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El Concilio constó de cuatro sesiones: la primera de ellas fue presidida por el mismo
papa en el otoño de 1962. Él no pudo concluir este Concilio ya que falleció un año después,
(el 3 de junio de 1963). Las otras tres etapas fueron convocadas y presididas por su
sucesor, el papa Pablo VI, hasta su clausura en 1965. La lengua oficial del Concilio fue el
latín.
Comparativamente, fue el Concilio que contó con mayor y más diversa representación
de lenguas y etnias, con una media de asistencia de unos dos mil padres conciliares
procedentes de todas las partes del mundo. Asistieron además miembros de otras confesiones
religiosas cristianas.
Desde los primeros acercamientos por la elaboración y del desarrollo del Concilio
Vaticano II, se tenía presente en el trabajo impulsado por el papa Juan XXIII que este concilio
fuese con una mayor apertura al pueblo fiel por lo cual en las diferentes sesiones se presentó
un material para el análisis por los padres conciliares de lo cual surgió uno de los grandes
aportes a la liturgia.
Se han introducido las lenguas propias de cada nación, y no sólo el latín; una mayor
amplitud y una nueva ordenación de las diversas lecturas de la Sagrada Escritura; en la misa,
el giro del altar para permitir la celebración de cara al pueblo; la recuperación de la oración
común u oración de los fieles; la introducción de la homilía; la casi completa reforma del rito
de ofertorio Con estas reformas, la Iglesia retoma una cierta “movilidad” en la liturgia que,
por otra parte, fue característica propia de la antigua liturgia. Piénsese, por ejemplo, en los
diversos “ritos”, que, conservando lo esencial de la liturgia, rodearon esos elementos con
ritos de muy diversa índole, según la idiosincrasia de cada pueblo.
Si para algunos cristianos del siglo XX esta reforma litúrgica fue una sorpresa que, en
algunos llegó incluso a la extrañeza y al escándalo, se debió simplemente a una larga
tradición “inmovilista” en la que habían sido formadas las últimas generaciones cristianas.
Ese inmovilismo litúrgico arranca del concilio de Trento y tuvo motivo justificado en
la necesidad de terminar con los abusos litúrgicos que la reforma protestante había
introducido, con los peligros gravísimos para la verdadera fe. Eso obligó al concilio de Trento
a establecer una norma rígida (como un yeso colocado para curar una fractura); y esta norma
fue el famoso misal de san Pío V, promulgado bajo orientaciones de dicho concilio el 14 de
julio de 1570.
A) PRINCIPIOS OPERATIVOS
1.- Lengua; 2.- La palabra de Dios 3.- La catequesis; 4.- El canto 5.- Reforma de la
liturgia –grandes líneas de la reforma
1.1 La lengua
A) por un lado, la tradición de la Iglesia latina y las ventajas derivadas del uso de la
lengua única, sagrada y técnica desde el punto de vista litúrgico y jurídico
B) por otro, la debilitada incisión del mensaje y de la realidad divina, a causa de una
lengua ininteligible para muchos.
Se renunciaba en gran parte al latín o se reducía la eficacia del signo más natural,
espontáneo y expresivo: la lengua.
La lengua vulgar en la liturgia no disminuye, sino que afianza la hermosa lengua latina
tradicional, armoniosa y genial, vigorosa y austera, irradiante y seductora al mismo tiempo.
La lengua viva hablada enriquece la liturgia y facilitan el coloquio con Dios, sobre todo en
el seno de las comunidades parroquiales. La Constitución quiere que en la misa, los cantos
en latín sean conocidos en todo el mundo para facilitar las grandes asambleas internacionales,
unidas bajo el signo de la oración común.
Es necesario, que la palabra de Dios vuelva a ser viva y vivificante en todos los ritos
litúrgicos.
3.3 La catequesis
La renovación litúrgica exige un espíritu, una mentalidad, un alma. Necesita una iniciación
o educación litúrgica.
La necesidad de una catequesis fundada en la liturgia está probada en la más antigua tradición
patrística. Catequesis de los Santos Padres a los neófitos, sus homilías sobre las fiestas
litúrgicas, etc. Es todo un método de catequesis fundado en la Palabra de Dios y en los ritos
y las oraciones usados en las celebraciones.
4.4 El canto
Estas referencias son las enmarcadas en las líneas y fines del concilio a lo cual se suman
a su desarrollo las diferentes propuestas que a lo largo de la historia se han sumado, no
olvidando al movimiento litúrgico que estuvo presente en la década de los años 20te que puso
los primeros indicios de un desarrollo de la liturgia junto a diferentes teólogos y la misma
Congregación para la doctrina de la fe y la Congregación para el culto y la veneración de los
santos, las cuales siempre están presentes y aportando ideas claras y precisas para el accionar
que como fieles laicos realizamos dentro de la Iglesia y la acción litúrgica.