Sei sulla pagina 1di 20

INFLUENCIA EN EL PROCESO PENAL

La prejudicialidad se presenta en todos aquellos casos en los que para la


decisión jurisdiccional de una pretensión, el Juez requiere que se determine,
previamente, algún aspecto que constituye una de las bases en las cuales se
sustenta.

Hay prejudicialidad cuando entre el objeto de dos procesos se presenta una


relación de subordinación lógica, de modo que entre ellos existe una relación de
vinculación y de interferencia de tal naturaleza que la decisión sobre la
pretensión planteada en un proceso es susceptible de influir sobre la decisión de
la pretensión planteada en el otro, al constituir una de las premisas en las cuales
se debe basar la resolución de una de las pretensiones

A decir de Liebman, la prejudicialidad es “una cuestión controvertida, en sí y por


sí extraña al objeto del proceso, la cual es o puede ser objeto principal de otro
proceso diferente

Cuando en un procedimiento civil se plantean cuestiones referidas a otros,


actuales o anteriores, se debe distinguir si estamos ante una cuestión prejudicial,
si existe litispendencia o si es oponible la autoridad de la cosa juzgada.

El proceso pretende resolver controversias jurídicas y despliega efectos


impidiendo que durante su tramitación se inicie otro que tenga el mismo objeto,
lo que resultaría contrario a la seguridad jurídica ante la posibilidad de que
recaigan resoluciones judiciales de signo diferente en cada uno de ellos. Una vez
concluido, la Sentencia que se dicte despliega efectos respecto de la pretensión
que se ejercite en un ulterior proceso, si concurre la identidad o conexión
suficiente.

Cosa juzgada, prejudicialidad y litispendencia son conceptos e instituciones


procesales diferentes, tanto en sus presupuestos como en sus efectos, unas
veces impidiendo un nuevo pronunciamiento judicial sobre lo ya resuelto, otras
suspendiendo su tramitación
La cosa juzgada civil, por expreso mandato legal –del Código Penal
específicamente–, no solo se refiere a las mismas partes de un eventual proceso
penal, sino que se extiende, por excepción, erga omnes, a sujetos no litigantes,
frente a la licitud de un hecho, relación o conducta declarada por la jurisdicción
civil.

La institución de la cosa juzgada ha sido incorporada en la Constitución como


una garantía específica integrada a la garantía genérica de tutela jurisdiccional
y, en su consecuencia, del ne bis in ídem (no dos veces sobre lo mismo) -efecto
o función negativa de la cosa juzgada- El artículo 139, numeral 13, de la
Constitución estipula, con carácter general, que está prohibido revivir procesos
fenecidos con resolución ejecutoriada.

La Constitución garantiza, de este modo, el respeto a la firmeza de las


resoluciones firmes y a la intangibilidad de las situaciones jurídicas en ellas
declaradas -es uno de elementos que integra el contenido constitucionalmente
garantizado de la tutela jurisdiccional (STCE 119/1988, de 20 de junio)-. Si la
cosa juzgada fuese desconocida vendría a privarse de eficacia a lo que se
decidió con firmeza al cabo del proceso y, además, se vulneraría la legalidad
penal, integrada al debido proceso.

Procesalmente la cosa juzgada se erige en un impedimento procesal, desde su


efecto o función negativa: ne bis in idem -respecto del efecto o función positiva,
prejudicial, la cosa juzgada impide que se desconozca o contradiga las
situaciones declaradas o reconocidas en resolución judicial firme-. Si está
presente no tiene sentido un proceso con la meta de lograr una sentencia de
mérito.

El presupuesto procesal –versión positiva del impedimento procesal– importa


una circunstancia o una condición de admisibilidad para alcanzar una sentencia
material; no está comprendida en la cuestión de la culpabilidad y, por ende,
pertenece al derecho procesal

El artículo 79 del Código Penal instituye uno de los supuestos de eficacia o


función refleja de la cosa juzgada -desde luego, de la cosa juzgada civil al
proceso penal-. Dispone la citada norma que:
“Se extingue la acción penal si de la sentencia ejecutoriada dictada en la
jurisdicción civil, resulte que el hecho imputado como delito es lícito”.

La cosa juzgada civil, en este caso, por expreso mandato legal -del Código Penal
específicamente-, no solo se refiere a las mismas partes de un eventual proceso
penal, sino que se extiende, por excepción, erga omnes, a sujetos no litigantes
(extensión ultra partes de la cosa juzgada), frente a la licitud de un hecho,
relación o conducta declarada por la jurisdicción civil.

Su imperatividad -como nota esencial de la cosa juzgada, proyectada de un fallo


civil al ámbito penal- está en función al hecho objeto de decisión firme, por lo que
si en esa sede se declara lícito es obvio que, bajo ninguna circunstancia, puede
dar lugar a un proceso en sede penal, que como es patente exige, desde su
objeto o límite objetivo, un hecho penalmente relevante, el cual si se declaró lícito
no puede ser materia de un proceso jurisdiccional penal. La autorictas iudicati
sobre cuestiones de hecho son pues factibles

La cosa juzgada material es un determinado efecto de algunas resoluciones


firmes, consistente en una precisa y determinada fuerza de vincular, en otros
procesos, a cualesquiera de los órganos jurisdiccionales (el mismo que juzgó u
otros distintos), respecto del contenido de esas resoluciones (de ordinario,
sentencias).

La perspectiva amplia de esta institución puede entenderse reconocida por el


artículo 78, numeral 2, del Código Penal, cuando preceptúa que: “La acción penal
se extingue: 2. Por autoridad de cosa juzgada”. Luego, si se trata de un
impedimento procesal -impide una sentencia de mérito sobre un hecho ya
juzgado-, si constituye un óbice procesal, puede plantearse como excepción y,
precisamente, excepción de cosa juzgada.

Pretensión

Hablar de prejudicialidad supone hablar de objeto del proceso. Y hablar de objeto


del proceso supone hablar de pretensión. La pretensión es el pedido de tutela
jurídica que realiza un sujeto en ejercicio de su derecho a la tutela jurisdiccional
efectiva, con base a unos hechos que le sirven de sustento. En función a ello,
los elementos de la pretensión son: petitum y causa petendi.

a) Petitum. Es el pedido en concreto que realiza un sujeto cuando acude


a un órgano jurisdiccional, constituyendo en estricto, el objeto de la
pretensión. En función al contenido de dicho pedido, se puede distinguir
en él: el objeto inmediato y el objeto mediato de la pretensión

El objeto inmediato de la pretensión es la concreta actuación jurisdiccional


que se solicita en la pretensión. Es decir, la condena, declaración,
creación, modificación o extinción que se solicita.

El objeto mediato es el bien jurídico respecto del cual se solicita la tutela


jurisdiccional; es decir, el contrato específico, cuya nulidad se pretende; o
el inmueble cuya restitución se reclama; etcétera.

b) Causa petendi. Son los hechos que sirven de sustento al petitorio, o


dicho de otro modo, son los hechos que justifican jurídicamente el petitorio
que se está solicitando. Por ello, no cualquier hecho constituye la causa
petendi, sino solo aquellos que, con base al derecho cuya aplicación se
solicita, constituyen el presupuesto necesario para que se dé el petitum
solicitado.

Es por ello que Chiovenda señala que la causa petendi: “es una causa
jurídicamente relevante; no es un hecho natural puro y simple, sino un hecho o
conjunto de hechos, apto para poner en movimiento una norma de ley: un hecho
o conjunto de hechos en su idoneidad para producir efectos jurídicos”

Con base a lo anterior, la doctrina hace una distinción entre los hechos que
pueden configurar la causa petendi, y los clasifica en hechos constitutivos,
hechos extintivos y hechos impeditivos.

Los hechos constitutivos con los elementos fácticos que se alegan como causa
del nacimiento de un derecho, o dicho de modo más general, los elementos
fácticos que justifican jurídicamente que se otorgue la consecuencia jurídica que
se está solicitando en el petitum. La existencia de varios hechos que justifican
que se ampare una pretensión, no quiere decir que existan varias causas, pues
todos ellos, en su conjunto, constituyen la causa de ella. Cada conjunto de
hechos configurativos constituye una causa distinta, que permite identificar una
pretensión de las demás.

Los hechos extintivos son los elementos fácticos que permiten establecer que el
derecho no existe o, dicho de otro modo, son los elementos fácticos cuya
concurrencia permite concluir que no corresponde dictar el petitum planteado.
Muchas veces esos elementos son aportados por el demandante, pero
fundamentalmente corresponde introducirlos al demandado. Los hechos
impeditivos son más bien los elementos fácticos que impiden de modo absoluto
el surgimiento de los efectos de un negocio jurídico; algunos de los cuales
pueden ser hechos valer solo por el demandado, o, por el juez de oficio

Al lado de los hechos configuradores de la pretensión, se encuentran los hechos


contextuales que no permiten identificar a la pretensión en sí, sino que son los
hechos que tienen como finalidad informar al Juez acerca del contexto en el que
se da el conflicto que se lleva al proceso con la pretensión planteada.

Hablar de prejudicialidad supone hablar de pretensiones conexas.


Específicamente nos hallamos ante un supuesto de conexidad causal,
semicausal o mixta. De este modo, nos encontramos ante pretensiones que
tienen uno o sus dos elementos comunes, pero no basta ello para decir que nos
hallamos ante un supuesto de prejudicialidad, sino que, además, es preciso que
entre esas pretensiones exista una relación de subordinación lógica, de modo
que lo que debe resolver el juez respecto de una pretensión se convierte en
presupuesto lógico necesario para poder resolver la otra.

Para poder hablar de prejudicialidad es necesario que esa otra pretensión cuyo
pronunciamiento resulta ser necesario para poder pronunciarse sobre esta otra,
esté siendo discutida en otro proceso que se encuentra en trámite al mismo
tiempo.

A decir de Devis Echandía, “la cuestión prejudicial es aquella cuestión sustancial


autónoma que constituye un necesario antecedente lógico -jurídico de la
resolución que debe adoptarse en la sentencia, y que es indispensable resolver
previamente por otra sentencia o providencia que haga sus veces, en proceso
separado, con valor de cosa juzgada, ante el mismo despacho judicial o en otro
distinto, para que sea posible decidir sobre lo que sea materia de juicio, sea civil
o penal, razón por la cual este debe ser suspendido hasta cuando aquella
decisión se produzca”

Efecto positivo o prejudicial

La cosa juzgada material, en su vertiente positiva, supone la necesidad de partir


de lo ya juzgado en el anterior proceso, como punto de partida del proceso
ulterior, siempre que aquel pronunciamiento sea el presupuesto lógico jurídico
de éste.

Se refiere a este efecto diciendo que lo resuelto con fuerza de cosa juzgada en
la sentencia firme que haya puesto fin a un proceso vinculará al tribunal de un
proceso posterior cuando en éste aparezca como antecedente lógico de lo que
sea su objeto, siempre que los litigantes de ambos procesos sean los mismos o
la cosa juzgada se extienda a ellos por disposición legal.

El efecto positivo o prejudicial de la sentencia firme anterior condiciona la


resolución de las posteriores, tratando de evitar que dos relaciones jurídicas se
resuelvan de forma contradictoria ya que para el derecho no es posible que una
determinada cuestión sea y no sea al tiempo.

La apreciación de la cosa juzgada material en sentido positivo no exige


identidades objetivas, sino que el objeto del ulterior recurso sea parcialmente
idéntico ya que si se produjese la identidad de objeto plena estaríamos ante el
efecto excluyente, y por otra parte, la causa de pedir no puede exigirse desde el
momento que ésta es presupuesto del objeto del proceso. Sin embargo, es
exigible identidad subjetiva.

La finalidad perseguida es evitar pronunciamientos contradictorios incompatibles


con el principio de seguridad jurídica y, en consecuencia, con el derecho a la
tutela efectiva, cuando se está ante una sentencia firme que afecte a materias
indisolublemente conexas con las que son objeto de un pleito posterior.

Si en el proceso instado por la comunicad de propietarios el demandado no


resulta condenado al pago de gastos comunes de propiedad horizontal por no
ser el dueño de la vivienda, en una ulterior demanda de privación del uso de
determinados servicios y reclamación de daños y perjuicios podrá discutirse la
existencia o no de dichos daños, pero no el concepto de propietario moroso que
funda la privación del uso de dichos servicios.

Influencia de la prejudicialidad

En el proceso civil pueden plantearse cuestiones que tienen relación con la que
constituye el fondo del asunto, cuestiones que el propio tribunal podrá resolver,
o no, bien por impedirlo el efecto de cosa juzgada positiva, bien por tratarse de
cuestiones sometidas a otro orden jurisdiccional, con carácter exclusivo y
excluyente.

Se trata de las cuestiones prejudiciales, que no hay que confundir con el efecto
prejudicial de la cosa juzgada que se acaba de ver. Se trata de cuestiones
conexas con la cuestión de fondo que pueden estar atribuidas a la competencia
de un tribunal del mismo o diferente orden jurisdiccional, pero que pueden dar
lugar a un procedimiento y resolución independiente. Tampoco hay que
confundir las cuestiones prejudiciales con las cuestiones incidentales.

El art. 10.1 Ley Orgánica 6/85 de 1 de julio, del Poder Judicial, (en adelante
LOPJ) dispone que a los solos efectos prejudiciales, cada orden jurisdiccional
podrá conocer de asuntos que no le estén atribuidos privativamente.

Sin perjuicio de la existencia de cuestiones prejudiciales, el tribunal tiene la


posibilidad, de oficio o a instancia de parte, de plantear al Tribunal Constitucional
la posibilidad de que una norma con rango de Ley aplicable al caso y de cuya
validez dependa el fallo pueda ser contraria a la Constitución, del Tribunal
Constitucional, cuyo planteamiento producirá la suspensión de las actuaciones
hasta que el Tribunal Constitucional se pronuncie sobre su admisión y resuelva
definitivamente sobre la cuestión.

Igualmente peticiones de decisión prejudicial sobre la interpretación de los


Tratados o sobre la validez o interpretación de los actos adoptados por las
instituciones, órganos u organismos, si estima necesaria una decisión al
respecto para poder emitir su fallo y resolver el litigio que esté conociendo.
Pero en ambos casos la llamada prejudicialidad constitucional y comunitaria
hace referencia a disposiciones legales y no a la calificación de hechos o
decisión sobre relaciones jurídicas controvertidas.

La acumulación como primer remedio a la prejudicialidad

La acumulación es el instituto que explica la naturaleza de todos aquellos


procesos en los cuales existe más de una pretensión.

De esta manera, este instituto procesal está diseñado precisamente para poder
discutir en un proceso más de una pretensión, a fin de permitir la realización del
principio de economía procesal, permitiendo que con menor actividad procesal
se pueda resolver la mayor cantidad de pretensiones; y, lo que es más
importante, evita que se vayan a dictar sentencias contradictorias.

La solución natural para los casos de la prejudicialidad debiera ser la


acumulación de procesos, en la medida que con este remedio se permite una
solución integral al conflicto, sin que se suspenda ninguno de los procesos,
procurando así la pronta e integral solución del conflicto, en manos del mismo
juez, sin que por otro lado, se corra el riesgo de sentencias contradictorias.

Sin embargo, muchas veces dado los requisitos que la ley procesal exige para
el instituto de la acumulación, no es posible que esas pretensiones conexas e
interdependientes lógicamente puedan ser tramitadas en un mismo proceso ante
un mismo juez. Cabe recordar en ese sentido que el Código Procesal Civil
establece en su artículo 85 los requisitos de la acumulación.

Dentro de ellos, los que presentan especial importancia son el que sean
tramitables en una misma vía procedimental y el que sean competencia del
mismo juez.

Sin perjuicio de considerar el hecho que la exigencia de que sean tramitables en


una misma procedimental resulta ser un requisito absolutamente absurdo que
impide irrazonablemente la posibilidad de plantear pretensiones en un mismo
proceso, más aun cuando en virtud de lo establecido en el último párrafo del
artículo 89 del Código Procesal Civil se permite la acumulación de procesos con
desacumulación en el trámite, con lo que el inicial impedimento establecido en el
artículo 85 puede resolverse posteriormente con el pedido de acumulación de
procesos y desacumulación en el trámite.

De esta manera, el verdadero problema se presenta con la exigencia de que las


pretensiones a acumular sean de competencia del mismo juez, en la medida que
dicha exigencia no se puede subsanar. Así hay pretensiones que pueden ser
competencia de un juez de paz (el desalojo, por ejemplo), mientras que la validez
o vigencia de un contrato pueden estar discutiéndose ante un juez especializado.

En esos casos no sería posible acumular las pretensiones, a pesar de ser


necesario que una de ellas se resuelva antes que la otra, por ser una condición
necesaria. Ante ello, a fin de evitar que se expida una sentencia que vulnere el
derecho a la tutela jurisdiccional efectiva, se hace necesario establecer un
remedio, distinto a la acumulación

La suspensión del proceso como último remedio a consecuencia de la


prejudicialidad

La suspensión del proceso es “el detenimiento temporal de su desarrollo,


dispuesto por el juez cuando se verifiquen determinados eventos establecidos
por la ley, en atención a que el proceso deba retomar su camino cuando cese el
motivo que determinó la suspensión o cuando haya transcurrido el término
establecido por el juez”

Existe consenso en la doctrina acerca de que el remedio ante la prejudicialidad


es la suspensión del proceso. La doctrina procesal italiana clásica se ha inclinado
en establecer que la suspensión del proceso cabe cuando una cuestión
prejudicial del proceso sea objeto de otro autónomo proceso y no sea posible
acumularlos

Sin embargo, se han formulado también críticas a esa solución, en la medida


que se sostiene que muchas veces un proceso es iniciado maliciosamente, o en
todo caso, que uno de ellos, puede concluir con una sentencia infundada, razón
por la cual la suspensión del proceso en los casos de prejudicialidad resulta ser
un remedio demasiado poderoso que puede ser mal usado por las partes
Sin embargo, resulta ser el único remedio posible ante los riesgos que supone el
tener una pretensión tramitada en un proceso, cuyos presupuestos materiales
para su resolución depende de lo que se decida respecto de otra pretensión.

En ese sentido, la suspensión debe ser declarada por el juez, en los casos en
los que exista esa necesidad lógica -jurídica, con una salvedad; la suspensión
solo debe decretarse cuando el proceso esté por sentenciarse, pues el resto de
la actividad procesal puede desarrollarse normalmente.

De esta manera, el normal desarrollo del proceso solo se verá afectado, en la


medida que sea necesaria la espera del otro proceso; caso contrario, se estaría
suspendiendo el trámite del proceso, respecto de actos procesales que no
requieren de ese pronunciamiento previo.

Por lo demás, la suspensión del proceso encuentra justificación, precisamente,


en el derecho a la tutela jurisdiccional efectiva

Cuestión Prejudicial Civil

Como punto de partida debemos indicar que el tribunal del orden jurisdiccional
civil que esté conocimiento de un asunto es competente para resolver todas las
cuestiones que se susciten en dicho proceso, pero en los casos en que se
plantea por alguna de las partes una cuestión prejudicial es necesario distinguir
su naturaleza. La aparición de una cuestión de naturaleza civil puede dar lugar
a 3 situaciones diferentes:

a) Que la cuestión prejudicial de naturaleza civil hubiera sido resuelta con


anterioridad en otro proceso ante el mismo o diferente tribunal. En este
caso no se trata de una cuestión prejudicial que deba decidirse con
carácter previo para poder resolver el procedimiento en el que se
presente, sino que estaremos ante una cuestión ya decidida, con
autoridad de cosa juzgada en su efecto positivo o prejudicial.

b) Que la cuestión prejudicial de naturaleza civil no hubiera sido resuelta


con anterioridad. En este caso debemos distinguir el supuesto de que esa
cuestión esté siendo objeto de un proceso civil o no. Si no existe un
proceso en trámite en el que la cuestión prejudicial sea su objeto, no solo
el tribunal ante el que surge esta cuestión es competente para resolverla,
sino que el principio de exhaustividad y congruencia le obliga a
resolverlas, dada que ese es el cometido de la función jurisdiccional
expresado en el art. 117.3 CE, juzgar y hacer ejecutar lo juzgado.

c) Por el contrario, de conformidad con lo dispuesto, si se trata de una


cuestión de naturaleza civil que no ha sido resuelta con anterioridad pero
está siendo objeto de otro proceso ante el mismo o diferente tribunal,
siempre que se trate de procedimientos conexos y que, de seguirse de
forma independiente, exista riesgo de pronunciamientos diferentes sobre
la misma cuestión, deberá intentarse la acumulación de autos.

La conexidad de los procesos no significa identidad absoluta sino simplemente


que, para resolver el proceso en el que se manifiesta la cuestión prejudicial, sea
necesario resolverla previamente.

Si la acumulación es imposible, el tribunal, a petición de ambas partes o de una


de ellas, oída la contraria, podrá mediante Auto acordar la suspensión del
proceso hasta que finalice el proceso que tenga por objeto la cuestión prejudicial,
de forma que lo que allí se resuelva tendrá el efecto prejudicial de la cosa
juzgada. Contra el Auto que acuerde la suspensión del proceso cabe recurso de
apelación. Contra el que la deniegue cabe solo recurso de reposición.

Aun cuando la suspensión se hubiera solicitado por ambas partes el tribunal no


queda condicionado sino que debe examinar la concurrencia de los requisitos
esenciales decidiendo en consecuencia.

Otra cosa es que las partes soliciten de mutuo acuerdo la suspensión del
procedimiento dado el derecho de disposición que asiste a los litigantes.

Por el contrario, si una vez que se haya puesto de manifiesto la cuestión


prejudicial ninguna de las partes solicita la suspensión, apreciado el riesgo de
pronunciamiento contradictorios, el tribunal puede convocar a la partes a una
comparecencia con el fin de decidir sobre la posible suspensión del
procedimiento, ya que no cabe decidir de oficio sobre la suspensión por esta
causa.
Pero, en conclusión, lo decisivo es la conexión entre ambos procesos, es decir,
la necesidad de que la cuestión planteada quede resuelta con carácter previo
por ser necesario un pronunciamiento al respecto para resolver la cuestión objeto
del proceso en el que aquella cuestión se manifiesta. En este sentido, traemos a
colación la Sentencia del 7 de septiembre de 2015, que deniega la suspensión
por prejudicialidad civil del Juicio Ordinario en el que se ejercitaba acción de
individual tendente a la nulidad de cláusula suelo de un préstamo hipotecario,
prejudicialidad que se solicitó con fundamento en la existencia de una acción
colectiva ejercitada por asociaciones de consumidores.

La Sentencia declara que la acción colectiva no prejuzga la acción individual de


nulidad de la condición general de la contratación impugnada ya que esta acción
es un instrumento más en defensa de los intereses de los consumidores, que no
puede suponer una restricción de sus derechos.

Cuestión Prejudicial Contencioso-administrativa y Social.

Si la naturaleza de la cuestión es contencioso-administrativa o social, permite al


tribunal civil resolverla, a los solos efectos prejudiciales, es decir, como
antecedente, elemento o presupuesto lógico jurídico del que partir para resolver
la verdadera cuestión de fondo, posibilidad que se contempla con carácter
dispositivo y no imperativo. Lo resuelto de este modo solo surtirá efecto en este
proceso, sin efectos, por tanto, de cosa juzgada material.

No obstante, el proceso quedará en suspenso, según determina el art. 42.3 LEC,


hasta que aquellas cuestiones se resuelvan por los órganos de la jurisdicción
correspondiente, cuando lo imponga la ley o lo pidan las partes de común
acuerdo o una de ellas con el consentimiento de la otra.

Una vez resuelta la cuestión, aquella resolución tendrá efectos de cosa juzgada
material en su vertiente positiva o prejudicial, aun cuando se trate de resolución
del Tribunal de Cuentas.

Aun cuando el efecto de cosa juzgada se predica de las resoluciones de otros


órganos de la jurisdicción civil, el art. 42.3 LEC establece este efecto positivo de
cosa juzgada para las resoluciones dictadas por la Administración Pública
competente, pone de manifiesto el cambio de criterio según el cual consideraba
improcedente la alegación de cosa juzgada o de litispendencia respecto de
litigios de otro orden jurisdiccional, cambio de interpretación que se acomoda a
la jurisprudencia constitucional, entre las que se cita la existencia de
pronunciamientos contradictorios en las resoluciones judiciales de los que
resulte que “unos mismos hechos ocurrieron y no ocurrieron” pues no resultan
compatibles la efectividad de dicha tutela y la firmeza de los pronunciamientos
judiciales.

El Tribunal Constitucional ha destacado que «en la realidad histórica relevante


para el Derecho no puede admitirse que unos hechos existen y dejan de existir
para los órganos del Estado, pues a ello se oponen principios elementales de
lógica jurídica y extrajurídica, salvo que la contradicción derive de haberse
abordado unos mismos hechos desde perspectivas jurídicas diversas.

El Tribunal Supremo concluye que los tribunales deben tomar en consideración


los hechos declarados probados en resoluciones firmes dictadas por tribunales
de una jurisdicción distinta, de modo que sólo pueden separarse de tales hechos
exponiendo las razones y fundamentos que justifiquen tal divergencia.

Pero ello no impide que en cada jurisdicción haya de producirse un


enjuiciamiento y una calificación en el plano jurídico de forma independiente y
con resultados distintos si ello resulta de la aplicación de normativas diferentes.

No obstante, lo dicho la existencia de cualquier cuestión sometida a un órgano


administrativo o laboral no supone necesariamente la existencia de una cuestión
prejudicial de carácter administrativo.

Cuestión Prejudicial Penal.

El orden jurisdiccional penal es preferente exceptúa la regla general de


conocimiento con efectos meramente prejudiciales. Así, la existencia de una
cuestión prejudicial penal de la que no pueda prescindirse para la debida
decisión o que condicione directamente su contenido, determinará la suspensión
del procedimiento mientras aquélla no sea resuelta por los órganos penales a
quienes corresponda, salvo las excepciones que la ley establezca.

La cuestión prejudicial penal es aquella a la que se refiere; es decir, hechos


investigados en causa criminal como presuntamente constitutivos de delito, que
fundamenten las pretensiones de las partes en el proceso civil, siempre que la
decisión del tribunal penal acerca de tales hechos pueda tener influencia decisiva
en la resolución sobre el asunto civil.

Si en el proceso civil apareciesen hechos que ofrezcan la apariencia de delito, el


tribunal, mediante providencia, debe ponerlo en conocimiento del Ministerio
Fiscal, por si hubiere lugar al ejercicio de la acción penal, pero en tal caso no
procederá la suspensión del procedimiento civil salvo que concurran los
requisitos anteriores.

El conflicto se presenta siempre en cuanto a la suspensión del proceso civil y la


eventualidad de la utilización fraudulenta de ésta posibilidad, dispone que
promovido juicio criminal en averiguación de un delito o falta, no podrá seguirse
pleito sobre el mismo hecho; suspendiéndole si le hubiese, en el estado en que
se hallare, hasta que recaiga sentencia firme en la causa criminal.

El régimen de la suspensión del proceso civil ante la existencia de la cuestión


prejudicial penal es el siguiente:

1. Con carácter general, la existencia de una cuestión prejudicial penal no


suspende el curso del proceso civil.

2. La suspensión del proceso civil se producirá cuando concurran las


siguientes circunstancias: 1) existencia de causa criminal en marcha, 2)
que los hechos de apariencia delictiva investigados en la causa penal
sean el fundamento de las pretensiones deducida en el proceso civil, 3)
que la decisión del tribunal penal pueda tener influencia decisiva en la
resolución sobre el asunto civil. En este sentido, para que resulte
procedente la suspensión por prejudicialidad penal, no sólo exige, la
existencia de una causa criminal por unos hechos de apariencia delictiva
que fundamenten las pretensión del proceso civil, sino también, que la
decisión del tribunal penal acerca del hecho por el que procede la causa
criminal pueda tener un influencia decisiva en la resolución sobre el asunto
civil, por cuya razón no se estimó que aun cuando existía una causa penal
por falsedad de los pagares que eran objeto del procedimiento civil, al
haberse reconocido, en el Juicio Ordinario, que la firma del emitente
estaba falsificada, no era necesario el pronunciamiento penal para
resolver sobre las nulidad de dichos efectos.

3. No procederá la suspensión del proceso civil de inmediato sino que


continuará su tramitación hasta el momento anterior a dictar Sentencia,
salvo cuando la causa penal se siga por falsedad de algún documento
aportado al proceso civil, en cuyo caso se acordará la suspensión tan
pronto como se acredite que se sigue causa criminal sobre aquel delito,
si, a juicio del tribunal, el documento pudiera ser decisivo para resolver
sobre el fondo del asunto. Pero la suspensión no se acordará o se alzará
la acordada, si la parte a la que pudiera favorecer el documento renuncia
a él.

4. Evidentemente, la carga de la prueba tanto de la existencia de la


cuestión prejudicial penal como de la concurrencia de las circunstancias
que posibilitan la suspensión del procedimiento civil, corresponde al
litigante que la solicita.

5. Cuando la causa penal sobre falsedad de algún documento aportado al


proceso civil se inicie a instancia de alguna de las partes, en caso de que
en el proceso penal finalice por resolución que declare la autenticidad del
documento, o no haberse probado su falsedad, la parte a quien perjudique
la suspensión del proceso civil puede pedir indemnización de daños y
perjuicios.

En cuanto a los recursos que se pueden interponer contra el Auto acordando o


denegando la suspensión del procedimiento civil se distingue:

a) Contra el Auto que deniegue la suspensión del asunto civil cabe recurso
de reposición únicamente, pudiendo reproducirse la cuestión en la
segunda instancia, o, durante la tramitación de los recursos
extraordinarios por infracción procesal o de casación.

b) Contra el Auto que acuerde la suspensión cabe recurso de apelación y


contra los Autos dictados en apelación acordando o confirmando la
suspensión cabe, recurso extraordinario por infracción procesal. Se refiere
tanto al Auto que acuerde inicialmente la suspensión, como al Auto que la
acuerda al estimar el recurso de reposición.

En conclusión, lo decisivo es la conexión entre ambos procesos, es decir, la


necesidad de que la cuestión planteada quede resuelta con carácter previo por
ser necesario un pronunciamiento al respecto para resolver la cuestión objeto
del proceso en el que aquella cuestión se manifiesta.

Prejudicialidad en procesos de ejecución.

La suspensión del procedimiento de ejecución, y del proceso de ejecución sobre


bienes hipotecados o pignorados, por la que denominan prejudicialidad penal,
denominación que se ha tachado de incorrecta dado que el ámbito de aplicación
de las cuestiones prejudiciales son los procesos declarativos, en los que se pone
de manifiesto una cuestión cuya resolución resulta necesaria para resolver la
que constituye el objeto del procedimiento en el que aquella aparece.

Pero en el proceso de ejecución no existe cuestión a resolver, por lo que, en


puridad de conceptos, carece de sentido que exista una cuestión prejudicial, sin
perjuicio de que existan causa de oposición, pero cuya resolución nunca
causaran efecto de cosa juzgada más allá del propio objeto de la oposición y
respecto de aquellas cuestiones que no han sido opuesta pudiendo haber sido
objeto de la oposición.

Aun cuando lo más adecuado hubiera sido mantener la posible suspensión del
proceso de ejecución, dada la prevalencia del proceso penal, quizá por criterio
de coherencia, acoge la posibilidad de suspender el proceso para evitar
pronunciamientos contradictorios referidos a la falsedad o nulidad del título, o la
invalidez o ilicitud del despacho de la ejecución.

Siguiendo el mismo criterio de la prejudicialidad penal, la simple presentación de


denuncia o querella en que se expongan hechos de apariencia delictiva
relacionados con el título ejecutivo o con el despacho de la ejecución forzosa no
determina, por sí solas, que la suspensión de la ejecución. Se requiere al menos
la admisión, y por lo tanto la pendencia de causa criminal que tenga por objeto
hechos de apariencia delictiva que, de ser ciertos, determinarían la falsedad o
nulidad del título, o la invalidez o ilicitud del despacho de la ejecución.
Aun cuando proceda la suspensión por esta causa, la ejecución podrá seguir
adelante si el ejecutante presta, caución suficiente, a juicio del tribunal que la
despachó, para responder de lo que perciba y de los daños y perjuicios que la
ejecución produzca al ejecutado en caso de que finalmente se declare la
falsedad o nulidad del título, o la invalidez o ilicitud del despacho de la ejecución,
lo que se convertirá en la estimación sobrevenida de la nulidad del proceso.

El proceso de ejecución descansa en la existencia de alguno de los títulos, unos


judiciales y otros no judiciales. Tratándose de título judicial es prácticamente
impensable algún supuesto de falsedad o nulidad del título, o la invalidez o ilicitud
del despacho de la ejecución con relevancia penal, dado que el procedimiento
de ejecución que tenga por fundamento un título judicial se seguirá ante el propio
tribunal que lo creó.

Téngase en cuenta que, en que en estos casos, las causas de oposición


admitidas son las expresamente tasadas: pago o cumplimiento de lo ordenado
en la sentencia, laudo o acuerdo, que habrá de justificar documentalmente;
caducidad de la acción ejecutiva, y los pactos y transacciones que se hubiesen
convenido para evitar la ejecución, siempre que dichos pactos y transacciones
consten en documento público; y cuando la ejecución se haya despachado en
virtud del auto, la oposición podrá fundarse especialmente en culpa exclusiva de
la víctima, fuerza mayor extraña a la conducción o al funcionamiento del
vehículo, o concurrencia de culpas.

La suspensión del proceso y el derecho a la tutela jurisdiccional efectiva

El derecho a la tutela jurisdiccional efectiva supone, dentro de las garantías que


integran su contenido, el derecho a que se dicte una decisión sobre el fondo del
asunto, dentro de un plazo razonable.

Debido a ello, la doctrina sostiene que: “en la medida que el proceso se


encuentra constitucionalmente previsto y protegido, puede decirse que la
suspensión es un instituto que viene disciplinado e interpretado con mucha
cautela, de lo contrario, se termina fatalmente con desnaturalizar el proceso, el
cual, para ser efectivamente tal, no debe estar sujeto a demasiadas pausas y,
en cualquier modo, no puede ni debe sufrirlas de modo injustificado”
A partir de ese hecho, la doctrina ha derivado fundamentalmente dos
consecuencias: 1) que no se pueden establecer mayores supuestos de
suspensión que los previstos en la ley; y, 2) que la suspensión solo puede durar
el plazo expresamente señalado en la ley.

Una posición como la anteriormente descrita, supone que el legislador ha


establecido con precisión todos los casos de suspensión. De este modo, esa
posición parte de considerar que el legislador ha cumplido con su labor de
ponderar en qué casos se justifica constitucionalmente que el proceso pueda ser
suspendido.

Sin embargo, puede ocurrir -como en el caso peruano- que el legislador no haya
cumplido con dicha labor, presentándose por ello en ese caso una situación en
la que resulta constitucionalmente exigible suspender un proceso; sin embargo,
el legislador no ha previsto esa situación, caso en el cual corresponderá al Juez
realizar esa ponderación, determinando la necesidad de suspender el proceso
en las hipótesis en las que la afectación del derecho a que el proceso dure un
plazo razonable, se justifique por proteger algún otro valor constitucional.

Es claro que dicha suspensión solo puede durar el tiempo necesario para
conseguir alcanzar esa finalidad constitucional, caso contrario se estaría
vulnerando los derechos fundamentales a que el proceso dure un plazo
razonable y el derecho a la tutela jurisdiccional efectiva.

La regulación en el Perú

La suspensión se encuentra regulada en el Código Procesal Civil peruano en su


artículo 320. La regulación es absolutamente pobre en la medida que señala que
el proceso se suspenderá en los casos en los que señale la ley o en los casos
en los que el juez considere necesario hacerlo

Lo cierto es que no existe norma que establezca la suspensión del proceso para
el caso de la prejudicialidad; es más la prejudicialidad no se encuentra regulada,
salvo en el Código Procesal Penal, para la prejudicialidad civil en un proceso
penal.
Sin embargo, no existe norma similar para los procesos civiles. Por ello, en
nuestra opinión, los casos de la prejudicialidad, debe dar lugar a la suspensión
judicial del proceso, reconocida en el propio artículo 320.

En ese sentido, es necesario señalar que dicha norma no establece típicamente


los casos en los que el Juez debe suspender el proceso, señalando únicamente,
que puede hacerlo, en los casos en los que lo considere necesario.

Por las razones expuestas en este artículo en pocos casos es tan necesaria la
suspensión, como en el caso de la prejudicialidad. Por ello, ese debe ser el
trámite que debe dar el juez en esos casos.
Bibliografía

NÚÑEZ, F. (2012). El Contenido esencial del non bis in idem y la cosa juzgada
en el Nuevo Código Procesal. Grijley, Lima

REÁTEGUI, J. (2006). La Garantía del “Ne Bis In Idem” en el Ordenamiento


Jurídico Penal. Jurista Editores. Noviembre.

REYNA, L. (2011). El Proceso Penal Aplicado. Grijley, Lima.

ROSAS, J. (2009). Manual de Derecho Procesal Penal. Con aplicación al Nuevo


Proceso Penal. Jurista Editores. Lima – Perú. Mayo

SÁNCHEZ, P. (2004). Manual de Derecho Procesal Penal. Idemsa, Lima.

SAN MARTIN, C. (2008). La cosa juzgada como causal de extinción de la acción


penal. Actualidad Jurídica. pág. 148. Gaceta Jurídica.

Potrebbero piacerti anche