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¿Qué es la ética y por qué la


necesitamos?
Dosier: ¿Para qué sirve la ética? (Parte 1)
Por
Filosofía&Co
-
21 febrero, 2018
¿Cómo vivir del modo correcto? ¿Qué normas deben guiar y fijar mi
existencia para tener una vida plena y virtuosa? Con este pensamiento
nació la ética. Ilustración: ©Ana Yael.
Hay una disciplina en la filosofía que, pese a su extrema
importancia, parece subestimada, como si tuviera un papel menor
que otras ramas filosóficas. Sin el aura de la epistemología, sin el
misterio de la metafísica y sin la complejidad de la política, la ética
siempre ha parecido quedar en un menor segundo plano. Y, sin
embargo, es probablemente la más importante de todas las
disciplinas de que se ocupa la filosofía.
La ética, del griego ethikós, es ni más ni menos que el arte de vivir
bien. De comprender qué es bueno y qué no lo es. Y por qué. Qué
nos conviene y qué no. El estudio moral de las reglas que ha de poseer el
ser humano para ejercer un comportamiento deseable y virtuoso que le
lleve, finalmente, a la felicidad en vida. ¿Y acaso hay una respuesta que
debiéramos buscar con mayor ahínco que esa?

¿Cómo debo vivir para hacerlo con plenitud?

La ética intenta dar respuesta a la gran pregunta:


¿cómo vivir bien?
Allá por los tiempos de la antigua Grecia ya existieron algunas cabezas que
decidieron dejar de pensar por un rato en la astrología y los problemas de
la composición de la materia para fijar su mirada en algo más cercano y a
su alcance: cómo vivir del modo correcto. Con este simple pensamiento
nació la ética, una de las ramas más importantes de la filosofía y cuyo
desarrollo ha sido un continuo ir y venir, desde entonces, en la búsqueda –
unas veces con más éxito, otras con menos– de la gran pregunta que ha
atormentado a los seres humanos: ¿cómo he de vivir para hacerlo
plenamente?

No es un tema baladí y mucho menos uno con una respuesta clara. Solo
hemos de fijarnos en las decenas de teorías respecto a la misma que han
defendido los diferentes filósofos a lo largo de la historia. Unos basaban la
ética en el placer, otros en la virtud, otros en el bienestar de la mayoría…
Distintas interpretaciones que, en realidad, tratan de dar solución al mismo
problema: conocer las pautas de acción y pensamiento que permitan al ser
humano vivir bondadosamente, feliz y en paz.
Dos vertientes, infinidad de éticas

¿Existen reglas aplicables a todas las situaciones


como los mandamientos o el imperativo categórico? ¿O las circunstancias
definen qué está bien o está mal en cada momento?
Dos han sido las grandes ramas que han distinguido la ética,
compuestas, a su vez, por un sinfín de teorías. Por un lado,
encontramos la ética deontológica, que se centra básicamente en buscar un
código, unas reglas comunes y aplicables a todas las situaciones para que
el individuo o la sociedad tengan un marco moral al que atenerse. Un
ejemplo de la misma serían los 10 mandamientos o el famoso imperativo
categórico de Kant (“Actúa de manera que tu máxima puede convertirse en
ley universal”. Es decir, por ejemplo, no robes si no quieres una sociedad
llena de ladrones). De este modo, todo hombre o mujer puede agarrarse a
unos principios morales que son invariables, determinando claramente qué
actuaciones son buenas y cuáles no.

Pero esto tiene un grave problema, pues la realidad es demasiado compleja


para poder ser siempre reducida a una lista de directrices. ¿Podemos hacer
que estas sean universales? ¿Es matar, por ejemplo, igual de malo a
sangre fría que en legítima defensa? ¿Es maldad cometer un acto malo si
de él se desprende un fin bueno? La deontología encuentra en esta y otras
preguntas un duro escollo, no hallando más defensa que su coherencia y
valor evolutivo –según los últimos estudios, la mayoría de las personas se
inclina por este tipo de ética, por lo que ha debido ser biológicamente
importante– aun mostrándose insuficiente para abarcar la complejidad del
mundo.

La deontología aspira a la universalidad de los valores morales. La


teleología busca la moralidad de los fines

Por otro lado, encontramos las teorías filosóficas que se inclinan por una
ética teleológica, que se diferencia de la anterior en que no traza unas
reglas concretas, sino solo un dogma: bien está aquello que bien acaba. El
famoso “el fin justifica los medios” –atribuido erróneamente a Maquiavelo,
aunque sea la idea que se desprende de El Príncipe–. Es decir, si la
consecuencia de nuestras acciones es positiva, moralmente buena, también
es ética. Una sencilla norma que podemos aplicar siempre, pero con el
inconveniente de que chirría sólo con oírlo. ¿Es correcto sacrificar a una
persona o un animal únicamente por el beneficio de muchos? ¿Es justo
cometer crueldades para defender el orden o el desarrollo? ¿Cómo
determinamos que ese fin es “bueno”? Difícil respuesta.

Si a esto le añadimos que dentro de estas dos grandes categorías existe un


sinfín de teorías con sus propios parámetros para decidir qué es moral y
qué no, ocupándose además de aspectos como el deber, las emociones, la
virtud, la felicidad o el sentido vital, nos encontramos con que la ética es un
marco de conocimiento enorme y plagado de minas, con tantos matices
como personalidades y teorías filosóficas. ¿Entonces por qué enfangarnos
en ella? ¿Por qué la ética? Muy sencillo: porque sin ella es imposible que el
ser humano pueda vivir.

¿Moral y ética son lo mismo?


La moral se enfoca en el bien y el mal. La
ética se pregunta: ¿con qué criterios?
Antes de seguir es necesario que hagamos un pequeño apunte. Si bien tanto el término
“ética” como “moral” tienen un origen similar y a menudo se usan (y pueden usarse) como
sinónimos, no está de más hacer una clara diferenciación.
Por un lado, moral sería la experiencia humana encargada de distinguir aquello que
debemos hacer de aquello que no debemos hacer. Separar aquello que está bien de
aquello que está mal.
La ética, en cambio, es lo que conocemos como “filosofía de la moralidad”, el estudio de la
misma, la reflexión teórica que realizamos acerca de nuestra experiencia moral. Si la
primera se enfoca en el bien y el mal, esta última se pregunta cuáles son los criterios que
usamos para hacer esa diferenciación, cómo se originan nuestros valores morales y de
qué modo se relacionan con conceptos como el de la felicidad, etc.
Abordamos aquí ambos, moral y ética, por ser un todo inseparable que se influye
mutuamente. Por ejemplo, del mismo modo que las costumbres de una época afectan a la
reflexión acerca de la moralidad, sucede también lo contrario, que nuestras reflexiones
pueden alterar nuestras acciones. Basta comparar para demostrarlo las visiones del sexo
o la esclavitud que tenemos actualmente con las que teníamos de las mismas hace un par
de siglos.

La ética, brújula vital

Toda conducta ha de estar regida por un código de valores y, a


diferencia de otros seres vivos, cuyo instinto innato los guía, el ser humano
ha de escoger los suyos propios. No le vienen dados por la naturaleza. Ha
de crearlos. Esa es la maldición de nuestra razón, que nos convierte en los
seres más avanzados del planeta pero nos carga con la responsabilidad de
nuestra existencia. Hemos de construir nuestros valores para dirigir nuestra
conducta, y para poder establecer los mismos, tenemos que saber antes
qué es el bien y qué es el mal, cómo alcanzamos la felicidad, qué
comportamiento es virtuoso, qué objetivo hemos de perseguir… Sin esas
respuestas, la vida es una barca flotando en la nada. No hay puerto fijo, no
hay ruta a seguir, no hay destino al que arribar.

Es imposible escapar a la ética porque es


imposible vivir sin preguntarse ¿cuál es mi camino? ¿Por dónde debo tirar?
Como decía Ortega y Gasset, el ser humano no “es”, sino que “se
hace”. Y la ética es una de las tareas más importantes que hemos de
acometer todos los seres humanos, nos guste o no. Es una idea universal
de la que nadie se libra. Cualquiera puede vivir decentemente sin
plantearse jamás cuáles son los secretos del universo o por qué existe el
ser en lugar de la nada, pero a ver quién es el guapo que pasa un solo día
sin determinar qué debe hacer o por qué ha de hacer esto y no lo otro. No
es posible vivir sin un código ético. Por eso se trata de algo tan importante.

Al estar centrada principalmente en la acción humana, la moral se


convierte en algo tremendamente simple e implacable. Aquí no hay
medias tintas. En una reflexión teórica podemos permitirnos el lujo de
discutir eternamente los matices y las variantes. Podemos postergar sin
límite la resolución del problema (¿cuántos siglos llevamos preguntándonos
por la existencia de Dios?). No ocurre así con la ética. Esta implica actuar, y
actuar implica mojarse. Para hacer esto o lo otro, tomar esta o aquella
decisión, hemos de lanzarnos a un camino y renegar de todos los demás. Y
por si fuera poco, esto tiene repercusiones en múltiples aspectos de
nuestra vida. Mejor será asegurarnos de que funcione nuestro timón, ¿no?

Los seres humanos hemos de construir nuestros propios valores para


dirigir nuestra conducta

La ética servirá si todos la entendemos

Vivir con ética y ser conscientes de la necesidad de aplicarla, sí. Pero ¿de
qué sirve la ética si no la entendemos? ¿Cómo explicarías qué es la ética a
una persona que no es experta en filosofía? O sea, a la mayoría de la
gente. No se trata de ofender ni dar lecciones “para tontos”; se trata de
que tu mensaje llegue y sea comprendido por el mayor número de
personas posible. Eso debió de pensar el filósofo Fernando Savater –que ha
sido profesor de Ética en la Universidad del País Vasco– hace 27 años,
cuando escribió un best seller de la filosofía española en general y de la
ética en particular: Ética para Amador. Amador es su hijo y por aquel
entonces era un adolescente. Así que Savater decidió escribir el libro sobre
la ética como si lo escribiera para él, para explicarle a él el complejo y
amplio mundo de la ética de forma que lo pudiera entender a su edad y sin
tener grandes conocimientos de filosofía. Como si fuera una larga carta
dirigida al adolescente, el filósofo analiza algunas de las cuestiones éticas
esenciales: el ejercicio de la libertad, la responsabilidad, la necesidad de la
convivencia entre los seres humanos, la relación entre ética y política….
Con un lenguaje claro, sencillo, que todo el mundo entienda, también un
chico de 17 años, le explica de qué va esto de la ética, que hay cosas que
nos convienen y otras que no, pero, lo más difícil, que no se pueden hacer
generalizaciones drásticas ni dar normas categóricas, porque no todo es
bueno o malo para todo el mundo igual.

La ética para Savater es una reflexión sobre los motivos que dinamizan la
acción humana y lo explica diciendo que todo el mundo tiene una moral –la
tiene un santo, pero también la tiene un asesino–, pero no todas las
morales tienen la misma validez humana. Pues bien, analizar esos modelos
es la principal tarea ética. La ética pretende identificar los comportamientos
que harán mayor bien a nuestra condición humana.

De qué va la ética explicado a un adolescente (y a los


que no lo son)

“Ética para Amador”, de Fernando Savater, editado


por Ariel (Planeta).
Así comienza Fernando Savater su explicación sobre la ética en Ética para Amador:

“(…) Se puede vivir sin saber astrofísica, ni ebanistería, ni fútbol, incluso sin saber leer ni
escribir: se vive peor, si quieres, pero se vive. Ahora bien, otras cosas hay que saberlas
porque en ello (…) nos va la vida. Es preciso estar enterado, por ejemplo, de que saltar
desde el balcón de un sexto piso no es cosa buena para la salud (…) Se puede vivir de
muchos modos, pero hay modos que no dejan vivir (…) entre todos los saberes posibles
existe al menos uno imprescindible: el de que ciertas cosas nos convienen y otras no (…) a
lo que nos conviene solemos llamarlo “bueno” porque nos sienta bien; otras, en cambio,
nos sientan pero que muy mal y a todo eso lo llamamos “malo”. Saber lo que nos conviene,
es decir: distinguir entre lo bueno y lo malo, es un conocimiento que todos intentamos
adquirir (…) hay cosas buenas y malas para la salud (…) Sin embargo, a veces las cosas no
son tan sencillas: ciertas drogas, por ejemplo, aumentan nuestro brío o producen
sensaciones agradables, pero su abuso continuado puede ser nocivo. En unos aspectos son
buenas, pero en otros malas: nos convienen y a la vez no nos convienen.

(…) En el terreno de las relaciones humanas, estas ambigüedades se dan con aún mayor
frecuencia. La mentira es algo en general malo, porque destruye la confianza en la palabra
–y todos necesitamos hablar para vivir en sociedad– y enemista a las personas; pero a
veces parece que puede ser útil o beneficioso mentir para hacerle un favor a alguien (…)
La mentira no nos conviene, es mala, pero a veces parece resultar buena. Buscar gresca
con los demás (…) es por lo común inconveniente, pero ¿debemos consentir que violen
delante de nosotros a una chica sin intervenir, por aquello de no meternos en líos? Por
otra parte, al que siempre dice la verdad –caiga quien caiga– suele cogerle manía todo el
mundo (…) Lo malo parece a veces resultar más o menos bueno y lo bueno tiene en
ocasiones apariencias de malo (…). En lo único que a primera vista todos estamos de
acuerdo es en que no estamos de acuerdo con todos. Pero fíjate que también estas
opiniones distintas coinciden en otro punto: a saber, que lo que vaya a ser nuestra vida es,
al menos en parte, resultado de lo que quiera cada cual. Si nuestra vida fuera algo
completamente determinado y fatal, irremediable, todas estas disquisiciones carecerían
del más mínimo sentido.

(…) A diferencia de otros seres, los hombres podemos inventar y elegir en parte nuestra
forma de vida. Podemos optar por lo que nos parece bueno, es decir, conveniente para
nosotros, frente a lo que nos parece malo e inconveniente. Y como podemos inventar y
elegir, podemos equivocarnos (…) De modo que parece prudente fijarnos bien en lo que
hacemos y procurar adquirir un cierto saber vivir que nos permita acertar. A ese saber
vivir, o arte de vivir si prefieres, es a lo que llaman ética”.

¿Hasta dónde debe llegar la ética?


Peter Singer (1946), profesor de
Bioética en la Universidad de Princeton (Estados Unidos) y de Ética en la
Universidad de Monash en Melbourne (Australia). Foto en Flickr por
Chatham House https://flickr.com/photos/43398414@N04/27505687141
Bajo licencia Creative Commons Attribution 2.0
En su libro Ética práctica, el filósofo australiano Peter Singer
propone la aplicación de la ética a temas y cuestiones sociales de la
vida real y cotidiana, aunque en ocasiones sean asuntos muy complejos:
la igualdad entre personas con distintas capacidades, o de diferentes raza o
sexo; el aborto; la eutanasia; los derechos de los animales; el trato que
reciben los refugiados; la violencia política y la desobediencia civil; el
cuidado del medio ambiente… Todos temas actuales y, en realidad, de
todos los tiempos.

“La ética práctica es un campo muy amplio –comienza diciendo Peter


Singer en el prólogo de Ética práctica– (…) La mayoría de nuestras
decisiones están relacionadas con la ética. (…) Una cuestión ética es
pertinente si se trata de un tema que cualquier persona racional debe
afrontar (…): ¿cuáles son nuestras responsabilidades personales con
respecto a los pobres? ¿Tenemos justificación al tratar a los animales como
meras máquinas productoras de carne para alimentarnos? ¿Deberíamos
usar papel no reciclado? (…) ¿Por qué deberíamos molestamos en actuar de
acuerdo con los principios morales? Otro tipo de cuestiones, como el aborto
o la eutanasia, afortunadamente no son decisiones que la mayoría de
nosotros tenga que tomar a diario; pero son cuestiones que pueden surgir
en algún momento de nuestra vida”.
¿La moralidad está anticuada?

“Ética práctica”, de Peter Singer, está editado por


Akal.
En el primer capítulo de Ética práctica, Sobre la ética, Singer explica: “(…) Algunas
personas creen que la moralidad está anticuada. La consideran un sistema de molestas
prohibiciones puritanas, fundamentalmente diseñadas para evitar que las personas se
diviertan. Los moralistas tradicionales pretenden ser los defensores de la moralidad en
general, pero en realidad lo que defienden es un código moral particular. Se les ha
permitido apropiarse de este campo.

(…) La ética no se trata de un conjunto de prohibiciones particularmente relacionadas con


el sexo. (…) Las decisiones sobre el sexo pueden conllevar consideraciones sobre la
honradez, la preocupación por los demás, la prudencia, etcétera, pero no hay nada
especial en el sexo en este sentido, ya que lo mismo podría decirse sobre las decisiones a
la hora de conducir un coche (de hecho, las cuestiones morales que se plantean a la hora
de conducir un coche, tanto desde el punto de vista medioambiental como del de la
seguridad, son mucho más serias que las que plantea el sexo).

(…) La ética no es un sistema ideal noble en teoría, pero sin validez en la práctica. Más
bien sería lo contrario: un juicio ético que no sea válido en la práctica debe padecer a la
vez de un defecto teórico, ya que la razón principal de todo juicio ético es servir de guía a
la práctica. Algunas personas creen que la ética no es aplicable al mundo real porque la
consideran como un sistema de normas cortas y simples del tipo “No mentir”, “No robar”
y “No matar” (…) Las normas simples entran en conflicto en situaciones poco usuales; e
incluso cuando no lo hacen, seguir una norma puede conducir al desastre. Puede que
normalmente sea malo mentir, pero si estuviésemos viviendo en la Alemania nazi y
la Gestapo tocara a la puerta buscando judíos, seguramente estaría bien negar la
existencia de la familia judía que se esconde en el ático”.

Para Singer, la ética es independiente de cualquier religión –


tradicionalmente las religiones marcan lo que está bien y será
recompensado y lo que está mal y será castigado–, es universal –mis
intereses no pueden contar más que los de los demás por el simple motivo
de que son míos– y no puede ser relativa o subjetiva. Y esto último lo
explica matizando la opinión general. Muchas voces sostienen que la ética
es relativa a la sociedad en la que nos ha tocado vivir. Para Singer, esto se
trata de un relativismo superficial y deberíamos intentar aplicar el principio
general de “haz lo que aumente la felicidad y disminuya el sufrimiento”.

La ética a pie de calle

“Ética para el mundo real. 83 artículos sobre cosas


que importan”, de Peter Singer, editado por Antoni Bosch.
¿Puede un filósofo filosofar sobre el surf? Puede, puede. ¿Y puede entrar el surf en un
concepto como la ética? Puede también. Es más, debe, seguro. En su nuevo libro sobre la
ética, Ética para el mundo real, Singer reúne 83 artículos breves en los que resume su
pensamiento “sobre cosas que importan”, asegura la portada. Una portada cuyo diseño ya
dice mucho sobre la realidad en la que instala Singer su ética: la de hoy, la de todos. Cosas
que importan… Y vaya si importan. El filósofo, provocador y polémico siempre, aplica sus
opiniones a cuestiones como el cambio climático, la situación política actual, el mercado
del arte o la felicidad. La vida real, vamos.

“A los lectores que conozcan mi obra sobre ciertos asuntos quizá les sorprendan mis ideas
acerca de otras cuestiones. Intento ser abierto de miras, sensible a la evidencia, y no
limitarme a seguir una línea política previsible. Y si el lector no está ya convencido de que
los filósofos pueden efectivamente contribuir al interés general, espero que este libro los
convenza de ello”, dice el autor en la introducción de la obra.

Sigue leyendo… La ética como camino a la felicidad (Parte 2)

Sigue leyendo… ¿Qué dicen sobre la ética los grandes expertos?


(Parte 3)

Sigue leyendo… Luis María Cifuentes: “La educación ética es


esencial en una sociedad” (Parte 4)

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