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76 Cultura DOMINGO 25/9/2005 ABC

La emocionante biografía de Enrique Urquijo titulada «Adiós tristeza» retrata una época del pop español y saca a la luz
los gozos y las sombras de uno de los grandes autores de la música española, el líder de Los Secretos desaparecido en 1999

Viaje por la vida de un secreto a voces


TEXTO: MANUEL DE LA FUENTE

MADRID Callejeando, podías cruzarte bar de aquellos que frecuenta, estaba de


con él, ya de anochecida, por cualquier negocios en la puerta y comprendí que
recoveco de Malasaña. O luego, casi al nada había cambiado, ójala nunca la hu-
borde del alba, cuando todos los gatos biera encontrado. Te juro que era buena
son pardos y suenan en la oscuridad los chica, aunque con poco apego a la vida»);
vasos y los besos de la madrugada, verlo su generosidad; sus silencios, su humor
acodado en la barra del Honky. En aquel inteligente, su espanto ante la cita con la
Madrid de hace unos años, en aquel Ma- mili; anécdotas entrañables como haber
drid de figuras desvencijadas, rock and sido un pegamoide a tiempo parcial; su
roll, guitarras heridas y almas desafina- orgullo por haber sido alumno de Tierno
das, en aquella ciudad desaparecida en Galván; su vigor físico a pesar de su as-
combate, Enrique Urquijo, cantante, pecto; sus espantás en las giras; su pa-
compositor, fundador de Los Secretos y sión por los niños («Después de andar a
de Los Problemas, era un cliente habi- la deriva, por mares turbios de bebida,
tual de los comercios de la vida. como un chiquillo falto de cariño, de
Allí, en un portal de ese mismo Malasa- pronto es todo tan sencillo, sencillo.Vol-
ña, en el 23 de la calle del Espíritu Santo, ver a ser un niño (...) Después del tiempo
en ese cruce de caminos de los días vivi- que he perdido, en aventuras sin sentido,
dosa quemarropa y los cuadernos de bitá- me siento solo y a la vez perdido, solo por-
cora emborranados de desamor, Enri- que me has sonreído y pido... volver a ser
queapareció muerto unanoche demedia- un niño, volver a ser un niño...»; o la in-
dos de noviembre de 1999. Su vida y sus creíble anécdota de su encuentro con el
milagros, sus silencios y su risa, sus pre- Príncipe Felipe, en el Honky Tonk («lle-
guntas sin respuesta, son ahora el mate- va una hora hablando con el Príncipe y le
rial que puebla «Enrique Urquijo. Adiós está llamando Juan Carlos todo el tiem-
tristeza», una excelente y sentida biogra- po», explicaba el aterrorizado maitre)...
fíadel artista madrileño, escrita por el pe-
riodista Miguel A. Bargueño a lo largo de Anécdotas
varios años, en un valiente y documenta- ...Y sus viajes por el lado más peligroso
dísimo trabajo, mediante entrevistas y salvaje de la noche madrileña; y su pa-
(más de cien) con la gente de su entorno, ternidad («Agárrate fuerte a mí María,
humano y musical, familiar y hasta esco- Agárrate fuerte a mí, Que esta noche es
lar. Un libro desgarrador, escrito desde la más fría, Y no consigo dormir. Agárra-
la honradez, el cariño y el respeto, pero te fuerte a mí María, Agárrate fuerte a
también sin componendas, sin concesio- mí, Que tengo miedo Y no tengo donde ir.
nesala falsa compasión nia labarata con- Y no llores más por mí. Volveré por ti al-
descendencia. Además del retrato fiel y gún día Y escaparemos de aquí»); su pau-
leal de Enrique Urquijo, la biografía se latino abandono de Los Secretos para
convierte en una extraordinaria, vertigi- dar vida a Los Problemas (una vez más
nosa y amena (a pesar del dolor que rezu- su peculiar humor al dar nombre a su
ma en muchas de sus páginas) crónica de nueva banda); su pasión por beberse y vi-
unos años, una sociedad y una parte de la virse la vida a grandes tragos; el trance
vida de la juventud nacida a finales de los místicocuando la cantante Emmylou Ha-
años cincuenta y primeros sesenta. rris puso la mano sobre el vientre de su
El libro rastrea, primero, en los ante- compañera embarazada de María); su be-
cedentes familiares de Enrique, en el ba- llísima relación con Pía, su última novia;
ABC
rrio que le vio crecer, el barrio de Argüe- Los cómic, otra pasión del músico. Aquí, leyendo un ejemplar de Metal Hurlant su último proyecto, el grabar un disco pa-
lles, la casa de la calle de Rodríguez de ra niños basado en poemas de Gloria
San Pedro, tan especial y que probable- Desde el tristísimo episodio de la «Adiós tristeza» se le Fuertes; sus últimas horas, y de nuevo la
mente marcó también la trayectoria hu- muerte del batería Canito recogida de amiga mala suerte haciendo de las suyas
mana de Urquijo, la casa en la que él y forma sobrecogedora, en párrafos la clavará al lector en las aquel 17 de noviembre...
sus hermanos Álvaro y Javier crecieron que uno vuelve a sentir el frío de aque- tripas como lo hacían las Trescientas cincuenta páginas que a
en un ambiente relajado, debido sobre to- llas madrugadas de Año Nuevo con canciones de Enrique muchos les van a suponer una emotiva
do a la ausencia habitual por motivos de apenas veinte años, hasta los últimos experiencia, la de encontrarse con el
trabajo del padre, la vida de unos chava- pasos de Urquijo en busca de un «colé- pasado de un pedazo de músico, un al-
les de clase media, que tras las habitua- rico picotazo», como los negros del El tristísimo episodio ma en pena pero un gran tipo como En-
les trastadas propias de la edad, encuen- «Aullido» de Allen Ginsberg, todo el li- rique Urquijo, reencontrarse con él,
tran el camino de sus sueños, la ruta de bro está repleto de testimonios en pri- de la muerte del batería con sus canciones y también quizá con
sus corazones rasgueando una guitarra. mera persona, directos, de lugares tan Canito está recogido en los renglones torcidos de la propia bio-
Quizá quien no haya crecido escu- comunes como desoladores. el libro de forma grafía. Un libro que, como las composi-
chando a Los Secretos, quizá para quien A flote sale la entrañable relación de ciones de Enrique, te hace un nudo en
no haya compartido aquel tiempo, ni ten- Enrique Urquijo con Joaquín Sabina sobrecogedora la garganta, te pone el corazón en un
ga más o menos la misma edad y haya («Enrique aparecía por aquí —la casa del puño. Un libro que pone a Urquijo en
visitado el mismo territorio en el que se cantautor en Tirso de Molina— de ma- dido e incomprensibles del «secreto»; su su sitio, el de uno de los grandes compo-
pierde la inocencia, el libro no sea más drugada y me pareció siempre el ser más compañerismo, sus subidas, sus baja- sitores de nuestra música popular. Un
que un magnífico esfuerzo periodístico, dulce, más tímido, más sensible del mun- das, sus derrapes en las curvas de la vida; libro para leer a media luz, mientras la
profesional y literario. Pero a poco que do. Era para comérselo. Aquí venía y se su amor por el deporte y por el aire libre; tarde cae sobre el bulevar de los sue-
el lector y aficionado tenga algo más que podía quedar cuarenta y ocho horas. Ha- su odio a los coches y a la carretera, la ños rotos. Los de casi todos. O por lo
horchata en las venas «Adiós tristeza» blaba poco, fumaba mucho, bebía mu- que le robó a su amigo del alma; sus amo- menos, los de nosotros, los de enton-
se le clavará en las tripas como lo hacían cho; yo también», rememora el cantau- res, quizá sus amoríos y amistades con ces, que desde luego, ya no somos los
también las canciones de Enrique. tor); la soledad y el desgarro incompren- las criaturas de la noche («La ví en un mismos.
ABC (Madrid) - 25/09/2005, Página 76
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