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Actos de Habla

(https://plato.stanford.edu/entries/speech-acts/)

Traducción de Santiago Cobo1

Estamos en sintonía en las conversaciones cotidianas, no principalmente con las frases que
nos pronunciamos unos a otros, sino con los actos de habla que se utilizan para realizar:
peticiones, advertencias, invitaciones, promesas, disculpas, predicciones y cosas por el estilo.
Desde entonces, la "teoría del acto del habla" ha adquirido influencia no sólo en la filosofía,
sino también en la lingüística, la psicología, la teoría jurídica, la inteligencia artificial, la
teoría literaria y el pensamiento feminista, entre otras disciplinas académicas.2 El
reconocimiento de la importancia de los actos del habla ha iluminado la capacidad del
lenguaje para hacer otras cosas que no sean la descripción de la realidad. En el proceso, los
límites entre la filosofía del lenguaje, la filosofía de la acción, la estética, la filosofía de la
mente, la filosofía política y la ética se han vuelto menos marcados. Además, la apreciación
de los actos de habla ha ayudado a desnudar una estructura normativa implícita en la práctica
lingüística, incluida incluso la parte de esta práctica relativa a la descripción de la realidad.
Gran parte de las investigaciones recientes apuntan a una caracterización precisa de esta
estructura normativa que subyace a la práctica lingüística.

• 1. Introducción
• 2. El contenido, la fuerza y la forma en que el “decir” puede hacer que “sea”
2.1 La independencia de la fuerza y del contenido
2.2 ¿Puede ser el decir?
2.3 Teorías de la Performatividad
• 3. Aspectos de la fuerza ilocutoria
3.1 Dirección de ajuste
3.2 Condiciones de Satisfacción
3.3 Siete componentes de la fuerza ilocutoria
3.4 Fuerza directa e indirecta
• 4. Estado de ánimo, fuerza y convención

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4.1 Convencionalismo de la fuerza
4.2 Especies Biosemánticas de la de Fuerza Convencionalismo
4.3 Una alternativa intencionalista al convencionalismo forzado
5. Altavoz-Manifestación y fuerza
5.1 Relato de Grice sobre el significado del orador
5.2 Objeciones a Grice
5.3 La fuerza como aspecto del significado del hablante
• 6. Fuerza, normas y conversación
6.1 Actos de habla y conversaciones
6.2 Actos de habla y puntuación
• 7. Los indicadores de fuerza y el lenguaje lógicamente perfecto
• 8. ¿Tienen lógica los actos de habla?
• 9. Actos de habla y asuntos sociales

1. Introducción

La Teoría de las Descripciones de Bertrand Russell fue un paradigma para muchos filósofos
en el siglo XX. Una razón es que sugirió una manera de responder a problemas filosóficos
de larga data mostrándoles que son engañosos. Russell argumentó que frases como "El actual
rey de Singapur es calvo" y "El cuadrado redondo es imposible" poseen formas gramaticales
superficiales que inducen a error en cuanto a su estructura lógica subyacente. Al hacerlo,
demostró que tales frases pueden tener sentido sin que esto nos obligue a plantear a los
actuales monarcas singapurenses o cuadrados redondos. Muchos filósofos (en lo que llegó a
conocerse como el movimiento del Lenguaje Ordinario) se inspiraron en este logro para
argumentar que los problemas filosóficos clásicos (por ejemplo, el libre albedrío, la relación
de la mente con el cuerpo, la verdad, la naturaleza del conocimiento, y el bien y el mal)
también se basaban en un malentendido del lenguaje en el que se formulan estos problemas.
En Cómo hacer cosas con palabras, J.L. Austin, por ejemplo, escribe:

...en los últimos años, muchas de las cosas que alguna vez habrían sido aceptadas sin
cuestionamiento como "declaraciones", tanto por filósofos como por gramáticos, han sido
escudriñadas con nuevo cuidado... Se ha llegado a la conclusión común de que muchas de las
expresiones que parecen declaraciones no están destinadas en absoluto, o sólo lo están en
parte, para registrar o impartir información directa sobre los hechos... A lo largo de estas
líneas ya se ha demostrado que muchas perplejidades filosóficas tradicionales han surgido a

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través de un error -el error de tomar como declaraciones directas de hechos que son (de
manera interesante y no gramatical) disparatadas o que pretenden ser algo muy diferente.
Independientemente de lo que pensemos de cada uno de estos puntos de vista y sugerencias...
no cabe duda de que están produciendo una revolución en la filosofía. (Austin 1962, pp. 1-2)

El movimiento del Lenguaje Ordinario, con su amplio reclamo de que el significado de una
expresión debe ser igualado con su uso, y su deseo de trascender las perplejidades filosóficas
tradicionales, no logró la revolución de la que habla Austin. Sin embargo, uno de sus legados
perdurables es la noción de un acto de habla.

Una forma de apreciar las características distintivas de los actos de habla es en contraste con
otros fenómenos bien establecidos dentro de la filosofía del lenguaje y la lingüística. Por
consiguiente, en esta entrada consideraremos las relaciones entre los actos de habla y:
contenido semántico, estado de ánimo gramatical, significado del orador, lenguajes
lógicamente perfectos, perlocuciones, performativos, presuposiciones e implicaciones. Esto
nos permitirá situar los actos de habla dentro de su nicho ecológico.

En la Introducción, cerramos la expresión 'teoría del acto del habla' entre comillas. Una cosa
es decir que los actos de habla son un fenómeno de importancia para los estudiantes de lengua
y comunicación; otra cosa es decir que tenemos una teoría de ellos. Mientras que, como
veremos más adelante, somos capaces de situar los actos de habla dentro de su nicho, tener
una teoría de ellos nos permitiría explicar (en lugar de simplemente describir) algunas de sus
características más significativas. Considere un caso diferente. Gran parte de la teoría
semántica merece su nombre: por ejemplo, con la ayuda de herramientas teóricas, nos ayuda
a diferenciar entre buenos y malos argumentos redactados en un lenguaje ordinario. Por el
contrario, es menos claro que la "teoría del acto del habla" tenga credenciales comparables.
Una de esas credenciales sería una delineación de las relaciones lógicas entre los actos de
habla, si es que las hay. Para ello, considero brevemente la posibilidad, prevista por algunos,
de una "lógica ilocutoria". Por razones similares, concluyo con una discusión sobre la
relación entre los actos de expresión y los debates actuales sobre la libertad de expresión.

2. El contenido, la fuerza y la forma en que el “decir” puede hacer que “sea”

Mientras que un acto de habla (sin comillas) es cualquier acto de pronunciar3 palabras
significativas, 'acto de habla' (con comillas) es un término de arte. Como primera
aproximación, los actos de habla son aquellos actos que pueden (aunque no necesariamente)
realizarse diciendo que se está haciendo. En esta concepción, renunciar, prometer, afirmar
y preguntar son todos actos de discurso, mientras que convencer, insultar y crecer seis

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pulgadas no lo son. Se puede, por ejemplo, renunciar diciendo "renuncio", aunque también
se puede renunciar de una posición sin decirlo. Sin embargo, esta concepción intuitiva es
demasiado inclusiva, ya que también cuenta el susurro como un acto de habla, aunque uno
pueda susurrar una cadena de palabras sin sentido sin significado alguno. En cambio, una
caracterización más precisa de los actos de habla se basa en la noción de Grice del significado
del hablante. Esta noción se discute más adelante en la Sección 6, pero por ahora es suficiente
notar que, al mirar mi reloj, podría estar tratando de decir la hora; o podría estar tratando de
indicarle que es hora de que nos vayamos. La segunda (pero no la primera) es un caso de
significado de hablante.

En consecuencia, ahora podemos decir que los actos de habla son casos donde las palabras
que tienen sentido pueden (pero no es necesario) ser realizadas por oradores que expresan
(mediante palabras con significado/sentido), aquello que están (o uno está) haciendo. En esta
concepción todavía cuenta como actos de discurso el renunciar, prometer, afirmar y
preguntar, mientras que descarta el convencer, insultar y crecer seis pulgadas. Tiene la virtud
adicional de descartar el caso del susurro, lo que se puede hacer sin que el hablante signifique
nada y, por lo tanto, no es un acto de habla (aunque, por supuesto, algunos actos de habla se
pueden realizar a nivel de susurro). Es más, los actos de habla no implican esencialmente el
lenguaje: pujar, prometer, renunciar y desafiar son todos actos que se pueden hacer sin
palabras. Nuestra caracterización de los actos de habla capta este hecho al enfatizar el
significado del hablante en lugar de la pronunciación de cualquier palabra.

Por lo tanto, los actos de habla también deben distinguirse de los actos performativos.
'performativo' es otro término técnico, y como se usa aquí, se refiere en primera instancia a
una especie de oración. Una frase performativa es en primera persona y tiempo presente.
Asimismo, es un estado de ánimo indicativo que describe a su interlocutor realizando un acto
de habla. Cuando yo afirmo que, por ejemplo, "George es el culpable", estoy diciendo una
frase performativa de esta prueba. Como hemos visto, uno puede realizar un acto de habla
sin pronunciar una palabra o un acto performativo. Además, puesto que es meramente un tipo
de oración, uno puede pronunciar un acto performativo sin realizar un acto de habla. Por
ejemplo, mientras hablo en sueños podría decir: "Prometo subir a la Torre Eiffel", sin hacer
ninguna promesa. También podemos definir una expresión performativa como la expresión
de una frase performativa que también es un acto de habla.

Más nomenclatura: 'acto de habla' e 'ilocución' se utilizarán aquí como sinónimos. Este último
término se debe a Austin, que utilizó la "fuerza ilocutoria" para referirse a una dimensión de
los actos de habla. (Hoy en día también es común usar 'ilocución' como verbo que significa
'realizar un acto de habla'). La razón de Austin para usar la "fuerza" comienza con la
observación de que, el significado comunicativo de un acto puede estar subdeterminado por
lo que se ha dicho o hecho de manera observable. Por ejemplo, realizo la acción de inclinarme

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profundamente ante ustedes. Hasta ahora usted no sabe si estoy pagando obediencia,
respondiendo a la indigestión, o buscando una lente de contacto que se ha extraviado. Así
también, una expresión de una oración significativa (que Austin llama un acto locutorio)
como 'Serás más puntual en el futuro', puede dejarte preguntándote si estoy haciendo una
predicción o emitiendo una orden o incluso una amenaza. La pregunta coloquial es "¿Cuál es
la fuerza de esas palabras?” Al hacer esta pregunta, reconocemos que comprendemos el
significado de esas palabras, pero tratamos de saber cómo debe entenderse ese significado:
si como una amenaza, como una predicción o como una orden.

O eso parece. En un primer desafío a Austin, Cohen (1964) argumenta que la noción de fuerza
ilocutoria es ociosa siempre y cuando ya tengamos establecida la noción del significado de
una oración (el significado locucional de Austin). Cohen sostiene que para una frase
performativa, como "Prometo leer esa novela", el significado de esa frase ya garantiza que
es una promesa. Por otro lado, para una frase que no es performativa, como "Leeré esa
novela", si se entiende que se utiliza para hacer una promesa, la promesa sigue implícita en
el significado de la frase. En cualquier caso, concluye Cohen, lo que significa que ya
garantiza la fuerza y, por lo tanto, no necesitamos una noción extra-semántica para hacerlo.

El razonamiento de Cohen asume que cualquier expresión de 'Prometo leer esa novela' es una
promesa. Pero como hemos visto en el caso del sonámbulo, ni una frase, ni siquiera la
expresión de una frase, es suficiente por sí sola para la realización de un acto de habla, ya sea
una promesa o cualquier otra cosa. En un espíritu similar al de Cohen, Searle (1968, p. 407)
observa que una declaración seria y literal de ‘prometo leer esa novela’, hecha bajo lo que él
llama "condiciones de una declaración exitosa", también cuenta como una promesa. Searle
concluye que algunos actos locucionales son también actos ilocutivos, y deduce de ello que,
a su vez, para algunas sentencias, su significado locucional determina su fuerza ilocutoria.
Esta última inferencia es, sin embargo, no secuencial. Como hemos visto, el significado de
la frase mencionada no determina la fuerza ilocutoria con la que se pronuncia. Más bien,
cuando esa frase se pronuncia de tal manera que constituye una promesa, lo que determina
esa fuerza es el significado de la frase junto con factores tales como la seriedad de la persona
que la pronuncia y otras condiciones contextuales que se cumplen.

Por lo tanto, podemos estar de acuerdo con Searle en que algunos actos locucionales son
también actos ilocutivos, sin perder de vista nuestra observación anterior de que el
significado locucional subdetermina la fuerza ilocucional. Este hecho sobre la
subdeterminación está implícito en la Tesis de Davidson sobre la Autonomía del Significado
Lingüístico, según la cual, una vez que un poco de lenguaje ha adquirido un significado
convencional, puede ser utilizado para una variedad de propósitos extra lingüísticos
(Davidson, 1979). Green 1997 argumenta que la Tesis de Autonomía de Davidson necesita
ser calificada de tal manera que reconozca las frases que tienen la característica de que si son

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usadas en un acto de habla, entonces hay al menos una fuerza ilocutoria que su pronunciación
debe tener. Incluso a la luz de esta versión calificada de la Tesis de Autonomía, lo máximo
que se puede decir de ella, `prometo escalar la Torre Eiffel', es que está diseñada para ser
usada para hacer promesas, así como los sustantivos comunes están diseñados para ser usados
para referirse a las cosas y los predicados están diseñados para caracterizar a las cosas a las
que se refieren. Más adelante (Sección 6.3) consideraremos la opinión de que la fuerza es un
componente del significado, aunque no del significado de una frase.

2.1 La independencia de la fuerza y del contenido

Volvamos, pues, a la aclaración de nuestra distinción entre lo que dice una orador y la fuerza
de su declaración. Una frase gramatical compuesta de palabras significativas es comúnmente
pensada para expresar un "contenido", el cual es determinado por lo que esa frase literalmente
significa junto con las características del contexto de la expresión. Supongamos que le digo
a alguien en un metro lleno de gente: "Estás parado sobre mi pie". Lo más probable es que
esté tratando de transmitir el mensaje de que debe moverse. Sin embargo, lo que digo
literalmente es que el destinatario en cuestión está parado sobre mi pie. Este es el contenido
de mi declaración. Muchas, si no la mayoría de las expresiones de las oraciones gramaticales
compuestas de palabras significativas expresan más que el contenido de esas oraciones. Los
pragmáticos, sin embargo, suelen distinguir el contenido de otros aspectos del significado
transmitidos por una expresión. En esta forma de pensar, dos frases intertraducibles de
diferentes idiomas expresarán el mismo contenido, y ciertas transformaciones de una frase
dentro de un idioma son comúnmente consideradas para expresar el mismo contenido. Así,
'María vio a Juan', y 'Juan fue visto por María', expresará el mismo contenido incluso si el
uso de uno de ellos por parte de un orador en lugar de otro lleva consigo una sugerencia
distintiva. Para las frases indicativas, tales contenidos se denominan típicamente
Proposiciones. (En lo que sigue capitalizaré este término para significar que es en parte
técnico). Las proposiciones, entonces, son el contenido de las oraciones indicativas, son lo
que dichas oraciones expresan, y, además, a menudo se piensa que son los principales
portadores del valor de la verdad. Es decir, la frase, "Está nevando", es verdadera sólo en la
medida en que la Proposición, que está nevando, es verdadera. En lo que sigue,
permaneceremos neutrales en cuanto a la conceptualización apropiada de las Proposiciones.
Si las Proposiciones son conjuntos de mundos posibles, n-tuplas ordenadas, o un tercer tipo
de entidad, no hará ninguna diferencia en nuestras consideraciones sobre los actos de habla.

La fuerza ilocutoria y el contenido semántico a menudo se consideran distintos, no sólo en la


forma en que la mano izquierda y la derecha son distintas, sino más bien por el hecho de caer
en categorías diferentes. Stenius 1967 aclara esta distinción, señalando que en el lenguaje
químico, un radical es un grupo de átomos normalmente incapaces de existir
independientemente, mientras que un grupo funcional es la agrupación de esos átomos en un

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compuesto que es responsable de ciertas propiedades de ese compuesto. Análogamente, a
menudo se comenta que una Proposición es en sí misma comunicativamente inerte. Por
ejemplo, el mero hecho de expresar la Proposición de que está nevando no es hacer un
movimiento en un "juego de lenguaje". Más bien, tal movimiento sólo se hace al presentar
una Proposición con una fuerza ilocutoria tal como aseveración, conjetura, orden, etc. La
analogía química obtiene más apoyo del hecho de que así como un químico puede aislar los
radicales mantenidos en común entre varios compuestos, el estudiante de lenguaje puede
aislar un elemento común mantenido entre '¿Está la puerta cerrada', 'Cierra la puerta' y 'La
puerta está cerrada'. Este elemento común es la Propuesta de que se cierre la puerta,
cuestionada en la primera frase, ordenada que se haga realidad en la segunda, y afirmada en
la tercera. Según la analogía química, entonces:

Fuerza ilocutoria: Contenido de la proposicional:: grupo funcional: radical

A la luz de esta analogía podemos ver, siguiendo a Stenius, que así como el agrupamiento de
un conjunto de átomos no es en sí mismo otro átomo o conjunto de átomos, así también el
envío de una Proposición con una fuerza ilocutoria particular no es en sí mismo un
componente más del contenido proposicional.

Alentado por la analogía química, un principio central en el estudio de los actos de habla es
que el contenido puede permanecer fijo mientras la fuerza varía. Otra forma de decirlo es que
el contenido del acto comunicativo de uno mismo determina la fuerza de ese acto. Por eso,
por el hecho de que alguien haya dicho: "Serás más puntual en el futuro", no podemos inferir
la fuerza de la expresión. La fuerza de una expresión también subestima su contenido: Sólo
por el hecho de que una oradora haya hecho una promesa, no podemos deducir lo que ha
prometido hacer. Por estas razones, los estudiantes de actos de habla sostienen que un acto
comunicativo dado puede ser analizado en dos componentes: fuerza y contenido. Mientras
que la semántica estudia los contenidos de los actos comunicativos, la pragmática estudia su
fuerza.

La distinción fuerza/contenido también encuentra paralelismos en nuestra comprensión de la


mentalidad. Los actos de habla no son sólo movimientos en un "juego de lenguaje". A
menudo también pretenden expresar estados de ánimo con propiedades estructurales
análogas. Una afirmación de que está nevando expresa, o pretende expresar, la creencia del
orador de que está nevando. Una promesa de leer Middlemarch expresa, o pretende expresar,
la intención del orador de leer Middlemarch. Encontramos evidencia para estas relaciones en
el hecho de que es en cierto sentido absurdo decir: "Está nevando, pero no creo que lo esté",
y "Prometo leer Middlemarch, pero no tengo intención de hacerlo". Además, así como
podemos distinguir entre una afirmación y lo que se afirma (la llamada "ambigüedad ing/ed"

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para verbos como "afirmación"), y una promesa de lo que se promete, también podemos
distinguir entre un estado de creencia y lo que se cree, y un estado o acto de intención y lo
que se pretende. Searle 1983 delinea analogías estructurales entre los actos del habla y los
estados mentales que expresan. Pendlebury 1986 explica sucintamente los méritos de este
enfoque.

A pesar de estas analogías estructurales, podemos preguntarnos por qué una elucidación de
la noción de fuerza es importante para una teoría de la comunicación. El hecho de que A sea
un componente importante de la comunicación y que A no determine a B no justifica la
conclusión de que B sea un componente importante de la comunicación. El contenido
también subdetermina el nivel de decibelios en el que hablamos, pero este hecho no justifica
que añadamos el nivel de decibelios a nuestro repertorio de conceptos básicos para la
pragmática o la filosofía del lenguaje. ¿Por qué debería pensarse que la fuerza es más digna
de ser admitida en este conjunto de conceptos básicos que el nivel de decibelios? Una razón
para una asimetría en nuestro tratamiento de la fuerza y el nivel de decibelios es que el
primero, pero no el segundo, parece ser un componente del significado del hablante: La
fuerza no es un rasgo de lo que se dice sino de cómo se quiere decir lo que se dice; el nivel
de decibelios, por el contrario, es un rasgo en la mayor parte de la forma en que se dice algo.
Este punto se desarrolla en la Sección 5 más adelante.

Hemos hablado hasta ahora como si el contenido de los actos de habla debiera ser
Proposiciones, y de hecho Searle analiza rutinariamente los actos de habla como si tuvieran
la forma F (p) (p. ej., 1975, p. 344), donde "F" es el componente de fuerza y "p" el
componente de contenido Proposicional. Sin embargo, en las últimas dos décadas la
semántica lingüística ha desarrollado representaciones formales de contenidos para los otros
dos grandes estados de ánimo gramaticales además del indicativo, a saber, el interrogativo y
el imperativo. Sobre la base de los análisis de Hamblin (1958), Bell (1975), Pendlebury
(1986) y otros, una estrategia para la semántica de los interrogatorios es interpretarlos como
conjuntos de proposiciones y no como una sola proposición, en la que cada elemento del
conjunto putativo es una respuesta completa a la pregunta en cuestión. Así, el contenido
expresado por ‘¿Cuántas puertas están cerradas?” será {<Ninguna puerta está cerrada>, <Una
puerta está cerrada>...} donde la elipsis será llenada por tantas otras proposiciones como sea
razonable interpretar al que hace la pregunta como preguntar después. Llamar a este conjunto
un conjunto Interrogativo. Una respuesta completa a un interrogativo es un elemento del
conjunto mediante el cual se define; una respuesta parcial es un subconjunto de ese conjunto
que contiene dos o más barras, como en "entre dos y cuatro puertas están cerradas". En la
conceptualización actual, así como podemos distinguir entre expresar y afirmar un contenido
Propositivo, también podemos distinguir entre expresar un Interrogativo y hacer una
pregunta. Uno simplemente expresa un interrogativo en un enunciado como, 'Juan se
pregunta cuántas puertas están cerradas'. De hecho, una sola frase puede expresar dos
interrogativos sin preguntar ninguno, como en "Cuántas puertas están cerradas dependerá de

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cuántos clientes se están probando la ropa". Hacer una pregunta no es un movimiento
conversacional menos sustancial que hacer una afirmación.

De manera similar, trabajos de Hamblin (1987), Belnap (1990), Portner (2004) y otros
sugieren análisis semánticos de frases en estado de ánimo imperativo: en un enfoque, un
imperativo expresa una propiedad, y cuando un orador emite un imperativo que su
destinatario acepta, esa propiedad se agrega a su "lista de cosas por hacer", un parámetro de
lo que más tarde describiremos como puntuación conversacional (Sección 7).

A la luz de la anterior liberalización de la noción de contenido sentencial para acomodar el


contenido de las oraciones no indicativas, podemos reformular la analogía química de Stenius
de la siguiente manera:

Fuerza ilocutoria: contenido sentencial: grupo funcional: radical

Con el entendimiento de que los diferentes tipos de contenido sentencial corresponderán a


los diferentes estados de ánimo gramaticales. Esta analogía refinada requeriría a su vez que
hubiera diferentes tipos de radicales.

2.2 ¿Puede ser el decir?

En algunos casos podemos hacer que algo sea cierto diciendo que lo es. Desgraciadamente,
no puedo perder diez libras diciendo que lo estoy haciendo, ni puedo persuadirte de una
proposición diciendo que lo estoy haciendo. Por otro lado, puedo prometer encontrarme
contigo mañana pronunciando las palabras: "Prometo encontrarme contigo mañana", y si
tengo la autoridad para hacerlo, puedo incluso nombrarte para un cargo diciendo: "Por la
presente te nombro". (También puedo nombrarte sin hacer explícita la fuerza de mi acto:
Podría decir: "Ahora eres el Tesorero de la Corporación". Aquí te nombro sin decir que lo
estoy haciendo.) Sólo una autoridad competente, hablando en el momento y lugar adecuados,
puede: bautizar un barco, declarar a una pareja casada, nombrar a alguien para un puesto
administrativo, declarar abierto el procedimiento o rescindir una oferta. Austin, en How To
Do Things With Words (Cómo hacer las cosas con palabras), detalla las condiciones que
deben cumplirse para que un determinado acto de habla se lleve a cabo de manera feliz.

Los fracasos de la felicidad se dividen en dos clases: los fallos de encendido y los abusos.
Los primeros son casos en los que el acto del habla putativa no se realiza en absoluto. Si

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declaro, ante la QEII, "Declaro que este barco es el Noam Chomsky", no he logrado nombrar
nada simplemente porque no tengo la autoridad para hacerlo. Mi acto falla porque he
realizado un acto de habla pero no un acto de habla. Otros intentos de actos de discurso
pueden fallar porque su destinatario no responde con una respuesta apropiada: No puedo
apostar $100 en quién ganará la elección a menos que usted acepte esa apuesta. Si no aceptas
esa apuesta, entonces he tratado de apostar pero no he tenido éxito en apostar. Como veremos
en la Sección 9, la falta sistemática de voluntad por parte de los interlocutores de un orador
para responder con la aceptación requerida puede comprometer la libertad de expresión de
ese orador.

Algunos actos de habla se pueden realizar -es decir, no fallar- sin dejar de ser menos que
afortunados. Prometo reunirme contigo para almorzar mañana, pero no tengo la menor
intención de hacerlo bien. Aquí he prometido todo bien, pero el acto no es feliz porque no es
sincero. Mi acto es, más precisamente, un abuso porque aunque es un acto de habla, no
cumple con un estándar apropiado para actos de habla de su tipo. La sinceridad es una
condición paradigmática para la felicidad de los actos de habla. Austin previó un programa
de investigación en el que se estudiarían en detalle miles de tipos de actos de habla, con
condiciones de felicidad aclaradas para cada uno de ellos [7].

Como ha observado Sbisà 2007, no sólo puedo realizar un acto de intervención del orador
que signifique que lo estoy haciendo, sino que también puedo posteriormente prescindir ese
acto del orador que signifique que lo retiro. Parece que no puedo cambiar el pasado, así que
nada de lo que pueda hacer el miércoles puede cambiar el hecho de que hice una promesa o
afirmación el lunes. Sin embargo, el miércoles quizá pueda retractarme de una afirmación
que hice el lunes. No puedo retirar un puñetazo o un eructo; lo máximo que puedo hacer es
disculparme por una de estas infracciones, y tal vez hacer las paces. Por el contrario, no sólo
puedo disculparme o enmendar una afirmación de la que ahora me arrepiento, sino que
también puedo retirarla. Del mismo modo, permítame el miércoles retractarme de la promesa
que le hice el lunes. En ambos casos de afirmación y promesa, ya no estoy en deuda con los
compromisos que los actos de discurso engendran a pesar de que el pasado es fijo. Así como
uno puede, en condiciones apropiadas, realizar un acto de discurso por el orador, lo que
significa que lo está haciendo, así también uno puede, en las condiciones correctas,
retractarse de ese mismo acto de discurso.

2.3 Teorías de la Performatividad

Austin afirmó que los performativos no son declaraciones (1962, p. 6). Esto puede ser tomado
como la afirmación de que las oraciones performativas, incluso las que están en el estado de
ánimo gramatical indicativo, carecen de valor de verdad; o en cambio como la afirmación de

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que las expresiones de oraciones performativas, aun cuando tales oraciones tengan valor de
verdad, no son afirmaciones. Uno puede sostener consistentemente que una oración
indicativa tiene valor de verdad, e incluso que puede ser pronunciada de tal manera que diga
algo verdadero, mientras que niega que su pronunciación sea una aseveración. (Probando un
micrófono en una habitación sin ventanas, digo, "Está lloviendo," y resulta que está lloviendo
afuera. Aquí he dicho algo cierto pero no he hecho ninguna afirmación.)

Lemmon 1962 argumenta que las expresiones performativas son verdaderas porque son
ejemplos de una clase más amplia de oraciones cuya expresión garantiza su verdad. Si es
sólido, este argumento demostraría que los performativos tienen valor de verdad, pero no que
son afirmaciones. También deja sin respuesta la pregunta de por qué algunas frases verbales
como 'Te prometo' pueden ser usadas performativamente mientras que otras no pueden ser
usadas así. Sinnott-Armstrong 1994 también argumenta que los performativos pueden tener
valor de verdad sin abordar la cuestión de si también se utilizan para hacer afirmaciones.
Reimer 1995 argumenta que si bien los performativos tienen valores de verdad, no son
también afirmaciones. Adoptando una estrategia similar, Jary 2007 pretende explicar cómo
las expresiones de frases como "Te ordeno que limpies la cocina" pueden tener éxito en ser
órdenes. Al hacerlo, se basa en el análisis de Green de 2007 sobre la demostración para
argumentar que tales declaraciones muestran (en lugar de simplemente describir) la fuerza
de la declaración del orador. Porque 'show' es factivo, si tal enunciado muestra su fuerza,
entonces debe tener esa fuerza.

La mayoría de los desafíos para Austin, sin embargo, interpretan a los performativos como
afirmaciones e intentan explicar sus propiedades bajo esa luz. Ginet 1979 argumenta que los
verbos performativos ('promesa', 'nombrar', etc.) nombran los tipos de actos que uno puede
realizar afirmando que lo está haciendo, y explica por qué es así. De esta manera ofrece un
relato de cómo funcionan los performativos que depende de la suposición de que las
expresiones performativas son afirmaciones. Partiendo de esta misma premisa, Bach 1975
sostiene que 'Te ordeno que limpies la cocina' es una afirmación, y procede a explicar sobre
esta base cómo el orador también está emitiendo indirectamente una orden. Esta explicación
depende de que el orador pueda contar con la capacidad del destinatario para discernir la
intención comunicativa del orador. En trabajos posteriores, como Bach y Harnish 1978 y
1992, esta visión se afina con una noción de estandarización, de modo que una práctica
suficientemente común de emitir afirmaciones con efecto performativo permite a los
oradores y oyentes eludir el complejo razonamiento inferencial y saltar por defecto a una
conclusión sobre la ilocución que se está llevando a cabo. Reimer 1995 desafía a Bach y
Harnish sobre la base de que los oyentes no parecen atribuir fuerza asertiva a las frases
indicativas que los oradores pronuncian con efecto performativo; su crítica se trasladaría
evidentemente a la propuesta de Ginet también. En cambio, Reimer sostiene que las
expresiones performativas se basan en sistemas de lo que ella denomina convenciones
ilocutivas para lograr sus efectos performativos.

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Searle 1969 había argumentado que una fórmula performativa como "prometo..." es un
"indicador de fuerza ilocutoria" en el sentido de que es un dispositivo cuya función es hacer
explícita la fuerza de la expresión del orador. Hacer algo explícito, sin embargo, parecería
implicar caracterizar un evento o estado de cosas independiente, y como resultado el relato
de Searle presupone que los oradores pueden impregnar sus declaraciones con la fuerza de
las degradaciones y excomuniones; sin embargo, esto es lo que debía ser explicado. Al darse
cuenta de esto, en trabajos posteriores Searle y Vanderveken (1985) caracterizan a los
performativos como actos de habla con fuerza de declaración. Ejemplos no controvertidos de
este acto de discurso son la declaración de guerra o el aplazamiento de una reunión. En un
trabajo posterior (1989), sin embargo, Searle reconoció que este relato nos remite a la
cuestión de cómo ciertas expresiones llegan a tener el poder de hacer declaraciones. En esa
misma obra ofrece una respuesta a esta pregunta que depende de la opinión de que al
pronunciar una frase con un prefijo performativo, un orador manifiesta una intención de
realizar un acto de cierto tipo: al pronunciar las palabras, "te ordeno que cierres la puerta",
manifiesto una intención de ordenarte que cierres la puerta, etc. Searle también considera que
la manifestación de la intención de realizar un acto de habla es suficiente para la realización
de ese acto. Sobre esta base, Searle intenta derivar la naturaleza asertiva de los performativos,
sosteniendo que cuando se pronuncian de tal manera que dicen algo verdadero, también son
afirmaciones.

• 3. Aspectos de la fuerza ilocutoria

Austin distingue los actos ilocutivos en cinco categorías: veredictos (en los que un orador da
un veredicto, por ejemplo, absolviendo y diagnosticando), ejercicios (en los que los oradores
ejercen poderes, derechos o influencia, por ejemplo, en los que el orador no tiene derecho a
la libertad de expresión), comisarios (en los que los oradores se comprometen con causas o
cursos de acción, por ejemplo, prometer y apostar), comportamentales (en relación con las
actitudes y el comportamiento social, por ejemplo, pedir disculpas y brindar), y expositivos
(en los que los oradores aclaran la forma en que sus expresiones encajan en las líneas de
razonamiento, por ejemplo, postulando y definiendo).

Austin deja claro que no encuentra su taxonomía satisfactoria, y Searle critica la taxonomía
de Austin por dos razones centrales. Primero, la metodología de Austin es excesivamente
lexicográfica, asumiendo que podemos aprender sobre el alcance y los límites de los actos
ilocutivos estudiando verbos ilocutivos en inglés u otros idiomas. Sin embargo, observa
Searle, nada excluye la posibilidad de que existan actos ilocutivos que no estén nombrados
por un verbo en un idioma en particular, como el swahili o el bengalí, o de hecho en cualquier

12
otro idioma; del mismo modo, dos verbos ilocutivos no sinónimos pueden nombrar uno y el
mismo acto ilocutivo.

Segundo, Searle argumenta que los principios de distinción entre las categorías de Austin son
poco claros. Por ejemplo, los comportamientos parecen ser un grupo heterogéneo con poco
principio unificador. De manera similar, `describir' aparece tanto como un veredicto como
un expositivo, mientras que uno esperaría que las categorías taxonómicas fueran mutuamente
excluyentes. De manera más general, el breve relato de Austin sobre cada una de las
categorías no explica por qué esta manera de delinearlas lo hace a lo largo de sus
características más fundamentales. Searle ofrece una nueva categorización de los actos de
habla basada en principios de distinción relativamente claros. Para apreciar esto ayudará a
explicar algunos de los conceptos básicos que utiliza para este propósito.

3.1 Dirección de Ajuste

Consideremos un ejemplo derivado de Anscombe (1963): una mujer envía a su marido a la


tienda de comestibles con una lista de cosas para comprar; sin que él lo sepa, también está
siendo seguido por un detective preocupado por hacer una lista de lo que el hombre compra.
Para cuando el esposo y el detective están en la cola de la caja, sus dos listas contienen
exactamente los mismos artículos. El contenido de las dos listas es idéntico, pero difieren en
otra dimensión. Para el contenido de la lista del marido, guíe lo que pone en su carrito de
compras. En este sentido, su lista muestra la dirección del ajuste de un mundo a otro: Es, por
así decirlo, el trabajo de los artículos en su carrito para ajustarse a lo que está en su lista. Por
el contrario, el trabajo de la lista del detective es conformarse con el mundo, en particular
con lo que está en el carro del marido. Como tal, la lista del detective tiene una dirección de
encaje de palabra a mundo: Es responsabilidad de esas palabras ajustarse a cómo son las
cosas. Los actos de habla como las afirmaciones y predicciones tienen una dirección de ajuste
de palabra a mundo, mientras que los actos de habla como los comandos tienen una dirección
de ajuste de mundo a palabra.

No todos los actos de habla parecen tener dirección de ajuste. Puedo darle las gracias diciendo
"Gracias", y hay un amplio consenso en que dar las gracias es un acto de discurso. Sin
embargo, agradecer parece no tener ninguna de las direcciones de ajuste que hemos discutido
hasta ahora. Del mismo modo, preguntar quién está en la puerta es un acto de discurso, pero
no parece tener ninguna de las dos direcciones de ajuste que hemos mencionado hasta ahora.
Algunos responderían interpretando las preguntas como una forma de imperativo (por
ejemplo, "¡Dime quién está en la puerta!"), y luego atribuyendo a las preguntas la dirección
de encaje característica de los imperativos. Esto deja intactos, sin embargo, casos banales
como dar las gracias o incluso, "¡Hurra por el Arsenal!" Algunos autores, como Searle y

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Vanderveken 1985, describen tales casos como de dirección de ajuste "nula". Esa
caracterización es evidentemente distinta de decir que tales actos de habla no tienen ninguna
dirección de encaje en absoluto [8].

La dirección del ajuste tampoco es tan fina como para permitirnos distinguir los actos de
habla que merecen un tratamiento diferente. Considere la posibilidad de afirmar que el centro
de la Vía Láctea está habitado por un agujero negro, en lugar de conjeturar que el centro de
la Vía Láctea está tan habitado. Estos dos actos están sujetos a normas diferentes: La primera
pretende ser una manifestación de conocimiento, mientras que la segunda no lo es. Esto se
sugiere por el hecho de que es apropiado responder a la afirmación con: "¿Cómo lo sabes?".
(Williamson 1996), aunque esa no es una respuesta apropiada a la conjetura (Green 2009).
Sin embargo, tanto la afirmación como la conjetura tienen una dirección de encaje de palabra
a mundo. ¿Podría haber otras nociones que nos permitan marcar las diferencias entre los actos
de habla con la misma dirección de ajuste?

3.2 Condiciones de satisfacción

Una sugerencia podría provenir de la noción conexa de condiciones de satisfacción. Esta


noción generaliza la de verdad. Como vimos en el punto 2.3, es interno a la actividad de
afirmación que su objetivo es captar cómo son las cosas. Cuando una afirmación lo hace, no
sólo es verdad, sino que ha alcanzado su objetivo; el objetivo de la afirmación se ha cumplido.
Lo mismo puede decirse de los imperativos: es interno a la actividad de emitir un imperativo
que el mundo está obligado a ajustarse a él. El imperativo se satisface en caso de que se
cumpla. Tanto las afirmaciones como los imperativos tienen condiciones de satisfacción-
verdad en primer lugar, y de conformidad en segundo lugar. Además, podría sostenerse que
las preguntas tienen como condiciones de satisfacción la capacidad de respuesta: Una
pregunta da en el blanco en caso de que encuentre una respuesta, típicamente en un acto de
discurso, realizado por un destinatario, como una afirmación que responde a la pregunta
planteada. Sin embargo, al igual que la noción de la dirección del ajuste, la noción de las
condiciones de satisfacción es de grano demasiado grueso para permitirnos hacer algunas
distinciones valiosas entre los actos de habla. Sólo para usar nuestro caso anterior de nuevo:
Una afirmación y una conjetura de que P tiene idénticas condiciones de satisfacción, a saber,
que P sea el caso. ¿Podemos discernir los rasgos que distinguen a estos dos actos de habla,
de manera que también podamos hacer distinciones más finas entre otros actos de habla?
Volveré sobre esta cuestión en las secciones 6-7.

3.3 Siete componentes de la fuerza ilocutoria

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En un intento por sistematizar y profundizar el enfoque de Austin, Searle y Vanderveken
1985 distinguen entre las fuerzas ilocutoras empleadas por los hablantes dentro de una
comunidad lingüística dada y el conjunto de todas las fuerzas ilocutoras posibles. Si bien una
determinada comunidad lingüística puede no hacer uso de fuerzas como la conjetura o el
nombramiento, estas dos están entre el conjunto de todas las fuerzas posibles. (Estos autores
parecen asumir que mientras que el conjunto de fuerzas posibles puede ser infinito, tiene una
cardinalidad definida.) Searle y Vanderveken definen la fuerza ilocutoria en términos de siete
características, afirmando que toda fuerza ilocutoria posible puede ser identificada con un
séptuplo de tales valores. Las características son:

1. Punto ilocucionario: Este es el objetivo característico de cada tipo de acto de habla.


Por ejemplo, el objetivo característico de una afirmación es describir cómo son las
cosas, y quizás también hacer que se crea en un destinatario; el objetivo característico
de una promesa es comprometerse con un curso de acción futuro.

2. Grado de resistencia del punto ilocutorio: Dos ilocuciones pueden tener el mismo
punto pero difieren en la dimensión de la fuerza. Por ejemplo, pedir e insistir en que
el destinatario haga algo, ambos tienen el punto de intentar que el destinatario lo haga;
sin embargo, el segundo es más fuerte que el primero.

3. Modo de logro: Esta es la forma especial, si la hay, en la que debe lograrse el punto
ilocutoria de un acto de discurso. El testimonio y la afirmación de ambos tienen el
punto de describir cómo son las cosas; sin embargo, el primero también implica
invocar la autoridad de uno como testigo, mientras que el segundo no lo hace.
Testificar es hacer valer su capacidad como testigo. Al ordenar y al solicitar ambas
cosas, el objetivo es lograr que el destinatario haga algo; sin embargo, sólo alguien
que emite una orden lo hace en su calidad de persona en una posición de autoridad.

4. Condiciones de contenido: Algunas ilocuciones sólo pueden lograrse con un


contenido propositivo apropiado. Por ejemplo, sólo puedo prometer lo que está en el
futuro y bajo mi control; o, al menos, no puedo prometer hacer nada que sea obvio
para mí y mi prometido que no pueda hacer. Así que también, sólo puedo disculparme
por lo que en cierto sentido está bajo mi control y ya es el caso. Por esta razón, no es
posible prometer que el sol no salió ayer; tampoco puedo disculparme por la verdad
de la Ley de Snell. (A la luz de nuestra discusión anterior sobre la semántica para
contenidos no indicativos, esta condición podría refundirse en términos de
condiciones imperativas, interrogativas y de contenido propositivo.)

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5. Condiciones preparatorias: Todas estas son otras condiciones que deben cumplirse
para que el discurso no falle. Esas condiciones se refieren a menudo a la condición
social de los interlocutores. Por ejemplo, una persona no puede legar un objeto a
menos que ya lo posea o tenga un poder; una persona no puede casarse con una pareja
a menos que esté legalmente investida con la autoridad para hacerlo.

6. Condiciones de sinceridad: Muchos actos de habla implican la expresión de un estado


psicológico. La afirmación expresa creencia; la disculpa expresa arrepentimiento, una
promesa expresa una intención, y así sucesivamente. Un acto de habla es sincero sólo
si el orador está en el estado psicológico que su acto de habla expresa.

7. Grado de fortaleza de las condiciones de sinceridad: Dos actos de habla pueden ser
iguales en otras dimensiones, pero expresan estados psicológicos que difieren entre
sí en la dimensión de la fuerza. Solicitar e implorar ambos deseos expresos, y son
idénticos en las otras seis dimensiones anteriores; sin embargo, la segunda expresa
un deseo más fuerte que la primera.

Searle y Vanderveken (1985) sugieren, a la luz de estas siete características, que cada fuerza
ilocutoria puede definirse como un séptuplo de valores, cada uno de los cuales es un "ajuste"
de un valor dentro de una de las siete características. De ello se deduce, según esta sugerencia,
que dos fuerzas ilocutoras F1 y F2 son idénticas en caso de que correspondan al mismo
séptuplo.

3.4 Fuerza directa e indirecta

No puedo frenar la expansión del universo o convencerte de la verdad de una afirmación


diciendo que lo estoy haciendo. Sin embargo, estos dos casos difieren en que el segundo,
pero no el primero, es un objetivo característico de un acto de habla. Un objetivo
característico de la afirmación es la producción de la creencia en un destinatario, mientras
que no existe un acto de habla, uno de cuyos objetivos característicos es la ralentización de
la expansión del universo. Un tipo de acto de habla puede tener un objetivo característico sin
que cada acto de habla de ese tipo se emita con ese objetivo: los oradores a veces hacen
afirmaciones sin pretender producir creencia en nadie, ni siquiera en ellos mismos. En
cambio, la opinión de que un acto de habla tiene un objetivo característico es similar a la
opinión de que un rasgo biológico tiene una función. El papel característico de las alas es el
de ayudar en el vuelo aunque algunas criaturas no voladoras estén aladas.

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Austin llamó a estos objetivos característicos de los actos de habla perlocuciones (1962, p.
101). Puedo instarte y persuadirte de que cierres la puerta, pero la primera es una ilocuencia,
mientras que la segunda es una perlocución. ¿Cómo podemos notar la diferencia? Podemos
hacerlo observando que bajo las condiciones adecuadas, uno puede instar simplemente
diciendo: "Por la presente te insto a que cierres la puerta", mientras que no hay circunstancias
en las que pueda persuadirte sólo con decir: "Por la presente te persuado a que cierres la
puerta". Un objetivo característico de la exhortación es, sin embargo, la elaboración de una
resolución para actuar (1962, p. 107). Cohen (1973) desarrolla la idea de las perlocuciones
como objetivos característicos de los actos de habla.

Las locuciones son objetivos característicos de una o más locuciones, pero no son en sí
mismas locuciones. Sin embargo, un acto de habla puede ser realizado en virtud de la
ejecución de otro. Por ejemplo, mi observación de que está usted de pie se considera
normalmente, además, una exigencia de que se mueva; mi pregunta de si puede pasar la sal
se considera normalmente una petición de que lo haga. Estos son ejemplos de los llamados
actos de habla indirecta (Searle 1979). Las frases que se usan comúnmente al servicio de los
actos de discurso indirecto son, ‘¿Te importaría mucho si yo...?’

Mientras que la comunicación indirecta es ubicua, los actos de habla indirecta son menos
comunes de lo que podría parecer a primera vista. Considere un ejemplo de un tipo que se
usa a menudo para ilustrar actos de habla indirecta. A le pregunta a B: "¿Puedes venir a cenar
con nosotros esta noche?", y B: "Tengo que estudiar". “B" deja en claro que ella está
demasiado ocupada para unirse a "A" en la cena. Sin embargo, ¿debemos concluir que lo ha
hecho deslocalizando, por ejemplo, diciendo que está demasiado ocupada para unirse a A en
la cena? Esto parece poco probable. Después de todo, si B no pensara que su estudio le
impediría unirse a A para cenar, sería engañosa al decir lo que hace, pero no mentirosa; sin
embargo, si al responder como lo ha hecho, está afirmando que no puede unirse a A para
cenar, estaría mintiendo si tomara sus planes de estudio para no interferir con los planes de
cena. Se pueden construir argumentos análogos para otras ilocuciones que se podría pensar
que B está llevando a cabo. Del mismo modo, al preguntarle si tiene la intención de dejar de
fumar, yo también podría estar sugiriendo que lo deje. Sin embargo, mientras que el fumador
en conflicto podría de hecho saltar a esta interpretación, hacemos bien en considerar qué
evidencia lo ordenaría. Después de todo, aunque probablemente no le habría preguntado si
tenía la intención de dejar de fumar a menos que yo esperara que lo dejara, puedo evidenciar
tal esperanza sin realizar el acto de sugerencia del discurso. Saul (2012) proporciona un
extenso estudio de la mentira y el engaño en el contexto de la teoría de la implicación y del
acto del habla.

Si, además de un acto de discurso, también estoy realizando un acto de discurso indirecto
parece depender de mis intenciones. Mi pregunta sobre si se puede pasar la sal es también

17
una petición de que lo haga sólo si tengo la intención de que se me entienda. Lo mismo para
la cena y los casos de fumadores. Es más, estas intenciones deben ser factibles de discernir
por parte del público. Aunque, al comentar sobre el buen tiempo, pretendo también pedirle
que pase la sal, no habré emitido una petición a menos que haya manifestado esa intención
de alguna manera.

¿Cómo puedo hacer esto? Una forma es proporcionando pruebas que justifiquen una
inferencia de la mejor explicación. Tal vez la mejor explicación de mi pregunta sobre si puedo
pasar la sal es que quiero pedirle que lo haga, y tal vez la mejor explicación de mi observación
de que está de pie, especialmente si uso un tono de voz estentóreo, es que quiero decir que
quiero pedirle que desista de hacerlo. Por el contrario, es dudoso que la mejor explicación de
que le pregunte si tiene la intención de dejar de fumar sea que tenga la intención de sugerirle
que lo haga. Otra explicación al menos igual de plausible es mi esperanza, o expresión de
esperanza, de que lo hagan. Bertolet 1994 desarrolla una posición más escéptica que la que
aquí se sugiere, argumentando que cualquier supuesto caso de acto indirecto de habla puede
ser interpretado sólo como una indicación, por medio del contexto.

• 4. Estado de ánimo, fuerza y convención

Así como el contenido subdetermina la fuerza y la fuerza subdetermina el contenido, así


también el estado de ánimo gramatical junto con el contenido subdetermina la fuerza. 'Serás
más puntual en el futuro' está en el estado de ánimo gramatical indicativo, pero como hemos
visto, ese hecho no determina su fuerza. Lo mismo puede decirse de otros estados de ánimo
gramaticales. Aunque te oigo decir las palabras 'cierra la puerta', no puedo inferir que estés
dando una orden. Tal vez en vez de eso, simplemente estás describiendo tu propia intención,
en el curso de decir: "Tengo la intención de cerrar la puerta". Si es así, has usado el modo
imperativo sin dar una orden. Así también con el humor interrogativo: Oigo por casualidad
tus palabras, "quién está al teléfono". Hasta ahora no sé si ha hecho una pregunta, ya que
puede que lo haya dicho en el curso de la declaración: "John se pregunta quién está al
teléfono". ¿Podría uno o ambos de la capitalización inicial o la puntuación final resolver el
problema? Aparentemente no: Lo que desconcierta a Meredith es la siguiente pregunta:
¿Quién está al teléfono?

El estado de ánimo, junto con el contenido, subdeterminan la fuerza. Por otro lado, es una
hipótesis plausible que el estado de ánimo gramatical es uno de los dispositivos que
utilizamos, junto con pistas contextuales, entonación y similares para indicar la fuerza con la
que estamos expresando un contenido. Entendido de esta manera débil, es ineludible
interpretar el estado de ánimo interrogativo como se usa para hacer preguntas, el estado de
ánimo imperativo como se usa para dar órdenes, y así sucesivamente. Por lo tanto, cabe

18
preguntarse cómo los oradores indican la fuerza de sus actos de habla, dado que no se puede
confiar sólo en el estado de ánimo gramatical y el contenido para hacerlo.

4.1 Convencionalismo de la fuerza

Una respuesta bien conocida que podemos denominar convencionalismo forzado. Según una
versión fuerte de este punto de vista, por cada acto de habla que se realiza, hay una
convención que se habrá invocado para hacer que ese acto de habla ocurra. Esta convención
trasciende a esas palabras imbuidas de su significado literal. Por lo tanto, el
convencionalismo forzado implica que para que el uso de "Prometo reunirme con ustedes
mañana al mediodía" constituya una promesa, no sólo las palabras utilizadas deben poseer
sus significados convencionales estándar, sino que también debe existir una convención en
el sentido de que el uso, en las condiciones adecuadas, de algunas palabras como éstas
constituye una promesa. J.L. Austin parece haber mantenido esta opinión. Por ejemplo, en su
caracterización de las "condiciones de felicidad" para los actos de habla, Austin sostiene que
para cada acto de habla

Debe existir un procedimiento convencional aceptado que tenga un cierto efecto


convencional, ese procedimiento para incluir la pronunciación de ciertas palabras por ciertas
personas en ciertas circunstancias.... (1962, p. 14).

La estudiante de Austin, Searle, le sigue en esto, escribiendo

...los actos de pronunciación se oponen a los actos propositivos e ilocutivos en la forma en


que, por ejemplo, hacer una X en una papeleta de votación se opone a la votación. (1969, p.
24)

Searle continúa aclarando este compromiso con la avería,

...la estructura semántica de un idioma puede ser considerada como una realización
convencional de una serie de conjuntos de reglas constitutivas subyacentes, y ...los actos de
habla son actos que se realizan característicamente pronunciando oraciones de acuerdo con
estos conjuntos de reglas constitutivas. (1969, p. 37)

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Searle propugna una forma más débil de convencionalismo de fuerza que Austin al dejar
abierta la posibilidad de que algunos actos de habla se puedan realizar sin reglas constitutivas;
Searle considera el caso de un perro que pide que se le deje salir (1969, p. 39). Sin embargo,
Searle sostiene que los actos de habla se realizan de manera característica invocando normas
constitutivas.

4.2 Especies Biosemánticas de la de Fuerza Convencionalismo

Millikan (1998) propugna una concepción parsimoniosa de las convenciones que denomina
"convenciones naturales", y en el supuesto de que las convenciones naturales sean un tipo de
convención, cabría esperar que esta estrategia facilite la defensa de la opinión de que los
actos de habla son intrínsecamente convencionales. Para Millikan, una convención natural
está constituida por patrones que se reproducen en virtud del peso de los precedentes [10] Un
patrón se reproduce sólo en caso de que tenga una forma que derive de una entidad previa
que, en ciertos aspectos, tiene la misma forma, y de tal manera que si la forma anterior hubiera
sido diferente en esos aspectos, la forma actual sería diferente también en esos aspectos
(1998, p. 163). La fotocopia es una forma de reproducción que cumple con estos criterios; el
mapeo retinotópico desde los patrones de estimulación en la retina hasta los patrones de
estimulación en la corteza visual es evidentemente otra. Sin embargo, Millikan no trataría la
cartografía retinotópica como un tipo de convención, ya que no parece perpetuarse en virtud
del peso de los precedentes. El punto es difícil de discernir, sin embargo, ya que en su
discusión del asunto Millikan discute las condiciones bajo las cuales un patrón es tomado
como convencional, en lugar de ser convencional, escribiendo:

Para ser considerado convencional, un patrón reproducido debe ser percibido como
proliferado debido, en parte importante, al peso de los precedentes, no a su capacidad
intrínsecamente superior de producir un resultado deseado, o debido, por ejemplo, al
desconocimiento de las alternativas (ibíd., pág. 166).

Millikan parece, por lo tanto, caracterizar lo que es para un patrón tener peso de precedente
en términos de que se perciba que ese patrón tiene tal peso. Esta noción no es en sí misma
elucidada, y como resultado, la noción de peso de los precedentes queda oscurecida en su
relato. Sin embargo, nos dice que así como las convenciones del ajedrez dictan que cuando
el rey está en jaque, uno hace lo que puede para sacarlo de jaque; así también las
convenciones del lenguaje dictan que cuando A le dice a B que p, B responde creyendo que
p. Millikan describe la respuesta del oyente como un acto interno oculto que no está bajo el
control voluntario de B. Millikan también describe esta respuesta como aprendida en la forma

20
en que aprendemos lo que ella llama "patrones de signos naturales", como nuestro
aprendizaje de que el sonido de las olas estrellándose es una indicación de una costa cercana.

En la opinión de Millikan, entonces, la afirmación de A de que p es seguido por la creencia


de B de que p es un proceso que no es intrínsecamente superior a otros que podrían haber
sido seguidos. Sin embargo, esto puede ser dudoso. Después de todo, ¿cuáles serían las
respuestas alternativas viables? ¿Increíble p? Mantenerse neutral en la cuestión de la p?
¿Rascarse el lóbulo de la oreja izquierda? Cualquiera de estas respuestas tendería a socavar
el uso del lenguaje como medio de transmisión de información. Es más, si la formación de
creencias no está bajo el control voluntario de los destinatarios, es oscuro cómo este aspecto
de la comunicación podría ser convencional, al igual que el patrón de estimulación de nuestra
corteza visual es convencional cuando ese patrón resulta de un patrón isomórfico en la retina.

4.3 Una alternativa intencionalista al convencionalismo forzado

El convencionalismo de la fuerza, tal como fue adoptado por Austin y más tarde por Searle,
ha sido desafiado por Strawson, quien escribe:

No quiero negar que puede haber posturas o procedimientos convencionales para suplicar:
uno puede, por ejemplo, arrodillarse, levantar los brazos y decir: "Te lo suplico". Pero sí
quiero negar que un acto de súplica sólo puede ser realizado conforme a tales convenciones...
[Supongamos] que siempre y necesariamente hay una convención conforme a la cual sería
como suponer que no puede haber relaciones amorosas que no procedan en las líneas
establecidas en el Roman de la Rose o que toda disputa entre hombres debe seguir el patrón
especificado en el discurso de Touchstone acerca de la mentira directa. (1964, p. 444)

Strawson sostiene que en lugar de apelar a una serie de convenciones extra semánticas para
explicar la posibilidad de actos de habla, explicamos esa posibilidad en términos de nuestra
capacidad de discernir las intenciones comunicativas de los demás. Lo que hace de la
pronunciación de una frase en el estado de ánimo indicativo una predicción en lugar de una
orden, por ejemplo, es que manifiesta la intención de ser tomada en cuenta; del mismo modo,
lo mismo sucede con las promesas en lugar de las predicciones. Esta posición es compatible
con la afirmación de que en casos especiales las comunidades lingüísticas han instituido
convenciones para determinados actos de expresión, como el nombramiento y la
excomunión. Así también, como observa Skinner (1970), la comprensión de las expresiones
de una figura histórica depende crucialmente de la sensibilidad a las convenciones de la
sociedad en la que están hechas.

21
La intención de hacer una afirmación, promesa o solicitud, sin embargo, no es suficiente para
realizar uno de estos actos. Esas intenciones deben ser eficaces. El mismo punto se aplica a
los casos en que se trata de realizar un acto de habla, incluso cuando lo que uno está tratando
de hacer es claro para los demás. Este hecho surge de una reflexión sobre un pasaje de Searle
que se cita a menudo:

La comunicación humana tiene algunas propiedades extraordinarias, no compartidas por la


mayoría de los otros tipos de comportamiento humano. Una de las más extraordinarias es
ésta: Si estoy tratando de decirle algo a alguien, entonces (asumiendo que se cumplen ciertas
condiciones) tan pronto como él reconoce que estoy tratando de decirle algo y exactamente
qué es lo que estoy tratando de decirle, he tenido éxito en decírselo a él. (1969, p. 47.)

Como señala Green 2013, el punto puede ser puesto en duda. Suponga que estoy tratando de armarme
de valor para pedir la mano de Sidney en matrimonio. Sidney reconoce este hecho sobre la base del
conocimiento de fondo, mi vergüenza visible, y mi tanteo en mi bolsillo por un anillo de compromiso.
Aquí no podemos inferir que he tenido éxito en preguntarle algo a Sidney. Nada menos que salir y
decir que lo hará. Del mismo modo, podría ser de conocimiento general que mi tío moribundo está
tratando, mientras respira su último aliento, de legarme su fortuna; sin embargo, no heredaré ni un
centavo si expira antes de decir lo que estaba tratando de hacer[11] Más cerca del ejemplo de Searle,
incluso si usted encontrara, sobre la base de un análisis de IRMF de mi actividad neural, que estaba
tratando de decirle que va a llover mañana, todavía no he afirmado nada sobre el clima de mañana.
(Si yo estuviera completamente paralizado como resultado del Síndrome de Encerrado, entonces
hacer tal esfuerzo neural podría ser lo más que puedo esperar hacer; en ese caso, la información de su
IRMF podría ser suficiente para justificar que usted me retuviera para haber realizado un acto de
habla).

La esencia de estos ejemplos no es el requisito de que las palabras se pronuncien en cada acto de
habla; ya hemos observado que los actos de habla se pueden realizar en silencio. Más bien, su esencia
es que los actos de discurso implican la realización intencional de un compromiso públicamente
accesible; además, ese compromiso no se realiza simplemente en virtud de mi intención de hacerlo,
incluso cuando es de conocimiento general que esto es lo que estoy tratando de hacer. ¿Podemos, sin
embargo, dar una caracterización más esclarecedora de las intenciones relevantes que simplemente
decir que, por ejemplo, para afirmar P, hay que presentar intencionalmente P como una afirmación?
Strawson (1964) propone que podemos hacerlo con la ayuda de la noción de significado de hablante,
a la que ahora me dirijo.

5. Altavoz-Manifestación y fuerza

Como hemos visto, A es un componente importante de la comunicación, y que A


subdetermina a B, no justifica la conclusión de que B es un componente importante de la

22
comunicación. Una de las razones de la asimetría en nuestro tratamiento de la fuerza y el
nivel de decibelios es que el primero, pero no el segundo, parece crucial para entender lo que
digo. Tengo la intención de hablar a un determinado volumen, y a veces con éxito, pero en
la mayoría de los casos no es parte de lo que quiero decir que estoy hablando en ese volumen.
Por otro lado, la fuerza de mis palabras es un aspecto de lo que quiero decir. No es, como
hemos visto, ningún aspecto de lo que digo: esa noción está estrechamente relacionada con
el contenido. Sin embargo, si me refiero a lo que digo como una afirmación, una conjetura,
una promesa u otra cosa, será crucial para entender lo que hago.

5.1 Relato de Grice sobre el significado del orador

En su influyente artículo de 1957, Grice distinguió entre dos significados de


"sentido/significado" (mean). Un sentido (1) es ejemplificado por comentarios como 'Esas
nubes significan lluvia' y 'Esas manchas significan sarampión'. La noción de significado en
el juego en tales casos es, para Grace, 'sentido/significado natural'. Grice sugiere que
podemos distinguir este significado de "sentido" del otro (2), ejemplificado en expresiones
tales como:

"Haces mejor una puerta que una ventana", “George quiso decir que debías moverte” y, en
una manera especulativa, “Salvatore quiere decir que hay arenas movedizas por allí”.

Grice usó el término "sentido/significado no natural" para este significado de "sentido", y en


la literatura más reciente esta jerga ha sido reemplazada por el término "sentido/significado
del hablante" [12]. Después de distinguir entre significado natural y (lo que hasta ahora
llamaremos) significado del hablante, Grice intenta caracterizar a este último. No basta con
que haga algo que influya en las creencias de un observador: Al ponerme un abrigo podría
llevar a un observador a la conclusión de que voy a dar un paseo. Sin embargo, en tal caso
no es plausible que me refiera a que voy a dar un paseo en el sentido del significado de
hablante. ¿Podría ser suficiente realizar una acción con la intención de influir en las creencias
de alguien para que el orador tenga sentido? No: Podría dejar el pañuelo de Smith en la escena
del crimen para hacer creer a la policía que Smith es el culpable. Sin embargo, tenga éxito o
no en hacer que las autoridades piensen que Smith es el culpable, en este caso no es plausible
que me refiera a que Smith es el culpable.

Lo que falta en el ejemplo del pañuelo es el elemento de sobrepeso. Esto sugiere otro criterio:
Realizar una acción con la intención, o una intención, de influir en las creencias de alguien,
mientras se intenta que esta misma intención sea reconocida. Grice sostiene que incluso aquí
no tenemos suficiente para el significado de los hablantes. Herodes presenta a Salomé con la

23
cabeza cortada de san Juan sobre un cargador, con la intención de que ella discierna que san
Juan está muerto y que se reconozca esta misma intención suya. Grice observa que al hacerlo,
Herodes no le está diciendo nada a Salomé, sino que le está haciendo saber algo deliberada
y abiertamente. Grice concluye que la acción de Herodes no es un caso de significado de
hablante tampoco. El problema no es que Herodes no esté usando palabras; ya hemos
considerado a los comunicadores que significan cosas sin palabras. El problema parece ser
que para inferir lo que Herodes quiere que haga, Salomé no tiene que creer en su palabra.
Puede ver la cabeza cortada por sí misma si se atreve a mirar. Por el contrario, en sus usos
centrales, decir requiere que el orador tenga la intención de transmitir información (o
supuesta información) de una manera que depende crucialmente de tomarle la palabra. Grice
parece asumir que al menos para el caso en el que lo que se quiere decir es una proposición
(más que una pregunta o un imperativo), el significado del hablante requiere un relato en este
sentido central. Es más, este último ejemplo es un caso en el que se realiza una acción con la
intención de influir en las creencias de una persona, incluso con la intención de que esa misma
intención sea reconocida; sin embargo, no se trata de contarlo. Grice infiere que tampoco se
trata de un caso de significado de hablante.

Grice sostiene que para que el orador tenga el significado de ocurrir, no sólo debe uno (a)
tener la intención de producir un efecto en una audiencia, y (b) tener la intención de que esa
misma intención sea reconocida por esa audiencia, sino también (c) debe tener la intención
de que este efecto en la audiencia sea producido, al menos en parte, por su reconocimiento
de la intención del orador. La intención de producir una creencia u otra actitud por medio (al
menos en parte) del reconocimiento de esta misma intención, ha llegado a llamarse intención
comunicativa reflexiva.

5.2 Objeciones a Grice

Sin embargo, se ha argumentado que las intenciones de producir efectos cognitivos o de otro
tipo en una audiencia no son necesarias para el significado del hablante. Davis 1992 ofrece
muchos casos de significado de hablante en ausencia de intenciones comunicativas
reflexivas. De hecho, argumenta enérgicamente que el significado del hablante puede ocurrir
sin que el hablante pretenda producir ninguna creencia en una audiencia [13],[14] En lugar
de intenciones de producir ciertos efectos en una audiencia, algunos autores han propuesto
que el significado del hablante es una cuestión de indicar abiertamente algún aspecto del
estado de ánimo de uno. (Verde, 2007). Compare el ir al armario para quitarme el abrigo (no
es un caso de significado al hablar), con el siguiente caso: Después de una acalorada
discusión sobre el clima, me dirijo al armario mientras me encuentro con tu mirada, luego
salgo corriendo por la puerta principal mientras me pongo el abrigo ostentosamente. Aquí es
más plausible que me refiero a que está lloviendo afuera, y la razón parece ser que estoy

24
haciendo alguna actitud de la mía abierta: No sólo lo estoy demostrando, sino que estoy
dejando clara mi intención de hacerlo.

5.3 La fuerza como aspecto del significado del hablante

¿Cómo ayuda este desvío a través del significado de la palabra a dilucidar la noción de
fuerza? Una manera de afirmar que P, al parecer, es manifestar abiertamente mi compromiso
con P, y de hecho mi compromiso de un tipo particular: el compromiso de defender a P en
respuesta a los desafíos de la forma: "¿Cómo lo sabes?". También debo manifestar
abiertamente que mi responsabilidad es correcta o incorrecta en la cuestión de P, dependiendo
de si P es el caso. Por el contrario, conjeturo que P al manifestar abiertamente mi compromiso
con P de esta misma manera de "responsabilidad por el error", pero no me comprometo a
responder a los desafíos que exigen justificación. Sin embargo, debo dar alguna razón para
creer en P; sin embargo, esto no puede decirse de una suposición.

Realizamos un acto de discurso, entonces, cuando nos comprometemos abiertamente de


cierta manera con un contenido -donde esa manera es un aspecto de la forma en que
hablamos- significa ese contenido. Una forma de hacerlo es invocar una convención para
comprometerse; otra forma es manifestar abiertamente la intención de estar comprometido.
Podemos dilucidar las formas de compromiso pertinentes explicando las normas que las
sustentan. Ya hemos adornado este enfoque en nuestra discusión de las diferencias entre
afirmar y conjeturar. Desarrollando un poco más esa discusión, compare

Reivindicación
Conjetura
Suposiciones

Los tres actos tienen una dirección de ajuste de palabra a mundo, y los tres tienen condiciones
de satisfacción que obligan a que se cumplan en caso de que el mundo sea como su contenido
dice que es. Además, uno que afirma, conjetura o adivina que P tiene razón o no en el tema
de P, dependiendo de si P lo es de hecho. Sin embargo, a medida que avanzamos en la lista,
encontramos un orden decreciente de rigurosidad en el compromiso. Una que afirma que P
se pone a sí misma a prueba ante el desafío, "¿Cómo lo sabes?" Por el contrario, este desafío
es inapropiado tanto para una conjetura como para una suposición. Por otra parte, podemos
exigir justificadamente a la persona que conjetura que dé alguna razón para sus conjeturas;
sin embargo, ni siquiera se puede decir esto de quien hace una conjetura. (La "conjetura
educada" es intermedia entre estos dos casos.)

25
Podemos pensar en esta dimensión ilocutoria del significado del hablante como
caracterizando no lo que se quiere decir, sino más bien cómo se quiere decir. Así como
podemos considerar su comentario, dirigido a mí, "Estás cansado", y mi comentario, "Estoy
cansado", como si dijera lo mismo pero de diferentes maneras; así también podemos
considerar mi afirmación de la P, seguida de una retracción y luego seguida de una conjetura
de la P, como dos casos consecutivos en los que yo hablo -es decir, esa P pero lo hago de
diferentes maneras. Esta idea se desarrollará más adelante en la Sección 8 bajo la rúbrica de
"modo" de compromiso ilocutoria [15].

Por lo tanto, el término "orador" abarca no sólo el contenido sino también la fuerza, y
podemos dilucidarlo a la luz de la estructura normativa característica de cada acto de
discurso: Cuando usted muestra abiertamente una característica de compromiso de ese acto
de habla, usted ha realizado ese acto de habla. ¿Es una condición necesaria también? Eso
depende de si puedo realizar un acto de discurso sin la intención de hacerlo, un tema de la
Sección 9 a continuación. Por ahora, sin embargo, compare el punto de vista al que hemos
llegado con el punto de vista de Searle de que uno realiza un acto de habla cuando otros se
dan cuenta de la intención de uno de realizar ese acto. Lo que falta en la caracterización de
Searle es la noción de sobrepeso: El agente en cuestión no sólo debe manifestar su intención
de asumir un cierto compromiso, sino que también debe procurar que esa misma intención
se manifieste. Hay más en el exceso que llevar el corazón (o la mente) en la manga.

• 6. Fuerza, normas y conversación

Al dilucidar esta dimensión normativa de la fuerza, hemos tratado de caracterizar los actos
de habla en función de sus funciones conversacionales. Esto no quiere decir que los actos de
habla sólo puedan realizarse en el marco de una conversación: Puedo acercarme a usted,
señalar que su vehículo está bloqueando el mío, y salir corriendo. Aquí he hecho una
afirmación pero no he entablado una conversación. Tal vez pueda hacerme una pregunta en
la privacidad de mi estudio y dejarla así, y no continuar con una conversación conmigo
mismo. Sin embargo, el "nicho ecológico" de un acto de discurso puede ser la conversación.
Con ese espíritu, si bien podemos eliminar un tipo de acto de habla de su entorno y
examinarlo en cautiverio aislado, hacerlo puede cegarnos ante algunas de sus características
distintivas.

6.1 Actos de habla y conversaciones

26
Esta analogía ecológica arroja luz sobre una disputa acerca de si los actos de habla pueden
ser estudiados provechosamente de manera aislada de las conversaciones en las que ocurren.
Un marco empírico, ejemplificado en A System of Logic de John Stuart Mill, sugiere intentar
discernir el significado de una palabra, por ejemplo un nombre propio, de forma aislada. Por
el contrario, Gottlob Frege (1884) nos pide que entendamos el significado de una palabra en
términos de la contribución que hace a una oración entera. Este método es indispensable para
un tratamiento adecuado de expresiones como los cuantificadores, y representa un avance
importante con respecto a los enfoques empíricos. Sin embargo, los estudiantes de los actos
de habla han abrazado el ir aún más lejos, insistiendo en que la unidad de significado no es
la proposición sino el acto de habla. Vanderveken escribe,

Los actos de la Ilustración son importantes para el propósito de la semántica filosófica porque
son las unidades primarias de significado en el uso y la comprensión del lenguaje natural.
(Vanderveken, 1990, p. 1.)

¿Por qué no ir aún más lejos, ya que los actos de habla son característicos de las
conversaciones? ¿Es la unidad de importancia realmente el debate, el coloquio, el
interrogatorio?

Los estudiantes del llamado análisis de la conversación han afirmado precisamente esto,
señalando que muchos actos de habla caen naturalmente en pares [16] Por ejemplo, las
preguntas se emparejan naturalmente con las afirmaciones cuando estas últimas pretenden
ser respuestas a esas preguntas. De la misma manera, las ofertas se emparejan naturalmente
con las aceptaciones o rechazos, y es fácil multiplicar los ejemplos. Searle, que favorece el
estudio aislado de los actos de habla, ha respondido a estas consideraciones (Searle 1992).
Allí lanza un desafío a los estudiantes de conversación para que proporcionen un relato de
las conversaciones paralelo al de los actos de habla, argumentando también que las
perspectivas para tal relato son tenues. Una de sus razones es que a diferencia de los actos de
habla, las conversaciones no tienen como tal un punto o propósito. Green 1999 se une a que
muchas conversaciones pueden ser interpretadas en términos teleológicos. Por ejemplo,
muchas conversaciones pueden ser interpretadas como dirigidas a responder a una pregunta,
incluso cuando esa pregunta se refiere a algo tan banal como el clima de la tarde o la
ubicación de la estación de metro más cercana. Asher y Lascardes (2003) desarrollan un
tratamiento sistemático de los actos del habla en su entorno conversacional que también
responde al desafío de Searle. Además, Roberts (2004, 2012) desarrolla un modelo de
cinemática conversacional según el cual las conversaciones están invariablemente dirigidas
a responder lo que ella llama una pregunta en discusión (QUD). Esta visión se aprecia mejor
en el marco del "modelo de puntuación" de la conversación, al que ahora nos referimos.

27
6.2 Actos de habla y puntuación

Gran parte de la literatura relacionada con los actos de habla está curiosamente desconectada
de la investigación en la semántica del lenguaje natural que enfatiza los factores pragmáticos.
Por ejemplo, Stalnaker (1972, 1973, 1974), Lewis (1979, 1980), Thomason (1990) y otros
han desarrollado modelos de la cinemática de las conversaciones dirigidas a comprender el
papel de la cuantificación, la presuposición (tanto semántica como pragmática), la anáfora,
la deixis y la vaguedad del discurso. Tales modelos típicamente interpretan las
conversaciones como que involucran un conjunto de Proposiciones en constante desarrollo
que pueden ser asumidas por los interlocutores. Este conjunto de Proposiciones es el punto
en común de la conversación, definido como el conjunto de Proposiciones que todos los
interlocutores toman como verdad, mientras que también toman que todos los demás
interlocutores las toman como verdad. Si una Proposición p está en el terreno común de una
conversación, entonces un orador puede felizmente presuponer la verdad de p. Supongamos
entonces que la Proposición de que Singapur tiene un Rey único está en el punto en común
de una conversación en un momento dado; entonces un orador puede pronunciar felizmente
una frase como "El Rey actual de Singapur es sabio", o "El rey de Singapur está durmiendo".
Otros parámetros que caracterizan una conversación en un punto dado incluyen el dominio
del discurso, un conjunto de objetos perceptibles, estándares de precisión, tiempo, mundo o
situación, hablante y destinatario. El conjunto de todos los valores para estos elementos en
un momento de conversación determinado se denomina a menudo "puntuación de
conversación".

Los enfoques de "puntuación" en el uso del lenguaje típicamente interpretan una contribución
a una conversación como una Propuesta: Si esa "aseveración" es aceptada, entonces el
puntaje se actualiza haciendo que la Proposición entre en un terreno común. Con este espíritu,
MacFarlane (2011) considera un relato del acto de afirmación del discurso en términos de la
capacidad de la expresión para actualizar la puntuación de la conversación. Sin embargo, este
enfoque se enfrentará a la dificultad de explicar cómo dos discursos actúan con el mismo
contenido, como la afirmación de que la Vía Láctea contiene un agujero negro, y la conjetura
de que sí lo hace, hará diferentes contribuciones conversacionales. Un enriquecimiento del
modelo de puntuación incluiría la sensibilidad a diferencias como éstas.

Otro desarrollo en el modelo de puntuación refina el cuadro teleológico adornado arriba para
incorporar las Preguntas, interpretadas (en la línea de la Sección 2.1) como conjuntos de
Propuestas. Cuando un interlocutor profiere una afirmación que no es objetada por otros en
la conversación, el contenido de la Propuesta de esa ilocución entrará en un terreno común.
Cuando un interlocutor plantea una pregunta que es aceptada por otros, podemos representar
el cambio como una adición al Common Ground del conjunto de proposiciones que es el
contenido interrogativo de esa ilocución. La presencia de ese Interrogante obliga a los

28
interlocutores a trabajar para gobernar todas las Proposiciones menos una que es una
respuesta completa al Interrogante. Debido a que los interrogativos están en relaciones
inferenciales entre sí (Q1 implica Q2 sólo en caso de que cualquier respuesta a Q1 sea una
respuesta a Q2), una estrategia para responder a una pregunta es dividirla en preguntas
tratables que implica: Cuántos puentes cubiertos hay en Japón" puede responderse
respondiendo a esta pregunta para cada una de las 47 prefecturas de ese país. Roberts (2004,
2012) desarrolla el modelo de dinámica conversacional Question Under Discussion
(preguntas bajo discusión), según el cual el terreno común contiene un conjunto parcialmente
ordenado de interrogativos además de un conjunto de propuestas. Este enfoque teleológico
de la conversación es justo para enriquecer nuestra comprensión de las relaciones de los actos
de habla con otros temas centrales dentro de la pragmática como la presuposición y la
implicación[17].

• 7. Los indicadores de fuerza y el lenguaje lógicamente perfecto

El Begriffschrift de Frege constituye el primer intento minucioso de la historia de formular


un sistema formal riguroso para llevar a cabo el razonamiento deductivo. Sin embargo, Frege
no veía su Begriffschrift como una mera herramienta para evaluar la validez de los
argumentos. Más bien, parece haberla visto como un órgano para la adquisición de
conocimientos a partir de principios incuestionables; además, quería utilizarla para ayudar a
aclarar los fundamentos epistémicos sobre los que se asienta nuestro conocimiento. Con este
fin, su sistema formal contiene no sólo símbolos que indican el contenido de las
proposiciones (incluidas las constantes lógicas), sino también símbolos que indican la fuerza
con la que se presentan. En particular, Frege insiste en que cuando utilizamos su sistema
formal para adquirir nuevos conocimientos a partir de una proposición ya conocida,
utilizamos un signo de afirmación para indicar nuestro reconocimiento de la verdad de la
proposición utilizada como axioma o inferida de ella. Frege emplea así lo que ahora se
llamaría un indicador de fuerza: una expresión cuyo uso indica la fuerza con la que se
presenta una proposición asociada. (Verde 2002)

Reichenbach amplía la idea de Frege en 1947. Además de utilizar un signo de afirmación,


Reichenbach también utiliza indicadores de fuerza interrogativa e imperativa. Hare introduce
de manera similar indicadores de fuerza para dejar al desnudo la forma en que se hacen las
expresiones éticas y afines (Hare 1970). Davidson (1979), sin embargo, cuestiona el valor de
toda esta empresa de introducir dispositivos indicadores de fuerza en lenguajes, formales o
no. La razón de Davidson es que puesto que el lenguaje natural ya contiene muchos
dispositivos para indicar la fuerza del acto de hablar de uno, el único interés que un indicador
de fuerza podría tener sería si pudiera garantizar la fuerza del acto de hablar de uno. Pero
nada podía hacer esto: Cualquier dispositivo que pretenda ser, por ejemplo, un indicador
infalible de fuerza asertiva es susceptible de ser utilizado por un bromista o actor para realzar

29
el realismo de su actuación. Refiriéndose al supuesto dispositivo indicador de fuerza como
un "estado de ánimo fortalecido", escribe,

Es evidente que no se puede contar con que el mero hecho de pronunciar la frase en un estado
de ánimo fortalecido dé como resultado una afirmación: todo bromista, narrador de cuentos
y actor aprovechará inmediatamente el estado de ánimo fortalecido para simular una
afirmación. No tiene sentido, entonces, un estado de ánimo fortalecido; el indicativo
disponible lo hace tan bien como el lenguaje puede hacerlo al servicio de la afirmación
(Davidson 1979, p. 311).

Dummett 1993 y Hare 1989 responden a Davidson. Hare, en particular, señala que podría
existir una sociedad con una convención en la que la expresión de una determinada expresión
constituyera la realización de un determinado acto ilocutivo, incluso aquellas expresiones
que se producen en el escenario o que son utilizadas por bromistas o narradores de cuentos.
Green 1997 cuestiona la pertinencia de esta observación para la cuestión de los actos
ilocutivos, que, como hemos visto, parecen requerir intenciones para su realización. Así
como ninguna convención podría hacer que se diera el caso de que creo que P, así también
ninguna convención podría hacer que se diera el caso de que pretendo presentar una cierta
frase como una afirmación.

Por otro lado, Green 1997 y Green 2000 también observan que incluso si no puede haber un
indicador de fuerza en el sentido que Davidson critica, nada impide que el lenguaje natural
contenga dispositivos que indiquen fuerza condicionada a la realización de un acto de habla:
Tal indicador de fuerza no mostraría si se está realizando un acto de habla, pero, dado que se
está haciendo, mostraría qué acto de habla se está realizando. Por ejemplo, expresiones
paréntesis como, `como es el caso' pueden ocurrir en el antecedente de los condicionales,
como en: Si, como es el caso, el globo se está calentando, entonces Groenlandia se derretirá.
El uso de la paréntesis no puede garantizar que la frase o cualquier parte de ella esté siendo
afirmada, pero si la frase completa está siendo afirmada, entonces, Green reclama, el uso de
la paréntesis garantiza que el hablante también está comprometido con el contenido del
antecedente. Si esta afirmación es correcta, el lenguaje natural ya contiene indicadores de
fuerza en este sentido cualificado. Si vale la pena introducir tales indicadores de fuerza en
una notación lógica sigue siendo una cuestión pendiente.

Después de la introducción de la noción de performativo por parte de Austin, también se ha


sugerido que lo que podríamos llamar marcos sentenciales performativos se comportan como
indicadores de fuerza: Afirmo que es soleado,' parece ser una manera prolija de decir que es
soleado, donde el ``Afirmo' parece indicar solamente cómo se debe tomar lo que sigue. En la
aproximación de Urmson (1952), por ejemplo, tal frase debería entenderse siguiendo el

30
modelo de “Es soleado, digo yo'”. El apoyo a este análisis se puede encontrar en el hecho de
que una respuesta potencial a las palabras de Marisa es: 'No, no lo es; está lloviendo a
cántaros', mientras que 'No, no lo es'. Una vez más, si Marisa no cree que hace sol afuera, no
puede esquivar la acusación de mentir comentando que lo que ella había afirmado era que
ella afirmaba que hacía sol.

• 8. ¿Tienen lógica los actos de habla?

Los estudiantes de actos de habla sostienen, como hemos visto, que la unidad de significado
comunicativo es la Illocución más que la Proposición. Esta actitud lleva a preguntarse si la
lógica misma podría enriquecerse incorporando relaciones inferenciales entre los actos de
habla en lugar de sólo relaciones inferenciales entre las Proposiciones. Puesto que los detalles
no pueden estar en relaciones inferenciales entre sí, tales relaciones no podrían obtenerse
entre actos individuales de habla. Sin embargo, así como dos tipos de eventos E1 y E2 (como
correr rápidamente y correr) podrían estar lógicamente relacionados entre sí, ya que no es
posible que uno ocurra sin el otro; de la misma manera, los tipos de actos de habla S1 y S2
podrían estar inferencialmente relacionados entre sí. No es posible realizar uno sin realizar
el otro. Una advertencia de que el toro está a punto de cargar es también una afirmación de
que el toro está a punto de cargar, pero lo contrario no es cierto. Esto a pesar de que estos dos
actos de discurso tienen el mismo contenido propositivo: Que el toro está a punto de cargar.
Si, por lo tanto, la advertencia implica afirmar pero no viceversa, entonces esa relación
inferencial no debe ser atrapada dentro de la red de relaciones inferenciales entre
proposiciones.

En sus Foundations of Illocutionary Logic (1985), Searle y Vanderveken intentan un


tratamiento general de las relaciones lógicas entre los actos de habla. Describen su pregunta
central en términos de compromiso:

Una teoría de la lógica ilocutoria del tipo que estamos describiendo es esencialmente una
teoría del compromiso ilocutotorio determinada por la fuerza ilocutoria. La pregunta más
importante que debe responder es la siguiente: Dado que un orador, en un determinado
contexto de pronunciación, realiza un acto ilocutorio de cierta forma con éxito, ¿a qué otros
actos ilocuentes lo compromete la realización de ese acto? (1985, p. 6)

Para explicar su noción de compromiso ilocutorio, estos autores invocan su definición de


fuerza ilocutoria en términos de los siete valores mencionados en la Sección 2.3 anterior.
Sobre la base de esta definición, definen dos nociones pertinentes a las relaciones de
vinculación entre los actos de habla, a saber, compromiso ilocutorio fuerte y compromiso

31
ilocutorio débil. Según la definición anterior, un acto ilocutorio S1 compromete a un orador
a realizar otro acto ilocutorio S2 si no es posible realizar S1 sin realizar S2. El que esa relación
se mantenga entre un par de actos ilocutivos depende de los septuples particulares con los
que se identifican. Por lo tanto, supongamos que S1 es idéntico a <IP1, Str1, Modo1, Cont1,
Prep 1, Sinc1, Stresinc1> (correspondiente al punto ilocutorio, fuerza, modo de logro,
contenido propositivo, condición preparatoria, condición de sinceridad y condición de fuerza
de sinceridad, respectivamente); y supongamos que S2 es idéntico a <IP1, Str2, Modo1,
Cont1, Prep1, Sinc1, Stresinc1>. Supongamos además que Str1 y Str2 difieren sólo en que 1
es más fuerte que 2. Entonces no será posible realizar S1 sin realizar S2; de ahí que el primero
implique fuertemente ilocutoriamente al segundo. (Esta definición de fuerte compromiso
ilocutorio se generaliza de manera directa al caso en el que un conjunto de actos de discurso
S1, ...., Sn-1 implica un acto de discurso Sn.)

Searle y Vanderveken también definen una noción de compromiso ilocutoriadébil, de manera


que S1 implica débilmente ilocutoriamente S2 si cada cumplimiento de S1 compromete a un
agente a cumplir las condiciones establecidas en el septuplo idéntico a S2 (1985, p. 24).
Searle y Vanderveken infieren que esto implica que si P implica lógicamente Q, y un agente
afirma P, entonces ella está comprometida a creer que Q. Estos autores enfatizan, sin
embargo, que esto no significa que el agente que afirma P esté comprometido a cultivar la
creencia Q cuando P implica Q. Sin embargo, en lugar de esa explicación, no está claro qué
noción de compromiso está en cuestión. No está claro, por ejemplo, lo que podría significar
estar comprometido a creer en la Q (en lugar de sólo estar comprometido con la Q) si esto no
se explica como estar comprometido a cultivar la creencia de que la Q.

Otros enfoques intentan eludir esos problemas definiendo reductivamente la noción de


compromiso en términos de obligaciones de acción y responsabilidad por error y/o
reivindicación. La ejecución de un acto de habla o de un conjunto de actos de habla puede
comprometer a un agente con un contenido distinto, y hacerlo en relación con alguna fuerza.
Si P y Q implican conjuntamente R, entonces mi afirmación tanto de P como de Q me
compromete a R. Esto no quiere decir que yo también haya afirmado R: si la afirmación se
cerrara bajo consecuencia deductiva, afirmaría infinitamente muchas cosas sólo en virtud de
afirmar una. Por el contrario, si conjeturo P y Q, entonces estoy de nuevo comprometido con
R, pero no de la manera en que lo estaría si hubiera afirmado P y Q. Por ejemplo, en el caso
de la aserción, una vez que mi compromiso con R quede claro, está dentro de los derechos
de mi destinatario preguntar cómo sé que R se mantiene; esto no habría sido una respuesta
aceptable a mi mera conjetura de P y Q. Al desarrollar este tema, que S sea un orador
arbitrario, <ΔlAl, ...., ΔnAn, ΔB> una secuencia de pares de fuerza/contenido; entonces:

<ΔlAl, ...., ΔnAn, ΔB> es ilocutoriamente válido si el orador S está comprometido


con cada Ai en el modo Δi, entonces S está comprometido con B en el modo Δ[18].

32
Debido a que se refiere a qué pares de fuerza/contenido comprometen a un agente a qué otros,
la validez ilocutoria es una noción esencialmente deontica: Se cobrará en términos de la
obligación de utilizar un contenido de una cierta manera conversacional, o la responsabilidad
de error o la reivindicación en función de cómo es el mundo.

Nuestra discusión sobre la posibilidad de una lógica ilocutoria responde a una pregunta
planteada al final de la Sección 6.3, a saber, si es posible realizar un acto de discurso sin la
intención de hacerlo. Esto parece probable dada la definición de Searle y Vanderveken de un
fuerte compromiso ilocutivo: Basta con imaginar a un agente realizando un gran número de
actos de habla, S1, ...., Sn-1, que, sin que ella lo sepa, garantizan conjuntamente que cumple
las siete condiciones que definen otro acto de habla, Sn. Incluso en tal caso ella realiza Sn
sólo en virtud de realizar intencionalmente algún otro conjunto de actos de habla S1, ...., Sn-
1; es difícil ver cómo se puede realizar Sn sin tener la intención de realizar un acto de habla
en absoluto. Por lo tanto, nuestro hallazgo proporciona poco apoyo a la respuesta de Hare a
Davidson, tal como se discutió en la Sección 7 anterior.

También estamos en condiciones de avanzar en el Problema de Cohen tal como lo formuló


Lycan. Como se argumenta en Green 2000, en una afirmación de `Yo (por la presente) afirmo
que p', una oradora se compromete a p aunque sus palabras no impliquen lógicamente esa
Proposición; ni la presuponen, ni la implican conversacional ni convencionalmente. Sin
embargo, lo implican de forma ilocuente: cualquiera que se comprometa a ``Afirmo que p'
asertivamente se compromete a hacerlo de forma asertiva. Por el contrario, una persona
comprometida con ``Afirmo que la p' como suposición en aras de la argumentación no está
comprometida con p. Por consiguiente, una frase como `Afirmo que'' es semánticamente
opaca (hace una contribución no trivial a las condiciones de la verdad de las sentencias en
las que ocurre), pero pragmáticamente transparente en el sentido de que un orador que asume
un compromiso asertórico con una sentencia en la que tiene un alcance más amplio, también
está comprometido con su complementación de manera asertiva. Observaciones análogas se
aplican a 'Yo conjeturo eso' y similares.

También hemos avanzado en una cuestión planteada en la Sección 1, a saber, si la "teoría del
acto del habla" merece su nombre. Una definición adecuada de las ilocuciones nos permitiría
explicar, en lugar de limitarse a describir, algunas características de los actos de habla.
Vanderveken 1990 ofrece un conjunto de cuadros que describen las relaciones inferenciales
entre los actos de habla. Por ejemplo, el siguiente es un fragmento de sus cuadros para actos
de habla asertiva cuyo punto ilocutorio es describir cómo son las cosas:

Castigar, reprimir, acusar, culpar, criticar, afirmar y sugerir

33
Donde la fuerte validez ilocutoria se mueve de izquierda a derecha. Esto se debe a que todos
estos actos de discurso tienen el punto ilocutivo de describir cómo son las cosas, pero las
condiciones de contenido propositivo y el grado de fuerza de las condiciones de punto
ilocutivo se vuelven cada vez menos rigurosas a medida que nos movemos de izquierda a
derecha. Los relatos de este tipo nos ofrecen la esperanza de que podamos responder de
manera informativa a estas preguntas si alguien que castiga a un destinatario por algún estado
de cosas también está comprometido de manera asertiva con la obtención de ese estado de
cosas. ¿Podríamos descubrir "tautologías ilocutoras", "absurdos ilocuturales" y otros
fenómenos que podrían arrojar luz sobre expresiones tales como "Esta misma expresión es
una afirmación", "dudo de esta misma afirmación"? Las respuestas afirmativas a estas
preguntas proporcionarán una justificación adicional bienvenida de nuestro uso de la "teoría
del acto del habla".

• 9. Actos de habla y asuntos sociales

En un evento paradigmático e ilocutivo, el orador tiene la opción de elegir qué acto de


discurso desea realizar y su destinatario hará todo lo posible para discernir las intenciones
del orador y, cuando sea necesario, qué convenciones puede estar invocando. Pratt (1986)
observa que este paradigma no es fiel a los hechos de muchas áreas de la vida comunicativa,
escribiendo

Un relato de la interacción lingüística basado en la idea de intercambiar glosas sobre los


hechos básicos de que, para decirlo crudamente, algunas personas hablan más que otras,
algunas se supone que escuchan más, y no todas las palabras valen lo mismo. (1986, p. 68)

Aunque Pratt pretende que esta observación sea una crítica de la teoría del acto del habla,
también sugiere una forma en que esta teoría podría arrojar luz sobre las formas sutiles de
opresión. Vimos en la Sección 2.2 que una supuesta apuesta puede fallar si no es aceptada.
En tal caso, el orador intenta apostar pero fracasa en ese esfuerzo debido a la falta de
aceptación de la audiencia. Así también, una persona puede no estar en la posición social
correcta para, digamos, excomulgar o nombrar. Como resultado, sus intentos de realizar tales
ilocuciones fallarán. Más trascendentalmente, un patrón de abusos de las instituciones de
actos de habla podría privar a una persona de la capacidad de realizar actos de habla: el
inveterado traidor, con el tiempo, llevará a otros en su comunidad a no estar dispuestos a
aceptar ninguna promesa que trate de hacer. Puede realizar innumerables actos locucionales,
pero no podrá realizar el acto ilocutivo de prometer, al menos en esta comunidad. Sus
expresiones pueden ser locucionalmente normales pero serán ilocucionadamente inertes.

34
Un patrón de comportamiento culpable podría hacer que un orador se vuelva inerte con
respecto a un tipo de acto de habla. ¿Podría un patrón de comportamiento culpable -intensivo
o inadvertido- por parte de otros en la comunidad de un orador también hacerla inerte con
respecto a un tipo de acto de habla? Esto podría suceder si suficientes oradores deciden no
aceptar nunca las apuestas de una persona, o sus advertencias o promesas. Más allá de estos
casos hipotéticos, se ha argumentado que los patrones de desigualdad social pueden
manifestarse como una incapacidad de ciertos grupos para realizar actos de habla. Basándose
en la afirmación de McKinnon (1993) de que la pornografía silencia a las mujeres, Langton
(1993) y Hornsby y Langton (1998) sostienen que la industria y el consumo de pornografía
privan a las mujeres de la capacidad de realizar el acto del discurso de rechazar los avances
sexuales. Rechazar es un acto de discurso, pero si un número suficientemente grande de
hombres niega la asimilación (con pensamientos tales como: “Con' no' ella realmente quiere
decir 'sí',' etc.) entonces, estos autores argumentan que los intentos de las mujeres de rechazar
los avances sexuales serán característicamente inertes con respecto al acto de discurso de
rechazo. Las mujeres podrán seguir intentando rechazar las insinuaciones sexuales, y podrán
seguir intentando impedirlas por medios físicos, pero se les cerrará una forma de protección
crucial e ilocutoria. Así también, el apartheid, Jim Crow, e incluso los patrones de
discriminación de los que los perpetradores no son conscientes, pueden privar a los grupos
raciales, religiosos y étnicos minoritarios de la capacidad de realizar actos de habla que
requieren aceptación. Estos fenómenos se conocen generalmente como silenciamiento
ilocutorio.

Bird (2002), sin embargo, niega que el acto de negación del habla requiera aceptación. Tal
ilocución es, sostiene, como invitar y rendirse, lo cual puede ocurrir ya sea que el público al
que se dirige capte o acepte las ilocuciones ofrecidas. De manera similar, negando que el
argumento del "silenciamiento" deba ser lanzado en términos de actos de habla, Maitra 2009
argumenta que la institución de la pornografía impide que se entiendan los casos de rechazo
con intención de hablar. Una puede hablar, es decir, que se niega, por ejemplo, pero los
patrones de respuesta cognitiva y afectiva impedirán sistemáticamente que se capte ese
rechazo. Al ampliar el alcance de las investigaciones sobre la interacción de la injusticia y
los fenómenos ilocutivos, McGowan 2009 argumenta que algunos actos de discurso no sólo
pueden causar sino también constituir casos de opresión. Anderson, Haslanger y Langton
(2012) y McConnell-Ginet (2012) ofrecen una visión general de las investigaciones sobre la
raza, el género y las formas de opresión relacionadas con los actos de habla. Los estudios
recientes ofrecen la esperanza de que la teoría del acto del habla iluminará las estructuras de
poder imperceptibles a través de los lentes de la sintaxis y la semántica solamente.

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35
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