
matemáticas en general) la posibilidad de construir una
figura es equivalente a su existencia.

• Russell llama al postulado 4 el axioma de libre movilidad:


establece que la posición en el espacio no influye en las
propiedades geométricas de una figura. Si, por ejemplo,
la suma de los ángulos internos de una figura en un punto
del espacio es α, su suma sigue siendo α en cualquier otro
punto del espacio.

• El postulado 5, probablemente el más célebre por razones


que veremos en seguida, determina la propiedad de rela-
tividad de la magnitud (así llamada en [Čapek, 1965, 48]).
La idea es que las propiedades geométricas de una figura
se preservan si aumentamos o disminuimos sus partes pro-
porcionalmente. Un triángulo rectángulo lo seguirá siendo
si aumentamos o disminuimos sus tres lados proporcional-
mente.
A la suma de las propiedades de libre movilidad y relativi-
dad de la magnitud se le llama ‘homogeneidad’.

Historia del quinto postulado


2.6.5 De acuerdo con Aristóteles la ciencia debía proceder a
partir del conocimiento de las causas. El resto de las cosas
debían ser explicadas como consecuencias deducidas de las
causas. Los principios que enuncian las causas de las cosas
debían ser entre otras cosas evidentes en sí mismos y, en par-
ticular, más evidentes que todo aquello que se quiere explicar
a partir de ellos. En cierto sentido la geometría de Euclides
cumplía este requisito a la perfección: a partir de unos pocos

38
2.6. El desarrollo de la geometría moderna

postulados se explicaban gran cantidad de cuestiones relativas


a las figuras de las cosas y estos postulados eran todos evi-
dentes en sí mismos. Bueno, quizá no todos. El quinto pos-
tulado empaña la perfección con que la geometría de Euclides
cumplía los estándares de ciencia aristotélicos. El quinto pos-
tulado resulta mucho más complejo en su formulación de modo
que resulta menos evidente en sí mismo que el resto de los pos-
tulados ([van Fraassen, 1978, 144] comenta que el argumento
de que el quinto postulado desborda nuestra experiencia ordi-
naria no es convincente: ¡todos lo hacen!). Sea como fuere,
se comenzó a sospechar desde muy pronto que este postulado
no debería tener el estatuto de postulado y que debería ser
posible deducirlo de los cuatro anteriores. Muchos matemáti-
cos intentaron durante más de dos milenios probar, sin éxito,
el quinto postulado (ver [Blumenthal, 1980] para un pequeño
repaso histórico de estos intentos).
2.6.6 En 1733 se publicó póstumamente Euclides ab omni naevo
vindictus, la obra de un jesuita italiano llamado Jerónimo Sac-
cheri. En ella creía haber demostrado el quinto postulado a par-
tir de los anteriores. El método que empleó en su (intento de)
demostración fue el de reducción al absurdo:

Table 2.3: Reducción al absurdo


¬A
..
.
B ∧ ¬B
A

El quinto postulado es equivalente a la afirmación de que

• 5∗ Por un punto exterior a una recta pasa una única par-


alela.

Así, como negación del quinto postulado, Saccheri empleó el


siguiente enunciado:

• 5h Por un punto exterior a una recta existe más de una


paralela.

39
2. Espacio

Saccheri desarrolló la geometría basada en 5h y, aunque no


llegó a dar con una contradicción explícita, sin embargo termina
afirmando que las conclusiones alcanzadas a partir de la ne-
gación del quinto postulado repugnan a la naturaleza de la línea
recta ([van Fraassen, 1978, 145]). Es muy probable que Sac-
cheri entendiese que tales conclusiones eran una especie de
juicios analíticamente falsos, es decir, juicios que aunque no
son una contradicción explícita del tipo A ∧ ¬A son falsos en
virtud de los términos incluidos en el juicio (como ‘Pedro es un
soltero casado’). De este modo, tales conclusiones resultarían
suficientes para probar que la suposición de 5h era falsa.
2.6.7 El caso de Saccheri es irónicamente famoso; murió
creyendo haber demostrado el quinto postulado cuando en re-
alidad estuvo más cerca de probar su independencia.
Independencia del quinto postulado
Que una oración φ es una consecuencia (lógica) de un con-
junto de oraciones , escrito   φ, significa que no hay ninguna
estructura en la que las premisas sean verdaderas y la con-
Que un conjunto de clusión falsa. Dada la equivalencia entre ‘φ es falsa’ con ‘¬φ
oraciones no tiene
modelos significa que
es verdadero’,   φ ssi no hay ninguna estructura en la que las
no hay una estructura premisas y la negación de la conclusión sean verdaderas, esto
donde todas las
oraciones del conjunto es, el conjunto  ∪ {¬φ} no tiene modelos. Que una oración φ
sean verdaderas. es independiente de un conjunto de oraciones  significa que ni
Como apuntamos más
arriba, para lenguajes ella ni su negación son consecuencia lógica de  (esto es,  2 φ
de primer orden, los y  2 ¬φ). Por la conexión anterior entre consecuencia lógica y
conjuntos consistentes
de oraciones tienen modelos, que φ es independiente de  significa que tanto ∪{φ}
modelos (Henkin). como  ∪ {¬φ} tienen modelos. Para demostrar que el quinto
postulado es independiente del resto, por tanto, tenemos que
mostrar (i) que el quinto postulado más el resto tiene modelos
y (ii) que la negación del quinto postulado más el resto tiene
modelos.
El espacio euclídeo muestra (i) Para probar (ii) debemos pro-
porcionar un espacio en el que se cumplen todos los postulados
excepto el quinto. El siguiente argumento es una prueba infor-
mal en [Kilmister, 1992, 20-1]
2.6.8 Como hemos visto, una variante del quinto postulado (5∗ )
afirma que por un punto exterior a una recta pasa una única par-
alela. Dos líneas son paralelas cuando no tienen ningún punto

40
2.6. El desarrollo de la geometría moderna

en común. Un modo de negar este postulado es suponiendo


que por un punto exterior a una recta pasa más de una paralela
(¬5∗ ) otro modo es afirmando lo siguiente:

• 5e Por un punto exterior a una recta no pasa ninguna


paralela (es decir, todas las rectas tienen algún punto en
común).

Tomamos como modelo inicial la geometría esférica, es decir,


la geometría que interpreta el plano sobre la superficie de una
esfera. En esta geometría, las rectas se interpretan como cir-
cunferencias máximas sobre la superficie de la esfera (las líneas
rectas se producen al intersectar la superficie con un plano que
pasa por el centro). Se trata de un espacio con curvatura, pero
una curvatura constante. La suma de los ángulos internos de un
triángulo es siempre mayor que 180º, pero se aproximará a 180º
cuanto menor sea el triángulo en relación con el tamaño de la
esfera (ver figura 2.2). En este sentido, este espacio no tiene la
propiedad de relatividad de la magnitud asociada con el quinto
postulado. Sin embargo, si la suma de los ángulos del triángulo
en un punto es α, seguirá siendo α si movemos el triángulo a
cualquier otro punto de la esfera (precisamente porque la cur-
vatura constante). En este sentido, el espacio esférico preserva
la propiedad de libre movilidad asociada al postulado cuarto.
También: π es igual al perímetro partido por el diámetro de la
circunferencia. En geometría esférica el perímetro partido por
el diámetro es siempre menor que π, cuanto menor sea la cir-
cunferencia tanto más se aproximará a π (el perímetro partido
por el diámetro en una circunferencia máxima es igual a dos).
Del mismo modo otras propiedades como r1 / c1 = r2 / c2 . (Para
las geometrías que validan el postulado 4, pero no el 5 se intro-
dujo el término ‘isogéneas’.) Esta geometría satisface todos los
postulados de la geometría de Euclides con dos excepciones:
a) Una línea recta que se corta con otra lo hace en dos puntos
distintos.
b) Toda línea recta se corta con toda otra línea recta (es decir,
no hay paralelas).
Efectivamente, las circunferencias máximas sobre la super-
ficie de la esfera se cortan siempre en dos puntos, en partic-

41
2. Espacio

Figura 2.2: Superficie de la esfera

ular se cortan en puntos opuestos de la esfera. De modo que


ambas características a) y b) se cumplen sobre la geometría
esférica. La primera característica es, como hemos visto, una
consecuencia de los postulados 1 y 2. La segunda característica
hace verdadera la negación ∼ 5∗ del quinto postulado. Para
demostrar (ii) tenemos que describir un modelo en el que to-
dos los postulados se cumplen excepto 5∗ . Para ello vamos a
modificar el modelo de la geometría esférica de modo que la
característica a) deje de cumplirse, pero la característica b) siga
cumpliéndose. Este modelo se consigue identificando los pun-
tos opuestos de la esfera. Dado que las líneas rectas se cortan
en puntos opuestos de la esfera, el modelo resultante valida la
característica b) pero no la característica a). Este modelo mues-
tra (ii), es decir, que el quinto postulado no es una consecuencia
lógica del resto.
2.6.9 Últimas consideraciones sobre el espacio de Euclides. El
espacio de Euclides parece estar de acuerdo con nuestra intu-
ición del espacio: cuando imaginamos el espacio le atribuimos

42
2.6. El desarrollo de la geometría moderna

las propiedades del espacio euclídeo (homogéneo, ilimitado,


continuo etc.) tan es así, que el espacio de Euclides fue du-
rante mucho tiempo el espacio sin más. Kant otorgó al espacio
de Euclides una validez a priori sobre toda experiencia posible
convirtiéndolo en un requisito de la ciencia. ¿Es esto así? ¿Está
la ciencia restringida a afirmar la validez del espacio Euclídeo?
Parece que no: el uso de geometrías no euclídeas en la ciencia
contemporánea indica que, incluso si el espacio de nuestra in-
tuición es euclídeo, la ciencia puede trascender la experiencia y
no está forzada a aceptar que esa es la geometría que describe
el espacio físico. De modo que el descubrimiento de geometrías
no euclídeas hace que la pregunta acerca de la geometría del
espacio físico pase de tener una respuesta a priori a ser una pre-
gunta cuya respuesta, al menos aparentemente, es a posteriori.
2.6.10 Geometrías no-euclídeas. A comienzos del siglo XIX
Friedrich Gauss, Janos Bolyai y Nicolay Lovachevsky desarrol-
laron, a partir de los verdaderos resultados de Saccheri, la
primera geometría no-euclídea, la geometría hiperbólica. En
este apartado vemos de modo intuitivamente en qué consisten
algunas de estas nuevas geometrías.
2.6.11 Una vez descubierta la independencia del quinto postu-
lado, se llamó geometría absoluta a la parte de la geometrías
que no depende del quinto postulado (esto es, los postulados
primero a cuarto más lo que de ellos se puede derivar, los vein-
tiocho primeros teoremas de los Elementos). La primera alter-
nativa que se consideró al quinto postulado dice lo siguiente:

• 5h Por un punto exterior a una recta existe más de una


paralela

De modo que la Geometría euclídea es el resultado de añadir


5 a la “geometría absoluta” mientras que el resultado de añadir
5h a la geometría absoluta es la Geometría hiperbólica.
2.6.12 El nacimiento de las geometrías no-euclídeas impulsó el
estudio de ramas de las matemáticas a través de sistemas ax-
iomáticos e impulsó lo que Hilbert llamaría la metamatemática:
el estudio de diversas propiedades de los sistemas formales.
En particular, resultaba importante dar pruebas de la consisten-
cia de los sistemas axiomáticos de geometrías no euclídeas (el

43
2. Espacio

hecho de que no se haya encontrado ninguna contradicción no


garantiza que no la haya). En 1868 Eugenio Beltrami demuestra
la consistencia de la geometría hiperbólica asumiendo la consis-
tencia de la geometría euclídea (el estilo de la demostración es
parecido a la “prueba” en el epígrafe anterior de la independen-
cia del quinto postulado; ver [van Fraassen, 1978, 147]). Una
característica de la geometría hiperbólica es que la suma de
los ángulos internos de un triángulo es siempre menor que 180
grados.
2.6.13 Bernhard Riemann desarrolló la geometría esférica,
mostrando la inadecuación del término ‘geometría absoluta’
pues difiere de la geometría euclídea en los postulados quinto y
segundo:

• 2e Dos líneas rectas cualesquiera tiene dos puntos en


común

• 5e Por un punto exterior a una recta existe más de una


paralela

El plano esférico puede interpretarse sobre la superficie de


una esfera euclídea, las líneas rectas son en este caso circun-
ferencias máximas de la esfera. Se puede ver intuitivamente
que la geometría esférica tiene la propiedad de libre movilidad
pero no la de relatividad de la magnitud. En la geometría es-
férica la curvatura del espacio es homogénea; esto quiere decir
que aunque algunas propiedades geométricas sean distintas de
las de la geometría euclídea, la posición en el espacio no varía
tales propiedades (libre movilidad). Sin embargo, la geometría
esférica no tiene la propiedad de relatividad de la magnitud.
Consideremos un triángulo cualquiera (sobre la superficie de la
esfera): la suma de sus ángulos internos será siempre mayor
que 180º ¿cuánto más? tanto más cuanto mayor sea el trián-
gulo en relación con la superficie de la esfera (si la esfera es sufi-
cientemente grande y el triángulo suficientemente pequeño, los
pequeños moradores de la superficie de la esfera pensarán que
el espacio que habitan es euclídeo (citar Einstein & Infeld)). Con
otro ejemplo, en geometría euclídea existe siempre la misma
proporción entre el radio y el perímetro de la circunferencia (π).
En geometría esférica, el perímetro de la circunferencia no mide

44
2.7. ¿Cuál es la geometría del espacio físico?

π sino un número menor, tanto menor cuanto mayor sea la cir-


cunferencia, llegando a 2 si la circunferencia se amplía hasta
una línea recta. El postulado 2e de la geometría esférica intro-
duce, además, una distinción entre infinito e ilimitado: las líneas
rectas son ilimitadas pero finitas.[Arana, 2001, 93].
2.6.14 La geometría elíptica comparte con la geometría esférica
todos sus postulados pero, en lugar de 2e tenemos:

• 2e Dos líneas rectas cualesquiera tienen una intersección


única

Un modelo para la geometría elíptica se puede obtener re-


definiendo la métrica de la superficie de la esfera, particular-
mente, identificando los puntos opuestos en la superficie de la
esfera (este es el modelo al que aludimos antes para mostrar la
independencia del quinto postulado). Ver [van Fraassen, 1978,
121 y ss] para más detalles.

2.7 ¿Cuál es la geometría del espacio


físico?
Antes del descubrimiento de la existencia de geometrías no-
euclídeas la pregunta por la geometría del espacio físico parecía
tener una respuesta a priori. Con el descubrimiento de las ge-
ometrías no-eculídeas la pregunta parece pasar a tener con-
tenido empírico: un experimento adecuado podrá resolverla.
Por ejemplo, la suma de los ángulos internos de un triángulo
es siempre igual a 180º en geometría euclídea, menor en ge-
ometría hiperbólica y mayor en geometría esférica. No tenemos
más, por tanto, que realizar las mediciones de triángulos partic-
ulares y ver el resultado. Como se desprende de los ejemp-
los comentados anteriormente, las diferencias entre estas ge-
ometrías aumentan con la distancia; sería oportuno, por tanto,
tomar mediciones de un triángulo suficientemente grande. Por
ejemplo un triángulo con base en dos puntos distantes de la
tierra, formado por los rayos de luz emitidos por una estrella
lejana.

45
2. Espacio

Henrí Poincaré discute este asunto a fondo en su libro Ciencia


e Hipótesis (cap. 5). De acuerdo con Poincaré, cuestiones como
la de la geometría del espacio físico están presupuestas en
nuestras mediciones de modo que no pueden ser demostradas
o refutadas por la experiencia: son convencionales. Supong-
amos que el resultado del experimento resulta en que la suma
de los ángulos del triángulo es mayor a 180º. Podríamos con-
cluir que la geometría del espacio físico no es euclídea; pero po-
dríamos también mantener que la geometría del espacio físico
es euclídea y cancelar uno de los supuestos empleados en la
medición: que la luz no se propaga en línea recta en el vacío.
Ejemplos como este muestran que Quine parece tener bas-
tante razón al criticar la posición de los empiristas del Círculo
de Viena de acuerdo con la cual, cada enunciado (protocolar)
tiene una conexión privilegiada con un grupo particular de expe-
riencias. En términos generales, como apunta Quine, las teorías
están infradeterminadas por la experiencia. Sin embargo, la dis-
cusión sobre este asunto abre un capítulo a parte dentro de la
Epistemología de la Ciencia.

46
3
Tiempo

3.1 Dos formas de concebir el tiempo


Hay, básicamente, dos formas de concebir el tiempo: de modo
lineal o circular.
El modo circular de concebir el tiempo es propio de la época
antigua, aunque tiene algunos defensores modernos (como Ni-
etzsche, s. XIX). Se trata de una visión ligada a una visión fini-
tista y determinista del mundo. Los ciclos naturales, como las
estaciones, sugieren esta visión.
La linealidad del tiempo surge a partir del judaísmo y cris-
tianismo, con base en algunas ideas fundamentales comunes a
estas religiones:

• Un inicio radical del mundo (la creación) a partir de una


instancia trascendente al propio tiempo.

• Intervenciones que marcan distintos tiempos cualitativa-


mente distintos (el tiempo cosmológico es meramente
métrico: patrones de duración). Por ejemplo, en el Cristian-
ismo, la Encarnación y Redención señala el comienzo de
una etapa cualitativamente distinta a la anterior (la pleni-
tud de los tiempos).

• Un fin trascendente a la propia historia (contrapuesto, por


ejemplo, a las opiniones de Hegel y Marx) que marca un
sentido del curso histórico.

47
3. Tiempo

• La posibilidad de acciones humanas libres. La libertad hu-


mana supone la introducción en el tiempo de novedades.
La idea de causa natural es (aparentemente) determinista
de modo que lo que es causado de modo natural está de
alguna manera presente desde el principio en la causa. De
este modo, la libertad parece incompatible con una com-
prensión cíclica del tiempo.

Aunque estas consideraciones pertenecen, propiamente, a


la filosofía de la religión, política, moral etc. y, por tanto, se
refieren principalmente al tiempo histórico etc. influyen tam-
bién en nuestra visión del tiempo cosmológico (que es el que a
nosotros nos interesa). Conclusión: la visión lineal del tiempo
se origina a partir de ideas de la tradición judeo-cristiana que
influyen obviamente en la visión del tiempo cosmológico.

3.1.1 La visión cíclica del tiempo

Nietzsche argumenta en favor de la teoría del eterno retorno:


la idea de que todos y cada uno de los estados del mundo se
repiten un número indefinido de veces. Esta afirmación puede
interpretarse de distintas maneras:

1. Todos los estados que se presentan se han presentado un


número indefinido de veces en el pasado

2. Todos los estados que se presentan se repetirán un número


indefinido de veces en el futuro

3. 1 + 2 a la vez

En principio estas afirmaciones no asumen nada acerca de la


ordenación de los eventos. Una variante interesante de la idea
de eterno retorno es aquella que establece que el tiempo es
(topológicamente) cerrado (podemos llamarla ‘retorno cíclico’):

4. El tiempo es una estructura topológicamente cerrada: to-


dos los eventos se suceden unos a otros en el mismo orden
un número indefinido de veces

48
3.1. Dos formas de concebir el tiempo

Figura 3.1: Tres momentos en el tiempo cerrado

El retorno cíclico es la idea de un tiempo cerrado, repre-


sentable con una circunferencia. ¿Qué razones tenemos para
creer en el retorno cíclico? Las teorías del determinismo cientí-
fico podrían avalar esta interpretación del tiempo. De acuerdo
con el determinismo, un estado del universo determina de una
manera perfectamente unívoca toda secuencia de estados que
le siguen. El determinismo científico estuvo en boga durante
varios siglos, uno de sus mayores exponentes fue Pierre Simon
Laplace:

Podemos mirar el estado presente del universo como


el efecto del pasado y la causa de su futuro. Se
podría condensar un intelecto que en cualquier mo-
mento dado sabría todas las fuerzas que animan la
naturaleza y las posiciones de los seres que la compo-
nen, si este intelecto fuera lo suficientemente vasto
para someter los datos al análisis, podría condensar
en una simple fórmula de movimiento de los grandes
cuerpos del universo y del átomo más ligero; para tal
intelecto nada podría ser incierto y el futuro así como
el pasado estarían frente sus ojos. (Laplace)

Si en esta secuencia encontramos un estado perfectamente


idéntico a otro esto produciría un bucle que daría lugar a un
tiempo cerrado.
Sin embargo, la idea de un tiempo cerrado parece contrade-
cir algunas intuiciones básicas acerca del tiempo. En particular,
parece que el tiempo implica un cierto tipo de orden. Las rela-

49
3. Tiempo

ciones ‘antes que’ y ‘después que’ parecen ordenaciones estric-


tas. Esto es, parecen relaciones transitivas e irreflexivas:

• Una relación R en un conjunto A es transitiva ssi para cua-


lesquiera elementos , b, c en A, si Rb y Rbc entonces
Rc.

• Una relación R en un conjunto A es irreflexiva ssi si ningún


objeto está conectado por R consigo mismo.

Naturalmente, si el tiempo es cerrado, las relaciones de


‘antes’ y ‘después’ no pueden ser ordenaciones. El defensor de
la teoría cíclica podría argumentar que estas relaciones tienen
un sentido meramente local, pero en último término la teoría
del tiempo cerrado parece negar la propiedad más caracterís-
tica del tiempo: la distinción entre pasado y futuro.

3.1.2 La perspectiva lineal

Cuando se habla de linealidad se hacer referencia en primer


lugar a una distinción radical entre pasado y futuro. Como se
ha comentado anteriormente, la perspectiva lineal del tiempo
surge de modo natural dentro de la tradición judeocristiana, que
incluyen evento trascendentes que rompen con una compren-
sión circular del tiempo. Estos eventos se refieren al tiempo
histórico; nuestra pregunta ahora es ¿hay eventos naturales que
justifiquen una asimetría constitutiva entre pasado y futuro?
Se dice que el espacio es isótropo queriendo señalar que
no hay ninguna asimetría constitutiva en la estructura espacial
del universo. Por ejemplo, la relación estar al norte de es una
relación asimétrica, pero se trata de una relación introducida
convencionalmente, no constitutiva del espacio. Si resulta que
el tiempo, como el espacio, no presenta ninguna asimetría con-
stitutiva, diremos que es isótropo. En tal caso, las relaciones de
‘antes’ y ‘después’ no serán más constitutivas del tiempo que lo
que lo son las relaciones de ‘izquierda’ y ‘derecha’ del espacio.
Algunas diferencias entre el espacio y el tiempo pueden per-
suadirnos de que el tiempo no es isótropo. Por ejemplo, parece

50
3.1. Dos formas de concebir el tiempo

que podemos movernos libremente por el espacio, pero ¿pode-


mos movernos a través del tiempo?¿son posibles los viajes en el
tiempo? De hecho, la posibilidad de viajes en el tiempo plantea
todo tipo de paradojas como la del autoinfanticidio.
Si existe una asimetría constitutiva en el mundo físico, dire-
mos que el tiempo es anisótropo. Determinar si esto es así es
el problema de la anisotropía del tiempo o de la dirección del
tiempo o de la flecha del tiempo ¿Hay algún proceso natural
que indique una direccionalidad del tiempo?
Las leyes de la mecánica, tanto clásica como cuántica y rela-
tivista [van Fraassen, 1978, 105], no implican la irreversibilidad
de ningún proceso. En ellas, la variable de tiempo puede ser
manipulada hacia delante o haca atrás, obteniendo valores pre-
cisos para cada momento. Sin embargo, hay procesos que se
producen siempre, al menos aparentemente, en una dirección.
Si juntamos dos ladrillos a distintas temperaturas, el ladrillo
caliente cede parte de su calor al ladrillo frío, pero no el ladrillo
frío se enfría más aún para calentar más al que estaba caliente.
Esto es de cajón y lo experimentamos constantemente.
La termodinámica es la rama de la física que se encarga de
estudiar los procesos de transformación e intercambio de en-
ergía térmica. La termodinámica fue desarrollada a principios
del siglo XIX con la necesidad de mejorar la eficiencia de las
máquinas de vapor. Estudia magnitudes macroscópicas observ-
ables como la temperatura, volumen y presión de un gas y el
trabajo que podemos realizar a partir de la energía contenida
en una sustancia. La primera ley de la termodinámica establece
que la energía en un sistema aislado (en el que no entra ni sale
energía o materia) permanece constante. También se enuncia
diciendo que cuando agregamos calor a un sistema cerrado (no
entra ni sale materia) el calor se transforma en una cantidad
igual de alguna otra forma de energía. Más específicamente:
ΔU = ΔQ + ΔW
Donde ΔU es el calor agregado, ΔQ el aumento de calor del
sistema (aumento de energía interna del sistema) y ΔW el tra-
bajo externo efectuado por el sistema. En palabras: el calor
agregado a un sistema es igual al incremento de energía interna
más el trabajo externo realizado por el sistema. Con un ejem-

51
3. Tiempo

plo, supongamos que ponemos una lata vacía (con aire) sobre
un fuego. El fuego calienta el aire que está dentro de la lata,
incrementando la energía interna del sistema. Si ahora colo-
camos un pistón en la parte superior el incremento de calor per-
mitirá que el sistema efectúe un trabajo moviendo el pistón. Al
mover el pistón (trabajo externo) el aire de la lata estará menos
caliente que en el primer caso. Sin embargo, la energía total en
ambos casos es la misma (en el primero toda ella se concentra
en energía interna, en la segunda como la suma de la energía
interna y el trabajo realizado).
La primera ley de la termodinámica no establece ningún or-
den sobre los fenómenos naturales de este tipo. Si situamos
dos ladrillos a distintas temperaturas uno al lado del otro y el
ladrillo frío cede calor al caliente, no se viola esta primera ley
(siempre que la suma total de energía permanezca constante).
La segunda ley de la termodinámica establece algo nuevo: el
calor nunca fluye por sí solo de un cuerpo frío a otro caliente. El
físico francés Sadi Carnot (uno de los principales desarrolladores
de la termodinámica) descubrió que en el caso de las máquinas
térmicas (máquinas cuyo funcionamiento depende de diferen-
cias de temperatura) sólo una pequeña parte de la energía que
se introduce en el sistema se puede aprovechar para realizar un
trabajo. Esto es así, no por la fricción que produzcan las piezas
de la máquina, sino incluso en condiciones ideales.
La entropía es una magnitud física que describe la cantidad
de energía en un sistema que no puede volver a utilizarse para
realizar un trabajo (a menos que se introduzca energía o se re-
alice un trabajo desde fuera del sistema). Matemáticamente, el
aumento de la entropía de un sistema se define como la difer-
encia entre la el aumento de la temperatura y la temperatura
original del sistema:
ΔQ
ΔS = T
La segunda ley de la termodinámica establece que cualquier
cambio efectuado en un sistema aislado (en el que no entra ni
sale energía o materia) no puede dar lugar a una disminución
de la entropía del sistema. Sean L1 y L2 nuestros ladrillos del
ejemplo anterior y T1 y T2 sus temperaturas donde T1 > T2 . L1
cede cierto calor a L2 de modo que el primer ladrillo tiene un

52
3.1. Dos formas de concebir el tiempo

incremento de calor (negativo) de −ΔQ y L2 un incremento de


calor ΔQ (la temperatura global del sistema debe ser la misma).
Sea S1 la entropía de L1 y S2 la entropía de L2 . Por la definición
anterior del incremento de entropía tenemos que:
−ΔQ ΔQ
ΔS1 = T1
y ΔS2 = T2

La variación de la entropía total del sistema formado por los


dos ladrillos será la suma de la variación de la entropía de L1 y
de L2 (en símbolos: ΔS1+2 =ΔS1 + ΔS2 ):
 
−ΔQ ΔQ 1 1
ΔS1 + ΔS2 = T + T = ΔQ T − T
1 2 2 1
 
Dado que T1 > T2 , T1 − 1
T1
> 0 y, por tanto, (supuesto que
2
 
ΔQ > 0) ΔQ T1 − T1 > 0.
2 1

Un modo alternativo de entender intuitivamente el concepto


de entropía es considerando distintas formas de energía. No
todas las formas de energía tienen el mismo rendimiento. La
misma cantidad de energía cinética es capaz de realizar un tra-
bajo mayor que la misma cantidad de energía térmica. Imag-
inemos una rueda que gira sobre dos puntos de apoyo. El roza-
miento ejercido por la rueda al girar se transforma en energía
térmica calentando los puntos de apoyo y la propia rueda, de
modo que la energía total del sistema permanece constante
(primera ley). Ahora bien, si empleamos una máquina tér-
mica para convertir la energía térmica en energía cinética, el
movimiento de la rueda será siempre inferior al movimiento
original, con independencia del rendimiento de la máquina. En
este sentido se dice que hay energías de alto nivel (como la en-
ergía cinética o la energía eléctrica), de medio nivel (como la
energía química) y de bajo nivel (como la energía térmica). La
entropía de un sistema queda parcialmente caracterizada por la
sucesiva transformación de energías de alto nivel en energías
de bajo nivel. Por este motivo Kelvin llamó a la segunda ley de
la termodinámica principio de la degradación de la energía.
Por un lado, de acuerdo con la segunda ley de la termod-
inámica, el único modo de disminuir la entropía de un sistema
es realizando un trabajo “desde fuera”. Por otro lado, la totali-

53
3. Tiempo

dad del universo físico es, o parece ser, un sistema aislado. De


aquí se deduce que cuando consideramos los procesos físicos
como procesos dentro del universo que habitamos, éstos dan
lugar a estados de igual o mayor entropía en el universo. Si la
segunda ley de la termodinámica se cumple do modo exacto,
los procesos del universo no son reversibles y el universo como
un todo se mueve en una dirección, hacia una muerte térmica:
todas las formas de energía se transformarán en calor y el uni-
verso alcanzará un equilibrio del que no podrá salir.
Naturalmente, hay mucha discusión en torno a este asunto.
Los avances científicos a finales del siglo XIX demostraron que
las propiedades termodinámicas de un sistema se podían expre-
sar como funciones de las propiedades microscópicas del sis-
tema (las relaciones entre la presión, temperatura y volumen
de un gas, por ejemplo, podían expresarse en términos de las
velocidades medias de las partículas del gas). Este modo de
entender las propiedades termodinámicas de un sistema fue un
gran logro dentro de esta disciplina. La segunda ley, sin em-
bargo, adquiere un carácter probabilista: un cambio en un sis-
tema termodinámico dará lugar, con mucha probabilidad, a un
estado de mayor entropía. Ahora bien, ‘mucha probabilidad’ y
‘necesidad’ no son expresiones sinónimas. Y de este modo, la
discusión continúa...

3.2 Relatividad y tiempo


La teoría de la relatividad dio lugar a una reforma de la concep-
ción del mundo implícita en la física clásica. Los descubrimien-
tos en óptica y electromegnetismo durante el siglo XIX llevaron
a una revisión del programa mecanicista. Los fenómenos ópti-
cos, por ejemplo, no tienen una explicación satisfactoria desde
el punto de vista mecánico. El punto de vista mecánico llevó a
la introducción del “éter luminífero”; a principios del siglo XX la
existencia de esta misteriosa sustancia se tornó inaceptable y
fue desterrada por la física en parte gracias a la teoría de la rel-
atividad. Pero más allá del derrumbamiento del mecanicismo,
la teoría de la relatividad supuso una profunda reforma de los
conceptos de espacio, tiempo y materia vigentes en la física

54
3.2. Relatividad y tiempo

clásica. En este tema nos ocuparemos únicamente de la noción


de tiempo dentro de la teoría especial de la relatividad.
En 1905, a la edad de veintiséis años, Albert Einstein publicó
tres importantes artículos: sobre el efecto fotoeléctrico (por el
que recibe el Nobel en 1921), sobre el movimiento browniano
y sobre la teoría especial de la relatividad. Einstein tardó diez
años en publicar la generalización de su teoría de 1905 (‘espe-
cial’ se opone a ‘general’ pues la teoría especial se refiere sólo
a sistemas de referencia inerciales).

3.2.1 ¿Qué es un sistema de referencia


inercial?

Un sistema de referencia (SR) es un cuerpo que tomamos como


referencia para medir los movimientos que queremos estudiar.
Si estamos en un transatlántico y queremos medir la velocidad
de, por ejemplo, una pelota sobre la cubierta, es probable que
tomemos como sistema de referencia el propio barco de modo
que la pelota tendrá velocidad de 0km/ s si está parada sobre la
cubierta y velocidad y dirección nkm/ s si está en movimiento a
tal velocidad y tal dirección en relación al barco. Podríamos, sin
embargo, tomar otro sistema de referencia. Por ejemplo, una
roca situada a una cierta distancia en la costa. Si el transatlán-
tico se mueve a 45km/ s en cierta dirección respecto a la roca y
la pelota está en reposo sobre la cubierta del barco, ésta ten-
drá una velocidad de 45km/ s respecto a la roca. Si la pelota se
mueve a 20km/ s sobre la cubierta del barco, se moverá a 65km/ s
respecto a la roca (suponiendo que su dirección sea la misma
que la dirección en la que se mueve el barco).
Un sistema de referencia inercial (SRI) es aquél que se mueve
con movimiento rectilíneo uniforme (MRU) respecto a otro SRI.
Esto no nos dice mucho, ya que !la noción de SRI aparece en la
definición! De modo más propio, un SRI es aquél en el que se
cumple la ley de inercia:

Todo cuerpo preserva su estado de reposo o de MRU


a menos que obren sobre él fuerzas exteriores que le
obliguen a modificarlo [Infeld and Einstein, 1958, 135]

55
3. Tiempo

Supongamos que tenemos a un científico realizando experi-


mentos en su laboratorio. Éste se convencerá de la validez de
la ley de inercia lanzando una bola sobre el suelo con cierta
fuerza, realizando mediciones. Después de lanzar la bola unas
cuantas veces, tras haber pulido la superficie de la bola y la su-
perficie sobre la que rueda, comprobará que la bola avanzará
mayor distancia de un modo más rectilíneo (un “pequeño” ejer-
cicio de idealización le llevará a pensar que en ausencia total de
rozamientos la bola permanecerá en MRU una vez empujada).
Supongamos ahora que el laboratorio está situado dentro de
una caseta de obra y que por accidente una grúa engancha la
caseta por arriba y empieza a zarandearla furiosamente Nue-
stro científico en el interior de la caseta se quedaría pasmado
al comprobar que la ley de inercia a dejado de ser válida (¡la
bola se mueve sin control con movimientos no rectilíneos ni uni-
formes!). Naturalmente, la física clásica nos dice que la caseta
está en movimiento no uniforme de modo que ha dejado de ser
un SRI.
Los SRI son tales que, dado un SRI, S1 , cualquier otro SR S2
en MRU respecto al primero es él mismo un SRI (en él se cumple
la ley de inercia y, en general, las leyes de la física clásica).
Esto se comprueba a menudo. Imaginemos ahora que viajamos
en un avión sin turbulencias; si no miramos por la ventanilla (y
si no oímos el ruido de los motores) resulta difícil saber si el
avión está en movimiento o en reposo. El café se sirve y se
bebe con igual comodidad en un avión sin turbulencias que en
una cafetería. En general, cualquier experimento mecánico será
incapaz de demostrar si tal SR está en reposo o movimiento.
Esto nos lleva al principio de relatividad de Galileo:

Si las leyes de la mecánica son válidas en un


SR, son válidas en todo SR con MRU respecto al
primero[Infeld and Einstein, 1958, 139]

La teoría de la relatividad especial describe las leyes de la


Si S1 está en MRU mecánica para los sistemas de SRI de modo que dejaremos de
respecto a S2 y S2 lado la pregunta sobre si existe algún SRI (la generalización de
en MRU respecto la teoría general se refiere, precisamente, a la eliminación de
a S3 entonces S1
está en MRU re- esta restricción). Dado un SRI podemos obtener tantos SRIs
specto a S3 como objetos en MRU respecto al primero (¡o a cualquiera de

56
3.2. Relatividad y tiempo

estos! pues estar en MRU es, por lo que parece, una relación
transitiva). Si las leyes de la mecánica clásica son válidas en un
SR, son válidas en cualquier SR en MRU respecto al primero; sin
embargo, algunas magnitudes cambian: ¿cuáles?

3.2.2 La transformación clásica y los


invariantes clásicos

Para poder describir los movimientos de objetos en SRs distintos


necesitamos tener una buena “guía de traducción” de cualquier
SR a otro. Debemos ser capaces de traducir las nociones de ve-
locidad, posición, tiempo transcurrido entre eventos, distancia
entre dos objetos etc. La transformación clásica es una guía de
traducción a este propósito.
Imaginemos, por ejemplo, que conocemos la posición, ve-
locidad y dirección de una partícula  respecto a un sistema de
referencia S1 . Supongamos además que conocemos la veloci-
dad relativa de otro sistema S2 que se mueve respecto a S1 con
MRU en cierta dirección.

Table 3.1: Transformación Clásica

· =n
−−−→
S1

S2
=m
−−−→

La velocidad de la partícula en S2 es m + n

La velocidad de la partícula en S2 será igual a la velocidad


que tiene en S1 más (o menos, según la dirección) la velocidad
de S2 respecto a S1 . Por tanto, la velocidad de un objeto es una
noción relativa a un SR que puede variar cuando cambiamos
de SR. Otras magnitudes, sin embargo, son consideradas en la

57
3. Tiempo

física clásica como invariantes; [Más ejemplos en Infeld p: 142]


tal es el caso del tiempo. Que el tiempo es invariante en el
sentido de que los eventos tienen la misma duración y el mismo
orden en todos los sistemas de referencia. Si la bola sobre la
cubierta comienza a moverse en el instante t0 respecto al barco,
comienza a moverse en t0 respecto a la roca; si el instante en
que se detiene es t1 respecto al barco, también es t1 respecto a
la roca etc. Cualquier serie de eventos simultáneos respecto a
un sistema de referencia, son simultáneos respecto a cualquier
sistema de referencia. La ‘adición de velocidades en la física
clásica’ (dado un móvil m1 con velocidad (m1 ) =  respecto
a otro móvil m2 con velocidad (m2 ) = y respecto a un punto
P, la velocidad de m1 respecto a P es  + y) descansa en esta
idea de un tiempo universal [Tengo que relacionar mejor estas
dos cuestiones: universalidad de la simultaneidad y adición de
velocidades].

3.2.3 La aparente incompatibilidad de la ley


de propagación de la luz y el principio
de relatividad

La luz se propaga en el vacío en línea recta con velocidad con-


stante c (próxima a los 300.000km/ s ). Que la velocidad de
propagación de la luz es constante significa que no depende del
cuerpo emisor y mantiene el mismo valor respecto de cualquier
sistema de referencia (esto es, se trata de un ‘invariante’ en el
sentido apuntado anteriormente). Esta sencilla ley trae consigo
importantes problemas conceptuales, en particular relacionados
con la transformación clásica. Consideremos el siguiente caso:
Una señal luminosa es enviada desde un SR situado en un
terraplén por el que pasa unas vías de tren. De acuerdo con la
ley de propagación de la luz (suponiendo que hemos bombeado
todo el aire en el terraplén para conseguir el vacío), la veloci-
dad del rayo de luz es de c respecto al SR situado en el ter-
raplén (Figura 3.2., Observador A). Un tren pasa sobre la vía a
velocidad  en la misma dirección que el rayo de luz. Según el
epígrafe anterior, la transformación clásica predice que el rayo
se mueve con velocidad c −  para un SR situado en el interior
del tren (Observador B). Sin embargo, de acuerdo con la ley de

58
3.2. Relatividad y tiempo

Figura 3.2: Velocidad constante de la luz y dos SRI

propagación de la luz, la velocidad del rayo para un observador


dentro del tren debería ser de c.
En este punto parece que llegamos al siguiente dilema: o
bien la ley de propagación es cierta, pero las leyes de la física
no se cumple en todos los sistemas de referencia (inerciales),
o bien lo segundo pero no lo primero. En otras palabras,
hemos llegado a un punto en el que, aparentemente, debemos
desechar, o bien el principio de relatividad de Galileo o bien la
ley de propagación de la luz.
A primera vista el candidato natural para ser desechado es
la ley de propagación de la luz. Sin embargo, importantes de-
scubrimientos en óptica y electromagnetismo debidos a H. A.
Lorentz (así como el famoso experimento de Michaelson-Morley)
parecían requerir la validez de esta ley. Se empezó a dudar,
por tanto, del principio de relatividad. Y aquí es donde entra la
teoría de la relatividad. A través de un análisis de los conceptos
de espacio y tiempo establece que no hay ninguna incompati-
bilidad entre el principio de relatividad y la ley de propagación
de la luz. Si uno se atiene a estas leyes se llega a una teoría
física lógicamente impecable. Lo que sigue es una explicación
informal de la teoría especial en lo que atañe al tiempo.

59
3. Tiempo

3.2.4 Sobre el tiempo en la teoría especial

El principal cambio de la teoría especial de la relatividad a la


visión clásica es el supuesto implícito de que el tiempo es in-
variante. [Tengo que reescribir esto: arriba hablar sólo de la
variación de la velocidad; aquí explicar como la transformación
clásica, en concreto la variación de la velocidad, supone que el
tiempo es invariante]. En otras palabras, la teoría de la rela-
tividad acepta la ley de propagación de la luz y el principio de
relatividad pero rechaza la transformación clásica. Dos eventos
pueden ser simultáneos en un sistema de referencia y no serlo
en un sistema de referencia distinto. Consideremos el siguiente
ejemplo:
Una caja de cristal transparente se mueve a través del es-
pacio vacío en una determinada dirección. En el centro de la
caja hay un dispositivo que cuando se activa emite una señal
luminosa en ambas direcciones. Un observador dentro de la
caja (Figura 3.3, Obsrvador A) puede realizar mediciones y de-
terminar los instantes en que las señales luminosas alcanzan
las paredes de la caja. Un segundo observador (Observador B)
está situado fuera de la caja (quizá sentado en algún asteroide
cercano, donde se cumple la ley de inercia y respecto al cual la
caja se mueve con velocidad constante) y puede también medir
los instantes en que la señal luminosa alcanza las paredes de la
caja.
La fuente luminosa produce una señal. Teniendo en cuenta
los dos principios, relatividad y ley de propagación de la luz,
¿qué registraran cada uno de nuestros dos observadores?
Observador A: La señal luminosa se mueve con velocidad
constante respecto a todos los SRI y el mío no es una excep-
ción. Si la fuente se mueve o no es irrelevante para la velocidad
de la luz. Como la fuente está situada en el centro de la caja, la
señal llegará simultáneamente a ambas paredes.
Observador B: La velocidad de la luz es constante respecto a
todo SRI y el mío no es una excepción. Si la fuente se mueve o
no es irrelevante para la velocidad de la luz. Dado que la fuente
está en el centro de la caja y que ésta está en movimiento (re-
specto a mi SR) con velocidad  y dirección indicada en el dibujo,

60
3.2. Relatividad y tiempo

Figura 3.3: Relatividad de la simultaneidad

la señal luminosa llegará antes a la pared trasera de la caja que


a la delantera. La llegada de los rayos de luz a cada pared no
es simultánea.
Resumiendo: si aceptamos la tranformación clásica, en par-
ticular, el modo de traducir las velocidades de un SRI a otro, no
podemos aceptar el principio de relatividad y la ley de propa-
gación de la luz. Sin embargo, la transformación clásica, en
particular la traducción de velocidades (‘teorema de adición de
velocidades’ en Infeld) presupone que el tiempo es absoluto (en
el sentido de que es invariante de un SRI a otro). Un hombre
camina dentro de un tren a 1m/ s . Si el tren se mueve en la
misma dirección a 9m/ s , la traducción clásica nos dice que el
hombre se mueve a 10m/ s respecto a la vía. Pero hay que notar
que este razonamiento presupone que el tiempo transcurrido
dentro y fuera del tren es el mismo ( 11 + 19 = 10
1
). De acuerdo con
la teoría de la relatividad especial, la ley de propagación de la
luz no contradice el principio de relatividad, sino el presupuesto
de que el tiempo es absoluto (no es un invariante). Ahora bien,

61
3. Tiempo

si el tiempo no es invariante, ¿cómo varía de un SRI a otro?

3.2.5 La dilatación temporal

Para calcular la dilatación temporal que se produce de un SRI a


otro necesitamos, en primer lugar, construir un reloj de luz:
Dos espejos a cierta distancia en paralelo. Una fuente de luz
sale del primer espejo hacia el segundo, que refleja el rayo de
vuelta al primero. La unidad de tiempo (los ‘tictacs’) de este
reloj consiste en la duración transcurrida entre la salida y la lle-
gada del rayo.

Figura 3.4: Reloj de luz

Empleando un poco de geometría y aritmética podemos


obtener la relación exacta entre intervalos de tiempo medidos
en marcos de referencia distintos. Imaginemos que introduci-
mos nuestro reloj de luz nave espacial suficientemente veloz
(como comentaremos más adelante, las diferencias de tiempo
son apreciables sólo cuando los sistemas de referencia tiene ve-
locidades relativas suficientemente grandes). Un observador
dentro de la nave verá el reloj de luz tal y como se presenta
en la figura 3.4. Imaginemos, como hemos hecho antes, que
un observador fuera de la nave en MRU respecto a ésta pudiera
observar los movimientos del reloj de luz. La figura 3.5 muestra
tres posiciones sucesivas que este observador puede medir. ct1 ,
1 t1 y ct0 son tres longitudes distintas (dado que, en general, la

62
3.2. Relatividad y tiempo

Figura 3.5: Distintas posiciones de un reloj de luz

velocidad es el espacio recorrido partido por el tiempo [ = et ],


el espacio es igual a la velocidad por el tiempo [e = t]) donde
c es la velocidad de la luz, t0 el tiempo que tarda el rayo en
llegar de un espejo a otro y t1 el tiempo medido en un sistema
de referencia respecto al cual el reloj se mueve con velocidad
1 (t1 es la medida de tiempo que estamos buscando). Nótese
que las rectas ct1 , 1 t1 y ct0 forman un triángulo rectángulo. El
Teorema de Pitágoras nos dice que en un triángulo rectángulo,
el cuadrado de la hipotenusa es igual a la suma del cuadrado de
los catetos. Aplicado a nuestro ejemplo:

• (ct1 )2 = (ct0 )2 + (1 t1 )2


• c2 t12 = c2 t02 + 12 t12

• c2 t12 − 12 t12 = c2 t02


c2 t12 −12 t12
• c2
= t02
12
 ‹
• t1 1 − c2 = t02
2

t02
• t12 = 2
1− 1
c2

63
3. Tiempo

t
• t1 = r 0 !La transformación relativista del tiempo¡
2
1− 21
c

Valores numéricos
Si una nave pasa a una velocidad de la mitad de la veloci-
dad de la luz ( = 2c ) entonces t1 = 1.15t0 . Esto significa que el
segundero del reloj del interior de la nave daría una vuelta com-
pleta cada 1.15 minutos (según nuestro reloj). Si la nave viaja
al 87% de la velocidad de la luz, entonces t1 = 2t0 , es decir, los
sucesos dentro de la nave tardan el doble de tiempo respecto
de nuestro sistema de referencia. Si la velocidad de la nave es
del 99.5% de la velocidad de la luz, t1 = 10t0 ... [Hewit, 2002,
585]

3.2.6 El principio de correspondencia

Las predicciones de la teoría de la relatividad especial respecto


al tiempo son realmente sorprendentes. Nuestra intuición nos
dice que si dos eventos son simultáneos en un sistema de refer-
encia, son simultáneos en cualquier sistema de referencia. Más
aún, no es exagerado decir que ésta es una intuición fuerte-
mente arraigada. La nueva teoría debería ser capaz de explicar
por qué tenemos tal intuición.
Un modo de explicar el por qué de tal intuición es el sigu-
iente. Para sistemas deqreferencia en reposo (cuando 1 = 0),
12 2
c2
= 0 de modo que 1 − c21 = 1 y, por tanto, t1 = t0 : es
decir, no hay diferencias de tiempo entre tales sistemas. Más
aún, los medios de transporte a los que estamos acostumbrados
(coches, trenes, aviones...) viajan a velocidades prácticamente
despreciables en comparación con la velocidad de la luz: las
diferencias de tiempo son extraordinariamente pequeñas. Dado
que nuestras intuiciones dependen de los objetos y velocidades
ordinarias, nuestras intuiciones sobre el tiempo tienden a estar
de acuerdo con lo que sucede con sistemas de referencia en
reposo relativo.
El físico Danés Niels Bohr enunció por primera vez el Princi-
pio de correspondencia: debe existir una correspondencia entre

64
3.2. Relatividad y tiempo

la nueva y la vieja teoría en el sentido de que la nueva teoría


debe estar de acuerdo en todos aquellos resultados que fueron
explicados con éxito por la vieja. Este principio se cumple ple-
namente en el caso de la teoría de la relatividad. Ésta teoría
(como hemos visto en el caso del tiempo) coincide con la vieja
teoría allí donde las velocidades relativas de los sistemas de
referencia son pequeñas en comparación con la velocidad de
la luz. Las predicciones de la teoría de la relatividad son apre-
ciablemente distintas a las de la mecánica clásica cuando con-
sideramos objetos que se mueven a velocidades extraordinari-
amente grandes, próximas a la velocidad de la luz.
En este sentido, la teoría de la relatividad explica los mismos
fenómenos que la teoría clásica pero además es capaz de ex-
plicar más fenómenos que ésta. Sin embargo, se ha operado un
importante cambio conceptual que revela la dependencia del
tiempo de las características físicas del sistema de referencia
(contradiciendo la vieja idea de un tiempo absoluto).

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Bibliografía

[Arana, 2001] Arana, J. (2001). Materia, Universo, Vida. Tecnos:


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[Artigas, 2008] Artigas, M. (2008). Filosofía de la Naturaleza.
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metafísica tomista. EUNSA.
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Física: aventura del pensamiento. Editorial Losada: Buenos
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