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No es un tema baladí y mucho menos uno con una respuesta clara. Solo
hemos de fijarnos en las decenas de teorías respecto a la misma que han
defendido los diferentes filósofos a lo largo de la historia. Unos basaban la
ética en el placer, otros en la virtud, otros en el bienestar de la mayoría…
Distintas interpretaciones que, en realidad, tratan de dar solución al mismo
problema: conocer las pautas de acción y pensamiento que permitan al ser
humano vivir bondadosamente, feliz y en paz.
Dos vertientes, infinidad de éticas
Por otro lado, encontramos las teorías filosóficas que se inclinan por una
ética teleológica, que se diferencia de la anterior en que no traza unas
reglas concretas, sino solo un dogma: bien está aquello que bien acaba. El
famoso “el fin justifica los medios” –atribuido erróneamente a Maquiavelo,
aunque sea la idea que se desprende de El Príncipe–. Es decir, si la
consecuencia de nuestras acciones es positiva, moralmente buena, también
es ética. Una sencilla norma que podemos aplicar siempre, pero con el
inconveniente de que chirría sólo con oírlo. ¿Es correcto sacrificar a una
persona o un animal únicamente por el beneficio de muchos? ¿Es justo
cometer crueldades para defender el orden o el desarrollo? ¿Cómo
determinamos que ese fin es “bueno”? Difícil respuesta.
Vivir con ética y ser conscientes de la necesidad de aplicarla, sí. Pero ¿de
qué sirve la ética si no la entendemos? ¿Cómo explicarías qué es la ética a
una persona que no es experta en filosofía? O sea, a la mayoría de la
gente. No se trata de ofender ni dar lecciones “para tontos”; se trata de
que tu mensaje llegue y sea comprendido por el mayor número de
personas posible. Eso debió de pensar el filósofo Fernando Savater –que ha
sido profesor de Ética en la Universidad del País Vasco– hace 27 años,
cuando escribió un best seller de la filosofía española en general y de la
ética en particular: Ética para Amador. Amador es su hijo y por aquel
entonces era un adolescente. Así que Savater decidió escribir el libro sobre
la ética como si lo escribiera para él, para explicarle a él el complejo y
amplio mundo de la ética de forma que lo pudiera entender a su edad y sin
tener grandes conocimientos de filosofía. Como si fuera una larga carta
dirigida al adolescente, el filósofo analiza algunas de las cuestiones éticas
esenciales: el ejercicio de la libertad, la responsabilidad, la necesidad de la
convivencia entre los seres humanos, la relación entre ética y política….
Con un lenguaje claro, sencillo, que todo el mundo entienda, también un
chico de 17 años, le explica de qué va esto de la ética, que hay cosas que
nos convienen y otras que no, pero, lo más difícil, que no se pueden hacer
generalizaciones drásticas ni dar normas categóricas, porque no todo es
bueno o malo para todo el mundo igual.
La ética para Savater es una reflexión sobre los motivos que dinamizan la
acción humana y lo explica diciendo que todo el mundo tiene una moral –la
tiene un santo, pero también la tiene un asesino–, pero no todas las
morales tienen la misma validez humana. Pues bien, analizar esos modelos
es la principal tarea ética. La ética pretende identificar los comportamientos
que harán mayor bien a nuestra condición humana.
“(…) Se puede vivir sin saber astrofísica, ni ebanistería, ni fútbol, incluso sin saber leer ni
escribir: se vive peor, si quieres, pero se vive. Ahora bien, otras cosas hay que saberlas
porque en ello (…) nos va la vida. Es preciso estar enterado, por ejemplo, de que saltar
desde el balcón de un sexto piso no es cosa buena para la salud (…) Se puede vivir de
muchos modos, pero hay modos que no dejan vivir (…) entre todos los saberes posibles
existe al menos uno imprescindible: el de que ciertas cosas nos convienen y otras no (…) a
lo que nos conviene solemos llamarlo “bueno” porque nos sienta bien; otras, en cambio,
nos sientan pero que muy mal y a todo eso lo llamamos “malo”. Saber lo que nos conviene,
es decir: distinguir entre lo bueno y lo malo, es un conocimiento que todos intentamos
adquirir (…) hay cosas buenas y malas para la salud (…) Sin embargo, a veces las cosas no
son tan sencillas: ciertas drogas, por ejemplo, aumentan nuestro brío o producen
sensaciones agradables, pero su abuso continuado puede ser nocivo. En unos aspectos son
buenas, pero en otros malas: nos convienen y a la vez no nos convienen.
(…) En el terreno de las relaciones humanas, estas ambigüedades se dan con aún mayor
frecuencia. La mentira es algo en general malo, porque destruye la confianza en la palabra
–y todos necesitamos hablar para vivir en sociedad– y enemista a las personas; pero a
veces parece que puede ser útil o beneficioso mentir para hacerle un favor a alguien (…)
La mentira no nos conviene, es mala, pero a veces parece resultar buena. Buscar gresca
con los demás (…) es por lo común inconveniente, pero ¿debemos consentir que violen
delante de nosotros a una chica sin intervenir, por aquello de no meternos en líos? Por
otra parte, al que siempre dice la verdad –caiga quien caiga– suele cogerle manía todo el
mundo (…) Lo malo parece a veces resultar más o menos bueno y lo bueno tiene en
ocasiones apariencias de malo (…). En lo único que a primera vista todos estamos de
acuerdo es en que no estamos de acuerdo con todos. Pero fíjate que también estas
opiniones distintas coinciden en otro punto: a saber, que lo que vaya a ser nuestra vida es,
al menos en parte, resultado de lo que quiera cada cual. Si nuestra vida fuera algo
completamente determinado y fatal, irremediable, todas estas disquisiciones carecerían
del más mínimo sentido.
(…) A diferencia de otros seres, los hombres podemos inventar y elegir en parte nuestra
forma de vida. Podemos optar por lo que nos parece bueno, es decir, conveniente para
nosotros, frente a lo que nos parece malo e inconveniente. Y como podemos inventar y
elegir, podemos equivocarnos (…) De modo que parece prudente fijarnos bien en lo que
hacemos y procurar adquirir un cierto saber vivir que nos permita acertar. A ese saber
vivir, o arte de vivir si prefieres, es a lo que llaman ética”.
(…) La ética no es un sistema ideal noble en teoría, pero sin validez en la práctica. Más
bien sería lo contrario: un juicio ético que no sea válido en la práctica debe padecer a la
vez de un defecto teórico, ya que la razón principal de todo juicio ético es servir de guía a
la práctica. Algunas personas creen que la ética no es aplicable al mundo real porque la
consideran como un sistema de normas cortas y simples del tipo “No mentir”, “No robar”
y “No matar” (…) Las normas simples entran en conflicto en situaciones poco usuales; e
incluso cuando no lo hacen, seguir una norma puede conducir al desastre. Puede que
normalmente sea malo mentir, pero si estuviésemos viviendo en la Alemania nazi y
la Gestapo tocara a la puerta buscando judíos, seguramente estaría bien negar la
existencia de la familia judía que se esconde en el ático”.
“A los lectores que conozcan mi obra sobre ciertos asuntos quizá les sorprendan mis ideas
acerca de otras cuestiones. Intento ser abierto de miras, sensible a la evidencia, y no
limitarme a seguir una línea política previsible. Y si el lector no está ya convencido de que
los filósofos pueden efectivamente contribuir al interés general, espero que este libro los
convenza de ello”, dice el autor en la introducción de la obra.
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Adela Cortina
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