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CALIDAD DE LA EDUCACIÓN

CALIDAD DEL PROFESOR

Don Tomás Alvira

Contenido
1. Calidad de la educación: la vocación profesional ........................................................................................................... 2 
1.1. Vocación y libertad .................................................................................................................................................. 2 
1.2. Alegría ..................................................................................................................................................................... 2 
1.3. Interés por la persona ............................................................................................................................................... 3 
1.4. Servicio .................................................................................................................................................................... 3 
1.5. Dejar huella.............................................................................................................................................................. 3 
1.6. Arte y técnica ........................................................................................................................................................... 4 
2. Las virtudes del profesor: su personalidad...................................................................................................................... 4 
2.1. Más allá de las técnicas pedagógicas ....................................................................................................................... 5 
2.2. Al servicio de cada alumno ...................................................................................................................................... 6 
2.3. La relación profesor-alumno .................................................................................................................................... 6 
3. Voluntad y ejemplaridad................................................................................................................................................. 6 
4. Profesor es un intelectual ................................................................................................................................................ 7 
4.1. Superar el utilitarismo y el pragmatismos................................................................................................................ 7 
4.2. Laboriosidad y creatividad: ser siempre aprendiz.................................................................................................... 8 
4.3. El profesor es un investigador ................................................................................................................................. 8 
5. Saber hacer ..................................................................................................................................................................... 9 
5.1. El tiempo y el ritmo ................................................................................................................................................. 9 
5.2. Calidad: eficacia e ilusión ........................................................................................................................................ 9 
5.4. Formación contínua ............................................................................................................................................... 10 
6. Conclusión .................................................................................................................................................................... 10 
1. Calidad de la educación: la vocación profesional
En primer lugar creo conveniente puntualizar acerca de lo que entendemos por calidad. Se ha dicho que la calidad
viene expresada por el conjunto de cualidades que constituyen la manera de ser de una persona o cosa. También
podemos considerarla como una cualidad sobresaliente. Más yo creo que la calidad está íntimamente relacionada con
la forma.

Hay un aspecto fundamental de la realidad que es la formalidad. Toda realidad es formal. Sin forma no hay nada. Pero
la forma ha de ser adecuada al fin. Ante estas consideraciones podemos afirmar que tener calidad no es ser una
persona poderosa o brillante, o poseer un conjunto de cualidades generales que consiguen una buena aceptación de
esa persona. Tener calidad un profesor supone tener concretamente una serie de cualidades ordenadas al fin propio de
la educación. Por tanto el profesor que desee tener calidad, que valore con profundidad lo que esto supone para la
consecución de una educación de calidad, deberá tener muy claro el fin que persigue y habrá de gustarle perseguir ese
fin. Por esto he repetido muchas veces que para mi una de las condiciones necesarias para que un profesor tenga
calidad es que tenga vocación y, sin embargo, he buscado esta palabra en multitud de escritos sobre calidad de la
educación y no la he encontrado.

1.1. Vocación y libertad


La vocación lleva consigo una inclinación para perseguir un fin, en este caso para perseguir, con ahínco, la educación
de cada uno de los alumnos que como profesor tiene encomendados. La vocación está basada en la libertad y en el
amor. La vocación profesional exige libertad de elección. Generalmente esto es lo que se entiende por libertad, tener
facultad de elegir, de decidir. Pero esa facultad de elección o de decisión ha de ir acompañada de una apertura, de una
amplitud de miras, porque el egoísta se encierra en si mismo y por tanto deja de ser libre. Quien está encerrado de un
modo u otro, está falto de libertad. Su egoísmo, su cerrazón le han quitado la libertad. Por otra parte la libertad precisa
actividad. El perezoso no es libre y puede no seguir su vocación por comodidad, por buscar sólo el menor esfuerzo.
Finalmente la libertad exige posesión, es decir, señorío de sí mismo, porque quien no es capaz de dominarse a sí
mismo no es tampoco libre. Pero, sobre todo, la vocación tiene su asiento en el amor. Amor a la tarea que se realiza,
amor jugoso, pleno de ilusiones, capaz de enfrentarse a las dificultades; amor que a pesar de todas las dificultades,
produce alegría.

1.2. Alegría
Yo me atrevo a decir que la alegría en el desempeño de la profesión es el termómetro de la vocación. Quien trabaja sin
amor trabaja sin vocación y no es feliz, realiza una tarea en la que no encuentra satisfacción. Tal vez lo hace
exclusivamente como un medio de subsistir. Toda profesión puede ser objeto de nuestras ilusiones, de nuestro amor y
desde aquel momento adquiere un relieve extraordinario que engrandece nuestro trabajo y nos empuja a realizarlo con
alegría.

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1.3. Interés por la persona
Quien tiene vocación al entrar en el aula se interesa por cada uno de los alumnos, que es una persona, alguien y no
algo, por tanto un ser dual formado por una parte biológica y una parte espiritual perfectamente ensambladas e
incidiendo constantemente la una en la otra. Un ser, por su parte espiritual, capaz de conocimiento y de amor, capaz de
pensar y de razonar, que goza de libertad, de esa preciosa libertad que Dios le dio al nacer y que le permite elegir entre
el bien y el mal, entre el señorío de si mismo y la esclavitud de las pasiones, entre los grandes ideales del hombre o la
vida chabacana, un ser que no está aislado sino en comunicación con el mundo exterior, con su entorno, con otras
personas y en el aspecto sobrenatural con Dios mismo.

1.4. Servicio
Quien tiene vocación ejerce su profesión con espíritu de servicio y no admite la chapuza, las cosas mal hechas, porque
está convencido de la nobleza de su trabajo. No se para en lo fácil. Busca lo difícil. Cuando se tiene vocación se sienten
vivos deseos de trascender, indispensables en un profesor de calidad.

Quien tiene vocación no admite nunca la rutina en su tarea diaria y no ve dos días iguales en su hacer escolar.

Quien tiene vocación de educador hace de su vida un constante ejemplo para los alumnos, porque es en este ejemplo,
en las actitudes y en el comportamiento del profesor, donde el alumno aprende con más eficacia que con las solas
palabras de aquel.

Quien tiene vocación no se conforma con quedarse en una superficie plana y estéril y busca que su vida tenga relieve.

1.5. Dejar huella


El profesor que tiene vocación deja huella en sus alumnos y no quiero decir con esto que el alumno deba quedar
pegado al profesor por haber sido absorbida su voluntad por éste – la educación debe tender siempre a que el
educando actúe por su cuenta- sino lo que pretendo decir es que el profesor debe dejar en ellos esa señal que siempre
se recuerda cuando el profesor es educador e influye al tomar decisiones, al elegir caminos para lograr los fines que se
propone. Educar lleva consigo un sentido de participación en aquello que se quiere transmitir.

El profesor con vocación sabe que es difícil educar sin esa participación, hasta tal extremo que se ha llegado a decir en
un Congreso de Pedagogía que es posible –en cierto modo- saber ciencia de la educación y no saber educar.

El profesor con vocación no está pendiente de modo exclusivo de la notas, de ese número frío que refleja los
conocimientos empaquetados en la memoria estudiantil, que origina tan duros juicios por parte de padres y de
profesores y cuyos resultados ha expuesto el profesor Polaino Lorente en un trabajo publicado en la revista “Aula
Pediátrica Española”. En él se lee que el 50% de los niños llevados por sus padres a su consulta de Psiquiatría en un
organismo oficial durante tres años, padecían trastornos cuya causa era el rendimiento escolar.

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1.6. Arte y técnica
El profesor con vocación no olvida, ni mucho menos, adquirir las técnicas educativas necesarias, pero se siente también
artista de la educación, para lo cual no puede conformarse con hacer lo que otros le dicen, no puede sentirse papel de
calco, actor de teatro que repite lo que el autor dice, sino que procura conocerse lo mejor posible así mismo y educa
poniendo en juego su propia personalidad. El educador ha de educar si se quiere llamar educador y esto es
precisamente lo que le da las características de artista, lo cual no se opone a que adquiera unas técnicas que da la
ciencia de la educación.

Cuando la profesión de educador se ve así es cuando adquiere relieves inusitados y se comprende lo que Eugenio
D’Ors decía: “…pero yo te digo que cualquier oficio se vuelve Filosofía, se vuelve Arte, Poesía, Invención, cuando el
trabajador da a él su vida, cuando no permite que ésta se parta en dos mitades: la una la ideal; la otra menester
cotidiano. Sino que convierte cotidiano menester e ideal en una misma cosa, que es, a la vez, obligación y libertad,
rutina estricta e inspiración constantemente renovada…”. Educar lleva consigo ayudar, es decir, estimular la actividad
de cada alumno para que desarrolle al máximo su personalidad. Por eso un profesor de calidad es aquél que ayuda al
alumno integralmente y no sectorialmente. Si quiere educar en el más hondo sentido de esta palabra deberá ayudar lo
más perfectamente posible al alumno en todos los aspectos, no solo en unos determinados.

2. Las virtudes del profesor: su personalidad


Por eso un profesor de calidad es conveniente que posea cualidades intelectuales, cualidades morales, cualidades
artísticas y es imprescindible que tenga carácter comunicativo. Ahora bien, la comunicatividad, la capacidad de
comunicación aumenta con la “virtud”.

El hombre posee por lo que se refiere a su manera de operar, de actuar, dos grandes facultades: intelecto y voluntad.

Las virtudes intelectuales desarrollan por una parte el hábito científico y capacitan para obtener conclusiones de unos
principios establecidos; por otra, desarrollan el hábito principal, capacidad de descubrir y captar principios; el desarrollar
el hábito de la sabiduría, que nos lleva a conectar el saber científico-empírico con los principios últimos.

Las virtudes morales tienen su asiento en la voluntad: son la prudencia, justicia, fortaleza, templanza y todas las
virtudes menores relacionadas con estas cuatro.

Las virtudes artísticas –utilizo el término “virtud” en el sentido amplio de hábitos- nos conducen al desarrollo de la
capacidad inventiva general; al desarrollo de la capacidad organizativa: al desarrollo de la capacidad retórico-poética.

Pues bien, la adquisición de hábitos que lleven a conseguir esas virtudes dan al profesor comunicatividad la cual
precisa para poder ayudar mejor al alumno. Pero voy a fijarme ahora en otro aspecto importante del profesor: su
personalidad. “La educación de calidad es una cosa intensamente personal” dice Combs (Boston, 1965) y Marshall

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afirma: “Uno no puede ser un buen profesor sin ser una persona completa, no solo un hombre inteligente, bien
informado”.

El educador, el maestro, hemos de meditarlo, es ante todo una persona, pero una persona única, singular. No es un
individuo, con una carga de conocimientos adquiridos de otros, que ve en los alumnos a otros individuos a quienes tiene
el deber de dar los conocimientos que él posee y en cuya elaboración no ha tenido la menor parte. Así su actuación
queda reducida a ser un cable transmisor. Este profesor no tiene personalidad y no puede tener la calidad necesaria
para ser un auténtico educador. El educador no puede reducirse a ser cable transmisor, ha de ser fuente de energía.

Las aguas tranquilas de los ríos tienen una energía mecánica que no se aprecia a simple vista, pero por medios
adecuados esa energía puede transformarse en energía eléctrica, luminosa, calorífica… El maestro con personalidad
recibe saberes, por sus estudios está al día en lo que dicen los teóricos de la educación, pero después de asimilarlos
los debe transformar adecuándolos a su yo y a las características de sus alumnos. Ha de tener la creatividad suficiente
para marcarse unos objetivos que le lleven al fin que él se ha propuesto, -objetivos que no son precisamente los que
señala Bloom, por ejemplo- y la creatividad suficiente para señalarse después caminos para alcanzarlos.

2.1. Más allá de las técnicas pedagógicas


Un profesor con calidad ha de saber utilizar recursos que a él se le ocurren, no solo los que le dan hechos que, a veces,
no se adaptan a sus alumnos. Los objetivos que él se marque no deben encorsetar el saber del alumno, no reducirán
los límites de su hacer y de su pensar sino que, por el contrario, le incitarán a la amplitud de miras, al ansia de buscar, a
la creatividad que, en definitiva, es educar para la libertad. ¡Cuánto profesor vemos hoy lleno de técnicas pedagógicas,
presumiendo de un modernismo pedante y, sin embargo, tiene en su tarea educativa unos resultados mediocres!.No
hay calidad en aquella educación porque falta personalidad en el educador. Con técnicas que nos asombran se
consiguen plantas artificiales con hojas y flores preciosas, que admiramos por su belleza. Pero unas técnicas, unidas al
cuidadoso cariño del agricultor, pueden dar plantas que tienen vida, que tienen savia y flores que producen frutos.

El profesor con personalidad da vida a cuanto hace o dice y sólo de este modo consigue frutos, consigue que aquello
que quiere transmitir tenga vida en el alumno. Dar vida a aquello que se quiere transmitir precisa que el profesor lo
incorpore a sí mismo, lo aprenda, lo dé forma, lo traduzca poniendo en juego su personalidad, con lo cual el profesor se
perfecciona y mejora su calidad.

En definitiva, formar profesores de calidad no es sólo enseñar unas teorías o indicar unos modos de enseñar, es
también guiar a los futuros educadores para que sepan descubrir su personalidad y la pongan en juego en el acto de
educar, pero es también encauzarlos para que sepan poner su personalidad al servicio del bien. No olvidemos que el
Sol envía a la Tierra energía radiante. Esa misma energía es recibida por millares de plantas pero, con ella, y las
sustancias del suelo, unas fabrican azúcares sabrosos; otras, alcaloides que adormecen; otras esencias que perfuman.
¡Qué cosas tan distintas!

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2.2. Al servicio de cada alumno
Pero no es suficiente que el profesor tenga personalidad si no la pone al servicio de los alumnos. No podrá ser profesor
de calidad aquel que se considere un individuo, con una serie de cualidades relevantes, pero sin sentirse formando
parte de la sociedad del centro educativo en el cual actúa. Un profesor no puede ver a un conjunto de individuos
aislados –profesores y alumnos- sino a un conjunto de personas que son seres sociales que se relacionan. Nada más
lejos de un buen educador que aquel profesor que no sienta el deseo de relacionarse y sobre todo de relacionarse con
cada uno de sus alumnos. Nunca he entendido la frase: “soy profesor del grupo X de alumnos”. Yo la cambiaría por esta
otra: “soy profesor de cada uno de los alumnos del grupo X”, porque para ser profesor de calidad se precisa serlo de
cada alumno, con características singulares que deben ser conocidas, lo cual no es fácil y preciso, en primer término,
interesarse por ese alumno a quien queremos conocer. ¡Conocer a cada alumno, interesarse por él!. Interesarse implica
paradójicamente desinteresarse de uno mismo, hecho no muy corriente. Interesarse supone entrar dentro del ser –en
este caso dentro del alumno (inter-esse, entrar dentro)- saltando la superficie, la envoltura, lo cual exige un esfuerzo de
atención, una concentración, que a veces agota más que el esfuerzo físico. Pero el que lo consigue se recrea en ese
juego, de gran belleza si se sabe percibir, que consiste en ir descubriendo, poco a poco, un ser cuya riqueza de matices
es tal que no se acaba de conocer totalmente. Y es precisamente ese misterio del ser –en parte conocido y en parte
desconocido, pero siempre inefable en su unidad- el que arrastra, el que entusiasma cada vez más al educador que ha
sabido encontrar ese camino.

2.3. La relación profesor‐alumno


Es de gran valor la relación entre profesores y alumnos para la calidad de la educación. Esta relación no puede ser
abstracta sino que debe poner en relación dos vidas: la del profesor y la del alumno y los profesores deben tenerla muy
en cuenta si piensan que están ayudando a unos alumnos que han de integrarse en el sociedad, de la cual van a formar
parte, y que el modo como hayan vivido la sociedad colegial influirá en su actuación como ciudadanos del mañana.

Uno de los aspectos fundamentales que un profesor de calidad debe vivir y hacer vivir en la sociedad colegial es el de
alteridad. Cada uno, profesor o alumno, no debe sentirse nunca aislado, siempre debe ver a otro, a quien ha de ayudar,
a quien ha de querer. Es el amor el mejor lazo de unión. El profesor que sienta con amor su profesión no se conformará
con dar conocimientos a sus alumnos, se dará él mismo, se entregará él mismo, y esa entrega, en vez de ser una carga
pesada, constituirá su felicidad, porque es feliz quien con su trabajo logra frutos abundantes.

3. Voluntad y ejemplaridad
Otra cualidad, para mí de importancia extraordinaria en un educador, es que posea una voluntad fuertemente
desarrollada, cualidad que hoy ha caído en el olvido. ¿Se puede pensar que un profesor sin voluntad, consiga alumnos
en esa facultad bien desarrollada? La ejemplaridad es esencial para la educación, pero, por otra parte, no le dará
mucha importancia a esta facultad quien no se ha esforzado por conseguirla. Se ha dicho que la voluntad es una
facultad o fuerza del espíritu con la que podemos llegar a hacer aquello que queremos y a querer aquello que hacemos.
De todos es conocida la importancia de la voluntad en el desarrollo de las facultades humanas y cómo eleva al hombre
sobre los demás seres ya que los minerales se rigen por leyes; los vegetales, responden a estímulos, los animales a
instintos y sólo el hombre en virtud de su voluntad puede lograr el señorío de sí mismo. Visto esto así cabría esperar

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que hubiera un interés singular por la educación de esta facultad. Pues no ocurre esto y, por el contrario, se puede
probar el olvido en que se tiene. La Escuela Universitaria “Fomento de Centros de Enseñanza” ha organizado un ciclo
de conferencias sobre el tema general “Dimensiones de la Voluntad” que han sido dadas por relevantes personalidades
de España, Alemania y Francia. Pues bien, tres de ellas afirmaron que les había costado un gran trabajo encontrar
algún escrito publicado en lo que va de siglo, sobre esta materia.¿Se puede alcanzar una buena calidad de la
educación sin atender convenientemente al fortalecimiento de la voluntad?, ¿no deberían señalarse objetivos que de un
modo continuo, en todos los cursos llevasen a conseguir este fin: hacer hombres con voluntades recias? Con falta de
voluntad no conseguiremos interés por parte de los alumnos y sin interés será difícil conseguir un rendimiento
adecuado; pero sobre todo no conseguiremos hombres o mujeres responsables, capaces de comprometerse, capaces
de ser fieles, capaces de realizar un esfuerzo por conseguir los altos valores que el ser humano tiene.

Se ha olvidado la educación de la voluntad, no se tiene en cuenta en las cualidades del profesor y se aprecia en una
gran parte de la juventud –hay que destacar algunos jóvenes con voluntades recias- ese pasar de todo lo que
represente esfuerzo. No puede hacer una auténtica educación que nos lleve al desarrollo de la personalidad del
educando, si olvidamos la educación de la voluntad. Por falta de voluntad se comienzan muchos proyectos, se ponen
primeras piedras o las primeras letras de un libro y no se acaban; se firman tantos contratos y se rompen fácilmente; se
duda en la elección y se acaba siendo manipulado.

4. Profesor es un intelectual
La falta de atención nos trae de la mano a otra cualidad del profesor: capacidad para pensar, para reflexionar, para
interiorizarse. Vivimos tiempos en los que el activismo nos come y no queda tiempo para pensar, para fijar la atención.
Buscar la soledad para reflexionar intensamente en una lectura, en un pensamiento, interpretarlo, ver la forma de darlo
con vida a nuestros alumnos.

Un profesor con calidad debe considerar que es un intelectual y ha de responder a ese concepto. Ser intelectual
requiere estudiar intensamente, estar al día, tener deseos de buscar saberes, pensar. El saber científico, en su más
amplio significado, se distingue el saber vulgar en que es un saber que presupone una fuerte aptitud psicológica de
atención. Fijaos que la palabra estudio tiene su raíz en la palabra latina studiere que supone hacer algo con afán, con
empeño, con cariño, con amor. Estudiar algo supone poner atención en un objeto, en una cuestión, yo diría que supone
poner el corazón en él, con el deseo de unirse a él; para conocerlo mejor, que eso es conocer: unión intencional. Fijaos
también que ya los griegos distinguían entre teoría, praxis (moral) y “tejne” (técnica y arte), es decir, distinguían tres
formas de saber:
1. El saber sobre la verdad;
2. El saber obrar bien y
3. El saber producir con perfección.

4.1. Superar el utilitarismo y el pragmatismos


Pero con el paso del tiempo el último concepto, el que se refiere a la técnica, ha ido difuminando su carácter principal de
saber, que no puede perder en realidad, y ha cedido ante una concepción más “vital” –se dice- en la cual se subraya

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ante todo el carácter de realización. El técnico es el que realiza, se dice mucho ahora, el que produce gracias a un
esfuerzo que hace. Lo mismo es que lo producido sea una máquina o una organización. La cuestión es demostrar
rendimientos concretos y palpables, olvidando en muchos casos si sabe, si sabe con profundidad aquello que va a
realizar; olvidando si piensa, si medita, sobre aquello que hace hasta calar en la profundidad de su fin, o sólo le
interesan rendimientos que pueden obtenerse acaso sólo con habilidad. Fijaos que esta visión del trabajo nos lleva
hacia un materialismo que ya estamos palpando en la sociedad actual. Al señorío de si mismo, al regalo de ser hombre
libre se llega por la contemplación de la verdad, que es el saber teórico.

4.2. Laboriosidad y creatividad: ser siempre aprendiz


Otra cualidad relevante del profesor debe ser la laboriosidad, su amor al trabajo. No es lo mismo un trabajo realizado sin
gusto, con desgana, que un trabajo hecho con amor. La calidad de la educación, que supone finura en el hacer del
educador, se resentirá ante un trabajo hecho sin ilusión cariñosa. El profesor ha de sentir deseo permanente de saber y
ese deseo ha de comunicarlo a sus alumnos. Fijaos que no digo que el profesor estudie y que haga lo posible para que
sus alumnos estudien, lo cual se logra tristemente con premios y castigos. No, lo que un profesor de calidad debe
conseguir es tener deseo de estudiar y que sus alumnos sientan el vivo deseo amoroso de saber. “No conocemos en
verdad más que aquello que amamos”, decía Goethe. Este es un aspecto difícil, ya lo sé, pero para mi fundamental.
Aquí juega un papel importante la motivación pieza esencial en la adquisición de conocimientos. Dice San Juan de la
Cruz: “Que solo la sed te guíe para encontrar la fuente“.Un buen profesor debe provocar en sus alumnos sed de
encontrar saber y no trabajadores a destajo que buscan un premio, una nota o temen un castigo. Todo cuanto se haga
en este sentido tiene un valor extraordinario en el desarrollo intelectual del alumno y es base de un perfeccionamiento
en la calidad de la educación.

Un profesor de calidad debe ser siempre, ¡siempre! por muchos años que tenga un aprendiz, pero no sólo de los libros,
sino de sus alumnos. Un profesor debe aprender todos los días de sus alumnos. Claro es que no podrá hacerlo si todas
sus clases son magistrales, si sólo habla él y los alumnos no hacen más que contestar preguntas por escrito. Pero si el
profesor ha introducido en el aula la metodología participativa, sus clases serán siempre un precioso diálogo, en el cual,
si el profesor sabe hacerlo, intervendrán todos los alumnos. (Yo lo he hecho durante muchos años). Esto no quiere decir
que el profesor no haga una exposición, en el momento que crea oportuno, no muy larga y que debe ser un modelo de
exposición, porque, entre otras cosas, está enseñando el modo de exponer bien.

Un profesor de calidad ha de tener imaginación. Veo con frecuencia que la imaginación tiene mala prensa entre algunos
educadores y creo que es porque se le interpreta mal. Suprimid la imaginación y de un golpe nos habremos cargado la
poesía, la investigación, entre otras cosas. A mi me gusta ver que un profesor siente la poesía, el arte, y es
investigador. Hay miedo a la palabra investigador.

4.3. El profesor es un investigador


Un profesor de calidad debe ser investigador y hacer que sus alumnos investiguen ¡sin miedo! Hay que fomentar la
creatividad, lo cual lleva consigo libertad de actuación, no tenerlos siempre sometidos a un control riguroso, no tenerlos
sólo sometidos a buscar saberes siguiendo al pie de la letra lo que el profesor o el libro de texto dice. Quiero fijarme en
otro aspecto. Todo educador debe sentir profundamente la grandeza de su profesión. No debe importarle que una

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sociedad miope no la reconozca. Un escritor inglés me preguntaba: ¿Qué es la vulgaridad? Y contestaba: “Estar ante la
grandiosidad y no reconocerla”. Por eso un profesor de calidad debe sentir la grandeza de su profesión, de su quehacer
diario y no caer en la vulgaridad de no reconocerlo. No concibo un educador vulgar, a no ser que se haya parado un
rato a pensar en la grandeza de su quehacer. Porque si lo ha hecho y tiene vocación se convencerá pronto de esta
grandeza y no podrá entrar en su vida la vulgaridad.

Para mí un colegio estatal o no estatal, de una gran capital o de un pueblecillo de pocos habitantes, tiene siempre una
grandeza, porque allí, en el colegio que sea, se está ayudando diariamente al desarrollo de la personalidad de unos
alumnos que serán los hombres, las mujeres constituyentes de la sociedad dentro de pocos años. Allí la grandeza
existe, sólo falta reconocerla y servirla.¿Más cualidades que yo señalaría en un profesor de calidad? Todavía hay varias
pero no quiero terminar sin señalar una a la corrientemente no se le da mucha importancia y es tener sentido del tiempo
cualitativo: no perder el tiempo, aprovechar el tiempo.

5. Saber hacer

5.1. El tiempo y el ritmo


Debemos fijarnos en que toda la actividad humana tiene un ritmo propio, un tempo determinado. En música diríamos
allegro, andante, moderato. Un autor musical tiene muy en cuenta esto si desea componer una obra con armonía. Un
profesor enamorado de su profesión, artista de la educación, también debe tener en cuenta los tiempos de su actuación
con sus alumnos. Un músico no puede componer una obra repitiendo varios adagios, varios allegros, etc. Sería una
pieza monótona. El arte consiste en elegir y armonizar los tiempos, pero a mi juicio donde se ve al gran artista es en los
tempos lentos. Cuando se realiza una actividad deprisa, si se hace mal, se puede disimular, por la prisa con que se ha
hecho. Si una cosa es muy fácil y se hace despacio, no tiene mérito. Pero cuando se hace una cosa muy difícil,
despacio, ahí es donde debe estar la máxima perfección. La profundización requiere normalmente un tiempo lento. No
olvidemos que en Beethoven lo más sublime son sus tempos lentos.

El educador debe saber qué ritmo ha de tener en cada momento de su actuación, pero sobre todo ha de cuidar el
tiempo lento, sin perdedor la paciencia, sin asustarse, sabiendo ver los detalles que hay en la relación profesor-alumno
en cada instante, poniendo en ellos la máxima ilusión, yo diría que recreándose en la suerte, como hace un buen torero
al dar un natural con tempo pausado. Creo que la educación tiene que ver más con el tiempo que con el espacio.

5.2. Calidad: eficacia e ilusión


Ahora bien: Un profesor puede tener una serie de cualidades por las que se le considera como un profesor de calidad.
Pero ha de saber utilizarlas para conseguir buenos rendimientos, en definitiva para que sea eficaz. He aquí una
cualidad a la que se debe atender mucho para formar buenos profesores: la eficacia. La palabra eficacia es una de que
han perdido su significación de tanto usarla. Se ha desgastado. Todo ser natural tiene una generación, un abrirse, que
hace que al final se presente como un ser constituido. Entonces es verdaderamente, y tiene unas características
peculiares. Si el proceso de generación se corta, si no se cumple del todo, el ser no se constituye, queda un resto

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informe, que no es, que se disgrega con rapidez. En la naturaleza, los seres no son hasta que no han acabado su
proceso generacional. Entonces tienen una estructura y una serie de operaciones propias. Lo mismo diremos de todo
tipo de realizaciones humanas: primero se tiene una idea del proyecto, se imagina, y se convierte en el fin de nuestra
actuación. Después hay que hacerlo realidad, para lo cual existe un proceso como el que se da en el ser natural: se
desarrolla la actividad, pero la idea no se da plenamente hasta que no está acabado el proceso, y la imagen se ha
hecho realidad. Cuando así sucede, solamente entonces, tenemos una labor hecha, hemos sido eficaces.

El empleo de la fuerza es muchas veces necesario, para hacer las cosas, pero se puede haber trabajado y no ser
eficaz. El esfuerzo es imprescindible para alcanzar el fin, pero si no se ha terminado lo que pretendíamos, no se ha sido
eficaz. Podemos trazar un proyecto mejor o peor, pero una vez esbozado éste, hay que llevarlo hasta su acabamiento,
porque si no todas nuestras energías habrán caído en el vacío. Vemos por tanto, que para ser eficaces hemos de
hacer, y subraye este verbo por la importancia que tiene, ya que si no, podríamos quedarnos sin alcanzar lo que
pretendíamos, lo que imaginábamos: con una materia a medio moldear. Yo diría que lo primero que se requiere para
ser eficaces es poner mucha ilusión, pero no una ilusión caprichosa, sino un entusiasmo que nos lleve a emprender la
tarea con sentido de trascendencia. Debemos darnos cuenta de que la educación se extiende a la vida. Que cientos de
chicos serán mañana miembros de una sociedad en la que influirán con su personalidad fuerte, y los educadores nos
recreamos como se recrea el artista en la obra que ha comenzado y ha terminado totalmente.

5.4. Formación contínua


Conseguir una calidad permanente del profesor no requiere sólo a atender a su formación mientras está realizando sus
estudios, ha de atenderse a una formación continuada del profesor. Esto es lo que hace la escuela que me honro en
dirigir y que tiene establecida desde que terminó la primera promoción la “Formación Continuada”.

6. Conclusión
Querer mejorar la calidad de la educación cambiando sólo estructuras externas, creo que es un error. Hay que mejorar
a la pieza fundamental de la educación, de valor inestimable, el profesor, en su aspecto más íntimo y esto no
queriéndolo fabricar en serie, a troquel, sino ayudándole para conseguir una personalidad recia, fuerte, originada por el
desarrollo de todas las cualidades indicadas y otras que todavía podría señalar. Que esto no es fácil, ya lo sé pero ¿hay
algo fácil que merezca la pena?

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