Sei sulla pagina 1di 15

Desafíos

ISSN: 0124-4035
revistadesafios.urosario@gmail.com
Universidad del Rosario
Colombia

Nohlen, Dieter
Enfoques en el análisis politológico
Desafíos, vol. 24, núm. 1, enero-junio, 2012, pp. 333-345
Universidad del Rosario
Bogotá, Colombia

Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=359633171011

Cómo citar el artículo


Número completo
Sistema de Información Científica
Más información del artículo Red de Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal
Página de la revista en redalyc.org Proyecto académico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto
Enfoques en el análisis
politológico*
Dieter NohleN, UNiversiDaD De heiDelberg

Artículo recibido:
Artículo aprobado:

Para citar este artículo: Nohlen, Dieter (2012). Enfoques en el análisis político (2002/2006).
Desafíos 24-I, pp. 333-345.

Introducción
El término enfoque (en inglés: approach) designa en su sentido estric-
to una aproximación cientí ca especí ca al objeto de investigación,
que consiste en un sistema de preceptos que combina coherentemente
elementos de teoría, método y técnica de investigación.

En la literatura de la ciencia política el concepto, muy común, de


enfoque se utiliza a menudo de manera ambigua y vaga. Algunas veces
se iguala a la teoría, y a veces, al método; algunos autores lo ubican
entre la teoría y el método, otros, entre el método y la técnica de in-
vestigación. También se encuentran combinaciones, como enfoque
teórico o enfoque metodológico. Este uso poco nítido hace que el
término siempre parezca adecuado, pero da lugar a una confusión
conceptual. No obstante, enfoque expresa de hecho algo especí co,
que no es sinónimo de método ni de teoría. Se diferencia de teoría,
porque su contenido no puede someterse a un examen empírico, se
contrarresta más bien al de otra aproximación o perspectiva de ver un
fenómeno, lo que lleva a contemplar cuál de los enfoques es más apto
o fructífero para una cabal comprensión de la realidad observada. Se
diferencia de método, término que se re ere al procedimiento y a las

* Versión revisada de la conferencia pronunciada en la Universidad del Rosario, Bogotá;


noviembre de 2009. Una versión más amplia se puede encontrar en el libro ¿Cómo estudiar
Ciencia Política? Una introducción en trece lecciones, Lima, 2011: Fondo Editorial Ponti cia
Universidad Católica del Perú.

Desafíos, Bogotá (Colombia), (24-1): 333-345, semestre I de 2012


334 / Dieter NohleN

herramientas de investigación. Por lo tanto, la expresión es a menudo


utilizada como concepto residuo que incluye todos los abordajes a
un problema cientí co que ni son teoría ni método. En esta función
reside su uso difuso. A veces equivale simplemente a una perspectiva
entre otras sin mayor contemplación de sus implicancias teóricas y
metodológicas. En éste su sentido estricto, sin embargo, no debería
ser localizado tampoco en un plano propio entre un ordenamiento
pensado como vertical-jerárquico, de teoría, método y técnica de in-
vestigación. Dado que el término combina generalmente elementos
de estos tres ámbitos, ocupa por lo tanto un espacio propio al lado
o más bien a lo largo del eje teoría-método-técnica de investigación.
Los siguientes tres ejemplos demuestran precisamente el uso más
fructífero del concepto cuando de ne planteamientos relacionados con
la teoría, el método y las técnicas de investigación:

1. El enfoque histórico-genético se basa en lo que respecta (a) al


nivel teórico en la explicación de los fenómenos a partir del con-
texto histórico de su surgimiento y su desarrollo, (b) al método
en el procedimiento histórico hermenéutico y (c) a la técnica de
investigación en la crítica interna y externa de fuentes.
2. El enfoque sociológico y el enfoque social-psicológico que están
paradigmáticamente frente a frente en la investigación empírica
del comportamiento electoral. Se les suele llamar también el
enfoque del grupo de referencia y el enfoque de identi cación
partidaria. Se distinguen (a) con respecto al nivel teórico por la
determinación socio-estructural del comportamiento por un lado
y la identi cación partidaria y la racionalidad política (teorías
expresivas vs. teorías instrumentales de la elección) por el otro,
(b/c) con respecto al método y a la técnica de investigación por
el empleo de la estadística descriptiva, de datos agregados y de
información cualitativa por un lado y la estadística concluyente,
de datos individuales y de información cuantitativa, por el otro.
3. El enfoque de área (area approach) como estrategia de investigación
vinculada con el método comparativo. Se de ne (a) con respecto
al nivel teórico por el alcance limitado de las a rmaciones cien-
tí cas (para un área socio-cultural de nida), (b) con respecto
al método por su integración en el método comparativo bajo el

Desafíos, Bogotá (Colombia), (24-1): 333-345, semestre I de 2012


eNfoques eN el aNálisis politológico / 335

supuesto de relativa homogeneidad de las variables contextuales,


(c) con respecto a las técnicas de investigación por su apertura,
dado que el método comparativo no está jado en determinados
procedimientos estandarizados.

En lo siguiente, se realiza una inmersión más en profundidad de varios


enfoques, empezando con los aplicados en el estudio de un fenómeno
institucional especí co, los sistemas electorales, y sus consecuencias,
seguido por enfoques en el estudio de la política en la región lati-
noamericana. A continuación se presenta de forma más detenida el
enfoque histórico-empírico, dado que este enfoque permite superar
algunos problemas de análisis de otros enfoques aplicados al estudio
de la política en Latinoamérica y es el preferido por el autor.

I. Enfoques en el análisis de la política


latinoamericana
El hecho de que el contexto del objeto de estudio cambia según
distintas latitudes, hace surgir la cuestión de qué tipo de enfoque
conviene aplicar por esta misma razón. Por lo demás, hay tradiciones
que abarcan cientí camente la política según regiones y países. Con-
viene diferenciar entre tres enfoques: el interdisciplinario, el nacional
de orientación histórica-genética y el internacional de orientación
comparativa, originado en la ciencia política internacional, o sea, de
fuente occidental. Las opciones tienen sus pros y sus contras. Vamos
a tratarles en el siguiente orden: el enfoque interdisciplinario, el enfo-
que occidental comparativo y el enfoque nacional histórico-genético.

A. El enfoque interdisciplinario
Esta opción seguramente es muy valiosa y tiene su encanto. En el
diálogo con otras disciplinas se vislumbran mejor las condiciones
epistemológicas de la propia disciplina que a menudo se quedan im-
plícitas, no articuladas. Además, el enfoque interdisciplinario permite
identi car reduccionismos de cada una de las disciplinas participantes.
Como sentencia Wolfgang Schluchter (2010), nadie conoce bien su propia
disciplina si solo conoce la suya. La confrontación con el conocimien-
to de otra disciplina no debería ser vista como un reto; de verdad, este
otro conocimiento es complementario. A veces la interdisplinariedad

Desafíos, Bogotá (Colombia), (24-1): 333-345, semestre I de 2012


336 / Dieter NohleN

lleva a compartir entre los investigadores ideas, conocimientos y


sentimientos que coadyuven a la interpretación de la empiria. Por lo
demás, para estudios interdisciplinarios, parece haber fondos por el
lado de instituciones internacionales, como, por ejemplo, del PNUD,
hecho que demuestran sus periódicos Informes sobre el Desarrollo
Humano nacionales, subregionales y regionales. Sin embargo, todos
estos bene cios del enfoque interdisciplinario dependen de la calidad
de los investigadores de las diferentes ramas del saber. Se supone
que son buenos conocedores de la realidad en que viven. Es notorio,
no obstante, que las investigaciones nacionales, muy relacionadas con
las agendas políticas del respectivo país, se desconectan a menudo de
los temarios y desarrollos de la ciencia política a escala internacional.

Así, el mayor problema de la inclusión de la investigación electoral


en un concepto de estudios interdisciplinarios regionales consiste en
perder la rigurosidad conceptual y analítica de la ciencia política. Para
no transmitir solo impresiones generales, cito un ejemplo referido
al sufragio y al sistema electoral tomado del Segundo Informe sobre
el Desarrollo Humano en Centroamérica. Allí se sostiene que “un
principio democrático fundamental es que todo voto cuenta por
igual” (PNUD, 2003: 253). En adelante se vincula esta idea con la
proporcionalidad que consiguen los sistemas electorales respecto
a la relación entre votos y escaños. Se da por entendido que es difícil
lograr tal “representación electoral perfecta”, pero que no todos los
sistemas electorales se alejan en la misma medida de tal ideal. En
esta argumentación no se diferencia entre valor numérico y valor
de logro del voto. Mientras que el valor numérico del voto cae en el
ámbito del derecho a sufragio y su igualdad es un derecho constitu-
cional que tiene que ser garantizado en la práctica, el valor de logro
del voto cae en el ámbito del sistema electoral en su sentido estricto
y es justamente la propiedad por la que los sistemas electorales se
diferencian entre sí. La equidad del valor de logro de los votos varía
según los sistemas electorales. O sea, los votos no cuentan igual. El
estudio al que me re ero sigue demostrando las distorsiones del prin-
cipio que exponía, utilizando dos indicadores de diferente índole,
sin distinción entre ellos: el primero es la razón de representación
o el número de habitantes que un congresista representa. El segundo

Desafíos, Bogotá (Colombia), (24-1): 333-345, semestre I de 2012


eNfoques eN el aNálisis politológico / 337

indicador es “la desproporcionalidad electoral, o la diferencia entre el


número de votos que recibe un partido y la representación electoral
que logra”. Mientras que el primer indicador mide la equidad del valor
numérico del voto, el segundo, el valor de logro del voto. Mientras que
una distorsión en el primer caso podría indicar graves problemas
de equidad en el derecho a sufragio, el segundo informa solo sobre
el grado de proporcionalidad que alcanza el sistema electoral, aun-
que no solamente por sí mismo (lo que el estudio da por entender)
sino en dependencia de otros factores como son, por ejemplo, la
estructura del sistema de partidos políticos y la distribución regio-
nal de las preferencias políticas. Así, el estudio citado es analíticamente
distorsionado y no representa el “estado del arte” de la ciencia política.
En el grupo interdisciplinario, nadie da cuenta de ello.

B. El enfoque occidental-comparativo
Si consideramos ahora la alternativa de la ciencia política como sección
de la ciencia política madre en sus estudios electorales, que se distingue
de ella solo por la región en la que se enfoca, es decir América Latina,
es notorio que el gobierno comparado hasta hace poco no incluía a
América Latina, con el efecto de que la región casi no cuente con su
contexto en la disciplina madre. Sus conceptos y teorías, o sea, los
instrumentos del análisis más allá de los métodos de investigación,
son abstracciones de una realidad diferente a la latinoamericana, de
las experiencias europeas y angloamericanas. Como decía Juan Carlos
Agulla (1984: 53) son “teorías analíticas elaboradas en, por y para las
sociedades nacionales dominantes en Europa y de los EE.UU, pero
que tenían la pretensión, por considerarse cientí cas, de que sus
conclusiones eran válidas universalmente”. El sociólogo argentino
hizo esta observación hace 25 años.

La ciencia política comparativa, especialmente su corriente cuantita-


tiva, está lejos de tomar en serio esta advertencia. Sobran los ejem-
plos en la consultoría institucional cuando se acude a proponer
reformas institucionales a medida de las experiencias europeas.
Una buena muestra de esta tendencia muy extendida es el intento
de Arend Lijphart (1991) de ofrecer “Institutional Choices for New
Democracies”, no tanto por sus recomendaciones sino por la manera

Desafíos, Bogotá (Colombia), (24-1): 333-345, semestre I de 2012


338 / Dieter NohleN

de elaborarlas. Tomó como base empírica las democracias consolida-


das del mundo, excluyendo explícitamente de su muestra de casos a
las democracias jóvenes, a las que dirigió el mensaje. Por lo tanto, no
tomó en cuenta la gran diferencia contextual entre el mundo emisor y
receptor de las instituciones, lo que impide pensar en que ellas tengan
los mismos efectos. Viajando de un país (desarrollado) a otro (en vías
de desarrollo), ¿qué posibilidades de éxito tiene una institucionalidad
en un entorno diferente al que ha sido su base constituyente? El en-
foque de investigación tiene que ser sensible a esta pregunta.

Otro excelente ejemplo para el desfase entre enfoque y contexto


constituye el Índice de Transformación Bertelsmann (Bertelsmann
Transformationsindex) que se aplica a escala universal para medir
dos procesos que se perciben como combinados prácticamente en
uno: la democratización política y la transformación económica, es
decir, la adaptación del modelo de mercado de los países ricos en los
países de reciente democratización. El enfoque supone que ambos
procesos serían partes de la misma medalla, que “democracia y eco-
nomía de mercado se han desarrollado mundialmente como nortes
de una sociedad futura” (2008: 7). Es obvio que la visión normativa
o teleológica del análisis de la política de reforma de los países en
su camino hacia una democracia de economía de mercado privile-
gia la perspectiva analítica del dé cit de transformación. El estudio
se centra en especial en los países “que no se han consolidado aún
completamente respecto a la democracia de economía de mercado”
(2008: 9). Así, se universaliza como objetivo y criterio de medición
la experiencia europea de las democracias de bienestar de hoy y el en-
torno en el que los países del este de Europa se sumergen en el reto
en su fase de plena integración a la Unión Europea. Queda fuera
de consideración que en otras regiones del mundo las sociedades
podrían preferir opciones distintas, por ejemplo, la democratización
política combinada con un modelo de desarrollo en el que el Estado
frente al mercado desempeñe un rol privilegiado. Tampoco se toma
en cuenta que la búsqueda de realizar uno de los objetivos según el
modelo del mercado podría producir en un entorno diferente un
efecto negativo sobre la realización del otro, o sea, que podría existir
un trade off entre ambos objetivos. Por lo tanto, no se perciben los

Desafíos, Bogotá (Colombia), (24-1): 333-345, semestre I de 2012


eNfoques eN el aNálisis politológico / 339

efectos de hecho negativos de la política neoliberal sobre el desarrollo


de la democracia en la región.

Por supuesto, bajo los criterios mencionados la evaluación del desa-


rrollo democrático y de economía de mercado resulta ser ambivalente.
Algunos países, y Chile por encima de todos, han progresado mucho
en el camino hacia una democracia de economía de mercado, por
el contrario, otros demuestran una notoria regresión. Al menos el
Informe Bertelsmann menciona que en América Latina se debate
sobre el camino más adecuado entre mercado y Estado. Este con icto,
que tiene una larga tradición en la región, ha sido reactivado por el
neoliberalismo y ha generado en algunos países una política aguda en
contra del mercado. El informe menciona una posible tendencia hacia
un cambio de paradigma en América Latina, cuya ocurrencia mientras
tanto no se puede negar más. Sorprende por lo demás que en el ranking
del índice del proceso de transformación aparecen algunos países en
los que se lleva a cabo una aguda política anti-neoliberal, indicados
como si estuvieran mejorando su desempeño en el camino hacia la
democracia de economía de mercado (Bertelsmann, 2008: 234 y 237).
Al nal, el enfoque teleológico enturbia incluso el análisis empírico.

C. El enfoque nacional histórico-genético


La posible debilidad analítica de esquemas universalistas de origen
occidental para otras regiones puede tener la consecuencia de que
los investigadores latinoamericanos traten de formar conceptos
propios, referidos a su caso concreto, sin ningún o de poco con-
tenido comparativo. Puede originarse, sin embargo, también en la
tradición histórica-genética de los estudios de la política en América
Latina y un conocimiento más bien rudimentario de la comparación
como método de análisis, lamentado por los propios politólogos
latinoamericanos. Es cierto, a veces los conceptos corresponden a
intuiciones de un solo investigador sin correspondencia comparativa
y así cumplen de lleno con el atributo de ser parroquial (Sartori, 2000).
Un buen ejemplo lo constituye el concepto de “enclave autoritario”,
introducido por un sociólogo chileno y referido a las instituciones
provenientes de la dictadura pinochetista (1973-1990) que se mante-
nían en tiempos de la democracia. Como enclave autoritario declaraba,

Desafíos, Bogotá (Colombia), (24-1): 333-345, semestre I de 2012


340 / Dieter NohleN

por ejemplo, el hecho de que se continuara en la composición del


Senado con algunos senadores que no eran elegidos, sino nombrados;
también el hecho de que se continuara aplicando el sistema electoral
binominal, ambas instituciones provenientes de la legislación anterior
a la democracia. Con esta conceptualización se obstaculizó la aplica-
ción de experiencias y criterios comparativos. Respecto a los senadores
nombrados, se perdía de vista que en Italia, por ejemplo, hay algunos
senadores nombrados por el Presidente de la República, sin que ello
causara grandes problemas. Respecto al sistema binominal, se per-
día de vista que la génesis de un sistema electoral es un criterio de
segundo orden en relación al desempeño funcional en su examen
de legitimidad. Con la connotación negativa del concepto de enclave
autoritario, se recurrió de nuevo “a la simple tesis de que de lo bueno
sólo puede resultar el bien y de lo malo, sólo el mal”, a lo que Max
Weber (1998: 168) respondía: “No solamente el curso todo de la historia
universal, sino el examen imparcial de la experiencia cotidiana, nos
están mostrando lo contrario”. Con la insistencia en su origen, se
sataniza el sistema binominal (y a los que lo de enden) y se deja fuera
de atención que ha contribuido a estructurar la competencia política,
a facilitar la formación de una coalición entre dos partidos que eran
antagónicos en la época pre-autoritaria y por su ideologización polari-
zante altamente responsable por el derrumbe de la democracia (como
con esan hoy en día ambos partidos, véase Zilla, 2011), y a gobernar
con gran estabilidad durante dos decenios a Chile. Tampoco se com-
para con otros países con experiencias parecidas como, por ejemplo,
España, país en el que las cortes franquistas promulgaron la Ley de
Reforma política cuyo núcleo era la determinación del sistema electoral
para las primeras elecciones postfranquistas. Este sistema, sin em-
bargo, resultó ser permanente gracias a su capacidad de garantizar
dos tipos de integración, integración de los nacionalismos periféricos
a través de un alto grado de proporcionalidad entre votos y escaños de
sus representantes, e integración en el sentido de favorecer a los grandes
partidos de cobertura nacional para facilitar la gobernabilidad del país
(Nohlen, 2004). Aunque el sistema electoral español ha sido critica-
do fuertemente en los medios de comunicación, no por su génesis,
sino por sus listas cerradas y bloqueadas, los expertos politólogos lo
han defendido por sus méritos (Montabes, 1998). Así, sin experiencia

Desafíos, Bogotá (Colombia), (24-1): 333-345, semestre I de 2012


eNfoques eN el aNálisis politológico / 341

comparativa, debido a una muy cuestionada conceptualización de


los fenómenos observados, existe incluso el peligro de construir
problemas que de hecho no lo son, y de buscar razones y soluciones
a estos problemas que no sería necesario buscar sin haber construido
esos problemas fantasmas. En tal sentido el investigador social pa-
rece entrar en “la relación perversa del intelectual con el poder que
le ha permitido jugar con tanto éxito el papel de movilizador de las
soluciones a los problemas que él mismo ha diagnosticado, es decir,
construido socialmente” (Brunner, 1986: 26).

D. El enfoque comparativo contextualizado


La insu ciencia o no pertinencia del enfoque desarrollado en el
entorno democrático occidental de los países industrializados y
de los otros enfoques mencionados hace ineludible un enfoque de
investigación distinto. Como solución se recomienda el enfoque
comparativo contextualizado. Este enfoque privilegia la com-
paración en la dimensión histórica y espacial-internacional. De
esta manera, recurre también a la sabiduría de la ciencia política,
emanada de la comparación, o sea al cuerpo de conocimiento de
la disciplina, acumulado a través del tiempo. Sin embargo, este
enfoque comparativo se cuida mucho de aplicar los conceptos y
teorías surgidas del contexto europeo o norteamericano, sin más,
a un contexto distinto, sin darse cuenta de sus límites analíticos y
operativos que exhiben en el contexto receptor. En contrario, el
enfoque comparativo contextualizado hace hincapié en el contex-
to como condición ineludible para el estudio y la explicación de los
fenómenos comparados, de acuerdo a la tesis: “el contexto hace la
diferencia” (Nohlen, 2003). La comparación y el contexto constituyen
junto con los conceptos los ejes del enfoque histórico-empírico,
sobre el que arrojará más luz el capítulo siguiente.

II. El enfoque histórico-empírico


El enfoque histórico-empírico reúne dos elementos, el histórico y el
empírico, y los conecta en un todo que se diferencia de otras combi-
naciones de ambas expresiones, como, por ejemplo, histórico-genético
y empírico-analítico.

Desafíos, Bogotá (Colombia), (24-1): 333-345, semestre I de 2012


342 / Dieter NohleN

A. El concepto “empírico”
Mientras que lo histórico parece fácil de precisar –se re ere a lo in-
dividual y singular de los fenómenos observables en la realidad–, el
concepto empírico (del griego empeiría, experiencia), es utilizado con
diferentes signi cados. Empírico puede signi car (a) lo dado históri-
camente, la realidad (a diferencia de la mera posibilidad o la realidad
irracional, supraempírica), (b) basado en la experiencia o de acuerdo a
la experiencia; en este caso, un saber empírico es igual a una facultad
natural, obtenida inductivamente a partir de la experiencia (cotidiana),
para reconocer y juzgar adecuadamente las cosas, (c) la experiencia
obtenida sistemáticamente, dirigida metódicamente, por ejemplo, en
el experimento o en la comparación sistemática. A diferencia de la
experiencia cotidiana subjetiva, que solo puede ser transmitida bajo
ciertas condiciones, a la experiencia empírico-analítica controlada se le
hacen ciertas exigencias metódicas que se consideran indispensables
para el conocimiento cientí co: los resultados tienen que poderse
transmitir intersubjetivamente y tienen que ser comprobables por
veri cación o falsi cación. En el racionalismo crítico, el contenido
empírico de las teorías se mide por el modo y la extensión de sus
posibilidades de falsi cación (Popper 1990; Stegmüller 1979). Empíri-
co se entiende también como contrario de normativo. “Una ciencia
empírica no puede enseñar a nadie qué debe hacer. (...) Cuando lo
normativamente válido pasa a ser objeto de la investigación empírica,
pierde, en cuanto objeto, su carácter de norma: se lo trata como algo
que ‘es’, no como algo que ‘vale’” (Weber, 2001: 44 y 260). Finalmente,
empírico puede signi car basado en la percepción sensorial, como
a veces está presente en las decisiones cotidianas de los individuos y
en ciencia política en el uso de las encuestas que transmiten percep-
ciones que los encuestados tienen en relación a los fenómenos reales.

B. El concepto de histórico-empírico
En esta combinación, lo empírico se conceptualiza en el sentido del
empírico-analítico. Por lo tanto, a las teorías empíricas se le hace la
exigencia de someterse a la veri cación crítica, es decir, de no inmuni-
zarse contra experimentos de falsi cación y comprobación, de hacer
operativos sus conceptos fundamentales, de mostrar indicadores
empíricos, etc., esto es, de presentar resultados que puedan ser docu-

Desafíos, Bogotá (Colombia), (24-1): 333-345, semestre I de 2012


eNfoques eN el aNálisis politológico / 343

mentados y controlados empíricamente. El elemento empírico exhibe


aquí también su diferencia con lo normativo. Los valores no se pueden
fundamentar con métodos empíricos, son un presupuesto y un objeto,
pero no el resultado del análisis de la experiencia cientí ca. Por lo
tanto, en el marco de su inclusión al paradigma empírico-analítico,
la diferencia reside entonces en la expresión “histórico” que precisa lo
que es considerado empírico. La tesis consiste en que lo histórico es
lo empírico (Max Weber). Se trata de comprender la realidad desde
una perspectiva histórica, es decir, atendiendo su peculiaridad a través
del estudio de la relación individual de los factores que tienen que
entrar en consideración en su relación causal. Cuanto mejor sea el
conocimiento de la relación histórica individual de los factores en
juego, tanto mejor será la comprensión de la causalidad empírica.
En este sentido, el conocimiento de teorías o generalizaciones sobre
la relación causal entre diferentes factores puede apoyar en el pro-
ceso de comprensión de determinadas relaciones concretas, pero no
sustituirlas. Y cuanto más abstractas las generalizaciones, tanto menos
contribuyen a esclarecer una relación causal individual. Por lo tanto,
para contestar la cuestión causal empíricamente, la perspectiva his-
tórica en contraste con la perspectiva teórica permite plantearla de
forma dirigida hacia las relaciones causales concretas.

C. Propiedades y supuestos del enfoque histórico-empírico


De lo anterior emanan algunas características del enfoque histórico-
empírico que en lo siguiente se centran en la perspectiva analítica y
los alcances operativos:

a. Respecto al proceso de conocimiento rige la causalidad como


modelo de explicación de los fenómenos observados, pero no
derivada de teorías abstractas, de leyes y generalizaciones, sino re-
sultante de constelaciones históricas concretas. Por lo demás, el
enfoque histórico-empírico tiene plena conciencia de las tendencias
reduccionistas de la ciencia política. Toda aproximación cientí ca
a un objeto de estudio real, aunque sea histórica (o cualitativa),
termina por reducir la complejidad de éste a unas dimensiones
manejables cientí camente. Esto es cierto en especial en estudios de
tipo cuantitativo. La política, sin embargo, es más compleja, con-

Desafíos, Bogotá (Colombia), (24-1): 333-345, semestre I de 2012


344 / Dieter NohleN

tingente y cambiante. No obstante, en el ámbito de la consultoría


política, la ciencia política tiene que procurar el (re)encuentro
de la disciplina con la historia.
b. Respecto a la evaluación de las instituciones, un acabado aná-
lisis no puede sino iniciarse con una ponderación mesurada de
la incidencia de las instituciones en una relación de factores a
considerar. Frente a posturas netamente institucionalistas y otras
de corte más “blando” que ponen en el centro de la causalidad
fenómenos no-institucionales, por ejemplo, los actores, el enfoque
histórico-empírico a rma que, si bien las instituciones cuentan, su
rol y desempeño dependen de la contingencia política conformada
por una combinación de factores de variada índole.
c. Respecto al diseño de las instituciones, y concomitante a las postu-
ras anteriores, el enfoque histórico-empírico profesa la convicción
de que no existe ninguna institución ideal, que las instituciones
cumplen con distintas exigencias de diferente modo y grado, que
en la valoración de estas exigencias intervienen consideraciones
de tipo teórico-democráticas, así como también de origen histórico
y de poder por parte de los actores. Estas últimas condiciones
reducen el margen de alternativas al vigente orden institucional
hacia variaciones del esquema institucional por el cual se ha optado
en épocas anteriores.

Para sintetizar, el enfoque histórico-empírico, distanciándose de una


perspectiva normativo-abstracta a nivel teórico y de ingeniería social-
tecnológica a escala operativa, trabaja inductivamente, partiendo de
lo histórico dado hacia una generalización de alcance medio para
volver luego –en el nivel operativo– a la complejidad del objeto de
estudio con una pretensión más modesta de consultoría política. Así,
el diseño institucional del enfoque histórico-empírico es de corte
particular, atado a lo contextual.

Bibliografía
Agulla, J. C. (1984). Dependencia y conciencia desgraciada, Buenos Aires: Editorial
de Belgrano.
Brunner, J.J. (1986). “La función utópica de los intelectuales”, en Arrosa Sua-
rez, M. S. (coord.): Os intelectuais nos procesos políticos da América Latina,
Porto Alegre: Eduni-Sul, 22-31.

Desafíos, Bogotá (Colombia), (24-1): 333-345, semestre I de 2012


eNfoques eN el aNálisis politológico / 345

Grotz, F. (2000). Politische Institutionen und post-sozialistische Parteiensysteme in


Ostmitteleuropa [Instituciones políticas y sistemas de partidos post-
socialistas en Europa Oriental Central], Opladen: Leske & Budrich.
Lauga, M. (1999). Demokratietheorie in Lateinamerika [Teoría de la democracia
en América Latina], Opladen: Leske & Budrich.
Lijphart, A. (1991). “Institutional Choices for New Democracies”, en Journal
of Democracy 2(1), 72-84.
Montabes, J. (ed.) (1998). El sistema electoral a debate. Madrid: Centro de In-
vestigaciones Sociológicas.
Nohlen, D. (2003). El contexto hace la diferencia. Reformas institucionales y el enfoque
histórico empírico, México: C. Zilla, UNAM.
___________3 (2004). Sistemas electorales y partidos políticos, México: Fondo
de Cultura Económica.
____________ (2006). El institucionalismo contextualizado, México: Porrúa.
____________ (2011). ¿Como estudiar ciencia política? Una introducción en trece
lecciones, Lima: Fondo Editorial Pontifícia Universidad Católica del Perú.
Nohlen, D. et al. (2006). Diccionario de ciencia política, 2 vols., México: Porrúa.
Ortiz Ortiz, R. (2004). “Institucionalismo y sistemas de gobierno en América
Latina. La Escuela de Heidelberg y su enfoque histórico-empírico”,
en Lateinamerika-Analysen 7, 89-120.
Parsons, T. 2 (1949). The Structure of Social Action. A Study in Social Theory,
Nueva York: Free Press (ed. orig. 1937).
Popper, K.R. (1990). La lógica de la investigación cientí ca, Madrid: Tecnos.
PNUD (2003). Segundo informe sobre el desarrollo humano en Centroamérica y
Panamá, San José: PNUD.
Sartori, G. 2 (2000). La política, México: Fondo de Cultura Económica.
Schluchter, W. (2010). Notiz über den Wert der Interdisziplinarität [Nota sobre
el valor de la interdisciplinariedad], en Marsilius-Kolleg 2008/2009,
Heidelberg: Universität Heidelberg.
Stegmüller, W. (1979). Teoría y experiencia, Barcelona: Ariel.
Von Beyme, K. (1995). Teoría política en el siglo XX, Madrid: Alianza.
Weber, M. (1998). El político y el cientí co, Madrid: Alianza.
Weber, M. 6 (2001). Ensayos sobre metodología sociológica, Buenos Aires.: Amo-
rrortu.
Zilla, C. 2011: „Demokratie“ im Diskurs politischer Parteien. Argentinien und Chile
im Vergleich [“Democracia” en el discurso de los partidos políticos.
Argentina y Chile en comparación], Baden-Baden: Nomos.

Desafíos, Bogotá (Colombia), (24-1): 333-345, semestre I de 2012

Potrebbero piacerti anche