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EMPECEMOS A RESPETARNOS
El respeto es un puente mágico que nos acerca a los demás, ya sea en
casa, en la escuela, con nuestros amigos y vecinos, cuando entramos a
un negocio… Saludar, escuchar, ser atento son los caminos que nos
llevan a ese puente. ¿Lo cruzamos?
EL BRUJO QUE ESTORNUDABA
T
Desmerecer a los demás es una falta de respeto
que hace mucho daño ¡Hay que admirar en vez de
envidiar!
Había una vez un brujo que no soportaba las cosas lindas de la vida.
Cada vez que veía un pájaro o una flor, le daba un ataque de estornudos.
Prefería los días de tormenta, porque el sol también lo hacía estornudar.
El brujo vivía en una isla rodeada de un mar color turquesa. La isla era
una maravilla de trinos, de gorjeos, de silbos y de todos los sonidos que son capaces de inventar los
pájaros.
Un día, aprendió el hechizo para convertir a los pájaros en piedra. Y lo hizo. Quién
sabe como lo hizo. Muchos, muchos pájaros cayeron del cielo como sólo puede
caer una piedra, haciendo ¡plumb! Contra el suelo.
El brujo juntó todas las piedras y formó una montaña de mil metros de altura.
La isla, sin pájaros, se volvió silenciosa y triste. Cada tanto se escuchaba toser al brujo: “¡cof, cof!”,
porque se había resfriado en la playa, y también seguía estornudando mucho. Como ya no había
pájaros, le echaba la culpa de sus estornudos a las flores.
Estornudaba con a: “¡atchás!” Estornudaba con e: “¡atchés!”
Estornudaba con i (que es como estornuda casi todo el mundo): “¡atchís!”
Estornudaba con o: “¡atchós!” Estornudaba con u: “¡atchús!”
Él decía que las flores le daban alergia, así que ya estaba estudiando una fórmula mágica para que
se secaran todas las flores. Era dañino de verdad, no era que un día se despertaba de mal humor y
después se le pasaba. No, a este brujo todo le caía mal: el sol, el mar, las flores, los pájaros…
¡absolutamente todo le caía mal!
El brujo fue obligado a ir de nuevo a la escuela de brujos, para estudiar una materia muy difícil para
él: “Cómo aprender a respetar a los pájaros y a las flores”. Tuvo que dar exámenes diez veces, hasta
que al final lo aprobaron. Luego, le prohibieron usar sus poderes mágicos hasta que no aprobara otra
materia: “Cómo respetarme a mí mismo y todas las cosas que hay en el mundo”. Al final, terminó
siendo un buen brujo, muy respetable.
ACTIVIDAD
1. ¿Dónde vivía el brujo?
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FORMAS DE RESPETO:
Respetamos a nuestros padres, siendo cariñosos y gentiles con ellos y aceptando sin
berrinches sus indicaciones y consejos.
Cuando llegamos puntuales a una cita, respetamos el tiempo de los demás.
Al salir ordenadamente de la escuela, sin gritos ni empujones, respetamos la disciplina del
colegio.
Quien cede el paso da un ejemplo de respeto.
Es importante ser respetuosos también cuando estamos solos y también cuando estamos con
nuestros amigos.
Si vives en un edificio donde hay otras familias, conocerás las normas de convivencia: no
hacer ruidos molestos a ciertas horas, no
dejar tus juguetes en los pasillos y otros
espacios comunes, sacar las bolsas de
residuos a una hora determinada… Todos los
vecinos deben respetar estas normas.
También es muy importante respetar las
normas de tránsito.
El respeto está presente cuando jugamos sin hacer trampas, cuando pedimos permiso o
cuando cedemos nuestro asiento a una mamá, a un abuelo o a una señora con un bebé.
El respeto vive en frases tan amables como las siguientes: Por favor; primero tú; ¿cómo te
sientes?; disculpe la molestia; permiso, ¿puedo pasar?
EL MONO BROMISTA
¿Qué sería mejor, reírse de los demás o con los demás?
Aquel era un mono alegre, aunque un bromista pesado. Un día vio al sapo dormido y le cantó bien
cerquita: “De los animales que duermen me gusta el sapo porque es petiso y gordo, panzón y ñato”.
El sapo despertó asustado y, por un tiempo no pudo dormir tranquilo. Una mañana, la tortuga
caminaba muy despacio, buscando una hoja rica para comer, cuando el mono pasó corriendo a su
lado, gritando:
-¡Corran, corran todos, que se está incendiando el bosque!
La pobre tortuga caminó lo más rápido que pudo, medio muerta de miedo, hasta que el mono le dijo:
-¡Ja, ja! ¡Te lo creíste! ¡Era una broma! ¡Cómo se divertía el mono!
Un día, su fama de bromista llegó a oídos de la zorra. De inmediato, decidió darle
una lección. En cuanto se encontró con el mono, la zorra le dijo:
-Tengo un montón de bananas deliciosas, ¿quieres venir a cenar a casa esta
noche?
-¡Allí estaré! –respondió el mono.
Esa noche, marchó muy feliz a la cueva de la zorra. Era una cueva muy oscura: la
zorra estaba acostumbrada a ver en la oscuridad, pero el mono no veía casi nada.
La zorra le presentó una gran fuente llena de bananas. El mono se sirvió y con gran apetito, casi sin
masticar, se devoró dos bananas. Cuando iba por la tercera, se dio cuenta de que … ¡estaban
verdes! ¡Bananas verdes! ¡Era lo peor que le podía pasar a un mono! ¡Comer una banana verde, no.
Peor! ¡Dos bananas verdes!
-¡Estas bananas están verdes! –gritó el mono, mientras se agarraba la panza.
Y la zorra le respondió:
-¿Has visto? ¡Qué buena broma! ¿No te gustan las bromas?
El mono, entonces, aprendió la lección de la zorra y ya no hizo más bromas pesadas.
ACTIVIDAD
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2. ¿A quiénes molestó?
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3. ¿Quién decidió darle una lección al mono?
a. Un lobo
b. Una tortuga
c. Un sapo
d. Una zorra