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3 Los grupos de presión El llamado “tercer sector” define a esas organizaciones que no
están englobadas como “primer sector”, es decir, Estado (Parlamento, Gobierno,
administraciones, justicia, pero también escuelas y teatros) ni como “segundo 55 sector”,
esto es, mercado (empresas, consorcios, organizaciones económicas). Por tanto, son
organizaciones entre el Estado y el mercado, caracterizadas principalmente por su
carácter no lucrativo. Dentro de este tercer sector habría que incluir a los partidos
políticos, a las asociaciones, las cámaras y las iglesias (Alemann, 1996). Es indudable
que no todas estas organizaciones tienen las mismas características, siendo diferente una
iglesia, un partido político, una asociación de empresarios, una organización ecologista o
un colegio profesional. Estas diferencias suelen estar recogidas en la legislación,
estribando la diferencia en el acercamiento o alejamiento de la administración en lo que
respecta a sus fines y a su organización, lo que, a su vez, les hace o no sujetos de
derecho público. Dentro de los grupos de interés, y una vez analizados los partidos
políticos, vamos a prestarle atención a los sindicatos y a las patronales por su especial
importancia en la organización económica de la RFA caracterizada como corporativismo.
Es característico de los Estados sociales, como forma de organización política que intenta
sintetizar los aspectos de libertad propios de la tradición liberal y los factores de
redistribución naturales al socialismo, la actividad de grupos de presión que intentan
inclinar hacia alguno de estos polos las decisiones económicas. De esta manera, mientras
que los sindicatos buscan un mayor reparto del beneficio empresarial, bien a través de
aumentos salariales, bien a través de mejoras en las condiciones laborales, las empresas
buscan aumentar los beneficios, bien reduciendo los costes sociales, los costes laborales
o incrementando la productividad introduciendo nuevas tecnologías o procesos de
producción. La asunción de la labor de estas organizaciones en la formación de la
voluntad política es propia de los Estados occidentales, principalmente después de la
Segunda Guerra Mundial, aunque su nacimiento y desarrollo pertenecen al siglo XIX.
Mientras que las asociaciones de trabajadores nacen para dar respuesta a las precarias
condiciones laborales que acompañaban al sistema capitalista, las asociaciones de
empresarios son una respuesta a la competencia extranjera y a las crisis cíclicas de esas
economías (Alemann, 1996). La expresión “Estado de asociaciones” (Verbändestaat ), es
un término acuñado para la RFA, y señala el carácter cuasi institucional que los grupos de
interés tienen en Alemania (Cotarelo, 1993: 38). De hecho, el interés de las potencias
aliadas por la reconstrucción económico llevó a que fueran antes permitidas las
asociaciones de empresarios que los partidos políticos. Aproximadamente existen en
Alemania 5000 asociaciones con capacidad de influir socialmente (frente a un total de
200.000 asociaciones, casi un 25% de ellas deportivas y registradas en el ámbito
comunal). La Ley Fundamental de Bonn constitucionaliza en el artículo 9 estas
agrupaciones: “Todos los alemanes tienen derecho a constituir asociaciones y sociedades
(…). Queda garantizado a toda persona y a todas las profesiones el derecho a formar
asociaciones destinadas a defender y mejorar las condiciones económicas y de trabajo.
Los convenios tendentes a restringir o impedir este derecho serán nulos, e ilegales las
medidas que se adopten a este fin”. Las asociaciones empresariales están concentradas
en la Asociación Federal de Industrias Alemanas (Bundesverband der Deutschen
Industrie) (BDI), interesada en las reivindicaciones de la empresa industrial, y la
Asociación Federal de Asociaciones Alemanas de Empresarios 56 (Bundesverband der
Deutschen Arbeitgeberverbände) (BDI), ocupada de representar los intereses de los
empresarios. Si bien los sindicatos alemanes no tendrán su desarrollo real hasta finales
del XIX, una vez que las leyes antisocialistas de Bismarck dejaran de aplicarse (1890),
durante todo el siglo tuvieron una gran actividad, anticipándose a la labor que después
desarrollarán los partidos de izquierda. De ahí que, cuando las organizaciones políticas
obreras se articularon a finales del XIX, los sindicatos se vincularon íntimamente a los
partidos. Tras el desmantelamiento de las organizaciones obreras durante el nazismo, su
rearticulación después de 1949 sería diferente, iniciándose la separación entre partidos y
sindicatos pese a la sintonía política que pudiera existir. En 1949 se crea la Federación de
Sindicatos Alemanes (Deutschen Gewerkschaftsbund)(DGB), como lugar de encuentro
del sindicalismo alemán. La DGB es independiente política y financieramente de los
partidos, si bien mantiene vinculaciones personales con el SPD, perteneciendo al Partido
Socialdemócrata entre el 75 y el 85% de los altos funcionarios del sindicato (Ismayr, 1997:
430). La organización de los casi nueve millones de trabajadores dentro del DGB es por
ramas de actividad. Fuera de la Federación existen tres sindicatos más: el Sindicato
Alemán de Empleados (Deutsche Angestelltengewerkschaft), con más de medio millón de
afiliados, que reúne a controladores de vuelo, psicólogos, entrenadores de fútbol y artistas
y trabajadores de los medios de comunicación; la Federación de Alemana de
Funcionarios (Deutsche Beamtenbund), con más de un millón de afiliados que trabajan en
las administraciones públicas; y la Federación Cristiana de Sindicatos (Christlicher
Gewerkschaftsbund), con trescientos mil afiliados organizados en quince ramas. Desde
1949, la negociación colectiva tiene lugar entre las diferentes ramas de los sindicatos y la
patronal, no interveniendo el Gobierno en su determinación. Esto fomenta una
conflictividad social menor, al no ser la huelga el único recurso en manos de los
trabajadores. Sin embargo, el abandono de este compromiso por parte de muchas
empresas en los nuevos Länder de la antigua RDA, junto con el desmantelamiento de
parcelas del Estado social, ha aumentado considerablemente la actividad huelguística
desde el inicio de los noventa. Al tiempo, la capacidad de influir de los grupos de interés
en los Ministerios, en los Länder o en el Bundestag (donde hay registrados hasta 16.000
asociaciones, cuyo principal fin es influir en las decisiones políticas), genera una nueva
situación. El Estado debe adaptarse a la cualidad de “red” de las relaciones sociales,
donde ya no hay centros de referencia como antaño (los sindicatos o los partidos
políticos), sino “nódulos” donde el “centro” está redefinido, de manera que las decisiones
políticas se toman escuchando a los miembros de las asociaciones que tienen algún
interés en el asunto concreto que se trate. Otro tanto ocurre con la puesta en marcha de
determinados servicios sociales, crecientemente desarrollados por asociaciones privadas
con apoyo financiero público (Ismayr, ibidem.).

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