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VIRGEN MARÍA

María Santísima, hija de San Joaquín y Santa Ana por especial favor de Dios, nació en Jerusalén, y
cuando tuvo tres años fue llevada por sus padres al templo de esa ciudad para ser presentada al
Señor y entregada a su servicio, viniendo a ser entre todas las doncellas el mayor ejemplo de
santidad y modestia. La Iglesia celebra el 21 de Noviembre la Presentación de la Santísima Virgen
en el Templo.
Allí la Niña María aprendió a hilar lana y lino, a labrar las vestiduras sacerdotales y demás objetos
para el culto santo; leía con suma atención las divinas escrituras y con encendido amor, aunque sin
ninguna ceremonia exterior hizo voto perpetuo de guardar su pureza virginal. En ese entonces debía
tener ya más de doce años, pues en esta edad era cuando se permitía a las jóvenes judías hacer
votos valederos.
Sabemos por la revelación y el magisterio de la Iglesia, que en Ella, la gracia divina se adelantó a la
naturaleza viciada; que ningún hálito impuro la contaminó jamás; que sola Ella, entre todas las hijas
de Adán, por un milagro de preservación redentora, fue preservada del universal contagio del pecado
original; Dios pareció haber agotado los tesoros inmensos de su omnipotencia, para embellecer y
santificar su alma; y que la fidelidad perfecta de la Virgen, correspondiendo con exacta cooperación
a los continuos llamamientos de la gracia, acumuló en sí méritos sobrenaturales sobre toda otra
humana medida e hizo de Ella la más bella, la más sublime y santa entre todas las puras criaturas
salidas de las manos del Creador.
VIRGEN DEL FÁTIMA

Cada 13 de mayo se celebra en todo el mundo la Fiesta de la Virgen de Fátima, en memoria de su primera aparición en
las colinas de Cova de Iría (Portugal) en 1917.

Este año el Papa Francisco viajó a Fátima por los 100 años de las apariciones y la canonización de los pastorcitos
Francisco y Jacinta Marto.

“No tengáis miedo. No os hago daño”, dijo la Virgen María el día de la primera aparición a Lucía, Jacinta y Francisco, los
niños pastores que contemplaban a una señora vestida de blanco, más brillante que el sol.

Después de decirles, entre otras cosas, que era del cielo y de pedirles que volvieran a ese lugar seis meses seguidos el
día 13 a la misma hora, la Madre de Dios les preguntó:

“¿Queréis ofreceros a Dios para soportar todos los sufrimientos que Él quisiera enviaros como reparación de los pecados
con que Él es ofendido y de súplica por la conversión de los pecadores?"

Los pequeños le respondieron que sí querían. A lo que la Virgen les advirtió que tendrían que sufrir mucho, pero que la
gracia de Dios los fortalecería.

La Señora abrió sus manos y les comunicó una luz que los invadió. Cayeron de rodillas y repitieron humildemente:
“Santísima Trinidad, yo te adoro. Dios mío, Dios mío, yo te amo en el Santísimo Sacramento”.

La Virgen de Fátima finalmente les dijo: “Rezad el rosario todos los días para alcanzar la paz del mundo y el fin de la
guerra”. Luego se elevó.

Los siguientes meses los niños acudieron las veces que la Virgen los llamaba, pero tuvieron que pasar por burlas,
calumnias, amenazas y la cárcel por la incomprensión de la gente. Poco después Francisco y Jacinta fallecieron con
dolorosas enfermedades.

Con el tiempo la Iglesia reconoció las apariciones milagrosas y la devoción a la Virgen de Fátima se expandió por todo el
mundo.

San Juan Pablo II consagró Rusia al Inmaculado Corazón de María, tal como había sido el pedido de la Madre de Dios y
beatificó a los videntes Jacinto y Francisca en el 2000 con la presencia de Sor Lucía, quien falleció en el 2005.

Oraciones que la Virgen de Fátima enseñó a los niños


Sor Lucía cuenta en la “cuarta memoria” que la Virgen, en la aparición del
13 de julio de 1917, les recomendó:

“Sacrificaos por los pecadores, y decid muchas veces, en especial cuando


hagáis algún sacrificio: Oh Jesús, es por vuestro amor, por la conversión
de los pecadores y en reparación por los pecados cometidos contra el
Inmaculado Corazón de María”.

Luego María insistió:

“Cuando recéis el rosario decid, al final de cada misterio: Oh Jesús mío,


perdonadnos, libradnos del fuego del infierno, llevad al Cielo a todas las
almas, especialmente las más necesitadas de vuestra misericordia”.

Las apariciones del Ángel de Portugal (1916)


En la Portugal rural del 1917 no es inusual el ver a los niños llevando a sus
rebaños a pastorear. Esto es lo que los niños de la familia Marto y Santos,
todos primos, hacían en estos días. Casi siempre eran Lucía Santos,
Francisco Marto y su hermana Jacinta, los que con gusto tomaban esta
responsabilidad, agradecidos por la suerte de estar al aire libre y de jugar
mientras las ovejas pastoreaban en silencio. Ellos llevaban a pequeños
grupos de ovejas a pastorear en parcelas pertenecientes a sus padres en
diferentes partes de la sierra, el altiplano en el que se encontraba el
pueblecito de Fátima (donde se encontraba la Iglesia parroquial ) y Aljustrel
(donde vivían los niños). Dos miradores favoritos eran las colinas que
miraban a Aljustrel, cerca de un campo llamado Loca do Cabeço (Lugar de
la Cabeza) y la Cova da Iria (Ensenada de Irene) a una corta distancia de
Fátima. En estos lugares ocurrieron las apariciones que cambiarían el curso
de la vida de estos niños y de la historia del siglo XX.

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